Capítulo 9
Narrador:
- Las mujeres desean una pareja que les haga reír y que además las proteja – dijo uno de los hombres con la cara cubierta de blanco y una exagerada sonrisa dibujada a color verde.
- ¿Algo así como un payaso ninja? – contestó el otro con una voz chistosa haciendo que Camila estallara en risas.
Lauren la miraba tratando de retener sus propias carcajadas, no es que los chistes de los payasos fueron muy buenos, en realidad eran los gestos de la morena los que hacían que tuviera ganas de reír, pero sabía que aquel par de payasos que acostumbraban a hacer su show en plaza del Carmen, una de las tantas plazas que se encontraban en el centro de la ciudad de San Luis, solían tomar como referencia a las personas que más llamaran su atención para hacer un montón de chistes acerca de ellas.
Definitivamente la ojiverde no quería ser inspiración para eso. Por lo que sólo observaba y esperaba en silencio el momento en que escogieron a Camila y le hicieron pasar un incómodo rato.
- A ver señorita – el payaso más regordete se dirigió a Camila – si, si, usted – corroboró al ver la cara de confusión de la morena – venga acá – temerosamente se levantó de su lugar y se acercó al hombre de voz chistosa – ¡uyy! pero tantas curvas y yo sin frenos – bromeó simulando que conducía un coche y se estrellaba contra una pared causando la risa de todos los presentes.
Durante unos diez minutos la empresaria fue víctima de algunos chistes respecto a su aspecto, otros ligeramente sexistas, y sobre todo muchos halagos y silbidos de los presentes. La última parte estaba molestando bastante Lauren, que no veía el momento en el que le entregarán su globo y el dulce que los payasitos daban siempre a todos los participantes que incluían en su show.
Camila recibió esos regalos con una gran sonrisa, para después volver a su lugar junto a la ojiverde, tan emocionada como una pequeña niña.
Después de eso ambas se dedicaron a caminar un rato por las antiguas calles revestidas de cantera, paseaban en círculos, simplemente pasando el rato. Lauren siempre había querido tener a alguien especial con quien compartir momentos así. Desgraciadamente, nunca había encontrado a esa persona, pues la única chica por la que había sentido un gran amor era precisamente la morena que la acompañaba.
Si las cosas hubieran pasado de manera diferente, sin duda hubiera disfrutado mucho aquella tarde, pero no podía hacerlo, esto se trataba de venganza y nada más.
- Tengo hambre – dijo la Camila, mientras se sobaba el estómago.
- ¿Quieres ir a un restaurant? – sugirió la ojiverde.
- No, creo que lo estamos pasando muy bien, vamos por algo los puestos mejor – contestó la otra, tomando de la mano a la fotógrafa, entrelazando sus dedos, dirigiéndola hacía un lugar en el que aparentemente vendían pan caliente, ahí cada una ordenó una porción mediana bañada con jarabe de chocolate y un poco de nuez encima.
- ¿Te la estás pasando bien? – preguntó Lauren al ver la hermosa sonrisa que lucía Camila.
- En realidad si – dijo sincera - ¿sabes? Hubo algunos problemas hoy con nuestros proveedores, quieren elevar el precio de algunas materias primas, y nuestro presupuesto no es el más alto.
- ¿A quién van dirigido tus productos? Me refiero a que sector, supongo que no les afectará que aumenten un poco el precio de los zapatos – comentó Lauren, interesándose en la plática.
- En realidad, precisamente eso es lo que buscamos. No aumentar el costo, la idea principal cuando iniciamos este proyecto, hace un par de años, era el poder lograr que los niños con más bajos recursos pudieran acceder y tener un calzado digno, nuestras ganancias son prácticamente nulas, mantenemos esta línea con un porcentaje de lo que obtenemos de la venta de pañales. Ese es el verdadero negocio – explicó con calma la morena.
- Me sorprende escuchar eso, no imagine que fueras de las que hacen trabajos altruistas... - dijo Lauren.
- Antes no pensábamos en todo eso, desde que nació mi sobrino pude darme cuenta que no todos los niños tenían la misma suerte... Tú sabes que nunca nos ha faltado el dinero, pero no todos corren con la misma suerte que nosotros – respondió refiriéndose a ella y Alejandro, su hermano mellizo.
Lauren lo sabía. Camila siempre había sido de clase alta, la típica chica popular en el instituto, la que gozaba de los beneficios de la riqueza, de las influencias y del prestigio de sus padres. Un claro ejemplo era que mientras para la ojiverde había sido realmente difícil conseguir una beca para la universidad, Camila había entrado a una de las más importantes escuelas de administración sin ni siquiera presentar examen de admisión, el simple hecho de ser heredera y portar el apellido Cabello le había dado la entrada a tan distinguida institución.
- Me da gusto que te esfuerces en hacer algo que beneficie los demás – comentó Lauren sintiéndose un poco mal. Ella constantemente hacía donaciones algunas fundaciones, pero jamás se había propuesto, ni siquiera habia imaginado crear todo un proyecto para beneficiar a un sector tan inocente como lo son unos niños.
- Creo que es lo menos que puedo hacer – dijo Camila colocándose ligeramente sonrojada. Sabía que la ojiverde la estaba halagando, y que se lo dijera precisamente ella tenía un valor muy significativo para la morena - ¿qué tal si vamos por un café y después buscamos un lugar donde comer esto? – dijo refiriéndose al pan caliente que sostenían ambas con dificultad al ir caminando y hablando.
Con una tierna sonrisa, que por primera vez en todo el rato mostraba Lauren con sinceridad, fueron en busca de la bebida y después a la ojiverde le pareció correcto – de hecho era el lugar ideal – descansar un poco en las entradas del antiguo teatro de la ciudad. Aquel lugar solía ser ocupado por parejas cuando la obscuridad era suficiente para poder besarse libremente, y si todo salía cómo la fotógrafa planeaba, ellas harían lo mismo.
- ¿Qué es lo que planeas? – dijo la morena de forma juguetona al ver a donde se dirigían. Ella también sabía de la fama que tenía ese lugar respecto a los jóvenes amantes.
- Tenemos asuntos pendientes ¿lo olvidas?
- No, no lo olvido...
Lauren se sentó en uno de los recovecos que había a un lado de la entrada del antiguo teatro, para que después su pecho sirviera de respaldo a Camila, quien se ubicó entre sus piernas y recargó su espalda suavemente en ella.
En un silencio bastante cómodo degustaron su pan caliente, acompañado de aquel rico café, en cierto momento la morena recargo su nunca en el hombro de la ojiverde, dejando que esta última notara como estaba completamente embarrada de chocolate líquido alrededor de la boca.
- Creo que tienes un poco de chocolate ahí – indicó Lauren, señalando toda la cara de Camila.
- ¿Qué? ¿Dónde? – preguntó confusa la empresaria. Al parecer no se había dado cuenta de aquello.
El corazón de Lauren comenzó a latir con más fuerza, sabía exactamente lo que tenía que hacer. Tenía que limpiar ese desastre con sus propios labios. Lentamente subió su mano hasta el cuello de la morena, haciéndola girar un poco para tener mejor acceso a su boca.
"¿Por qué su corazón late tan rápido?", "¿Por qué se muestra tan accesible?", "¿por qué no se comportó así hace cuatro años?". Eran las preguntas que invadían a Lauren antes de acercarse y pasar su lengua con cuidado sobre el labio inferior de Camila, escuchando como ella suspiraba ante el contacto. En ningún momento la morena se opuso, de hecho fue ella la que sumergiendo su mano entre la tupida cabellera de Lauren comenzó aquel calmado beso. Parecía que no había prisa. La oscuridad de la noche las acogía, la tranquilidad de lugar les daba calma.
Los pensamientos de Lauren eran contradictorios. Por un lado le gustaba que las cosas estuvieran yendo bien, eso es lo que quería, lograr causar algo Camila, algún tipo de emoción o sentimiento que pudiera ser lo demasiado fuerte para después utilizarlo en su contra. Pero por otro lado, una pequeña duda comenzó a surgir ¿y si ella también desarrollaba algún tipo de afecto? Porque lo que sentía su estómago esta vez no quemaba, más bien se sentía como si algo revoloteara, como si hubiera mariposas ahí adentro. Mariposas que creyó haber perdido hace cuatro años, cuando Camila salió de su vida.
Entre besos sabor a chocolate, risas tímidas e inocentes caricias, ambas chicas viajaron en el tiempo. Por un rato volvieron a ser adolescentes, actuando por ratos nerviosas y con torpeza. No sabiendo qué palabras utilizar, así que no lo hacían, tan solo se dedicaban a sentir esos labios cálidos que conocían tan bien, seguían siendo los mismos de hace años, pero ahora estaban más experimentados. Quién sabe cuántas bocas no habrán besado desde la última vez que se vieron. Ninguna quería saberlo.
Sin pensarlo había transcurrido media hora en aquel mágico momento, hasta que una llamada interrumpió la magia, Camila se excusó y con rapidez se levantó dejando un hueco helado en el pecho del Lauren.
- Hola amor, no... Me encontré con una antigua amiga... Si, está todo bien, si necesito que vengas por mi yo te llamo... - la ojiverde pudo escuchar toda la conversación de la morena, se había alejado, pero al parecer no lo suficiente, pues la fotógrafa pudo escuchar aquellas palabras cariñosas que le dedicaba a su futuro marido – también te extraño... Te amo.
Había dolido más de lo que se imaginó, pero agradecía al cielo haberle oído. Tenía que seguir adelante, tenía que mostrarle a esa egoísta chica que no podía jugar con las personas sin tener consecuencias. Pero para eso tenía que enamorarla, tenía que actuar como si nada, como si la decepción que sintió hace cuatro años no se estuviera volviendo a repetir...
- ¿Nos vamos? Te llevo a casa – le sugirió la ojiverde de forma amable, tragándose todos los sentimientos que la invadían.
- Si, gracias. Eso sería estupendo, ya es algo tarde – respondió la morena dejando un corto beso en los labios de Lauren, tomando su mano para dirigirse al coche.
Y así Lauren como tantas veces antes la maldijo, la maldijo en su mente, la maldijo mientras mostraba una hermosa y fingida sonrisa... "maldita zorra" pensó mientras la miraba a los ojos.
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