Capítulo 19. Detonación de Sentimientos (parte 2)
Subo los escalones muy rápido e ingreso a la casa, hasta que llego al cuarto en donde encuentro a Iván viendo la tele dándome la espalda, lo miro un corto de tiempo y centro mi atención en mi abuelita que está barriendo debajo de la cama, pero deja de hacerlo cuando me ve, pues en seguida me mira con una ceja elevada, lo cual significa que me va a regañar, esbozo una mueca y me acomodo un mechón de cabello atrás de la oreja.
—¿Se puede saber por qué demorabas tanto? —espeta en tono entre enojado y curioso haciendo que Iván voltee a vernos, el cual por cierto al verme se levanta de la cama y corre hacia mí o mejor dicho hacia la bolsa que tengo en manos.
Le doy el hielito y regresa de nuevo a ver la Televisión como si nada, lo miro boquiabierta y regreso mi vista hacia mi abuelita quien no ha quitado su ceño fruncido.
¡Uy! Ahora si no me salvo de su interrogación.
—Me entretuve hablando con Evelyn cuando venía de regreso. —aclaro sin prestarle atención a su enojo sentándome en mi cama, pero al sentarme mi cuerpo se tensa por completo al recordar que traigo el celular de Evyln en mi short, miro a mi abuelita y con calma me acuesto en la cama como si nada mientras por dentro muero de nervios, sin embargo, se descuida un momento, el cual aprovecho para sacar el celular y esconderlo debajo de mi almohada.
—¿Y por eso demoraste tanto? —vuelve a cuestionarme, pero esta vez poniendo sus manos en cada lado de su cadera. No. En realidad fue por otro asunto.
—Sí, es que me estaba diciendo que encontró el cuarto de Amaya oliendo a gardenias. —contesto mordiéndome la lengua, omitiéndole la razón de mi demora, no sé por qué de pronto tengo la necesidad de mentirle.
Mentira.
Eso no es verdad, me estaba preguntando sobre Raúl.
—¿Y eso a ti en que te involucra?
En mucho, porque ella puede darse una idea de lo que paso en el cuarto de Raúl ayer.
—No lo sé. Ya sabes cómo es de atarantada.
—Mm… Bueno, ven a ayudarme a poner la sabana al colchón que no demora tu mamá en llegar.
Me termino de comer mi hielito y boto la bolsa por la ventana que tengo al lado de la cama.
Manos a la obra, que esto no se hará solo.
No demoramos ni más de 20 minutos en poner la sabana, cuando mi abuelita frunce el ceño y se mira la cama ahora tendida por unos segundos.
—Creo que quedo mal. —Suelta sin despegar su mirada de la cama, ahora soy yo quien frunce el ceño y miro la cama.
—No, yo la veo bien. —digo mientras acomodo las tiritas de la sabana que cuelgan fuera del colchón.
—¿Segura? Es que yo siento que el colchón como que está chueco. —musita mientras le busca unas mil formas al colchón.
—Si estoy segura, ahora si quieres la volvemos a poner y re acomodamos el colchón. —comento recogiendo una blusa mía que se calló al suelo por otra parte mi abuelita no me responde se queda callada lo que hace que levante la vista y la mire con el ceño fruncido al ver que su mirada posada en mí, como si estuviera pensando en algo.
—¿Qué…? —es lo único que puedo decir al ver su expresión.
—Es que creo que… —No pensarás que volvamos a dejar la cama encuerada otra vez, ¿verdad? —cuestión entrecerrando mis ojos sin dejar de mirarla.
—Mmm… Es que como tú dijiste que si quería pues…
—Ya, pues hay que apurarnos si quieres que encuentren la cama bien bonita y arreglado cuando llegue. —comento, resignada al ver que no queda de otra.
Ella asiente, yo suelto un suspiro y volvemos a empezar de nuevo.
Estamos terminando de alisar la sabana, pasamos unos escasos y largos minutos cambiando y quitando la sabana solo porque a mi abuelita no le gustaba como estaba, tomo exhalación y veo que me mira otra vez con esa mirada de que no está satisfecha y veo que hace el ademán de decirme algo cuando de repente escuchamos como se estacionaba un carro y al poco segundo escuchamos como suena un claxon.
En seguida dirijo mi mirada a mi abuelita y juntas nos miramos con una expresión confundida, así que asoma su cabeza por la ventana y desde donde estoy puedo distinguir la emoción que cruza por su rostro.
—Dios, ya llego. —dice bajándose de la cama y poniéndose las chanclas muy rápidamente, al tiempo que Iván sonríe y sale corriendo llevándose las gallinas entre los pies.
—Llegaron un poco tarde. —esbozo una mueca, es lo único que sale de mi decir el shock que está teniendo mi cuerpo en este instante. Después de dos largos meses finalmente está de regreso.
—Sí, pero eso no importa, lo único que importa ahora es que ya están aquí. —explica mi abuelita saliendo de la casa y volteándome a ver que me he quedado parada—. Anda, ven acá.
Y sin poder protestar algo, tallo mi rostro y la sigo hasta donde está el taxi, quedándome a una distancia prudente.
—¡Nico! Buenas tardes. —expresa mi abuelita cordialmente y dirige sus pasos al asiento del copiloto donde está mi mamá cargando a mi hermana.
—Doña Estefany. Buenas tardes. —contesta Nicolás al tiempo que abre la cajuela del taxi y mi papá se acerca junto con Iván, me imagino que van a sacar algo de ahí, en cambio yo dirijo mi mirada a las tres personas que están delante de mí.
Desde mi lugar puedo ver que la mirada de mi mamá es triste, cansada y quizás puedo decir que de alivio.
—¿Te ayudo con la niña? ¿Te la sostengo para que puedas salir del taxi? —suelta pregunta tras pregunta mi abuelita.
—No mami. —contesta mi mamá componiendo el suéter que trae mi hermana— ¿En dónde está Héctor?
—Está sacando una cosa de la cajuela.
—Mm… mira, si puedes, voy a necesitar que me sostengas mientras voy a salir con la niña.
—Sí, sí. —responde mi abuelita acercándose más cuando mi mamá pone un pie fuera del taxi y se incorpora para salir de ahí, estoy a punto de ofrecerme a ayudarlas cuando la voz de mi papá hace eco en mis odios haciendo que lo mire.
—Belén, ven ayudarme. —ordena mi papá levantando posando sus ojos en mí para luego empezar a sacar las cosas de la cajuela.
—¡Voy! —respondo acercándome hasta donde está él y tomo las bolsas que me extiende e ingreso a la casa con mi papá detrás de mí, mientras que mi abuelita se queda con mi mamá.
Dejo las cosas en una silla y regreso de nuevo para meter más bolsas si es que todavía hay, pero para mi suerte ya no hay así que ayudo a mi mamá con Elyn en brazos para después tomar la pañalera y juntas avanzamos a la casa hasta llegar al cuarto al tiempo que oímos como mi papá le pregunta a mi Nico, cuanto es por el viaje y pocos minutos se va el coche.
Una vez que estamos en el cuarto, mamá se va directo a la cama, en donde acuesta a Elyn con sumo cuidado de no lastimarla a ella y la operación, cuando está completamente en la cama, mi hermana suelta un quejido dolor, debido a la herida, cosa que hace que se espante mi mamá, por suerte no sucedió nada con la herida.
Tomo una exhalación y me recargo en mi cama, sin nadar, me quedo en silencio solo observando.
—¿Es normal que venga como muy dormida? —pregunta mi abuelita preocupada y caigo en cuenta que mi hermana no venía despierta cuando llego.
—Si es normal, antes de darla de alta le quitaron el suero que le habían puesto en la madrugada. —responde mi mamá mientras le limpia la salivita que se le escurrió por el cachetito.
—¡Ah! Con razón. Ya me había espantado.
—¡Ay ma! Yo no veía la hora de salir de ahí y tenerla en la casa. —musita mi mamá peinándole los chinos a Elyn, acto que hace que mi hermana suelte un débil bostezo.
—Me imagino, pero lo bueno es que ya está en la casa, que ya está aquí con nosotros.
—Bendito Dios así es. —expresa mi mamá mirando a Elyn con anhelo y cariño—, por cierto, no tienes de casualidad un taco que me regales.
—Tengo huevo con chile y unos poquitos de frijoles que quedaron desde en la mañana, ¿Quieres? Para ir a calentar las cosas.
—Sí, la verdad es que traigo hambre.
—Entonces ahorita vengo voy a atizarle a la lumbre.
—Voy contigo. Cuidas a tu hermana por fa. Yo ahorita vengo. —dice mi mamá dirigiéndose a mí después del rato en que ha estado aquí.
—Sí. —es lo único que puedo decir, ella asiente y se va tras de mi abuelita hasta perderse en la cocina. Suelto un suspiro y dirijo una mirada a mi hermana, al parecer sigue débil porque continúa con los ojos cerrados, esbozo una mueca, me levanto de mi cama y me acerco a la suya, me siento en el bordo de la cama, procurando de no lastimarla.
La detallo y es imposible no sentir una punzada de tristeza en mi alma, al verla tan delga más de lo normal, al grado de que se le noten los huesitos de todo su cuerpecito a pesar de que el suero la hace ver que esta llenita, no es si, eso solo es temporal, solo le pido a Dios que pronto se recupere.
Me paso una mano por el rostro y tomo una exhalación cuando una punzada de querer llorar a traviesa mi garganta y escueza mis ojos, pero lo retiro muy rápidamente no es momento de hacerlo.
Mantengo mis manos en mi rostro por unos minutos, tratando de relajarme, siento que todo se me está juntando en este instante, el adiós de Raúl, su ausencia, lo de mi hermana y su estado delicado en el que está.
Dios, siento que el cualquier momento mi cuerpo tendrá una detonación de sentimientos, que en cualquier momento voy a explotar.
Retiro mis manos de mi rostro y regreso mi atención en mi hermana, que aún sigue calmada.
—Sabes, quizás esto suene un poco raro y a pesar de que no dices las cosas sé que tú me entiendes, con una tan solo regalarme una mirada, sé que lo haces y quizás dirás: mi hermana está loca, pero conocí un chico. —confieso sin poder evitar que una sonrisa se dibuje en mis labios, la miro y siento un alivio cuando ella empieza a bostezar, lo que significa que el efecto del suero ya está pasando y pronto despertara—, si, así como lo escuchas, no es que yo conozca muchos chicos en mi vida, pero lo conocí y se llama Raúl Lebrent, quien, por cierto, es nuestro vecino, es nieto de Doña Chivi.
Sigue con los ojos cerrados y sin saber por y porque, continúo contándole de mi aventura durante estos meses que no estuvieron.
—Lo conocí cuando entramos en semana santa, al principio cuando lo mire, tengo que admitir que sentí como una especie de imán, pero no quise hacerle caso, aunque todo empezó a cambiar cuando me veía con él en las madrugadas, claro siempre con el permiso de mi abuelita, ya sabes cómo es ella, pero bueno regresando a lo que estaba… Pues si te decía que todo cambio cuando él comenzó a llevarme gardenias, si, así como lo oyes y sabes, las gardenias que me regalaba eran del plantel de mi tía Aylin y así fueron nuestras noches hasta que ayer ocurrió algo, y quizás era algo que mi corazón ya sabía, me pidió ser su novia, pero lo peor no fue eso, sino cuando supe que nos besaríamos, me entraron unos nervios, que dios parecía gelatina y dej…
Dejo de sonreír al tiempo que corto mi habladuría, frunzo el ceño y centro mi atención en ella, pero dicho gesto se borra cuando veo las marcas de las agujas en sus muñequitas siendo tan notorias debido a que el suéter se le ha levantado un poco y no dudo que también tenga marcas en sus bracitoso en sus costillas.
De nuevo un dolor agudo se instala en mi alma, al verla ahí… A costadita y sin poder moverse, sin poder decir o expresar lo que quiere o lo que le duele.
Dios, pero que le hicieron los doctores. Hago un lado mis pensamientos cuando veo que finalmente abre sus ojos y me muestra esos curiosos ojos, uno negro y la otra miel, esos que se ocultan debajo de sus largas y espesas pestañas.
Sonrió y con prudencia me acuesto a un lado de ella quien ha comenzado a tallarse la carita con su mano.
—Buenas, buenas. —susurro llamando su atención y sonrió—, déjame decirte que al fin estas en casa.
Después de dos largos y dolorosos meses, al fin ella está en casa.
—¿Tienes hambre? —pregunto a pesar de que no voy a oír su voz dándome una respuesta.
—¡Aaah! —expresa Elyn casi como si fuera una exclamación de queja, sin embargo, para nosotros esa es su forma de comunicarse, de decir que tiene hambre y con eso tengo suficiente para saber que tiene hambre, desde la cama me asomo y puedo ver en la distancia a mi mamá en la cocina y puedo ver que ha remplazado su pantalón por un short y su blusa por una blusa de tirantes.
¿En qué momento se cambió de ropa que no me di cuenta? Meneo la cabeza, eso ahora no importa.
Céntrate Belén.
—¡Maaa…! —espeto casi en un grito, pero manteniendo la calma, ella al instante me mira un poco extrañada por mi llamado, la entiendo yo también me extrañaría.
—¿Qué...? —pregunta desde la distancia dejando un trapo de cocina en la mesa.
—Ya despertó y tiene hambre.
—¡Oh! Ya voy, solo déjame encuentro sus cosas. —dice dejando lo que estaba haciendo para ir en busca de la pañalera, quiero creer y para mi buen gusto, no me equivoco porque al poco tiempo llega con la pañalera y la pone en una esquina de la cama, saca varios pañuelos que usa para limpiarle su boquita también saca un paquete de pañales Depent casi a la mitad y finalmente saca la lata de leche nido junto con su famosa mamila, los pone en la silla que tengo a un lado para luego irse a no sé dónde y dejándome de nuevo con Elyn.
No pasa varios minutos cuando mi mamá regresa comienza a preparar la mamila, se crea un silencio, pero no esos incómodos, en cambio es de esos que se sienten normales, sin embargo, nace en mí, unas ganas de decir algo, me debato por varios minutos mientras observo como le acomoda el pañuelo entre su boca y su cuello para que no se ensucie, que cuando estoy lista para contarle un poco, solo un poco sobre Raúl, justo en ese momento tocan la puerta, como si el destino quisiera que solo yo conservara mis recuerdos con él.
—Buenas tardes. —pronuncian desde la puerta, me asomo y veo a una persona que esta aun lado de la puerta, es Marta, nuestra vecina que está al otro lado de la casa, ella también nos traía comida o en su mayoría la mitad de la bolsa de un cereal para poder desayunar.
—Buenas tardes, Marta. —musito cordialmente, llegando hasta ella.
—Buenas, Belén. —me responde de la misma forma, aunque también lleva un poco de cariño en su tono de voz debido a que siempre me han querido como su nuera y como novia de Alejandro, pero eso es imposible yo siempre lo he visto como mi amigo de la infancia y eso es algo que siempre será así.
—Puedo pasar... —dice con una sonrisa en su rostro y tengo que admitir que su voz me ha regresado a la realidad, al aquí y el ahora—… venía a ver a tu mamá y un ratito a la niña.
—Claro, pasa, ella está dándole de comer. —me apresuro a decir mientras ella ingresa a la casa y le señalo por donde está mi mamá, por mi parte aprovecho a ir con ella para sacar el celular de mi almohada sin que ninguna de las personas se dé cuenta y entonces como si nada hubiera para pasado, salgo del cuarto dejándolas solas.
Seguro tienen mucho que platicar.
Avanzo hasta el refrigerador escuchando de fondo como ambas mamás comienza a platicar, abro el refrigerador y me quedo ahí mirándolo un instante hasta que me pierdo en él buscando si todavía queda un poco de yogur natural, pero tengo tan mala suerte, que ya no hay, suelto un resoplido y saco el celular, entro al chat de Raúl y me llevo un pinchazo de decepción cuando veo que no tengo ni un mensaje de él y es que no sé por qué me siento así si yo misma le dije que ya no mandara mensaje.
Quizás, en el fondo tenía la esperanza de seguir platicando con él.
Frustrada y decepcionada vuelvo a guardar el celular en mi short y justo en ese preciso segundo oigo la voz de mi mamá llamándome, rápido reacciono y porto una expresión serena. Espero que no se dé cuenta del celular que tengo.
Aunque no creo que me diga nada si acaso solo me va a cuestionar y me va a exigir que devuelva el celular, pero en cambio mi papá, el sí es capaz de darme una cachetada sin medir su fuerza o de pegarme con un garrote.
—¿Qué paso ma…? —pronuncio llegando hasta el pequeño cuarto.
—Ves a la tienda y cómprame unas galletas. —solicita sin mirarme pues está concentrada poniendo unas cosas en la silla, donde se encuentra la leche nido y el medicamento que toma Selyn para que no le den tan fuer las convulsiones.
Asiento, por ahí puedo pasar a dejarle el celular a Evelyn.
—Aja y ¿el dinero? ¿Cuánto tomo? —pregunto recargándome del mural de la puerta del cuarto el cual por cierto solo tiene una cortina que ni ocupamos, pero debes en cuando sirve como puerta.
—Toma $50 pesos de mi bolsita la dejé en la mecedora. —dice señalando en donde dejo la bolsa, voy en busca de ella, tomo el dinero y avanzo hacia la puerta, pero me detengo antes de irme y la miro, cosa que captó la atención de Marta.
—¿Nada más quieres eso? ¿No quieres otra cosa más? Te digo por qué después a medio camino me estás gritando que quieres algo y medio rancho se entera.
Y sí, eso es tan cierto.
—Mm… No… Aguarda si, de ahí te traes una Coca para podarle ahorita que regresa tu papá a trabajar.
—¿Regresa Héctor a trabajar al rato? —pregunta Marta, siendo partícipe en la conversión.
—Sí y es el turno que por lo mínimo me da más tiempo para lavar.
—Ala mana, ha de ser agotador, si yo con Aarón no me da ni a veces tiempo para ponerle comida y tú que tienes que cuidar a la niña y la comida y la ropa de Héctor, has de terminar cansada.
—Como no tienes idea, pero es algo a lo que ya estoy acostumbrada.
Marta dirige una mirada hacia mí y siento que va a decir algo referente a mí y a la casa, por lo que me apresuro a salir de ese aprieto en el que va a meterme.
No quiero ponerle mala cara y menos con el humor que me cargo hoy.
—Bueno, entonces ahorita vengo.
—No te demores mucho y cuidado con los perros.
—Sí, yo me cuido ma... —digo saliendo finalmente de la casa, pero antes de irme, miro a la mujer que está a lado de mi mamá y por educación me tengo que despedir de ella—... ¡Ay nos vemos, Marta!
—Ándale Belén.
Asiento sonriéndole y me marcho de ahí sin mirar atrás, avanzo hacia la tienda si ningún problema a lo que decido caminar por toda la orilla del camino, es como una manía de protección que nace en mí, es como si sintiera que en cualquier momento vendrá un carro y me llevara entre las llantas por ir a medio camino.
Es un pensamiento un poco absurdo, pero mi mente y yo así pensamos, somos un poco contradictorias casi para todo.
Al pensar en eso no puedo evitar, me es imposible no levantar la mirada y mirar aquel corredor que fue testigo de momentos bellos, de sonrisas, bromas y coquetos inocentes.
Es bozo una mueca y me es un poco inevitable no pensar que quizás todo eso que viví se convierta solo en recuerdos y que solo sean recordados en mi memoria. Una sensación extraña se instala en mi sistema causando que sienta una especie de hueco en mi interior, es como si fuera una especie de duelo o quizás sea una especie de agonía, no podría describir tal sentimiento que siento porque la verdad ni yo misma sé lo que es, pero lo que sí sé es que es como si me faltara algo, como si estuviera vacía.
Paso una mano por el cabello, desvío la mirada y sigo avanzando hasta la casa de mi tía Ailyn sin detenerme a volver a mirar otra vez esa casa, esa que me está trayendo muchos momentos el día de hoy.
—Tía. Buenas tardes. —musito llegando hasta la puerta de la tienda.
—Buenas tardes. —responde levantando la mirada de su libreta para dedicarme una sonrisa amable— ¿Querías algo?
—Sí, me puede dar unas galletas Emperador de chocolate y… Así una Coca de 3 litros. —digo citando lo que mi mamá me pidió, olvidándome casi del refresco y todo por traer metido a Raúl en mi mente.
Dios, como extraño mirar esos iris oscuros.
De reojo veo que ella asiente y deja su libreta en la mesa.
—Puedes tomar las galletas, esas están atrás de ti, busca a ver si hay porque creo las últimas las tomo mi nieto. —informa señalando el mostrador de Gamesa detrás de mí, el cual no le puse atención cuando entré.
Asiento y avanzo hasta el mostrador mientras escucho de fondo como abren un refrigerador lo sé porque el frío se cuela por mis pies.
Miro el montón de galletas de distintos sabores, llego un punto en el que mirar tantas galletas me asquea hasta que al final del mostrador encuentro las dichosas galletas, las tomo al instante.
No sabía, que algo podría asquearme con solo mirar, hasta que mire un montón de galletas de distintos sabores por más de lo necesario, pero bueno así es la vida.
—¿Cuánto será tía?
—Mm… Son 12 de las galletas y 30 de la Coca... —dice mientras toma una calculadora viejita que tiene, esa que les dieron en la escuelita a la que van, sé por qué mi abuelita tiene una, pero ni la ocupa cuando hace su tarea, prefiere mejor pedirme ayuda, según ella porque yo ya pasé la etapa de la secundaria, pero va, si supiera que ya no me acuerdo de muchas cosas que vi en las materias que tuve en la secundaria—, son $42 pesos.
—Bueno, le doy $50 pesos —le entrego el dinero y yo recojo la Coca que reposa en el suelo, ella guarda el dinero debajo de un mantel para luego regresarme cambio $7 pesos, el cual tomo en seguida —, gracias tía.
Aprieto bien las cosas sobre mi pecho y doy medía vuelta para salir de la tienda.
—De nada, gracias a ti.
Asiento sin ganas de llevarle la contraria hoy.
—Bueno, nos vemos tía.
—Sí.
Camino con cuidado la bajada, procurando no irme de chipo y hacer el ridículo, sin embargo, detengo mis miles de escenarios cuando de reojo veo la figura de Evelyn circulando por el mango, que anda barriendo el patio.
Es ahora o nunca, si no provecho hacerlo, ya después no poder.
—Evelyn. —pronuncio su nombre y a lo que ella enseguida voltea a todos lados, hasta que me enfoca y sonríe.
—Belén. —responde sonriente, deteniéndose a un lado de un arbusto que justo ahora no recuerdo como se llama.
Otra que se parece al guasón.
Belén, cálmate por favor.
—Oye, disculpa que te moleste, venía a dejarte el celular. —informo sacando su celular de mi short y se lo extiendo, ella lo toma, dudosa de agarrarlo.
—Y eso ¿Por qué? ¿Ocurrió algo? —cuestiona confusa y extrañada.
—No. Nada de eso, tranquila. —digo y añado rápidamente para que no piense en miles de teorías—. Solo que ya no poder hablar con el hoy, mis papás ya están aquí y aparte, pues sé que a ti te hace falta.
—Mm... Bueno, Belén, cualquier cosa que necesites, recuerdas que aquí está celular por si quieres hablar con él.
—En verdad muchas gracias, te lo agradezco. —exclamo dedicándole una sonrisa nostálgica y agrego—, ahora si me disculpas me tengo que ir, me están esperando.
—Claro. Nos vemos luego Belén.
Le doy un asentamiento de cabeza y avanzo rápidamente hasta la casa, para mi fortuna nadie cuestiona mi demora y eso para mí ya es un alivio.
Meto el refresco en el refrigerador, el cambio lo pongo en la latita y las galletas se las doy a mi mamá, quien, por cierto, abre el paquete y le ofrece a Marta, en cambio yo, doy medía vuelta y me pierdo por unos minutos en el patio trasero de la casa, cortando ciruelas. No sé cuántas horas pasan hasta que escucho la voz de Marta despidiéndose de mi mamá. Ingreso a la casa encontrándome a mi mamá de frente.
—¿En dónde estabas? —cuestiona frunciendo el ceño
—Por ahí. —respondo restándole importancia.
—Como, ¿Qué por ahí?
Suelto un resoplido, no le respondo y me pierdo en el baño haciéndome pato por unas horas más, desconectándome de lo que me rodea, hasta que veo por la rendija del baño como mi mamá empieza andar de aquí para allá, lo que me da a entender que mi papá ya se va a trabajar.
Salgo del baño cuando oigo que me llaman, pongo mi mejor cara y me acerco a la cocina para ayudar a mi mamá y a mi abuelita con el lonche y la ropa de mi papá, el cual ahora se está bañando. Pasan alrededor de varios minutos cuando mi papá comienza a tasarse los zapatos, ni cuenta me di cuando termino de arreglarse. Pero es que la verdad, en este instante siento que la cabeza me va a explotar, que mi humor va empeorando, al grado de que he dejado de prestarle atención a todo, sin percatarme de que mi papá ya se fue a trabajar y de que el atardecer se ha ido y lo que más me pone de mal humor es que no pude observar los matices que proporciona el cielo.
La oscuridad se cierne sobre él resplandeciste sol, dando paso a una densa y fría noche como la niebla, tan triste como el clima cuando deja de llover, es como si fuera consciente de lo que mi corazón siente justo ahora, pero eso no es lo peor, lo peor es que al caer la noche, mis sueños convertidos en pesadillas vendrán muy pronto, una vez que cierre los ojos y es lo que no deseo tener, no. No quiero. El solo pensar en eso hace que un escalofrío me recorra por toda la espina dorsal haciendo que mi cuerpo tiemble.
—¿Se puede saber que te sucede a ti? —espeta mi mamá sentada en la cama siendo acompañada por mi abuelita.
—¿A mí? Nada, ¿Por qué debería pasarme algo? —cuestiono irónicamente, soltando una mínima parte de mi humor, mientras termino de prepararme mi café.
—Deja de contestarme de esa forma y respóndeme. —me reprende en un tono mordaz.
—Mm…
—¿Mm...? ¿Es todo lo que dirás? —cuestiona levantándose de la cama y avanzando un poco.
—Sí. —espeto, esbozando una media sonrisa y dando media vuelta.
—No, tú no te vas de aquí. —pronuncia mi mamá enojada al tiempo que siento un jalón en mi nuca, en donde mi mamá tira fuertemente de mi cabello, haciendo que me retuerza de dolor y derrame unas gotas de mi café en la mesa.
—¡Déjame! —exclamo tratando de liberarme de su agarre, haciendo que al fin se detonen todos aquellos sentimientos que he tenido en todo el día.
—No, ahora mismo me vas a decir que te sucede. —vuelve a espetar haciendo que su agarre se vuelva más doloroso que antes.
—No te voy a decir nada. —siseo sintiendo la garganta rasposa.
—Sí, me los vas a decir, quieras o no. —ordena sin dejar de jalarme el cabello.
—Qué no.
—Qué sí.
Estoy a punto de replicar cuando mi abuelita se interpone entre nosotras.
—Suéltala y déjala en paz, ella te dirá que sucede cuando sea el momento. —declara mi abuelita en un tono enojado.
—Ma, tú no te metas, por eso la chamaca es como es, porque siempre te has metido. —objeta mi mamá más enojada que otras veces, levantando la voz.
—Me importa poco lo que digas, me meto porque la chamaca es mi nieta y tengo todo el derecho. —replica mi abuelita, levantando la voz también. Y en ese momento empiezan a una discusión de la cual no tengo ganas de ser partícipe, por lo que sin pensarlo dos veces salgo al patio.
Doy caricias a mi nuca mientras suelto un suspiro de alivio y miro el hermoso cielo nocturno que hoy se presenta mucho más brillante que otras noches y como no, si esos relucientes foquitos que adornan a la luna a pesar de las pocas nubes que pasan por su lado, hacen que se vea tan en paz, tan inalcanzable.
A veces quisiera ser una estrella, una de minutos partícula que navega por el espacio, perdiéndose por el universo infinito, ese que existe más allá de aquel campo magnético llamada atmosfera.
De lo que se está perdiendo Raúl, seguro que si él estuviera aquí también estaría fascinado al ver tan magnífico cielo y es que quien no, pues somos tan dichosos nosotros de vivir en un pueblo y de poder verlo tan despejado, tan claro y nítido, a comparación de en las ciudades que por la contaminación y los grandes edificios están difícil el poder ver un cielo tan estrellado.
Dejo de divagar en cosas sin sentido cuando siento que mi humor comienza a empeorar y mi tristeza aumenta, causando que mis ojos sientan una picazón debido a las lágrimas que se quieren aproximar.
—¿Qué estarás haciendo ahorita Raúl?
—Estarás pensando en mí y en cada noche que pasamos juntos.
—Me extrañarás como yo te estoy extrañando.
—Volveremos a vernos algún día y no sé por qué, pero tengo el presentimiento de que todo se complicara, como todo en mi vida.
Tomo una exhalación, dejo de hacerle preguntas al cielo e ingreso de nuevo a la casa, veo a mi mamá sentada en la mecedora mirando la televisión o mejor dicho la novela, ella al verme deja de prestarle atención al drama que se genera entre lo protagonista para centrar su mirada en mí.
—Belén. —pronuncia mi mamá cautelosa.
—No, ahora no ma, por favor.
Ella asiente dándome una mirada de disculpa, a lo cual no le prestó atención y me voy directo a la cama, olvidándome de todo por lo que resta de la noche.
Es lo que deseo, más que nunca.
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