Capítulo 18 (Parte 2) - El final de un principio
—¿Qué te pasa Belén? —me cuestiono así misma, frunciendo el ceño.
Tengo que controlar mis emociones..
Debo mantener ocupados mi pensamientos si no quiero ponerme a llorar por su ausencia...
Debo pensar en otra cosa que no sea en sus sonrisas o en esos iris oscuros...
Suelto un suspiro.
Tallo mis ojos, cierro la libreta, le pongo pausa a la canción Salgamos de Maluma, al parecer se repitió todo el rato en que me quede dormida. Me levanto de la cama y voy directo a buscarme una muda de ropa para meterme a bañar más al rato, después de buscar lo que me pondré, salgo del cuarto y me voy a ver a mi abuelita que anda como loca de aquí para allá por toda la casa junto con Iván.
-¿Y ahora qué pasa? ¿Qué es toda esta bulla? -cuestiono avanzando hasta el pistache.
-Nada. Solo que las chingadas gallinas se espantan por todo hasta de un gato con una bolsa en la cabeza. -espeta enojada señalando las gallinas con la escoba para luego sentarse en el bordo del piso.
-¿Cómo es eso? -pregunto sentándome en un banco de concreto, la sombra que crea el pistache nos cubre del fuerte calor que está haciendo.
El día está como para ir al rio, pero sé que mi abuelita no me dará permiso de ir sola.
-Sí, es que les tire un queso que ya no servía y que lo tenían ahí en el refrigerador y uno de los gatos metió la cabeza en la bolsa para limpiarla. -explica señalando a Ludovico quien ya no trae nada en la cabeza y agrega mi abuelita meneando su cabeza-, pero este menso no supo cómo sacar la cabeza y empezó a correr por todo el patio y claro las gallinas al verlo pensaron que era un tlacuache.
Sin poder evitarlo suelto una sonora carcajada, misma que Iván se una también, lo cual pone de mal humor a mi abuelita porque al instante me mira con el ceño fruncido.
-Que feo te ríes. -comenta mi abuelita de la nada.
-Mmm... Déjame no. Es mi risa no tuya. -respondo a la defensiva, amarándome el cabello en un chongo.
-Pues sí, pero es que te ríes igualita que tu tía Cecilia. -suelta sin tacto alguno, lo que me pone de mal carácter cuando me compara con la familia de mi papá.
-Mmm... Ya mero. -respondo volcando los ojos.
-Nada más no te moderes al reírte-espeta mirándome-. Quien te escuche pensara que eres una vieja loca.
Frunzo el ceño y estoy a punto de refutarle cuando en ese momento llega mi tía Aylin con una bolsa en mano, causando que mi riña con mi abuelita se vea detenida.
-Tía. -pronuncia mi hermano corriendo hacia ella.
-Hijo, mira que grande estas. -responde con una sonrisa mi tía mientras avanza hacia nosotras.
-Gacias tía. -musita en una sonrisa mi hermano, mostrando el huequito de sus dientes que se han caído, para después ir sé a jugar en la rampa del portón improvisado.
-Ay mana, que andas haciendo por aquí. -pronuncia mi abuelita en un tono cálido.
-Nada, solo vine a verlos y a ver como están.
-Pues estamos bien, hasta el momento ninguno de los chamacos se me ha enfermado.
-Bendito Dios, que bueno.
-Si mana y ya ves, hoy es el cumpleaños del niño y la niña ni pa cuando que la den de alta. -dice soltando un suspiro melancólico.
-Ten fe, veras que pronto la dan de alta y cuando menos lo esperes ya la tendrás en casa.
-Eso intento, todos los días que me levanto le pedio a Dios que pronto la den de alta, pero están difícil no tenerla, no poder estar ahí y cuidarla. -espeta mi abuelita con voz temblorosa.
-Todo va a estar bien, mana. -susurra mi tía acercándose a mi abuelita para brindarle su apoyo-. Sé que quisieras estar ahí, hacer mil cosas, pero no se puede. Solo los doctores tienen el conocimiento para hacer lo que se necesita.
-Lo sé mana y eso me tiene muy nerviosa. -responde mi abuelita limpiándose las lágrimas que han caído por sus mejillas.
-No temas, ella estará bien. -murmura mi tía en un tono suave y calmado-. Recuerda que tiene personas que están al pendiente de su cuidado, así como tú tienes al cuidado a dos personas. Mi abuelita asiente ante sus palabras.
-Tienes razón, mana. -Sí, ahora ven, que le he atraído algo al niño. No es la gran cosa, pero al menos sé que le gustara. -comenta mi tía, sobándole los brazos a mi abuelita para luego comenzar a caminar hacia la cocina, las sigo, pero con la misma me detengo a un par de metros.
-Ay mana, no tenías que molestarte. -manifiesta mi abuelita mientras limpia la mesa.
-No es nada, ahora traite el niño. -indica poniendo sacando la bolsa sobre la mesa y comienza a sacar cosas de ella, mi abuelita vuelve asentir.
-Belén, puedes decirle a tu hermano que venga, por favor. -informa llamando mi atención. Sin tener más opción, asiento ante su pedido para posteriormente dar media vuelta e ir a buscar a Iván, el cual para mi suerte está jugando con un carrito por todo el piso asimilando una pista de carrera.
-¡Hey! -espeto llegando hasta él, detiene su juego y me mira con esos ojazos expresivos que tiene mientras sus chinos cuelgan por todo su rostro.
-Ven te habla mi abuelita, tiene algo para ti.
-¿Algo pa mí? -pregunta con un brillo en sus ojos.
-Si. Por eso ven si quieres verlo. -le digo sonriendo, extiendo mi mano para que se levante, la acepta y regresamos a la cocina.
-¿Qué es? -vuelve a preguntar curioso mientras da saltitos haciendo que sus rizos se agiten.
-No lo sé. -musito meneando la cabeza sin dejar de sonreír, él asiente y llegamos con mi tía y mi abuelita quienes voltean a vernos.
-Hijo ven. -espeta mi tía llamando a mi hermano, el cual rápido se acerca a ella, se agacha hasta su altura, le toca los rizos-, un pajarito me dijo que hoy es tu cumpleaños, ¿es verdad eso?
-Si tía. Si es veda. -afirma sonriendo y mostrando una parte de sus dientitos.
-Qué bueno, porque te he traído algo que te gusta mucho. -comenta mi tía llevando a Iván hasta la mesa para mostrarle lo que le ha traído. Este al verlo comenzó a dar saltos de felicidad, la cual me contagio siendo así que me quede enternecida viéndolos sin poder evitar soltar una sonrisa al verlo tan feliz pese a que mis papas no están aquí en este día.
-Belén puedes tomarle una foto a tu hermano, para que se la enseñen ahora que venga lidia. -pronuncia mi abuelita señalando a Iván quien está parado en la silla, sus bracitos reposando en la mesa, un jugo y un pequeño gansito con un cerillo esperando ser encendido son los que adornan la mesa hoy.
-Claro, ya vengo. -suelto rápidamente para ingresar corriendo hasta el cuarto, tomo el celular que deje en la cama y regreso de nuevo-. Listo aquí está, ahora pongan lo bien para que las fotos salgan más o menos.
Ambas hermanas asienten ante mi petición, acomodan a mi hermano al tiempo que prenden el cerillo.
-Iván pide un deseo antes de que se apague el cerillo. -exclama mi tía a lo que mi hermano asiente, cierra sus ojos y apaga la luz del cerillo, en ese momento apunto la escena con la cámara del celular y capturo ese instante.
-Listo, he tomado varias fotos que de seguro a mi mamá le van a encantar. -espeto mirando la galería llena de fotos de Iván haciendo caras extrañas-¿Quieren verlas?
-Si. -responden a coro mi abuelita y mi tía. Asiento y les enseño las fotos mientras Iván se va a ver la televisión con su jugo y su gansito en manos, pasan un buen rato mirando las fotos hasta que me devuelven el celular.
-Bueno, yo me tengo que ir mana porque se me está haciendo tarde para dar la platica. -dice mi tía Aylin recogiendo su bolsa.
-Ay mana, pues no te retengo más. -expresa mi abuelita caminando al lado de mi tía.
-Descuida no me preocupo mucho por eso sino porque tengo que tomar foto de que todos están presentes.
-Bueno mana, dirás que te corro, pero ya vez como son la gente si solo te retrasas unos minutos. -comenta mi abuelita encaminando a mi tía hasta la puerta por donde entra la camioneta.
Ella asiente.
-Si mana. Nos vemos.
-Ándale mana.
-Nos vemos tía. -comento cuando mi tía se está alejando de la casa.
Dejo de prestarle atención a su silueta cuando veo el atardecer y recuerdo una cosa, miro la hora del celular y suelto una exclamación al ver que son las 5 de la tarde. Doy media vuelta e ingreso a la casa en busca de mi toalla para meterme a bañar, no sin antes guardar mi celular en la mesa de noche.
No tardo más de 30 minutos en bañarme. Entro apresurada a la habitación chocando con uno que otro juguete de Iván. Comienzo a secar mi cabello lo más rápido posible para después secar mi cuerpo por completo. Me pongo mi ropa interior y prosigo a ponerme una blusa rosada simple sin detalle alguno siendo acompañada por con un short y mis sandalias de tacón bajito.
Le doy una segunda secada a mi cabello para poderlo peinar de una vez, pero detengo mis movimientos cuando veo por la ventana la figura de mi papá a lo lejos.
Suelto una exhalación.
Se me acaba de arruinar mi último día con Raúl.
Que más puede pasarme en este día. Sacudo la cabeza, no es momento de ser negativa, regreso mi atención a mí enredado cabello, paso varios segundos soltando groserías al aire por culpa del nido de calandria que tengo en la cabeza, para mi fortuna logro desenredarlo. Dejo caer el peine en la cama, tomo la toalla que use y salgo al patio a tenderla para que se seque con el sol.
-Belén, ¿Por qué no le has puesto agua a estos animales? -suelta de golpe mi papá desde el chiquero. Está agachado recogiendo el bebedero de los pollos.
-No es cierto, yo ya les puse agua desde hace rato. -replico con el ceño fruncido, mirándolo desde el pistache.
-No, mira están vacíos. -espeta señalando los bebederos que están en el chiquero.
Ay no puede ser.
Ok, lo admito se me olvido que esos estaban ahí.
Un error lo cometemos todos.
-Ya los vi, ahorita les pongo agua de nuevo, para que compruebe de que si los he llenado. -suelto de mal humor dando media vuelta para ir al lavadero, llenar un cubo de agua y así poder echarle agua a los trastes que se me olvidaron ponerle agua.
-Enjuágalos bien. -dice serio poniendo los dos bebederos a mis pies.
-Aja. Hasta los voy a dejar brillocitos. -comento en un tono cargado de sarcasmo mientras enjuago el primer bote para posteriormente continuar con el segundo.
Mi papá enarca una ceja sin embargo, no dice nada, solo da media vuelta y regresa a ver sus pollos, por lo que continuo a terminar de hacer lo que estaba haciendo, cuando estoy poniéndoles las tapas a los botes, en ese momento llega mi abuelita seguida de Iván.
-Belén.
-¿Hugh?
-Necesito que vayas a la tienda a comprarme un cloro, el que teníamos se me acaba de terminar. -informa mi abuelita, y juro por dios que en ese instante de mis labios quiso surgir una sonrisa, pero no deje que se mostrara por mi papá. Esta es mi única oportunidad para poder verlo.
-Sí, solo dame el dinero. -respondo haciendo caso omiso de mis nervios. Ella asiente extendiéndome el dinero al tiempo que deslumbro en su rostro una mirada cómplice y sé muy bien que me quiere decir.
-No te tardes mucho. Si no tiene Aylin ves con Evelin quizás ella tenga. -dice tranquila mientras que yo sé que detrás de esas palabras se esconde algo.
Asiento, meto el dinero en una de las bolsas traseras de mi short, me levanto del piso y le entrego los botes listos a mi papá.
Salgo de la casa y corro como alma que lleva el diablo hasta la tienda antes de que los perros de mi tía Maricela me salgan al camino, sin embargo, logro divisar por un corto de tiempo que en la casa de Evelin hay personas sentadas en el corredor sonriendo y bromeando, dejo de prestarle atención cuando llego a la tienda toda cansada y con la respiración agitada, para mi suerte los perros no lograron darse cuenta de que pase.
Sonrió meneando la cabeza.
Tontos.
Tomo una exhalación antes de recomponerme y seguir avanzando. Al llegar lo primero que me encuentro es a mi prima sentada en la mecedora y a mi primo con la música a todo lo que da la pobre bocina desde su casa.
-Merdeus. -la llamo por su apellido, quien al verme mueve su cabeza sin despegar su mirada de su celular.
-Ruiz. -pronuncia mi apellido también, sonrió porque entre los cuatro tenemos la manía de llamarnos por nuestros respectivos apellidos, es una costumbre extraña que tenemos. Estoy a punto de decirle algo sobre el programa de La Voz México cuando la presencia de mi tía Aylin
aparece.
-Belén. -exclama mi tía.
-Tía. -espeto en un tono entre serio y cantarín.
-¿Querías algo? -pregunta abriendo el refrigerador en donde permanecen los refrescos.
-Sí, quería un cloro. -contesto jugando con el dinero, temiendo que me diga lo que menos quiero escuchar.
-Aso mecha, cloro no hay, Belén, se lo acaban de llevar. -informa dándome una mirada de pena, pero para mí sus palabras son como un tipo de esperanza.
-Ay no me diga eso, tía. -digo fingiendo preocupación.
-Sí, te lo debo. -vuelve a decir mi tía mientras compone unas brasitas mal puestas en la estantería.
-Bueno. Gracias tía. -expreso dando media vuelta para ir me, pero su voz me dé tiene cuando escucho que pronuncia mi nombre por lo que detengo mis pasos y giro mi cuerpo para mirarla.
-Oye y porque no vas aquí con Evelin, quizás ella tenga. -comenta señalando la casa de al lado.
-¿Cree que ella tenga? -pregunto haciéndome la tonta.
-No lo sé, pero no pierdes nada con intentarlo. -comenta animándome a que valla a aquella casa donde se encuentra mi chico.
Mi chico.
Guau esas son palabras mayores Belén.
Que cosas estoy diciendo hoy.
-Bueno, iré a ver. Gracias tía, nos vemos.
-Ándale pues. -dice regando la planta que da las flores que Raúl en estos últimos días me ha regalado.
Asiento y avanzo hacia mi nuevo destino, dejando atrás a mi tía con sus gardenias. Debo admitir que, hasta este punto de mi vida, me siento muy nerviosa para ser sincera más que la primera vez que platique con él en medio de aquel cielo lleno de estrellas.
Suelto una exhalación y abro la puerta, pero esta al ser abierta produce un rechinido horrible causando que todos los pares de ojos que están en el corredor se posen en mí.
Trago saliva y humedezco mis labios, siento como la pena se acentúa en mi rostro, dejo a un lado mis nervios y avanzo, pese a que odio la tensión y más la de todos los presentes.
-Buenas tardes. -pronuncio por educación.
-Buenas tardes. -responden en corro las tías de Raúl y en ese momento sale Evelin de adentro de la casa.
-Belén, que gusto verte por aquí. -comenta la mujer mostrándome una sonrisa y agrega-¿Buscabas a Raúl? Niego ocultando mi sonrojes con mi cabello.
-No, por el momento no. -respondo y siento la necesidad de agregar algo más-. En realidad, vine ha mandado.
-Mmm... ¿Entonces querías algo? -pregunta extrañada al ver que no busco a su sobrino.
-Sí, de casualidad no tendrás un cloro que me vendas. -digo mientras juego con las monedas que tengo en mano.
-Mmm... Creo que sí, déjame ver. -espeta dando media vuelta e ingresa a la casa, demora varios minutos en regresar y yo comienzo a impacientarme con las miradas que tengo encima a pesar de que siguen metidas en su conversación, pero mi tortura termina cuando Evelin regresa y trae mi salvación en manos.
-Qué bueno sí que tienes. -espeto alegre al ver el detergente en sus manos. -Tienes suerte, era el último que me quedaba. -comenta extendiéndomelo, cosa que lo tomo enseguida.
-Gracias. -digo al tiempo que le entrego el dinero, ella lo toma y justo en ese microsegundo la presencia de Amaya se hace notable.
-Belén.
-Amaya.
-No te puedes ir aun, no todavía. -dice rápidamente cuando ve que hago un ademan de irme.
-¿Por qué no? -pregunto frunciendo el ceño y ladeando mi cabeza.
-Lo que pasa es que Raúl escucho que llegaste y le dije que salga a verte, pero le da pena. -explica esbozando una sonrisa cómplice la cual capto en seguida.
-Ah ¿y en donde esta? -vuelvo a preguntar con la curiosidad plasmada en mi sistema.
-Él te espera adentro, tiene algo para ti. -informa tomando mi mano, mientras me quita el detergente las manos, se lo entrega a Evelin para después guiarme por un pasillo corto, hasta que llegamos a una puerta de madera, en donde supongo se encuentra el chico de las gardenias, el chico que ha estado robándome suspiros.
Amaya soba mis brazos y me deja ahí, volteo a verla y solo logro ver su figura perderse en el pasillo.
El corazón me palpita demasiado y los nervios comienzan a traicionarme.
No estoy lista para este momento.
No, definitivamente no.
Suelto un suspiro, tomo fuerzas de donde sea y güiro la perilla de la puerta. Al abrirla lo primero con lo que me topo es con una gran ventana siendo cubierta por unas largas cortinas azules que llegan hasta el suelo de las cuales se cuelan rayos de luz, decido marcharme, pero su figura me lo impide.
-Entra. No tengas miedo, Solcito. -expresa tendiéndome su mano, sin tener más opción la tomo e ingreso finalmente a su habitación o en su caso la habitación que usa temporalmente. La detallo y me doy cuenta que las paredes están pintadas de un color lila claro, que en una esquina hay una cama ancha, recién tendida y al lado hay una mesita de noche, donde reposan algunas cosas y desde aquí puedo escuchar la música de mi primo Carlos, con claridad.
-Pensé que no vendrías. -musita llamando mi atención, lo miro y es ahí cuando puedo darme cuenta de que su cabello está un poco alterado dejando a la vista esas líneas rojas en él, su vestimenta de hoy consiste en una camisa blanca de manga corta acompañada por una chaqueta negra y a su vez de unos pantalones negros de vestir siendo combinados por sus tan amados tenis Nike.
Sin duda hoy luce mucho mejor que antes.
-¿Por qué pensaste eso? -pregunto frunciendo el ceño en un intento por ocultar mis emociones mientras avanzo hasta su lugar.
-Por tu reacción en la mañana, te note como enojada y cortante. -dice acercándose lentamente a mí y su fragancia golpea mis sentidos.
La atmósfera a nuestro al rededor cambia y el ambiente se siente tenso y es ahí cuando puedo notar la diferencia de alguna, el con su metro 1,70 y yo con mi metro 1,44.
-No fue eso, es que tuve un mal sueño, eso es todo. -respondo desviando la mirada, pero de un momento a otro siento sus dedos trazando caricias por la piel de mi cuello hasta llegar a mi mentón y detenerse ahí.
-Así. -comenta con voz ronca al tiempo que una de sus manos se posiciona en mi cintura para atraerme a su cuerpo justo al momento en el que Raúl comienza a balancear nuestros cuerpos de un lado a otro siendo guiados por el ritmo de la canción que suena de fondo, no reconozco el nombre ni al artista, solo puedo entender que Bad significa malo y Habits es hábitos de ahí en fuera no sé nada de inglés, pero puedo asegurar que queda perfecta para este instante.
-Si. -contesto un poco distraída por su cercanía y sus movimientos y también porque siento algo extraño rozando por mi espalda.
-¿Quieres hablar eso? -pregunta sin dejar de trazar sus dedos por todo el contorno de mi rostro.
-No. -es lo único que logro articular cuando soy presa de esos iris oscuros que me observan con tanta intensidad.
Él no dice nada solo asiente ante mi respuesta al tiempo que sigue detallando mi rostro siendo acompañados por el silencio y la música, sin embargo, de repente veo como frunce su ceño como si hubiese descubierto algo, causando que yo entreabra los labios y solo pueda observarlo.
-Tienes una cicatriz en una en una de tus cejas. -pronuncia asombrado y extrañado, pasando su dedo por mi gruesa ceja y sin esperarlo sonríe-, es curioso. ¿por qué no la había visto antes?
-Será porque es una cicatriz que se sabe ocultar muy bien. -expreso sonriendo ante su comentario.
-Puede ser. -concuerda tocando la pequeña línea que reposa en mi ceja-, ahora tengo curiosidad por saber cómo es que esta cicatriz llego hasta aquí.
-Fácil, resbale con una tumba y me golpe la frente con la esquina de una cruz. -confieso recordando aquella vez que fui con mi tía y mi abuelita al panteón a dejarle flores a mis abuelitos.
-Me imagino que te tuvo que haber dolido. -comenta dándome una pequeña vuelta para volverme a cercar a su cuerpo.
-Sí, pero no fue algo de gravedad. -espeto restándole importancia cuando su mano se posa más arriba de mi cintura, el ambiente cambia y puedo sentir
-Al menos sé que no paso a mayores. -expresa acortando el espacio entre nosotros, acerca su rostro al mío y sin esperarlo planta sus labios en mi ceja, ahí donde reposa mi cicatriz, el pulso se me acelera cuando se separa un poco de mí.
-Así es, por cierto, quería saber porque razón....
No logro completar la oración cuando él vuelve a continuar trazando líneas por todo mi rostro sin perder el ritmo de la canción, hasta que finalmente se detiene en mis labios, rosa la comisura mi labio inferior con su dedo haciendo que mi cuerpo entre en tensión y que el corazón se me acelere cuando veo en sus ojos un brillo inusual, cuando veo su rostro acercarse al mío más de lo normal.
Dejo de pensar cuando nuestras respiraciones se vuelven una misma y comienza a danzar a la vez.
Nos miramos fijamente sin perder detalle alguno del otro y es ahí cuando comprendo que el momento llego, es ahí cuando dejo de pensar y solo puedo sentir el martilleo de mi corazón acelerado.
Dejo de pensar cuando toma mi nuca y planta sus suaves labios sobre los míos. Me quedo estática sin saber cómo reaccionar por un segundo, pero entro en razón y le correspondo dándole el permiso de adueñarse de mis labios, de mi boca. El beso es tierno y apasionado, lento y sublime a pesar de mis torpes e inexpertos movimientos, sin embargo, él toma el control y el beso se torna efusivo e intenso, el ritmo del beso aumenta al tiempo que introduce su lengua en mí para tener más acceso a mi boca. Sebe cómo hacerlo, sabe cómo guiarnos.
Con el paso de los minutos nuestras respiraciones se vuelven pesadas mientras nuestros labios se mueven sincronizada mente, hasta que finalmente nos separamos unos segundos por falta de aire. Nos miramos sin romper la conexión que hemos creado, sonreímos al darnos cuenta de lo que ha ocurrido, permanecemos en silencio cuando la canción termina y sin decir nada el me atrae hasta su pecho y como la chica enamorada que soy me abrazo a su cuerpo en un intento por esconder mi vergüenza mientras él reposa su barbilla en mi cabeza, desde esta posición puedo sentir los latidos de su corazón.
Él suelta un suspiro y deja un suave beso en mi frente.
—¿Es normal que una persona se sienta como si estuviera en el espacio? ¿Cómo si navegara en él? —habla después de estar varios minutos en silencio.
—Creo que sí —expreso sin entender del todo su pregunta y agrego separándome un poco de aquel calor que me proporciona su cuerpo—, después de todo dicen que somos polvo de estrellas.
—Quizás sea eso. —musita mostrándome una tierna sonrisa.
—¿Por qué lo dices? —pregunto tocando tímidamente el contorno de sus rojizos labios.
—Porque justo en este momento me siento como su estuviera dentro de un tsunami y al mismo tiempo en el espacio, es como si todo esto fuera mágico. ¿A caso no lo sientes? —indica poniendo un mechón de cabello detrás de mí oreja.
—Claro que sí, es como si estuviera flotando en una burbuja que al mismo tiempo resplandece por miles de estrellas. —musito perdiéndome en esos iris oscuros que no dejan de observarme, en esos iris que voy a extrañar ver.
Suelta un suspiro.
—¿Esto realmente ha pasado? —pregunta aún sorprendió por lo del beso.
—Sí, esto realmente acaba de pasar, Raúl. —respondo sonriéndole, al tiempo que escondo mi cara en su pecho sintiendo el ritmo que su corazón produce.
Nos mantenemos en silencio perdiéndonos en nuestros latidos olvidándonos de las horas. Pasan varios minutos en los que nos mantenemos así, unidos, hasta que él toma una exhalación y me acerca aún más a su cuerpo, sin embargo, decide hablar aquello que ambos no deseábamos decir, pero que es necesario.
-Creo que hoy será nuestro último día juntos, lindura. -musita jugando con las puntas de mi cabello, en su tono puedo notar la nostalgia.
-Al parecer así es. -susurro con tristeza sintiendo mi voz quebrarse debido a que ya no lo veré.
-No quisiera ir me, pero tengo que hacerlo. -expresa levantado mi mentón con su mano para que lo mire a los ojos y al mirar esos iris oscuros puedo notar la ausencia de su brillo-, pero aún así, gracias por compartir conmigo estos días, fueron increíbles a tu lado. Gracias.
-¿Crees que algún día nos volveremos a ver? -pregunto con la esperanza golpeando en mi interior.
-Es probable que eso suceda, recuerda que nuestros malos hábitos nos llevan el uno al otro. -responde regalándome una corta y melancólica sonrisa.
-Eso sería muy bueno. -comento dándolo una fugaz sonrisa.
-Por supuesto quizás mi mamá venga otra vez, así que es posible que nos volvamos a ver. -confiesa en un tono coqueto para tratar de aminorar la tristeza que se ha formado en la habitación-, por lo tanto, a partir de hoy estaré contando las horas para volver a vernos.
-También estaré contando las horas y los días para volver a ver el cielo estrellado junto a ti.
Él asiente y no dice nada, solo me regala una sonrisa mientras un silencio cómodo vuelve a nosotros y es que estar con él en este momento se siente bien, se siente mágico, pero es imposible dejar de sentir una sensación de tristeza que embarga mi corazón al saber que dejare de oír sus halagos, dejare de escuchar aquel Solcito salir de sus labios, dejare de escuchar su voz, dejare de ver sus iris oscuros y aquella sonrisa que tanto me gusta.
-Te voy a extrañar mucho, Solcito. -musita volviendo a dejar un beso en mi cabeza, haciendo que deje en paz mis pensamientos por el momento y me concentre en él.
-Yo también te extrañare mucho, chico de las gardenias. -confieso levantando mi vista para poder verlo desde mi posición sin dejar abrazarlo.
-Prométeme que estaremos en contacto. Que no dejaremos de tener comunicación pese a la distancia.
-Te lo prometo.
Él asiente e intenta decirme algo más, pero un sonido que reconozco muy bien hace que Raúl detenga sus palabras y frunza su ceño mientras que a mí se me activa la alarma de peligro, lo cual reacciono al instante y rompo el abrazo, separándome del calor que Raúl me brindaba, sintiéndome mal por no tener más su calor. Me mira extraño y yo no sé qué decirle justo ahora.
-Lo siento, me tengo que ir mi papá me llama. -expreso un poco alterada sintiendo la adrenalina en mi sistema por saber que voy a recibir un regaño de mi papa en cuanto llegue a la casa.
-Ve, no quiero que por mi culpa te regañe. -exclama preocupado-. Cuídate mucho Solcito.
-Igualmente, chico de las gardenias. -musito para después salir corriendo de la habitación sintiéndome vacía al dejarlo ahí.
Cruzo el pasillo sin detenerme a mirar nada, hasta que salgo al corredor, donde me encuentro a Evelyn quien me extiende el detergente junto a unas galletas de Emperador que, según ella, Raúl me las compro, las acepto dándole las gracias y salgo corriendo otra vez olvidándome de los perros. Llego a la casa cansada y con la respiración alterada, subo los escalones rápido e ingreso a la casa, pero la voz mi papá me hace levantar la mirada y lo veo ahí, recargado en el mural del chiquero con el ceño fruncido.
-Se puede saber porque te has demorado demasiado. -cuestiona enojado.
-¡Ay! Ya sabe cómo es mi tía siempre se pone a platicar. -me excuso con lo primero que llega a mi mente.
-Mmm... Hazte mensa, que yo no nací ayer. -dice enarcando una ceja.
-Ay apa es la verdad. -suelto levantando las manos. Intenta replicar, pero no lo hace cuando la presencia de mi abuelita nos interrumpe de una discusión.
-¿Si tenía cloro? -pregunta intercediendo en la casi discusión.
-Si al final lo termine comprendo con Evelyn, mi tía no tenía. -confieso extendiéndole el detergente mientras avanzo hacia la casa.
-Prepárate para al rato, tu mamá va a marcar desde tu celular. -espeta mi papá y solo asiento dejándolos a los ahí para parados, ingreso finalmente a la casa y de ahí me voy al cuarto.
Una vez que estoy sola me dejo caer en la cama dejando a un lado las galletas, mis manos tiemblan, paso una mano por mi cabello para calmar mis nervios y sin poder contenerme más sonrió como boba al recordar todo, si sonrió de alegría, sonrió al saber que al fin alguien ha tocado mis labios, sonrió porque he besado a alguien, porque al fin he recibido mi primer beso y por acto de reflejo llevo mi mano a mis labios que aún siguen hinchados acusada del beso, los toco y todavía puedo sentir en mis labios el sabor de la menta y la pasta de diente, aún puedo sentir sus labios sobre los míos moviéndose al mismo ritmo.
Suelto un suspiro.
No puedo creer que al fin paso.
Jamás pensé que así sería mi primer beso.
Dejo de tocar mis labios y tranquilizo mi alegría cuando veo a mi abuelita llegar de manera rápida, cosa que hace que incorpore de la cama y la mire extrañada.
-Belén. Ven rápido que ya se van. -dice dándose la vuelta y esas simples palabras bastaron para que saliera casi corriendo del cuarto y seguirle el paso.
-¿Ya llego el taxi? -cuestiono a sus espaldas.
-Sí, acaba de llegar, así que anda que ya no lo verás. -espeta empujándome para que apure el paso.
Asiento y salgo al patio para mi suerte mi papá no está donde lo vi hace rato, dirijo mi mirada a la casa de mis vecinos cuando escucho ruido y si, efectivamente como dijo mi abuelita ya se van pues tanto Amaya como Benjamín y Raúl están me tiendo las ultimas cosas que tienen en el corredor al taxi, los veo adentrase en el cuándo ya han metido todo y sé que a partir de ahí ya no hay vuelta atrás, ya no lo volveré a ver en todo este mes y una punza de dolor se instala en mi corazón.
Dejo de verlos cuando el coche comienza a salir de su casa, por lo que decido ir rápido a los escalones y sentarme en el primero justo a tiempo cuando el taxi pasa y lo veo marcharse, sin embargo, antes de desaparecer por completo Raúl dirige su vista hacia mi casa y nuestras miradas se cruzan por un momento cuando el taxi desaparece a lo lejos.
Miro el atardecer el cual se ha tornado de varios colores creando una obra de arte, abrazo mi cuerpo al sentir una ráfaga de aire, al sentir que hoy pasare la primera madrugada sin él sin escuchar de sus labios aquel Solcito y a la vez siento que me he quedado incompleta, como si él se hubiera llevado todo de mí, es como si todo a partir de aquí fuera a cambiar y no sé porque tengo el presentimiento de que él es mi final, pero también es el inicio de algo que aún no sé.
Meneo la cabeza al pensar en tonterías y regreso a la casa, ansiosa por la llamada de mi mamá.
¿Qué me has hecho Raúl Lebrent del Carmen?
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