Capítulo 7
Capítulo 7
«Voy a demostrarte que Maxwell Bristow no es ningún idiota.»
Sus palabras estuvieron rondándome todo el día. Puede que por eso mi mejor amiga me diera una paliza a la Play y que corriera casi cinco kilómetros de más por la tarde. Estuve distraída todo el día y eso no era bueno para mí. Necesitaba ponerme al día con las asignaturas. ¿Cómo se le ocurría decir algo así?
Me quedé despierta hasta tarde intentando recuperar el tiempo perdido y cuando por fin el sueño me venció, las tinieblas lo inundaron todo.
Estaba pintando en mi habitación. Mamá canturreaba una canción a mi lado y en el piso inferior papá trasteaba en los fogones. Sentí su caricia cálida contra la mejilla y cómo me recogía el pelo en una pequeña coleta.
—Mila qué bonito —le dije tras haber terminado mi obra de arte, unos cuantos garabatos mal pintados.
—¡Es precioso, cariño! Estás hecha toda una artista.
Mamá estaba muy orgullosa de mí. Su sonrisa deslumbrante iluminaba la habitación infantil de paredes rosas. Sobre la cama con la colcha de princesas estaba mi peluche preferido. Cuando fui a cogerlo, escuchamos un fuerte disparo y, al instante, una serie de gritos.
Mi madre no se lo pensó dos veces; me cogió en brazos y me ocultó en el armario, detrás de todas las prendas.
—Aquí estarás a salvo, mi niña. —Estaba asustada, pero, pese al miedo, se aseguró de que estaba bien y pintó en sus labios rosados una sonrisa que intentaba transmitirme calma—. Voy a ver qué pasa. No te muevas de aquí, pequeña. Ahora mismo vuelvo.
Pero no lo hizo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de salir de la habitación. Desde mi posición vi varias figuras moverse. Una de ellas estaba ensangrentada y solo eso me dio mucho miedo. ¿Quiénes eran esos hombres malos? ¿Qué querían de nosotros? ¿Por qué querían hacernos daño?
Mamá gritó con fuerza, aunque el disparo ahogó su grito. Vi por la pequeña rendija cómo se desplomaba en el suelo como un saco vacío. Poco después, escuché otro disparo. Intenté no escuchar nada, taparme las orejas con las manos y estar callada, tal y como ella me había pedido. Tenía las mejillas bañadas en lágrimas. El corazón me latía con fuerza. Estaba aterrada. No quería ver eso, no quería seguir viéndolo.
—¿Qué quieres de mí, de nosotros? No te hemos hecho nada. —Era la voz de mi padre. Durante unos segundo me calmé, por unos instantes creí que él me salvaría de esa pesadilla.
Pero no fue así.
Uno de los hombres se acercó al hombre herido —¡el hombre herido era papá!—. No sé qué pasó después, solo sé que lo último que escuché antes de que la oscuridad lo bañara todo fue un disparo, mucho más cercano y ensordecedor...
Unas palabras...
—¡Te tengo!
Y a aquel hombre encapuchado de negro. No le veía el rostro, solo esos ojos macabros llenos de sed de venganza.
Abrí los ojos. Me incorporé con un sobresalto gritando como una desquiciada.
—¡Aléjate de mí!
La irrupción de Des en mi habitación me alteró más, solo hasta que encendió la luz y vi que era ella y no esa figura misteriosa, esa que me había torturado durante todos esos años.
—Venus, eh, estoy aquí. —Mi mejor amiga se sentó en la cama, muy cerca, y comenzó a pasarme la mano con cariño por el pelo pese a tenerlo sudado—. Solo ha sido una pesadilla.
Parecía tan real. El corazón me latía con fuerza en el pecho y aún estaba aterrada. ¿Y si esa figura volvía a aparecer?
La agarré del brazo en cuanto vi que se iba a marchar.
—No te vayas.
Una sonrisa llena de calma se instaló en su boca. No era la primera vez que tenía una pesadilla estando con ella. Sabía muy bien cómo actuar, qué debía hacer.
—Solo voy a por un vaso de agua. ¿Quieres llamar a tu hermano?
Asentí con un ligero movimiento de cabeza. Daba igual la hora que fuera, Kevin siempre estaría ahí para mí. Era mi superhéroe personal, el que me calmaba tras tener una mala noche.
—Toma, vuelvo en un minuto. —Me tendió mi teléfono.
Con dedos temblorosos marqué su número. Le había llamado tantas veces que me lo sabía de memoria. Me mordí el labio aún inquieta como estaba, con la imagen demasiado nítida en mi cabeza. Pese a hacer todos mis esfuerzos por eliminarla, cada vez me era más difícil hacer como si nada.
Kevin respondió al de cuatro tonos:
—Abejita, ¿todo va bien?
Solté un suspiro, aliviada de que hubiese descolgado.
—He... tenido una pesadilla.
Y rompí a llorar sin poder contenerme. Las imágenes seguían en mi cabeza y se repetían una y otra vez: la sangre, los disparos, aquellos ojos que tanto me aterraban...
—Eh, pequeña. Estoy aquí. —Escuché el crujido del colchón cuando se levantó y un adormilado «¿Venus?» por parte de su mujer. Oí el clic de un interruptor encendiéndose y cómo se dejó caer sobre el sofá—. Cuéntamelo todo.
Aún entre lágrimas, le narré todo lo sucedido. Había sido horrible. Parecía tan real que aún seguía con el corazón en la boca y la frente perlada de sudor.
—¡Ese hombre estaba ahí de nuevo! ¡Y esos ojos! —Me estremecí sin poder evitarlo.
Justo en ese momento, Des entró con el vaso de agua en la mano. Le di varios sorbos hasta casi vaciarlo.
—Respira conmigo, abejita —dijo en apenas un susurro imperceptible. Me había llamado así desde que nos habíamos conocido y, en parte, ese apodo me llevó a un lugar seguro, lleno de tranquilidad—. Vamos: uno, dos, tres. Uno, dos, tres.
Empecé a respirar a la par que él. Desde que se había mudado con Hayley lo había echado mucho de menos. Me había acostumbrado a su presencia y el no tenerlo todos los días se me hizo duro al principio. De todos mis hermanos era en quien más confiaba; incluso le había contado cosas que a mamá no.
—¡Ese hombre malo venía a por mí!
—Ya ha pasado. Solo ha sido una pesadilla. No es real.
—Se veía tan real —lloriqueé.
—Lo sé, lo sé. Recuerda que nada de lo que sueñas lo es.
—¿Te... te quedas un rato más? —le pedí. Como cada noche que sufría una pesadilla, me aterraba volver a quedarme sola y dejar que la oscuridad me engullera.
Incluso en la distancia, sentí que sonreía.
—Todo lo que tú quieras.
A pesar de ser de madrugada y de que seguramente al día siguiente tendría que madrugar, Kevin era la clase de hermano que cuidaba a sus seres queridos y que se sacrificaba con tal de que estuviésemos bien. Era mi superhéroe, la persona en la que más confiaba.
No sé cuánto tiempo estuvimos hablando, solo sé que cuando colgué estaba mucho más tranquila. Sus palabras me calmaban y me transportaban a un lugar donde nada malo podía pasarme.
—¿Quieres que me quede contigo esta noche? Ya sabes que no me importa hacerlo —preguntó Des cuando dejé mi teléfono sobre la mesita de noche.
Meneé la cabeza arriba y abajo con timidez.
—Te lo agradecería. Me da miedo volver a quedarme dormida y que esa misma imagen me ataque de nuevo.
—Hecho entonces. Ve a darte una ducha mientras cambio las sábanas y preparo nuestro nidito de amor.
Me lanzó una mirada pícara que yo le devolví. Aquello era propio de ella, una broma que habíamos hecho desde nuestra adolescencia.
Me metí en la ducha y dejé que el agua se deshiciera de todos los recuerdos abrumadores. Me dejé mecer por el calor del vapor y ese estado de relajación al que siempre llegaba cuando estaba debajo de los chorros. Incluso pocos minutos después de meterme, me vi cantando bajo la ducha en apenas un susurro; no quería que los vecinos se quejaran por el ruido.
Para cuando llegué a mi dormitorio, mi mejor amiga ya estaba tendida en la cama. Revisaba su teléfono con aire somnoliento. Lamentaba que tuviera que aguantar mis episodios nocturnos; es más, cuando nos planteamos la idea de mudarnos juntas, le dije una y otra vez las consecuencias que traía, pero ella se limitó a decirme que ya se había acostumbrado con los años de fiestas de pijama.
Aun así, me sabía mal hacerle aquello.
Me acurruqué junto a ella y dejé que me arrullara. Después de una pesadilla, me costaba mucho conciliar de nuevo el sueño y siempre me venía bien tener a alguien a mi lado.
—Te quiero —le dije cuando sentí que su respiración se había vuelto más pesada.
A la mañana siguiente, me levanté desorientada; no sabía ni qué día era ni la hora ni si tenía clase en la universidad. Des no estaba a mi lado, aunque la maldición que escuché proveniente de la cocina me hizo saber dónde estaba. Bostecé y me estiré como un gato. Aún seguía cansada. Si bien mi cuerpo había descansado las horas suficientes para rendir, estaba agotada mentalmente.
—¡Venus, tenemos clase en una hora! Más te vale ir moviendo el culo si quieres llegar a tiempo —exclamó mi amiga entrando en la habitación como si fuera suya. Al verme sentada sobre la cama, se acercó y tiró de mi brazo para ponerme en movimiento, pero me resistí—. ¡Venga!
—¿Sería horrible si finjo que estoy mala?
Destiny se cruzó de brazos justo delante de mí. Alzó una ceja.
—Tú y yo sabemos que no lo estás, así que, anda, ponte en marcha si no quieres que utilice uno de mis trucos.
Uf, sí, mejor que no usara sus tretas. Recuerdo la vez en la que quise hacer pellas y mamá Destiny se dio cuenta de ello. Al día siguiente me puso el despertador dos horas antes e hizo lo mismo durante toda la semana.
Así que me levanté como alma que lleva el diablo. No quería saber qué castigo tendría pensado para mí la responsable de mi amiga. ¿Os he dicho ya que era una de las personas que mejores notas sacaba en clase? No solo era una belleza, era la mujer más inteligente que había conocido, y eso que mi hermana mayor Maddie también fue de las que mayores notas sacaba.
Fui a la cocina en cuanto me hube preparado. Iba como un zombie, una autómata.
—Por favor, Venus, no seas tan animada —bromeó mi compañera—. A este paso va a subir el vecino preguntando qué pasa.
Si estuviera de mejor humor, si no hubiese tenido una mala noche, estoy segura de que me habría hecho gracia su comentario. Pero no esa vez, no ese día. No cuando aún seguía teniendo esos ojos perturbadores en mi cabeza.
Al ver que no diría nada, me pasó una taza llena de café y unas tortitas caseras que había preparado. Les eché mucho sirope y les puse una buena capa de nata montada.
Sé que Des se pasó todo el rato cacareando, pero sinceramente no me daban las fuerzas para concentrarme en sus palabras. Me pregunté cómo aguantaría la larga jornada. Lo peor de todo era que no podía faltar a los entrenamientos...
Tras el desayuno, guardé todo en el lavavajillas y me terminé de preparar: me lavé los dientes, me hice una trenza medio deshecha —a la mierda prepararse. ¿Para qué?—, metí mis apuntes en la mochila y me puse el abrigo. Mi mejor amiga estaba eufórica. ¿De dónde sacaba esas ganas?
—Anímate, mujer.
—Perdona si no lo veo todo colorido.
Des arrugó el morro.
—Odio cuando te da el bajón post pesadilla. Estás demasiado arisca, amiga.
Me encogí de hombros.
—Es lo que hay. Viene con el pack. —Me señalé.
Las dos primeras horas me comporté como un robot. Recuerdo haber estado tomando apuntes. La tercera hora fue más de lo mismo. En el descanso de media hora, en cambio, llegó Maxwell y su grupito. Pese a que estábamos en la misma carrera universitaria, cursábamos distintas optativas, lo que era todo un alivio. Así no tendría que aguantar a esas tontas que tenía como amigas.
—Cada vez me cae peor la señora Lorraine —escuché que decía Crystal, esa chica insoportable que no se separaba de los chicos.
Puse los ojos en blanco. No, no tenía el ánimo para soportarla. ¿Por qué no me había quedado en casa?
—Su clase me parece muy interesante —escuché que decía Maxwell.
Des se había ido al baño y me había quedado sola enredando en mis redes sociales. No tenía muchos seguidores, aunque no me importaba.
—Solo tú podrías decir algo así —comentó Jordan, ese tío por el que Des llevaba un tiempo colada en secreto. A pesar de no habérmelo confesado, sabía que sentía algo por él, aunque solo fuera atracción. Se le caía la baba en cuanto lo veía entrar.
Hablando de la reina de Roma...
—Willie Wonka ha subido las notas del trabajo de investigación.
Así es cómo llamábamos entre nosotras a nuestro profesor de Responsabilidad social de la empresa. Se llamaba William Fields y era uno de los profes más serios y estrictos que habíamos tenido, aunque eso no nos quitó las ganas de ponerle ese apodo.
—¡Qué dices! Voy a buscar la mía.
—He sacado un sobresaliente—dijo mientras buscaba en la plataforma de notas de la universidad la asignatura—. ¿No deberías cambiar ya de teléfono?
Des tenía razón. Hacía unos meses había tenido un problema con el anterior y mientras ahorraba para comprarme uno mejor tenía aquel. No era el más bonito ni el más glamuroso, pero era mi mayor tesoro. Sin él estaría perdida.
—Ya sabes que quiero pagarme con mi sueldo uno nuevo. En cuanto este mes cobre, podremos prepararle el funeral a este cacharro anticuado —murmuré al mismo tiempo que tecleaba sin parar hasta que por fin encontré mi nombre y la nota que había sacado—. ¡Me ha puesto un notable! No está mal para apenas haber tenido tiempo de hacerlo.
No sabéis la de malabares que tenía que hacer para no descuidar mis estudios. Sacaba tiempo incluso de donde no había y había llegado a estudiar por las noches en épocas de exámenes y de partidos. Los profesores solo eran considerados con los jugadores del equipo masculino y a las chicas no se nos atrasaban los exámenes o los trabajos ni suplicándolo. Tampoco salíamos en la revista universitaria cuando ganábamos los partidos. Estaba un poco cansada de ver todos los meses a Carter y a sus compañeros alardeando de ello.
Vivíamos en un mundo lleno de desigualdades.
—Que no está mal dice. De estar en tu piel, estaría más que feliz de haber conseguido una nota tan alta. ¿No estuviste trabajando hasta el último segundo?
—A veces me gustaría poder dar más de mí, ¿sabes?
—Ya estás dando el cien por cien. Ya verás cuando te gradúes y quieran ficharte los grandes equipos femeninos.
Ojalá, ese era mi sueño. Aspiraba a jugar en las grandes ligas y ahora que estaba tan cerca me daba miedo quedarme en las puertas. Desde que descubrí cuánto amaba el fútbol había deseado solo una cosa: ser la mejor en el campo y divertirme jugando.
—Quien pudiera... —empecé a decir, pero esa voz tan chirriante me cortó.
—¿Puedes decirle a tu amiga que se quite de en medio, marimacho?
Puf, cada vez soportaba menos a la insufrible de Crystal.
Apreté los puños, me volví hacia ella y le lancé mi mejor mirada de desprecio.
—Díselo tú, que tienes boca. Ah, claro, había olvidado que solo la usas para chupársela a los tíos y soltar sapos y culebras.
La conversación que estaban manteniendo los chicos se quedó en el aire y ahora todo ese grupo se me había quedado mirando con la boca abierta. ¿Había sido muy grosera? Puede. Pero me habían enseñado desde pequeña a defenderme de aquellos que solo querían pisotearme.
—¿Cómo te atreves?
Alcé una ceja.
—De la misma forma que a ti no te gusta que te llamen así, detesto que me llames marimacho.
Crystal rodeó la mesa para acercarse a la nuestra —nos separaba una fila— y me lanzó una de sus miraditas amenazadoras.
—Yo que tú no me metería con alguien como yo. Podría hundirte con solo mover un dedo, pobretona.
No sé qué me hizo más gracia si su intento penoso de asustarme o que siguiera pensando que por ser una becada era una muerta de hambre.
—¿Pobretona? ¿En serio? ¿Cuándo hemos vuelto a la escuela infantil?
Me crucé de brazos y la encaré. No tenía miedo de la gente como ella, que se pensaba que el dinero lo movía todo, pero no; la fuerza más poderosa es el amor, que cura hasta las heridas más profundas.
—Eres insoportable. No me extraña que ningún tío se haya fijado en ti.
—No necesito ser el centro de la atención de los chicos para sentirme bien conmigo misma.
—Di lo que quieras. Seguro que aún sigues siendo virgen.
—¿Qué hay de malo si siguiera siéndolo?
Me miró con toda la maldad de universo reflejada en sus ojos.
—Todo el mundo sabe que los chicos las prefieren con experiencia.
—Menuda tontería más grande acabas de soltar. Lo importante es cómo sea la persona, no lo que es.
Crystal puso los ojos en blanco.
—Eres muy aburrida. Seguro que te dices eso para consolar tu falta de sexo.
Tenía unas ganas enormes de saltar sobre ella y arrancarle esas extensiones falsas que llevaba, pero en su lugar decidí que haría caso omiso de sus palabras. No había nada peor que se te ignorara.
—¿Sabes qué? Piensa lo que quieras. Ya estoy cansada de ti.
Con esas palabras, me volví a sentar y dejé de prestarle atención pese a todos sus intentos de buscarme las cosquillas. Ya era hora de que aprendiera que no todo giraba en torno a Crystal.
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Nota de autora:
¡Feliz miércoles, Moni Lovers!
¡Sorpresa! ¿Qué tal estáis? Aquí tenéis un nuevo capítulo de Venus. Luz y oscuridad. Repasemos:
1. Las palabras de Maxwell trastocan a Venus.
2. La pesadilla.
3. Kevin al recate.
4. Destiny siendo una buena amiga.
5. El día horrible de Venus.
6. Crystal metiéndose donde no la llaman.
7. Venus sacando las garras.
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Un beso. ¡Os quiero!
Mis redes:
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