𝐗𝐈
𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐩á𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐭𝐮𝐯𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐞𝐫.
Plenas siete de la mañana cuando abro mi casillero y al menos tres fotos caen a mis pies. De inmediato, me apresuro a recogerlas y me dirijo hacia un salón oculto. Por un momento, pienso que son más pistas de Zack, pero en cuanto me meto al cubículo del baño y las observo con más atención, siento cómo mi presión disminuye.
Las fotos son de mí en varias tomas: tomando el autobús, bajando del auto de Kamil, entrando a mi residencia actual. La tembladera y la ansiedad me invaden de inmediato. ¿Cómo es posible que tengan estas malditas fotos? ¿Quién me ha estado siguiendo? ¿Zack? Tendría sentido, él fue quien me envió la de Jade. Sinceramente no se con cuantos enemigos cuento a la hora de la verdad y eso ciertamente no me tiene del todo tranquila.
Salgo del baño después de deshacerme de las fotos por el retrete y me encuentro con una chica desconocida que me mira al instante.
—Jodie Benoit, te estaba buscando —anuncia mientras seca sus manos con una toalla de papel. La miro estando a la defensiva.
—¿Quién eres? —mi tono suena serio y ella me mira algo confundida.
—Soy Zoé, la vocera principal de las reuniones en este momento... —musita algo confundida—. No sé si Max te habrá hablado de mí.
—Ah, sí, claro. —Me relajo un poco. La supuesta chica altanera.
—El día de hoy me surgió algo, así que no podré apoyar en el evento de directivos de la escuela. Te toca suplirme. Hay un espacio en blanco que los del club de literatura deberían llenar. Sales antes y buscas en el escritorio grande la hoja que debes leer. Es el de Carolina Méndez. —Me da instrucciones de forma amable, y yo asiento, aunque me siento un tanto fuera de lugar—. ¿Estás nerviosa?
—No, es que pareces diferente a lo que me dijeron... —admito, recordando cómo Max la describía como una bruja recelosa. Sin embargo, Zoé parece ser una chica de rizos gruesos y ojos llamativos y tiernos, que no le haría daño a nadie.
—Sí, bueno, no me sorprende que mi hermano hable mal de mí. —Se encoge de hombros—. El evento es después de la segunda hora. Dile a tu maestra que te deje salir, ella debería entender. —Asiento de vuelta y, con un último gesto, salgo del baño con la misma duda grabada en la cien.
¿Quién diablos me está siguiendo?
Tecleo un mensaje rápido a Xavier para reportarme, aunque dudo un poco si debería hacerlo. Al final, decido no decirle nada. No quiero que se enoje y termine interfiriendo. Busco mi salón y entro para asistir a mi primera clase, que resulta ser con Tammy, aunque aún no está en el salón. Sin embargo, ocurre un milagro: veo al fantasma de Hazel, o eso creo, porque verlo en clase a tiempo es como si los piratas de Luffy hubieran encontrado el One Piece, una revelación.
Nuestros ojos se encuentran, y siento cómo se me acelera un poco el pulso. Supongo que es miedo a recordar las imágenes de la última vez que lo vi golpeando a alguien, lleno de sangre, todo sudado... y sin camiseta.
Avanzo hacia mi asiento a pasos pequeños, tratando de ignorarlo por completo. O al menos eso intento. Él tiene puestos los auriculares y mira hacia adelante como si estuviera congelado. Su mano derecha, la que tiene un pequeño tatuaje, sostiene un lápiz mientras juega con él, y la otra tamborilea sus dedos en su pantalón. Tiene el pelo un poco húmedo y se ha retirado el piercing de la ceja, pero ahora tiene el del labio. Esta vez apenas se notan algunos golpes. De repente, voltea hacia mí y yo trato de disimular que lo veo, girando la cabeza hacia adelante y enderezándome como una rama.
—¡Buen día, clase! —saluda Tammy al entrar, dirigiendo sus ojos hacia mi compañero de pupitre antes de apartar la mirada rápidamente. Entiendo lo que está sucediendo y solo puedo morder mis labios para ocultar mi sonrisa de "sé todo".
La clase transcurre con normalidad, y cuando la campana está a punto de sonar, me levanto de mi asiento, llamando la atención de todos en el salón. Me acerco a la hermosa profesora de cabello borgoña, que me mira incluso con temor. Supongo que algún estudiante en mi posición aprovecharía para sacar ventaja, pero parece que hoy tiene suerte.
—Señorita Tammy, soy la reemplazo de Zoe Turner en la asamblea de hoy. ¿Podría retirarme más temprano? —Ella suelta un suspiro que parece liberar toda la tensión que había acumulado y accede con una sonrisa.
—Claro señorita Jodie. Nos vemos en un rato.
Sin más preámbulos, salgo del salón, lanzando una última mirada a Hazel por puro instinto, notando que también me observaba, como si estuviera siguiendo cada uno de mis pasos, vigilándome...Extraña coincidencia, ahora estoy mas paranoica de lo normal.
Me dirijo corriendo al edificio del ala Sur de los clubes y busco rápidamente el salón de literatura, que aparentemente está vacío. Veo el escritorio grande al que se refería Zoe. Hay una carpeta con un cronograma que detalla el evento, con puntos sobre el saludo, las novedades sobre equipos y la apertura de una sala de ensayos de baile. Es simplemente increíble. Encima del escritorio, encuentro el texto que debo leer en el segmento de creatividad estudiantil, el de Catalina Méndez. Se trata de un poema que no está mal, pero tampoco es impresionante. Tomo ambos documentos y me dirijo hacia la puerta, pero antes de llegar, el poema se me resbala y cae debajo de una mesa cercana. Me agacho para recogerlo y, de casualidad, veo otro papel al lado del poemita de Catalina, al recogerlo me burlo un poco del destino. Así que decido cambiar el poema de "Las Rosas Verdaderas" por el escrito de "Islas Solitarias" de Hazel Park.
Ni siquiera sé por qué lo hice, pero salí de allí con ese escrito en mi mano y me dirigí al gran auditorio de la escuela. Algunos estudiantes ya estaban allí, así que me dirigí detrás del escenario, donde uno de mis profesores buscaba desesperadamente a la suplente de Zoé.
—¡Gracias al cielo! ¿Tienes el cronograma? —le mostré la carpeta al señor, quien simplemente me indicó lo que debía hacer.
Mi misión es subir al estrado, dar la bienvenida, presentar a las personas que estarán presentes y seguir al pie de la letra el cronograma. Me arreglan un poco el uniforme y, diez minutos después, Jodie Benoit está caminando hacia el estrado, como si toda su vida hubiera estado preparada para ese momento, cuando en realidad, yo solía tartamudear en las exposiciones grupales y me daba ansiedad llamar para pedir una pizza.
Los reflectores se encienden sobre mí, y detrás de mí se alza una pantalla con el escudo dorado de la escuela, un roble dentro de un círculo con el nombre del fundador y la frase "Raíces en el conocimiento, crecimiento dorado". La sala está llena, y mi mano tiembla al poner la carpeta y colocarla en el estrado. En primera fila está Max, quien levanta sus pulgares hacia mí, y a unos metros atrás están Ruby, Jade y Jace, todos con expresiones neutras. En la última fila, como no podría ser de otra manera, está la isla solitaria de Hazel. Aclaro mi garganta antes de ajustar el micrófono, el cual emite un horrible ruido al hacerlo. Tomo una respiración profunda antes de comenzar.
—Sean bienvenidos a la primera asamblea de nuestra prestigiosa escuela. Permítanme presentarles a nuestros directivos presentes el día de hoy. —Comienzo con un tono fuerte y claro, aunque mis manos siguen sudando—. En primer lugar, tenemos a nuestro querido director, David Parker, egresado de una de las mejores universidades del mundo. Su deseo es preparar a los alumnos de Roble Dorado para un mundo real lleno de oportunidades.
El hombre canoso, a quien nunca había visto en mi vida, entró por las escaleritas del escenario con su traje perfecto, recibiendo aplausos de todos. Solo pensar en todos los tratos sucios que ese señor había hecho me generaba repulsión. Continué nombrando a otros directivos que financiaban la escuela, y luego seguía con mi frase de cierre para dar paso a que ellos expusieran los nuevos proyectos.
—En Roble Dorado, cultivamos el saber, forjamos el futuro y brillamos en la excelencia: nuestro camino hacia un mañana dorado. Sin más preámbulos, el director Parker.
Me retiré del estrado, y algunos compañeros me felicitaron, supongo que fingir la confianza da sus frutos. Aunque... Un profesor me termina diciendo que no me mueva tanto porque parecía un mono enjaulado. Decido no decir nada y simplemente acatar las órdenes. Unos veinte minutos después de que todos aplaudieran por las nuevas remodelaciones del edificio, llegó mi turno de subir al segmento creativo.
—En esta escuela también reconocemos el talento —levanté la mirada hacia los estudiantes, incluyendo a aquellos a los que había venido a desafiar—. Y por ello, en este segmento creativo, el turno es del club de literatura. Con todos ustedes...
Intento pensarlo un poco mas, siempre puedo decir que se mezclaron los papeles. Pero simplemente niego internamente y sigo.
—La soledad... ¿Nacemos con ella o la buscamos? ¿Por qué esa palabra de siete letras asusta tanto? ¿Por qué tantos hacen lo imposible por evitarla? ¿Por qué para algunos se siente correcto y para otros es la caída? —intenté ignorar cómo la cabeza del autor de aquel texto se alzaba como un resorte entre la multitud, pero era como si mis ojos me llevaran hacia él—. A veces me gusta pensar que estamos destinados a encontrar a alguien con quien encajemos por completo, pero sé que eso implica mucho más que simplemente la palabra. ¿El amor siquiera se siente? ¿Es real? Permítanme compartir algo que es innegablemente real: la traición, el dolor y la decepción.
>>La vida nos presenta estos desafíos una y otra vez, sin mostrar piedad. ¿Somos nosotros quienes damos forma a la vida o es ella quien nos moldea? Quizás si estuviera solo en el mundo, todo sería más pacífico, más... irreal, más humano. Pero para que eso ocurra, el mundo debería estar completamente vacío, sin ninguna criatura que se considere superiormente pensante sobre las demás. Estar solo. Aunque a veces llego pensar que estar solo debería ser así, en realidad, no lo somos. No somos islas, somos seres humanos y necesitamos unos a otros. La soledad aporta paz, pero al mismo tiempo, la detestamos, nos hunde, nos desprecia.. La resentimos porque nos recuerda nuestra necesidad de conexión, nos recuerda que existe un silencio en el que podríamos ahogarnos y una mente que no deja de dar vueltas y más vueltas. ¿Es eso lo que llamamos soledad? O quizás sea solo una forma de expresar cuántas cosas deseo gritar, romper o desaparecer... Pero, claro, eso no sería apropiado para alguien de mi edad. En última instancia, es simplemente soledad.
Al finalizar, la mayoría aplaude, mientras otros parecen hablar entre sí en voz baja. A lo lejos, noto la expresión seria de Hazel en cuanto empiezo a hablar nuevamente. ¿Por que me encuentro desafiando a este chico otra vez? Aquella pregunta se une al mismo interrogante de por que le sostengo la mirada cuando empiezo a hablar.
—Este fue "Islas solitarias" por... —el chico niega con la cabeza y, la verdad, no me importa. Estoy a punto de decirlo, pero de repente, las luces se vuelven nítidas y en el proyector en el que se reflejaba el escudo de la escuela, comienza a reproducirse algo que me hiela la sangre.
El video muestra un salón vacío, pero de la nada aparece una chica muy bonita con el uniforme sin el chaleco, se arregla un poco en la cámara.
—Se que muchos me odian, pero igual terminaran en mi fiesta. — La chica deja de hablar por un segundo y sus pupilas grises fijan en su pantalla mientras toquetean el teléfono —. Esta aquí— musita extrañada, pero niega con la cabeza. —. Les tengo una genial sorpresa a todos mis seguidores...
—¡APAGUEN ESO AHORA MISMO! — se escucha la voz del director, pero parece imposible detener el video.
—Esto es una cuerda que amarraré allí. — comienza a relatar la chica.
El video se empieza a cortar, de la nada, la chica acomoda la cuerda, se sube a la silla, se baja y viceversa. El video se corta en muchas partes, se escucha su risa, algunos diálogos tontos y al final: la escena que hace que todos griten horrorizados. Ya que en un nuevo corte y de la nada muestra el cuerpo de Sara colgando en mitad del salón, no hay silla, no hay nada, solo ella, muerta. Cuando su cara esta a punto de voltearse, ya que estaba de espaldas, el proyector se apaga. Yo sigo quieta en el estrado, varios de los estudiantes se habían puesto de pie por el nivel de impacto de la escena.
Siento como el director me empuja a un lado, tomando el micrófono para empezar a reclamar a los estudiantes. Sin embargo, yo solo siento el golpeteo acelerado de mi corazón, mis manos sudorosas, mis piernas temblorosas y la sensación de que el aire no llega a mis pulmones. Intento respirar profundamente, pero es como si mis pulmones se hubieran cerrado. Bajo de las escaleras del escenario, desesperada por encontrar una salida entre todos los sonidos y sensaciones abrumadoras. Por un momento, siento como si estuviera viéndome desde fuera, como si fuera la protagonista de una horrible película de terror.
Mi cuerpo se siente al límite, y no logro encontrar el aire. Siento que voy a morir, que me ahogaré o sucumbiré a la terrible sensación de temblor que sacude mi cuerpo. De repente, veo una luz brillante que me ciega, y caigo de rodillas al suelo mientras intento recuperar la respiración. No puedo, me estoy ahogando, y un miedo abrumador me invade.
—Respira. — No sé si soy yo misma diciéndome eso, pero es lo único en lo que puedo concentrarme. Sin embargo, parece imposible.
Mis manos son levantadas y puestas en una superficie dura.
—Imíteme, mira. — esa superficie se mueve de manera rítmica — Inhala, exhala.
Intento con mucha dificultad imitar eso, mis ojos que permanecían fijos en el cielo son llevados en contra de mi voluntad al rostro de la persona que me está ayudando, que me ha tomado de la mandíbula para que lo mire.
—Inhala y exhala, despacio. — hago lo que pide, pero mi cuerpo aún me tiembla —. Estás sufriendo un ataque de pánico, tranquila, todo va a estar bien. Va a pasar, ya estás a salvo. ¿Me escuchas? Estás a salvo.
¿Estoy a salvo? Ni siquiera he estado segura de eso en los últimos meses. ¿Como puedo estar a salvo estando tan lejos de casa?
Siento las lágrimas bajar por mis ojos de forma inconsciente, mi respiración se normaliza un poco y mi corazón recupera un ritmo cardíaco más normal.
—¿Estoy a salvo? — me obligo a preguntar, intentando bloquear esas imágenes en mi mente, esas imágenes del cuerpo de la chica que amaba colgando de una viga de madera.
¿Cuando dejara de doler? ¿Cuando Sara? Dime...por favor.
—Estás a salvo, Benoit, lo estás, aquí estoy. Ya sabes de lo que soy capaz, nadie te hará daño. — afirma con total seguridad, asiento lentamente y él con mucho cuidado me suelta.
No sé qué hacer ahora, aún siento cierta ansiedad y me siento agotada. No puedo dejar de pensar y siento que soy débil e inútil. Tengo la boca seca y apenas puedo levantarme.
—Vamos por algo de agua. — me dice Hazel levantándose y sacudiéndose los pantalones. Me ayuda a hacer lo mismo y siento una sensación de ardor en mis rodillas. —. Sanarán rápido. — dice al observar las raspaduras.
Observo el espacio donde estamos, que resulta ser la salida del auditorio, la salida trasera que lleva a la unión del edificio de clubes y que tiene un pequeño paso de piso de concreto en el que me he tirado. Sigo al chico con algo de miedo hasta el filtro de agua más cercano y bebo un poco, sintiéndome incómoda de repente.
—¿Te dan muy seguido o es tu primera vez? — pregunta para romper el silencio.
—Primera vez. — ni siquiera me esfuerzo en mentir.
—Sí, aquello fue... Fuerte. — recordó, sus ojos mostraban un atisbo de inquietud mientras revivía el momento en su mente —. Es como si esa chica no descansara en paz, traen el tema una y otra vez.
—¿Crees que sería mejor olvidarlo y ya? — una mezcla de rabia y confusión brotaba de mis palabras, lo que hace que frunza el ceño.
—Solo digo que de todas las muertes aquí, ella insiste más, Sara aquí, Sara allá. No tiene sentido, ella fue una muy mala persona, una desgraciada.
Mis emociones se desataron y, con lágrimas de rabia saliendo de mis ojos, empujé su pecho con fuerza, tratando de desahogar la frustración que me inundaba.
—¿Cómo lo sabes?, ¿con qué derecho la juzgas tú? — le grité, con la voz temblorosa por la rabia y el miedo que me atenazaban. Hazel me miró incrédulo, sus ojos reflejaban sorpresa y un toque de pesar.
Me niego a creer que la chica que se me hablaba sin parar para que no tuviera miedo por las noches fuera aquel monstruo del que tanto hablan. Me niego a que esa chica, que me acompañó cada uno de mis días, que me escuchó, que me abrazó, que enjugó mis lágrimas y me amó de la forma más desinteresada posible, sea eso que todo el mundo odia. Si ella no es eso, ¿entonces cuál sería mi razón para seguir?
—Bien, esto me ganó por ayudarte. Y aquí vuelvo yo, de Madre Teresa, nunca aprendo — murmuró consigo mismo, en un tono cargado de autocrítica y desánimo, mientras yo seguía luchando contra mis emociones desbordantes.
—Todos la juzgan, todos se equivocan, ella no era así. Era mejor que todo esto, mejor que todos ustedes — afirmo con furia, defendiendo a Sara con vehemencia, tal vez demasiada.
Hazel me observa con los ojos entrecerrados y ceño fruncido, pareció confundido por mi reacción y su rostro también reflejaba un atisbo de duda mientras intentaba entender mi punto de vista. O siquiera como tengo otro punto de vista considerando que llegue apenas hace unos meses.
—Ni siquiera la conocías, ¿por qué suenas como si lo hicieras? — murmuró, incapaz de comprender mi conexión con Sara.
Siento que ya es hora de dar por terminada la conversación. Vuelvo la mirada hacia otro lado y decido alejarme.
—Me iré a casa, es mejor que cumplas tu palabra y me ignores, igual lo has hecho genial todas estas semanas. La próxima vez, déjame ahogarme o lo que sea. No te necesito — le digo con seriedad mientras paso junto a él. Hazel no me dejó ir sin antes lanzarme un comentario hiriente.
—Si solo te ayudé, fue por lástima. No te hagas ilusiones. No eres nada para mí — afirmó con desgana, y su comentario me duele profundamente —. Y si tuviste algo que ver con aquel texto...
—¿Qué? ¿Me matarás? — desafío nuevamente, mirándolo a los ojos —. ¿Me golpearás hasta que no pueda moverme, hasta que mi rostro sea irreconocible? Ya cruzamos palabras, esas son las consecuencias. Fue tu amenaza, ¡tú lo dijiste!
Mi pecho sube y baja rápidamente debido a la adrenalina, y siento el latido acelerado de mi corazón. Hazel me mira desde arriba con seriedad, pero luego aparta la mirada y niega con la cabeza. En un impulso, empujo su pecho para llamar su atención, pero él detiene mis manos tomando mis muñecas cuando intento hacerlo por segunda vez.
—Nunca encuentro un punto medio contigo, o me molestas mucho o te quiero desaparecer del planeta — admite con exasperación mientras me sujeta —. Pero no sería capaz de dejar sola a nadie si sé que necesita ayuda, Jodie. No me conoces lo suficiente, y lo sé porque creíste que yo sería capaz de cumplir una amenaza como esa.
—Vi lo suficiente de ti como para creerlo — contraataco con furia, consciente de que necesito canalizar y desviar estos sentimientos hacia alguien más.
Hazel me suelta, haciendo que retroceda un paso. Nuestra conversación ha llegado a un punto muerto, y las tensiones siguen flotando en el aire.
—Viste lo que hago para sobrevivir, pero no tengo por qué decírtelo — dice, y sus palabras son un recordatorio de que, estoy sola aquí, todavía hay mucho que desconozco sobre él —. Hasta luego, Benoit. Cuídate, supongo — añade con sarcasmo antes de alejarse, dejándome sola en el pasillo.
Las imágenes se repiten incansablemente en mi cabeza: su risa, sus últimas frases, los cortes del video. ¿Quién pudo ser capaz de algo tan atroz? En este momento, ni siquiera estoy segura de a qué puedo llamar "hogar". Y si decido regresar a mi casa en Hillcrest, ¿me seguirán acechando allí también? ¿Y si le hacen algo a mi familia?
Tantas incertidumbres y miedos se amontonan en mi mente, creando un torbellino de emociones abrumadoras. La sensación de vulnerabilidad me abraza, y siento una profunda necesidad de proteger a quienes amo. Mi corazón late con fuerza, y las lágrimas amenazan con emerger una vez más. En medio de toda esta confusión, debo encontrar respuestas y soluciones para mantenerme a salvo.
Más preguntas siguen surgiendo en mi cabeza, y siento que mi corazón quiere salir disparado de mi pecho. Entro en la primera puerta que encuentro, que resulta ser un cuarto de escobas con una pequeña ventana que deja entrar la luz de la mañana. Me siento en el pequeño espacio en el suelo y comienzo a llorar aún más fuerte.
Lloro por no haber podido salvar a Sara. Lloro porque extraño mucho a mis amigos de mi antigua escuela. Lloro porque sé que le estoy mintiendo a mis padres y que si algo me llegara a suceder, moriré como una hija mentirosa y pecadora que su madre tendrá vergüenza de velar. Lloro por todas las cosas que murieron con Sara, por lo cobarde que fui en muchas ocasiones, por no haber llegado unos segundos antes para detenerla. No sé cuánto tiempo paso allí adentro, pero cuando el sol comienza a ocultarse y mi estómago clama comida con urgencia, me levanto sintiéndome más débil que nunca y salgo de aquel cuartito, encontrándome con los solitarios pasillos de la escuela.
¿Debí haberla dejado ir? ¿Debí simplemente olvidarla? ¿La estoy matando otra vez intentando resolver algo que está fuera de mis manos?
Camino con lentitud hacia mi salón, que ya está vacío, ni siquiera mis cosas están allí. Agradezco tener dinero en mi bolsillo, suficiente para tomar mi camino habitual hacia el autobús. Cuando llego a ese cuarto en el que me quedo, siento que me desmayaré del cansancio, pero el dueño me detiene.
—Niña, alguien dejó esto aquí, me dijo que era tuyo. — el hombre me extiende mis cosas de la academia. Extrañada, las tomo y le musito un agradecimiento.
Cuando cierro la puerta detrás de mí, escucho el zumbido de mi teléfono sin parar. Cuando lo saco de la mochila, veo que tengo al menos diez llamadas perdidas de "padre", es decir, Xavier. Justo una entra y la contesto de inmediato.
—¡Gracias al cielo! Ya tenía las llaves en la mano para ir a buscarte. Hay un montón de videos en internet y sales tú corriendo fuera de un escenario. — comienza a hablar, haciéndome sentir confundida.
—¿Qué video?— cometo el error de hablar sin haber tomado agua, y mi voz suena extremadamente ronca y débil.
—¿Q-qué tienes? — el enojo en la voz de mi amigo desaparece —¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Es por el video? Ay, Inna...— y me empiezo a reír de la nada, dejándolo confundido. —¿De que te ríes?
—Ya se me había olvidado mi nombre. — comento, sintiendo unas pocas lágrimas salir de mí.
—Inna, por favor, vuelve, yo te ayudaré. ¿Necesitas que vaya por ti?— una vez mas la esperanzadora voz de Xavier me toca lo mas profundo de mi conciencia.
¿Lo necesitaba? Sí, pero teniéndolo aquí y contándole todo lo que me pasaba, haría que me sacara, y eso no tendría sentido. Todo sería en vano.
—Estoy bien. — trato de encontrar seguridad en mi voz, pero aún suena triste y débil —. Solo me afectó un poco verla en el video. ¿Dónde lo subieron?
—Hasta en Telegram, pero no habla de ti, habla más de la pantalla. Se hizo viral el hashtag de "muerte de Roble Dorado". La escuela debe estar limpiando búsquedas, pero hasta algunas influencers están comentando acerca de eso.
—Igual en unos días volverán a su contenido habitual. — digo, y él genera un sonido de asentimiento. —¡¿Y si alguien del pueblo lo ve?!— de repente me sobresalto en mi lugar.
—Te ves lejana en el video. Ademas, estas muy cambiada, solo te reconocí porque yo soy testigo de ese cambio. — aquella afirmación me tranquiliza al instante —. Quiero verte Inna. ¿Puedo?
—Quedamos en que me dirías Jodie hasta por llamada. — le recuerdo —. Y también que no nos veríamos en persona, para evitar...
—En este momento me importa una mierda, me importa más tu salud. No estás bien. — interrumpe, preocupado.
—Estoy bien. Lo estaré. — aseguro sosteniendo el teléfono de forma temblorosa. —. Lo estaré cuando todo acabe. ¿Cómo están mis padres?— inquiero curiosa, ya que no los he visto hace mucho.
—Bien, piden muchas fotos de ti y videollamadas. He logrado evadirlas todas. Las llamadas las hago con un programa que imita tu voz. También me hablaron de Lou, enfermo, pero ahora está bien.
Vuelvo a reír, una risa nerviosa, porque Lou es un viejo gato que se supone es mío y que hasta ahora recuerdo. ¿En serio, qué me pasa?
—¿Ya tienes más información de lo que encontré de Bracco?— cambio de tema, tratando de enfocar mi mente en algo que no sea el caos que parece haberse apoderado de mi vida.
—Sí, es algo grande. Descubriste algo grande y peligroso, Jodie. Vas por buen camino. — alaga, pero de igual forma suelta un suspiro de cansancio —. Lo único que me mantiene apoyándote es que eres honesta conmigo... Lo agradezco.
Y nuevamente me siento la persona más horrible del universo. Si tan solo supiera. Suelto mi mochila y con el uniforme puesto me echo en la cama, sintiendo un peso en el pecho y la incertidumbre abrazándome.
—Y yo solo puedo contar contigo. — le digo en un intento de ocultar mi propia culpa, pero la voz tiembla, y no puedo evitar sentirme vulnerable y perdida en medio de este torbellino de secretos y mentiras que he involucrado.
—Te mandaré un paquete con las pruebas de Bracco mañana. Recuerda llevarlo siempre contigo, yo tengo más copias.
—Vale, buenas noches. — intento sanjar la conversación, pero me llama antes de que cuelgue.
—No revises redes sociales. Promételo. — pide con seriedad.
—Lo prometo. — respondo, pero él no sabe que cruzo los dedos justo frente al teléfono, demostrando una vez más que soy una mentirosa.
Mi amigo cuelga, y yo me quedo nuevamente sola con mis pensamientos, mi maldita, enferma y falaz cabeza. Con algo de duda, tomo mi teléfono y lo desbloqueo. Tengo un mensaje de varios números desconocidos; uno afirma ser Kamil y dice que Hazel lo mandó a llevarme unas cosas, otro, que me hace fruncir el ceño, es un simple "te vigilo", junto a las fotos que encontré en mi casillero. Bloqueo el número de inmediato ante eso, y lo demás son mensajes de Xavier. Con algo de miedo, busco Twitter, donde el maldito hashtag está en primer lugar. Oprimo con temor, pero apenas escucho el bullicio, me salgo de la app y tiro el teléfono a un lado, sintiéndome atrapada en un torbellino de angustia y paranoia.
Me doy cuenta de que estoy en un estado mental deteriorado, que necesito ayuda, pero siento que no puedo buscarla. Esto es más grande que yo, más grande que Xavier, más grande que todos nosotros. Esto se trata de justicia y la verdad que estoy decidida a obtener.
—Estaré bien. — repito mientras abrazo mis rodillas lastimadas y trato de dormir —. Estoy a salvo.
En menos de un minuto, caigo en un profundo sueño, preparándome para enfrentar otro día en el infierno que se ha convertido mi vida.
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