Capítulo 25
Capítulo 25
Odiaba con todas mi fuerzas a Crystal. ¿Cómo se le ocurría acusarme de semejante locura? ¿Cómo se había enterado de mi historia? ¿Quién se la había contado? Se suponía que nadie conocía mi pasado, nadie a parte de las pocas personas en las que confiaba y pondría la mano en el fuego a que ninguno había abierto la boca.
Miré por milésima vez la hora en el móvil. Bufé al comprobar que no dormiría más de tres horas aquel día. Lo peor de todo es que necesitaba estar descansada para el partido de mañana. Si todo salía bien, en dos semanas tendría que viajar con mi equipo a Phoenix para competir contra las Tigress Queens, uno de los equipos más duros de la temporada.
Al final, cansada de que mi mente se negara a relajarse aunque solo fuera por un par de horas, encendí la luz, cogí el iPad del escritorio y me puse cómoda en la cama. Como era de madrugada, me puse los auriculares en las orejas, me metí en la cuenta que compartía con Des en Netflix y me puse un capítulo de una serie al azar.
No dormí casi nada esa noche, menos con las palabras tan crueles que había dicho esa odiosa que tenía por compañera. Después de intentarlo por segunda vez, me fue imposible pegar ojo; así que no fue de extrañar que a la mañana siguiente tuviera unas ojeras de aúpa y una cara de muerta viviente que daba miedo. Casi pego un brinco al verme reflejada en el espejo.
—¿Por qué me sale que te has conectado a Netflix a las cuatro de la madrugada?
Pillada.
Destiny entró sin pedirme permiso en mi cuarto de baño y pegó un grito al verme.
—Ya sé que estoy horrible, no hace falta que lo corrobores.
—¿Qué te ha pasado? ¿Noche de insomnio? —Esperó a que asintiera con la cabeza antes de continuar—: ¿Por qué ha sido esta vez? —Abrió los ojos de par en par—. Dime que no ha sido Maxwell, porque como haya sido él va a descubrir mi lado más maquiavélico.
Me volví hacia ella. De no haberla conocido bien, me habrían asustado el brillo psicópata de sus ojos y la sonrisa diabólica que esbozaba. Apoyé mis manos en sus hombros en un intento por apartar esos pensamientos de ella.
—Para el carro, mujer. No ha sido él. Ayer... Ayer discutí con Crystal.
Arrugó la nariz.
—Siempre discutes con ese bicho. ¿Qué hay de raro en ello?
Me crucé de brazos. No quería que viera lo mucho que me temblaban las manos.
—Ayer me dijo algo muy personal. Sabe lo de mis padres y, es más, me ha acusado de ser la culpable de su muerte.
Des abrió los ojos como platos.
—¿Cómo lo sabe? Te juro que yo no le he dicho nada. Jamás diría nada tan personal. Sabes que soy como tumba con los secretos —habló a todo correr.
—Sé que no has sido tú. Creo... —Me tembló la voz. Tragué el nudo de lágrimas que se estaba formando en mi garganta—... Creo que ha removido cielo y tierra para encontrar cualquier mierda sobre mí.
Me moví hacia la la cocina con paso vacilante. Mi estómago se estaba quejando y no iba ser yo quien se opusiera a un buen desayuno.
—Espera, espera, espera. ¿Dónde se ha enterado de la noticia? —Des me seguía muy pegada a mí. El timbre agudo de su voz demostraba lo alterada que estaba.
—Seguro que en Internet hay viejos periódicos. No me extrañaría nada que al poner mi nombre apareciera algo.
Hacía unos años, cuando me obsesioné con el asesinato de mis padres, encontré un par de artículos al respecto. Sí, tuve que buscar durante horas y apenas eran pequeñas notas, pero ahí estaban. No sería nada raro que si una persona le dedicara tiempo, encontrara algo.
No se sabía nada acerca de la muerte de mis padres, ni siquiera había huellas. Tampoco es que mi testimonio ayudara a aclarar el asunto. Lo poco que recordaba no era suficiente. ¿Por qué solo podía recordar una vaga parte?
Claro que me gustaría saber quién era el responsable, me encantaría verlo entre rejas; pero si había pasado tanto tiempo y no habían encontrado ni siquiera una pequeña pista que los guiara, ¿qué esperanza había para dar con él? Lo único que sabía con certeza es que había sido un hombre, su ropa y movimientos lo habían delatado.
Parpadeé cuando la mano de mi mejor amiga se movió de un lado a otro de mi cara con rapidez.
—Eh, ¿dónde estabas? Te has ausentado un par de minutos.
Era cierto. Ni siquiera había sido consciente del rugido de la cafetera ni del olor a tortitas. Cuando me evadía hacia el pasado, no sentía el paso del tiempo.
—Perdona, solo estaba pensando.
Des me indicó que me sentara con un gesto de la mano antes de continuar con lo suyo, frente a la pancha en la que estaba preparando nuestro desayuno.
—¿Qué estabas pensando?
Me encogí de hombros. No quería que supiera cuánto me había afectado lo ocurrido el día anterior, aunque pronto descubriría que me conocía tan bien que lo había sabido leer en mis ojos.
—En todo lo que ha pasado, en cómo no se sabe nada.
Sí, estaba dando una respuesta escueta, pero es que no me gustaba hablar de la muerte de mis padres, no cuando quedaba tan poco para su aniversario.
—Todo saldrá a la luz tarde o temprano. Ese cabrón pagará por lo que hizo.
Fruncí los labios.
—Lo que no entiendo es por qué motivo lo hizo. ¿Qué le llevó a entrar en nuestra casa y a cometer el crimen? Papá era muy bueno y mamá lo adoraba.
—Puede que esa sea la razón de tus pesadillas: que no sabes el porqué —expuso colocando un plato lleno de tortitas frente a mis narices y una taza enorme de café.
No era la primera vez que me lo decía ni la única persona que había llegado a esa conclusión: mamá y mi psicóloga también decían lo mismo. Y yo creía también que mi mente no descansaría en paz hasta resolverlo, hasta dar con el culpable.
Pero ¿por dónde empezabas a buscar cuando no había ni una mísera pista a la vista?
Sentí un fuerte apretón en los hombros.
—No desistas: algún día lo encontrarán y podrás sentirte aliviada.
—¿Tú crees?
Asintió enérgicamente. Se sentó en frente y le dio un buen mordisco a una de sus tortitas bañadas en sirope de chocolate y nata montada casera.
—Por supuesto. Puede que no sea ahora, que todo este enigma se desvele dentro de unos años, pero pasará. Creo cien por cien en la justicia.
Ojalá tuviera su misma esperanza. Hacía años que había dejado de tener fe, que me había rendido. Lo que no sabía era lo cerca que estaba de saber la verdad.
—Necesito que me haga un favor.
Gideon Reed levantó la vista de los papeles que estaba revisando. No estaría en el despacho de mi tutor si de verdad no lo necesitara y eso él lo sabía. Me indicó con un gesto que me sentara en la silla frente a su escritorio, entrelazó los dedos de ambas manos y me prestó toda su atención.
—Soy todo oído. ¿Qué ha pasado?
Intenté relajar los músculos de los hombros, pero cuando mi cabeza era un hervidero de cosas por hacer me era imposible.
—Este viernes tengo que viajar con mis compañeras a Phoenix para jugar contra el equipo universitario de allí. Les he enviado un correo a mis profesores para avisarles de que es una obligación, pero uno de ellos, el señor Edwards, me ha dicho que no es excusa y que si falto al examen sorpresa que tenía pensado hacernos, un examen que contará un veinte por ciento de la nota final, no me hará la media. Le he suplicado y rogado hacerlo otro día, aunque fuera el jueves, pero dice que no sería justo para los demás.
Me sentía tan indignada. Era injusto con nosotros y repartía privilegios a sus alumnos favoritos.
—Hay algo más, ¿verdad? —indagó.
Inflé los mofletes y solté todo el aire antes de contestar.
—Me he enterado de que le va a hacer el examen a un compañero el jueves por la tarde porque tiene un partido también en Phoenix.
En casi todos los partidos que se organizaban fuera de casa ambos equipos viajan juntos. Lo normal era que las chicas jugáramos contra el equipo femenino y que lo chicos lo hicieran contra el masculino de la misma universidad.
Gideon se echó hacia atrás.
—Eso es una injusticia en toda regla.
—Es lo que he pensado en cuanto le he escuchado alardear por los pasillos. —Me mordí el labio, indecisa en si pedirle un favor o no. Al final decidí probar suerte. Total, el «no» ya lo tenía—. ¿Podría hablar con el profesor Edwards, por favor?
Me ofreció una cálida sonrisa.
—Por supuesto. Es inaceptable esta clase de trato especial entre sus alumnos. Hoy mismo me reuniré con él, pero no te prometo nada, Venus. Ya sabes cómo de testarudo es.
Por supuesto que lo sabía. Si a ese hombre se le metía algo entre ceja y ceja no había quien lo hiciera cambiar de opinión, por mucho que se le suplicara de rodillas.
Sonreí aliviada. Saber que haría algo por ayudarme me hacía apreciarlo más. No solo era de mis profesores favoritos, también era bueno con sus alumnos y mamá estaba más feliz que nunca. Había cenado un par de veces con ellos y veía en sus ojos lo enamorada que estaba de ese hombre. Además, me caía muy bien.
—Gracias, de verdad. Agradezco a la vida que me haya puesto unos tutores tan buenos. Primero fue mamá y luego tú.
Las palabras salieron en tropel de mi boca sin que pudiera controlarlas. Genial, simplemente genial. ¿Qué me estaba pasando? ¿Desde cuándo era tan abierta?
Desde que Maxwell ha destrozado tu muro, me dijo mi vocecita interior.
—Para eso estamos, para ayudaros y guiaros hacia vuestro futuro. Por cierto, un amigo de un amigo me ha comentado que irán varios seleccionadores a ver la final de la liga. Confío plenamente en que conseguiréis clasificaros.
Arqueé una ceja, curiosa.
—¿Ah, sí?
Mi tutor me miró largo y tendido.
—Estoy seguro al cien por cien. El partido de la semana pasada fue espectacular. ¿Soy yo o cada día lo hacéis mejor? Georgia tiene unos pases muy rápidos, no hay quien pare a Jessie y Ashley es un as como portera. Si me dejaran apostar, apostaría todo el dinero del mundo en vosotras. Ya es hora de que se os valores como os merecéis.
—En un mundo donde las mujeres sufrimos desigualdades, no creo que ocurra. No le interesamos lo suficiente a la universidad; las Golden Scorpions existen porque el reglamento obliga a las instituciones a tener al menos un equipo femenino Élite. Fíjate que nunca hemos jugado en el estadio, por muy buenas que seamos y por muchos fichajes grandes femeninos que hayan salido del equipo.
Gideon me dio un ligero apretón en los hombros en un intento por mostrarme apoyo. Sabía que él, al igual que mamá, serían nuestros fans número uno. Desde que se había mudado, no se había perdido ni un solo partido y no se perdería el de este fin de semana de haberse podido permitir faltar el lunes a su puesto.
—Que este obstáculo no te detenga. Puede que ahora no lo veas, pero vas a hacer grandes cosas e inspirarás a otras niñas a que sigan tus pasos, a que no sigan lo estereotipos que la sociedad les impone. Eres un modelo a seguir.
Tensé la mandíbula. No estaba del todo de acuerdo. ¿Quién querría tener como modelo a una chica que no había superado sus traumas infantiles, que tenía pesadillas casi cada noche y que era en muchos aspectos imperfecta? ¿Cómo una persona que no había superado sus miedos podía ser un ejemplo?
Sin embargo, no dije nada. Puede que una parte de mí se fiara de ese hombre, pero no estaba preparada para contarle todo lo que había vivido en mi infancia.
—Será mejor que vaya a clase. No quiero llegar tarde a la presentación del nuevo profesor.
A semana pasada nos habían informado que nuestra profesora de Producción y realización publicitaria se había tenido que coger la baja urgente por un tema que desconocíamos. Por ende, aquel día conoceríamos al sustituto que estaría con nosotros hasta el final del curso, que también era el rector de la universidad.
—Recuerda lo que te he dicho, Venus. Que nada te frene en el duro camino que te queda por recorrer.
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Nota de autora:
¡Feliz viernes, Moni Lovers!
¿Qué tal se ha portado la semana con vosotros? Yo he escrito mucho y estoy muy enamorada de esta historia. Además, ¡ya tengo título, portada y sinopsis provisional para la historia de Destiny! Eso sí, por ahora no diré nada.
¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:
1. Noche de insomnio.
2. Destiny al ataque.
3. Conocemos algo más sobre el asesinato de los padres de Venus.
4. La verdad siempre sale a la luz.
5. Venus habla con Gideon.
6. La injusticia del señor Edwards.
7. Gideon cree en Venus.
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero. Un besote.
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