Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12

Capítulo 12

La última semana antes de las vacaciones de Navidad estuve muy liado.

Navidad era una época hogareña y familiar, de todas mi favorita. Me gustaba reunirme con mi familia, cenar entorno a la chimenea y abrir los regalos el día de Navidad. Me encantaba hacer regalos.

Adoraba la Navidad, pero era una temporada muy estresante: debía estudiar más —tendría los exámenes del primer cuatrimestre justo a la vuelta—, apurar los trabajos que me habían quedado para el final, terminar el reportaje que me había mandado mi jefe...

Hablando de jefes...

—Esto no me sirve, Maxwell —habló mi superior un par de horas después de haberle enviado mi trabajo. Se pasó la mano por la cara—. Mira, sé que puedes dar más. Necesito que esté al cien por cien. Odio publicar mediocridades y esto —señaló el artículo con la mano— lo es. Tienes hasta el dos de enero. Cuando vuelvas de las vacaciones, quiero tenerlo en mi mesa. A primera hora.

Genial. Menudo cabronazo estaba hecho. Me tocaba apechugar y comerme todo el marrón. Fantástico, más cosas que hacer. Como si no tuviera bastantes ya.

Rehice parte de ese artículo aquel jueves a la tarde. Si bien quería quitármelo cuanto antes, también quería demostrarle a mi jefe que podía con todo, que no era un inexperto en la materia.

No os voy a engañar diciendo que odiaba mi trabajo, porque eso es mentira aquí y en Pekín. Adoraba mi puesto, la gran oportunidad que se me había dado. Sí, mi jefe era muy cabrón cuando quería, pero tenía unos compañeros que valían oro. A veces, salíamos a tomar algo y nos poníamos al día de las cosas; otras veces, nos daba por hacer el tonto y grabar Tik Toks o simplemente subíamos stories de nuestras tonterías. Se habían convertido en una parte fundamental de mi vida.

—Tío, ¿por qué no nos vamos a tomar algo para despedirnos? No nos veremos hasta después de Año Nuevo —propuso Alex.

Neal, sentado a su lado, echó la silla hacia atrás y las pequeñas ruedas se deslizaron por el suelos de cerámica gris.

—Sí, por favor. Necesito una cerveza con urgencia. Trabajar tanto no es sano.

Había conocido a ese par gracias a que me habían asignado un lugar a su lado. Mi mesa de trabajo daba a una ventana y, junto a mi mesa, estaba la de Alex. Eran unos años más mayores que yo, pero no muchos más. Me llevaba genial con los dos.

—Secundo el plan. Dadme un par de minutos para que acabe el párrafo y podré dejarlo por hoy. No veáis las ganas que tengo de relajarme y de perder de vista al señor Scott.

Hunter Scott era nuestro jefe de sección, el cabronazo que a veces se pasaba de listo con los novatos.

—Pues está decidido. Sin presión, Maxwell.

Puse todo mi empeño en las dos puñeteras líneas que me quedaban por escribir. Otra cosa que debéis saber sobre mí es que soy muy perfeccionista con todo lo que hacía y me gustaba dar mi ciento por cien en todo. En cuanto lo tuve todo listo, guardé el archivo tanto en mi portátil como en el puerto USB que siempre llevaba conmigo y guardé todo el material.

Al salir, solté un suspiro placentero. Por fin podría descansar unos días sin tener que ir hasta la redacción. Trabajar en casa era muy distinto y, aunque os sorprenda, me gustaba más; era mucho más cómodo y como me organizaba muy bien podía manejarlo sin problemas.

Alex, Neal y yo fuimos al bar de siempre, donde Mike, el camarero, siempre nos invitaba a una ronda desde el día en el que le recomendé porque me encantaba el lugar.

—Hombre, cuánto tiempo —nos saludó nada más vernos—. Llevo sin veros al menos dos semanas. ¿Qué tal vuestra vida?

Mike era un tipo agradable. Tenía el cuerpo lleno de tatuajes molones, una barba incipiente y una sonrisa resplandeciente. Tras la barra atendía a la clientela con mano experta, conversando de esa manera carismática que tanto lo caracterizaba e involucrándose de verdad. Jamás había visto a un tío que disfrutara tanto de su trabajo como él lo hacía.

Puf, el trabajo me tiene agotado —le dijo Alex resoplando—. Ya sabes que me encanta, pero estar sentado tantas horas me provoca mucho dolor de espalda.

—Te he dicho muchas veces que vayas al fisio. Tienes veintitrés años y estás echo un viejo.

Neil y yo reímos a carcajadas. Una de las cosas que adoraba de Mike era que no se mordía la lengua a la hora de hablar.

—Ja. Ja. Muy gracioso.

Le sirvió una copa a una chica muy guapa de mirada arrebatadora.

—¿Qué? Es la verdad. Seguro que esos dos no tienen el mismo problema.

Me metí las manos en los bolsillos y Neil desvió la mirada.

—¿No os pasa? —Alex parecía indignado, estafado.

—Ya te he dicho que tu postura es horrible —me defendí con una sonrosa socarrona en los labios—. Si te sentaras mejor, no tendrías ese problema.

Agradecía que en ese sentido mi madre hubiese insistido en que no me encorvara. Gracias a eso a día de hoy no tenía ni un solo dolor de espalda.

Alex puso los ojos en blanco.

—Fantástico, oye.

Después de eso, pedimos unas cervezas y ocupamos una de las mesas de billar. Había un par de grupos jugando a nuestro alrededor y pronto me vi envuelto en una partida llena de piques.

—Te apuesto lo que quieras a que no eres capaz de meter la bola amarilla en ese agujero rebotando primero en el lado contrario —me retó Neil con una sonrisa lobuna dibujada en los labios.

—¿Cuánto? Te apuesto lo que sea a que lo consigo sin parpadear.

Hinché el pecho con orgullo. No iba a amedrentarme.

—Cincuenta pavos.

—¡Hecho!

Cogí el taco, le di tiza y me incliné sobre la mesa. No era la primera vez que jugábamos; solíamos hacerlo muy a menudo. Calculé la jugada en mi cabeza antes de echar el taco hacia atrás y golpear la bola blanca con la fuerza necesaria para hacer rebotar la bola que me había pedido en el lado acordado y meterla por el agujero. Sonreí triunfal.

—¡Me debes cincuenta dólares!

Le di una palmadita en la espalda de consuelo.

—Max es un profesional, no sé por qué sigues intentando dejarlo en ridículo —se burló Alex—. Has perdido dinero a lo tonto.

—Tenía que intentarlo.

Continuamos jugando. De vez en cuando alguna que otra chica se acercaba a nosotros, aunque ninguno les hizo caso. Alex y Neil tenían pareja y yo no estaba interesado en ninguna de ellas. No buscaba rollos pasajeros; prefería las relaciones sentimentales y las citas.

Para cuando llegué a casa, cerca de las diez, me encerré en mi habitación. Había cenado unos nachos en el bar y no me apetecía nada más. Me lavé los dientes y enredé en mis redes sociales. Cuando acabé, me metí en Instagram.

—Hola, gente oyente —hablé a la cámara de mi teléfono, depositado en el soporte que tenía en el escritorio—. Quiero comentaros que ya he editado el vídeo de esta semana. Os aviso que la semana que viene tendréis varias sorpresas navideñas en mi perfil. ¡Qué ganas tengo de que las veáis! ¿No estáis ansiosos? Solo os diré que os van a encantar, tanto como a mí hacerlas.

»Por otro lado, quiero agradeceros todo lo que me apoyáis en las redes y las ganas que me dais de seguir creando contenido. Me encanta lo que hago y compartirlo con vosotros me da tal subidón que es difícil bajarme de la nube después.

»Sois los mejores. No dejéis que nadie os diga lo contrario.

En cuanto acabe de grabar el vídeo, le puse un filtro chulo y lo subí a mis stories. En mi cuenta tenía varios mensajes que respondí. Uno de ellos me llamó la atención. Era de Venus. Decía:

«Tenemos que hablar.»

«Hablemos, pues.»

Me escribió unos minutos después.

«Es sobre lo que me has propuesto. He pensado que mañana cuando acaben las clases podríamos reunirnos.»

Ese plan se veía muy apetecible. La idea de ver a Venus me atraía de una manera inexplicable.

«¡Me apunto! ¿Te parece si comemos juntos? Prometo no entretenerte. Supongo que después tendrás cosas que hacer.»

«Me parece bien. Le diré a Des que no me espere, entonces. ¿Sabes? Hace al menos un mes que no voy a comer fuera. Cosas de tener muy poco tiempo libre.»

Vaya, no tenía ni idea, aunque tenía mucho sentido. Parecía que Venus se dejaba la piel y el alma en los entrenamientos.

«Me parece admirable lo que haces.»

Después de ese mensaje no volví a hablar con ella, aunque nuestra conversación me dejó un hormigueo cálido en la piel.

Me pasé las horas que compartía con ella mirándola en la distancia. ¿Se habría dado cuenta de mi escrutinio? Estaba muy nervioso, inquieto, y muy en el fondo temía que no aceptara ser la modelo que necesitaba.

—Señor Bristow, le veo muy interesado por mi asignatura. ¿Podría explicarle a sus compañeros qué es lo último que acabo de decir? —bramó uno de nuestros profesores.

Sentí que se me subían los colores. Todos mis compañeros se rieron de mí. Quise morirme de la vergüenza.

Negué con la cabeza, lo que provocó muchas más risas. Pero Venus no se rió, solo miraba la situación con las cejas enarcadas. ¿Qué se le estaría pasando por la cabeza?

—La próxima vez, preste más atención. Mucho influencer y muchos seguidores, pero no es capaz de seguir una clase tan sencilla como esta.

Más risas y más vergüenza. Odiaba que ese profesor expusiera a sus alumnos de aquella manera solo para sentirse superior.

—Está bien, señor. Le prometo que no volverá a suceder.

Por suerte, no tuvieron que llamarme más la atención, aunque de vez en cuando mis ojos se iban a los de esa castaña que tan intrigado me tenía.

Miraba la hora en el reloj cada cinco minutos. El tiempo parecía haberse detenido. Menudo asco.

Tic-tac. Tic-tac.

Creía que no lo soportaría, que no aguantaría hasta que se acabaran las clases a la una, pero por fin el profesor se marchó y yo pude respirar tranquilo hasta que caí en que ¡iba a reunirme con Venus! No entendí por qué mi corazón latiera con más rapidez, que el pulso se me acelerara y que un sudor frío me recorriera la espalda. ¿Qué me estaba pasando? Era como un niño inquieto que sabe que está a punto de conocer el mayor de los secretos.

—Os veo mañana, chicos.

Ya les había contado a Connor y a Jordan mis planes. Ambos me dieron una serie de palmaditas en la espalda.

—A por ella, campeón —se jactó Jordan.

Puse los ojos en blanco. Ya empezábamos.

—No te tires a sus brazos a la primera —lo siguió Connor.

Los mataría.

—Solo vamos a comer —repuse mirando en su dirección. Estaba terminando de guardar sus cuadernos en la mochila mientras escuchaba lo que su amiga le decía.

—Ya, ya. Esa es la excusa más vieja de la historia, Max.

Me encogí de hombros aparentando indiferencia, pero en mi interior bullía la emoción y los nervios. ¿Por qué me ponía así cuando no era una cita, solo una reunión de trabajo?

—Eso es lo que nos quieres colar, pero admite que llevas unos días pensando solo en Venus —habló Connor.

Jordan, a su lado, puso ojitos y tiró besos al aire.

—Te mueres por ella, amigo mío.

—¿Cómo lo sabes? En el caso de que me gustara, claro, cosa que no me pasa —aclaré.

No me gustaba nada la miradita que se lanzaron entre ellos, como si supieran algo que yo no.

—No dejas de pensar en ella, deseas pasar tiempo a su lado y me la juego a que también te has visto besándola. ¿O me equivoco?

—Solo son imaginaciones vuestras —declaré, aunque noté un sabor amargo en mis palabras. ¿Por qué me ponía tanto a la defensiva? ¿Por qué me molestaban tanto la forma pícara en la que nos miraban, alterando entre Venus y yo?

—Si tú lo dices —soltó Connor. Esbozó una amplia sonrisa que al principio no entendí antes de continuar—. Aprovecha bien cada segundo con ella, tío.

—Disimula. Viene aquí.

—¿Qué...?

Pero no pude terminar la frase, puesto que los que decían ser mis amigos se largaron de allí como si tuvieran un petardo en el culo. ¿Qué narices les pasaba a ese par de tontos?

Pronto supe la respuesta.

—Maxwell. —Mi nombre en sus labios sonaba muy bien. Fantaseé con la idea de escucharlo más a menudo, quizás tras pasar una noche juntos y despertarme enredado a su cuerpo.

—Venus. —Saboreé cada letra de su nombre como si fuera mi sabor favorito.

Parpadeó un par de veces. Por primera vez me fijé en lo largas que eran sus pestañas y en lo bonitos que eran sus ojos. No iba maquillada; no lo necesitaba. Las mujeres guapas no tenían que tomarse mucho tiempo para arreglarse. Su pelo estaba recogido en una cola alta, las puntas ligeramente onduladas.

¿Por qué ahora había empezado a ver cada mínimo detalle, como ese lunar que tenía en la garganta?

Porque te gusta, dijo una vocecita en mi interior.

¿Me gustaba? ¿Estaba interesado en ella más allá de lo profesional?

—¿Cómo estás? —Su pregunta me trajo de nuevo a la realidad, al aquí y al ahora.

Parpadeé.

—Bien, bien. Solo un poco cansado de las clases.

Esbozó una amplia sonrisa que me dejó KO. ¿Era yo o le brillaban los ojos?

—No me puedo creer que vayamos a estar una semana sin venir a la universidad, aunque tengamos que estudiar para los exámenes que tendremos a la vuelta.

Mientras la escuchaba, fui terminando de recoger mis cosas para marcharnos de allí cuanto antes. Tenía muchas ganas de estar a solas con Venus, de conocerla más.

—Odio la semana de exámenes —confesé—. A ver, no me malinterpretes, me encanta la carrera y todo eso, pero no me gusta que tengamos que rendir al máximo en una sola semana.

—De verdad que sí. Es una mierda, más que nada porque justo a la vuelta es cuando empieza de verdad la temporada dura de la liga. ¿Llevo bien las asignaturas? Sí, pero no es lo mismo que no tener que hacer nada salvo estudiar.

La comprendía. Me sentía igual con mi trabajo en la revista, si bien sospechaba que no era tan duro como sus entrenamientos. ¡Madre mía! Tendría que estar agotada no solo a nivel físico.

Empezamos a caminar hacia el exterior del edificio. Ya en la calle, me detuve.

—¿A dónde te apetece ir a comer? No sé qué tipo de comida prefieres.

Apenas sabía cosas de ella y la idea de conocerla poco a poco se me hizo muy atractiva. Quería saber sus gustos, sus miedos, lo que odiaba, sus hobbies... Todo, quería saberlo todo, hasta lo malo. Porque todos tenemos en nuestro interior un lado oscuro, que nos avergüenza y que no queremos que nadie más conozca por miedo al qué dirán, a que nos juzguen.

—¿Podemos ir a esa hamburguesería que hay cerca del campus? Tienen unas hamburguesas alucinantes —propuso.

Que no se cortara a la hora de elegir un restaurante de comida rápida me cautivó. No me gustaban las mujeres que tenían dietas ridículas, extremas, solo para verse más delgadas. Venus tenía buen tipo y se notaba que cuidaba su alimentación; los deportistas de élite debían hacerlo si querían rendir al máximo.

—Por mí bien. Me encanta ese sitio.

Una gran sonrisa iluminó sus rasgos.

En el momento en el que me adelantó, me di cuenta de que no solo llevaba la mochila habitual, también llevaba una bolsa colgada al hombro. Ni me lo pensé dos veces.

—Dame la bolsa. Vas cargadísima.

Al ver mi mano extendida, una expresión de sorpresa se dibujó en su boca.

—¡Oh! No hace falta. No pesa casi nada.

¿Se había ruborizado o eran imaginaciones mías?

—Aun así, no me parece equitativo que lleves tantas cosas cuando yo apenas llevo nada —repuse. Solo llevaba una carpeta y un par de bolis sueltos. Al ser el último día de clase los profesores solían emplear el tiempo para repasar.

—De verdad que no es nada. Tengo entrenamiento después y por no ir hasta mi piso... —Se encogió de hombros—. No me gusta perder el tiempo a lo tonto.

Sonreí comprendiéndola.

—Me siento identificado. Siendo un hombre trabajador valoro mucho más mi tiempo libre.

Movió la cabeza arriba y abajo.

—Ajá.

—Venga, dame la bolsa. No puedo dejar que lleves todo tú.

Mientras caminábamos, me lanzó una mirada.

—¿Quieres decir que por ser chica soy menos fuerte?

Suspiré. Hice todos mis esfuerzos por no poner los ojos en blanco.

—Ni de lejos. No por ser mujer significa que eres inferior. Todo lo contrario; creo que muchas sois muy fuertes, al igual que muchos chicos pueden no ser tan machitos. ¿Qué hay de malo en llorar, en mostrar un poco de debilidad? Estoy un poco cansado de todo lo que nos impone la sociedad, de esos estereotipos en los que vivimos.

Venus esbozó una sonrisa que despertó un ejército de mariposas asesinas en mi estómago.

—Hasta que no cambiemos de pensamiento no conseguimos nada. —Me echó una miradita llena de calidez—. Me alegra saber que no eres de los chicos que tienen pensamientos del siglo pasado.

Sonreí también sin poder contenerme. Su sonrisa era contagiosa.

Y con ese comentario me pasó la mochila que llevaba en el hombro.

Llegamos al restaurante decorado al estilo de los años cincuenta. Las paredes eran de color azul pastel. Había mesas aquí y allá, camareros yendo y viniendo y mucho bullicio a pesar de ser entre semana. A unas mesas de distancia vi a Carter y a sus amigos. Intenté mantener la calma y pensar en que quizás el muy idiota se comportaría.

Pero me equivocaba.

La camarera, una mujer mayor, nos puso a unos metros de distancia de la mesa de ese grupito. Venus también pareció darse cuenta de ese detalle. En cuanto nos acomodamos, estiré la mano por encima de la mesa y le di un suave apretón.

—No te preocupes por esos idiotas.

Arrugó el morro de una manera jodidamente adorable.

—Solo espero que no se pongan muy pesados.

Al principio todo fue sobre ruedas: pedimos las hamburguesas y la bebida y estuvimos enfrascados en una conversación muy entretenida. Pronto me vi riendo de los comentarios que soltaba, de sus ocurrencias, y me vi amando su risa cuando la hacía reír.

Sin embargo, cuando ya habíamos terminado los platos, Carter se fijó en los dos. Vi cómo nos analizaba con la vista y cómo fruncía el ceño al vernos juntos. Sus amigos también hicieron lo mismo. Se pusieron a cuchichear entre ellos hasta que la conversación llegó a nuestros oídos:

—¿Qué hace él con el marimacho?

—Podría tener a cualquiera.

—Esto solo va a dañar su imagen.

Venus apretó la mandíbula, con los ojos nublados de rabia. Odiaba que los tíos como ellos se sintieran bien consigo mismos burlándose de los demás.

—Eh —la llamé—, no les hagas ni caso. Lo importante es que estamos pasando un buen rato, no lo que ellos digan.

Lamentablemente, mis palabras se quedaron en el aire.

—No sé qué hace un chicarrón como tú aquí. Deberían prohibirte la entrada. Solo de verte se me quita el apetito. —Las palabras de Carter estaban cargadas de veneno y por cómo se tensó Venus supe que le había dolido el comentario. Aparentaba indiferencia, pero yo sabía leer muy bien a la gente y sabía que por mucho que pasara de todo, le afectaba lo que pensaran de ella.

—Tío, deja de ser tan idiota —la defendí—. No te ha hecho nada.

—¿Te parece poco que nos agüe la fiesta solo con que esté aquí?

—¡Cierra la boca, Carter! No sabes nada —escupió Venus.

—De todos modos —siguió hablando ese imbécil sin hacer caso de Venus—, ¿qué hacéis juntos? Pensaba que tenías mejor gusto.

Uf, me estaba sacando de mis casillas ese intento de hombre.

—No te importa qué hagamos juntos ni lo que haga con mi vida.

Una sonrisa diabólica se instaló en su boca.

—¿No eres tú ese youtuber famoso que tiene miles de visitas en sus vídeos? Tienes que tener cuidado con quién sales; no vaya a ser que tus fans piensen que estás saliendo con eso que tienes al lado.

Apreté los puños con fuerza hasta que los nudillos se quedaron blancos.

—¿Puedes dejar de comportarte como un capullo? Una mujer se merece que la traten con respeto.

Carter le lanzó una miradita a Venus, la que fulminaba a todo ese grupo.

—Tú lo has dicho: una mujer —puntualizó el energúmeno—. Siento decírtelo, pero aún te queda grande el papel de mujer.

—Y a ti el de hombre, gilipollas —masculló Venus sin cortarse ni un solo pelo.

—¿Perdona?

—Estás perdonado, pero la próxima vez no trates a una dama como una basura. Puede que así ligaras de una vez por todas.

Tenía que acallar a aquella mujer como fuera si no quería que Carter se le tirara encima. Estaba que echaba chispas por los ojos y espuma por la boca. Soltó una carcajada cargada de amargura.

—¿Tú? ¿Una dama? Cariño, te queda mucho para serlo. Cuando seas más femenina puede que me plantee ligar contigo.

A Venus se le ensombreció el rostro y la mirada se tornó oscura, malvada.

—Pues poco te ha importado esa vez que me tiraste los tejos en el spa de las instalaciones deportivas. No entiendo por qué cuando me visto como una chica, cuando muestro un poco mi cuerpo, se os cae la baba, pero cuando no lo hago me acuséis de ser poco femenina. A ver si os aclaráis, coño. Me tenéis un poco cansada.

Un momento, ¿cuándo había ligado Carter con ella? ¿Spa? Sin quererlo, la imagen de una Venus en bikini vino a mi mente, provocando que la parte más primitiva de mí latiera con fuerza.

Carter le restó importancia con un gesto de la mano.

—Tonterías, son imaginaciones tuyas.

—Sí, sí. Bien que decías otra cosa. En fin, la hipotenusa —expuso. Se levantó de la silla pillándome desprevenido—. Ahora, si nos disculpáis, tenemos que irnos. Estamos manteniendo una conversación de negocios y no quiero que idiotas como tú se inmiscuyan.

Tras pagar, salimos del restaurante. La seguí boquiabierto, sin poder creer lo que había pasado. Sabía que dentro de Venus habitaba una pequeña fiera, pero no pude evitar sorprenderme.

—Siento si nos hemos ido tan rápido —se disculpó—, pero no podía soportar más a esos idiotas.

Le quité importancia.

—No te preocupes. A mí también me estaba incomodando su comportamiento infantil. Has hecho bien en callarles la boca.

Caminamos hasta una cafetería. Me paré junto a la entrada.

—Eh, ¿qué te parece si entramos? Con la tontería, no hemos hablado.

Casi pude escuchar los engranajes de su cabeza hacer clic.

—¡Es verdad! —Se le tiñeron las mejillas de rojo—. Me he sentido tan a gusto que se me ha pasado el tiempo volando, bueno, hasta que esos tipos han empezado a molestarnos.

Me sentía igual. Era tan sencillo hablar con ella, ser uno mismo sin miedo a quedar en ridículo...

Entramos y nos sentamos en una mesa alejada de miraditas indiscretas.

—¿Has pensado al respecto sobre lo que te he propuesto? —le pregunté en cuanto nos sirvieron. Mientras que Venus había pedido unas tortitas con salsa de avellana, yo me habían decantado por la tarta de queso.

—Mucho —confesó en cuanto hubo tragado un buen trozo.

—¿Y?

Que se quedara callada me ponía de los nervios. ¿Acaso no comprendía lo importante que era eso para mí?

Dejó los cubiertos sobre la mesa y centró toda su atención sobre mí.

—No las tengo todas conmigo y creo que es una mala idea..., pero Des cree que es lo que necesito si quiero llamar la atención de los seleccionadores y jugar en las grandes ligas. —Al ver la gran sonrisa que se me había pintado en la boca, añadió—: Borra esa sonrisita si no quieres que me eche para atrás.

Pero no podía.

—¿Eso es un sí?

Soltó un suspiro apenas imperceptible.

—Es un sí.

Grité de júbilo sin saber lo que aquel pacto provocaría en nuestras vidas.

...................................................................................................................................

Nota de autora:

¡Feliz viernes, Moni Lovers!

¿Qué tal estáis? Espero que el capítulo aligere vuestra semana. ¿Qué os ha parecido? No os podéis quejar. Ha sido un poquito largo. Repasemos:

1. El idiota del jefe de Maxwell.

2. La relación de Maxwell con sus compañeros de la redacción.

3. La salida.

4. El profesor pone en evidencia a Maxwell.

5. Los amigos chinchan a Maxwell.

6. ¡Venus le gusta!

7. Comida de negocios.

8. Carter en acción.

9. Venus no se muerde la lengua.

10. ¡Venus acepta ser su modelo!

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero un besote.

Mis redes:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro