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𝐗

𝐒𝐨𝐩𝐥𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐥𝐢𝐭𝐚𝐬 𝐲 𝐝𝐢𝐦𝐞 𝐮𝐧 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨.

¡Feliz cumpleaños número diecinueve a Jace Bracco!

Amante del baloncesto, los acondicionadores con aroma a fresa y del hilo dental (porque siento que esos dientes no se cuidan solos). Prácticamente, es un amigo excepcionalmente tranquilo y, sobre todo, un ex pretendiente de Sara. Ella es la chica que me trajo aquí hoy, específicamente a la puerta principal de la casa de Jace, que está repleta de gente. Por fin, el chico entendió lo que significa una fiesta.

Suelto un suspiro pesado y echo una última mirada a mi atuendo. No acostumbro a mostrar tanto mis piernas, o al menos no lo hacía en el pasado, pero ahora ni siquiera me reconozco con esa falda. Si no llevara puestos unos shorts debajo, se me vería hasta el color de mi ropa interior. Tomo con decisión el regalo en mi mano derecha y me adentro en la gran casa, pisando con confianza cada uno de mis pasos, acompañados de esos tacones gruesos. La música de hoy es la típica música electrónica; hay un DJ en todo el salón con gente bailando, dejando en segundo plano el gran cuadro que retrata a la familia de Jace. Parece uno de esos retratos que muestran en las películas de terror para mostrarte la familia que vivía antes de que ocurriera alguna tragedia. Tal vez la familia de Jace no esté tan alejada de esa realidad y aquella catástrofe probablemente termino siendo mi culpa.

—Es algo sombrío, lo sé.— De repente, siento un calor corporal detrás de mí, pero ya sé de quién se trata, así que volteo con una sonrisa.

—Feliz cumpleaños —canturreo, extendiéndole la caja. En cuanto la toma, solo espero su reacción.

Hace no mucho tiempo atrás, bueno, no tanto, Sara habló de regalarle una especie de broche a un chico con el que salía, un broche que supuestamente el chico rechazó. Era una tontería, pero se suponía que a Jace le encantaba. Muchas veces demostró que le gustaban las leyes y todas esas cosas, ya que si lo conocías, sabías que no hacer o si lo haces, como defenderte. El "martillo de la justicia". El usaba unos cuantos broches, lo había visto, pero este era pequeño y de oro. Al abrirlo, se quedó observando la pieza unos segundos, tal vez recordando la imagen de una rubia que solía pensar muy a menudo. Su ceño se frunció y levantó el rostro hacia mí, conectando de inmediato sus ojos color caramelo con los míos. ¿Qué significaba esa mirada y por qué nunca la había visto en el Jace sonriente? Era extraño, como si se le hubiera caído la máscara por un segundo.

—¿No te gustó? —Me obligué a preguntar de forma insegura. Él no dejó aquella misteriosa y atrayente mirada. Me dio una sonrisa encantadora antes de hablar.

—Es precioso... Y extrañamente... ya lo había visto antes — un chasqueo de sus dedos me hace mirarle la mano por unos segundos antes de volver a su rostro.

—¿Ah, sí? —inquiero sorprendida—. Yo, en realidad, lo mandé a hacer. Si no te gusta, puedo...

—Me encanta. —Afirma de inmediato. Luego, toma mi mano y me acaricia suavemente. Este tipo de cosas las hace todo el tiempo con Jade y Ruby. Incluso había llegado a pensar que era normal en ellos. —Pero me gustaría hablar más de lo bonita que estás esta noche. Sí que es un feliz cumpleaños.

Malditos hombres.

Su sonrisa de boca cerrada, cabeza ladeada y la mirada en triángulo que me da me hace suspirar. ¿Qué tipo de hechizo era este? Sinceramente, no culpo a Sara. Lo único malo de este chico es su padre, pero aún así, debo asegurarme. ¿Valdrá la pena dañar a Jace? No lo creo, él no lo merece. ¿Verdad? Aunque... Mejor no apresurar mis juicios.

—Cuidado, Jace. Empezaré a pensar que soy más que una amiga para ti. —Decido jugar un poco y él suelta una pequeña carcajada sin dejar de tomar mi mano.

—¿Cómo es eso?— inquiere en un tono cajo lleno de complicidad que me hace dar un paso atrás.

—Una súper amiga.

Y ahí me suelta, soltando un bufido con decepción ¿en serio se ha molestado? . Estaba a punto de decir algo cuando un sonido de golpe de micrófono nos interrumpe.

—¡Estas son unas palabras para el cumpleañero!

Era un chico que reconocía como amigo del rubio, y estaba más que borracho. Con una mirada de disculpa, Jace se aleja de mí y va hacia allá, dejándome vía libre para entrar más a la casa. Últimamente, hacerme la desentendida me ha funcionado bastante, así que voy a la cocina y tomo un vaso de ponche morado que reside en un gran bol con hielo. Usualmente, tengo mucho aguante con el alcohol, y hoy necesito oler bastante a él. Así que me tomo dos vasos en ese instante y vuelvo a llenar el vaso. Está un poco fuerte, pero sé que puedo tolerarlo. Salgo de allí con mi tercer vaso en mano y empiezo a buscar alguna cara conocida, que no tardo en encontrar. Ruby bebe mientras habla con un chico; parecen sonreírse, y yo me acerco.

—Hola, Ruby, te estaba buscando. —Inicio, haciendo que pongan su atención en mí. El chico me observa y después de decir una torpe frase que ni comprendo, se aleja de la nada. —No era mi intención. —Digo de inmediato hacia la pelirroja, quien solo sonríe algo insegura.

—¿Por qué me buscabas?— algo directa para ser Ruby... Pero supongo que no todos mostramos nuestra verdadera cara al principio.

—Pues, porque eres mi amiga, puede ser. —Contesto divertida, pero ella no se ríe.

—Jodie, yo creo que....

—¿Qué hacías escondida el día que me topé con Andrew, en el patio trasero del edificio de clubes? —Intento ser tan directa como ahora ella pretende ser, sin dejar el tono amable de lado. Ruby de inmediato me mira con ceño fruncido y empieza a observar a los lados, como buscando cámaras ocultas.

—¿Por qué preguntas de la nada? 

—¿Estabas con él antes? ¿O lo esperabas? —Insisto.

—Te buscaba.— la respiración, ligeramente agitada, delata su mentira.

—Te dije que no lo hicieras y dijiste que irías con Jade. —Le recuerdo, y su cara vuelve a ponerse seria.

Sus manos empiezan juguetear nerviosamente entre sí, sus dedos se entrelazan y desentrelazan compulsivamente. sus ojos verdosos parpadean  rápidamente, y su mirada inquieta sigue saltando de un lugar a otro, como buscando refugio en cualquier cosa que pudiera ofrecer alguna distracción momentánea. ¿Acaso sientes que estas en problemas Ruby?

—¿Conoces a Andrew de cerca? —Inquiero, acercándome más a ella, y esta de repente parece mas agobiada. —Ah, claro, si lo haces. Era novio de Jade, pero ella debe tener otro ahora, se la pasa en el teléfono. ¿Jade dejaba que Andrew hablara contigo?— de repente a pesar de estar bajo las nítidas luces de la casa de Jace, veo claramente el momento donde la piel de la pelirroja se torna del mismo color de la nieve.

—¿Por qué de repente dices todas esas cosas? ¿Qué te pasa? —Por fin su rabia sale a relucir, aquel rayito de sol que siempre pretende ser comienza a quebrarse cual presa a punto de desbordar. —Será mejor que me vaya.

—Jade no lo sabe, ¿verdad? —Me arriesgo, porque si no estoy mal, el tema de Jade con Andrew debe ser algo delicado. Es decir, se metió con el mayor imbécil de la tierra y casi nadie habla de él, lo que quiere decir que no era del todo público. Ni siquiera yo sabía lo que estaba preguntando, pero al parecer a Ruby le quedó el guante, porque detuvo su huida para volver a mi con cierta urgencia.

—¿Quién te lo dijo? —Sus manos temblorosas y miradas alrededor me dicen mucho y, a la vez, nada.

—No importa. Lo que sí importa es por qué estabas escondida. ¿Por qué no saliste a decirme algo, o no sé, a ayudarme?

Ella se queda callada, y yo intento pensar en lo que Jade sabe sobre Ruby y Andrew. Pero es imposible; Andrew estaba con Jade hace más o menos dos años. Sara aún estaba rondando por ahí cuando me mandó la foto de... la fiesta de la primera semana, donde en el Instagram de Jade está escrita la patética frase "La traición siempre llega por la espalda" un día después de que todo se cancelara.

—Fue por lo que pasó en la fiesta de la primera semana, hace dos años. —Afirmo con total seguridad, y Ruby parece soltar un suspiro de derrota, pero aún no puedo cantar victoria.

—No tengo por qué decirte nada, Jodie. —Usa su voz diplomática, una que solo he escuchado cuando se digna a participar en clase, evitando el problema.

—Tarde o temprano tendrás que decírmelo, o yo misma le preguntaré a Jade. —Le digo cuando pasa por mi lado. Ella me ignora y se va, y yo termino el tercer vaso de ponche o licor, lo que sea.

La última vez que vine aquí, me di cuenta de que en el segundo piso hay como cinco puertas. Dos de ellas son baños, una es la habitación de los padres de Jace, otra es la suya, y la última es el despacho del señor Bracco, adonde quiero llegar. Relleno mi vaso al pasar por la cocina y me lo tomo echándome a propósito algo del contenido encima. Siento el frío cada fibra de mi piel y el líquido humedecer mi blusa negra, pero la idea es que parezca que estoy borracha.

Me dirijo a las escaleras y comienzo mi búsqueda. Hay una fila hacia la izquierda, es decir, los baños. A la derecha, está casi desierta y tiene un pasillo que dobla misteriosamente hacia la derecha, justo donde me dirijo. Cuando doblo la esquina, pego un grito de susto.

—¿Jodie? —Inquiere Kamil, botando el humo de su cigarrillo electrónico. El olor a kiwi artificial me invade.

—Kamil, qué casualidad verte aquí. —Admito que eso salió con algo de fastidio, pero es que era la fiesta de Jace. Él no pintaba nada ahí.

—Lo mismo digo, estás en todos lados, niña. —Se burla, mirándome de arriba abajo. —¿Estás ebria?

—Algo. — admito, pero es mentira.

—¿Qué haces aquí? —Arquea una ceja y se cruza de brazos.

—Es una fiesta de un amigo.

—Hablo de aquí, en este pasillo oculto. —Aclara con una sonrisa que dice claramente "te atrapé".

Este chico era ciertamente el mismo enigma que era Hazel para mi, solo que aquel pelirrojo parecía no odiarme con toda su alma y ancestros, solo parecía existir y ya.

—Iba al baño.

—El baño esta del otro lado.

—Ya lo sabía. —Digo, pero no me muevo, y eso lo hace reír.

—¿Te estás metiendo en problemas? —No contesto, y él suelta una carcajada. —Tranquila. No diré nada. Si me disculpas, tengo cosas que hacer. —Dice enderezando su postura y empezando a caminar, pero antes se detiene. —No aceptes las pegatinas, ni dejes que te las peguen. —Casi advierte. —Es droga. Cuídate.

Asiento con los ojos entrecerrados y las cejas ligeramente fruncidas, extrañada por aquella extraña advertencia y espero pacientemente a que se vaya. Apenas lo hace, camino con determinación hacia la última puerta que se ilumina al fondo, tomo la perilla y...

Cerrada. Claro que está cerrada. Jace no es un idiota, claro que no.

—Carajo... —Musito con decepción, pero no todo está perdido.

Empiezo a revisar puerta por puerta buscando la habitación de Jace. Después de toparme con varias vacías y otras cerradas, me acerco a la última donde se escuchan gemidos de forma exagerada. Pero no es hora de detenerme. Abro la puerta con cuidado, y gracias al cielo, la cama está en una posición que hace que no sea fácil ver hacia la puerta. Entro y me pongo en cuatro patas para empezar a gatear por la habitación.

—¡Oh, sí! —Un extraño grito de la desconocida me hace saltar del susto. Empiezo a buscar con algo de dificultad, ya que solo hay luces LED en la habitación.

La cama chirrea de forma grotesca, y eso solo me desconcentra más y más. Estoy a punto de rendirme, pero por un golpe de suerte, la cama mueve el gabinete que tiene al lado, y escucho algo caer. Una llave que veo con claridad y que casi parece ser un regalo del universo, pero tengo que pasar justo al lado de ellos. Intento ignorar lo que no debo ver, pero el movimiento de reojo es imposible de pasar desapercibido. Tomo la llave casi resbalándome con una tela que había en el suelo, que cuando me doy cuenta que son unos calzoncillos, ahogo un grito y los tiro lejos con horror.

—¿Quién es mi gatita? —Musita el chico de forma seductora, y cuando la chica empieza a hacer sonidos de gatos que me dan pena ajena, sé que es hora de irme.

 Me arrastro de vuelta a la puerta y salgo con éxito, soltando un suspiro. Vuelvo a mi camino original, rogando que esa sea la maldita llave. Llego a la dichosa puerta, introduzco la llave y...

—¡Al fin! —Musito con alegría cuando esta se abre. Me guardo la llave y entro al despacho, cerrando con seguro detrás de mí.

Enciendo las luces después de palpar la pared en busca de los interruptores, y es entonces cuando veo el imponente escritorio con aquella silla de cuero marrón, esta completamente vacío. Miles de gavetas y libros por todos lados en perfecto orden, una gran alfombra de color verde oscuro cubriendo todo el suelo. Intento acercarme primero al escritorio y procuro buscar sin dejar desorden, documentos de dinero que probablemente estén malversando fondos, pero eso no es ningún escándalo; sé que hay más. No necesito un escandalo que se olvide a las pocas semanas, necesito uno que sea imposible de evadir, hasta para los de mas alto mando. Reviso varias gavetas hasta encontrar una con llave, es ahí cuando sonrío. Empiezo a buscar nuevamente, pero esta vez no tengo suerte.

—¡Carajo! —Pateo la gaveta, solo logrando lastimarme. Empiezo a saltar mientras siento el dolor en el dedo del pie, entonces escucho golpes en la puerta que me hacen olvidarme de eso.

Son varios los golpes que me dejan inmóvil junto con la perilla moviéndose. Entonces empiezo a buscar dónde esconderme o ver si la ventana está abierta. En busca de una rápida solución me encuentro corriendo por todo el despacho como una gallina loca, con la respiración toda agitada y el corazón casi saliendo de mi boca por lo fuerte que late.

—¡Jodie, soy yo! —Exclama la persona de afuera, es Kamil. Frunzo el ceño porque no sé qué hace aquí. Pero algo me dice que le abra

Me acerco a la puerta y jalo al chico de la playera para adentrarlo y cerrar con seguro.

—¿Qué haces? ¿Estás loco? —Le reclamo señalándolo con enojo, pero claro, no me toma en serio.

—Sé que buscas algo, solo quiero ayudar. La verdad, soy buen ladrón. —Admite con orgullo, y eso me hace agradecerle al cielo por haber caído bien a este chico.

—¿Abres cerraduras?— voy directo al grano, de todas formas tiempo es algo que no tengo.

—Por favor, con los ojos cerrados. —Presume, haciendo que esta vez yo sonría.

Le indico qué gaveta quiero que abra y con una cosa extraña de metal que saca de su bolsillo, una ganzúa, la utiliza con destreza y en menos de unos minutos la gaveta se abre, dándome vía libre. De inmediato hago que se aparte y saco todo lo que puedo. Hay varias carpetas sobre un proyecto extraño de fondos llamado "Por y para ellos". Nunca lo había escuchado. Empiezo a ojear las carpetas; son objetivos extraños, pero saco mi teléfono y tomo fotos, mientras Kamil camina por la habitación con desinterés. Sigo hojeando cuando leo un fragmento que me llama la atención.

"Reclutamiento para medios de generación de ingresos, habitantes de calle en situación extrema de deficiencias de vida, personas con estado económico decadente".

Miro más carpetas y en la última de color rojo, me topo con miles de perfiles. Son niños, adolescentes y mujeres. Las fotos muestran que todos están notablemente desaliñados. Se ve el nombre, la edad y algunas descripciones físicas y de historial médico. Le tomo fotos a lo que puedo usando mis manos temblorosas, no se como le harán los espías para hacer cosas peores en situaciones como esta. Estoy nerviosa, y escuchar el teléfono de Kamil sonar hace que por poco se me resbalen los papeles, no dudo en mirarlo con recriminación, a lo que me regala una sonrisa avergonzada. El chico contesta y yo sigo en lo mío.

—¿Ya estás?

La voz del pelirrojo resuena, y yo sigo tratando de averiguar qué es esto. "Costos de vivienda, alimentación, deuda a pagar". ¿Cómo que de por vida? ¿Qué es esto? ¿Cómo una niña tendría una deuda de esa magnitud?

—Jodie me voy. Suerte. 

Musito un "esta bien" bastante distante y sigo en lo mio. Es entonces que leo una maldita pagina que todo se aclara. 

Ay, carajo. Pero si Mattia Bracco sí es un maldito político, no solo corrupto, es un monstruo.

Estando en shock, me apresuro a dejar todo como estaba, limpiando mis rastros de que estuve ahí. Echo varias miradas solo para ver si se me escapa algo, pero creo que tengo suficiente con lo que recolecté hoy. Me desato un poco el cabello, guardo el teléfono y giro la perilla para irme, pero de repente el corazón se me detiene.

—Jace... —Murmuro al verlo, con el corazón a mil, sonrío de forma torpe y cierro detrás de mí, pero él no comparte el mismo sentimiento de risitas.

Se acerca a mí, quedando a centímetros de mi cara con una mirada fría, extiende su mano y cuando parece que va a tocarme, abre la puerta y me adentra junto con él. No sé qué decir, pero intento actuar como borracha.

—¿Qué haces?— inquiero con los labios levemente separados y mirada algo perdida mientras las lineas de mi frente muestran cierta tensión.

—Me pregunto lo mismo, pero contigo. — Admite de forma seria. Le da un vistazo al lugar y cuando ve que no hay nada fuera de lo normal, vuelve sus ojos color caramelo hacia mí, que en este momento no tienen nada de dulce.

—Buscaba el baño, vi que no era y pues salí. Tienes muchas puertas. —Comento con una risa.

—Que raro, esta estaba cerrada. —Dice con cierto tono cínico que me altera, pero no puedo demostrarlo. —¿Qué hacías aquí, Jodie?

—Yo me perdí, lo siento mucho. —Un hipó oportunamente me invade, corroborando mi falso estado de embriaguez. Jace se acerca de forma peligrosa y cuando me tiene entre él y el escritorio que antes revisé de pies a cabeza, ladeo la cabeza con los ojos entrecerrados.

—Es extraño cuando Déjà vu he tenido el día de hoy contigo, Jodie. — comenta con cierto recelo que me deja mas que todo ala expectativa.

Coloca sus brazos a cada lado de mi cuerpo, inclinándose de forma peligrosa, pero no me muevo. Me quedo mirándolo con algo de fingida poca lucidez. Él alza su mano derecha y acomoda un mechón de mi cabello que ni siquiera había notado que estaba sobre mi cara, soltando otra risa amarga.

—Una vez fui a su casa, la de sus padres. Y allí tuvimos un pequeño momento pasajero que no me interesó volver a repetir. —Empezó a explicar de la nada, estando igual de cerca, por lo que no tenía que hablar muy alto. —Ella me dejó solo un momento y mientras me preparaba para irme, eché una ojeada a su escritorio. Había una foto, era ella junto a una chica, estaban más pequeñas, como de catorce, tal vez quince años.

—Yo no comprendo mucho lo que quieres decir... —El miedo me invade, pero sigo en mi papel de borracha desorientada. Veo que él arruga un poco la nariz, supongo que se debe al olor fuerte del alcohol que le llega a pensar abro la boca.

—Me costó reconocerte, pero eras tú. —Asegura con una sonrisa complaciente. —Eras tú la que estaba en la foto con Sara Crowell en un extraño... granero. —Esta vez se aleja para detallarme mejor. —Has cambiado mucho, me costó saber de dónde me parecías familiar. Eras su amiga entonces— me siento en una zona muy roja de peligro al notar la seguridad con la que dice cada palabra.

—Jace, no creo que...— Intento evadirlo.

—Te vi, Jodie, eras tú.

suelto un suspiro que sale junto con un hipo que lo hace fruncir el ceño.

—Yo la conocía hace mucho, pero venía de vez en cuando por negocios familiares, ella era una chica pobre de un pueblo donde mi padre hacía negocios... o algo así. —Finjo que me cuesta recordar. —Me fui por un tiempo y cuando volví me enteré de que bueno... Ella había muerto. —Me permití decirlo con algo de tristeza. Pero el chico frente ami aun parece no estar del todo persuadido.

—En esa foto parecían muy cercanas. —Trata de insistir.

—Bueno, mi padre le compraba cosas, ropa, algunos caprichos; a ella le encantaban. Siempre le gustaron esas cosas. 

Aquello no era mentira. No era un secreto para nadie que al igual que su padre, el mismo Damiel Crowell, Sara era igual o mas ambiciosa que el. Claro que lo note en todos esos años de amistad, y es algo a lo que no le di mucha importancia porque...De todas formas, en un pueblo tan pequeño la ambición era algo simplemente incongruente. Pero en este momento parecí dar en el clavo cuando el gesto de aquel chico que ahora me esta generando cierto pavor, se relajó y pareció creerme.

—Recuérdame quién es tu padre, Jodie.

—Sebastián Benoit. —Respondo de inmediato. —Tiene un bonito viñedo en Europa, exporta parte del negocio aquí junto con Mamá. —Explico de forma torpe y él asiente lentamente.

—¿Qué haces aquí entonces? ¿Cómo terminaste en esta pocilga? —Inquiere divertido, pero ya no parece tan agresivo como hace unos minutos. Se sienta en el escritorio quedando hombro a hombro conmigo.

—No sé si debería... —Menciono de forma inocente, pero él me presiona con la mirada, claramente quiere que hable. —Me expulsaron de mi antigua escuela por hacer una tonta fiesta, mi padre me castigó mandándome aquí. —Admito cabizbaja. El chico me observa sin mediar palabra. De forma disimulada, toma mi mano y le da una leve caricia antes de hacer un molesto chasquido con sus dedos. Parece ser una manía suya.

—¿Te abandonó aquí? —Parece interesado.

—No, en realidad él está muy seguido. —Admito con una sonrisa. —Él me quiere, pero me lo merecía. Hay más en la vida que fiestas y bueno, lo normal que haría un adolescente.

—Sí, tienes razón. —Concuerda, soltando mi mano. —Lamento haberme alterado, es que suelo cuidar mucho las cosas de mi padre. Me dijo específicamente que no dejara a nadie entrar aquí, juraba que había cerrado con llave.

—Sí, bueno, parece que no lo hizo. —Nuevamente se ríe, y trato de seguirlo, pero sigo con cierto temblor en mis piernas que me hace difícil la tarea de sostenerme. Admito que por un momento temí de las acciones de Jace.

Las risas se apagan y siento su mirada sobre mí, así que me obligo a girar la cabeza hacia la izquierda para mirarlo directamente a los ojos. Parece analizarme, pensando en mil cosas en aquella rubia y estilizada cabeza. Yo también hago lo mismo, pero es diferente, yo solo pienso en que parece respaldar mucho a su padre...Tal vez demasiado.

—Lamento lo de tu amiga, Sara.— por primera vez alguien lo dice, haciendo que tome una larga respiración.

Los primeros días después de la muerte de Sara fueron como una pesadilla de la cual no podía escapar, por más que lo intentara. Cuando todo el pueblo se enteró, nadie se molestó en ir al funeral, ni siquiera mis padres, quienes estaban más que sorprendidos por esa noticia. Volví a casa unos pocos días después solo para que mi madre intentara consolarme de manera fallida; estaba destrozada y muy enojada. Solo pensaba en la propuesta que me había hecho Xavier en ese entonces: "Si me necesitas, aquí estoy para ti. Puedes volver si así lo deseas". Me costó convencer a mi madre de dejarme ir nuevamente, pero ni siquiera quería ir a la escuela por andar pensando en lo que iba a hacer una vez que regresara a Rivergold.

Con la excusa del internado, fue suficiente para que la irascible Vanessa Flynn y el amoroso pero ausente William Flynn me dejaran partir bajo una mentira fríamente calculada. Quién lo diría, soy buena mentirosa cuando quiero.

—También yo. —Musito finalmente, siendo muy sincera y  mirándolo con cierta fijación que pareció serle suficiente. —Yo también lo lamento.

Un fuerte sonido de la puerta al abrirse nos hace mirar hacia allí. Una cabellera rojo fuego se abre paso, dejando ver la figura de Kamil, que se muestra confundido mientras nos observa a mí y al rubio. Le hago una señal rápida de que se largue, sin que la figura a mi izquierda lo note, y él de forma torpe se queda plantado en la puerta.

—Estaba buscando el baño. —Se excusa y sale de forma extraña. Mentalmente me golpeo la frente con la palma de mi mano.

—Sí, supongo que varios pueden perderse. —Admite Jace a mi lado. Sin querer aquel muchacho le había dado cuartada a mi mentira —¿Oye, él siquiera estudia con nosotros? —Inquiere, y yo suelto una risa.

—Si fuera tú, echaría llave a todo ahora.

Con una sonrisa, Jace me invita a salir de allí, y finalmente siento un peso levantado de mis hombros. Su mano sigue agarrada a la mía mientras nos dirigimos hacia el primer piso. Algunas personas nos miran, algunas nos ignoran y otras sueltan comentarios fuera de lugar. En algún momento, mi mirada se cruza con unos orbes negros que deben odiarme más de lo que yo me odio a mí misma. Este individuo mira la unión de mi mano con la de Jace, pero le vale un comino y sigue de largo. Claro. ¿Que otra cosa esperaba?

Un gran pastel llega alrededor de las once y media de la noche, y todos celebran lo buen amigo que es Jace. Sin embargo, yo no dejo de pensar en el documento de la oficina de su padre y en si él sabe lo que ese hombre está haciendo o siquiera si lo aprueba.

¿Los hijos pagan por los pecados de sus padres?

—¡Feliz cumpleaños, Jace!— todos gritan, y el cumpleañero apaga las velas, lo que hace que todos se emocionen aún más, incluso le estampan la cara en el pastel.

Supongo que es hora de probarlo. Jace ya sabe que tengo cierta relación con Sara, pero no sabe exactamente de qué se trata. Mientras no sepa mi verdadero nombre, estoy fuera de peligro, pero por si acaso, ya tengo con qué poder silenciarlo. Siento que es suficiente por el día de hoy, pero al lado de la malhumorada Jade, quien ha rodado sus ojos rojizos más de diez veces, hay un chico de unos quince años que parece estar alegre y emocionado, chico que reconozco al instante como su hermano menor. La manera en la que solo se dirige a Jade y salta mas que emocionado lo delata.

En un punto de la noche, me lo encuentro rondando por los pasillos, donde decido hablarle, y para mi sorpresa, resulta ser muy complaciente dándome su numero. No puedo esperar para ver qué tiene que decir de su hermanastra mayor, el querido hijo de Nilo Sanders.

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