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Capitulo 8

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Capítulo 8

Famille

—Dadnos un barco, padre, y os traeremos la cabeza del GokaiRed metida en un cesto —juró Ackdos Gill De Famille.

—Sí, padre; se rumorea que el pirata tiene su casa en Bahamas cuando no está por los océanos, mandando barcos de Famille al fondo del mar, o en Inglaterra, alardeando de sus hazañas —dijo Barizorg, haciéndose eco del sentir de su hermano—. Si el rey Erick no estuviera ocupado en reunir, armar y aprovisionar una gran armada para enfrentarse a Inglaterra, ya habría mandado una expedición a Bahamas para liquidar a ese pirata. Por desgracia, nuestro rey está atado de pies y manos en lo económico y no puede financiar más que una expedición.

—Recuperaremos a Ahim y su dote sin la ayuda del rey Erick, y nos encargaremos personalmente de mandar al GokaiRed a la perdición —prometió Ackdos Gill.

Los hijos de Kai De Famille eran de Famille de sangre caliente y estaban sedientos de lucha. Acababa de llegar de Zangyack la noticia de que el Santa María se había ido a pique y que a Ahim la había raptado el GokaiRed. Tanto Ahim como su dote habían desaparecido. Ahora sus hermanos reclamaban acaloradamente la sangre de Marvelous y la venganza.

—No nos precipitemos. Quizá deberíamos esperar a que nos pida un rescate —sugirió Kai.

—No podemos esperar tanto —escupió Ackdos Gill—. Mientras nosotros estamos aquí sentados sin hacer nada, ese canalla está deshonrando a nuestra hermana. Warz Gill ya no la va a querer; eso lo sabemos todos.

—Seguramente el pirata sabe lo valiosa que es nuestra hermana —dijo Barizorg, el más juicioso de los dos hermanos—. Es posible que no le arrebate la virginidad, sabiendo que con eso disminuye el valor que ella tiene para nosotros. Por eso debemos actuar con rapidez, y atacarle cuando menos se lo espere.

—Sí —coincidió, impaciente, Ackdos Gill—. Si nos dais un barco y cincuenta hombres, rescataremos a Ahim y se la llevaremos a su prometido a Zangyack, con su dote intacta —añadió.

—¿Y qué pasa con su reputación? —preguntó Kai—. Warz Gill podría no querer a Ahim incluso si por algún milagro el GokaiRed ha respetado su virginidad. La gente hablará, correrán rumores sobre su secuestro que ni siquiera el gobernador general podrá atajar.

—Duplicad la suma de la dote —aconsejó Barizorg—, y la llevaremos con nosotros. Warz Gill es demasiado listo para rechazar semejante oferta.

—¿Estáis seguros de que podréis encontrar la isla de Bahamas? —preguntó Kai, mordaz.

—Dadnos un capitán que conozca esas aguas y la encontraremos —le aseguró Ackdos Gill—. Nos acercaremos en una noche sin luna, le atacaremos cuando menos se lo espere.

—Mmmm... Eso podría funcionar —musitó Kai, después de reflexionar cuidadosamente sobre el asunto—, si es que le pilláis en Bahamas. Pero en lugar de matar a ese malnacido, llevadlo a Zangyack. Habrá que reservarle a Warz Gill el placer de matarlo. Ahim es su prometida; él es el más perjudicado por su secuestro.

—Sí, padre, lo haremos como habéis dicho —asintió Barizorg—. Tengo la certeza de que él está todavía en Bahamas. No se irá antes de haber enviado su petición de rescate o de haber recibido una respuesta. ¿Cuándo partimos?

—Voy a hacer los preparativos. El Santa María está ahora en el puerto. Dadme un día y una noche para aprovisionarlo, encontrar los hombres que necesitáis y sacar de mis arcas fondos adicionales para aumentar la dote de Ahim lo bastante como para que a Warz Gill la oferta aún le resulte apetitosa.

—No os fallaremos, padre —prometió Ackdos Gill—. Rescataremos a nuestra hermana y la depositaremos en manos de su prometido.

Bahamas, Islas Bahamas

Tres semanas más tarde

Abriéndole los muslos con las rodillas, Marvelous apretó hacia el interior de Ahim, llenándola de su fuerza, y haciendo que un suave suspiro asomara a sus labios. La boca de él tomó su boca, enfebrecida, urgente, mientras sus caderas se movían en seductora invitación. Ahim le respondía arqueándose hacia él, llevándolo más adentro de su melosa dulzura. Marvelous dejó escapar un gruñido; el sabor y el calor de Ahim le ponían loco por liberarse. Sus bronceados hombros brillaban de sudor, y las escuetas líneas que dibujaban su rostro revelaban el alto grado de autocontrol que estaba ejerciendo.

¿Qué tenía Ahim que le hacía desearla con todas sus fuerzas?, se preguntaba, y no por primera vez. No se cansaba nunca de penetrarla, de hacerla suya una y otra vez. No tenía más que mirarla para desearla. Después de que él descubriera su verdadera identidad, había aceptado ponerse su propia ropa, mucho más bonita, y algunas veces un pareo que Sally le había regalado. A él como más le gustaba era con el pareo, con los pies y los hombros descalzos, los magníficos pechos liberados de su férrea armazón. Incluso con el pelo corto, ella era una destacada belleza. Y por más que él tratara desesperadamente de negar el embrujo que ella desplegaba sobre sus sentidos, su cuerpo reaccionaba a la mínima.

Gimiendo suavemente entre dientes, Ahim se sintió transportada en un remolino sin control. Los labios de Marvelous iban de su boca a sus pechos, lamiéndole y chupándole los pezones, llevándola cada vez más cerca de ese momento de éxtasis hacia el que se debatía su cuerpo. Ya no tenía miedo de ese momento de esplendor suspendido en que explotaría en un clímax fulminante. No era ya la inocente que había sido, porque su virtud había quedado completamente comprometida. Marvelous se había encargado de que así fuera. A pesar de su inexperiencia, a Ahim no le cabía duda de que Marvelous era un amante increíble. Un amante insaciable y exigente que la mantenía hechizada en las redes de su seducción.

Marvelous prodigaba tiernos cariños a los pezones de Ahim, deleitándose en la forma en que ella gemía y se arqueaba hacia él. Levantó la cara de su suculento banquete y la contempló intensamente.

—Me encantan tus pezones —en su voz ronca proliferaba su deseo de ella—, tan grandes y rosados, como si reclamaran mi atención. Eres exquisita, Ahim, no podría haber deseado una amante mejor. —Se introdujo más a fondo, para retroceder luego, dentro, fuera. El sudor que goteaba de su cara caía sobre los pechos de ella—. ¡Ahora, querida, ahora!

Ahim apenas oía sus palabras. Estaba ya tratando de alcanzar aquella alta meseta de placer a la que sólo Marvelous podía llevarla. Estaba convencida de que ningún otro hombre tenía el poder de elevarla hasta alturas tan impresionantes. En algún punto del camino, el muy traidor de su cuerpo había apuñalado sus altos ideales. Su pecado se hacía más grave cada vez que caía entre sus brazos y volvía a deleitarse con su forma de hacer el amor. Pero ella sabía que llegaría un día en que tendría que arrepentirse de sus pecados, y enfrentarse al hecho de que Marvelous la estaba utilizando sin más. Él era un potente y sensual pirata que tomaba a las mujeres a su antojo y luego, con la misma facilidad, las desechaba, como había desechado a Levyra.

De pronto, los pensamientos de Ahim se dispersaron; las caderas de Marvelous bombeaban vigorosamente, proyectándola más allá del límite. Le agarró con fuerza los hombros y gritó. Su cuerpo se estremecía, recorrido por sucesivas olas de pura dicha. Después de exprimirla hasta la última gota de placer, Marvelous se precipitó hacia su propio clímax, vertiendo su semilla en una violenta carrera hacia el éxtasis.

Pasaron algunos minutos antes de que Marvelous aflojara y se acomodara al lado de Ahim. No habló; no era capaz. Como siempre, hacerle el amor a Ahim le afectaba de una forma que le resultaba alarmante. Por lo que lograba recordar, jamás, desde que se convirtió en adulto, había tenido una mujer con tanta repercusión en su vida. Y sin embargo, por más que hiciera recuento de las muchas formas en que Ahim le inspiraba y le excitaba, sabía que tendría que dejarla marchar muy pronto. Joe Gibken volvería con el rescate, y él mandaría a Ahim de vuelta con los suyos. Por más océanos que los separaran, no iba a olvidar nunca a aquella mujer De Famille que, aspirando a la santidad, había tenido que conformarse con el paraíso.

Ahim sintió que Marvelous salía de ella y se volvía de espaldas. Lo sintió vivamente como un rechazo. Era lo bastante aguda como para darse cuenta de que si él la deseaba físicamente era porque negaba de plano lo que ella era. No había nada que pudiera cambiar su ascendencia De Famille, o el hecho de que era hija de su padre. Decidió no romper la precaria paz que había entre ellos, y volviéndose de cara a la pared se entregó al sueño. En algún momento de la noche, Marvelous se abrazó a su cuerpo desnudo, sujetándola fuerte, como si temiera que se la fueran a arrancar de las manos.

El Santa María entró navegando en la cala, al abrigo de la noche sin luna. La isla de Bahamas yacía dormida y quieta. Ningún movimiento en la playa. El barco echó el ancla a poca distancia de la orilla, y se arriaron dos botes para que desembarcara una partida de hombres armados. Con Ackdos Gill y Barizorg a la cabeza, la expedición se dirigió a tierra entre el deslizarse silencioso de los remos por el agua. Vararon los botes en la playa, arrastrándolos hasta ponerlos a resguardo entre la maleza y los árboles. Ackdos Gill condujo a la mitad de los hombres en una dirección mientras los demás seguían a Barizorg en otra. Como era poco lo que se sabía de Bahamas, los dos grupos buscaban la guarida del GokaiRed. Los de Famille no habían encontrado ningún barco en la pequeña cala, y eso podía ser buena o mala señal. Podía significar que el GokaiRed ya no estaba en la isla, lo cual sería malo si se había llevado consigo a Ahim. Si tenían suerte, igual podía significar que el GokaiRed había despachado su barco sin llevarlo él mismo y que lo iban a encontrar en su casa durmiendo como un bendito. Que la playa no estuviera vigilada sorprendió a los dos hermanos, pero no les impidió seguir internándose en la isla.

Fue Ackdos Gill quien encontró un camino entre los árboles. Condujo a sus hombres sin hacer ruido a través de la noche tenebrosa y se vio recompensado cuando en un claro del bosque apareció ante ellos una casa campestre. No había vigilantes a la vista, y a Ackdos Gill le pareció una estupidez por parte del GokaiRed no estar prevenido para una invasión. Pero claro, cómo iba a saber él que los De Famille eran capaces de asaltar su isla para recuperar lo que les había robado. Bahamas quedaba lejos de todas partes y rara vez pasaba por allí algún barco.

Ackdos Gill se encontró la puerta sin trancar y les hizo a sus hombres una seña para que entraran, mofándose otra vez de aquella falta de cuidado. Subió despacio las escaleras, con sus hombres pisándole los talones. Andaban muy callados y con mucho cuidado. El candelabro que Sally solía dejar en la mesita que había al final de la escalera les alumbró el camino. Ackdos Gill abrió la primera puerta que encontró y miró hacia dentro. Las bisagras chirriaron; se quedó inmóvil un instante. El cuarto estaba vacío, y siguieron adelante.

Más allá, Ackdos Gill entre abrió otra puerta del pasillo y contempló el interior. Al ver en la cama una sombría figura, abrió de un golpe la puerta con un estrépito rotundo. Uno de sus hombres había cogido un candelabro de la mesita del pasillo y lo introdujo en el dormitorio, proporcionándole luz suficiente para ver dos cuerpos desnudos íntimamente entrelazados en la cama.

—¡Qué malnacido! ¡Qué asqueroso malnacido! ¡Vas a pagar por haber deshonrado a mi hermana!

Marvelous se enderezó de un salto. Le costó un instante aclarar sus pensamientos, y cuando lo hizo se maldijo a sí mismo por idiota. Intentó alcanzar su espada, que nunca dejaba muy lejos, pero ya era demasiado tarde. En un abrir y cerrar de ojos se le echaron encima más hombres de los que podía contar.

Ahim soltó un grito y trató de taparse con la sábana. Los intrusos la miraban con lascivia, y el pánico se apoderó de ella. ¿Habrían invadido la isla brutales piratas, o nativos poco amistosos? Dio un respingo cuando reconoció a su hermano, y supuso que lo habían enviado para rescatarla.

—Tápate —gruñó Ackdos Gill, lanzándole a Ahim una mirada violenta y ceñuda—. ¿Qué ha sido de mi inocente hermana?

Y entonces sucedió todo tan rápido que Ahim apenas tuvo tiempo de pensar, y mucho menos de hablar. Los secuaces de Ackdos Gill embistieron contra Marvelous, y al mismo tiempo Ackdos Gill arrastró a Ahim fuera de la cama. Tuvo que contemplar con horror creciente la paliza que le dieron a Marvelous hasta dejarlo inconsciente.

—Llevadlo al barco —ordenó Ackdos Gill a sus hombres. Luego volvió la atención hacia Ahim—. ¿Dónde está tu ropa?

—Hay un baúl en mi dormitorio —señalaba hacia un cuarto del fondo del pasillo—. ¿Qué le vas a hacer a Marvelous?

—No te preocupes por él, que no te volverá a hacer daño —dijo secamente Ackdos Gill—. Estará a buen recaudo encadenado en la bodega hasta que lleguemos a Zangyack. El GokaiRed no volverá a corromper a ninguna mujer.

—¡A Zangyack! —Ahim parecía perpleja—. Pero ¿para qué vamos a ir a Zangyack? Yo quiero volverme al convento.

—Eso ni se plantea. Adonde hay que llevarte es con tu prometido. —Ackdos Gill entrecerró los párpados y la fulminó con la mirada—. ¿Qué demonios te has hecho en el pelo?

—Me lo corté. Pero olvídate de eso ahora. Sabes tan bien como yo que Warz Gill ya no me va a aceptar. —Se había imaginado que sentiría una vergüenza espantosa por el pecado que había cometido con Marvelous, pero para su sorpresa no era así—. Me has encontrado en la cama de Marvelous. Warz Gill me va a repudiar; es un hombre de honor.

—No te metiste por tu gusto en la cama de ese pirata —dijo arteramente Ackdos Gill. Su expresión se volvió adusta cuando comprendió lo que había que hacer para salvar la reputación de su hermana. Él y Barizorg ya habían discutido lo que ocurriría si de hecho el GokaiRed había violado a su hermana—. Warz Gill tendrá en cuenta tu viudedad y te aceptará con una generosa ampliación de tu dote.

—¿Mi viudedad? No... no te entiendo.

—Ahora no hay tiempo para explicaciones. Vístete. Tenemos que volver al barco antes de que nos descubran.

—Deja a Marvelous en Bahamas —le suplicó Ahim—. Ya me tienes a mí, no hay necesidad de seguir derramando sangre.

—¿Que deje aquí al GokaiRed? ¿Te has vuelto loca? Barizorg me cortaría la cabeza. Han ofrecido una sustanciosa recompensa por ese pirata. Te ha deshonrado a ti, una joven inocente que iba al encuentro de su prometido. El GokaiRed merece morir por sus muchos delitos de piratería contra De Famille. Estoy seguro de que Warz Gill le reservará una muerte lenta y dolorosa.

Tiró de ella hacia su dormitorio y la empujó dentro.

—Date prisa y vístete. Yo me quedo aquí mismo esperándote. Uno de mis hombres llevará tu baúl a bordo del Santa María en cuanto estés lista.

Marvelous volvió en sí poco a poco, notando que le dolía la cabeza y tenía el cuerpo magullado. Los hombres de Famille le habían vapuleado hasta que perdió el sentido y luego lo arrastraron desnudo por el barco y lo encadenaron a un tabique de la fría, húmeda y mohosa bodega. Estaba oscuro; oyó el correteo de las ratas y las sintió pasar rozándole las piernas desnudas. Lanzó patadas al aire, maldiciendo con ferocidad cuando uno de los roedores le hundió los afilados dientecillos en el tobillo. Su único consuelo era que Ahim no estaba sufriendo. Su hermano nunca le haría daño.

Por enésima vez, Marvelous maldijo su propia falta de cuidado. Estaba tan embobado con Ahim que en ningún momento había considerado la posibilidad de que Kai De Famille enviara a sus hijos a asaltar su fortín de Bahamas. Antes de perder el conocimiento había oído a alguien decir que los cofres que contenían la dote de Ahim habían sido localizados en un almacén e iban a ser trasladados al galeón. A él el botín no le importaba, y por él se lo podían quedar. Lo que de verdad le dolía era perder a Ahim sin haber tenido ocasión de decirle... Demasiado tarde. Endemoniadamente tarde.

Mientras Marvelous lamentaba su destino, Ahim estaba sentada en el espacioso camarote del capitán con la cabeza gacha mientras sus hermanos la reprendían rotundamente. El cura encargado de aconsejar a Ahim después del rescate permanecía de pie a un lado, con un gesto tan reprobatorio como el de los dos hermanos. Los tres consideraban que su actitud hacia el infame pirata era escandalosamente licenciosa.

—¿Cómo puedes pedir piedad para ese malnacido, después de lo que te ha hecho? —se encolerizó Ackdos Gill.

—Porque él te forzó, ¿verdad? —inquirió Barizorg, más razonable.

—Al principio... no exactamente... fue más bien como... seducción.

—¿Te metiste por tu propia voluntad en su cama? —tronó Ackdos Gill—. ¿Me estás diciendo que tú misma te prestaste a ser la amante del GokaiRed?

—No exactamente —se defendió Ahim—. Por lo menos al principio no, en todo caso. Le supliqué que me devolviera a casa. Incluso me hice pasar por monja, pero al final Marvelous se salió con la suya.

—Deberías haberte quitado la vida —dijo severamente el cura, avanzando hasta el círculo de luz—. Pero lo que ya está hecho no se puede cambiar. Debemos rectificar este terrible error de inmediato.

Ahim levantó los ojos, mirando directamente al cura.

—No deseaba morir por mi propia mano. Como vos decís, lo hecho, hecho está. Desafortunadamente, nada que no sea un milagro puede cambiar lo que ya ha ocurrido. Si me aceptan en el convento, dedicaré el resto de mi vida a Dios.

—Eso no va a ser necesario, Ahim —le aseguró Barizorg—. Ese miserable te ha seducido, y nos vamos a encargar de que haga lo que corresponde por ti antes de que muera. Estás prometida con Warz Gill, y está en juego el honor de nuestro padre. Ackdos Gill y yo haremos lo necesario para asegurarnos de que Warz Gill no tenga que buscarse ninguna otra novia.

Ahim enarcó las cejas.

—No lo entiendo. ¿Cómo vais a arreglar las cosas? Ya nada es lo mismo. Warz Gill espera una novia inocente.

Barizorg y su hermano intercambiaron una mirada cómplice.

—La honra de Warz Gill quedará mucho más entera si se casa con una viuda, en lugar de con una virgen deshonrada. Las viudas es normal que se casen.

—Pero yo no soy ninguna viuda. Warz Gill no se va a creer una mentira tan flagrante.

—Ah, querida hermana —la informó Barizorg—, la verdad es que sí lo serás, en cuanto te hayas casado con el GokaiRed y a él lo ejecuten por los malvados actos de piratería que ha cometido en alta mar. Una viuda riquísima, por cierto.

Ahim estaba boquiabierta.

—¡Eso es ridículo! Marvelous no va acceder a eso. Y yo tampoco.

El cura dio un paso adelante.

—Estás muy perturbada, pequeña. Me disgusta ver cómo te ha embaucado ese pirata para hacerte su amante. Tu familia no quedará satisfecha hasta que su pecado contra ti quede reparado. La única manera de arreglar esto es casarte con el GokaiRed. Y en cuanto el pirata sea ejecutado tú podrás continuar con tu vida. Serás una respetable viuda. Una viuda rica. Warz Gill estará complacido.

—No necesitamos tu conformidad, Ahim —la previno Ackdos Gill—. El padre Ricardo te va a casar con ese pirata sin importar cuánto queráis oponeros cualquiera de los dos. Lo va a hacer porque es lo que Dios quiere.

El padre Mikoto asintió sagazmente con la cabeza.

Barizorg se acercó a la puerta, la abrió y llamó a un marinero que estaba allí cerca trabajando en la jarcia. Barizorg se sacó del bolsillo una llave y se la dio.

—Tráenos al pirata aquí arriba, Burai. Dale algo de ropa; no queremos que ofenda a la novia en el día de su boda.

—Dios —el ruego de Ahim se quebró en un sollozo—. Si accedo a casarme con él, ¿le perdonaréis la vida?

—Si lo hiciéramos no serías viuda, ¿sabes? —dijo Barizorg—. No temas, hermana, nosotros no mataríamos a un cuñado nuestro. Le dejaremos esa desagradable tarea a Warz Gill. A nuestro padre le complacerá ver cómo hemos arreglado las cosas.

Los dos hermanos eran parecidos de aspecto. Los dos morenos y apuestos, esbeltos de cuerpo y de facciones elegantes. Ackdos Gill, que era el más joven y el de temperamento más explosivo, era algo más musculoso que Barizorg, el más razonable de los dos. Ahim los quería muchísimo a ambos, pero en aquel preciso instante habría sido capaz de retorcerles el cuello.

Marvelous daba furiosas patadas al aire cada vez que uno de sus compañeros peludos le atacaba directamente. Tiró de las cadenas que lo sujetaban, maldiciendo a sus captores y a todos los de Famille en general. En todos los años que habían pasado desde que estuvo cautivo, jamás había llegado a imaginar que pudieran capturarlo por segunda vez. Juró que, si lograba salir de aquélla, no le volvería a ocurrir nunca.

De pronto, Marvelous se puso tenso al percatarse de que alguien se acercaba desde arriba. Una pálida luz se vertió por la rejilla que había en lo alto de la escalera de mano. Se oyó un chirrido, y ante su vista apareció un hombre. Un marinero moreno que se quedó mirando a Marvelous con palpable satisfacción.

—Ya no somos tan gallito, ¿eh, GokaiRed? —le dijo Burai en español rápido.

—Yo nunca lo he sido —le respondió Marvelous en el mismo idioma.

Sorprendido, el marinero le lanzó a Marvelous una mirada de admiración.

—Ya veo que habláis nuestro idioma. Mejor, porque así podréis participar plenamente en la ceremonia de matrimonio que se va celebrar en vuestro honor.

Se acercó cautelosamente al tabique para soltar las cadenas de Marvelous del lugar donde estaban sujetas a una argolla de hierro. Luego dio un paso atrás, apuntándole con la espada desenvainada.

Al poco, un segundo marinero se asomó por la escalera con un fardo bajo el brazo.

—¿Estás ahí abajo, Burai?

—Has llegado justo a tiempo, Naoto. Dale al capitán la ropa. No estaría bien que asistiera a la boda sin ropa adecuada.

Naoto bajó por la escalera y le tendió a Marvelous el hato de ropa ensartándolo en la punta de su espada.

Marvelous dudó un instante antes de aceptar el andrajoso par de pantalones y la camisa raída que le ofrecía. Los contempló un momento; luego se encogió de hombros, mirándose las muñecas y los tobillos encadenados.

—Quitadme las cadenas.

—Primero las de las piernas —opinó Naoto—. No me fío de este malnacido.

Burai se acercó con cautela a Marvelous.

—Ponle la espada en la garganta, Naoto. Es un hombre peligroso. —Burai se acercó hasta Marvelous y, agachándose, le abrió los grilletes de las piernas—. Ya está —dijo, dando un paso atrás—, ya os podéis poner los pantalones.

Marvelous se embutió en aquellos deteriorados pantalones de lona que tan mal le quedaban y se ató los cordones de la cinturilla. En cuanto terminó, Burai volvió a ponerle los grilletes en los pies y le abrió los de las muñecas.

—Ahora la camisa —dijo, pinchando a Marvelous con la punta de su espada—. Y no intentéis ninguna audacia. Estamos en alta mar; no tenéis escapatoria.

Marvelous se metió la camisa por los hombros. Era suave y holgada y se ajustaba a su estructura muscular sin reventar por las costuras. Cuando estuvo vestido, Burai volvió a ponerle los grilletes en las muñecas y, pinchándole con la punta de la espada, le hizo subir la escalera.

—Se requiere vuestra presencia en el camarote del capitán —dijo con una sonrisita—. Una mujer no puede convertirse en viuda hasta que se ha casado como corresponde y su marido abandona este mundo por el otro. —Para entonces, todos en el barco estaban al tanto de los planes que los De Famille tenían para el GokaiRed.

Marvelous se arrastró de mala gana escalera arriba, con el cuerpo magullado resintiéndose del brutal tratamiento que había sufrido. Con la impedimenta de las cadenas, iba arrastrando los pies lenta y acompasadamente. Cuando llegaron a la cubierta parpadeó repetidas veces, casi cegado por la fuerte luz. La luz de la mañana se había presentado mientras Marvelous yacía inconsciente en la bodega, y con ella le llegó el conocimiento de que estaba a bordo de un barco con destino a Dios sabía dónde.

Lo empujaron bruscamente por la cubierta hacia el camarote del capitán. Iba dando traspiés con las cadenas, hasta que se cayó de narices al suelo. Cuando levantó la cara, vio a Ahim. La encontró demacrada, triste y exhausta.

—¿Qué le habéis hecho a Ahim? —les espetó.

Ackdos Gill se le fue a echar encima, pero Barizorg lo contuvo.

—No le hemos hecho nada a nuestra hermana. Sois vos quien la ha perjudicado. La habéis violado. Ella era inocente hasta que vos la raptasteis y la hicisteis vuestra amante.

La mirada de Marvelous se posó de forma desconcertante en Ahim.

—¿Ha dicho ella que yo la he violado?

—No hacía ninguna falta. La encontramos en vuestra cama —respondió Ackdos Gill—. Lo vais a pagar con vuestra vida, Capitán. Pero antes tenéis que reparar lo que le habéis hecho a nuestra hermana. ¡Levantaos!

Ahim tenía el corazón puesto en Marvelous, sentía de forma aguda su miedo y su confusión. Habría querido acercarse a él, ayudarlo a levantarse del suelo, pero no se atrevió. Cualquier movimiento que hiciera hacia él tendría el efecto de poner a sus hermanos aún más en su contra. Más tarde, cuando hubieran acabado de celebrar aquel matrimonio forzoso y se les hubiera enfriado un poco el enfado, intentaría encontrar la forma de liberar a Ëdward antes de que se lo entregaran a Warz Gill. La mera idea de que pudieran matarlo la ponía físicamente enferma.

Marvelous se levantó él mismo dolorosamente del suelo, con las facciones sombrías.

—¿Qué queréis de mí? Para devolverle a Ahim la inocencia lo que necesitaríais es un milagro.

Ackdos Gill volvió a abalanzarse hacia Marvelous, pero Barizorg se interpuso entre ellos.

—Os vais a casar con mi hermana, Capitán —le informó fríamente Barizorg—. El padre Mikoto estará encantado de celebrar la ceremonia.

Marvelous le lanzó a Ahim una mirada perpleja.

—¿Casarme? ¿Queréis casarme con vuestra hermana? ¡Por todos los demonios!

—Os casarán enseguida, Capitán —continuó Barizorg con suavidad—. Pero no temáis, que la boda no va a durar mucho. Y tampoco habrá viaje de bodas. Por fortuna para Ahim, cuando os ejecuten en Zangyack se quedará viuda, y así Warz Gill y ella podrán casarse según el plan original. Pero antes tendréis que hacer testamento dejándole todos vuestros bienes mundanos a vuestra desconsolada viuda. Dicen los rumores que sois inmensamente rico.

—Si lo que queréis es que me ejecuten, ¿para qué os molestáis en celebrar una boda? —preguntó con calma Marvelous.

—Porque habéis deshonrado a nuestra hermana. El honor de los De Famille exige que lavéis la afrenta que le habéis hecho. Yo creo que le sentará bien ser viuda. El honor de Warz Gill quedará restaurado y todo será como debía ser.

Marvelous le lanzó a Ahim una mirada despectiva.

—Hay que admitir que no le sienta mal el negro. ¿Y qué pasa si yo no accedo a casarme?

—Accederéis, porque no tenéis elección —le amenazó Ackdos Gill, agitando el puño cerrado ante las narices de Marvelous—. Ya sé que el bienestar de Ahim os trae al fresco; pero ella se merece ser feliz. Le resultará mucho más apetecible quedarse viuda que admitir que era la ramera de un hombre.

Ahim palideció.

—¡Ackdos Gill!

A Marvelous se le puso el rostro tenso de rabia. Llamar ramera a Ahim era una blasfemia. Si no hubiera estado encadenado le habría hecho tragarse sus palabras a aquel hermano suyo.

—Es la verdad, Ahim —replicó Ackdos Gill—. Todo el mundo te considerará una ramera. Casarte con este pirata antes de que lo ejecuten es lo único que puedes hacer para redimirle. —Y, dándole un empujoncito al padre Mikoto, añadió—: Podéis empezar con la ceremonia, Padre.

Ahim miró a Marvelous como pidiéndole disculpas, pero él siguió fulminándola con la mirada. Ambos eran meros títeres en el plan de sus hermanos para devolverle la respetabilidad, y ninguno de los dos podía hacer nada para evitarlo. Cuando el padre Mikoto le pidió que respondiera, ella lo hizo sin vacilar. Accedía a convertirse en la esposa legítima de Marvelous. La reticencia de Marvelous era sencillamente evidente. Sólo cuando Ackdos Gill le pinchó con la punta de la espada dijo, aunque con voz hosca, que aceptaba a Ahim como su legítima esposa.

En el abrumador espacio de un momento se había convertido en un hombre casado. Contempló a Ahim, sorprendiéndose al comprobar lo poco que se arrepentía de haberla hecho su esposa. En cuanto se terminó la breve ceremonia, le obligaron a firmar un testamento escrito por el padre Ricardo, que hacía también de testigo, en el que dejaba todos sus bienes a Ahim, su bienamada esposa.

—¿No me va dar la novia un beso? — preguntó Marvelous, dedicándole una sonrisa sardónica a Ahim.

Barizorg le lanzó una mirada fiera; luego abrió la puerta y llamó a Burai.

—Llévatelo otra vez a la bodega y vigílalo bien.

—¡Esperad! —gritó Ahim. ¿Es que iban a terminar así las cosas? ¿Cómo iba ella a poder vivir sabiendo que tenía la culpa de la muerte de Marvelous? Prefería morir con él a casarse con Warz Gill—. Quiero hablar a solas con Marvelous.

—¡Imposible! —bramó Ackdos Gill—. Ese malnacido te ha desgraciado hasta un punto que no tiene perdón. Da gracias a que te hemos devuelto tu reputación.

—Marvelous es mi marido —insistió Ahim.

—No por mucho tiempo —replicó Barizorg—. Estamos cumpliendo con nuestro deber hacia ti, hermanita. Sólo queremos lo mejor para ti. Acepta con elegancia tu destino. Tu futuro está con Warz Gill. Y una vez que hayan despachado a ese pirata al infierno te olvidarás hasta de que ha existido.

A Ahim le parecía altamente improbable que pudiera olvidar jamás a Marvelous.

—Llévatelo —repitió Ackdos Gill. Burai acercó a Marvelous la punta de su espada. Marvelous dudó un instante, le lanzó a Ahim una mirada abrasadora por encima del hombro y salió arrastrando los pies.

A Ahim le partía el corazón que Marvelous estuviera en una situación absolutamente desesperada. ¿Desde cuándo se sentía invadida por aquellas emociones tan fuertes?, se preguntaba, abatida. ¿En qué punto del camino había dejado de pensar en Marvelous como en un odioso pirata?

¿Cuándo había empezado a amarle?

Un capítulo nuevo ahora mi dilema

NO SE QUE HACER CON ESTA HISTORIA

Quiero terminarla pero al mismo tiempo no sé si me gusta por completo por dónde va la historia

Díganme que hago sigo como está o la pauso hasta que me guste cómo va

Espero que les guste bye bye

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