Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 27

Capítulo 27

Me dolía tremendamente la cabeza, tenía el cuerpo entumecido y cero ganas de jugar el partido aquella misma tarde. Sin embargo, debía hacerlo; por el bien del equipo, debía dar mi ciento diez por ciento. Por algo era la capitana. No debía amedrentarme.

—¿Seguro que estás bien? —me preguntó por milésima vez Des—. ¿Por qué no te quedas en casa y descansas antes del partido? No tienes buena cara.

Resoplé.

—Estoy bien —mentí. Además, no podía librarme de las clases solo por que tuviera un partido después. Vamos, no lo había hecho antes y no iba a empezar a hacerlo.

—Sí, como una rosa —repuso con todo su sarcasmo mi amiga.

Me había tomado un analgésico a primera hora, pero ni con eso había conseguido aliviar ese dolor punzante que martilleaba en mi cerebro sin darme una mísera tregua. Me sentía en la mierda, mas me obligué a mí misma a mostrar mi mejor cara.

Ya en la universidad, fingí que todo iba bien. Se me olvidaba que Maxwell me conocía demasiado.

—¿Estás loca? Mira, vas a hacer lo siguiente: vas a ir a casa, te vas a dar un buen baño de espuma relajante que sé que tanto te gusta, vas a poner música y te vas a relajar. No puedes seguir exigiéndote tanto.

—Jo, que no es para tanto —me quejé.

La forma en la que sus ojos se conectaron con los míos, cómo sus labios formaron una mueca de desagrado...

—Solo me preocupo por ti. Llevas unos días...

—Me duele la cabeza, eso es todo. No te preocupes, es consecuencia de lo estresada que me siento por el hecho de que me presiono para guiar al equipo a la victoria.

La primera hora fue insufrible, la segunda quise tirarme por un puente, pero la tercera ya no pude soportarlo más. Sentía que dentro de mi cabeza tenía una batería cuyos tambores y platillos resonaban con fuerza. Para colmo, me entraron unas terribles ganas de vomitar a mitad de la hora, tanto que me vi obligada a salir corriendo sin pedir permiso. Lo poco que había desayunado aquella mañana lo vacié en el retrete.

—Menudo asco —mascullé.

Me quedé sentada con las piernas encogidas y las manos perdidas en la cabeza. ¿Qué me estaba pasando?

El chirrido de la puerta del baño fue un dardo de dolor para mi mente. Unos pasos fuertes. Un golpe seco en la puerta tras la que me ocultaba.

—Vamos, nena, sé que estás ahí —escuché la dulce voz de Destiny al otro lado.

Abrí la puerta de muy malos modos.

—¿Podrías dejar de hacer tanto ruido?

Me miró de arriba abajo como si no me reconocieras.

—Tía, estás fatal —dijo arrastrándome hacia el exterior. Allí, apoyado en la pared, estaba Maxwell. Jugaba con la pulsera de cuero que llevaba puesta y mantenía la mirada al frente, en un punto indefinido—. Vete a casa.

—No puedo...

Maxwell clavó la vista en nosotras en cuanto nos escuchó.

—Claro que puedes y lo hará —habló con determinación.

Le lancé una mirada desafiante.

—No puedes obligarme.

Des se frotó la frente, frustrada. Soltó un gruñido.

—¿Cuándo dejarás de ser tan terca y empezarás a cuidar más de ti misma, por el amor de Dios? No puedes seguir así. No se va a caer el mundo si faltas aunque sea un día a clase, ¿sabes? ¡Así que mueve el culo de una vez y vete a casa!

Su reacción no me tomó por sorpresa; no era la primera vez que se ponía en modo «Mamá Destiny».

Al final, acabé cediendo. Una cosa que había aprendido a lo largo de nuestra amistad era que era casi imposible que ganara una discusión con Des si sabía que llevaba las de perder.

—Está bien, tú ganas. Iré a casa y me aburriré como una ostra. Odio estar sola.

Maxwell, que había permanecido callado, dio un paso hacia delante y se separó de la pared.

—No vas a estar sola. Yo me voy a encargar de ti.

Mmm... ¿Por qué la idea de Maxwell, por muy descabellada que fuera, me resultaba tan tentadora?

—De eso nada, guaperas, no necesito que nadie me cuide. Puedo valerme por mí misma —objeté, en cambio.

—Lo sé, pero quiero hacerlo. Podemos poner una peli o una serie a la hora de comer y cocinaré lo que te apetezca. Hoy será el día de Venus incluso después del partido. Pienso ir a animarte. Sabes que soy tu fan número uno.

Apoyé todo el peso en la pierna derecha y puse las manos en las caderas.

—Siento decirte que llegas tarde; mi fan número uno es mi madre.

—Y la número dos soy yo —señaló mi mejor amiga.

Alzó una ceja y levantó el mentón con aires de chulito.

—Pues seré tu tercer fan. —Me guiñó un ojo. Acto seguido, entrelazó nuestros dedos y me guió hasta el interior de la clase—. Aprovechemos el descanso para efectuar el plan de huida.

Se me escapó una carcajada.

—¿Plan de huida? ¿De dónde has salido tú?

—Según mi hermana, de la pajarería, como a Carlton Banks en El príncipe de Bel Air.

Reí de nuevo. Bajo su atenta mirada, recogí el cuaderno que apenas había usado, el estuche y la agenda, lo guardé todo como pude en la mochila, me puse el abrigo y me la coloqué en el hombro de cualquier manera. Él hizo lo mismo.

Fruncí los labios cuando salimos del edificio de nuestra facultad.

—¿Qué pasa ahora?

Me encogí de hombros.

—Nada, solo se me hace raro salir tan pronto. Apenas son las once de la mañana. Siento que no he hecho nada productivo.

—¿Quieres hacer algo productivo? —me susurró al oído en un tono juguetón—. Porque estoy pensando en un par de cosas que me apetecen hacer contigo ya que estamos solos bajo un mismo techo.

¡Jesús, José, María y todos los Apóstoles! Noté las mejillas calientes ante su comentario y mi mente no tardó en producir varias de esas cosas. Abrí la boca para protestar en cuanto empezó a reírse de mí.

—¡Bristow! Eres un puto pervertido.

—Qué mona estás cuándo te pones roja.

Le di un puñetazo en el hombro.

—Eres un capullo.

—Y tú preciosa, pero no tengo que decírtelo porque ya sabes que lo eres.

Vale, me había quedado sin palabras. Volvió a carcajearse a mi costa.

—No es mi culpa que pienses en guarradas cuando lo que yo tenía en mente era darte un buen masaje de pareja, hacerte mimos y besarte hasta el cansancio.

Puse los ojos en blanco.

—Sí, claro, vete a otro con el cuento, influencer. A mí no me vas a engañar.

Esbozó una sonrisa lobuna y, pillándome de sorpresa, intentó darme un beso, pero me aparté antes de que sus labios rozaran los míos.

—Acabo de vomitar —le advertí—. No es lo más higiénico.

Me acompañó a casa en silencio. Fue todo un detalle que no quisiera iniciar una conversación solo porque sí, pues no estaba de humor para responder. Simplemente se limitó a caminar junto a mí, tomándome de la mano y acariciándome la piel de manera distraída.

No sé en qué momento llegamos, solo sé que me quitó las llaves de las manos, me abrió la puerta y, ya en el apartamento, hizo mi ritual por mí y se encargó de prepararme un buen baño de espuma, tal y como había prometido. Cuando entré en la estancia, estaba arrodillado frente a la bañera con una mano metida en el agua. En la otra tenía una burbuja de baño con forma de huevo de dragón. Era mi favorita, la que más necesitaba en un momento como ese.

—Dejo que te des un buen baño relajante.

Antes de irse puso la playlist que destinaba a ese tipo de eventos.

Una vez sola, me desnudé, me quité la coleta y me hundí en las aguas moradas —sí, olía a lavanda y la espuma adquiría un tono morado precioso—. Recosté la cabeza en el borde. Cerré los ojos y dejé la mente en blanco.

O eso intenté.

Había algo en mi interior que no conseguía calmarse. No me dejaba de doler la cabeza, mi estómago seguía revuelto y tenía una sensación rara en el pecho, como si me lo oprimieran con un puño invisible. A mi mente venían imágenes que no tenían ningún sentido. Cuando quise darme cuenta, me había quedado dormida. No recuerdo muy bien lo que soñé, solo que estaba cubierto de un velo rojo carmesí que me alteró aún más cuando abrí los ojos con un sobresalto. Me dolía el pecho, la cabeza me martilleaba aún más y el pulso me iba a mil por hora.

¿Qué me estaba pasando? Me estaba preocupando de verdad. No era normal.

Al salir del baño, la imagen adorable de Maxwell entre los fogones me dio la bienvenida. Por unos instantes, todo ese malestar que sentía en mi interior se esfumó y esa seguridad que me embargaba cuando estaba a su lado se apoderó de mí. Me asustaba tanto depender tanto de una persona, que fuera tan importante en mi día a día, que una parte en mi interior temía perderla.

—¿Ya te has renovado? —preguntó nada más verme. Tenía el ceño fruncido de la concentración, pero en cuanto entré en su campo de visión no me quitó ojo.

Meneé la cabeza arriba y abajo.

—Ajá. Necesitaba estar un rato a solas —susurré con la voz pastosa.

Me acerqué a él y me dejé envolver por sus fuertes brazos. Ay, cuánto necesitaba estar así, que su calor me envolviera y me calmara como el mejor de los bálsamos. A veces solo necesitaba eso: saber que tenía a alguien a parte de Des que me apoyaba, a la que le importaba.

Me dio un beso en la frente.

—Espero que la hora que has estado allí metida te haya ayudado a relajarte. Llevas unas semanas muy intensas. No me extraña que el cuerpo te haya pedido un respiro. Deberías tomarte el fin de semana libre.

Puse los ojos en blanco. Sí, claro, como si pudiera permitírmelo.

—Sabes perfectamente que no puedo. Debo entrenar a mis niños y no puedo defraudarle a mi equipo.

Jugó con un mechón de pelo suelto aún húmedo. Ni siquiera me había secado el pelo; menudo desastre.

—Quizás si hablarás con tu entrenadora y le explicarás que no te encuentras bien, cosa que es cierto, te deja descansar. No estoy diciendo que no hagas nada: puedes salir a correr, ayudar a los críos a los que entrenas... Pero necesitas un respiro. Quizá te venga bien quedar con tus amigos, salir de fiesta y, sobre todo, desconectar. No me gusta que te exijas tanto y que eso te destruya. No hay peor enemigo que la mismísima mente humana.

Tenía razón. Necesitaba un respiro tras tantos días de agobio.

Tiró de mi mano y me besó la palma con dulzura.

—Por favor, dime al menos que lo pensarás.

Alcé el rostro para poder mirarlo a los ojos, creando esa conexión habitual entre nosotros. Un hormigueo cálido me recorrió desde la punta de los pies hasta la última hebra del cabello.

—Está bien, lo pensaré.

Una gran sonrisa se instaló en su boca. Me dio un rápido beso antes de ponernos a bailar al ritmo de la música de nuestros corazones. Allí era donde me gustaría permanecer el resto de mi vida, sintiéndome segura entre sus brazos.

Si bien el dolor de cabeza y las náuseas disminuyeron hasta desaparecer, no pude evitar que esa opresión que sentía en el pecho siguiera allí.

Debía concentrarme. Estábamos a punto de jugar el partido más duro de la temporada contra las Black Dragons. Debía liderar a las chicas a la victoria.

Me puse el uniforme del equipo: el pantalón corto dorado y la camiseta blanca, los calcetines del mismo color, las espinilleras y las zapatillas. Detrás de la camiseta estaba mi dorsal, el número ocho junto a mi apellido en grande en color dorado. Me aseguré que la coleta estaba bien hecha antes de ponerme la banda elástica dorada en el pelo.

Hice crujir mis nudillos, moví los hombros arriba y abajo y di un par de saltos en mi sitio. Me reuní en torno a la entrenadora.

—Chicas, ya sabéis que este partido es fundamental para la liga. Las Black Dragons son unas rivales fuertes, así que quiero que peleéis como auténticas luchadoras, que dejéis vuestra alma en campo y que deis vuestro cien por cien en el juego. Solo si jugamos con cabeza y como una unidad lograremos vencerlas —nos sermoneó.

»Morgan, necesito que pares todos los intentos de gol, ¿entendido? —La señaló con el dedo. La señora Adams era una mujer de carácter fuerte y determinado. Nos hacía sudar la gota gorda en cada entrenamiento. Me preguntaba cómo reaccionaría ante mi petición de un fin de semana libre...

—Sí, señora. No dejaré que ninguna de esas chica logre colarme el balón.

La entrenadora pareció satisfecha.

—Turner, eres la guía de estas chicas. Quiero que seas un ejemplo a seguir. Nada de meterte en peleas ni de morder el anzuelo que la capitana del equipo rival va a ponerte, ¿me has oído bien?

Cuadré los hombros. Sandra Wallmark era el ser más insoportable que había conocido en el mundillo del fútbol. Parecía que se había propuesto hacerme la vida imposible fuera como fuera. No soportaba esos aires de soberbia que mostraba antes y después de cada partido, incluso si habían sido derrotadas. Era como todo un grano en el culo.

—Lo intentaré, señora.

—Nada de «Lo intentaré». Ni se te ocurra responder a sus burlas. Lo que menos quiero es que te expulsen del partido por una estúpida pelea.

Asentí.

Siguió sermoneándonos a cada una de nosotras, dándonos de vez en cuando palabras de aliento y consejos. Repasó nuestra estrategia de juego un par de veces.

—Bien, equipo, ¡ya es hora de machacar al equipo rival! —bramó.

Salimos del vestuario en cuanto nos llamaron y una oleada de aplausos nos inundó. La gente gritó aún más al vernos. Salimos al campo con aire chulesco. Me acerqué a Sandra con aires de soberbia y la reté con la mirada. No había mucha gente —las gradas no estaban a rebosar de gente—, pero los que se habían acercado ondeaban la bandera del equipo y lucían con orgullo los colores del equipo.

—¡Vamos, Golden Scorpions! ¡Queremos sangre! —aullaban los espectadores eufóricos.

Vislumbré entre la multitud a Des. Junto a ella estaba Maxwell, con un escorpión dorado dibujado en las mejillas, Connor y Jordan. Estaban en primera fila. Se me formó una gran sonrisa. Troté hasta ellos.

—¡A por todas, preciosa! Sé que vais a ganar —exclamó con un brillo de orgullo Maxwell.

—¡Destrozad a esas Black Dragons! —gritó Des extasiada. Puede que no lo parezca, pero le encantaba asistir a los partidos de fútbol y tenía el plus de que siendo amiga mía tenía el privilegio de conseguir muy buenas entradas.

—Dadlo por hecho.

Les guiñé un ojo. Me alejé hasta situarme junto a mis compañeras y empezar el calentamiento. Charlé con un par mientras nos preparábamos para darlo todo. Vi a nuestras contrincantes al otro lado del campo y, durante una fracción de segundo, mis ojos se conectaron con los de Sandra. Me sacó el dedo medio al ver que la observaba. Le tiré un beso sarcástico. Ni ella me caía bien ni yo le caía bien.

—¡Quiero que salgáis ahí y les hagáis picadillo! No quiero una derrota —nos gritó nuestra entrenadora ajustándose mejor la coleta. Nos indicó quiénes jugaríamos al comienzo y quiénes se quedarían en el banquillo. Fui una de las seleccionadas.

Salí al campo cuando apenas quedaban un par de minutos para que comenzara el juego. Me coloqué junto al resto de mi compañera delantera, en mi posición en el centro del campo. Cuando inició el partido, conseguí robar el balón. Sandra intentó bloquearme, pero fui más rápida y se lo pasé a Ethel.

Fuimos muy rápidas en meter el primer gol. Sin embargo, a partir de ese instante las Black Dragons se pusieron las pilas y la portera paró cada intento de gol. No solo eso, consiguieron empatar a uno. En un momento dado, cuando tenía el balón y tenía un buen ángulo para meter gol, Sandra apareció de la nada y sin esperármelo, me tiró a suelo.

—¿En serio? ¿Era necesario?

Por supuesto, se comió una buena tarjeta amarilla y a mí me permitieron hacer un penalti. Coloqué el balón en el suelo. Todo se había quedado en un completo silencio. Miré a mis compañeras que esperaban expectantes. Me centré en la portera rival. Tomé una profunda respiración, relajé los hombros e intenté frenar el latido frenético de mi corazón. Chuté. La portera se tiró al suelo en un intento por detener el balón, pero milagrosamente marqué.

Me uní al resto de mi equipo y abracé a Ethel radiante y realmente satisfecha conmigo misma.

El partido se reanudó. Las Black Dragons intentaron meter gol sí o sí, pero Ashley era tan buena que frenaba cada intento. Pronto, llegamos al primer descanso.

—Buen inicio, chicas. Eso sí, ni se os ocurra bajar la guardia. Morgan, buenas paradas. Turner, bien hecho con esos dos goles. Cuevas, me ha gustado cómo le has robado el balón a tu rival. Costa, buenos pases. Si seguimos así, es fácil que logremos la victoria.

Nuestra entrenadora estaba muy orgullosa de nosotras. Habíamos mejorado en esos dos últimos años gracias a sus tácticas y estrategias dentro y fuera del campo. Sí, era, hasta el momento, la entrenadora más estricta que habíamos tenido, pero era, al mismo tiempo, la que nos había hecho tan buenas.

Me senté en el banquillo. Me sequé el sudor de la frente con una toalla, le di un buen trago a la botella de agua y me dediqué a charlar con las chicas. Nos llevábamos muy bien.

—Si todo sale bien, podríamos ir después a la fiesta que ha organizado Carter.

Arrugué el morro.

—Es un imbécil.

—Un imbécil que sabe organizar buenas fiestas —objetó Andrea, esa chica de origen español preciosa que se había mudado exclusivamente para jugar al fútbol con las Golden Scorpions.

La apunté con el dedo.

—En eso te tengo que dar la razón.

—Entonces, ¿estamos todas de acuerdo en que iremos? —preguntó Jill, una de nuestras cuatro mediocampistas.

Pensé en lo mal que me había sentido esa misma mañana y en que en ese punto ya me encontraba mucho mejor. El fútbol me ayudaba a despejarme de todo. Puede que sí necesitara desconectar después de todo. Tendría que hablar con nuestra entrenadora al respecto.

Aproveché para ir al baño antes de que se reanudara el partido. Cuando volví al banquillo, apenas nos quedaba un par de minutos para volver al ruedo; por lo que calenté un poco.

Tras reanudarse el partido, tuvimos que pelear con garras y dientes para que no tomaran el control. Pese a que marcaron otro gol, Ethel también. Así, ganamos por los pelos al finalizar la dura pelea. Fuimos a los vestuarios la mar de contentas. La señora Adams nos felicitó por todo. Me acerqué a ella con paso vacilante.

—¿Podríamos hablar un momento a solas?

Miró a nuestro alrededor y asintió con la cabeza. Se apartó un mechón de pelo de la cara.

—Claro. ¿Qué pasa?

Me mordisqueé el labio inferior.

—Quisiera tomarme el fin de semana libre. Llevo unas semanas muy estresada y siento que me está pasando factura a nivel físico. No estoy lesionada, pero llevo un par de días rara. Esta mañana, por ejemplo, tenía un dolor de cabeza insoportable e incluso he vomitado. Ahora estoy mejor, pero creo que todo se debe a que me estoy exigiendo demasiado —expuse.

Me miró largo y tendido.

—Ya veo. ¿Estás segura de que no es otra cosa? ¿Es la primera vez que has tenido náuseas?

La forma en la que me miraba hizo que se me subieran los colores.

—No estoy embaraza. Es imposible, vaya.

—¿Cómo de improbable?

—¿Quizás, y solo quizás, porque llevo veintiún años sin tener sexo?

—Entiendo. Descartamos el embarazo. De todos modos, quiero que el lunes te hagas unos exámenes médicos. Hablaré con el equipo médico para que te den una cita. Quiero asegurarme que tu salud es impecable.

Asentí levemente.

—Está bien.

—¿Algo más?

—No, señora.

—En todo caso, sí, tómate el fin de semana libre. Quiero que te reúnas el lunes conmigo a primera hora de la mañana, antes de que entres a clase, ¿me has entendido?

—Ajá. Estaré en tu despacho a las ocho menos veinte.

La mujer me dio un par de palmaditas en los hombros a modo de despedida. Me alejé de ella, me aseé y para cuando salí de los vestuarios los únicos que quedaban allí eran un par de personas rezagadas, entre las cuales se encontraban mis amigos y mi chico. En cuanto me vio, Maxwell corrió hacia mí, me subió entre sus brazos y giró sobre sí mismo.

—¡Habéis ganado! ¡Os habéis clasificado!

Estaba eufórico, como yo. Reí de felicidad entre sus brazos. Lo besé, eufórica.

—Hemos ganado —susurré en un hilillo de voz, sin poder creerlo aún.

—Esto se merece celebrarlo, ¿no creéis? —se volvió hacia nuestro pequeño grupo con una sonrisa lobuna pintada de los labios.

—Sé de una buena fiesta a la que podemos ir —expliqué.

No tuve que decir nada más. Quedamos en vernos en una hora para la fiesta de Carter. Entusiasmada, me arreglé como nunca antes lo había hecho. Tenía muchas ganas de celebrar. ¿Quién me iba a decir lo que pasaría en esa fiesta?

...................................................................................................................................

Nota de autora:

¡Feliz viernes, Moni Lovers!

¿Cómo estáis? Aquí, en España, es festivo porque es el día del padre. ¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. Venus se siente mal.

2. Se va a casa a descansar... y Maxwell la acompaña.

3. Se da un baño.

4. Maxwell la cuida.

5. Maxwell intenta convencerla para que pida el fin de semana libre.

6. El partido.

7. ¡Ganan a las Black Dragons!

8. Habla con la entrenadora.

9. ¡Se viene una fiesta!

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero. Un beso enorme.

Mis redes:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro