𝐗𝐈𝐈
𝐋𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐧𝐨 𝐝𝐮𝐞𝐫𝐦𝐞
A veces en la vida, es necesario tomarse un merecido descanso. Después de aquel primer evento especial en el que debuté como vocera, no me quedó más opción que tratar de recuperarme paso a paso. Al día siguiente, Jace me buscó sin que Jade y Ruby lo supieran, y me preguntó si estaba bien, ya que se supone que él es el único que sabe que Jodie Benoit estaba ciertamente cercana a Sara. No tuve más opción que decirle que me había afectado un poco ver a una cara conocida en ese estado. Pero de igual forma, parecía preocupado por mí, lo cual era algo extraño. ¿Significaba esto que nuestra relación había cambiado después de la fiesta? ¿Ahora somos amigos más cercanos? Eso es lo que parecía insinuar el rubio.
El viernes de esa misma semana no tardó en llegar, y con él, un pequeño respiro. Debía aprender a estar sola sin empezar a pensar en Sara. Ya tenía información sobre el padre de Jace; ahora mi concentración estaba en averiguar quién fue el responsable de aquel video y quién lo tiene en su poder en este momento. Además, me preguntaba por qué decidieron mostrarlo hasta ahora. ¿Tendrá alguna relación conmigo?
También estaba el tema de mi acosador, que comenzó a mandarme fotos mías en este lugar. Desde entonces, me volví algo paranoica, empecé a mirar a mi alrededor con frecuencia y a cerrar con todos los seguros posibles la habitación. Incluso bañarme se volvió una osadía, ya que me daba miedo que una foto mía desnuda terminara en mi casillero. Así que había estado bañándome con ropa interior puesta.
Suelto un suspiro y estiro mi cuello, dejando la cabeza en la cama. Me encuentro sentada en el suelo, rodeada de miles de papeles regados, algunos son deberes escolares que cumplen con los requisitos de Roble Dorado, mientras que otros son expedientes de otros estudiantes, mapas de la ciudad, leyes para estudiar y fotos de posibles responsables. En la cima de la lista está Zack Bick, el becado más problemático de Roble Dorado, con un historial de tres años de acoso, al que sigue resistiendo. No entiendo cómo lo hace; yo en su lugar ya habría salido corriendo. Aunque no me conoce, lo he visto siguiéndome por los pasillos de manera extraña. También me entregó la foto de Jade, o al menos eso me confirmó la misma pelinegra cuando lo vio salir del baño ese día.
Claro que ella también estaba drogada aquel día.
—¿Ruby? —inquiero al vacío, como si algo en esa habitación que hoy me encargué de ordenar pudiera darme una respuesta.
La pelirroja también actuaba de manera extraña. Sabía algo, ocultaba algo a su amiga y le asustaba la idea de que se llegara a descubrir. ¿Qué sería eso? ¿Ella sabe de mí? Si es así, ¿por qué no ha dicho nada? Aunque al pensar en ello, la única manera en que podría saberlo es... Bueno, Matt es el único que tiene acceso al nombre de Inna, y Hazel también, pero por muchas razones dudo que se tome el tiempo de revisar esas cosas.
Las dudas seguían atormentando mi mente, haciendo que nuevamente masajeara mi cuello en busca de alivio. Hay tanto que necesito saber y siento que el tiempo se me escapa de las manos. Un molesto zumbido me hace abrir los ojos y buscar mi teléfono, que esta tirado en el suelo junto a los papeles. Me acerco con pereza y no puedo evitar fruncir el ceño al ver la la pantalla. Era una llamada, una llamada de Ruby.
Me quedo pensando si debo contestar, porque no puedo permitirme confiarme; el secreto de Ruby es una espada de doble filo que, si la uso, puede salir bien o convertirse en una tragedia. Al final, decido tomar el teléfono y contestar.
—Diga.
Sin embargo, no obtengo una respuesta inmediata; solo una inquietante respiración que me hace recordar a la película de Samara en El Aro. Miro el teléfono de nuevo y efectivamente, la llamada continúa.
—¿Ruby? —inquiero, un poco más nerviosa al escuchar esa respiración extraña que se hace audible. Después de que pasa un minuto, empiezo a asustarme —Voy a colgar —advierto, retirando el teléfono de mi oreja para hacerlo, pero entonces comienzo a escuchar una voz.
—¡No cuelgues! —es Ruby. Vuelvo a colocar el teléfono en mi oreja y ahora escucho su respiración, que se ha acelerado, como si hubiera corrido una maratón—. N-necesito... —su tartamudeo me desconcierta—. Necesito que vengas por mí, Jodie.
Por inercia, miro la hora en el pequeño reloj cerca de la puerta, que marca las once y media de la noche del sábado.
—¿Que vaya por ti? ¿Dónde estás? —inquiero, y de repente oigo un sollozo que me hace levantar—. ¿Estás bien, Ruby? ¿Estás sola? —ahora la preocupación es mía; sí, vine a vengarme de todos estos infelices, pero no soy un monstruo que dejaría a una mujer sola a las once de la noche, especialmente si me pide ayuda.
—Sí... estoy sola. —informa, y es entonces cuando escucho su propio sollozo—. Tomé mucho y... —le cuesta articular su frase debido a la interrupción del sollozo—. No sé... No sé qué hacer, Jodie.
—¿Sabes dónde estás? ¿Hay gente a tu alrededor? —mientras hablo, me acerco al pequeño armario en la habitación y busco algo para poder quitarme el pijama.
—Salí del bar... —vuelve a hipar—. Vine con él... pero me dejó después de que rechacé acostarme con él. —se lamenta y esta vez escucho claramente cómo se echa a llorar—. No pude hacerlo, era amigo del otro chico, Jodie.
—¿Qué otro chico? —inquiero, quitándome mis shorts de pijama—. Ruby, dime dónde estás, mándame el nombre del bar o alguna ubicación.
—Está lejos. —empieza a decir con la voz afectada, hasta absorbe sus mocos, lo que me hace apartar el celular de mi oreja con disgusto—. Hay... un árbol.
—Cariño, sé que hay un árbol. —intento no regañar mientras la pongo en altavoz para acabar de vestirme—. Busca algo que brille, algún nombre, ¿hay algún letrero?
La pelirroja tarda mucho en responder, tanto que tengo tiempo de ponerme los Converse, la chaqueta y tomar mi bolso, además de dinero junto con mis llaves.
—Hay un letrero grande...
—Ajá, ¿y qué pone?
—Marl's... Estoy en el Bar de Marl's.
Por un carajo Ruby. Lo que me faltaba.
.
.
.
Apenas llego a la maldita cuadra de ese barrio olvidado por el gobierno, maldigo a Ruby en mil idiomas. Pero más que a ella, me maldigo a mí misma, porque todo esto es culpa mía, mi real culpa, como diría mi madre en uno de sus mil rezos. Supongo que el destino tiene formas interesantes de obrar; tal vez si no hubiera tomado las decisiones que tomé, Ruby no habría tenido a quién llamar, o quizás ni siquiera estaría en este agujero, quién sabe.
Cuando llego a las afueras del lugar, ya son las doce y diez de la madrugada. Justo en frente de ese bar, custodiado por un hombre que guarda un gran parecido con Yao de Mulán, veo a Ruby sentada en la acera, con la mirada perdida en el horizonte. No dudo en acercarme a ella y agacharme a su altura para que me note.
—Aquí me tienes. —declaro para captar su atención, pero ella no me mira, sigue con la mirada perdida en algún punto. Intento seguir su mirada para ver si encuentra algo significativo, pero en realidad apunta hacia un cubo de basura. Así que vuelvo a intentar llamar su atención—. ¿Quieres que te lleve a casa? —inquiero a la chica de vestido verde de lentejuelas.
—No quiero seguir sintiendo esta culpa, Jodie. —dice de repente sin dejar de mirar aquel cubo de basura. Observo cómo su labio tiembla y sus pies, resguardados en elegantes tacones blancos, se encojen. No parece tener frío, sino que... —Ni siquiera soy capaz de mirar a las personas a la cara. —El olor a alcohol que emana de ella me golpea violentamente cuando esta suelta un jadeo.
—Vamos, Ruby, te vas a resfriar. ¿Quieres hablar en otro lugar? —inquiero, tomando su mano con delicadeza.
—¿Cómo puedes ayudarme sabiendo que hice algo tan horrible? —Esta vez me mira, y ahora la que se siente culpable soy yo.
Entonces fui consiente que no medí el peso de mis palabras. En aquellos ojos de color jade vi el resentimiento de días, los pensamientos sucesivos que debió de haber tenido desde el la fiesta de Jace. Las horas que pasó pensando en que yo abriría la boca están tatuadas en sus pronunciadas ojeras, que no logra tapar con maquillaje. En aquellos ojos brillosos nace la ansiedad y la angustia de saber que alguien es consciente de uno de tus peores pecados y que de alguna forma tiene el poder de juzgarte en la llamada guillotina social. Yo hice eso, y lo peor era que ni siquiera sabía el secreto aún; solo le había mentido para presionarla a decirlo, al final y al cabo, ese era mi objetivo.
Entonces no debo permitirme sentir lastima.
—No sé toda tu historia. —admito, pero su mirada no cambia—. Pero me puedes ayudar a aclararla, de igual forma no te voy a juzgar. —digo con total confianza, pero ella parece aún un poco cohibida.
Intento encontrar una manera de cambiar la situación. Por un momento, considero entrar al bar, pero sería una pésima idea; si el barman me ve, me echará a patadas, y si Hazel me ve, también me echará a patadas. Sigo intentando encontrar una idea hasta que mis ojos ven, a unas cuadras de distancia, un enorme letrero del que ni siquiera me había percatado la última vez que vine al lugar: "Karaoke de Kaori", iluminado con varios colores. Supe que tenía que hacerlo.
—¿Qué te parece si te llevo a un lugar que puede ayudarte a sentirte mejor? —propongo con una sonrisa amistosa. La hermosa chica baja la mirada y una punzada de culpa palpita en mi conciencia, haciendo que me muerda el labio con nerviosismo.
Ruby Lacross es sencillamente preciosa de una manera dolorosa. Sus ojos grandes albergan una angustia que hace que su nariz respingada pague las consecuencias, enrojeciéndose debido a sus propias reacciones. Su cabello rizado es tan perfecto y salvaje que hace que su sufrimiento parezca digno de un cuadro para admirar.
—Está bien. —cede, y yo me permito tomarla de la mano para guiarla. Por un momento, desearía olvidar todo el plan y pensar que estoy ayudando a una amiga a superar un mal trago. En serio, lo desearía. Pero solo yo y mi podrida conciencia sabemos por qué llevamos a Ruby a este lugar.
En menos de un minuto, estamos frente a la entrada del lugar, que, aunque no lo parezca, tiene bastante clientela. En la recepción, yace una chica de aspecto asiático con una expresión aburrida, mientras lee una revista vieja y mastica chicle con la boca abierta. Me acerco para obtener información sobre el lugar. Hay justo una sala vacía que es perfecta para nosotras. Volteo a mirar a Ruby, que sigue con la mirada perdida y sin entender por qué estamos aquí.
—¿Por qué ese chico te trajo aquí? —inquiero mientras la recepcionista busca las llaves de nuestro lugar.
—Dijo que se lo habían recomendado, no sabía que hablaba con gente de bajos recursos. —suelta con aquella voz neutra y clasista. Admito que casi se me escapa una risa por la seriedad en su tono y el peso de sus palabras, pero simplemente lo disimulo y ojeo una vitrina que hay en el lugar. De inmediato, me emociono.
No tengo muchas posesiones de valor, pero desde pequeña era una fiel coleccionista de unas pegatinas retro que encontraba en lugares frikis. No esperaba encontrarlas aquí. De hecho, mi mochila en la antigua escuela estaba llena de esas pegatinas. El pegamento de esas cosas era muy resistente. Por un momento, miro mi mochila, la mochila de Jodie, y me digo que al menos debo llevar un pedacito de Inna conmigo, asi evito olvidarme por completo de ella. Así que deslizo el cristal de la vitrina y tomo dos pegatinas con una estrella dorada brillante. Eran simples, pero yo sabía su significado. Me volteo hacia Ruby y le extiendo una de ellas.
—Ten, es un regalo. —Ruby mira la estrella como si fuera la cosa más sencilla del mundo. En parte lo es. Es cierto que está borracha, tal vez por eso parece más sincera y no lleva la misma sonrisa de siempre.
—¿Para qué es? —pregunta.
—Puedes pegarlo en tu mochila. Yo haré lo mismo con la mía. —Le hago una demostración y ella se limita a guardar la pegatina en su bolso de mano.
La recepcionista no tarda en llevarnos a una de las salas. Las luces y la gran pantalla iluminada me emocionan. Escucho cómo Ruby le pide alcohol a la chica, quien no tarda en traerlo. Coloco una canción suave de fondo y observo cómo Ruby toma un chupito de lo que sea que haya pedido. No debería dejar que tome más, pero todos sabemos que no haré nada al respecto.
—¿Te sientes mejor? —inquiero, tratando de iniciar una conversación.
—No. —admite con naturalidad. Asiento con la cabeza y aprovecho para tomar dos micrófonos.
—¿Cuál es tu canción favorita?
La chica me mira como si fuera un bicho raro, pero la borrachera la impulsa a levantarse y a quitarme uno de los micrófonos.
—Cualquiera de Taylor swift.
Ni corta ni perezosa, pongo la clásica "You Belong With Me". La música empieza a sonar, y animo a Ruby a cantar, comenzando yo misma a hacerlo mientras bailo y tomo una pandereta del lugar. Ruby apenas se mueve para servirse más alcohol y luego vuelve a mi lado. La tomo del brazo y la incito a bailar.
—She wears high heels, I wear sneakers. She's Cheer Captain...— la impulso a que me siga y, tímidamente, lo hace.
—...and I'm on the bleachers...— musita en el micrófono, y justo cuando está a punto de atacarla otro hipo, me río y ella termina riendo también.
—¡What you're looking for has been here the whole time!— cantamos al unísono, y por primera vez desde que la vi en la acera (y desde que la conocí realmente), sonríe con naturalidad. Cantamos toda la canción, y una vez que termina, la animo a poner otra. La melodía de "Blank Space" llena el lugar.
—Cantas muy bien. —comenta la chica, arrastrando las vocales, lo que claramente indica lo borracha que está.
—Gracias. De hecho, me gusta hacerlo. —admito con una sonrisa, que ella me corresponde. Pero justo cuando estoy a punto de comenzar a cantar de nuevo, me interrumpe.
—Me acosté con Andrew la noche que estaba con Jade. —suelta antes de que pueda siquiera decir la popular primera línea de "Nice to meet you".
—¿Cómo dices que dijiste? —inquiero, mirándola. Pero de inmediato trato de generar confianza, tomando su mano con delicadeza, y ella se suelta a llorar.
—Yo no sabía que él sufría de Von Willebrand. —la chica parece derrumbarse frente a mí—. No sabía que Morgan moriría, Jodie.
Que pare el carro. Von...¿que? ¿Quien se murió?
Después de eso, no supe qué decir. A pasos torpes, Ruby toma su bolso y sale de la sala. De inmediato, la persigo hasta llegar a las afueras del lugar, que está completamente desolado. Ella intenta irse, pero la detengo.
—Ruby, no te entiendo. ¿Quién es Morgan? —la tomo de los hombros, deteniéndola. Están fríos y delgados. Al ser más pequeña que yo, es fácil retenerla—. Necesito que me cuentes todo desde el inicio.
Las lágrimas siguen fluyendo de sus ojos sin cesar. Empecé a rogar en mi interior para que encontrara la fuerza para emitir palabras, y fue como si los planetas se hubieran alineado, porque tomó aire y abrió la boca.
—Cuando Andrew salía con Jade, solían hacerlo a escondidas, pero antes de que yo lo supiera, Andrew y yo habíamos coqueteado, algo que no pasó a mayores. —un sollozo la ataca, pero logra calmarse con éxito, lo que me hace suspirar de alivio—. Cuando lo supe, me sentí culpable por haber sentido algo por él. No fui capaz de decirle a Jade que Andrew me había coqueteado mientras estaba con ella, y él...lo tomó como una invitación.
La chica se calla de forma abrupta, y veo reflejos de náuseas que me hacen llevarla a la acera para que se siente. Parece calmarse un poco, yo corro como desquiciada hacia el karaoke con el objetivo de obtener agua. Apenas llego a la mesita donde la chica debe estar empiezo a tocar la campana pequeña con apuro para avisarle que la necesito.
—¿Si, diga?— de repente la chica asiatica con aires de perezoso se acerca tan lentamente a mi que me exaspero.
—¿Agua, vendes?
—Natural, mineral, con gas o...
—¡Normal!— detengo sus palabras morosas sin poder evitar ver hacia afuera todo el rato, asegurándome que Ruby no se vaya.
La chica se pierde un buen rato detrás de una puerta que hay cerca del mostrador y después de unos minutos que parecen eternos, pago aquella botella.
—No tengo cambio. — informa con las mismas ganas que yo tengo de seguir aquí.
—¡quédatelo!
Me apresuro a ir con Ruby y darle la botella. Ella la toma de inmediato y comienza a beber.
—¿Una invitación para qué, Ruby? —insisto, volviendo al tema de Andrew.
Parece que le cuesta, pero logra dar con el hilo de la conversación.
—Para seguir coqueteando. —la chica absorbe sus propios mocos y toma más agua—. L-le seguí el juego. —su voz se quiebra al instante—. Se sentía extraño, era prohibido, era nuestro secreto. Morgan tampoco lo sabía; era un chico muy dulce que...gustaba a mí, pero yo, como una idiota, prefería a Andrew.
—¿Por qué todas quieren estar con ese idiota? —la pregunta se me escapa en un momento de cólera. Cuando veo que el pobre cerebro de la chica intenta procesar mi pregunta de inmediato, la detengo—. No me respondas, mejor sigue. ¿Qué pasó con Morgan?
—En la fiesta de la primera semana, se suponía que Jade anunció su noviazgo con Andrew. Él dijo que esa sería nuestra última oportunidad, entonces me llevó a una habitación para... para tener sexo. —La vergüenza en su rostro es notable. No sé si está roja del frío o de lo mucho que le cuesta contar aquello, pero por si acaso, me quito la chaqueta, quedando en aquel top sin mangas que me puse para venir por ella —. Cuando estábamos en la cama, vi cómo alguien entró. Era Morgan. Yo lo miré asustada porque me había descubierto. Andrew ni siquiera lo había notado. No sé qué fue lo que Morgan pensó, pero... ¡Maldición! —exclama con frustración.
Entiendo que es un tema bastante grave; siento el frio de la noche como nunca y aunque siempre he sido fiel fan de ese clima últimamente lo estoy odiando, y es entonces cuando tomo el rostro de Ruby y la miro con comprensión.
—No voy a juzgarte, Ruby Lacross. Soy tu amiga, y juro por Dios que no tengo malas intenciones.
Sí, sí, iré al infierno. Ya sabemos que no soy la mejor persona, pero Dios, por favor, entiéndeme. Tú pusiste rencor en mi corazón, y yo, con él, hago lo que se me da la gana.
—Morgan no estaba borracho. Lo sé porque él nunca tomaba en las fiestas. —Mis palabras parecieron animarla a hablar—. Tiró de Andrew para quitármelo de encima. Comenzaron a gritarse cosas que ni siquiera recuerdo. Pensé que Andrew lo echaría de la habitación y ya está, pero en realidad, Morgan estaba decidido a no irse hasta que yo me fuera con él. Eso enfureció a Andrew. Y abajo, Jade se peleaba con una chica que también había coqueteado con Andrew, la maldita de Sara Crowell. Andrew...
Nuevamente te encuentro en malos pasos, Sara. ¿Qué cambió desde que nos vimos aquel día? ¿Siquiera te conocía realmente?
La chica se calla y toma más agua. De repente, empieza a mirar a ambos lados con inseguridad. Se levanta de la acera con torpeza y me mira.
—¿Qué hizo Andrew, Ruby?
—Quiero irme a casa. —musita algo cohibida, pero no estoy en mis cabales.
—¡¿Ruby, qué hizo Andrew?! —subo un poco el tono de mi voz. La chica aprieta los labios, reteniendo el llanto, y yo intento insistir.
Pero no pude ni terminar mi frase cuando la pelirroja empieza a vomitar hasta lo que había comido la semana pasada. Gracias a que me muevo con rapidez, logro que solo caigan unas gotas en mis zapatos. La chica sigue vomitando, y aunque tengo enojo porque no fue capaz de terminar su frase, la tomo del pelo para evitar que se manche aún más.
—Morgan murió esa noche... —musita con la voz tan afectada que me cuesta siquiera saber si eso lo dijo en serio o si fue lo que yo quise entender.
Ruby se desploma, y como puedo, la sostengo, manchándome de vómito también. Aunque es bajita y delgada, siendo un "peso muerto" al estar inconsciente, hace que sea difícil llevarla. Empiezo a pensar en un plan sobre cómo llevarla a su casa sin morir en el intento. Aunque... Tiene su teléfono en algún lado, podría
—Jodie, Jodie. Si te veo una quinta vez, iré considerando nuestra boda. —Aquella voz fue como escuchar el coro de los ángeles y a su vez arruinar mi pequeño plan.
Kamil estaba parado a una distancia cercana. Llevaba su característica camiseta negra estampada, junto con unos pantalones cargo grises y unas zapatillas Jordan blancas. Su coqueta sonrisa, adornada con aquel piercing en su nariz, se dirigía hacia mí mientras yo sostengo a la chica inconsciente.
—Ya que estás, ¿no se te antoja ayudarme? —inquiero con dificultad. Ya ni modales me hacen falta frente a este ser.
El chico finalmente se acerca y arruga la cara al oler lo mismo que yo huelo, alcohol y vómito mezclados. De igual forma, toma con destreza a Ruby, literalmente la toma como si fuera una pluma y la pone sobre su hombro.
—Oye, no es un saco de papas —lo regaño, y él rueda los ojos, cambiando la posición de la pelirroja, llevándola ahora al estilo princesa.
—Solo espero que no me vomite encima. —pide malhumorado, pero luego vuelve a sonreír—. ¿Qué te trae por aquí? ¿Quién es la señorita que creyó tener hígado de camionero? —inquiere de forma graciosa. Yo echo un suspiro y empiezo a caminar junto a él.
—Una amiga de la escuela me pidió que viniera con ella. —explico de forma breve.
—No parece ser de las que frecuentan estos lugares. —dice, detallando su vestimenta—. Bolso marca Gucci. —dice hasta de forma cómica—. Hace un rato no parecía tu amiga, le gritabas.
—Si bueno, si encontraras a tu amiga sola en un barrio de mala muerte porque decidió irse con un imbécil, también te enojaría. — me sorprendo hasta de la manera tan increíble que ya me salen las palabras falsas.
—Bueno, un poco. —admite. Justo pasamos frente al bar, pero él sigue de largo y me guía hacia donde tiene estacionado el mismo auto de la vez pasada—. Tienes suerte de que iba a comprarle golosinas a Kaori, si no, no te hubiera visto.
—¿La del karaoke?—pregunto con cierto rencor atorado. Él abre la puerta trasera del auto y deja el cuerpo de Ruby amarrado con el cinturón de seguridad.
—Sí, es la única que vende esas cosas a esta hora. Tenía antojo de algo dulce. — suelta una risilla que no comprendo. Me imita a subirme, y eso hago.
Tras unos segundos, ojeo la dirección de Ruby en un expediente que tengo en el teléfono y se la indico a Kamil, quien abre los ojos con sorpresa, ya que, según él, ese barrio es para los "cucharas de oro". Supongo que no le cabe en la cabeza que me relacione con ellos.
—Tengo tantas dudas de ti, Jodie. — dice en un momento del camino —. A veces rondas por mi cabeza cada tanto. ¿Qué estaría buscando ese día? ¿Ya arreglaría sus cosas con Hazel? ¿Por qué hablaba con ese chico? Eres como un misterio andante.
No puedo evitar soltar una risa, pero el chico no se une. Lo miro de reojo; parece estar serio. Sin embargo, no puedo evitar pensar que al final tengo un aliado y ni siquiera me había dado cuenta.
—Siempre me encuentras con las manos en la masa. — admito de forma graciosa y él asiente, dándome la razón.
—Me obligo a no preguntar, pero cada vez me cuesta más. ¿De dónde conoces a esta chica? Perdona que te diga, pero es que no veo relación por ningún lado.
—Sí... mejor síguete guardando las preguntas. — contesto, demostrando mi poco humor para dar explicaciones. El chico me mira de reojo y se mantiene callado, pienso que finge completamente asi que lo golpeo en el brazo de forma amigable y este por fin suelta una pequeña risa.
Poco tiempo después llegamos a la casa de Ruby, otra maldita mansión en la cual perfectamente podrías perderte sin problemas. Algunas luces están encendidas, lo que indica que es una buena señal; hay alguien en casa. Kamil intenta darme a Ruby de forma que pueda llegar con ella a la puerta con facilidad, pero no soy capaz, estoy cansada y él lo nota, así que la toma del otro brazo y me ayuda a subir las escaleras que llevan a la reja de metal. Con dificultad toco el timbre que tiene una cámara y me acerco, nadie responde, así que oprimo el de voz.
—¿Hola?— intento una vez más, pero no obtengo respuesta. —Señora Lacross, soy Jodie Benoit. Tengo a su hija aquí afuera. — informo, y a los pocos segundos, las rejas se abren automáticamente. A mi lado, Kamil me mira con asombro exagerado, y yo simplemente ruedo los ojos.
Llevamos a Ruby hasta la puerta, donde una señora de cabellos castaños nos abre con una expresión poco amigable. Me observa detenidamente, desde mis Converse negros sucios hasta mis jeans negros y mi crop top azul estampado que deja ver parte de mi sujetador negro. Luego, se detiene en mi rostro, frunciendo el ceño cuando nota mi cabello recogido de manera descuidada. Enseguida, hace lo mismo con Kamil, pero lo mira con horror.
Ok, esto no era parte del plan. No lo había previsto para nada.
Por mi parte, también observo a la madre de Ruby detenidamente. Ella luce un traje azul oscuro de dos piezas con falda tubo y unos tacones negros de punta que no tienen sentido a estas horas. ¿Habrá alguna cena? Aunque, francamente, a esta hora, no parece tener mucho sentido.
De repente, un hombre alto con rizos rojizos como los de Ruby y también vestimenta elegante se une a la escena y repite la misma mirada de incredulidad que la señora. Luego, se acerca y toma a Ruby de nuestros brazos, pero parece arrepentirse cuando percibe el olor que emana su querida hija.
—¡Por Dios, ¿qué le hicieron?! — exclama la señora. —Se suponía que se quedaría en casa de Jade.
Maldición. Tampoco había previsto esto. Ahora, Ruby se enfrentaría a una buena reprimenda cuando se le pasara la resaca.
Detrás de ellos, observo algo peculiar: un hombre de aproximadamente un metro ochenta de altura, vestido con pantalones negros, botas negras y una chaqueta verde militar, se asoma por el grito. Sin embargo, noto que la madre de Ruby corre hacia él y le dice algo, lo que finalmente lo lleva a retirarse de la escena después de un breve intercambio de miradas conmigo. Me parece familiar, cosa que me desconcierta.
Entonces, la madre de Ruby vuelve su atención hacia mí, y todos parecen estar esperando una explicación.
—Me llamó para que la recogiera. Soy una compañera suya de Roble Dorado. — intento explicar, aunque los padres de Ruby y hasta Kamil me miran con incredulidad.
—¿Eres compañera de mi hija? — parece querer confirmar.
—Sí, señora. Salí muy preocupada de casa a recogerla, ni siquiera noté mi... apariencia. — me excuso de forma educada. Luego, los padres de Ruby dirigen su atención hacia Kamil.
—¿Y este quién es?
—Un amigo que nos hizo el favor de traernos. — explico de forma sencilla. Ellos asienten con cara amargada y nos hacen una señal para retirarnos.
Vuelvo a ojear un poco detrás de ellos, pero los padres de Ruby parecen apurados.
—Gracias. — dice la señora antes de cerrar la puerta.
Apenas salimos del pórtico, volteo para analizar la casa y la extraña situación. En una ventana del segundo piso, veo a dos niños que, al notar que los estoy observando, se esconden rápidamente. Los hermanos de Ruby están despiertos. Nuevamente, intento ver algo más, pero la mayoría de esas ventanas están cerradas.
—Gracias. — Kamil la imita mientras sube su dedo meñique en burla hacia el modo de hablar de la madre de Ruby. Yo solo puedo rodar los ojos. Decido buscar la salida.
Apenas nos metemos en el auto y él arranca, no se hace esperar una expresión de asombro.
—Estoy con una de Roble Dorado, qué loco. — comenta más para sí mismo que para mí. Entonces chasqueo la lengua y digo algo de forma muy estúpida.
—¿De qué te sorprendes? Estás con Hazel todo el tiempo, es mi compañero. — el auto se detiene de forma abrupta, y me doy cuenta de que la he cagado. —. Es decir...— intento encontrar una excusa ante la mirada sorpresiva de Kamil, pero es inútil —¡Por favor, no le digas, me matará!— pido, poniendo mi mejor cara de pena.
O tal ves si quería que se enterara...
—Eso explica mucho...— musita, volviendo a arrancar el auto.
——No le vas a decir que te dije, ¿verdad?
—No, no lo haré— asegura —. Pero aprende a guardar secretos, Jodie.
Ay, ni me lo digas.
De repente, su teléfono suena, y él contesta de inmediato.
—Diga. — dice con voz fingida de anciano. Lo miro extrañada y él se ríe. —¿Ya saliste? Estoy como a diez minutos de allí. Aja, sí. Bueno, nos vemos. — el chico cuelga y empieza a manejar.
Pongo música en su teléfono y nuevamente miro la hora. Casi son las dos de la mañana. Mis párpados pesan un poco, y me permito relajarme con el viento helado que entra por la ventana y la buena música de fondo. Hasta casi puedo llegar a dormirme, pero el auto se detiene, haciendo que abra los ojos. Pienso que ya llegamos a mi casa, pero estamos en un lugar desconocido. De inmediato, volteo a mirar a Kamil, que también me estaba observando mientras hacía una mueca incómoda.
—No te enojes. — pide de la nada, y yo, por inercia, pongo una mano en la manija de la puerta. Sin embargo, la razón por la que lo dice aparece en su ventanilla.
Hazel se ve más que cansado. Al parecer, se cortó el cabello, dejando rapados los lados, pero dejando el pelo largo en la parte superior, lo que le da un aspecto aún más atractivo. Lleva una camiseta blanca y el pelo mojado o sudado, no estoy segura. Pero cuando me ve, pone expresión de "y esta, ¿quién es?"
—Antes que nada, quiero una convivencia sana dentro de Lola, así que nada de peleas. — advierte Kamil.
—¿En serio le llamas Lola a tu auto?— inquiero yo, mirándolo con el ceño fruncido.
—Y eso que no has oído el nombre de sus guantes de boxeo. — dice Hazel. Luego, cruza hacia mi puerta y la abre. —Atrás. — demanda, haciendo un gesto con la cabeza.
—Yo estoy aquí. — le digo, por si no le es obvio.
—Atrás. — Vuelve a decir. —Kamil es mi amigo, no el tuyo.
—También es mi amigo. — digo, y siento la risita que suelta el pelirrojo a mi lado.
Ni siquiera llevamos mas de cinco encuentros y me tomo esas confianzas...
—Pues yo lo conocí primero. — Hazel me mira con esa aura de demonio que me hace levantar el trasero y moverme a los otros asientos. Cuando paso por el lado del pelinegro, este arruga la nariz.
—Apestas a borracho. — dice con puro asco, incluso hace sonidos que acompañan la expresión. Yo ruedo los ojos y Kamil arranca de forma silenciosa. —¿Qué haces aquí? Se me hace que te pedí explícitamente que no te quería volver a ver.
—Si bueno, no eres el centro del mundo. — digo de inmediato. Kamil suelta otra risa que calla en cuanto Hazel lo ve de forma amenazadora.
Nadie dice más nada en el camino. Y es cuando Kamil llega a mi humilde morada que caigo en cuenta de que Hazel no sabía dónde vivía. Aunque... anteriormente había mandado a Kamil a traerme cosas, claro que Kamil si sabia. Intento ver su expresión desde el retrovisor, pero es completamente neutra. Maldita caja fuerte.
Me bajo del auto con pereza, tomando mi mochila, y antes de entrar, me despido.
—Adiós. Y gracias, Kamil. — le digo. El chico pelirrojo solo me da una coqueta sonrisa.
—No es nada, oye dame tu numero, algo me dice que no sera la ultima vez.
Me lo pienso un poco, pero al final, se lo termino dando. Kamil no es peligroso, al menos no para mi. Durante todo ese rato, Hazel nos ve sin decir una palabra. Finalmente, me despido de los dos extraños chicos y también de su secreto del tatuaje, para adentrarme en mi casa.
Ahora tengo que investigar a un tal Morgan y averiguar quién es el verdadero culpable de su asesinato, con Ruby siendo una de las que encabeza la lista. Supongo que dormir no es parte de la venganza. Y tampoco es una opción para la casa de la familia Lacross, que al parecer también tiene más problemas que una hija problemática.
¿Recuerdas que te dije que aquel hombre me parecía familiar? Pues ya había visto su perfil. Así que apenas cierro la puerta de mi habitación, empiezo a buscar entre todos esos papeles. No demoro en encontrarlo: cadete recién transferido segundo al mando de la policía de Rivergold. ¿Qué hacía Daniel Hayes en aquella casa? Pues es otro secreto que tendré que descubrir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro