Capítulo 21. Si pudiera de volver el tiempo
Podré soportar todo en esta vida y lo que venga en un futuro, pero lo que no puedo soportar es ver como las hebras de mi cabello caían en aquel piso de mármol para luego verlas irse a la basura como si mi cabello fuera cualquier cosa, como si fuera un virus, como si fueran una cosa fea que se debería desechar.
Es un drama, de mi parte, pero me dolía ver como peinaban mi cabello pera luego meter las tijeras en él y a su vez tiras de cabello se desprendían de mí, de algo que me pertenecía solamente a mí.
Suelto un suspiro y regreso mi atención a terminar de poner mi cadena en mi cuello.
Después de que regrese de la escuela, mamá cumplió con su palabra a un sabiendo que me opuse y me negué a cortarme el cabello, ella aun así, me llevo a que me cortaran mi cabello, sin embargo, no deje que me lo cortaran a su gusto, sino al mío, al final tuve que aceptarlo lo obvio por lo que elegí que mi cabello lo cortaran en capas y que me quedara al ras de mis hombros.
Dejando de lado el drama de mi corte de cabello, espero poder hablar hoy con Raúl, ayer pasaron tantas cosas que ni tiempo tuve de pensar en un poco en él, sin embargo, mi corazón resintió su ausencia.
—¿Ya estás, lista? —pregunta mi mamá, llamando mi atención. Ella se encuentra sentada en la mecedora, pues desde que regreso del seguro con mi hermana, no ha podido dormir bien en la cama y termina dormida ya sea en la mecedora o en el sillón.
—Sí. —informo terminando de ponerme mis zapatos al tiempo que tomo mi nuevo cocuyo como mi mamá les llama a los pasadores.
—Bueno, entonces date prisa que no demora en llegar Carlos y ya sabes cómo es a veces. —dice levantándose de la mecedora y acercándose a la barra, donde empieza a buscar algo.
Asiento y en ese momento se escucha el sonido de una bocina tan conocida para mí.
—¡Llego! ¡Ay dios! —espeto y comienzo a darme prisa, a tomar mis cosas como una loca antes de que me deje Don. Carlos.
—Corre, Belén. Que te va a dejar y tu tío no está para que te lleve en la camioneta a la escuela. —vuelve a decir mi mamá con gesto serio al tiempo que me entrega cincuenta pesos y los tomo enseguida guardándolos en la bolsa de mi falda.
Vuelvo a sentir.
—Ya me voy, al rato vengo. —respondo tomando por fin mi mochila y cerciorándome de que no dejo nada importante antes de salir casi corriendo al dizque portón.
—Ve con cuidado. —grita mi abuelita desde el poso, seguro anda haciendo la lumbre para el café.
—Sí. —espeto y avanzo con un poco de prisa hacia la camioneta. Abro la puerta e ingreso aquel espacio tan cálido para mí, ignoro a las personas que se encuentran ahí y añado-, buenos días, Don. Carlos.
—Buenos días, Belén. —responde Don, Carlos mirándome con una sonrisa por el espejo al tiempo que mueve la llave de la camioneta y el motor ruge.
Y la rutina se repite nuevamente, como es costumbre. Tomo un suspiro y me pierdo de nuevo en mis pensamientos, en el paisaje y en la canción que suena en la radio, Despacito de Daddy Yankee y Luis Fonsi es la canción y sin poder evitarlo sonrió, porque la letra de dicha canción me trae recuerdos.
Sí, sabes que ya llevo un rato mirándote
Tengo que bailar contigo hoy.
Vi que tu mirada ya estaba llamándome.
Muéstrame el camino, que yo voy.
Tú eres el imán y yo soy el metal Me voy acercando y voy armando el plan
Solo con pensarlo se me acelera el pulso
Ya me está gustando más de lo normal
Todos mis sentidos van pidiendo más
Esto hay que tomarlo sin ningún apuro Despacito...
Suelto un suspiro inesperado.
La melodía sigue sonando y yo me sumerjo más y más en mi mente al punto de olvidar todo lo que me rodea en este momento incluso debo decir que en estos días que han pasado, no he soñado con aquel ser de ojos extraños, con aquel ser de vos siniestra y sonrisa macabra, por un segundo temí que la noche callera y que mi mente la diera acceso aquel ser misterioso que atormentaba mi mente, pero por muy extraño que parezca, no fue así, mi noche fue tranquila, mis sueños fueron normales y aquel ser no apareció de nuevo y espero que así sea por durante mucho, mucho tiempo.
No es que yo quiera soñar con eso, que la verdad para mí, ya hasta cierto punto me da una sensación de miedo, pero es que tengo que admitir que sus palabras me dejaron intrigada y es que ya ni sé que creer, si realmente eso que he soñado es cierto o solamente es uno más de mis sueños extraños que tengo. Vaya caso más contradictorio que tengo.
—¿Belén? —espeta alguien a mis espaldas, en la lejanía de mi mente logro conocer la voz.
—¿Si? —pronuncio ausente, sin mirar a la persona que me habla.
—Me puedes dar espacio para poder salir, por favor. —murmura aquella voz dulce y tranquila, dichas palabras provocan algo en mi mente, que al instante algo hace clic y regreso a la realidad.
—Claro. Discúlpame. —musito mostrándole una fugaz sonrisa y rápido tomo mi mochila y salgo de la camioneta seguida de Sandra que sale al poco tiempo.
—Gracias. —espeta acercándose a la ventanilla del conductor para pagarle a Don. Carlos.
Aun con los efectos de mi mundo paralelo, logro darle un asentamiento de cabeza al tiempo que ella se aleja, se acomoda su mochila en sus hombros y comienza a caminar hacia la escuela.
Muevo la cabeza y miro a Don. Carlos, quien hasta este momento no me había dado cuenta de que me estaba mirando con una ceja elevada y una sonrisa ladina.
—Gracias Don. Carlos. —musito colgándome la mochila, me hago a un lado, dándole espacio a los demás para que le paguen el viaje.
—Ándale. —responde sonriendo mientras hace rugir el motor de la camioneta, doy media vuelta y avanzo a la florería sin mirar a las personas que están ahí y justo cuando voy alejándome de ellos, escucho la voz de Don. Carlos—, Ay, el amor, el amor.
Sus palabras hacen eco en mi mente causando que por un segundo me tense, mi corazón palpite demasiado rápido y mis manos comiencen a sudar, pero una conversación que se va dando delante de mí hace que olvide mi parálisis por un instante y centre mi atención en las dos personas que al parecer una no sé hada cuenta de mi presencia, sé que es mala educación escuchar conversaciones ajenas, pero, realmente esta si me incumbe y más cuando mi nombre va incluido en ella a pesar de que no han pronunciado no nombre explícitamente, pero lo sé, tengo la sensación de ello.
—Y dime ¿realmente nunca la quisiste? —pregunta, Isela, la sangregorda de mi prima y vecina a la vez.
—No lo sé, sinceramente tenerla aquí mismo en el lugar donde la veo casi todos los días, me tiene un poco confundido. —responde Armando, soltando un suspiro como de… ¿Cansancio?
—Pero, aun así recuerdo que ella nunca fue capaz de darte un beso, ¿o es mentira? —vuelve a preguntar Isela, pero ahora con un tono de voz un poco seco.
—No, eso sí es cierto. Nunca nos besamos. —informa Armando mirándola por un corto segundo, para luego desviar su mirada hacia delante mientras guarda silencio, como sumiéndose en sus pensamientos.
—Y por eso la terminaste. —afirma ella, captando el silencio de él y rápidamente añade—, dios aún recuerdo como nos ponías a Dansy y a mí a convertir sus tontas cartas en corazones de papel, todos cursis, por cierto.
—¡Por dios cállate! No me recuerdes esa etapa. Aparte en ese tiempo yo tenía que ¿15 años? ¿16 años? No lo sé, pero… ah… ¿Sabes qué? Olvídalo me estresas. —espeta alzando un poco sus brazos y apresurando sus pasos, lo cual hace que se aleje de Isela unos metros.
—Oh, pero no te enojes. —dice poniendo un puchero y haciendo su tonto fleco a un lado, al tiempo que sus ojos se abren en sorpresa como si hubiera recordado algo—, ya se por qué andas así. ¡Oh dios!
—No lo digas, no te atrevas a decirlo. —se apresura a decir Armando, sin pensar en lo que su compañera dirá mientras talla la punta de su nariz.
—Estás extraño, porque ella no te busco como su chambelán para sus 15 años, por eso andas así. —afirma Isela mientras lo apunta con un dedo y en su rostro si dibuja una sonrisa de triunfo.
—Olvida lo que te dije. Olvida todo lo que te he dicho. —espeta dando por terminado el tema, cansado de escuchar las palabras de la chica y en ese momento él mira hacia atrás de la chica encontrándose conmigo, este al verme, su rostro se tornó sorprendido, y ¿quién no? Sabe que escuche algo de lo que decían, pero lo que él no sabe es que escuche todo, de principio a fin.
Nuestras miradas conectan por un par de minutos, pero nada es eterno porque así como conectaron, rápido desviamos la mirada hacia otro lado, evitando afrontar algo que nunca hablamos y es que, pese a los años, sinceramente no estoy lista para presenciar en sus ojos aquella información que pueden darme, aquella verdad de que nunca sintió algo por mí o de que solo fue una pieza más en su tablero de ajedrez.
«A veces lo mejor es vivir en la ignorancia, a saber una verdad que duela.»
No obstante, el destino tiene algo en mi contra, al instante en que mi mente formula esa frase, una punzada se instala en mi sistema, haciendo que por unos minutos cierre mis ojos, pero eso no es de gran ayuda, no calma los recuerdos que mi mente ha comenzado a proyectar, aquellas hojas de papel con forma de corazón, aquellas hojas que en su interior eran cartas, cartas que Armando me escribía.
Perdona por lo que te voy a decir y en verdad lo siento, pero ya no podemos ser novios, ya no puedo andar contigo, no lo sé, pero es que siento que ya no te gusto, ya no me pelas ni me pones atención y cada que quiero hablar contigo siempre te la pasas con tus amigas y cuando trato de estar junto a ti, tú ni me pelas y sinceramente siento que me estás evitando.
Ya me cansé de buscarte, ya me cansé de ser tu pendejo.
Y en verdad lo siento, no eres tú, soy yo.
Quizás tú nunca me amaste.
Quizá tú nunca sentiste algo por mí como yo sentí cosas por ti.
Eras la niña de mis pensamientos.
Yo te quería Mari. Pero ni modo tengo que aceptar que tú no me quieres y en verdad perdón por lo que voy a decir, quizás suene un poco hipócrita de mi parte, pero perdóname si rompo tu corazón, pero no me supiste valorar y pese a todo lo que he dicho, te amo, pero no puedo, una parte de mí no puede seguir con esto, nunca fuiste capaz de darme un significante y simple beso.
Espero me comprendas. Nos vemos, cuídate mucho y sé feliz.
Adiós mi preciosa Mari, tan linda como las olas del Mar y tan peligrosa como el mismo Mar.
Muevo la cabeza en un intento por alejar de mi mente aquel recuerdo tan triste que fue para mí, alejo de mi conciencia el recuerdo de sus palabras al llamarme y la sensación de dolor que fue para mí leer aquella carta donde decía que ya no podía seguir conmigo, donde estipulaba que terminaba nuestro extraño noviazgos.
Al parecer el destino, hoy quiere que recuerde cosas que yo ya hacía olvidadas, que ya hacía en el pasado, pero el pasado siempre regresa y no le mejor forma, pues siempre suele llegar como un huracán, como una tempestad, si, esa que es capaz de destruir todo a su paso, capas de quebrantar hasta el alma más inocente, capas de derrumbar aquellas murallas que con tanto dolor se han ido construyendo.
«Al parecer hoy no será mi día.»
Suelto un suspiro y regreso mi atención a las distintas flores de muestras que hay en los escalones de la florería, las admiro a cada una, posando mi atención en los distintos colores que cada una porta, sin duda alguna, los colores que las flores por tan, son tan preciosos, tan elegantes, es como ver la existencia de una vida naciendo ante tus ojos, las sigo detallando y mi atención termina en una flor con forma de girasol, sin embargo, tiene un color peculiar, su color es como magenta parecido a un lila o a un fucsia, es muy linda a flor.
Tomo exhalación, retiro mi mirada de flor y sigo mi curso, sigo mi destino que es hacia la puerta de la escuela, para mi buena suerte, soy una de los últimos alumnos en entrar, por lo que ya no pude verlo.
—Buenos días, Mari. — saluda Don. Tino, con su ya característica sonrisa de siempre.
—Buenos días, Don. Tino. —le respondo con una sonrisa en los labios y añado—, compromiso
—Adelante pasa. —comenta mientras se hace a un lado de la puerta para que pueda pasar.
—Gracias, nos vemos al rato Don. Tino.
—Ándale sí y aguas con ya sabes quién. Hoy llego más insoportable que antes. — informa con una mueca de desagrado al tiempo que señala hacia la dirección, sin pregunta de que hablaba, rápido supe que se trataba de la maestra Paula, mejor conocida como la histérica y comisionista de la escuela
—No me diga eso, Don. Tino. —respondo esbozando una mueca y me paso una mano por el cabello—, quien la va a aguantar al rato en la clase y para colmo nos toca con ella ahorita.
—Yo te recomiendo que subas, ella sigue en la dirección, ya ves cómo se pone a veces.
—Sí, lo sé, el otro día dejo afuera a Ferguel, solo porque llego tarde y todo porque el niño se quedó aquí abajo platicando.
—Ideática la maestra Paula.
—No, es ideática, es insoportable, yo creo que ni el novio la pela cuando anda de un humor. —comento soltando una sonrisa inesperada a lo que también Don. Tino se une por un segundo —Bueno, don tino, me voy.
Él asiente y sin esperar respuesta de su parte, me voy y con un poco deprisa, pero con precaución subo las escaleras mirando siempre abajo para no pasar un mal escalón y causar que me caiga.
Eso sería lo último que me podría pasar hoy y lo último que menos deseo que me pase, esto no es la rosa de Guadalupe, es más, si uno le presta atención a la caída en la rosa de Guadalupe, se puede notar que es más falso que el anillo que presumía Mackenzie en la secundaria, que según ella se lo compro su mamá en los yunaites.
Mentira, era más falso que ella.
Suelto un suspiro cuando termino de subir las escaleras, me detengo un momento solo para recomponer mi respiración y avanzo hacia el salón, hoy no tengo ganas de darle los buenos días a las maestras que están en la dirección, por lo que paso por ahí haciéndome como que no las veo, la puerta del salón se encuentra abierta por lo que siento un alivio no ver a la maestra ahí. Al ingresar lo primero con lo que me topo es con la figura de Mirlen—mi prima— que ya se encuentra en su lugar y mirando su celular.
Ayer no vino a la escuela, se me hizo muy raro no verla con Mackenzie.
Quizás enfermó, por eso no vino.
—Mirlen, buenos días. —saludo cordialmente al tiempo que me acerco a mi banca y dejo la mochila a un lado.
—Buenos días, Belén. —responde mirándome fugazmente para luego regresar su mirada a su celular. No le presto gran atención a su gesto, ella siempre es así.
—Al parecer somos las primeras en llegar, qué raro se siente el salón. —comento y avanzo hacia la ventana que hoy se encuentran despejadas, sin cortinas. Miro el pequeño paisaje que me muestran y me pierdo unos minutos en él, hasta que escuchó la voz de Mirlen.
—Sí, aunque es el único momento en él, se encuentra como que en silencio y con una tranquila calma. —comenta llamando mi atención, Mirlen.
—Si es cierto, tienes razón. —respondo asintiendo y en mi mente carcome la curiosidad por saber ¿Por qué falto ayer?, mi lengua palpita por soltar aquello, sin embargo, me contengo.
—Sí, y dime ¿Qué hicieron ayer? ¿Dejaron tarea? —pregunta mientras saca de su mochila una de sus libretas junto a un lápiz para luego empezar a escribir sepa que cosa.
—Dejaron un montón de cosas, ni tiempo tendremos de tomar un respiro.
—¿Por qué lo dices? Leisie no me dijo nada de eso, anoche que le pregunte.
—¿Sera por qué casi no presto atención a lo que decía Diana? Se la paso jugando con Haidt en la clase, aventándose papelitos. —comento y en ese momento llega a mi mente lo que Mateo me dijo ayer, aun no termino de creerlo.
¿Haidt sintiendo cosas por mí? Ni en mis peores sueños.
Él y yo somos como el agua y el aceite, como los perros y los gatos.
—¡Ay no! Deberás que con Leisie no se puede. —espeta Mirlen sonriendo y moviendo su cabeza.
—Ya sabes cómo es ella. —digo encogiéndome de hombros, restándole poca importancia—. Ahora volviendo a lo del proyecto, el caso es que estos últimos meses, vamos a estar muy atareados de tareas junto con un proyecto final.
—¿Proyecto final?
—Sí, será nuestro examen final para cerrar materia y Diana anda muy exigente, quiere que el proyecto vaya con el formato APA.
—¿Qué? —cuestiona sobresaltándome un poco debido al gritito de sorpresa que pego y añade rápidamente —¿Con el formato APA?
Asiento en afirmación y ella pone sus manos en su rostro, como de frustración.
—Sí y quiere que todo vaya bien estructurado, hasta con sus bibliografías y anexos.
—¡Ay no! Pues ya ni que fuera mi tesis de la universidad.
—Aunque no lo creas, parece que si lo es. —comento soltando una sonrisa ante la situación— y lo peor no es eso, lo peor es que solo tenemos esta semana que queda de abril y todo el mes de mayo.
—¿Y eso? ¿Por qué tampoco tiempo?
—Pues, según Diana, se nos vienen los exámenes finales y cierre de ciclo y para empeorar todo nos toca bailar, por lo tanto, no habrá tiempo libre.
—¿Nos toca bailar en la clausura? —espeta esbozando una mueca, la cual logro entender, a ella nunca le ha gustado eso de bailar en público y hasta cierto punto, la comprendo. Sentir la atención de personas en ti, es como tener una presión enorme en los hombros.
—Sí y los ensayos los andan organizando Diana y el maestro Ortiz.
—Ensayos, proyecto, exámenes, todo eso dijeron ayer… No, yo necesito tiempo para procesar todo esto.
—Tranquila, yo también estuve así ayer, pero lo único bueno de todo, es que el proyecto es en equipo.
—Al menos, una buena noticia, después de todo, me imagino que tuya tienes equipo, ¿cierto?
—Si, a mí me tocó estar con Juan, Dulce y para mi desgracia estar con la chocosa de Yameli.
Mirlen al escuchar el nombre de Yameli, esboza una mueca de desagrado y cuando hace el ademán de decirme algo, en ese instante entran mis amigos al salón, interrumpiendo la frase de mi prima. Ambas dirigimos la mirada hacia al pequeño grupito escandaloso que acaba de entrar y sin poder evitarlo esbozo una sonrisa al ver a Edmund, Katia, Mateo, Claudia y por su puesto a Mateo y Haidt.
—Buenas, buenas. —suelta Edmund al vernos, sonriendo, sin embargo, su sonrisa se detiene al verme, por lo que sin pensarlo frunzo mi ceño.
—Buenos días. —respondemos en coro Mirlen y yo luego de un rato, mientras mis amigos se van a sus respectivos lugares a dejar sus mochilas.
—¿Te cortaste el cabello? —es lo primero que suelta Katia al verme para luego tomar un mechón de mi cabello, de reojo veo como se acerca Mateo, Edmund, Haidt y Claudia.
—¿No era ese su tamaño normal? —pregunta Mirlen con el ceño fruncido.
—No, ayer ella lo tenía largo, me acuerdo porque yo la espanté ayer. —informa Edmundo mientras suelta una risa pequeña.
—Muy gracioso, mero me matas del susto, casi me da azúcar. —espeto entrecerrando los ojos en su dirección.
—Edmundo tiene razón, incluso recuerdo que traía uno de sus moños puestos. —comenta Haidt, haciendo que voltee a mirarlo con asombro.
—Así, ¿de qué color era mi moño? —pregunto, ahora con la curiosidad instalada, no creo que lo recuerde, es algo imposible, sin embargo, su mirada me dice otra cosa y sé que su respuesta me va a dejar fuera de órbita.
—Era de color rosa chillante con algunos puntos negros. —responde sin titubeos, seguro del color y es que tiene razón, dio en el calvo, de ese color era mi moño. Lo miro sorprendida, sin poder creer que recuerde el color después de avernos peleado por una niñería
—¿Cómo…? ¿Cómo es posible que recuerdes el color? Te aseguro que nadie del salón recuerda si traía moño o no, es más ¿ustedes recuerdan el color? —espeto mirando a cado uno de los presentes y estos niegan moviendo sus cabezas.
—Yo no recuerdo el color, pero si recuerdo que traías un moño. —se defiende Edmund cruzándose de brazos y mirándome con una ceja elevada.
—Te la paso, pero solo por ese detalle —digo enarcando una ceja y él asiente, dejo de mirarlo para pasar mi atención a Haidt—, a excepción de Edmund, ves que nadie recuerda tan siquiera si traía o no moño, ¿Cómo es que tú si lo recuerdas?
Haidt me mira por un momento, entornando sus ojos cafés en mí para luego soltar un suspiro. —Bueno, eso es muy fácil, ¿Sabes por qué? —cuestiona sin retirar su mirada de mí y es que muy a mi pesar es imposible negarme a sostenerle la mirada, es como si fuera un hechizo.
Niego ante sus palabras.
—No, ¿Por qué es muy fácil?
—Es fácil, porque tanto tú como tus moños exuberantes, nunca pasan desapercibidos, así sea el más mínimo detalle, nunca pasas desapercibida por más que intentes no llamar la atención, aun así lo haces. —responde guardando su celular y regresando su atención en mí que me encuentro desconcertada, su respuesta me dejo sin palabras.
Nuestras mirandas se encuentran y sin poder huir de su mirada, ambas miradas colisionan olvidándonos de todo lo que nos rodea, olvidándonos de los presentes, el ambiente se vuelve denso cuando nos miramos y siento que en este momento él quiere decirme cosas, cosas que no se atreve a decir algo debido a las personas que nos rodean, pero, es inevitable para él, porque sus ojos lo traicionan, ellos me muestran algo distinto, ese brillo intenso que se refleja en ellos no miente, pero, por otro lado, él detalla mi mirada, como si quisiera encontrar algo en mis ojos, para luego detallar mi rostro con sutileza, como si mirar mi rostro lleno de imperfecciones debido a mi afán por rasguñarme las espinillas, fuera lo más interesante del mundo.
Jamás creí que Haidt, el chico más mujeriego del bachillerato, pensara eso de mí, jamás creí que él me diría eso, a mí, que siempre nos andamos peleando hasta por el oxígeno que respiramos en el mismo lugar.
Entre abro y cierro mis labios en un intento por responderle algo coherente, por decirle lo que pienso, pero la verdad es que no sé qué decirle, creo que mis palabras se han mudado a otra parte del universo.
—Por cierto, ¿y ahora que harás con tu nuevo corte de cabello? —espeta Kati, interfiriendo y haciendo que rompamos el momento, sutilmente la miro y sin espetar palabra laguna le doy las gracias, cosa que ella capta enseguida.
—Cierto, ¿Qué pasará con tus moños? —cuestiona Mateo ingresando su aporte en la conversación.
Estoy tan agradecida con ellos.
—Nada, simplemente ahora tendré que usar unos más pequeños. —respondo soltando una son risita para luego tomar un poco de aire.
—No me voy a acostumbrar a verte sin tus típicos moños en la cabeza. —confiesa Haidt con un puchero en los labios, haciendo que lo mire por un corto segundo.
—Descuida, el cabello crece, aunque en mí siempre se tarda varios meses en crecer. —respondo regalándole una sonrisa fugas a lo que él asiente y al instante frunce su ceño.
—Oigan, ¿saben si había tarea de Diana o de la maestra Daría para hoy? —espeta Haidt cambiando de tema. A veces me sorprende la agilidad que tiene para olvidar ciertos temas o hacer como su nunca hubieran pasado.
A veces quisiera tener esa habilidad.
«Pero por desgracia no es así, mi dulce María.»
¡Cállate conciencia!
—Que yo recuerde no, más que llenar la página 50 del libro de inglés. —comenta Claudia, sin despegar su atención de su celular.
—¿Cuándo dijo eso? —cuestiona Mateo, mirándola sorprendido, a lo que yo simplemente meneo la cabeza mientras sonrió como alguien que ha ganado un juego de ajedrez y ha dicho las palabras mágicas: Jaque mate.
—Eso lo dijo, cuando todos salieron corriendo como si fueran una manada de avestruces, que riendo huir para no ser casados por los tigres. —espeto con la mirada en mi libro y sin esperarlo se escuchan las risas de mis amigos, me uno con ellos mientras busco la página en dicho libro. Ayer que regrese de la escuela tuve que ir con mi primo para que me ayudara con las traducciones.
—Vaya, es bueno saber que nos quieres. —comenta Edmund, levanto mi mirada y ahí está él mirándome sonriente, solo como él sabe alegrar mi día.
—Es que así es mi forma de quererlos. —informo sonriendo al tiempo que pongo un dedo en la página donde se encuentra la tarea.
—Bueno, que traen hoy con Belén.
Tanto Edmund como Haidt intenta decir algo así como mis demás amigos, pero se ven interrumpidos por la presencia de la maestra Diana, seguida por la ola de avestruces que vienen detrás de ella, dichos avestruces son mis compañeros de clase.
—Buenos días, chicos. —saluda Diana dejando su enorme mochila en el escritorio.
—Buenos días. —respondemos los 6 en coro.
Y así, sin más, la clase da inicio y con ella mi día se pasa entre dudas, risas, platicas con mi equipo, y mis amigos, hasta que finalmente llega la hora que todos hemos estado esperando, el receso. Ese en donde las personas pueden juntarse, conversar y pasar uno que otro momento agradable entre amigos, novios, primos o hermanos.
—Nos vemos en la siguiente clase, jóvenes. —comenta la maestra Diana, llamando la atención a lo que todos asentimos, para luego verla marcharse a la dirección, para ser específica a su escritorio.
—Igualmente Diana. —responde Emily mientras termina de guardas sus colores, tomar su dinero y salir del salón para ir se a la cooperativa siendo acompañada por su amiga. Desvío la mirada de ella y noto que la mayoría ya han salido a comprar.
—Belén, ¿vas a ir a comprar? —llama mi atención Katia.
—Sí. Tengo ganas de comprarme unas Sabritas.
—Pues vente, vámonos. —dice Katia avanzando hacia la puerta del salón.
—Vamos. —digo y avanzo hasta ella, no sin antes girarme y mirar a Claudia— ¿tú no vas a bajar a comprar?
—No. Lo que pasa que comí antes de venir y mi mamá me dio un yogur. —explica ella con una sonrisa penosa y me señala el yogur. Sonrió y asiento.
—Bueno. Ahorita venimos. —respondo sin quitar mi atención de ella, pero tengo un asunto que he estado posponiendo y realmente necesito comentarlo alguien—, por cierto, antes de que se me olvide, podríamos platicar después de que coma o en cuento llegue de la cooperativa te busco ¿te parece?
Ella al escuchar mis palabras me mira confundida, curiosa y expectante y es que la comprendo, yo también estaría igual.
—Claro. —espeta sonriéndome para posteriormente darle un sorbo a su yogur.
Vuelvo asentir y doy medía vuelta para irme de una vez con Katia a la cooperativa, bajamos las escaleras con cuidado y al llegar a dicho lugar, ambas soltamos un suspiro de alivio al ver que no hay casi gente formada para pedir comida más que mis compañeros de salón, lo que en cierto punto es una muy buena suerte para nosotras.
Nos acercamos hasta donde está la barra conforma de comedor, Katia se dirige al refrigerador y saca un Jumex de uva, ella me mira y me pregunta si quiero uno a lo que yo asiento que sí, ella toma otro, se acerca a mí extendiéndome el jugo, lo tomo y ambas nos formamos después de que pase Emily junto con Berenice, al instante Doña. Cecilia, al vernos nos sonríe.
—Mari. —musita Doña. Ceci sin borrar su sonrisa de su rostro alegre y en ese momento se acerca su mamá, porque tanto madre como hijas son las encargadas de la cooperativa.
—Doña. Ceci. —musito ensanchando una sonrisa casi fugas.
—¿Cómo has estado mi niña? —pregunta Doña. Olga, con ese inusual cariño con la que trata a ciertas chamacas de aquí y dentro de ese grupo, entro yo, que desde que me conoció me tomo cariño.
—Muy bien Doña. Olga y ¿ustedes?
—Me alegro, nosotras hemos estado bien, cuídate mucho, eh —dice, sonriéndome a lo que yo asiento sin más remedio— y bien, ¿qué van a pedir hoy?
—A mi meda un cuernito y un hot dog —pide Katia detrás de mí a lo que Doña, Cecilia asiente y rápido comienza a preparar su pedido.
—A mi meda tres empanadas con todo por favor. —solicito y de nueva cuenta Doña. Ceci asiente mientras le entrega su hot dog a mi amiga.
—¿De qué serán las empanadas, Mari? ¿De pollo? O ¿de queso?
—Como usted vea, realmente no soy quisquillosa con las empanadas.
—De acuerdo, Mari.
Cuando ambas tenemos nuestro pedido listo, regresamos arriba, subiendo las escaleras con sumo cuidado de no caernos con todo y comida. Al llegar al salón, Katia y yo nos vamos hacia el lado Izquierdo, donde ahí está Edmund, Mateo, Claudia, Haidt, Mirlen y por supuesto Leisie, sentados en el suelo, como si fuera una especie de banqueta, pero en el aire, pero esta tiene barandales para que nadie se caiga.
—Provechito. —comenta Katia sentándose al lado de Leisie, por mi parte avanzo entre mis amigos y me siento al lado de Edmund, quien al verme esboza una son risita de lado.
—Gracias. —responden todos, excepto Edmund,que se encuentra sumido en la mitad de su gloriosa hamburguesa. Luego de eso y todos y cada uno nos sumimos en un silencio donde de vez en cuando nacen pequeñas conversaciones hasta que cada uno de mis amigos comienza a levantarse e ir sé al salón, quedando solamente Claudia y yo, solas.
—¿Y bien? Dime, ¿qué era eso que querías platicarme? —pregunta Claudia entornando su curiosa, pero sería mirada en mí.
—No sé ni por donde iniciar… pero... —expreso un tanto nerviosa—… En vacaciones conocí un chico, fue mi vecino y digo fue, porque ya se fue de ahí, él es un año menor que yo, por lo tanto, la mayor soy yo… El caso aquí es que nos conocimos, teníamos como una especie de citas nocturnas, ya sabes, cosas cursis de manitas sudadas y sonrisas tontas ¿me estoy dando a entender?
—Sí, claro que te entiendo, prosigue, por favor. —responde Claudia sonriendo y haciendo un ademán con su mano para que siga hablando.
Asiento y tomo un suspiro.
—Bueno, el caso es que, me pedió ser su novia y pues yo acepte, pero ahora existe un gran problema mismo que por el momento no tengo como resolver.
—¿Cuál ese es problema? —cuestiona mi amiga preocupada.
—El problema, es que no tengo celular, mi papá me lo quito y no sé hasta cuando me lo regrese y debido a eso ahora no puedo comunicarme con Raúl. —confieso mientras escondo mi cabeza entre mis piernas, procurando que no se me vea el Short que porto bajo la falda.
—¡Ay Belén! Si quieres te puedo prestar el mío, para que hables con él, ¿te parece? —pronuncia al tiempo que me extiende su celular.
—En verdad, ¿me prestarías tu cel? —cuestiono sorprendida y con una
—Claro, no tengo problema alguno, solo que tendrías que acceder a Facebook y Messenger con tu cuenta.
—Sí, si por eso no te preocupes. —respondo mientras ingreso a Messenger con mi cuenta y rápidamente me dirijo a el buscador y escribo el nombre de Raúl, el cual aparece como Raúl Lebrent, para mi fortuna no me cuesta mucho encontrarlo, entro en su perfil, le doy una mirada e ingreso a su chat.
Debo admitir que hasta este punto tengo un poco de nervios, por lo que me dejo de rodeos y decido escribirle un hola al ver que está en línea.
—Bueno. —dice llamando mi atención, despego mi mirada del celular a lo que aprovecho a tomar una respiración—, por cierto, tengo una duda.
—¿Qué duda tienes?
—¿Por qué tu papá te quito tu celular?
—Por una tontería mía, se me olvido borrar la conversación con James y él las vio, entonces se enojó y me quito mi cel.
—¡Ay Dio mio!
—Sí, es una tortura, no tener mi celular, no tener alarma para levantarme y venir a la escuela, es un martirio, mi mamá es quien pone su alarma en su celular.
—Me imagino, antes asi me pasaba cuando no tenía celular, mi hermana era quien ponía su alarma.
—Sí, comprendo y ¿sabes que es lo peor?
Ella niega.
—No, ¿qué es?
—Lo peor es que extraño las canciones de Maluma.
—¡Ay mujer! Tú y ese amor loco que tienes por Maluma. —espeta Claudia soltando una sonrisa y poniendo una mano en su frente para luego mirarme de soslayo—. Que voy a hacer contigo.
—Hablo la chica que ama CNCO y que sus canciones la vuelven una chica suspiradora. —respondo divertida, enarcando una ceja a lo que ella suelta un suspiro.
—Buen punto, tienes razón. —acepta ella chasqueando sus dedos.
Sonrió y estoy a punto de responder cuando la figura de la maestra Darían aparece enfrente de nosotras, lo que significa que nuestro recreo termino, sin embargo, ella se va de largo hacia la dirección, para ser más concreta hacia su escritorio.
—Creo que ya debemos entrar.
—Sí, vamos.
Acto seguido, nos levantamos, limpiamos la tierra que pudieron agarrar nuestras faldas y nos dirigimos al salón, lo que causa que al ingresar todos nuestros compañeros se nos queden viendo.
—¿Ya viene la maestra?
—No, tranquilos, jalo para su escritorio.
Ellos asienten y vuelven a lo suyo, en cambio, Claudia se va a platicar con Juan e Irlandia y yo me voy a mi banca, teniendo de compañía a mi espalda a Leisie, teniendo una conversación divertida con Simael, mi enamoramiento de primer semestre, suelto un suspiro cuando me siento, por un momento quise hablarle a Leisie, pero no ver que está có platicando con Simael, sería muy malo de mi parte ir de metiche aunque, si me gustaría platicar con ella y contarla algo que no le he contado a Claudia, quizás ella pueda no sé, ¿entenderme?
Espero que sí, ella tiene más experiencia que yo en ese ámbito.
Pero y si..
Dejo mis pensamientos contradictorios en paz cuando siento la voz de Leisie a mis espaldas.
—¿Belén, tienes la tarea de inglés echa?
—Si ¿Por qué?
—Ah, me la podrías pasar, solo es para revisar una oración y nada más.
Asiento y saco de mi mochila mi libreta.
—Ten —le digo extendiéndole la libreta hacia atrás, sin voltear a verlay ella la toma.
—Gracias, ahorita te paso tu libreta.
—Claro.
Y de nuevo el silencio reina en mi lugar, mis pensamientos me atacan y mis emociones silenciosas parecen un nido de arrieras. Necesito contarles esto a alguien, pero, la pena, el temor y la vergüenza luchan conmigo, luchan con mi valentía y mi voluntad.
Tomo un gran trago de mi jugo de uva para después tomar una exhalación.
«Esto puede salir mal, pero ya no puedo más.»
Me giro y encaro a mi amiga y compañera de salón en la secundaria y ahora en bachillerato.
—¿Leisie?
—Sí.
—¿Puedo contarte algo?
—Por supuesto, dime que paso. —pregunta ella con el ceño fruncido, que haga eso solo aumenta más mi nerviosismo, así que tomo otro poco de jugo antes de tomar valor, no sin antes mirar que nadie nos esté escuchando.
—Esto sonará raro… pero… —musito y me quedo callada antes de continuar—… pero ya di mi primer beso. —confieso y al decirlo finalmente siento como em nudo en mi garganta se desvanece.
—¿Qué? ¿A caso entendí bien?
—Sí, ya no son vírgenes mis labios. —confieso y me tapo el rostro con mis manos, procurando ocultar la vergüenza que tiñe mis caches.
—¿Cuáles labios? —pregunta con una sonrisa ladina a lo que yo la miro con curiosidad y con el ceño fruncido.
—Pues ¿cuáles labios van a hacer? Estos, obviamente. —espeto señalando mis labios que adornan mi rostro y sin esperarlo, Leisie suelta una sonora carcajada—, sabes que olvídalo, mejor.
—No. No, aguarda... —se apresura a decir mientras relaja su respiración al tiempo que la miro seria—, realmente no era mi intención alburearte, ahora bien, en verdad me alegro mucho de que ya paso. Te estabas tardando.
Me sonrojo ante sus últimas palabras, pues, aunque nunca se lo conté, ella ya intuía porque siempre es que terminaba soltera y cantando canciones de despecho a todo volumen. Intento responderle, pero una figura tan conocida para todos nosotros capta nuestra atención justo en el momento en el que Claudia me extiende su celular con el motivo de que llego un mensaje que dice Raúl.
—Buenas tardes, jóvenes. —espeta la maestra Dariana, con sumo entusiasmo, cosa que es muy extraño para todos, ya que cuando ella se muestra alegre es porque una de dos, nos tiene examen o tiene laguna loca idea naciendo en su mente.
—Buenas tardes, Dari.
—Pero que bonitos que se ven. —comenta dejando su mochila como es de costumbre en el escritorio, ella suelta un suspiro y nos mira seria—chicos les tengo una noticia.
—Es buena o es mala. —se apresura a decir Katia con una nerviosa sonrisa.
—Eso depende de ustedes como la vayan a tomar.
—Ya díganos maestra.
—Bueno. Tienen examen la próxima semana.
—¡¿Qué?¡ —espeta sorprendidos la mitad de mis compañeros, en mi caso me mantengo callada y a la expectativa.
—Si chicos, ya les había comentado hace unos días. Asi que, sin tanto royo, hay que darle prisa a las investigaciones.
Y así sin más, la clase continúa, cada uno se reúne con sus respectivos grupos y comenzamos a darle forma a dicho proyecto entre risas, frustraciones y quejas. Sin duda jamás pensé que este día, cambiaria para tanto, jamás pensé que a partir de este momento todo en mi vida sería distinto.
Cuan equivocada estaba al pensar que todo marcharía bien, pero de nueva cuenta el destino me hace estamparme contra la pared, me hace darme cuenta de que nada en esta vida es como uno lo desea, nada en esta vida es como uno lo planea. Sin duda, el futuro, el destino y el tiempo son elementos con los cuales no se burlan, no se juegan ni mucho menos se reta.
Jamás imaginé que esa tarde, al llegar a casa, mi mundo comenzaría una peligrosa batallada donde las mentiras, el engaño, el dolor y la perdida serian el pan de cada día.
Si pudiera devolver el tiempo, haría todo lo posible para evitarlo, para no toparme con esas circunstancias, con esa pérdida. Sin embargo, no puedo. solo me toca seguir y afrontar mi realidad.
Nota de autora: Hola solcitos. Andamos de vuelta.
¿Como han estado? ¿Qué tal estos meses?
¿Que les pareció estee capítulo?
¿Qué creen que pase en el próximo?
Los leo.
Nos vemos muy pronto.
Azucena Cárcamo ❤🦋
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro