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Capítulo 28

Capítulo 28

Había sido un buen partido. Si bien Venus había metido el primer gol en los primeros minutos, pronto habían empatado y todo había estado muy reñido. Había sacado un par de instantáneas muy buenas e incluso había subido una storie en su cuenta del partido. Gracias a mi ayuda, tenía más seguidores fieles y activos y los post que subía o los twits e hilos que escribía tenían más actividad de la habitual.

Estaba emocionado de que hubiesen vencido a sus rivales. Sabía lo importante que era ese partido para Venus y la mala semana que había pasado, pero otra vez más había conseguido sorprenderme con su capacidad para lidiar con todo, incluso no estando a su cien por cien.

Después del partido, fui a casa a cambiarme. Ni mis padres estaban —habían ido a visitar a una amiga el fin de semana— ni mi hermana —iba a pasar el finde con sus amigas en una casa rural—; así que lo único que recibí fue el silencio. Me duché y me vestí con rapidez, me eché un poco de colonia, me peiné y me aseguré que todo estaba en su lugar. Sabía que era un hombre atractivo, y esa vez quería estarlo solo para mi jugadora de fútbol preferida.

Casi me caigo de culo al verla salir de su edificio. Estaba radiante. Se había puesto un top de lentejuelas azules de esos que enseñan el ombligo, una falda negra y una chaqueta a juego. Unas medias negras enfundaban sus torneadas piernas coronadas con unos bonitos botines. Llevaba el pelo suelto en ondas y se había maquillado: delineador, máscara de pestañas, colorete y un pintalabios seductor con el que estuve fantaseando desde que la vi salir por la puerta.

Me había quedado sin palabras. ¿Se habría dado cuenta del efecto que había tenido en mí? Si de normal era preciosa, en esos momento estaba impresionante.

—¿Y este par de bombones? —conseguí articular después de que consiguiera salir de mi estado de embobamiento.

Destiny también se había arreglado y también estaba espectacular. Con ese vestido rojo, los labios pintados a juego y los zapatos de tacón, estaba claro que quería comerse el mundo.

Ambas esbozaron una amplia sonrisa y se miraron con complicidad. Venus me dio un beso en la mejilla y, al igual que su amiga, entrelazó nuestros codos. La fiesta no estaba muy lejos; la fraternidad del equipo de fútbol masculino estaba a unas manzanas. Además, hacía una buena noche para pasear. Había aparcado el coche a un par de calles —mi casa estaba a unos minutos , así que no me había quedado más remedio si no quería volver en taxi.

A medida que nos acercábamos, la música atronadora se fue haciendo más notoria. No sé cuándo se habían desenganchado, solo sé que en algún punto habían empezado a bailar.

—No sé vosotros, pero yo tengo unas ganas de mover el cuerpo...

Reí ante el comentario de Destiny. Ni siquiera habíamos llegado y ya estaba dándolo todo. Venus dio una vuelta sobre su eje.

—Yo también. Necesito desconectar y pasármelo bien. Hace mucho que no pienso solo en mí misma, sin las consecuencias.

La atraje hacia mí y le di un beso casto en los labios, un suave pico inocente.

—Vais a ser las reinas de la pista. Menudo honor ser vuestro acompañante. —Les guiñé un ojo con complicidad.

—Pelota —masculló Destiny, pero en ningún momento se le borró la sonrisa.

Llegamos al lugar poco tiempo después. Allí, en la entrada, nos esperaban Jordan y Connor. Corrí hasta ellos como si llevara meses sin verles cuando en realidad solo había pasado una hora desde el partido.

—¡Qué guapo te has puesto! Si llego a saberlo, me habría esmerado más. No queremos que tu cita desentone. —Jordan puso morritos que me sacaron una carcajada.

Connor silbó al ver llegar a las chicas.

—Hablando de citas...

—Estáis estupendas, chicas —alabó Jordan. Incluso yo me di cuenta cómo le recorría a Destiny con la mirada, devorándola.

Las dos esbozaron sonrisas tímidas. Sí, claro.

—Vosotros no estáis nada mal.

La rubia arrastró a la morena al interior; mientras, el resto las seguimos a una distancia prudente. Dentro hacía un calor infernal. La gente se agolpaba y bailaba donde podía. Aquello era una mezcla de claridad y tinieblas asombrosa, en perfecto equilibrio. Habían improvisado una barra en la cocina mientras que los estudiantes bailaban al ritmo de la música que tronaba desde los altavoces. Era un caos de estruendo y gritos.

—¡Menudo descontrol de fiesta! —gritó por encima de la música Connor.

Por el rabillo del ojo vi cómo Destiny y Venus se pusieron a bailar en el primer hueco libre que encontraron en la pista. Mientras aquella rubita movía las caderas con sensualidad, la morenita parecía más bien un robot. Su arritmia me hizo reír.

Alguien me dio un par de palmaditas en el hombro

—Tío, tu chica puede ser muy buena jugadora, pero, ¡Dios mío!, ahora mismo parece que está destrozando todos los bailes que existen.

Puede que Venus fuese la hermana de dos grandes bailarines, pero no tenía ni puta idea de baile. Se movía dando espasmos, con golpes bruscos y secos. Sin embargo, era feliz. Con la boca desencajada, las manos en las caderas y la nariz ligeramente arrugada, se lo estaba pasando como nunca.

—Bueno, yo no es que sea un lumbreras con los números. —Me encogí de hombros.

Fui a por unas bebidas a la cocina. Me serví un refresco, al igual que a Venus. Como no sabía qué querría Destiny opté por la opción más sencilla: preguntárselo.

—Ya se lo llevo yo —se adelantó Jordan.

Iba a soltar un comentario mordaz, pero no me pareció lo más adecuado. Así que me quedé junto a esas dos estrellas deslumbrantes y me puse a imitar cada paso penoso que se le ocurriera a mi jugadora favorita.

—A esto lo llamo «Batir mantequilla» —se jactó.

No sé en qué momento su amiga había desaparecido, solo sé que cuando quise darme cuenta estábamos completamente solos. De pronto, sonó una melodía dulce y lenta y ambos nos quedamos mirándonos con una cara larga; hasta que reaccioné, la tomé entre mis brazos, la acerqué hasta mi pecho y nos balanceé con suavidad.

—Estás preciosa —le susurré sonriendo.

Ella hizo lo mismo. Mis ojos se fueron a su boca. Tragué saliva. Me moría de ganas por besarla. Sus manos anudadas en mi cuello, sus dedos rozándome ligeramente las hebras del cabello, su respiración agitada...

Pero no fui yo quien dio el primer paso. Poniéndose de puntillas, unió nuestras bocas en lo que me pareció el mejor beso de la historia. Sentí que me transportaba a otro universo donde no estábamos en medio de una fiesta, sino en nuestra propia burbuja. La oí jadear cuando mis manos acariciaron sus caderas.

Junté nuestras frentes.

—Eres increíble —susurré con la respiración entrecortada.

Enredó los dedos en mi pelo sin perder la conexión.

—¿Dónde has estado toda mi vida?

Tal y como hizo hace un par de semanas, frotó su nariz con la mía, un gesto dulce que me enterneció.

La hice rotar sobre sí misma y, cuando la música se volvió más rápida, la guié de nuevo. Puede que tuviera dos pies izquierdos, pero me lo estaba pasando en grande. Me reí de ella en broma y ella fingió que se enfadaba, aunque por ese atisbo de sonrisa supe que no lo estaba. Le robé un beso rápido.

Así fue pasando el tiempo. Bailaba con ella, con mis amigos, a veces solo y otras todo el grupo. Llegó un punto en el que estaba tan acalorado que tuve que salir fuera. Como si pensara lo mismo, ambos salimos al exterior. Llevaba un refresco en las manos mientras que con la otra rodeaba la cintura de Venus.

Ya en el exterior, pude respirar tranquilo.

—¿Lo estás pasando bien?

Me apoyé en la pared de tal manera que aquella mujer quedó cara a cara. Pese a la oscuridad, vi el brillo de sus ojos y esa gran sonrisa que iluminaba todo mi mundo. ¿Cuándo habíamos llegado tan lejos en nuestra relación? Tocarla era una necesidad.

—Necesitaba salir a divertirme —admitió con la cabeza gacha, aunque pronto sus ojos se clavaron en los míos. Suspiró y, con ello, pareció hacerse más pequeña—. A veces creo que estoy renunciando a mucho por mi sueño. Temo que si no lo consigo, que si no puedo jugar en el futuro, me arrepienta de algunas cosas.

La miré realmente interesado.

—¿Como cuáles?

Apretó los labios de una manera mona mientras se tomaba su tiempo para pensar la respuesta. Se rascó de manera distraída el hombro. Al final, se pasó las manos por el pelo antes de decir:

—Me he perdido muchos cumpleaños de Des porque tenía entrenamientos o partidos de fútbol, le he cancelado varios planes porque a última hora debía entrenar, he renunciado a todo el tiempo libre que tengo por el fútbol... ¿Crees que es una tontería de sueño?

Que me preguntara algo así me dejó de piedra. No sabía si la pregunta iba en serio o si, al contrario, había una cámara oculta, una especie de prueba que debía pasar.

Le tomé con delicadeza la barbilla entre las manos y la obligué a mirarme. Le acaricié con el pulgar la mejilla derecha, justo en el lugar en el que le salía un hoyuelo irresistible cada vez que sonreía.

—¿Qué hay de malo en tener grandes aspiraciones, en ser ambiciosa? Eres tan cabezota y tienes tanta determinación que seguro que lo vas a conseguir. No sé quién te ha metido esa idea tonta en la cabeza, pero es hora de que veas todo lo que has logrado por tus propios méritos, lo buena jugadora que eres: eres la capitana del equipo, tienes bajo tu tutela a un grupo de niños que son una verdadera pasada, sacas unas notas muy buenas en la universidad... ¿Dónde se ha quedado la Venus tan segura de sí misma que me vuelve loco?

Una sonrisa se dibujó en sus labios.

—Está aquí, solo que en ocasiones tiene problemas de vulnerabilidad... ya sabes... por lo que he vivido cuando era una cría.

Jugué con un mechón de su pelo, retorciéndolo entre los dedos.

—Eres una mujer fuerte, una guerrera.

—¿Quién dice que las chicas debamos ser delicadas y dulces? De pequeña no soñaba con ser una princesa, quería ser la heroína de mi propia aventura.

Alcé una ceja, totalmente intrigado.

—¿Lo has conseguido?

Afirmó con energía en un movimiento rápido de cabeza.

—Voy batalla a batalla. Primero, en las casas de acogida; segundo, en el colegio; tercero, en la universidad.

La acerqué aún más, hasta que nuestros alientos casi se entremezclaron.

—¿En qué batalla estás ahora?

Como si llevara años lista para responder a aquella pregunta, me lanzó una miradita de sabelotodo. Se echó el pelo hacia atrás.

—Graduarme y llamar la atención de algún seleccionador.

Hice un mohín.

—Vaya, y yo que pensaba que estaba dentro de tus planes.

Se le escapó una carcajada. Me dio un puñetazo, juguetona.

—Serás bobo. Claro que estás dentro de mis planes. Me has preguntado por mis batallas, no por lo que me mantiene a flote, lo que hace que quiera luchar con todas mis fuerzas y darlo todo.

Su confesión me dejó descolocado. No sabía que sintiera la misma unión que yo, que se sintiera igual. Los días a su lado se habían vuelto de lo más emocionantes: seguirla para hacer el trabajo, enseñarle a manejar las redes, las citas, los besos... Me estaba volviendo adicto.

—¿Soy tan importante para ti?

Volvió a asentir.

—Te estás metiendo poco a poco aquí. —Se señaló el pecho. Sus ojos brillaron con fuerza, las lágrimas acumulándosele en ellos—. Me asusta los sentimientos que provocas en mí. Hay una parte, una muy pequeña, que piensa que algún día te darás cuenta de lo aburrida que soy y que me dejarás sola; pero luego hay otra que me grita que no lo harás, porque sientes lo mismo que yo.

Le pasé el pulgar por los labios, maravillado por su confesión.

—¿Qué sientes por mí?

Sus mejillas adquirieron un adorable tono rosado.

—¡Qué vergüenza! ¿Sabes? Olvídalo.

Pero yo necesitaba saberlo; ansiaba que me dijera aquellas palabras, pues sentía lo mismo que ella, estaba igual de asustado. Jamás había sentido tanto por alguien. Le había entregado mi corazón sin haberlo esperado.

Abrí la boca para protestar, pero no pude emitir sonido puesto que Destiny y los chicos nos interceptaron.

—¡Aquí estáis! —exclamó la rubia. Se tiró a los brazos de Venus—. ¿Interrumpimos?

—No —mentí. Deseaba escuchar esas palabras, las necesitaba. No obstante, me tragué todo lo que tenía que decir.

—Es hora de volver a casa. Quiero hacer un trabajo por la mañana para así tener la tarde libre —nos contó Destiny mientras empezaba a caminar.

Nos despedimos de Connor y Jordan. Durante too el camino aquella rubita metomentodo estuvo callada, demasiado callada, e inquieta, demasiado. No me atreví a preguntarle, aunque supe que Venus lo haría en cuanto estuvieran a solas.

Solo que no pasó así.

Cuando llegamos a su edificio, me paré para despedirme de ellas, solo que Venus se quedó quieta como una estatua.

—¿No vienes? —le preguntó su amiga.

Esa preciosidad me miró durante un largo tiempo antes de negar.

—Me quedo con Maxwell. No te preocupes, estaré bien. Es de confianza.

No me gustó ni un pelo la sonrisa pícara que se le formó en los labios.

—Espero que no ocurra lo que estoy pensando que ocurrirá, pero si sucede, usad protección. Recordad, sin gorrito no hay diversión.

¡La madre que la trajo a mundo! No podría sentirme más avergonzado... y Venus tampoco. Sus mejillas estaban iluminadas como farolillos. Comestible.

Nos quedamos a solas. La noche era perfecta, sin ninguna nube que cubriera el manto de estrellas. La luna brillaba en cuarto menguante, no había viento y tampoco hacía ni una sola gota de frío. En medio de ese silencio un tanto incómodo que se había instalado entre nosotros, la miré. ¿Estaba nerviosa? ¿Por qué lo estaba?

Me aclaré la garganta.

—¿Damos un paseo?

Vale, menuda tontería. Seguro que estaba cansada por el partido y tras una dura semana, aunque una parte me dijo que no era así, que de lo contrario no habría preferido quedarse conmigo. Lo que no me esperaba fue su reacción: se me tiró encima con los ojos brillantes y una sonrisa arrebatadora. Ahí estaba ese hoyuelo que no dudé en acariciar.

—Yo tenía pensado otra cosa. —Me miró largo y tendido, con una expresión cómplice bañando su rostro.

Me rasqué la barbilla.

—¿Qué cosa?

Una carcajada le nació desde lo más profundo de la garganta. Me dio un pico en los labios.

—Ay, a veces pienso que eres un cortito. ¿Qué va a ser? Estoy lista para dar un gran paso y subir de nivel en nuestra relación.

—¿Te refieres a sexo? —pregunté solo por salir de dudas.

Se puso roja como un tomate.

—Sí, bueno, si quieres, claro. Entiendo que no tengas ganas o no quieras...

La pegué contra mi cuerpo y le hice notar cuánto la deseaba. Me había tenido que controlar durante lo que llevábamos juntos; no quería presionarla ni que pensara que íbamos demasiado rápido. La había subestimado.

—¿Te parece a ti que no tenga ganas?

Por primera vez, Venus se había quedado sin palabras. Entre el rubor intenso de su rostro, los ojos abiertos de par en par y la boca entreabierta, me dieron unas ganas de devorarla allí mismo. Pero no era el momento. Se merecía una primera vez digna de recordar y yo iba a dársela. Lo mejor para mi jugadora favorita, mi diosa particular.

La tomé de la mano y tiré de ella hacia donde había aparcado el coche.

—Tengo la casa libre.

Arqueó una ceja, curiosa.

—¿Eso es una indirecta?

La miré con una sonrisa pícara.

—Puede. —Abrió la boca para contestar, pero me adelanté—: Vamos, me acabas de soltar que estás lista. Más directa no puedes ser.

Sus labios se curvaron en una sonrisa tirante.

—Lo siento, solo estoy nerviosa.

—No lo estés. Estás conmigo, me conoces. Sabes que no voy a ser un animal. Confías en mí, soy el mismo Maxwell de siempre. Preciosa, no estés nerviosa.

Sus dejos se movieron inquietos. Parecía no saber qué hacer con las manos.

—Lo siento —repitió.

Le tomé una de ellas y me la llevé a los labios. Le di un suave beso en el dorso, lo acaricié con la yema de los dedos con suavidad y la guié hasta el centro de mi pecho, donde mi corazón bombeaba con frenesí.

—No lo sientas. Yo también estoy nervioso, nena, pero quiero hacerlo, quiero demostrarte lo loco que me vuelves con solo una mirada. Quiero hacerte el amor como te mereces.

Pareció que se relajaba. La tensión desapareció de sus hombros.

—¿Por qué siempre sabes qué decir?

Le guiñé un ojo con picardía.

—Es un don con el que he nacido. ¿Qué se le va a hacer?

Llegamos al coche, lo desbloqueé con el mando, le abrí la puerta y le di un beso en la mejilla antes de rodear el vehículo y acomodarme en el asiento del copiloto. Me puse el cinturón de seguridad y arranqué. El trayecto se me hizo corto; en un visto y no visto estaba aparcando en el garaje que tenía en casa. Venus no había cerrado a boca desde que nos habíamos puesto en marcha. Seguía nerviosa y me daba la sensación de que a través de la conversación intentaba buscar su propia tranquilidad.

—Ya hemos llegado.

—Sí.

Volvía a estar tensa. Genial, simplemente genial. ¿Cómo podría aligerar el ambiente?

Salí al exterior y la saqué de ahí. La guié hacia la puerta, esa que estaba conectada directamente con la planta principal.

—¿Quieres beber algo?

—No, gracias. Estoy bien.

La tomé de las manos y tiré de ella hacia la primera planta. Como la vi tan tensa, tan nerviosa y un poco asustada, decidí tomar las riendas de la situación. La guié hacia mi cama, sí, pero no con esas intenciones. Rebusqué en el armario una camiseta que pudiera servirle y se la tendí. Me miró sin comprender.

—¿No íbamos a...?

Me puse a su altura y le di un ligero beso en los labios.

—No quiero forzarlo. Ponte cómoda. Vamos a ver una película, ¿te parece bien?

El cambio de plan no pareció importarle. Es más, parecía aliviada.

—Me gusta.

Le pellizqué la barbilla.

—Perfecto. Puedes cambiarte aquí, que yo lo haré en el baño. Avísame cuando estés.

Ya con el pantalón del chándal y la camiseta de algodón sin mangas que usaba para estar cómodo, me encerré en mi baño privado. Durante unos segundos juré tener un dejà vù. Recordé la única vez que dormimos juntos, lo que pasó justo después y cómo eso hizo que confiara en mí y que su muro se rompiera en mil pedazos.

Esperé a que me diera la señal. Cuando escuché los golpes titubeantes, abrí la puerta. La imagen que me recibí —una Venus vestida únicamente con esa camiseta que os juraba que se había vuelto en mi favorita desde ese mismo instante— me dejó fuera de juego. Le llegaba por encima de las rodillas. Estaba tremendamente sexy, comestible e irresistible.

Si no hubiese sido por mi autocontrol, la habría devorado.

Pero no lo hice. No estaba lista, no aún.

—¿Hay palomitas? Me apetecen.

Su comentario me sacó una sonrisa.

—Por supuesto. ¿Te parece bien si te indico dónde están y las vas preparando mientras yo monto el proyector?

Abrió los ojos de par en par.

—¿Tienes un proyector?

—No es para tanto. Lo compré con mis ahorros hace un par de años. Venga, mueve ese culito precioso que tienes. Quién sabe, puede que si te retrasas mucho empiece sin ti.

Me dio un golpe en la cabeza.

—Muy gracioso. Los dos sabemos que serías incapaz.

Cierto, pero no iba a admitirlo en voz alta.

Le indiqué en qué armario se encontraba la comida basura. Cuando se fue, preparé todo: el proyector, el ordenador, la luz... Iluminé el ambiente con un par de velas que le había cogido prestadas a mi hermana pequeña. En vez de abrir la cama, saqué una manta del armario en la que poder cobijarnos.

—¿Tanto he tardado? —la escuché unos minutos después cuando estaba ahuecando los cojines.

Me volví. Qué guapa que era y yo era un capullo con suerte.

—Qué va. Aunque no lo creas, soy un trabajador veloz.

Con un gran bol de palomitas humeantes en las manos, un par de bolsas de patatas y dos refrescos, se acercó. Me subí a la cama y le hice un gesto para que se uniera. Nos arropé, elegimos la película y la puse.

Al principio todo fue sobre ruedas. Nos reímos con las ocurrencias de los protagonistas, devoramos todos los dulces y lo pasamos bien. Pero en un momento dado, sentí su mano acariciando la mía y ya no pude prestarle atención a la película, solo a lo que sus dedos estaban provocando en mi interior. Como si mi mano tuviera vida propia, deslicé los dedos por su brazo en un gesto aparentemente inocente, hasta que me dio vía libre.

La miré y ella me miró. Había fuego en sus ojos y deseo en los míos. No tuvo que decírmelo. Estaba preparada.

Me incliné sobre su cuerpo y le di ese beso que me estaba muriendo por darle. Moví los labios sobre los suyos, saboreándola. Necesitaba más. Le di un par de mordisquitos en el labio inferior y, cuando jadeó, dejé que mi lengua jugara con la suya.

Ya no pude más.

Pero, de nuevo, Venus me sorprendió. Se subió a horcajadas sobre mí y me devoró con las mismas ansías que yo también tenía. Apreté su sexo contra el mío y, lejos de asustarla, se balanceó, rozando nuestros núcleos y enviándome olas de placer a cada célula.

Solo nos separamos un par de segundos para recuperar el aliento. Volví a besarla con más ganas, la apreté contra mi cuerpo. Quería que ella me tocara. Sin separar nuestras bocas, guié su mano hasta mi torso y la colé por el interior de la camiseta. Me sentía tan acalorado que si Venus no hubiese estado sobre mí, volviéndome loco como la diosa que era, me la habría quitado sin pensar.

En cuanto sus dedos me rozaron la piel febril, se me escapó un gruñido ronco. Estaba listo para hacerle el amor y demostrarle lo mucho que la quería.

Porque la quería, era un hecho.

—Me vuelves loco —murmuré con los labios pegados a los suyo—. Me encanta cómo me tocas. ¿Notas lo listo que estoy para ti? Lo has provocado tú, solo tú. ¿Quieres seguir explorando?

Movió la cabeza arriba y abajo con timidez. Sonreí de manera traviesa.

Me incorporé, me quité la camiseta bajo su atenta mirada y la besé de nuevo. Dios, me estaba volviendo adicto a sus besos ardientes. Al separarme, volví a colocar su mano en mi pecho.

—Adelante, explora. Soy todo tuyo, estoy a tu merced.

Me pasó las manos por los abdominales. Atrás quedó la Venus tímida de antes. Me acarició con tanta pasión que tuve que contar hasta mil para no abalanzarme sobre ella y arrancarle esa camiseta con la que llevaba fantaseando desde que se la había puesto. Me preguntaba si llevaría bragas de encaje, si preferiría las de algodón o si, al contrario, tendrían algún estampado.

—¿Te gusta... —jadeé—... te gusta lo que ves?

Sus ojos brillaban llenos de lujuria, deseo y gozo. No se me pasó por alto cómo me devoraba con la mirada, cómo se pasaba la lengua por los labios, relamiéndose. ¿Qué estaría pensando? Ojalá cumpliera todas sus fantasías conmigo.

Me depositó un beso en el pectoral. Al instante, una oleada de placer me recorrió desde el punto en el que sus labios se habían posado hasta la última célula de mi ser. Repitió la acción y esa vez jadeé sin poderme contener.

Le di la vuelta. Le abrí ligeramente las piernas, me acomodé y la besé una y otra vez. Mis manos perdidas en su pelo, mi miembro palpitante buscando su sexo húmedo, los suspiros de placer que se le escapaban, mi nombre en un susurro.

Sin ningún pudor, se quitó la camiseta, dejando a la vista su ropa interior: un conjunto sexy de bragas y sujetador de encaje negro. De su boca me perdí en la oreja izquierda, donde comprobé que era un punto muy sensible para ella. Fui descendiendo, mordisqueando la piel palpitante de su cuello hasta llegar a sus senos, grandes y redondos.

—Preciosa, perfecta y hermosa.

Gruñí de placer cuando se quitó el sujetador y puso mis manos en sus pechos. La recosté. Primero, devoré el de la derecha, asegurándome de darle el mayor de los placeres, para después darle la misma atención al otro. Su pezones estaban en punta, erectos. Verla tan entregada me dio tal regocijo...

Le pedí permiso con la mirada. Hizo un leve asentimiento. Descendí hacia el sur. Le besé el interior de los muslos. Con cuidado, deslicé la braguita hasta deshacerme de ella. Estaba preparada para mí y yo lo estaba para ella, pero aún quería que disfrutara, que tuviera su primer orgasmo.

Acaricié con un dedo su monte de Venus. Estaba húmeda. Soltó un gritito cuando mi dedo tocó ese botón de nervios y sus jadeos se hicieron más fuertes cuando empecé a hacerle el amor con la lengua. Sus manos en mi pelo, su respiración entrecortada y sus espasmos me hicieron ver cuánto le gustaba lo que le estaba haciendo. Me animé a penetrarla con un dedo. Fui con cuidado. Le gustó, le gustó mucho; y eso provocó que quisiera enterrarme aún más en ella.

La noté tensarse. Gritó mi nombre arqueando las piernas, con los ojos llenos de placer y la boca desencajada. Jamás olvidaría esa imagen.

—Dios, jamás me había sentido así —jadeó. Me señaló con el dedo un par de segundos después—. ¿Puedo tocarte?

Uf, si me lo pedía así, no podría negarme.

—Claro que...

Pero no llegué a terminar la frase. Con las manos temblorosas, se coló en el interior de mis pantalones y me acarició. Ahora fui yo el que jadeó.

—¡Dios! Como sigas tocándome así, no aguantaré mucho y quiero hacerlo, quiero sentirte mientras te corres.

Sus mejillas ya de por sí rojas se volvieron aún más escarlatas.

—Maxwell el intenso ha vuelto.

La besé.

—Bien que te gusta ese Maxwell. —Solté un taco cuando aceleró el ritmo.

Tuve que retirarle la mano. Me bajé los pantalones y los calzoncillos, los tiré de cualquier manera por la habitación, busqué un condón en uno de los cajones de mi mesilla de noche y me lo puse bajo su atenta mirada. Me encantaba provocarla.

Me acomodé de nuevo entre sus piernas, coloqué la punta en su abertura y, antes de penetrarla, le dije:

—Avísame si te hago daño. Intentaré ir con cuidado y...

—Solo hazlo —masculló.

No tuvo que pedírmelo dos veces. Su entrada estaba resbaladiza, pero pronto me di contra esa barrera que no habían tocado otros. Fui con cuidado. Me detuve cuando se le escapó un grito y seguí cuando me animó a hacerlo.

Allí, esa noche de mediados de marzo, le hice el amor por primera vez a la mujer que estaba volviendo mi mundo patas arriba. No fue la única vez esa noche, puesto que cuando alcanzamos el clímax, el orgasmo más arrasador que había experimentado en mi vida, volvimos a hacerlo.

Puede que Venus no fuera la más experta en el ámbito, pero descubrí que me encantaría enseñarle y que me encantaría explorar junto a ella lo que más le gustaba.

Hicimos el amor hasta que las velas se consumieron, hasta que los primeros rayos del amanecer inundaron la habitación y envolvieron nuestros cuerpos desnudos con su suave manto. En ese preciso momento, con ella entre mis brazos a punto de quedarse dormida, supe que no quería estar en otro lugar que no fuera a su lado.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, Moni Lovers!

¿Qué tal estáis? Yo muy feliz. Tenía muchas ganas de subir este capítulo intensito. ¿No os parece que ha ardido Wattpad? ¿Qué os ha parecido? Repasemos:

1. La fiesta.

2. Maxwell y Venus dándonos diabetes.

3. ¡Destiny es el mejor personaje que he creado!

4. Maxwell y Venus, solos en casa.

5. ¡Venus está lista para subir de nivel!

6. Peli y palomitas.

7. El momento suculento.

8. ¿No estáis vomitando arcoíris?

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el viernes con más y mejor! Os quiero. Un beso enorme.

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