Reencuentro
Las ruedas sonando sobre la tierra del camino, el sol pegando fuertemente a esa hora de la tarde, el vacío de ruido en la carretera junto al cartel que ponía Bienvenido a Smallville le traían muchos recuerdos a Bruce. Esas sensaciones no solo estaban relacionadas con la Casa Wayne de verano a la que solía ir de niño con sus padres, sino que también le recordaba el vecino de al lado que siempre espió desde la ventana más alta de la casa y que había sido el primer objeto de enamoramiento desde que tenía capacidad de razonar.
Miró por el retrovisor, Dick, su pequeño cachorro, dormía como un lirón a pesar del calor que hacía a esa hora del día. Le había dicho que irían de vacaciones de verano a esa casa en Smallville de la que siempre le habló, pero donde nunca quiso llevarlo. El pequeño nunca estuvo más emocionado de visitar un lugar, Bruce con frecuencia habló sobre ese sitio que, con el paso de los años, se convirtió en una elemento de cuentos de fantasía. Ahora, finalmente, podía visitarlo, aunque después de unas dos horas de incordiarlo desde la parte de atrás del coche, se había quedado dormido.
Para ser sinceros, Bruce no tenía idea de cómo explicarle a un niño de diez años que Wayne Enterprise tenía problemas legales, que estaba siendo investigado, que Wayne Manor estaba ahora bajo la custodia de la fiscalía mientras se aclaraban las acusaciones en su contra y que todos sus bienes y cuentas estaban congelados, excepto por esa casa de verano a la que nunca había querido regresar, porque era la única propiedad que estaba a nombre de Alfred por ciertas razones del pasado que desconocía. El mayordomo se quedó en Gotham ayudando a templar el ambiente, mientras el omega sacaba a su hijo rápidamente de la ciudad antes de que nadie descubriera que tenía un cachorro y su pequeño se convirtiera en el centro mediático.
Pudo ver desde lejos su antigua casa, pero justo delante, igualmente, pudo divisar la casa de los Kent. Siempre fueron buena gente, siempre se había llevado bien con Clark y no solo porque le gustara, sino porque el alfa que tenía como vecino fue, en todas las cosas que recordaba, especial de una manera que lo hacía sentir querido.
Smallville le traía muchos recuerdos, desde su enamoramiento del vecino hijo de los Kent, pasando por la vez en la que dañaron algunos maizales cuando su celo se salió de control y terminando con la sopresa cuando se dio cuenta que la divertida noche le había dejado un regalito más allá que la satisfacción física. Miró de nuevo por el retrovisor a su regalito que tenía por costumbre recordarle los ojos de Clark, en su defecto, también hacía berrinches y lo pateaba detrás del sillón mientras conducía como un juego divertido. Le colocó por nombre Richard, aunque prefería que lo llamaran Dick.
Nunca quiso que Clark lo supiera. Lo primero que pensó en hacer a sus dieciocho años, tras darse cuenta de que estaba embarazado una vez regresara a Gotham, fue realizarse un aborto, pero no tuvo ni una pizca de valor y, al final, la idea de tener un mini Clark cerca suyo y que nadie le pudiera quitar fue agradable, al menos, ya no estaría tan solo. Pensó en decírselo a Clark, pero entonces recordó que el adolescente estaba a punto de recibir una beca para estudiar periodismo en Metrópolis y se sintió mal ponerle una responsabilidad que arruinaría toda su vida. Bruce era millonario, Bruce podía solo.
Fue mientras conducía con ese calor de la tarde que volvió a ver a Clark después de diez años, un poco lejos, caminando por el campo de maizales que había a un lado de la casa de los Kent. Apretó el volante porque no entendía los motivos de su corazón al acelerarse ante una estupidez como esa.
—Ese alfa pulgoso sigue aquí —Dijo mirando aún tras el cristal polarizado. Había pensado que Clark ya no vivía allí, que estaba instalado en Metrópolis viviendo una nueva vida lejos del agotador campo —Solo voy de desgracia en desgracia —Negó con la cabeza, pero no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa —Maldita sea, ¿Por qué seguirá igual de bueno?
—¿Quién es un alfa pulgoso? — La voz de Dick lo hizo volver a mirar a la carretera.
—¿No estabas dormido? — Miró por el retrovisor. El cachorro parpadeó un par de veces antes de hundirse en el asiento.
—Nuh uh.
—Ya hemos llegado —Solo fue conducir un par de metros antes de llegar frente al porche que guardaba muchos recuerdos de su infancia. Estacionó allí a la vez que daba un suspiro. Iban a ser unas vacaciones muy largas — Quédate aquí un momento, ¿Vale? Voy primero a revisar algo —Bajó del auto.
Dick vio a su padre dar la vuelta tras la casa, miró a todos lados y se desabrochó con maestría el cinturón, un truco que le había ganado muchos regaños. Bajó del coche y caminó hacia la valla que separaba su casa con la de al lado para espiar el otro lado mientras pensaba en el alfa pulgoso al que su padre se refería.
Clark se había percatado del coche nuevo, aunque imaginó quien podría ser su propietario y su corazón se aceleró por eso, prefirió guardar la calma y acercarse a la valla donde el pequeño cachorro se dirigía también
—Hola, amigo, ¿Estás perdido? —Miró a todos lados, ningún adulto responsable estaba a la vista y esa había sido la forma más ilógica de comenzar la conversación con un niño. Dick se bajó de la cerca, ya estaba montando un pie en la tabla para saltar cuando el hombre que había visto antes tras la ventana lo sorprendió.
—Nuh uh —El pequeño cachorro negó varias veces con la cabeza. Clark lo miró con una sonrisa, había algunos niños en el pueblo, pero, como en cualquier lugar pequeño, todos se conocían— Estoy esperando a mi papá.
—¿Quién es tu padre? —Miró hacia atrás, esa era la propiedad de los Wayne cuyo propietario hacía diez años no veía. Sintió que su corazón se aceleraba un poco más al ver el auto negro e imaginar quién podría ser el dueño de ese coche y del niño que tenía en frente. Tal vez estaba equivocado y ahora pertenecía a otras personas —Nunca te había visto por aquí —Había escuchado en su trabajo, por obvias razones, muchos rumores sobre la posibilidad de que Wayne tuviera un hijo, si lo tuvo, nunca lo presentó oficialmente y tampoco lo dejó ver de ninguna cámara. Miró de nuevo al niño que lo estaba mirando con una sonrisa burlona.
—Es Bruce, ¿No lo conoces?—Preguntó con un deje de inocencia, era su oportunidad para saber a qué se refería su padre —Antes te vio por la ventana del auto y dijo Ese alfa pulgoso sigue aquí. Solo voy de desgracia en desgracia —A Clark pareció acelerársele el corazón ante la mención de Bruce. Quería preguntar en ese momento muchas cosas, pero no podía interrogar al pequeño niño.
—¿Eso dijo? — Fue lo único que pudo salir de su boca.
—Después dijo que seguías igual de bueno, pero no sé qué significa eso —Clark quería reir, de pronto una felicidad lo invadió al pensar de nuevo en el omega.
—¡Dick! —Ambos miraron hacia atrás. El pequeño cachorro corrió hacia el omega y Clark no pudo evitar sentir que tenía de nuevo quince años y que todo su ser se alborotaba como cuando vio a Bruce en el primer verano de su hormonal adolescencia parado en el porche, con cara de pocos amigos, hacía ya muchos años —Te dije que esperaras en el coche—Bruce espetó al cachorro que solo se prendió de su mano en un acto inocente. Clark se quedó mirando la escena, estaba demasiado cerca como para que el omega pasara de él.
De pronto, Bruce lo miró con un semblante resignado.
—Bruce Es bueno volver a verte— Quería decir algo más, preguntar el porqué nunca jamás contestó sus mensajes o el porqué no regresó al verano siguiente, quería una explicación sobre el niño que tenía agarrado de la mano como si la vida le fuera en ello, pero no era como que tuviera derecho.
—Lo mismo digo —No parecía el tono elegante, misterioso y coqueto del Bruce que conocía, parecía más bien una respuesta ambigua y nerviosa.
La mirada del alfa pasó entre Bruce y el cachorro. ¿Cuántos años tenía Dick? ¿Era por eso que Bruce había decidido no volver? ¿Fue porque? De pronto su cabeza comenzó a hacer algunas cuentas, las conclusiones a las que estaba llegando no le hacían demasiada gracia, pero tampoco tenía certeza de nada de lo que estaba pensando.
—Creí que nunca volverías —Miró a Dick, que ya estaba jalando de la mano de Bruce —Y menos con un
—Yo tampoco —Bruce lo interrumpió, no parecía muy feliz con su acusación. Lo vio nuevamente coger la mano de Richard —Me tengo que ir —Ni siquiera le dio tiempo a Clark a decir nada cuando el omega ya estaba jalando al cachorro con él dentro de la casa.
Recordaba la última vez que lo vio. Fue a finales del verano. Él estaba a un par de semanas de mudarse a Metrópolis para entrar a la universidad y Bruce a unos días de dejar la casa de verano para seguir con su vida en la sombría Gotham. Solo recuerda ver al omega bajar del porche, acercarse a la cerca y mirarlo con una leve sonrisa después de darle un cálido beso en la mejilla. No le dijo nada, pero Bruce nunca fue bueno con las despedidas y eso le daba la seguridad a Clark de que volvería a verlo al verano siguiente. Sin embargo, tras ese beso y verlo por la ventana del coche mover su mano en una despedida, nunca volvió a verlo, hasta ahora.
Siempre pensó que hizo algo malo, que Bruce consiguió algo mejor, pero ahora la gran duda vivía en su mente. No era capaz de despegar la vista del porche ajeno y de imaginar al pequeño cachorro que estaba con él, ¿Y si Dick fue? No, Bruce no le haría eso, se lo habría dicho, nunca le hubiera mentido de esa manera porque una vez juró amarlo mientras hacían el amor revolcados en la tierra. Tal vez se avergonzó de saber que estuvo con alguien más y no quiso decirlo, Clark podía entender eso, lo que no entendía eran los motivos por los cuales nunca se lo dijo y lo desechó como si nada.
— Papá, ¿qué tanto miras? —Dick se acercó por detrás de Bruce a espiar también por la ventana. Se peleó un poco con la cortina antes de tirar de ella y hacerla caer con la barra y todo sobre Bruce.
—¡Dick! —La risita del niño evitó que se molestara, desenredó al cachorro de la cortina que se envolvía como toda una culebra en él— Ahora quién va a poner la cortina —Miró arriba, Alfred siempre se encargaba de esas cosas —¿La has roto? —En efecto, el enganche se había desprendido de la pared y ahora ya no existía nada que sostuviera la barra. La casa estaba muy abandonada y necesitaba una mano de obra que, definitivamente, Bruce no tenía idea de cómo dar —¿Qué vamos a hacer ahora sin cortina? —Miró al cachorro que se encogió de hombros.
—Tal vez el vecino sí sepa poner cortinas —Miró a su padre con carita de inocencia, aún tenía mucha curiosidad por el alfa de al lado. Además, nunca había tenido vecinos. Los Drake fueron vecinos, pero nunca estuvieron y tampoco se sintieron como tal, así que ellos no contaban.
—No vamos a decirle al vecino que nos ponga la cortina— Bruce cogió todo el desastre y lo puso a un lado —Va a pensar que somos inútiles.
—¿Y no lo somos? —Dick chilló riendo ante el agarre con cosquillas de Bruce cuando dijo eso.
—¿Crees que soy un inútil?
—¡No! ¡Papá! ¡Detente! —Chilló más fuerte, riendo con mas intensidad hasta que Bruce cedió y lo dejó libre.
—Lleva las maletas arriba, vamos —Vio al cachorro correr escaleras arriba con la maleta —¡No corras por las escaleras! —Gritó antes de él también ir por sus cosas.
Se hacía un poco más tarde, Clark no podía parar de pensar en que Bruce estaba en la casa de al lado con un cachorro. Su cabeza daba vueltas una y otra vez pensando en las razones por las que había vuelto hasta que tuvo que buscar por internet para saber si encontraba algo. Cuando era más joven, se juró nunca mirar la farándula que hablaba sobre Bruce, le parecía una trasgresión a su intimidad, porque en su momento nunca le pareció que nada de lo que dijeran hacía justicia al Bruce que conocía, pero ahora, simplemente no podía no saber al menos una mínima parte de lo que estaba pasando. Se quedaría más tranquilo si no encontraba nada y podía seguir imaginando que Bruce, por algún motivo, simplemente vino a pasar vacaciones como antaño.
Sin embargo, lo que leyó no le gustó demasiado. Wayne Enterprise había sido acusado de desviar fondos, lavar dinero, trabajar con la mafia y muchas otras cosas más. Estaba envuelto realmente en un problema. Aún así, no era capaz de procesar que Bruce, el omega que él conocía, fuera capaz de hacer ese tipo de cosas. Cerró el portátil, prefería mantener una imagen pristina de su Bruce por un tiempo más.
Miró de nuevo por la ventana que le dejaba mirar el porche ajeno. Hacía rato que vio la cortina caer y ahora tenía cierta visión más limpia hacia una parte de la casa, pero los dos habitantes parecían ocupados porque dejaron de pasar por allí desde hace una media hora.
Aquella noche no pudo pegar el ojo, si estaba despierto, la idea de tener a Bruce a un par de metros lo inquietaba, si lograba conciliar un poco el sueño, su memoria le enviaba escenas de cuando era un adolescente y pasaba las tardes del verano con Bruce. La imagen de aquella vez en los maizales y el último beso que le dio como que si nada pasara se repetía en su cerebro una y otra vez como una dulce tortura.
Finalmente, decidió que esa noche no iba a dormir, prefirió tomarse un café, respirar hondo y quedarse sentado cerca de la ventana para mirar el amanecer de un nuevo día.
Se puso a regar las plantas demasiado temprano, el sol apenas había despuntado cuando ya estaba fuera, usando su actividad matutina como excusa para mirar al porche vecino. Bebió otras dos tazas de café, desayunó, barrió la entrada, aunque eso no tenía el más mínimo de sentido, esperando que Bruce saliera o, al menos, se asomara por la ventana sin cortina.
Lo vio, con una taza de café asomarse por la ventana casi a las diez de la mañana y, luego, fruncir el ceño cuando vio a Clark mover su mano en señal de saludo. No pudo evitar reír ante su falsa acción de cerrar una cortina que no existía y luego su cara de enfado que lo hizo moverse lejos de la sala. Seguidamente vio a Dick con una sonrisa saludarlo enérgicamente mientras saltaba en el sofá antes de que Bruce dijera algo de fondo y lo hiciera sentarse a comer algo.
Pasadas un par de horas, Clark se estaba volviendo un poco loco en su propia casa, se regañó internamente, pero no podía soportarlo más. Dejó lo que estaba haciendo para dirigirse hacia la puerta de Bruce, ni siquiera tuvo que tocar porque Dick ya le estaba abriendo la puerta. Pequeño espía.
—Hey, hola —El alfa le sonrió al cachorro que lo miraba con complicidad.
—Hola. Papá está en la cocina peleándose con el horno— Clark tuvo que intentar no reír, era demasiado adorable.
—¿Puedes decirle que estoy aquí? —El niño asintió y lo vio correr dentro de la casa para luego sentir a un Bruce malhumorado clavarle la mirada.
—¿Sucede algo? —Lo vio preguntar molesto, pero era esa molestia que había conocido hace tiempo. Ese enojo Wayne que quería expresar que no lo quería cerca pero que, en el fondo, estaba feliz de verlo.
—Pensé que recordarías que hoy se inaugura el festival de Smallville —Bruce arrugó el entrecejo, había olvidado la estúpida fiesta pueblerina, aunque, a decir verdad, tenía muchos recuerdos de haberla celebrado con Clark, no exactamente en el centro de la ciudad, pero sí en sus escondites secretos —. Me preguntaba si querías ir, seguro que a Dick le gusta.
—¡Sí! Papá, ¿Podemos? ¿Podemos? Di que sí —El más pequeño de pronto estaba revolucionado y Bruce, primero, le lanzó una mirada de odio a Clark, segundo, miró a su hijo con algo de resignación.
—Supongo que sí —. Necesitaba algo en donde ayudar a descargar toda la energía del niño y, además, distraerse de todo lo que pasaba. También necesitaba con urgencia un respiro de esa casa que parecía caerse a trozos. No sabía como era que Alfred lo hacía. Además, tenía que despejar su mente para comenzar a pensar en lo que diría la siguiente semana en el juicio contra Wayne Enterprise y con todo lo que estaba pasando no había tenido oportunidad de dejarse en blanco ni un minuto.
—Genial —Clark era el más feliz de todos, aun cuando no estaba saltando de felicidad —. ¿Qué tal si paso por ustedes más tarde? Podemos comer algunas mazorcas*.
Bruce no estaba muy feliz, pero asintió. Clark parecía querer decir algo más, pero decidió dar media vuelta e irse. Después, Bruce lo vió tras la ventana dar un salto de emoción a medio camino y girar de nuevo para cerciorarse de que nadie lo había visto en esa actitud infantil.
Cuando regresó a la cocina para poder pelearse de nuevo con el horno que había decidido no encender, se sintió de nuevo con quince años. Nervioso, temeroso, estresado ante la idea de pasar tiempo con Clark a solas y tener que hablar nuevamente con el alfa en una conversación mucho más profunda.
Quería negarse lo que estuvo sintiendo por Clark todos esos años, pero no podía simplemente eludirlos, menos ahora que tenía a esa persona delante. Miró a Dick correr por allí y no pudo evitar sentir que su estómago se revolviera ante la idea de que el alfa se enterara de que ese cachorro era realmente hijo suyo, ¿Sospecharía algo? ¿Se enojaría si se enteraba? ¿Haría algo para quitárselo? De pronto estaba mareado y enojado. Nadie le quitaría su cachorro, era suyo, lo crió con amor, esfuerzo y desesperación, aunque nadie nunca lo creyera.
Si nunca le dijo nada a Clark era porque no podía. Eran unos adolescentes, su relación que, según Bruce, se había basado solo en caricias y sexo de verano, no iba a ninguna parte con un niño de por medio. Todo fue mejor con el alfa fuera de la ecuación y con su cachorro lejos de cualquier cosa que le hiciera daño.
La noche llegó demasiado rápido para su gusto. El pequeño Dick estaba bastante feliz de poder elegir ropa especial para la ocasión. Bruce, en cierto modo, también estaba un poco emocionado por poder pasar una velada con Clark. Fueron tantos años de no verlo, que ese simple hecho lo tenía con el corazón como una locomotora, aunque no quisiera y aunque no fuera a admitirlo.
Cuando la puerta sonó bajó rápidamente tras de un alocado Dick, pero, antes de abrirla, o mejor dicho, de que Dick la abriera, se recordó guardar la compostura. Se supone que era una salida resignada.
Clark saludó al cachorro con un movimiento de manos imposible de entender para Bruce, luego, levantó su mirada hacia el omega. Frunció el ceño ante su brillante sonrisa, ¿qué le hacía creer al alfa pulgoso que podía estar tan feliz de verlo?
—Pensaba que no podías verte mejor —El elogio hizo poner nervioso a Bruce, que intentó opacarlo mirándolo con desdén —También me miraste así la primera vez, ¿recuerdas? —La risita del alfa le hizo transportarse a aquellos días, concrétamente a ese primer día de verano cuando había dejado de ser un niño y se presentó como alfa.
—No —Dijo con aires indiferentes y lo empujó un poco para cerrar la puerta.
—¿Aún guardas una copia de la llave tras el granero? —Recordaba eso. Alfred no estaba muy seguro de que vagar por el campo en las noches era un buen lugar, pero Bruce siempre fue un maestro del escape y las entradas. Guardaba una copia desconocida para el hombre mayor de la entrada para poder llegar y salir a sus aires. Clark no estaba seguro si Alfred alguna vez se enteró de sus escapadas a las dos de la mañana, y si lo hizo, al menos, Bruce nunca se lo contó.
—Si alguien alguna vez entra aquí sin permiso, sabré que fuiste tú.
—¡Papá! ¡Rápido! —Dick ya había dado varias vueltas corriendo mientras esperaba a los mayores. No sabía de qué tanto hablaban pero se estaba cansando de tener que esperarlos —¡Quiero comer las mazorcas de las que habla Clark!
Ambos mayores bajaron, siguieron el camino que llevaba al centro de la ciudad mientras Dick corría por delante gritando que fueran más rápido. El alfa intentó iniciar una pequeña conversa, pero se rindió después de recibir solo monosílabos y asentimientos malhumorados como respuestas. Bruce quería decir algo más, pero el miedo a pensar que la conversación iba a tirar por los viejos recuerdos y por lo que había hecho los últimos diez años, no lo dejaba.
Finalmente llegaron al centro. El sol comenzaba a ponerse y era cuando la feria del pueblo comenzaba a tener su máximo apogeo. Había bastante gente para ser solo una pequeña villa, así que Bruce se vio obligado a coger la mano de Dick para evitar perderlo y seguir de cerca, muy de cerca a Clark para tampoco perderlo.
Recordó de las feria el concurso de vegetales extrañamente gigantes, los pasteles más dulces de las señoras del pueblo y a Clark peleando con el puesto de dardos porque nunca era capaz de atinar al centro y ganar nada.
—¿Puedo intentarlo, papá? —Bruce asintió y compró algunos tiros.
—Esto es un engaño, ¿Sabías? —Clark estaba tras de él cruzado de brazos.
—Que seas un mal tirador no significa que es un engaño —Bruce, por primera vez en la noche, soltó una pequeña risa —Recuerdo que se te salió una mala palabra para luego disculparte unas veinte veces con el tendero por haberlo insultado —Vio a Dick soltar un quejido al fallar su primer tiro. Su mohín le recordó al de esa feria con Clark —Al final le diste tanta pena que terminó por darte un premio, solo para que te callaras.
—De todas las cosas que podrías recordar. Tenías que recordar eso —Aún se sentía avergonzado por ese hecho. Otro quejido de Dick por haber fallado una segunda vez.
—Creo que es el mejor recuerdo que tengo de esa feria —Bruce no lo miraba, pero Clark estaba observando su perfil sonriente mientras veía a su hijo y recordaba aquella escena tan vergonzosa.
—Yo tengo uno mejor —Bruce lo miró y Clark apartó su vista para mirar al pequeño Dick fallar una tercera vez —Detrás del tractor, donde ponían el vegetal más grande.
Oh, sí, allí se dieron su primer beso. La memoria no le fallaba en eso.
—Vamos a comer mazorcas, Dick —El omega agarró a su cachorro y lo arrastró lentamente a otro puesto, antes de escucharlo que quería jugar otra vez y de tener que contestarle a Clark eso.
El alfa consiguió unas mazorcas al estilo Smallville para Dick, también se las enseñó a comerlas como lo había hecho en su tiempo con Bruce. Fue bonito, había algo en Dick que lo conectaba y lo hacía querer enseñarle cosas. Había algo en Dick que le recordaba a sí mismo, tal vez eran sus ojos azules, la forma devota en como miraba a Bruce o la charla enérgica que siempre tenía en la punta de la lengua.
Por un momento se imaginó que estaba en familia. Que Bruce era suyo, que el pequeño cachorro que estaba untado de mantequilla por toda la cara, las manos y el pelo mientras el omega lo limpiaba y gruñía por lo bajo al mismo tiempo, también era suyo. Se sintió bonito por un momento pensar que esa era su familia y que esa noche solo le quedaba llegar a casa a contarle un cuento al más pequeño y luego ir a la habitación de su omega para hacerle el amor con toda la pasión que tenía dentro.
Pero esa no era su vida, y se preguntaba quién había sido el alfa que dejó a Bruce con un cachorro solo. Por qué Bruce nunca dijo nada, por qué se fue, por qué nunca le presentó a Dick. Clark nunca se hubiera enojado.
—¡Clark! —La risita de Dick y el grito del otro lo sacó de su pensamiento. De pronto habían caminado frente al tractor donde la costumbre de exponer el verdura más grande que se había cultivado seguía vivo.
—¿Qué? —Miró a la verdura y luego a Bruce.
—No sé. Nunca había visto un pepino tan grande.
—¿Estás seguro de que no? —No sabía por qué dijo eso, pero la mirada desconcertada de Bruce ante el chiste lo hizo odiarse internamente.
—Yo nunca había visto uno —El pequeño Dick se metió en la conversa de manera inocente —Alfred siempre los lleva cortados a la mesa—. Bruce volvió a mirar al vegetal y se rió.
—Creo que a Clark le gustan más enteros —Clark miró a Bruce aún más desconcertado.
—¿De verdad? Iugh —La pregunta de Dick y su cara de asco ante un nivel de conversación más ingenuo lo dejó un poco K. O.
Bruce se estuvo burlando de él un poco más, haciendo referencias insanas que solo Clark entendía y que Dick se estaba perdiendo porque las estaba tomando demasiado literal. Sin embargo, por verlo sonreír, se sintió agradable. Bruce siempre fue descarado cuando estaba con él, tener un poco de eso una vez más fue un réconfort para su ser interior.
Clark se recostó en el sillón de la casa de Bruce. Estaba seguro de que eran más allá de las dos de la mañana, que Dick se hubiera quedado dormido en el camino en los brazos del omega lo decía todo. El sillón olía Bruce, seguro que estuvo sentado allí gran parte de la tarde, aunque no tuvo ocasión de verlo porque, después de su arranque de espionaje de la mañana, tuvo que usar su media tarde para escribir el blog del Daily Planet.
—Hey —Vio bajar al omega por las escaleras. Parecía cansado, un poco mayor, pero igualmente hermoso —Gracias —Le sonrió, como hacía muchos años no lo vio sonreír.
Casi que se puso nervioso como su yo adolescente cuando el omega se sentó a su lado en el sofá.
—Te extrañé —Dijo Clark sin mirarlo. Tal vez no era el momento más oportuno, pero sentía la necesidad de sacarlo de su pecho —Nunca dijiste adiós, pero imaginé que era porque regresarías en algún momento —Bruce no dijo nada — Y Dick
—No sé—Ambos se miraron por un segundo y Bruce creyó que tendría un paro en ese momento. Se mantuvo en su duro semblante y apartó la mirada de Clark solo unos segundos después — de quién es. Si es que lo querías preguntar —No tenía porqué explicarse, pero aún así sintió la necesidad de hacerlo para sentirse tranquilo.
—Ya. No importa. Es adorable, se parece a ti —La mano de Clark se estiró y tocó la mejilla del omega. Bruce no pudo evitar inclinarse y ronronear ante el tacto. Él sí que había extrañado tanto esas caricias.
Se sentía tan imbécil. Qué habría pasado si se lo hubiera dicho, tal vez Clark lo hubiera aceptado, pudieron haber tenido una vida juntos. Pero el hubiera era algo que no existía.
—También te extrañé —Se quitó del toque, simplemente no podía retractarse después de diez años —Deberías irte. Me voy a dormir —No podía soportar ver más a Clark, no así, no sabiendo que le estaba mintiendo tan descaradamente.
El alfa no dijo nada, pero se levantó. Salió por la puerta y Bruce se quedó allí, sentado en el sofá que ahora olía un poco a Clark. No quiso mirar por la ventana porque sabía que no tenía cortina y que, inevitablemente, se encontraría con la imagen de Clark.
Ya tenía a Dick que le recordaba día a día al alfa de su vida, no necesitaba al propio alfa delante suyo revolviéndolo todo.
Aunque lo deseaba.
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*La mazorca es el fruto de la planta del maíz, creo que todos sabemos que es, pero como el lenguaje es tan variado en algunas zonas, sobre todo cuando se trata de comida, lo aclaro. También se les llama choclo, chócolo, jojoto y elote.
¿Les gustó? ¿Cómo creen que reaccionaría Clark ante una noticia así? Espero sus opiniones.
Espero poder subir el segundo capítulo muy pronto, ya tengo la mitad escrita, así que(?).
¡Ten una linda semana!
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