Capítulo 15. El juego del siglo
Así que la sombra, no era una sombra ni tampoco era una imaginación de mi mente.
Si no todo lo contrario la sombra es un algo de cuatro patas.
Suelto un suspiro y vuelvo a mirar a la cosita que no deja de mover su colita.
—Con que esta cosita tan pequeña y bonita fue lo que me espanto. —le hablo mientras lo tomo en brazos a lo que él responde con un pequeño ladrido y a cambio le muestro una sonrisa.
Avanzo con el pequeño animal en brazos hacia el portón, me detengo antes de entrar y me quedo con él unos minutos los cuales aprovecho para revisarlo de pies a cabeza y así poder comprobar si no tiene alguna herida, quemadura o lesión. No soy veterinaria ni nada por el estilo, pero algo he aprendido de mi tío Edel cuando viene a revisar a káiser cada que se enferma o tiene alguna anomalía.
Mamá ama mucho a káiser y cuando se pone mal, rápido recurre a mi tío Edel.
Termino de revisarlo y afectivamente gracias a dios no tiene nada de anomalías solo que esta des trasijado debido a que no ha comido ni ha tomado agua en días.
—Creo que te quedaras aquí en la casa. —le hablo, pero él no me presta atención por estar jugando con mi mano—. Así que mi abuelita te tiene que conocer, sé que la idea no le agradara mucho, pero si apareciste por aquí es por algo.
Finalmente deja de jugar con mi mano para después acostarse boca arriba en el piso y comenzar a rodar de aquí para haya.
Sonrió al ver tan tierna escena.
Tomo una exhalación profunda y hago lo que tenía que hacer desde hace unos segundos.
—¡Abuelita! —grito fuertemente para llamar su atención y hacer que salga de donde sea que está metida, pasan varios minutos y ella no aparece, comienzo a impacientarme y vuelvo a repetir la acción. —¡Abuelita!
Dejo de gritar y regreso de nuevo mi vista ahora en el animalito que por lo visto se ha robado toda mi atención el día de hoy.
Suelto una risita más sin poder evitarlo haciendo que me olvide de mi abuelita.
—¿Qué paso Belén? —espeta mi abuelita asustada- ¿Por qué esos gritos?
La miro sonriente sobre mi hombro.
Espero que no se enoje.
—Tranquila no pasó nada. —le respondo con calma para que no se altere.
La escucho soltar un bufido.
Ok. Ahora si ya se enojó.
¡Virgen de la macarena agárrame confesada!
—Pues si no pasó nada, entonces deja de asustarme y de pegar gritos como loca, la gente que te escuche pensara que te están pegando. —vocifera mi abuelita en un tono enojado.
Ruedo los ojos.
—Tú siempre preocupándote por el qué dirán. Pero ok. Entendido. —calmo mi humor y cedo, no quiero crear una pelea ahora mismo—. Pero yo solo te hablé para que vinieras a ver esto. —comento ahora con alegría al tiempo que me levanto del suelo y le muestro al animalito que sostengo en manos.
Ella retira su mirada de mí para enfocar su vista ahora en el cachorro que tengo cargando.
Con el ceño fruncido y brazos cruzados mi abuelita se acerca a mí para poder mirar bien al cachorro, entonces algo cambia en sus facciones, su gesto se suaviza, su ceño fruncido se borra al igual que sus brazos cruzados se deshacen y ahora su mirada es de sorpresa, curiosidad y asombro.
La veo sonreír para después tomar al cachorro entre sus manos.
Acción que me toma desprevenida.
Hace un momento lo miraba con recelo y ahora lo mira con amor.
Frunzo el ceño y enarco una ceja sin dejar de mirarla.
Vaya cambio de emociones que tiene mi abuelita.
—Belén... Es... Es hermoso. —dice mirando al animalito que no deja de mover su colita.
Asiento en acuerdo con ella.
—Y si no los quedamos abuelita. —comento, tentando a mi suerte y enseguida añado sin darle tiempo a refutar algo—. Ya lo revisé y no tiene ninguna lesión. —digo retirando la tierra de mis manos—. Solo tiene hambre, y para tu tranquilidad es macho por si tenías dudas de que fuera hembra.
Ella asiente sin prestarme demasiada atención.
—De acuerdo. Solo espero que Káiser no se ponga celoso, ya vez que es el amor de tu mamá. —indica poniendo al animalito en el suelo.
—No creo que Káiser sea así. —replico sin despegar la vista del perrito que corre como loco—. Él es un amor.
—Ya lo veremos, más adelante. —responde mi abuelita en un tono de obviedad y sabiduría.
—Lo mismo dijiste cuando mis tías trajeron a pulga a la casa y ya ves ambos perros se llevan muy bien. —replico divertida y ella menea la cabeza de lado a lado.
—Si tienes razón. Por cierto, no has notado algo curioso en el perro. —comenta observando al perro que ha espantado a las gallinas y ahora estas parecen locas, caca raqueando por todos lados.
—¿Algo? ¿Cómo qué? —respondo ceñuda con la duda ahora latente en mi sistema.
—Pues que se parece mucho a Rata, para mí que es hijo de él. —afirma sin dudar y prosigue-. Solo míralo, desde el pelaje hasta en el color de ojos.
Miro al pequeño cachorro prestando atención a lo que dijo mi abuelita y hago las comparaciones entre Rata y Mailón.
Tiene razón mi abuelita.
El perrito tiene muchas similitudes con Rata.
Dejo de analizarlo y regreso la mirada hacia mi abuelita de nuevo.
—Al parecer tienes razón. —indico, afirmando su teoría—. Existen ciertas similitudes entre él y Rata. Pero pues solo es eso similitudes.
—Sí. Como sea. —expresa restándole importancia-. Pasando a otro tema, ¿cómo se llamará? Ya tienes algún nombre para él.
—Sí. —afirmo un poco ausente pensando en miles de nombres—. Pero no sé si le quede el nombre.
Ella me mira y frunce el ceño.
—¿Qué nombre piensas ponerle?
—Quiero ponerle Jacob.
—¿Cómo el de crepúsculo?
—Sí.
—Me gusta. Pero no creo que le quede.
—Entonces. Tienes en mente un nombre que le quede al perro.
—Sí. ¿Qué te parece si le ponemos el nombre de tu amigo?
Frunzo el ceño.
—¿Cuál amigo? —pregunto desprevenida.
—Pues cuál más, tu amigo ese de la secundaria al que le dicen Mailón. Al que se le va la cochina al monte.
La miro sorprendida sin dar crédito a lo que acaba de decir.
Me cruzo de brazos, y enarco una ceja.
Mailón no es mi amigo.
Él solo estudio un 1 año conmigo la secundaria, el ultimo grado para ser francos además de que conviví muy poco con él. casi no me relacione con él.
Fue mi compañero de clase y más que una vez me toco hacer equipo con él para la materia de química, pero de ahí en fuera eso no daba pie para que fuéramos amigos o para considerarlo como uno.
Vuelco los ojos.
Eso me pasa por mentirle a mi abuelita.
Eso me pasa por crear mentiras.
Suelto el aire retenido.
Las mentiras nunca son buenas, solo traen problemas y encrucijadas.
—Abuelita. —llamo su atención y ella deja de mirar al perro según ella llamado Mailón—. Para empezar. Mailón no es mi amigo, solo fue mi compañero de clase y segundo él tiene un nombre y se llama Rodrigo.
Enarco una ceja y la miro seriamente.
—De acuerdo. Pero ¿cómo porque le dicen Mailón? Si ya sé que se le va la reversa, pero todavía no comprendo del porqué ese nombre. —cuestiona ahora con el ceño fruncido.
Vuelco los ojos.
Aquí vienen de nuevo sus dudas.
—Ya te lo había dicho desde hace mucho. Rodrigo es gay... —espeto remarcando la última palabra— ¿Qué es eso de que se le va la reversa? Ya no estamos en esos tiempos donde la gente te ofendía por tener gustos distintos, en donde te decían marica o maricon solo porque a esa persona simple y sencillamente no le gustan las mujeres o los hombres. Ya basta de eso. —refuto y la miro nuevamente—. Por último, dato a Rodrigo, le gusta que le digan así por ese seudónimo.
—Ta bien. Pero no te enojes... —comenta mi abuelita alzando las manos—... Y volviendo al tema principal. El caso es que este pequeño animal se llamara así a partir de ahora. —dice mientras señala al perro que corre por todo el patio como loco espantando a las gallinas, causando que suelte una carcajada.
Asiento, sin ánimos de darle otro discurso.
—Ahora que lo recuerdo, ¿qué no así se llama el perro que sale en la película de la máscara?
Ladeo mi rostro y vuelvo a enarcar una ceja, la veo sonreír ampliamente.
Vuelvo y lo repito a veces sonríe como el gato de Alicia.
A veces su sonrisa me llega a espantar, pero solo un poco.
—Es correcto, por eso pensé que ese nombre le quedaría perfecto al perro.
—Mm. Bueno si tú lo dices.
—Sí y ahora a darle, que tú tienes que ponerle agua a los animales y yo tengo que darles de comer.
—Ok. —contesto en automático.
Tomo en brazos a Mailón y camino hacia la cocina acompañada de mi abuelita que viene detrás de mí.
—A y que no se te olvide encerrar al perro por ahorita, ya después lo sueltas. —dice mi abuelita.
Asiento sin voltear a verla mientras busco con la mirada por todos lados una reja para poder encerrar a Mailón, busco y busco hasta que finalmente encuentro una.
Pongo en el suelo a Mailón y después pongo la reja, enseguida él comienza con sus chillidos, el corazón se me apachurra de solo escucharlo chillar. Pero es por su bien.
—No chilles. Solo por hoy estarás encerrado. —le hablo y el guarda silencio al tiempo que me agacho y toco tiernamente su pelaje—. Mañana andarás libre.
Me levanto y a los pocos segundos comienza a chillar de nuevo, me gustaría sacarlo, pero no tengo tiempo para cuidarlo. Ni modo.
Cuando estoy a nada de dar media vuelta y dejarlo solo con lamento, en ese instante aparece mi hermanito con sus rizos todos alborotados y mejillas llenas de dulce.
Me quiero reír de solo verlo, pero contengo mi risa para no ganarme un golpe de su parte.
Suelto un suspiro.
Mañana es martes.
Mañana estamos a 18 de abril.
Mañana es su cumpleaños.
—Y ¿ete pelo de quién es? —pregunta mi hermanito mirando a Mailón que ha dejado de ladrar.
—Lo encontré afuera de la casa. —comento—. Me pego un susto horrible, casi se me sale el corazón.
—Tonta. —dice mientras suelta pequeñas y sonoras carcajadas.
Lo miro boquiabierta y un tanto incrédula.
Se está burlando de mí.
Suelto un bufido y vuelco los ojos.
—En fin. Tengo que hacer unas cosas. —le explico y él solo asiente—. Si lo quieres cuidar o verlo, puedes hacerlo desde de lejos. No quiero que te le acerques, aún no está vacunado. ¿Entendido?
Él deja de reírse y centra su atención en mí.
—Enteldidoo.
—Bueno.
Doy media vuelta y avanzo hacia al lavadero en busca del cubo para ponerle agua a las gallinas dejando atrás al perro con sus ladridos al tope y a mi hermano riéndose aún.
No sé qué es lo que le causa tanta gracia.
Lleno el cubo de agua y al poco rato mi abuelita llega a mi lado con un traste hasta el tope de alimento.
—Ya terminaste de llenar el cubo.
—Sí.
—Ok. Entonces vamos.
Asiento y ambas nos dirigimos hacer lo que le toca a cada una. Ella se va a darles de comer y yo me dispongo a llenar los trastes de agua, afortunadamente termino rápido y sin más que hacer me dirijo ayudar a mi abuelita para terminar de una vez por todas.
El tiempo se fue muy rápido haciendo que el resto de la mañana y la tarde se fueran volando como las hojas en primavera.
Eso de dar de comer y poner les agua a las gallinas es un trabajo de tiempo completo.
Termino de enjuagar los trastes donde comieron las gallinas y los recargo en la pared para que se les escurra el agua.
Suelto una exhalación.
Regreso al lavadero para enjuagar mis manos que están un poco babosas debido a la enjabonadura que me pase más de lo normal.
Suelto un bufido de frustración.
Qué me estresa esto.
—¿Belén?
—¿Eh?
—Necesito que me vengas ayudar con la comida, por favor.
—Voy. Solo termino de lavarme las manos.
—No te tardes mucho. El niño ya tiene hambre.
—Sí, ya voy.
Meto de rápido mis manos a la palangana para enjuagarlas y goteando aún agua avanzo a la cocina al tiempo que paso las manos por mi ropa para secarlas.
Suelto un suspiro de frustración.
—Listo. Ya estoy aquí.
Ella asiente y se dirige a la mesa, ella toma un traste y me lo entrega.
—Necesito que enjuagues esa carne que la voy a ocupar. Voy a hacer carne molida con papas.
Miro el recipiente con el ceño fruncido más no digo nada, solo doy medía vuelta y regreso al lavadero.
La verdad es que las cosas achoquijosas y yo no nos llevamos en lo absoluto.
Tomo exhalación.
Qué no me dé asco por favor.
Qué no me dé asco por favor.
Qué no me dè asc...
Repito una y otra vez la misma frase pasándola a segundo plano mientras enjuago la poca sangre que tiene, hago esto por durante 5 minutos y regreso adonde esta mi abuelita.
En definitiva, odio todo aquello que achoquije.
Suelto un frustrado suspiro.
—Ya te enjuagué la carne y le quité la sangre ¿alguna otra cosa más que haga? -comento poniendo la carne en la mesa.
—Sí, mira, pícame esas 5 papas, esos 7 chiles y esas 4 cebollas que están ahí. —dice señalando la mesa—. Mientras tú haces eso yo voy quemando el aceite con un pedazo de cebolla que deje por aquí, espero que no se la hayan comido las gallinas.
Le doy un asentimiento de cabeza y me pongo en marcha a cortar las papas, los chiles y las cebollas al tiempo que desconecto mi mente por unos segundos, pero sin irme muy lejos de la realidad. No me hago más de 30 minutos cortando las verduras.
Limpio mis manos con el trapo de cocina para después meter las verduras en un recipiente y así enjuagarlas.
—¡Listo! Ya terminé. —digo y le paso la coladera.
—Bueno. Ahora vete a buscar los platos y las tortillas mientras yo guiso esto.
Asiento rápidamente y doy media vuelta no sin antes escuchar el famoso ruido que hace el latón, ese que hace cuando alguien entra y no puede abrirlo bien.
Detengo mis pasos, miro a mi abuelita y ella me mira a mí para después ambas mirar en la dirección que da a la puerta que esta por el pistache.
Seguro que el del ruido fue mi tío Santiago. Él siempre hace ruido a la hora de abrir el latón, debido a su enfermedad se la hace difícil agarrar bien las cosas.
Pasan varios minutos y finalmente acierto en mi teoría.
Sí, era él y no viene solo, viene con mi tío Ricardo. Como suele ser siempre.
Ellos fueron los del ruido.
—Ya llegaron tus tíos. —exclama—. Apúrate y vete de una vez por los platos y las tortillas que te pedí.
Le doy un último asentamiento de cabeza y finalmente entro a la casa a buscar lo que me pido desde un principio antes de que llegaran mis tíos sin antes escuchar cómo sale mi hermano corriendo a ver a mis tíos.
Vuelco los ojos.
Se le está haciendo costumbre hacer eso y creo ya no se le quitará la maña de hacerlo.
Meneo la cabeza de un lado a otro.
Llego a la mesa y tomo el kilo de tortillas junto con los platos al tiempo que tomo un par de vasos de vidrios al igual que un par de cucharas las cuales acomodo en los platos.
Tomo todas las cosas con sumo cuidado y avanzo a la cocina metiéndole un poco de velocidad a mis pasos para que mi abuelita no me regañe o me diga algo.
Al llegar a la salida de la puerta me encuentro con dos figuras familiares para mí.
—¡Bel! —habla mi tío Santiago en un tono ronco y dulzón a la vez, ese que lo caracteriza siempre desde que tengo conciencia. Seguido de mi tío Santiago también me habla.
—Tío. —expreso para ambos en una sonrisa, sonrisa la cual se asemeja en una mueca. Pero no porque yo quiera hacerla, sino porque siento como se me van resbalando poco a poco las cosas que traigo en manos y las cuales tarde o temprano caerán al suelo y se romperán en mil pedazos.
Si se caen harán un desastre y es seguro que me ganaré un regaño por parte de mi abuelita.
Vuelvo a efectuar una mueca ante mi pensamiento, cosa que mi tío Santiago capta al instante.
—Dame eso Bel. —dice mi tío tomando las tortillas y los platos.
Suelto un suspiro de alivio.
Solo a mí se me ocurre traerme las cosas de un jalón y todo por no querer dar una segunda vuelta.
—¿En dónde pongo esto, Bel? —pregunta mi tío Santiago.
—Póngalas en aquella mesa, esa que está por haya tío. —digo señalando la mesa que se encuentra a un lado del ciruelo y mismo lugar en donde está mi tío Ricardo sentado y jugando con sus manos en la mesa.
Mi tío asiente y se dirige a la mesa a poner las cosas al igual que yo hago lo mismo para después recargar mi cadera en la orilla de la mesa mientras cruzo los brazos en mi pecho, cuando al poco rato Mailón comienza a lloriquear para que lo saquen, llamando así la atención de mi tío Santiago y Ricardo.
Vaya hasta que se despertó.
Suelto un suspiro y me paso una mano por el cabello.
Centro la vista en el animal que se encuentra a un lado del naranjo y el limón.
—¡Alo! Y ¿quién les dio ese perro? —exclama/ pregunta mi tío Santiago en total sorpresa.
—Lo enconto mi mana. —dice mi hermano arrastrando una silla.
—¿Es cierto eso Bel? —habla mi tío Ricardo, el cual se había mantenido en silencio desde que llego.
—Si tío. Si es cierto.
—Ya está la comida. Ahorita les sirvo. —comenta mi abuelita captando nuestra atención al tiempo que saca el sartén de la lumbre.
—Si mana. —responde mi tío Santiago, el cual va en busca de una silla.
—Belén, pásame de una vez los platos para serviles a tus tíos, a y pásame las tortillas para calentarlas también.
Asiento y le paso lo que me pide.
Ella toma las cosas y las pone en la otra mesa que esta de repuesto, al tiempo que enjuaga el comal y lo pone en la lumbre para posteriormente comenzar a servir en los platos. Una vez que ya está listo el primero, me lo pasa, lo tomo y lo pongo en el centro de la mesa para que uno de mis tíos decida tomarlo y que alguno de los dos se sienta.
—Gracias Bel. —dice mi tío Santiago re acomodando su silla.
Asiento en una sonrisa de boca cerrada y regreso en busca del segundo plato.
Afortunadamente y para mi buena suerte termino de poner los platos y servir la mesa en cuestión de minutos y es ahí y solo ahí cuando decido finalmente tomar un plato, servirme y tomar asiento junto con mis tíos, con mi abuelita quien ya ha terminado de calentar el kilo de tortillas y con mi hermano el cual se fue a ver la televisión luego de que mis tíos llegaran.
Estar —casi— todos reunidos comiendo en la misma mesa, me hace sentir un poco mejor y no lo digo por mí, sino por mi hermano, que ahora que no está mamá, ha resentido mucho no tomar de su pecho.
—Por cierto, verdad que en estos días cumple años el niño. —espeta mi tío Santiago luego de estar en silencio.
—Así es Santiago, él es del 18 de abril. Por lo tanto su cumpleaños es mana —afirma mi abuelita, mirando de reojo a mi hermano que se encuentra lleno de frijoles en los cachetes.
¡Ay dios!
—Y bueno ¿Cuántos años cumplirás, Iván? —vuelve hablar mi tío Santiago, centrando su atención en mi hermano.
Este al ser mencionado deja de hacer lo que hace para mirarlo expectante.
—Cuato años, tío. —responde mi hermano.
—¡Aso! Ya cuatro años. —habla mi tío Ricardo, el cual se había mantenido en silencio todo el rato desde que llego.
—Así es mano. —vuelve hablar mi abuelita, mientras todos continúan hablando de cosas irrelevantes.
Dejo de prestar atención a la plática que comienza a desarrollarse y mis dilemas comienza a nacer.
¿Me dejará ir mi abuelita? ¿Será conveniente hablar de una vez? ¿Hablo o me quedo callada? ¿Y si esto sale mal?
Hubo un punto en donde me perdí, y me vi en vuelta en el hilo de mis pensamientos hasta que finalmente suelto un leve suspiro y tomo valor.
—Bueno. Disculpen que los interrumpa... —hablo y al instante capto la atención de todos, pero la única atención que me importa es la de mi abuelita, pues de ella depende lo que diré a continuación-, pero. Abuelita quería saber si iras siempre a la comida que te invito Maya.
Dirijo la mirada hacia ella y la veo dudar, pero se mantiene en silencio.
—Belén. —habla en un tono clamado.
¡Ay no!
Mi alarma se prende de inmediato. Ese tono lo conozco muy bien.
No me gusta.
No trae nada bueno.
Aguardo en silencio, me mantengo aún callada.
—Yo no iré. —cometa y siento mi mundo caer—. Sabes perfectamente que no somos bien recibidos ahí. —vuelve hablar—. Y si a ti te reciben es porque el hijo de Amaya anda detrás de ti y pues también porque Amaya es muy distinta a su familia, la conozco desde que tu mamá iba a los bailes con ella.
Siento como si me acabaran de lanzar un balde de agua helada encima, trayéndome de golpe a la realidad.
Sus palabras duelen son como espinas incrustándose en mi piel, en mi mente, en mi interior y en la chispa que comienza a nacer. Duelen, pero sé que en el fondo son verdaderas. Son ciertas.
Tan sumida estuve en mi mundo, en mis pensamientos y en mis dilemas hacer del chico de las gardenias que simplemente olvidé ese detalle tan importante.
Sigo en silencio, pues al parecer las palabras se han esfumado de mi mente.
—Pero. —habla nuevamente mi abuelita llamando mi atención y me mira atenta-, no tienes de que preocuparte. Tú si puedes ir. Que no asista yo no significa que no te dejaré ir.
El asombro no cabe en mi rostro, en verdad por un momento creí que no me dejaría ir, pensé que no me daría permiso. Así que sin más me permito sonreír y a cambio le doy un asentamiento de cabeza, mientras mis tíos se miran confundidos, extrañados y curiosos por saber que está pasando.
Si solo supieran.
—Bel. ¿Acaso tú tienes una relación con el hijo de Amaya? —pregunta mi Ricardo con suma curiosidad.
El sonrojo se acentúa en mis mejillas por su comentario.
¡Oh no dios mío, porque me pasan estas cosas a mí!
Odio los chismes y odio a las personas chismosas que no tienen nada que hacer con su vida más que andar al pendiente de lo que hacen o dejan de hacer otras personas.
Mi tío Ricardo y los demás integrantes de mi familia son los únicos que no saben que me veo con Raúl en las noches y es mejor que no lo sepan, no quiero que anden hablando y después se riegue el rumor por todo Welston como noticia de última hora.
Tomo una exhalación.
—No tenga nada que ver con ese chico. Tío. —respondo segura haciendo que mi voz suene convincente.
—¿No? —cuestiona confundido ahora mi tío Ricardo— ¿Entonces como esta eso de que él anda detrás de ti?
—No tío. Así no son las cosas. —replico finalmente con un atisbo de sonrisa—. Mi abuelita exagera las cosas. Lo que pasa es que Raúl no conoce a nadie aquí y me pidió que si podíamos ser amigos. Pero solo eso. Solo amigos.
Mi tío Ricardo asiente rápidamente.
Mentira.
Raúl nunca me pidió tal cosa. Pero esa es información que debo ocultar.
Es mejor explicarle las cosas antes de que ande con chismes que no son reales. Raúl y yo no tenemos nada. No somos nada. No tenemos una relación que vaya más allá de solo platicar. Solo somos amigos como lo dije anteriormente y es mejor aclarar esto lo más pronto posible.
—Digas lo que digas. Mi sentido de abuelita no me falla. —refuta mi abuelita muy segura de sí misma.
¡Por el amor a dios! Abuelita ya no me pongas más entre la espada y la pared.
Meneo la cabeza de un lado a otro mientras muevo la cuchara en la comida, como un acto de distracción.
No pienso discutir con ella este tema. Lo mejor será que me mantenga callada, con ella nunca se puede debatir bien.
—Belén. —se interpone de inmediato mi tío Santiago a la plática e internamente se lo agradezco mucho. Siento que no hubiera podido seguir.
—Si tío. Dígame. —comento con naturalidad, pero en mi interior se sigue desatando el caos.
—Si piensas ir, recuerda que, aunque Amaya se a buena persona eso no quita que las demás sean como ella. A lo que voy es que... —comenta y toma un poco de agua—... Cuando llegues a esa casa, aunque te ofrezcan o te inviten algo de comer, tú tienes que decirles que ya has comido, que te disculpen. Te digo esto, porque esa familia es cochina y quien sabe que le vayan a poner a la comida con tal de hacer algo.
Lo miro atento sin dejar de prestar atención. Sé a qué se refiere y por ello no pienso contradecirlo.
La familia materna de Raúl sabe hacer cualquier cosa que conlleve brujería.
Como pude pasar por alto eso.
¡Dios, me da algo!
—De acuerdo tío. Lo tendré presente. No pienso comer nada de lo que me ofrezcan.
Él asiente y tanto como mi abuelita como él sonríen por mi respuesta.
—Muy bien.
Asiento y ambos dejamos la plática hasta ahí solo para dedicarnos a comer. Una vez que todos hemos terminado de comer, recojo los platos y los llevo a lavar. La tarde cae muy rápido y sé que es momento de irme a dar un baño, mis tíos no tiene mucho que se fueron así que apresuro mis manos y enjuago los platos y los vasos que no hace mucho mi abuelita me dejo.
Tomo todo lo que he lavado y lo dejo en el respaldo del pozo para después salir corriendo hacia el cuarto.
—Bien. Por donde empezamos. —espeto a la nada, moviendo nerviosamente mis dedos sobre mi barbilla.
Finalmente decido iniciar por principal, lo más importante en este momento. Por aproximadamente 5 minutos me la paso revolviendo ropa hasta el punto de llegar a poner patas arriba al dizque ropero, después de una búsqueda exhaustiva encuentro una muda de ropa que sé que me hará sentir cómoda y posteriormente tomo mis cosas de higiene personal e ingreso al baño.
Paso alrededor de casi 20 minutos bañándome, termino y envuelvo mi cuerpo en la toalla y con la otra mano libre tomo la ropa sucia para después emprender camino y en su proceso aprieto con fuerza la toalla con tal de que no se caiga y termine pasando pena ajena en público.
No deseo enseñar mi cuerpo en toda su plenitud.
¡Ay no! Qué penoso seria eso.
Avanzo por el pasillo de la casa y antes de entrar al cuarto, desvió mis pasos para ir al refrigerador y sacar mi pintura de labios, una vez que la tengo en manos entro al cuarto y sin bajar la cortina del cuarto—, ya que no hay nadie dentro de la casa—comienzo a retirar las gotas que aún están en mi cuerpo, luego envuelvo mi largo pelo en la toalla y una vez seco mi cuerpo, me pongo el calzón para posteriormente ponerme el brasier. Suelto mi pelo y dejo la toalla en la cama, seguido de eso, tomo la blusa de tirantes color lila junto con una falda negra de tiras rojas la cual, por cierto, llega un poco arriba de mi muslo.
Una vez lista reviso mi vestimenta solo para verificar si estoy vestida adecuadamente y me sorprendo en seguida ni yo misma puedo creer que me haya atrevido a ponerme esa falda, esa que me regalo mi tía Sophia y que me daba pena ponerme por ser tan corta y atrevida.
Meneo la cabeza y regreso mi atención en mi ropa.
—Casual, fresca, decente, y corta, pero sin llegar a mostrar cosas de más. Todo está en su lugar, como debe de ser. —comento para mí misma con una satisfactoria sonrisa en los labios al tiempo que me siento en la cama.
Tomo nuevamente la toalla y seco mi pelo otra vez, para que el agua se vaya y no moje mi espalda y la ropa, lo hago por varios minutos hasta que siento que ya es momento de peinarlo.
Recuerdo que una vez el profe Fernando, el que nos daba historia en la secundaria, nos contó que el pelo realmente no se seca en un día, en segundos o en minutos, pues no, él nos contó que el pelo para que realmente se seque por completo, tarda alrededor de 24 horas para sacarse como debe de ser.
Al principio pensé que era mentira o que era choro por parte suya, ya que a él le encantaba hacer bromas y más con la seriedad que portaba cuando un alumno se quedaba afuera luego de que él ingresaba al salón.
Era un buen maestro, pero daba miedo cuando se ponía serio, ahí si había que temerle porque si no te ponía a realizar sentadillas y si fallabas una tenías que volver a iniciar. Y volviendo al tema del pelo, hasta la fecha es algo que me tiene en duda y con la espinita de la curiosidad por saber si lo que nos dijo aquella vez es verdadero, sigue latente muy en el fondo.
Tan sumida estuve en mi mente que no me di cuenta de que el peine se enredó con las puntas del pelo.
Solo a mí me pasan estas cosas.
Suelto un terrible, tortuoso, doloroso y frustrante quejido.
—Esto ahora tiene forma de un nido de calandria que de un pelo recién lavado. —espeto y empiezo a despegar las puntas del peine haciendo que se maltrate un poco el pelo, pero finalmente consigo mi objetivo y logro deshacer el horroroso nido que se había formado.
De mala gana aviento el peine a la cama, aliso nuevamente mi ropa, acomodo todo en su lugar, solo me falta una cosa por hacer y es darle color a mis labios con aquella pintura de labios que me compro mi mamá en uno de los catálogos de Arabela. Para mi buena suerte la encuentro botada, la tomo junto al maquillaje de Pond's Institute que reposa en el cabecero de la cama.
Miro mi rostro a través del pequeño espejo que tiene el maquillaje y me pregunto ¿es necesario ocultar mis imperfecciones por medio de labial y maquillaje? ¿Es necesario ocultar quien soy solo para verme bonita ante los demás?
Tras esos cuestionamientos sin sentido, mi semblante decae, la tristeza se apodera de mi sistema y mi buen humor se esfuma. Vuelvo mi mirada al pequeño espejo y dejo todo atrás, reanimo mi humor.
No haré que mi mente sea mi verdugo, hoy no. Así que desisto de la idea de poner labia, es más no se ni porque me paso por la mente la idea maquillarme, el chico de las gardenias me avisto sin maquillaje, me avisto al natural y aun así el me pidió una cita y también porque aún no aprendo a maquillarme del todo bien.
Suelto un suspiro.
Dejo las cosas en el cabecero de la cama y avanzo por el pasillo de la casa con la toalla en las manos, hasta que salgo al patio de enfrente, para mi fortuna encuentro a mi abuelita sentada en el muro del piso mientras vigila a mi hermano que está metido en una tina de agua. No los interrumpo y cuelgo la toalla mojada en el tendedero para después acercarme a ellos.
—¿Ya estás lista? —pregunta mi abuelita sin voltear a verme.
—Sí.
—De cuerdo. Ve con cuidado y no me llegues tan tarde, ya ves que tu papá llega a veces de imprevisto.
Asiento, aunque sé que ella no me está mirando.
—Claro. No te preocupes abuelita.
—Entonces. Anda, ves.
Sonrió y avanzo hacia el latón-portón invisible-con los nervios a flor de piel, me volteo y le hablo a mi abuelita.
—Regreso al rato, no pienso demorar mucho.
Ella asiente sonriente.
—Pórtate bien, belén.
—Yo siempre me porto bien, abuelita. —le respondo con una sonrisa, ella solo menea su cabeza y sin obtener otra respuesta de su parte, bajo los escalones y emprendo mi marcha.
Debo de admitir que a estas alturas de mi vida y en estos momentos me encuentro realmente nerviosa, no por la invitación si por Raúl, creo que el efecto que tiene en mí aún no se acostumbra a su presencia, a su esencia, pero sobre todo a su imagen.
Puede que sea algo contradictorio y apresurado pese a que apenas hemos pasado varios días juntos, pero puedo decir con certeza que Raúl Lebrent se está apoderando de cosas que yo creía, estaban apagadas y eso me asusta. Y si me refiero a mis sentimientos y a algo más importante. Mi corazón.
Quizás sea la adrenalina del momento, pero esto que siente mi pecho, esto que siento por el chico de las gardenias realmente me aterra y más la forma extraña en que se comportan mis emociones y acciones es algo fascinante.
Suelto una exhalación.
Desde la distancia miro a las personas que se encuentran ahí y para mi mala suerte no veo a Raúl en esa mesa conviviendo con sus tías y su prima lo bueno de todo es que no se han percatado de mi presencia y eso es bueno, arreglo una última vez mi pelo antes de llegar ahí.
Qué todo salga bien, por favor.
—Buenas tardes. —capto la atención de las tías de Raúl y al instante puedo ver en sus miradas la extrañes y la confusión. Menos por parte de Evelyn porque ella sabe todo el asunto entre el chico de las gardenias y yo.
Creo qué no debí venir.
Creo qué fue mala idea.
Creo qué ...
—Buenas tardes. —responden después de unos minutos haciendo que regrese a la realidad.
Les sonrió por educación y con un poco de incomodidad latente me acerco a la cumpleañera, quedando ambas de frente.
—Evelyn, feliz cumpleaños. —digo con una sonrisa al tiempo que ella se leventa y le doy un abrazo.
—Gracias Bel. —espeta ella mientras rompemos el abrazo fugas.
—Perdón que no te haya traído algo, pero se me invito de última hora. —informó.
Y en ese momento se asoma Amaya por la puerta, para ver quien ha llegado. Ella al verme sonríe y se acerca a mí.
—Mija, que bueno que viniste. —expresa Amaya amablemente.
—No hay de que, gracias por invitarnos. —Respondo por cortesía—.Y disculpa a mi abuelita, pero no pudo venir.
—Bueno no te preocupes por eso, pásele mija. —comenta ella mientras recoge algunos de los platos que dejaron en la mesa.
Avanzo y me detengo en el murito del corredor siendo consciente de las miradas de los presentes.
—Me imagino que te estarás preguntando por Raúl. No te preocupes en un momento viene. Está terminado de bañarse. —comenta con una sonrisa.
Esa fue mucha información para mi pobre corazón, Amaya.
Y en ese momento llega a mi mente la imagen de aquella vez que vi a Raúl en toalla.
Siento el rubor nacer en mis mejillas y asiento con la pena en mi sistema, pero aun así siento que debo agregar o decir algo para no verme tan tímida o intimida.
—De acuerdo.
—Toma asiento, que ya ahorita te lo traigo. —dice y da media vuelta entrando de nuevo a la casa y dejándome sola con Paula, Ana, Evelyn y Andrea las cuales se encuentran ubicadas enfrente de mí.
Pasan alrededor de solo cinco minutos cuando veo la silueta de Raúl aparecer y le agradezco a dios que estas personas no me hayan interrogado en los minutos que estuve sola.
Desde mi lugar me permito detallar a Raúl. Su cabello casi largo cae a un lado de su rostro haciéndolo ver bien y esas pequeñas rayas rojas que trae pintadas hacen contraste con su camiseta de manga corta color vino junto a su bermuda color verde militar acompañado de sus tan amados tenis Nike. Sin duda luce muy bien.
Él al verme sonríe y sin esperarlo dos veces él avanza hasta donde estoy y para mi deleite su fragancia me envuelve, me hechiza, y es que es algo a lo que ya me estoy acostumbrando, a lo que me estoy familiarizando.
Su fragancia me encanta.
Creo que le diré que me dé el nombre del perfume que usa.
—Hola, Belén. —expresa él con esa suave y espesa voz que tiene mientras si dibuja una sonrisa ladina en sus labios haciendo que salga de mis pensamientos.
Sonrió también.
—Hola, Raúl. —expreso ladeando mi cabeza y mirándolo a los ojos, prologando el momento.
Ambos nos miramos por unos minutos hasta que una de las personas que están en la mesa hace que nuestra pequeña burbuja se rompa y centremos nuestra atención hacia haya.
—Riyit, hijo, porque no invitas a Belén de comer. —comenta Sandra con una sonrisa, que a lo lejos no es para nada una sonrisa amable.
—Ándale no seas descortés con ella. —le secunda su tía Paula junto con Amaya que llego después de Raúl.
Como pude olvidar que esta familia tiene forma de humanos, pero que por dentro son unas víboras esperando un momento para soldar todo el veneno que retienen en sus colmillos.
—Por supuesto, tías. —indica Raúl volteándome a mirar.
¡Jesús! A él no puedo negarle nada, pero tengo que cumplir mi palabra con mis tíos.
—Belén ¿qué quieres de comer? —pregunta amablemente Raúl.
Bueno al parecer hoy no me llamará solcito, sino por mi nombre.
—Tenemos mole y barbacoa. —vuelve hablar él mientras enumera el tipo de guisado con sus dedos, gesto que me causa gracia.
Lo miro a él y miro a sus tías. Y siento feo por hacer esto, pero no hay de otra.
Tomo una exhalación.
—Raúl, todo se escucha delicioso y dirás que te rechazo la oferta, pero sinceramente no tengo hambre, antes de venir aquí comí.
—Si es así, entonces ven conmigo. —comenta y toma mi mano.
—¿A dónde? —pregunto a la defensiva con algo de duda.
—A un lugar donde estemos los dos solos... —confiesa haciendo que sus hoyuelos se noten—... Y en donde no nos miren como bichos raros. —esto último lo dice en voz baja mirando a sus tías en una clara directa de que esas palabras son dirigidas a ellas.
Sonrió en complicidad con él.
—De acuerdo. —comento.
—De acuerdo. —responde él y regresa su atención a las víboras, que diga a sus tías-tías, provecho, nosotros nos retiramos.
Ellas lo miran atentas y sin saber que hacer o que decir solo asienten.
Raúl no espera que digan algo de su parte, así que, aun sosteniendo mi mano, él me conduce adentro de la casa de doña Celia, pasando por el pasillo en donde nos detenemos un momento debido a que hay juguetes regados en el piso a causa del hijo de Evelin, mientras Raúl se agacha a levantar el pequeño tiradero de su primo Elías, mi atención se dirige a algo, más bien a un cuarto en específico y es que en ese cuarto doña chivi que en paz descanse, tenía cosas de su tienda como Bimbo, Gamesa, Barcel, Coca-Cola, etc. y ahora solo es un cuarto ocupado por bancos, un pequeño estéreo y una caja de juguetes junto a un estante donde hay galletas y un refrigerador que contiene cervezas y refrescos de sabores, de ahí en fuera ya no hay nada de la tienda que era antes.
Quién diría que este cuarto dejaría de ser una tienda.
Dejo mis divagaciones a un lado cuando siento unas leves caricias en la palma de mi mano.
—¿Qué tanto miras ahí, solcito? —pregunta Raúl con curiosidad.
Dejo de mirar el cuarto y centro de mi atención en él.
Su tacto me gusta, me reconforta y no sé por qué razón.
—Nada. Solo recordé cuando tu abuelita vendía y yo solía comprarle.
Él me mira atento sin perder el hilo de lo que le estoy contando.
—Ya veo, por eso no reaccionabas ni respondías cuando te estaba hablando.
Asiento en automático.
—¿Sabes algo? Una vez vine de noche con mi media hermana a comprar, mi mamá nos había mandado a comprar un pan bimbo y cuando llegamos nos encontramos con algo divertido y extraño. —sonrió divertida al recordar el momento.
—Y ¿qué fue lo divertido y extraño que encontraron? —pregunta él con un toque de diversión en sus ojos.
—A pues encontramos... —hago una pausa y lo miro seria.
—Anda Solcito deja el misterio y dime que fue lo que encontraron. —comenta con un toque ansioso en su voz.
«Ahora si soy su solcito, eh.»
Quién lo entiende deberás.
—Bueno, pero que quede entre nosotros. —comento enarcando una ceja.
—Te lo prometo. —afirma él levantando su mano izquierda.
—De acuerdo, bueno lo que encontramos aquella vez fue que tu abuelita tenía tendidos sus calzones en los garrafones de agua. —confieso y de la nada escucho una estrepitosa carcajada proveniente de Raúl.
Él muy descarado se está riendo del suceso extraño de su abuelita.
Meno la cabeza sin poder ocultar la sonrisa de mis labios.
—¿En serio vieron eso?
—Si, según ella los ponía ahí para secarlos.
—¡Ay no! Qué cosas con mi abuela.
—Y bueno a partir de ahí mi media hermana la apodo doña chivi. Pero tú chus. —espeto apuntándolo con mi dedo acusador.
—De acuerdo yo chus, pero tengo una duda ¿Por qué le puso ese apodo a mi abuela? —cuestiona confundido.
—Le puso así porque esa vez ella como que se chiveo con nosotras cuando le vimos sus calzones tendidos, de ahí nació el apodo. —aclaro.
—Vaya creatividad la de ustedes. —confiesa sin borrar su sonrisa de sus labios.
—Es correcto. —contesto muy segura de mí.
Él no dice nada, solo asiente y envuelve su mano con la mía para conducirme nuevamente por el pasillo, la casa no es un muy grande solo consta de dos cuartos, seguimos caminando hasta que llegamos al final del pasillo y salimos a un pequeño y angosto callejón el cual hace que ambas casas se miren de frente.
—Espérame aquí, voy por unas sillas. —informa y yo asiento—. Ahorita vuelvo. —él suelta mi mano y se aleja de mí.
La calidez de su mano se esfuma, dando le paso al frío y es como si él fuera aquel complemento que mi corazón necesitara.
No pasan ni varios segundos cuando la silueta de Raúl vuelve aparecer en mi campo de visión, trae una silla en cada mano. Una me la ofrece.
—Y bien, me trajiste hasta aquí para no estar bajo la mira de tu familia, ¿verdad? —comento divertida, tomando asiento, mientras cruzo una de mis piernas procurando que no se vea nada.
Él me mira desde arriba, al estar sentada él es aún más alto que yo y por mucho, aunque no lo crea.
—Lo notaste solcito. —dice tomando asiento a un lado de mí, pero después mirarme apenado.
—Sí, aunque hay que admitir que no son para nada discretas. —informó, soltando una leve risa.
—En eso tienes mucha razón. —declara—. Por cierto, no te lo había dicho antes, pero luces muy hermosa en este día, lindura.
Su halago hace que en mi rostro se dibuje una amplia y genuina sonrisa.
—Y qué hay de ti, también debes darte créditos, mírate, estás espectacular ese tinte rojo que trae tu cabello hace fuego con tu camiseta.
Él sonríe y puedo ver como se marcan esos preciosos hoyuelos en sus mejillas.
—Muchas gracias, solcito.
—No hay de que, chico de las gardenias.
—Oye hablando de gardenias, creo que tu tía se dio cuenta de que le faltan sus flores.
—¿Por qué lo dices?
—Por qué da la casualidad de que en la mañana mi mamá me mando a comprar unas cosas y se me acerco doña Aylin mirándome acusatoriamente. —dice, mientras juguetea su zapato— Y me dijo, tú fuiste el que se llevó una de mis gardenias y yo con cara de: no, como cree, yo jamás aria eso, pero por dentro decía, chin ya me descubrió.
Termina de hablar y sin poder evitarlo un segundo más suelto una fuerte y escandalosa carcajada. Él me mira incrédulo con ojos entrecerrados.
—No sé qué es lo que te causa risa. —espeta serio, enarcando una de sus oscuras cejas.
—Pues tu anécdota. Qué más va a ser. —confieso, poniendo mis manos en la boca para contener otra carcajada.
Él menea su cabeza de un lado a otro.
—Te ríes de mí. ¡Auche! Eso duele lindura. —dice y pone su mano en su pecho simulando un fingido gesto de dolor.
Sonrió.
—Deje el drama para las escenas de teatro, señor dramático. —exclamo, divertida.
—No soy dramático, señora indiscreta que espía a sus vecinos. —refuta, serio.
—¡Oye! —me quejo.
—¿Qué? Yo solo decía la verdad. —espeta levantando sus manos en son de "yo no hice nada"
—Aja. —refuto— Y bueno al final que te dijo mi tía Aylin, porque me imagino que te tuvo que dar un sermón o algo por lo mínimo. Ella ama mucho sus flores.
—Pues te diré que lo único que me dijo fue: espero que lo que hiciste haya valido la pena. —indica imitando el tono de voz de mi tía.
—Y ¿Qué le dijiste? —pregunto, mi ser curioso aclama deseoso por saber, por conocer qué fue lo que él respondió.
—Le dije que, mi acto ilícito si valió la pena, porque a cambio recibí la satisfacción de ver su rostro iluminado cuando le entregue la flor. Le dije que, verla feliz sosteniendo en sus pequeñas y delicadas manos aquella flor fue como ver miles de constelaciones en una misma noche. —confiesa él, con la ilusión perforando sus ojos, haciendo que en ellos nazca un brillo.
Mi corazón se detiene y todo lo que me rodea se congela.
No puedo creer que él haya dicho tales palabras.
Simplemente no puedo creerlo.
¿Realmente, él me ve como una constelación?
Mi pecho se siente contraído, se siente extremadamente extraño y mis emociones a punto de querer explotar por mis ojos.
Siento la garganta seca y mis ojos a punto de querer mojar mis mejillas.
—E... eso... eso... —las palabras me salen entrecortadas, aún sigo en shock—... Eso fue muy hermoso.
—¿En verdad lo que crees lindura?
—Lo creo, créeme tu acto de "ratero de gardenias" si valió la pena. —respondo y le regalo una sonrisa nostálgica/divertida.
Él sonríe y nace en mí algo que nunca me había pasado por la mente.
¿Que se sentirá abrazarlo?
¿Si lo abrazo dejara su exquisito perfume en mi ropa?
Quiero abrazarlo, pero y si no le gusta mi acto.
Mejor no, mejor retengo mis instintos.
—Eso me hace sentir muy bien. —comenta, deteniéndose a centímetros de mí, quedando nuestros rostros casi juntos.
La respiración se me corta, el aire se vuelve tenso y sus ojos, sus ojos oscuros me miran atentos sin perder de vista los míos, pero después su vista baja por todo mi rostro hasta que su mirada se detiene en mis labios, esos que se encuentran entreabiertos, solo los mira por un escaso segundo porque al instante regresa su atención a mis ojos.
Será acaso qué...
No, no creo qué él intente eso o ¿sí?
Pero y si él...
¡Ay no! Dios, yo no estoy lista para llegar a ese punto de mi vida.
No. No y no. Me rehúso.
Él no se puede enterar de mi problema.
No puede. No ahora.
Paso saliva, humedezco mis labios secos y me preparo para decir o hacer algo que por lo mínimo lo distraiga de su objetivo-mis labios-, pero todo acto se ve detenido gracias a una figura muy conocida para mí.
—¿Qué hacen aquí? —pregunta Benjamín captando la atención de Raúl y esté solo suelta un suspiro.
Quién lo diría su hermano le arruino su objetivo.
Gracias Benxi.
—Nos abrumaron las miradas de nuestras tías. —responde Raúl mirándolo con un toque de molestia en su voz.
—A y ¿qué estaban haciendo antes de que los interrumpiera con mi presencia? —vuelve a pregunta con curiosidad, Benjamín mientras en su rostro se muestra una sonrisa divertida, esa que Raúl suele portar.
«Pues básicamente yo no estaba haciendo nada, pero tu hermano, querido Benxi, estaba a punto de besarme, pero gracias a ti, no lo hizo.» Espeto internamente más no lo expreso en voz alta.
Sin embargo, lo que se viene a comunicación es más integrante que mi pensamiento.
—Nada que te importe Benjamín. —contesta tajante, Raúl. Retándolo con la mirada.
—Claro que me importa y mucho. —contradice Benxi—. Tú no lo sabes, pero Belén es mi novia.
—¿Qué? ¿Cómo que tu novia? —cuestiona incrédulo, Raúl.
Y yo, bueno yo me quede muda desde hace un rato. Solo estoy aquí mirando la disputa ilógica de estos dos.
Al parecer a estos dos se les olvidó que estoy presente.
Jamás pensé que benjamín diría esto, aunque debo admitir que la situación me causa gracia.
Raúl es tan tonto que no se da cuenta de que ha caído en el juego de su hermano, el cual por cierto está reteniendo sus carcajadas.
—Así como lo escuchaste, ella es mi novia desde el primer día en que la conocí, la hice mi novia, pero ella no lo sabía, hasta hora. Cosa que tú ni eso has podido hacer. —confiesa benjamín enarcando su ceja y mostrando su típica sonrisa coqueta.
Raúl suelta un bufido.
—Largo. —espeta enardecido, Raúl, señalando la puerta que esta aun lado de mí. Pero benjamín solo menea su cabeza en negación.
—No lo haré. —declara Benxi.
—Benjamín, vete. —determina Raúl—. Ahora.
—No.
—Largo.
—Qué no.
—Benjamín Lebrent del Carmen ¡Que te vayas de una vez! —exclama Raúl desesperado por la actitud de su hermano.
¡Uy! Esto se puso feo.
—De acuerdo. —espeta Benjamín desencajando sus brazos para luego alzarlos en son de paz—. Pero relaja esos nervios, Raúl.
—Ya vete. —refuta Raúl pasándose una mano por las hebras de su pelo negro con pequeñas rayas rojas en él.
—Lo haré, pero no porque tú me lo pidas... —vuelve a espetar Benjamín sin quitar de su rostro esa sonrisa que portan los Lebrent—... Adiós Bel, te me cuidas, novia mía.
Sonrió.
—Adiós Benxi. —respondo después de estar entretenida viendo la discusión.
Él avanza hacia la puerta hasta que desaparece de nuestro campo de visión justo cuando escucho un suspiro salir de los labios de Raúl. Así que dejo de mirar la puerta para enarcar una ceja y mirarlo con suma seriedad, cosa que él nota.
—¿Qué? —cuestiona Raúl.
—Nada. —replico con seriedad—. Yo no dije ni he dicho nada.
—No, pero sé que lo estás pensando. —dice seguro Raúl—. Así que suelta eso que está pasando por tu mente.
Quito el rostro serio y sonrió ladina sin poder contenerla por más tiempo.
—¿En verdad, te enojo lo que dijo un niño de 12 años? Y más que es tu hermano. No puedo creerlo. —comento, divertida por la situación.
Él suelta un suspiro más y está a punto de responder cuando un sonido capta nuestra atención, interrumpiendo su respuesta.
—¿Escuchaste eso? —pregunto, extrañada.
—Claro que lo escuche. —responde Raúl.
—Es como si hubieran lanzado una piedra contra la pared.
—Pienso lo mismo.
Estoy a punto de decir algo más cuando la sombra de una persona asomándose en la esquina de la casa llama mi atención al instante que una piedra pasa por encima de mi cabeza haciendo que pegue un grito del susto, acción que causa que Raúl se espante.
—¿Qué paso? ¿Te pico algo?
Niego.
—Paso que tu hermano, lanzo una piedra y está casi se estrella con mi frente.
—Ese d... —espeta Raúl, pero no termina su oración cuando la figura de Benjamín vuelve aparecer, pero con la misma se oculta.
—Ya déjalo, no creo que lo vuelva hacer. —lo defiendo, aunque no sé por qué, casi me pega el grosero ese.
—No solcito, no conoces como es de castroso mi hermano cuando un juego le divierte. —declara Raúl mirando una fricción de segundos.
—¿Entonces esto de lanzar piedras es un juego para él? —pregunto, sus palabras me han confundido.
—Claro, quiere hacerme enojar. —dice sin despegar su mirada de la esquina izquierda de la casa—. Por eso necesito que tú me ayudes.
—¿Yo? -cuestiono incrédula.
–Sí. —afirma en voz baja—. Verás haremos lo siguiente... tú lo interceptas por la derecha y yo lo intercepto por la izquierda, así lo tendremos acorralado.
—Esto es una mala, pero muy mala idea. —comento.
—Ándale solcito, arriésgate ¿Es un juego peligroso? Sí, pero te divertirás.
—De acuerdo. —respondo dudosa.
Y ambos tomamos piedras pequeñas nos posicionamos en nuestros lugares, y empieza la batalla cuando una segunda piedra roza por hombro, lanzo una y por poco le pego a Benjamín en un descuido, esto de ser surda a veces tiene sus beneficios, sonrió satisfecha, al tiempo que Raúl comienza a correr detrás de su hermano. Pasan varios minutos cuando ambos hermanos regresan a las risas y como si nada hubiera pasado.
Frunzo el ceño.
Qué extraños son los hermanos Lebrent, pero más extraños son los hermanos Ruiz.
—Solcito, vamos, mis tías ya se han ido, solo queda mi tía Evelyn. —informa acercándose a mí para tomar mi mano derecha de nuevo.
—Discúlpame por lo de hace un rato. —espeta Benjamín con pena, tallando su brazo izquierdo.
—Disculpa aceptada, aunque si te pasaste, casi me sacas un ojo.
Benjamín sonríe con descaro.
—Bueno, pero ya paso y ve, no te paso nada. Novia mía.
Enarco una ceja y meneo la cabeza y Raúl suelta un bufido jalando con cuidado mi mano para avanzar.
Al llegar al corredor, nos encontramos con Evelyn en la mesa revisando su celular sin prestarnos atención, mientras Benjamín se va a su cuarto y me deja sola con Raúl, el cual suelta mi mano al instante para ir a recoger un juguete de su primo Elías y lanzarlo lejos de nosotros.
Nuevamente siento el frío colarse en mi mano.
—¿Gustas algo de tomar, lindura?
—Mm, sí, me gustaría una Coca. Por favor.
Él asiente.
—Buena elección. —informa orgulloso.
—Claro. —le sigo el juego.
Sonríe ante mi respuesta.
—Tía, deme una Coca. Por favor. —exclama Raúl, llamando la atención de Evelyn.
—No sé Raúl, tendrías que revisar en el refrigerador, creo que solo hay Pepsi. —comenta Evelyn retirando su vista del celular.
—Bueno, voy a checar entonces. —declara Raúl levantándose de su lugar.
—Raúl, si no hay Coca, no te preocupes una Pepsi estará bien. —le sonrió.
Él detiene sus pasos antes de entrar a la casa.
—Está bien. —dice—. Pero de todas formas veré si hay.
Asiento y le doy una sonrisa de boca cerrada. Él en cambio solo retoma sus pasos para entrar finalmente a la casa.
No pasan ni 20 minutos cuando Raúl regresa cargado de cosas, en una mano trae una Pepsi de 1.5 lt y medio junto con dos vasos y en la otra mano trae unas galletas pan cremas.
Vaya al parecer nuestra cita se adelantó.
—Lo siento, mi tía tenía razón. No hay coca. —expresa llegando hasta mí, sentándose y poniendo el refresco en el piso.
—No pasa nada. No soy quisquillosa para los refrescos. —informó.
—De acuerdo, solcito. —exclama sonriente al tiempo que toma el refresco y comienza a servirlo en uno de los vasos.
En cambio, yo solo me dedicó a detallarlo y ¡Ay dios! Qué lindo se ve tan concentrado en no derramar nada, tan serio sin perder de vista el líquido cayendo en el vaso y esos gestos tan extraños que hace. ¡Madre de la santa papaya!
—Con que mirándome de nuevo, eh. —espeta mirándome de reojo, con una sonrisa ladina en sus labios.
Mis mejillas se calientan.
—Me has descubierto otra vez. —confieso en un jadeo corto.
—Se está volviendo un hábito nuestro solcito, ¿no lo crees?
—Por supuesto. Es como si nuestros malos hábitos nos dijeran que el otro está ahí.
Él asiente y me extiende el vaso que estaba llenando. Lo tomo dudosa.
—Gracias por esto... —alzo el vaso—... Y por la invitación. Gracias.
—No hay de qué. Tenerte aquí me hace muy bien. —sonríe satisfecho y me ofrece galletas—. Por cierto, tengo una duda.
—Claro, ¿dime? —respondo dándole una mordida a mi galleta.
—¿Qué te gustaría que llevara para nuestra cita?
—Con llevar ¿te refieres a?
—Me refiero a llevar algo que te guste. —explica.
Jamás alguien había llegado al punto de preguntarme algo de tal magnitud.
Mi corazón brinca de alegría.
—Va. —espeto manteniendo la calma—. Mira me gustan las gomitas, los cheetos Flaming hot y las Pan cremas. Con lo demás, sorprendeme chico de las gardenias.
—Anotado y memorizado, Solcito. —comenta con voz melódica, sin borrar la sonrisa de su rostro.
Estoy a punto de decir algo más cuando un portazo capta la atención de oído.
Mi cuerpo se queda estático y todo mi sistema se paraliza.
Volteo la mirada hacia el camino y si, efectivamente mi presentimiento es cierto, acción que Raúl nota en seguida.
Esto no me puede estar pasando a mí.
—Creo que es tú... —comenta Raúl, dudoso al no distinguir bien la figura.
—¡A! No mames. —espetó exaltada.
Nota de autora: Holix linduras! Ha pasado mucho tiempo desde que estuve por aquí, pero bueno aquí estamos sana,viva y con capítulo actualizado. Los extrañé un montoooon.
Ah por fa no se les olvide releer la última parte del capítulo 14, lo volví actualizar. Agregué una nueva escena.
Este capítulo es uno de los más largos que he escrito en está historia. El capítulo en si consta de alrededor de más de 9,679 k palabras escritas. ¡Wow! Créanme estuve a punto de dividirlo en parte 1 y 2, pero al final fue solo uno como podrán ver.Pasando a otro tema jajaaj.
Per- wtf con el benxi! Osea no manches wey. Y ahora el Raulito!
Esperó les haya gustado mucho el capítulo como yo amé escribirlo.
Por cierto, en mi ig se abrirá una sección próximamente, en donde podrán ponerme sus preguntas, sus dudas y sus curiosidades que tengan de la historia y los personajes. Espero verlos por haya.
Capítulo dedicado a PremiosGemasPerdidas
Besos de primavera
Azucena..💚
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