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Capítulo 18

Capítulo 18

La vuelta a la universidad fue un tanto estresante. La primera semana tuvimos que hacer los exámenes de las siete asignaturas que teníamos y en ninguno de esos días hablé con Venus sobre el proyecto; más que nada porque no quería molestarla. Sabía que tenía entrenamientos y trabajo que hacer; no quería sumarle más estrés y preocupaciones.

Pero en cuanto llegó el sábado, en cuanto acabamos los exámenes, me animé a escribirle un mensaje.

«¿Cómo estás? ¿Qué tal te han salido los exámenes?»

Sí, era una excusa malísima, pero no sabía de qué otra manera iniciar una conversación. Tampoco estaba seguro de que me respondería, aunque lo hizo. No eran ni siquiera las nueve de la mañana.

«Bastante bien. Han sido muy fáciles. ¿Qué tal te han salido a ti? No espero menos de un notable alto.»

Sonreí a la pantalla aún metido como estaba en la cama. Llevaba despierto diez minutos, dando vueltas como un tonto, antes de haberme animado a escribirle.

«Creo que bien. Agradezco que nos hayamos quitado casi la mitad del peso de las asignaturas de la señora Lorraine a mediados de cuatrimestre, porque, de lo contrario, habría sido un examen duro de roer.»

Venus se libraba de esa mujer. Teníamos en común cinco de siete asignaturas y las dos que me impartía esa profesora eran en las que no coincidíamos. No sabía cómo serían sus profesores de optativas, pero dudaba de que fueran tan estrictos como esa señora amargada. Eso sí, he de decir que las asignaturas me encantaban y sus clases eran fascinantes. Era toda una suerte que tras los exámenes tuviésemos el mismo horario —los años anteriores en cada cuatrimestre del curso se daban distintas asignaturas, pero en este no. Mejor. Adoraba cada una de ellas—.

«Qué me vas a contar. Tengo la suerte de que una de mis optativas sea solo trabajos. Eso me quita mucho peso de estudio. A veces pienso que me voy a volver tarumba con todas las cosas que hago durante el día.»

«Ahora hay que sumarle otra: mi proyecto. Siento si te has sentido obligada a participar o si te quita tiempo.»

Vi cómo se tomaba su tiempo para escribir mientras esperaba en la oscuridad de mi habitación —ni siquiera había encendido la luz; la única iluminación me la proporcionaba la pantalla de mi teléfono—. Me pregunté qué estaría haciendo. Recordé que una vez me dijo que por las mañanas le gustaba salir a correr. ¿Habría vuelto de su rutina o se habría tomado un descanso?

«De entrada, no vas a quitarme tiempo. ¿Qué mejor forma de pasar los ratos libres que tengo con mi amigo?»

Me quedé mirando esa última palabra embobado. Había sucedido. ¡Por fin Venus me había dejado atravesar el escudo con el que se protegía! ¡Por fin habíamos dado un paso gigantesco en nuestra relación!

No sabéis lo que me había costado, todo el esfuerzo que me había llevado, que se fiara de mí. Porque era un buen tío y se lo demostraría todos los días de mi vida. Mientras estuviera en mi día a día, no dejaría que nadie le hiciera daño. Tomadlo como una promesa.

«Hablando del proyecto, tenemos que reunirnos para hablar en condiciones. Tengo varias cosas que decirte.»

«Me parece bien. Mira, ¿qué te parece si lo hablamos tras mis entrenamientos? Termino a las siete y los domingos no tengo nada que hacer.»

«Me parece un buen plan. ¿Quedamos en el campus cuando acabes? Puedes venir a mi casa para estar más cómodos y podemos incluso pedir lo que quieras para cenar.»

«¡Me gusta! Voy a decirle a Des que no me espere. Es mi chef personal a parte de ser mi mejor amiga.», escribió. Sin embargo, un par de minutos después, añadió: «Soy un desastre con los horarios. A las siete termino con los críos a los que entreno. Estaré en el campus a las siete y media.»

«Siete y media entonces. No me importa, mujer. Acabo de trabajar en la revista a la hora de comer.»

«No sabía que trabajaras en una revista.»

Su curiosidad me sacó una gran sonrisa.

«Hay tantas cosas que no sabes de mí.»

«Espero que algún día me las cuentes.»

Por supuesto que lo haría.

Intercambiamos un par de mensajes más y pronto me vi moviendo el culo camino de la ducha. Debía estar en mi puesto en menos de cuarenta minutos. Me esperaba un día intenso.

Menudo asco.

Hunter, mi jefe, no me había dado tregua. Si bien había aceptado el artículo que había redactado, seguía diciendo que no estaba a la altura del puesto.

—No me gusta. No me gusta. No me gusta.

«Genial, a mí tampoco me caes bien», pensé para mis adentros. Se había dedicado la media hora que llevábamos reunidos para echarme en cara que no era más que un principiante. Si por mí fuera, no estaría allí mismo; pero me gustaba ganar mi propio dinero a parte de los ingresos que me daban las redes sociales.

—¿Puedes dejar de criticar todo lo que hago y ayudarme a crecer? —le acabé preguntando perdiendo la poca paciencia que me quedaba. Estaba harto de su actitud de niño pequeño y malcriado.

Hunter me clavó sus fríos ojos azules en mí. Apretó la mandíbula, tensó el cuerpo y frunció el ceño. Si bien era joven —tenía treinta y cinco años—, se comportaba como un verdadero capullo cuando quería. No era nada empático con los redactores cuando llevaba en el puesto de jefe apenas dos años.

—Llevo más de media hora intentando que te entre en esa cabeza de paja que tienes lo que debes mejorar. No me gusta tu comportamiento. La revista no necesita trabajadores que van de sobrados.

Mira quién lo decía. Tuve que morderme la lengua; de lo contrario, le habría soltado sin escrúpulos todo lo que pensaba sobre él y no eran pensamientos bonitos que digamos. Hunter Scott era el tío más estresante y gilipollas que había conocido.

—No voy de sobrado —dije, en cambio. Intenté que mi tono fuera neutro y que no mostrara lo mucho que me habían dolido sus palabras.

—Te crees que por tener tantos seguidores en tus redes puedes actuar como un rey, pero no es así. Estás en el mundo real, no en ese que has creado tras una pantalla.

Menudo cabronazo estaba hecho. ¿Iba en serio? ¿Desde cuándo tener seguidores me hacía ir de sobrado? Estaba muy orgulloso del trabajo que había creado durante todos esos años que llevaba en trabajando para YouTube y he de decir que tenía los pies bien puestos en la tierra. No me gustaba la actitud ególatra ni la del chico guay que muchos influencers aparentaban en sus redes. Me iba más la autenticidad.

No pude evitar pensar en Venus. Así era como la definía: única, auténtica, especial. Qué aburrido que es ser igual al resto. Venus y su carácter detonante, su lado más dulce, el atisbo de vulnerabilidad que me mostró en aquella habitación de hotel en Nueva York, su pasión por el fútbol... Era la clara demostración de una guerrera. No necesitaba que nadie la rescatara; necesitaba un compañero de batalla que la acompañara. Durante unos segundos fantaseé con ser yo esa persona.

—¿Me estás escuchando?

Mierda. Había sido empezar a pensar en aquella castaña y perderme en mis pensamientos.

—Lo siento, ¿qué decías?

De verdad, mi jefe parecía que iba a saltar sobre mí de lo enfadado que parecía. Se pasó las manos por la barba incipiente.

—Mira, como no te pongas serio pronto tendré que hablar con mi superior.

Lo miré con sorpresa. ¿Acaso estaba diciendo lo que creía que estaba diciendo?

—¿Piensas despedirme?

—Si no me das otra opción, tendré que hacer.

Refunfuñé por lo bajo. Fenomenal, lo que me faltaba.

Me largué de su despacho mucho más cabreado de lo que había entrado. Menudo capullo estaba hecho.

El resto del día me lo pasé redactando, investigando y reuniéndome con mis amigos de la revista, Alex y Neal. En un abrir y cerrar de ojos estaba de camino a casa. Nada más llegar, saludé a mis padres, le di un beso en la coronilla a mi hermana y me encerré en mi habitación. Adelanté un par de trabajos, me di una ducha, comí con mis padres y puse en orden mis ideas.

Para cuando fui a buscar a Venus al campus, había subido un par de stories, editado el vídeo que subiría aquel fin de semana y preparado la foto que publicaría en Instagram esa misma tarde.

Pese a que la casa en la que vivía no estaba muy lejos de la universidad, fui a buscarla en coche. Llegué unos minutos antes de la hora, así que le envié un mensaje para decirle dónde la esperaba. Tuve la mala suerte de encontrarme con Crystal, esa mujer desquiciante, saliendo de la biblioteca. No cumplía con el cliché de chica abusona: era de las mujeres más inteligentes y estudiosas que había conocido y no era de las que bebían hasta rozar el coma etílico, aunque sí que era de las que se te pegaban como lapas.

—Max, qué raro verte por aquí tan tarde —me saludó nada más verme.

No me quedó de otra que hacer de tripas corazón y forzar una sonrisa.

—He quedado para adelantar el trabajo de la señora Lorraine.

—¿El de crear un perfil profesional?

La apunté con el dedo.

—Ese mismo. Tengo muchas ideas y he quedado con la modelo que voy a lanzar.

No entendí por qué parecía decepcionada hasta que habló de nuevo.

—Vaya y yo que pensaba que me elegirías a mí.

Intenté ser lo más delicado posible. Todavía no sabía que mi modelo era ni más ni menos que la persona a la que más martirizaba.

—Pensaba que estarías muy ocupada —mentí—. Te lo habría pedido de haber sabido que te interesaba.

Batió sus pestañas cubiertas de capas y capas de rímel con aire coqueto.

—Siempre puedes cambiar de persona.

Hice una mueca. No, gracias.

—Lo siento, pero ya me he comprometido. Me ha costado mucho convencerla como para ahora tirarlo todo por la borda. Espero que lo entiendas.

—Ujum.

Pero estaba claro que le había molestado. Peor para ella. No entendía por qué una tontería como esa podía causar tanto drama.

Lo peor de todo fue cuando Venus llegó a mi lado justo a la hora. Me quedé boquiabierto al verla con unos vaqueros ajustados y un abrigo de color rosa precioso. De no haberla visto con un top anteriormente, habría dicho que esa persona que tenía delante de mis narices, cuyo pelo caía en cascada en suaves tirabuzones, se trataba solo de un espejismo. ¿Se había maquillado?

Sin embargo, en cuanto se colocó a mi lado Crystal arrugó el morro.

—¿Qué hace la marimacho aquí?

No pude quedarme callado más tiempo. Odiaba que la llamaran así.

—¿Puedes dejar de insultarla de ese modo? No sé qué te ha dado para que te metas con ella cuando en ningún momento ha hecho ningún comentario.

Apretó los puños con fuerza y la mirada de sorpresa que me lanzó fue épica.

—¿Por qué la estás defendiendo? Lo único que hará será estropear tu imagen.

—¿Qué imagen? ¿Sabes qué es lo más triste de todo: que creas que soy un chico superficial? No soy el chico guay que piensas que soy ni tampoco el dios griego sobre el que tanto hablas. Soy una persona real, de carne y hueso. Es hora de dejar de pensar en tonterías y de centrarse en la realidad.

Venus permanecía callada a mi lado; mientras, Crystal se había quedado de piedra, aunque eso no la detuvo:

—¿Es ella la persona que vas a usar para tu proyecto?

¿Por qué no me gustaron nada sus palabras ni el brillo malvado que se instaló en sus pupilas?

—¿Te importa acaso? —le preguntó Venus. Era como si estuviera a punto de saltar sobre su presa, con los hombros tensos y en posición de ataque.

Crystal le dio un ligero repaso.

—No estaba hablando contigo.

Venus refunfuñó unas palabras por lo bajo, pero no añadió más leña al fuego.

Tomé la palabra antes de que la situación se me fuera de las manos.

—Mira, Crystal, sí, es la modelo que voy a usar para mi proyecto.

—¿Por qué la has elegido a ella y no a mí? Está claro que va a arruinarte la media.

Tensé la mandíbula.

—De entrada, porque no quiero a una persona vacía como tú. ¿Qué clase de contenido podrías ofrecer? Venus al menos tiene algo que la diferencia del resto: es la capitana de las Golden Scorpions. Su equipo está arrasando en las ligas universitarias y si todo sale bien es probable que jueguen en las nacionales.

Lo siento, pero no pude estarme callado, no cuando Crystal quería pisotearla fuera como fuera. Cómo odiaba que la gente fuera así de rastrera, que con tal de sentirse mejor hirieran a los demás. No me hacía ni puta gracia.

—Sí, claro, como si esta tonta fuera capaz de hacer algo así cuando no es capaz de cumplir con su parte en los trabajos grupales —escupió con veneno.

—Solo fue una vez y ya avisé que tenía un partido muy importante y que los entrenamientos no me permitían invertir demasiado tiempo en él —se defendió Venus—. Os dije que mis horarios eran una mierda y que apenas tenía tiempo para ello.

Pero Crystal no la escuchaba.

—Tonterías. No eres más que una vaga que se aprovecha de los demás para obtener buenas notas.

—¡Yo no hago eso! Que sepas que todos los notables que he sacado me los he currado como nadie. No es lo mismo hacer una sola carrera que compaginar los estudios con el fútbol. A eso súmale los días que tengo que viajar a otros Estados. Es muy estresante, más teniendo que sacar la media que me exige la Federación.

No lo habría dicho mejor.

—Así que antes de hablar, párate a pensar antes, escucha —añadió llena de rabia—. Estoy cansada de que me juzgues, que me insultes, desde ese maldito día. Chica, cómprate una vida.

—Eres insoportable.

—Mira quién habla.

Tenía que pararlas cuanto antes. No se me ocurrió mejor manera que coger a Venus del brazo y arrastrarla lejos de esa víbora que lo único que buscaba era una reacción por su parte ante sus crueles comentaros. No merecía la pena perder tiempo y malgastar saliva en personas como esas.

—¡Suéltame! —casi chilló aquella morenita retorciendo el brazo que tenía agarrado—. Pienso decirle a ese engendro todo lo que llevo callándome estos años.

Antes de soltarla, me aseguré de que no intentaría ir a por Crystal. Tenía las mejillas ruborizadas, en llamas, y los ojos chispeantes.

—No pierdas el tiempo con personas que no lo merecen.

Infló las mejillas de una manera adorable para después soltar todo el aire de un solo golpe. Se llevó las manos a la cabeza exasperada.

—Es que no puedo evitar cabrearme cuando escucho esa voz chillona escupiendo veneno—dijo de corrillo sin pararse a respirar—. No sabes lo mal que me hace sentir cuando me ataca sin que yo le haga nada. No lo entiendo. Me odia desde el momento en el que no pude cumplir con mi parte del proyecto; es más, fui donde el profesor y le expliqué por qué me merecía menos nota que mis compañeros.

La miré atónito.

—¿Hablaste con el profesor?

Su expresión era calmada.

—Por supuesto. Me sentía fatal por haber decepcionado a mi grupo y el señor Knight comprendió a la perfección que no merecía la misma nota que mis compañeros.

—Eso dice mucho de ti.

Se encogió de hombro. Parecía que ya se había calmado, que el frescor de la tarde había ayudado a rebajar su temperamento.

—No me parecía nada justo, ¿sabes? Odio llevarme el mérito sin haber hecho nada.

Si es que Venus cada día me dejaba más sin palabras. Desde que había compartido conmigo una parte de su pasado, me veía fantaseando con la idea de vivir en su presente y futuro. Me parecía una mujer tan entrañable...

—Vuelves a mirarme de esa forma de nuevo.

—¿Cómo?

—Como si estuvieras viendo más allá de mí.

Venus era como un libro abierto para mí. Desde el principio había sabido leer sus emociones pese a todos los esfuerzos que hacía por ocultarlas. Ahora que sabía todo lo que había sufrido, que era mi amiga y que sabía lo mucho que me gustaba, no iba a permitir que nadie la lastimara nunca más.

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Nota de autora:

¡Feliz viernes, Moni Lovers!

¿Qué tal se ha portado la semana con vosotros? Esta novela me tiene muy enamorada. Me encanta la personalidad de Venus, cómo no se muerde la lengua a la hora de responder a personas como Crystal. ¿Qué os parece a vosotros? Repasemos:

1. Intercambio de mensajes.

2. El idiota del jefe.

3. Crystal.

4. Venus siendo ella misma.

5. ¿Podrá Maxwell resistirse a pasar una tarde con Venus a solas?

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero. Un besote.

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