𝐕𝐈𝐈
𝐁𝐮𝐞𝐧𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚
Un nuevo día, nueva actitud. Sujeto mi teléfono con firmeza en la mano, sintiendo una mayor seguridad mientras me aventuro en esta nueva jornada. El receso está a punto de concluir, y con algo de suerte logré escapar de las garras de Ruby, la charlatana incansable. Mi misión: inscribirme en el club de voceros.
Es innegable que esta escuela alberga una sorprendente variedad de clubes, desde fotografía hasta fabricación de joyeria. Es asombroso contemplar los recursos disponibles, que lamentablemente a menudo caen en manos de estudiantes con mentes corruptas.
Finalmente, llego al salón asignado para mi futuro club, el cual también maneja la radio y contribuye al periódico digital de la escuela. Al entrar, noto a algunos individuos en las cabinas, quienes parecen verdaderos profesionales inmersos en sus labores. Sin embargo, continúo como si fuera la dueña del lugar y me dirijo al único chico que emana un aire menos antipático que los demás. Es un chico de cabello negro con los lados rapados, y su elección de uniforme es única, ya que lleva tenis extremadamente coloridos en lugar de los tradicionales negros. Además, su chaleco está repleto de pines de bandas musicales.
Decido abordarlo con un toque suave en el hombro, llamando su atención. Está sumergido en lo que parece ser un dibujo digital. Su reacción es encantadoramente peculiar: levanta la cabeza, y puedo apreciar la interesante combinación entre su mandíbula masculina y sus ojos con una mirada de cachorro de color avellana.
—Hola...
—¿A qué debo el placer? — Su respuesta viene acompañada de una sonrisa coqueta, dejándome en claro que no es tan despistado como aparenta.
—Estoy interesada en el club de voceros. ¿Dónde puedo inscribirme?
—Atenea solía ser la líder —, comenta con una pizca de timidez, y siento un poco de decepción, ya que últimamente esa chica no hace más que chocarse conmigo a propósito o burlarse con un pobre intento de acoso —. Pero tienes suerte, porque soy el nuevo líder ascendido, Max Turner. — El chico extiende amablemente su mano hacia mí.
—Pues soy Jodie, y quiero ser parte de esto. — Tomo su mano, asegurándome de corresponder a su sonrisa con una propia.
—Sígueme a mi oficina. — Me habla en un tono elegante fingido que me saca una risa.
Debe estar en el penúltimo año; su energía no se corresponde en absoluto con la de ninguno de los estudiantes de este lugar. Salimos de aquel estudio de radio, y Max me dirige hacia otro salón cercano que, al parecer, está vacío. Sin embargo, antes de entrar, siento una extraña mirada clavada en mí. A lo lejos, diviso una figura delgada que me observa con una fijación inexplicable. Dado mi leve problema de miopía, al principio me cuesta reconocerlo, pero después de unos segundos, me doy cuenta de que es el mismo chico del primer día, la victima favorita de Andrew. Y que parece estar juzgando cada uno de mis futuros pecados.
—¿No vienes? — La voz grave de Max me hace girar hacia él, pero de inmediato vuelvo a mirar hacia donde vi al chico pálido, aunque ya no está allí.
Parece que fue solo una extraña alucinación, nada más. De todas formas he tenido muchas de ellas desde que llegue aquí.
Decido ignorar ese extraño suceso y sigo al extrovertido desconocido. La sala a la que entramos está llena de dibujos y retratos, como si fuera una galería de arte. En el centro, hay una mesa grande rodeada de varias sillas que ocupan todo el espacio, pareciendo una sala de conferencias de abogados. El pelinegro se instala en el asiento central, acomodando su trasero en él y levantando las piernas para apoyarlas en la mesa. Luego, entrelaza sus manos detrás de su cabeza, adoptando una pose extremadamente relajada
—Entonces, desconocida, ¿por qué debería aceptarte?
—Pues, yo creo que...
—¿Sabes organizar eventos? —Lanza la pregunta de la nada, abandonando su pose relajada y poniéndose de pie.
—Este... pues, no lo sé, yo...
—¿Eres buena líder? ¿Hablas bien en público? —Se acerca hasta quedar frente a mí con una postura elegante.
—Bueno, en realidad yo...
—A ver, recita un poema.
—"Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un..."
—Edgar Allan Poe, me gusta. —Vuelve a interrumpirme justo cuando estaba poniendo sentimiento en mi recitación.
—Sí, pues creo que no sabes hacer una entrevista. —Comento de forma sincera, haciendo que él ría.
—Y eres honesta. —Esta vez soy yo la que se ríe internamente. —Creo que calificas, y pues obviamente no lo digo porque me parezcas bonita ni nada de eso. —Miente de forma descarada, haciendo que me ría.
—Vale, entonces, dime que hago y lo haré.
—¿Quieres parte de la radio, periódico, o eres lo suficientemente intrépida para lanzarte a ser vocera de "eventos importantes"? —Dice aquello con un tono gracioso.
—Vocera y algo de radio. —Digo con decisión.
De hecho, esto es una pequeña herramienta que me servirá para más tarde.
—Hecho, yo te enseño la radio, y de vocera solo lee lo que te den y ya. La planeación de eventos la hacen todos.
—Hecho. —Me sumo dándole una sonrisa.
—Pásame tu número. —Saca su teléfono, dándomelo desbloqueado.
—Buen intento.
—Somos colegas ahora, Jodie, te habla tu jefe.
Con una sonrisa incrédula, le doy mi número. Intercambiamos algunas pequeñas informaciones más, como el número de clase, lo que hacíamos en los tiempos libres y demás que consideré irrelevante, ya que las mayoría de mis respuestas eran mentiras. Me veré con él todos los jueves por la tarde, empezando desde la otra semana, y seré la encargada de leer algunos anuncios, si la otra vocera, que es una chica algo recelosa (según Max), me deja hacerlo.
Salgo del salón un poco más motivada. No han sido días del todo sencillos. Hace más de un año que no voy a mi casa. Todo fue muy confuso y, aunque mis padres no tendrían la medalla a la mejor crianza saludable, extraño algunas cosas. Como los sermones religiosos de mamá y las caras que papá hacía cuando se volteaba. O salir al karaoke del viejo Monry los viernes por la tarde con mis amigos. O... ir a mi vieja escuela, la que no tenía miles de clubes o siquiera pupitres decentes, pero en la que te sentías en casa (o al menos no tenias que preocuparte de conspiraciones homicidas).
La campana sonó, indicándome que tenía que irme a clase. Ya varias personas del club se habían ido, así que me encontré con los desolados pasillos del gran Roble Dorado. Un escalofrío me recorrió la nuca, erizando todos mis vellos. Volteo de forma inmediata y lo vuelvo a ver. El chico flacucho al que Andrew molesta, pero ahora él parece asustado. Lo he descubierto de forma directa y me empiezo a dirigir hacia él, que corre despavorido.
—¡Espera! —Le grito, pero seamos sinceros, ese chico debe sufrir un infierno todos los días, así que es ilógico gritarle. Así que solo procuro ser más rápida.
Corro detrás de él, y el chico se pierde en un punto en las escaleras, pero logro divisarlo a tiempo y bajo rápidamente. La persecución se extiende un poco, llevándome hasta las afueras de la escuela, específicamente en un lugar al que ni siquiera había frecuentado. Era una especie de patio trasero que parecía ser lo único olvidado de la escuela, con arbustos mal cortados, césped seco en algunos lados y varios pupitres amontonados.
—¿A dónde se fue? —inquiero al aire, mi corazón late con fuerza y el miedo me recorre como un escalofrío. Estoy empezando a pensar que el chico tiene poderes o algo así porque es imposible desaparecer así, aunque tiene sentido que sepa como hacerlo, si yo fuera él también sabría desaparecer de esa manera.
Mis respiraciones se vuelven entrecortadas y siento un nudo en el estómago. Decido rendirme y dar media vuelta, pero en ese momento me topo con el mismísimo diablo.
—¿A quién buscan, preciosa? —Andrew Lender se dirige a mí con una sonrisa de oreja a oreja. Está feliz, y su mirada oscura parece atravesarme. Un escalofrío me recorre la espalda y mi piel se eriza. Imágenes de la fiesta del domingo pasado me invaden, y de inmediato retrocedo varios pasos —¿Por qué huyes? Solo te hice una inocente pregunta.
Sus ojos café oscuro me generan un pavor que solo siento viendo películas de terror. Inconscientemente, mis ojos buscan una ruta de escape, y mis manos se juntan una con la otra para tocarse con nerviosismo. Escucho risas detrás del alto chico. Sus amigos lo acompañan, y ni siquiera había caído en cuenta. El miedo se apodera de mí, y me siento acorralada.
La tensión en ese momento era palpable, y el miedo corría por mis venas como una corriente eléctrica. Mis manos temblaban, y el sudor frío se acumulaba en mi frente mientras luchaba por mantener la compostura frente a Andrew Lender y su inquietante comportamiento que de alguna forma me asustaba, sentía que si estaba a solas con el sabría muchas cosas, pero perdería muchas en el proceso.
—Tengo que ir a clase. —balbuceé, tratando de irme, pero de repente me jala del brazo y me vuelve a posicionar frente a él, dejándome sin escapatoria.
—¿Eres Benoit, verdad? —preguntó con una sonrisa que me heló la sangre.
—Sí... —respondí, mi voz apenas es un susurro.
Sus amigos se retiran con risas burlonas, dejándonos solos en ese lugar descuidado y desolado. Me di cuenta de que estaba completamente atrapada, a merced de Andrew Lender y sus intenciones desconocidas. los nervios se apoderan de mí mientras me pregunto de qué sería capaz este chico y cómo podría escapar de esta situación.
¿De que eres capaz Andrew Lender?
Me zafé de su agarre con brusquedad, alejándome de Andrew lo más rápido posible. El miedo seguía nublando mis pensamientos, pero mi instinto de autopreservación era más fuerte que cualquier otra emoción en ese momento.
—¿Qué haces? —exclamé, tratando de mantener mi voz firme mientras me separaba de él, creando una distancia de al menos dos metros entre nosotros.
—Solo quiero hablar, no hay muchas chicas interesantes por aquí. Ninguna está a mi nivel. —sus palabras sonaban llenas de arrogancia, y su actitud no hacía más que alimentar mi deseo de alejarme de él.
—Tengo clase.
—No parecías muy interesada en ella. Estás aquí, en mi lugar... —dijo con un tono más serio, enfocándose en las últimas palabras.
—No sabía que lo era. Ahora, si me disculpas... —respondí, dando un paso atrás en un intento de marcharme. Pero parecía que el destino tenía otros planes para mí ese día.
—Sara Crowell. — La simple mención de ese nombre me hizo girar y observarlo con un interés inusual—. Apuesto a que has oído hablar de ella, ¿verdad? Se suicidó el año pasado. —Andrew soltó una amarga carcajada—. Era una pobre tonta que venía de un pueblito desconocido. Intentó algo conmigo una vez.
—¿No te cansas de decir tantas porquerías? —mi respuesta fue espontánea, pero admito que disfruté diciéndola. Andrew me miró con una ceja alzada, parecía más interesado que enojado.
—Es la verdad, terminó muerta por un capricho. Nadie quiere acabar así, ¿verdad? Y tú, ¿te gustaría?
Sin que me diera cuenta, Andrew se acercó a mí, aprovechando mi distracción con el tema de conversación. Su cercanía se sintió peligrosa en todos los sentidos posibles, como una bomba de tiempo a punto de estallar. Si no me alejaba pronto, temía que esa explosión fuera inevitable.
—Me pareces familiar. — musitó arrugando su entrecejo mientras detallaba mi rostro. Comencé a ver en cámara lenta cómo su mano se levantaba para tomar el mechón de mi cabello que se había soltado de mi diadema, pero ni siquiera llegó a tocarme. Se detuvo de forma abrupta cuando, de repente, la figura del chico fue empujada hacia atrás.
La confusión me llevó a mirar en todas direcciones, y justo a lo lejos vi una cabellera pelirroja que parecía sorprendida de haber sido descubierta. Escapó de la escena rápidamente. Cuando volví la vista al frente, tratando de entender por qué me habían separado de Andrew, me encontré con una espalda grande y ancha que estaba empezando a ser muy familiar.
—Andrew, te lo diré una vez y espero no tener que repetirlo. Aléjate y ni se te ocurra tocarla. — Hazel pronunció sus palabras con seriedad, y yo todavía no entendía lo que estaba sucediendo.
¿Qué hacía Ruby escondida?
—¿Quién te crees para...? — Andrew ni siquiera tuvo la oportunidad de terminar su frase, ya que Hazel no lo permitió.
—Ya sabes quién me creo, no me importa perderlo todo, Lender, ya lo sabes.
Aquella frase pronunciada por Park tenía múltiples significados ocultos. Pensé que le tenía miedo a Andrew, como todos, pero ahora parecía que era al revés, como si el mayor abusador de la escuela le temiera al chico que yo me encargo de molestar a diario. ¿Acaso Había entendido todo mal?
—No me dices qué hacer, Hazel. — Respondió Andrew casi murmurando —. Solo me iré porque quiero.
Con la cola entre las patas, Andrew se alejó de aquel patio, dejándome sola con aquel enigma andante. ¿Qué hay que hacer para que Andrew Lender te tema? ¿Qué ha hecho este chico?
—¿Qué demonios haces sola con el tipo al que te advertí que ni siquiera debías compartir el aire? — Casi parecía regañarme.
—No lo busqué, él me encontró. Iba a irme.
—Pues no parecía, te tenía justo donde quería. — Hazel estaba furioso, y yo todavía no entendía completamente la situación, o al menos quería no hacerlo.
—Hablas como si...— Mi frase quedó suspendida en el aire, lo que lo enfureció aún más.
—¡¿Como si qué?!
—Como si intuyeras que él iba a hacerme algo. ¿Hazel, él iba a hacerme algo? — No esperaba mi pregunta, pero yo tampoco lo hacía.
Andrew solo golpeaba a estudiantes indefensos, ¿verdad? ¿Qué otra cosa podría hacerme? ¿Qué tan vulnerable soy en este momento? No quiero ni pensarlo, ni siquiera quiero considerarlo; solo pensar en ello me genera pánico.
Hazel no dice nada, simplemente baja la cabeza, incapaz de confirmarme lo que todos sabemos en el fondo. Comienza a caminar, y yo lo sigo con pasos lentos.
—¿Cuantas veces lo ha hecho Lender?— me detengo de forma abrupta después de unos segundos.
Él lleva su mochila, y no lo he visto en la primera jornada de la mañana, por lo que probablemente acaba de llegar hace poco. Mi pregunta no lo sorprende, pero parece que le cuesta hablar. ¿Por qué es difícil admitir algo que ya es evidente?
—¿A cuantas chicas a violado? — Pregunto de forma más directa, él me mira seriamente, y yo estoy a punto de desmoronarme debido a los temblores que aparecen en mi cuerpo.
Soy una tonta.
—Nadie lo sabe. Ni siquiera se si es cierto, pero en los rumores hay verdades y, como a ti te encantan tanto, esta es una: aléjate de Andrew Lender, es peligroso e impulsivo.
¿Como es que dejan a alguien asi seguir estudiando como si nada?
—¿Por qué tú no le temes? — inquiero cambiando de tema, él se encoge de hombros.
—Lo conozco más de lo que me gustaría...
—Pero tú no pareces un mal chico. — y nuevamente las palabras salen de mi boca sin pasar por el filtro de mi cabeza, aquello sonó muy natural y genuino, tanto que Hazel me miró con cierta extrañeza que hasta me llegó a generar vergüenza —. Si lo fueras, me hubieras echado a patadas desde el día uno, pero no, me aguantas aunque te cueste. ¿Eres un buena persona, Park?
—No tengo respuesta para todo lo que a tu curiosa cabeza se le ocurra, Benoit.
Decido observarlo, a él y sus pequeñas cicatrices en su rostro. Algunos golpes parecen sanar más que otros, con el uniforme parece incluso una persona más decente. Pero me preocupa, me preocupa detectar culpa en su mirada. ¿De qué se arrepiente? ¿Qué no lo deja dormir por las noches dándole esas ojeras un poco pronunciadas? Mis ojos bajan un poco más hacia sus manos que se conforman de uñas roídas, indicando una mala maña que debe deberse a algún asunto sin resolver.
—Vamos a clase. — es la primera vez que no le insisto como siempre con el asunto entre los dos y él parece complacido siguiéndome.
Ahora sé que Andrew formará parte de mis pesadillas. ¿Por qué mencionó a Sara de repente? Es imposible que sepa algo, pero... no, no puedo ni pensarlo. No es momento para ser descubierta. Iré hasta el final, aunque eso signifique tener que volver a cruzar palabras con el maldito violador de Roble Dorado, tengo que reunir toda la valentía posible hasta que pase.
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