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𝐈𝐈𝐈

𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚 𝐫𝐞𝐠𝐥𝐚: 𝐬𝐢 𝐚𝐲𝐮𝐝𝐚𝐬, 𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞

Me siento más nerviosa de lo que desearía admitir. De repente, todos los meses de preparación, las posturas, la forma de hablar e incluso los idiomas que he practicado parecen haber pasado a un segundo plano. Es increíble cómo los nervios y la ansiedad pueden restringir ciertas habilidades que deberían estar presentes en momentos como este.

Las películas realmente dicen muchas mentiras. Siempre nos presentan a la chica que, después de perderlo todo, de la noche a la mañana deja de ser torpe y se convierte en una estratega y asesina implacable, dispuesta a hacer cualquier cosa por justicia. Aunque debo admitir que comparto la última parte, ese no es exactamente mi caso.

Ciertamente no soy la misma de hace un año, pero igualmente sigo siendo Inna Flynn. La chica que se cayo de culo entre el gallinero, rompió media docena de huevos y de paso fue correteada por las gallinas, también sigo siendo la chica que se quedo atrapada en una enredadera toda la noche por tratar de escaparse para ir a una fiesta, la chica que se tropezó encima del pastel de cumpleaños de su mamá y termino de alguna vergonzosa y extraña manera, rompiendo todas las tazas coleccionables que tenia.

Aunque Jodie Benoit es todo lo contrario a mi, se que mi mayor reto sera ocultar por completo a Inna Flynn. Sigo siendo desmañada, pero ahora tengo un objetivo claro, un papel que tomar y mucho que perder si me descubren antes de tiempo.

Hago mi mejor esfuerzo por dejar esos pensamientos atrás mientras avanzo hacia la entrada de Roble Dorado. A diferencia de la última vez que estuve aquí, me permiten entrar de inmediato al verme lucir aquel elegante uniforme de dos piezas que, sorprendentemente, me queda bien. Nunca en mi vida imaginé que me vería así, casi podría decirse que luzco tan atractiva como lo era Sara. Pero, aquello seria un insulto para ella.

A pasos fingidamente firmes, atravieso la pequeña vereda adornada con una multitud de arbustos florecidos que me conduce hacia la entrada principal de la academia. Al avistar a los estudiantes, logro reconocer a algunos de ellos. Por supuesto, había estudiado sus perfiles durante horas, aunque era en vano, ya que esos perfiles solo mostraban lo superficial, lo que la gente debía ver. Ninguno de ellos tenía una mancha en su expediente, pero era evidente que eso se debía a las prácticas de intercambio de dinero de la escuela.

Suelto un profundo suspiro y continúo moviendo mis piernas casi de manera automática. Mi mente me grita que me detenga, que es una idea estúpida, que simplemente regrese y olvide todo, pero mi corazón insiste una y otra vez en que no me rinda. Así que, una vez más, decido hacer caso omiso a mi "superyó" y permito que mi "ello" tome un poco de control.

Me encuentro frente a un imponente edificio que evoca la imagen de un castillo de la Edad Media, aunque con un aspecto más pulcro y moderno. Las paredes exteriores, pintadas de blanco, están adornadas con enredaderas que añaden un toque de belleza. La entrada principal cuenta con dos imponentes columnas de piedra que resultan ciertamente intimidantes, y justo encima de ellas se encuentra un enorme letrero, sin duda costoso, que pone: "Bienvenidos a su nueva experiencia dorada". Un escalofrío recorre mi espalda al recordar la ambulancia, la camilla, el policía y el empujón del guardia... Sin embargo, con un leve movimiento de cabeza logro apartar esos pensamientos, antes de que se apoderen de mis acciones del presente.

Una vez mas, decido ignorar lo que siento.

Entre mas detallo la fachada, no puedo evitar esbozar una sonrisa amarga al ver que claramente no hay nada sobre el suicidio. Al menos cuando Hannah Baker de trece razones se suicido pegaron carteles en contra el suicidio, pero aquí... Es como si nada hubiera pasado.

Los estudiantes se mueven de un lado a otro con entusiasmo palpable, algunos hablando emocionados sobre el nuevo año que tienen por delante, mientras otros simplemente parecen estar disfrutando del momento. Percibo las miradas curiosas que se posan sobre mí, probablemente debido al alto costo de la matrícula. Es poco común ver caras nuevas aquí, especialmente en el último año. El ingreso a esta institución es extremadamente difícil, y agradezco a Xavier por su ayuda, ya que apenas si sé qué es Excel. Ni en mis sueños más extravagantes hubiera imaginado ser capaz de hackear la página de admisiones de la escuela y crear una identidad falsa.

Al final el letrero me termina aburriendo, asi que tengo que ingresar ahora o nunca. Pongo un pie dentro y de repente mi corazón se acelera a causa de lo que aquello significa. El juego a comenzado, ya estoy aquí, no hay vuelta a atrás. Y tu solita de lo has buscado Inna.

En la entrada principal, se encuentra una modesta recepción que da paso a un impresionante conjunto de escaleras de mármol. El elegante barandal de madera oscura, meticulosamente tallado, agrega un toque de lujo y exclusividad al entorno. A ambos lados de las escaleras, se despliegan dos amplios pasillos que parecen extenderse hasta el infinito, dando la impresión de ser los pasillos más largos que jamás haya visto. La magnificencia y la sensación de grandeza del lugar son innegables.

—¿Necesitas ayuda? — una mujer de mediana edad me habla analizándome por encima de sus lentes.

—Si, soy nueva. Necesito mi horario.

La mujer me pide que la siga, termina llevándome a una puerta que queda en la recepción y en cuanto la abre me deja ver su pequeña oficina.

—Nombre. — me pide con un tono algo altanero.

—Jodie Benoit. — al decirlo su expresión pasa de ser dura a blanda en segundos. Supongo que estoy presenciando en primera plana lo que una posición social provoca.

Durante nuestra investigación sobre la escuela, descubrimos la existencia de un grupo denominado "los intocables". Había una clara distinción entre los becados y los estudiantes regulares, pero me enteré de que Sara solía relacionarse con ellos. La idea era que, con mi falsa historia, me convirtiera en una de las intocables, una hija de una familia adinerada y poderosa, a quien sería conveniente tener como aliada, era mi medida de protección. Si ingresaba como becada, temía enfrentar las consecuencias de convertirme en el blanco de burlas y humillaciones, como en la serie "Boys Over Flowers", solo que aquí parecía que las consecuencias podrían ser mucho más graves y peligrosas, no solo me tirarían huevos y harina en la cara.

Me resultaba gracioso que tendré esa impunidad, teniendo en cuenta que mis padres solo son dueños de una carnicería de pueblo.

—Por supuesto señorita Benoit. — el tono de la señora empieza a sonar mucho mas suave —. Tengo todo listo, aquí tiene. — me extiende unos papeles —. ¿Eres de Paris no? siempre he querido ir allí, debe ser muy hermosa, pero ya con mi trabajo y edad me cuesta, seria un milagro si logro ir.

Sus palabras apresuradas y confusas insinuaban que posiblemente había recibido favores o sobornos por parte de los estudiantes. Decidí simplemente sonreír y retirarme discretamente de esa oficina, sin querer involucrarme en asuntos turbios que pudieran comprometer mi integridad.

—¡Si necesitas algo estoy para ti, lo que sea!— exclama en cuanto salgo de allí.

Ignoro momentáneamente la sensación de pena ajena que me invadió hace unos instantes y me concentro en los papeles que sostengo en mis manos. Entre ellos, destaca uno laminado que muestra mi horario escolar, otro que es una cartilla detallando los menús de la cafetería, un mapa del lugar y las reglas de la institución. También encuentro los nombres de los profesores y la información sobre los diversos clubes disponibles. Todo parece estar meticulosamente organizado y dispuesto para facilitar mi adaptación.

Por obra del destino, mi ultimo año me toca en el salón 6-66, no puedo evitar reírme como idiota ante aquella relación causal que se me presenta, podría decirse que metafóricamente entrare al infierno. Subo las imponentes escaleras del segundo piso con cuidado, temiendo romper algo valioso, ya que seguramente costaría más que la matrícula. Las miradas de los demás estudiantes me siguen mientras los pasillos se abarrotan de alumnos. Me siento segura con mi nuevo uniforme, la falda ahora es un poco más corta que en mi antigua escuela, llegando justo a la mitad de los muslos, e incluso un poco más arriba. Las medias blancas semitransparentes se extienden hasta la rodilla, y mis pies están enfundados en zapatos de colegiala con tacón, en lugar de mis viejos y gastados tenis. Mi cabello está perfectamente peinado y suelto, adornado con una elegante diadema. La camisa blanca del uniforme tiene el primer botón desabrochado, dejando al descubierto una delicada cadena de oro con la letra "J". El chaleco del uniforme está abierto y, para completar el conjunto, he aplicado maquillaje. Si Sara estuviera aquí, estaría más que sorprendida.

A las siete en punto de la mañana, hago mi entrada triunfal a aquella jaula de secretos, sintiendo cómo mis alas son desgarradas y abandonadas en el olvido sin tener la oportunidad de gritar. Al ingresar, noto la presencia de algunas personas que reconozco de inmediato.

En primera fila, se encuentra Atenea Hall, una prodigio millonaria y la primera intocable en nuestra lista. Su padre es un juez de renombre en esta área. Atenea tiene el cabello negro, largas pestañas y ojos azules. A primera vista, su apariencia inocente, con mejillas un poco llenas, podría engañar, pero no se dejen llevar por las apariencias. Ella es como Regina en "Chicas pesadas", su padre tiene la última palabra en la mayoría de las sentencias. A su lado, se encuentran sus dos fieles amigas, las gemelas Royster, quienes son prueba de que la genética no siempre influye en la personalidad. Por fuera, son idénticas, con su cabello rubio y corto, pero si las observas de cerca, notarás que Marisa mira con devoción a Atenea mientras hablan sin parar, mientras que, Samara parece sentir celos de esa estrecha amistad entre su hermana y Atenea. El padre de las gemelas es dueño de una franquicia de cafés helados que se hizo viral en TikTok, aunque según mis investigaciones recientes, las cosas no van tan bien para él. Ambas son clasificadas como "estudiantes corrientes".

En cuanto paso frente a ellas me miran con curiosidad, pero no dicen nada. Honestamente no se ni donde sentarme, es decir, aquí te hundes con facilidad. Si me siento en la silla equivocada estoy jodida, si me tropiezo con la persona equivocada estoy jodida, si digo algo que no sea clasista, estoy jodida.

De repente todos los estudiantes que faltaban empiezan a entrar e ir a sus respectivos puestos, la campana ya había sonado. Ellos pasaban por mi lado y no se molestaban en disimular sus comentarios.

"¿Y esta que?"

"¿Que hace ahí parada? parece una estatua"

"Dios, mírale las piernas"

"¿Ya viste sus zapatos?"

Admito que sentí un escalofrío de miedo, pero lo oculté hábilmente. En mi mente, me repetía una y otra vez que mantuviera la calma, así que permanecí de pie y, en menos de dos segundos, llegó la maestra. Era joven y, obviamente, sabía quién era: mi titular, Tammy Willis. Tammy era una maestra de planta promedio que había estado involucrada en varios escándalos en sus escuelas anteriores. Parece que el mundo no puede ver a una maestra atractiva sin pensar que obtuvo su puesto a través de relaciones inapropiadas. Ella me observó con curiosidad, y no la culpo, después de todo, yo era la única tonta que se quedó de pie frente a la pizarra.

—Buen día. — saluda, nadie responde —. Debes ser la nueva.

—Si. — respondo a pesar de que ya quedo claro.

—Vale, preséntate. — pide amablemente. Se nota que es una de esas maestras con las que es fácil tratar.

Tomo aire y empiezo a maquinar todos los guiones que me aprendí de memoria, justo cuando abro la boca me interrumpen.

—¡Permiso! — un chico entra de la nada aporreando la puerta, esta sudoroso y agitado, pero no me atrevo a mirarlo por completo por los nervios.

—Llegando tarde el primer día. — Tammy comenta con decepción.

—Que no se pierdan las costumbres. — responde el chico haciendo que la clase estalle a carcajadas. Tammy solo rueda los ojos demostrando que no puede decir nada en contra.

—Siéntese señor Park.

En cuanto ella le da la orden, me permito levantar la vista y verlo. Si ya estaba en estado de alerta, ver el rostro del chico del gimnasio al que asisto por las noches hizo que todas mis hormonas de estrés se dispararan al instante. Parece que él también se sorprendió, sus ojos se abrieron y su ceño se frunció mostrando el profundo desconcierto que yo también comparto. Permaneció inmóvil, como en estado de shock, mientras yo buscaba desesperadamente una explicación lógica para entender por qué el chico de malos modales, que no tiene en donde caerse muerto y siempre sudoroso estaba allí.

—Señor Park...— vuelve Tammy a hablar, haciendo que el chico reconecte con su alma y empiece a caminar.

¿Que hace aquí?, si tiene dos trabajos, ¿Sera becado? Me arrepiento de no hablarle de mas en nuestras clases. Pero literalmente voy, me enseña movimientos y ya.

—Ahora si, sin mas interrupciones. Dinos tu nombre, edad, de donde vienes y un hobby. — habla hacia mi, nuevamente la atención viene a mi persona dándome un latigazo de la realidad.

Mis manos comienzan a sudar mientras empiezo a temer que todo el plan se haya arruinado. Ya que mi maldito seguro medico, el cual tiene el calvo del gimnasio, esta a nombre de Inna Flynn y si ese chico estudia aquí y ya vio el maldito seguro, estoy en serios problemas. No contemplé la posibilidad de que fuera mi compañero de clase, estaba completamente convencida de ello. Recuerdo claramente cuando Xavier revisó los expedientes de cada uno de los futuros estudiantes y él no estaba incluido. ¿Cómo es posible que esté aquí entonces?

—Señorita...

Mi mirada se vuelve a conectar con la del chico, todos me miran expectantes, asi que me dejo de rodeos y empiezo.

—Soy Jodie Benoit, tengo dieciocho años y me transfirieron desde Paris, me gusta ejercitarme. — mi voz sonó como la practique, suave, femenina y llamativa. Mi postura recta estaba correctamente ejecutada y por ultimo deje salir una sonrisa que pude ver que le gusto a mas de uno.

—Bienvenida Jodie, espero que esta escuela sea de tu agrado.

—¡Ella es de mi agrado! — un compañero grita y las carcajadas se vuelven a oír como si estuviéramos en un show de Disney o programa de comedia de los ochenta. No paso desapercibido como Atenea rodo los ojos con fastidio.

—¿Jodie, tienes algún problema de vista? — respondo negando con la cabeza. —. Entonces siéntate allí, al lado de Park. 

Sin duda, el destino me coloca justo al lado del chico del gimnasio. Si esto fuera una comedia romántica, sería el típico cliché, pero esto es la vida real y no estoy buscando un romance. Mi objetivo es buscar justicia y este chico podría ser la pieza que desmorone todo antes de tiempo. En resumen, estoy en apuros.

Con pasos lentos y bajo las miradas atentas de todos, me acerco al pupitre junto a Hazel Park. Él me mira de reojo en breves intervalos, puedo entender su incomodidad, pero yo también estoy asustada. Él me ha visto durante toda la semana pasada vistiendo mi ropa de Inna, es decir, como una vagabunda que no se baña; y ahora estoy frente a él luciendo como la próxima heredera de alguna corona en Inglaterra. Finalmente, me siento en el pupitre, liberando algo de tensión de mi cuerpo, y dirijo mi mirada hacia la maestra.

—Bueno, sean bienvenidos nuevamente. Este año seré su titular de grupo, soy Tammy Willis, ya me conocen como su maestra de ciencias políticas.

—¡La amo señorita! — el payasito de la clase siguió con sus bromas absurdas y como no, todos se rieron, hasta la misma Tammy.

—Se que yo... — Tammy se pone seria y detiene su discurso de bienvenida, lo que me hace fruncir un poco el ceño —. Se que el año pasado fue difícil, pero hagamos que este sea distinto.

Silencio.

Un incómodo silencio se apoderó del salón tras esas palabras. Nadie hizo bromas, nadie se rió, nadie dijo nada. Un aura pesada se extendió por el aula 6-66 y de repente todos empezaron a mirarse entre sí, como si estuvieran recordando un oscuro secreto o, podríamos decir, un crimen cometido. Ya sabían de qué hablaba Tammy, pero nadie se atrevía a abordarlo directamente.

—Bueno, sin mas que decir. — La maestra disipa aquel ambiente dando unas palmadas alegres —. Abran sus libros en el capitulo uno.

Estudiar es un efecto secundario del plan, supongo.

.

.

.

No solía tener muchos amigos, y en realidad, era Sara quien se encargaba de que socializara. Por un lado, mi madre estaba contenta de que nunca hubiera tenido novio, pero yo tenía mis razones. Sara era mi compañera de aventuras por excelencia, con ella experimenté mi primer trago de alcohol, escapé de la rutina y realmente disfruté de la vida. Estaba enamorada de ella y lamentaría no haber dicho nada hasta el final de mis días. Sería un amor no correspondido que me dolería para siempre, porque me quedaría con la incertidumbre de lo que podría haber sido.

Ella siempre fue carismática, hermosa, alegre y sociable, todo lo que yo anhelaba ser. Pero yo no venía con esa programación. Ahora, estando en el mismo lugar que ella frecuentó durante casi dos años, siento un nudo en la garganta y comienzo a imaginármela caminando por los pasillos mientras ríe o escucha la música que tanto le gustaba.

¿Si hubiera venido a visitarla un día antes seria diferente? Hasta me resulta cruel que haya muerto el día de su cumpleaños.

Disipo mis pensamientos con dificultad y entro en la amplia cafetería, que se asemeja más a un estadio en tamaño (bueno, quizás estoy exagerando un poco, pero es realmente espaciosa). El lugar está abarrotado de estudiantes, fácilmente se podría decir que hay alrededor de dos mil alumnos en Roble Dorado y cada uno de ellos parece representar al menos un pecado capital. Aunque estoy aquí por motivos de venganza y justicia, hoy es lunes de tacos y soy humana después de todo, así que me pongo en la fila para ordenar.

—¿Jodie, no? Hola, soy Ruby. — Una chica pelirroja se sitúa a mi lado sin que me de cuenta. Trae una sonrisa tan marcada que me fastidia.

—Si.

—¡Genial! tenia ganas de hablarte desde que entraste al salón de clases, aunque estabas toda tiesa. — me recuerda aquella genial primera impresión y solo puedo sonreír incomoda.

Ruby Lacross, Pelirroja con raíces holandesas. Sus padres son Elliot Lacross dueño de una compañía de autos y Emily Lacross dueña de una fabrica de perfumes. Honestamente estaba esperando que se me acercaran, tenia la esperanza de que fuera Atenea, una de las intocables, pero Ruby no estaba nada mal. Parece ser una de esas chicas que hablan hasta por los codos lo que me dice que algo se le debe escapar.

En el transcurso de la fila se dedica a contarme su vida, en serio TODA su vida, con pelos y señales. Tiene dos hermanos menores de siete años que ama, asi que tiene aquello que llaman "amor maternal", vive cerca del famoso lago "claro de cristal" que es reconocido como una de las zonas mas caras de la ciudad, tiene como veinte mascotas y quiere ser veterinaria. Después de cruzar esa larga charla, consigo mis amados tacos, me siento en la primera mesa vacía que veo y como no, mi nueva acompañante se une. 

Por otro lado, a lo lejos veo al dueño de mi nuevo detonante ansioso. Hazel esta unas mesas mas allá y noto su mirada sobre mi de vez en cuando, pero lo veo mas que ocupado con otros dos chicos, riendo y tonteando.

—Se me olvidaba ¡también tengo un caballo! — menciona literalmente de la nada —. Se llama Tunder y el mes pasado le pinte sus pesuñas de azul eléctrico.

¿Como se supone que tengo que responder a eso?

—Ruby ya, la vas a asustar. — Aquel salvador llega a nuestra mesa y se sienta junto a Ruby, en el momento que me mira recuerdo quien es.

Intocable numero dos, Jace Bracco. Rubio encantador que parece ser un protagonista sacado de una película como "cenicienta", "chica en apuros", ya saben... Ojos marrones increíblemente atrayentes, rizos delicados, mandíbula definida. Se rumorea que tiene raíces italianas y su padre es un político llamado Mattia el cual aspira a ser alcalde.

Hombres como el, son la razón por la que me declare bisexual.

—Yo no asusto a nadie ¿A que no, Jodie? — la tierna pelirroja fija sus ojos verdes en mi.

—Claro que no. — desmiento al instante, me golpeo mentalmente por haber sonado tan forzada. De repente me siento extraña, ya que recuerdo verlos en algunas fotos donde estaba Sara. Ellos la conocían. ¿Que tanto lo hacían?

—Mírala, esta a punto de salir corriendo. — se burla Jace, forma una encantadora sonrisa que solo me confirma que el diablo puede ser increíblemente bello.

Ellos siguieron discutiendo, pero mi atención se centro en algo que sucedía unas mesas alejadas de nosotros. De repente quise vomitar esos deliciosos tacos. Un grupito de cuatro tarados que eran bastante altos, le decían cosas a un chico castaño que solo agachaba la cabeza, entonces el que era notablemente mas musculoso que los otros y tenia el pelo medianamente largo, tomo la soda del chico y se la hecho encima manchando su uniforme.

—¡Jace deja de joder, cara de mugre! — los gritos de Ruby seguían perforando mis tímpanos, pero yo seguía hipnotizada en aquella escena.

A lo lejos estaba la mujer de la recepción, la cual miraba de reojo la escena y seguía en su teléfono como si nada y a unos metros reconocí como mi profesor de geografía también pretendía no ver aquel panorama. Segundos mas tarde, los cuatro tarados tumbaron al chico hacia el suelo y le tiraron lo que restaba de su bandeja de comida al suelo, haciendo que aquel horrible sonido se esparciera por toda la cafetería, llamando la atención de unos pocos.

—¡Hola Rub-rub! — una chica llega sentándose al otro lado de Ruby, tapándome la vista —. Hola chica nueva. Jace. — saluda a este ultimo con un movimiento de cabeza, de la nada noto que Jace esta a mi lado y ni cuenta me había dado.

—Jodie, ella es Jade. — presenta la pelirroja, de repente suelta un jadeo de sorpresa que nos hace mirarla con extrañeza —. Jodie, Jade y Jace, tres Jota, son el trio de las "J". — su comentario tan útil solo me hace volver la atención a lo importante.

Otro golpe seco se escucha y detrás de este un grito. Eso si logra llamar mas la atención, ahora al parecer le habían abierto la camisa al chico y le habían echado un maldito café ardiente en el pecho.

¿Que mierda le pasa a esta gente?

—Carajo ¿No pueden hacer eso en otro lado? — Se queja la nueva adquisición del grupito, Jade —. Se siente como un maldito loquero al lado. — otro grito se escucha y ella pone expresión de fastidio, girando sus ojos azules hasta dejarlos casi en blanco y con su mano repleta de anillos aparta su cabello negro de su rostro con indiferencia.

¿Por que nadie hace nada? Aquel chico esta a punto de llorar.

—Dios, miren como huye el señor Baker. — se burla Ruby al ver como nuestro profesor de educación física corre a pasos pesados abandonando la cafetería, creo que todos tuvieron la misma idea, porque no hay ninguna "figura de autoridad" rondando por ahí.

Mi mirada se enfoca en la escena de humillación que se desarrolla frente a mí. Pero en un abrir y cerrar de ojos, la imagen cambia y ya no veo a un chico castaño en apuros. En su lugar, una cabellera rubia y larga captura mi atención. Una chica con la camisa abierta revela un sostén blanco manchado de café, su pecho y abdomen están enrojecidos debido a la alta temperatura del líquido derramado. Lágrimas brotan de sus ojos grises, sus labios temblorosos susurran palabras desesperadas: "¿Por qué no me ayudas, Inna?". Me conmueve su súplica, pero me encuentro paralizada, sin saber cómo reaccionar.

—Al maldito de Andrew le gusta dar un espectáculo. — Jace susurra a mi lado con fastidio.

A pesar de no querer presenciarlo, no puedo apartar la mirada de Sara. Observo impotente mientras esa pandilla se detiene frente a ella y le escupen despiadadamente, sin mostrar ni una pizca de compasión. Luego se marchan de la cafetería, dejándola tirada y vulnerable, sumida en la humillación. Sara yace en el suelo sin poder levantarse, quedando allí abandonada y desamparada. La impunidad y crueldad de ese acto me hiere profundamente.

—Oye Rub-rub hay unas increíbles ofertas en el centro comercial.

—¡Ay no puede ser! — la emoción de Ruby es como una ofensa para mi.

Ya fue suficiente.

Con determinación, me pongo de pie murmurando un "necesito ir al baño" y me dirijo directamente hacia Sara, quien me observa sin parpadear, luchando por respirar. Es evidente que está destrozada por lo sucedido. Justo cuando estoy a punto de llegar a su lado, una figura se interpone en mi camino. Es entonces cuando detrás de aquella figura ya no veo a Sara, es el mismo chico castaño que había visto anteriormente, y nos mira con curiosidad. Antes de que pueda decir algo, soy jaloneada del antebrazo y arrastrada fuera de la cafetería. Por evitar un escándalo, decido no gritar, pero en cuanto salimos del lugar, me libero de su agarre.

—¿Que mierda haces?— inquiero con rabia.

—Evitar que seas la siguiente, mocosa insensata. — el tono serio y mas grave que nunca había escuchado de Hazel, me saca de mis casillas.

—¡Ni siquiera podía levantarse solo!

—¿Y es tu problema? ¿Eh? — me mira incrédulo.

La indignación se apodera de mí mientras siento la ira recorrer mis venas. No sé si este chico piensa que por ser mi instructor en un gimnasio de poca monta tiene derecho a hablarme de esa manera.

—No me conoces, vete al carajo. — intento irme, pero me sigue.

—No sabes como son las cosas aquí, no puedes ir de madre Teresa.

—¡Ustedes no tienen corazón!

—Tenemos cabeza, que es mas importante si quieres sobrevivir aquí.

Repentinamente, con un agarre firme, me toma del brazo y me arrastra hacia un salón cercano. Una vez dentro, cierra la puerta con seguro, y el pánico se apodera de mí, haciendo que mi cuerpo se tense.

—No se que mierda haces aquí, pero te daré un consejo. Así de fácil como te traje y te encerré, ellos pueden hacerlo también. La regla es clara con Andrew: no te metas o seras el siguiente. No le importa si eres mujer, te ira peor. — sus palabras frías helaron mi cuerpo haciéndome entender que por poco, yo misma derrumbo mi propio plan.

—¿Q-que intentas decir? — balbuceo nerviosa al notar su intimidante proximidad. Él percibe mi incomodidad y se aleja un poco.

—Ten cuidado con Andrew. — pero algo en su cerebro hizo clic, asi que reformulo su frase —. Mejor cuídate de todos, no seas estúpida, aunque tengas dinero eso no te salva aquí ¿entiendes?— asiento algo cohibida.

—Si, ya entendí.

—Vale, solo lo hago porque eres nueva, si quieres joderte de ahora en adelante no es mi problema.

El chico se acomoda el uniforme y abandona el salón, dejándome completamente sola y enfadada conmigo misma. Necesito controlar mis emociones si quiero sobrevivir en este nido de despiadados. Una corazonada me dice que Sara pudo haber pasado por una situación similar a la del chico, tal vez intentó ayudar a alguien sin darse cuenta. ¿Será que Andrew es el abusivo que estoy buscando?

Suelto un suspiro profundo ante las miles de dudas que nacen en mi cabeza. Tomo mi teléfono y escribo rápidamente a el único ser de confianza que me queda.

"Xavier, busca información de dos estudiantes. Andrew y Hazel Park, de este ultimo no salio nada en los antecedentes que me diste y es de mi clase."

Recibo un "Ok" que me tranquiliza. A pesar de que todavía siento los residuos de mi mal humor en mi cuerpo, salgo del salón decidida a regresar a la cafetería. Sin embargo, hay alguien en el pasillo que parece estar esperándome. Es el chico al que molestaban anteriormente. Levanta la cabeza hacia mí y nuestras miradas se encuentran. Un escalofrío me recorre cuando su imagen se transforma una vez más en la de Sara, y sus ojos grises me observan con tristeza y esperanza. Pero no es ella, ella está muerta y delante de mí solo hay un chico de ojos café que ha tenido muy mala suerte. El espejismo se desvanece y vuelvo a ser consciente de la realidad.

Con el dolor en el alma, paso junto al chico golpeando su hombro, notando cómo sisea de dolor, seguramente debido a los golpes que ya ha recibido en este primer día. Lo miro con un asco fingido en mi rostro.

—Quítate, maldito enfermo — alcanzo a decir, y veo cómo toda esperanza desaparece de su rostro, transformándose en una expresión neutral mientras se aleja con dificultad.

Sé que estoy alimentando mi propia oscuridad con este comportamiento, y me enfrentaré a las consecuencias de mis acciones. Pero prometo que no dejaré que todos ellos salgan impunes. Me llevaré a todos ellos conmigo, al infierno.

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