Experiencia
¿Alguna vez has pensado que el matrimonio no se hizo para ti? Es un pensamiento que he tenido toda la vida.
Me esfuerzo día tras día para lucir como la mejor esposa y madre ejemplar, a pesar de sentir muchas veces que mi esfuerzo no es recompensado y valorado como merece.
Me convertí en madre a mis dieciséis años por el afán de jugar a ser adulta. Durante mi adolescencia, renuncié a mi libertad, a mis sueños y metas, para dedicarme exclusivamente a mi esposo y a mi hijo.
Mis mejores años, por haber sido tan ignorante y no escuchar consejos, se volvieron los más amargos, infelices y monótonos que alguna vez haya tenido. No con la llegada de mi hijo, sino con el hombre al que me vi en la obligación de unir mi vida solo por las hormonas. No quería que mi hijo se enfrentara a una vida sin esa figura paterna. Además de que mis padres lo presionaron a hacerse cargo de mí.
Octavio; mi actual esposo y mi dolor de cabeza, se hizo cargo de nuestro hijo. No puedo decir que ha sido un gran padre, porque la verdad es que no lo ha sido. Ha sido un padre ausente, para él es mucho más importante el trabajo que su hijo. Nosotros pasamos a un segundo plano; bueno, me atrevería a decir que a un tercer plano…
Retomé mis estudios y me gradué con honores. Actualmente soy una mujer realizada, cuento con varios negocios propios, pero hay uno que más disfruto y que le he ocultado a mi hijo Francisco por petición de Octavio. A mi esposo jamás le agradó la idea de que abriera un Sex Shop en la ciudad, pues para él es una vergüenza que su esposa sea reconocida como una sinvergüenza e indecente. Como si eso a mí me importara.
Soy emprendedora y muy independiente. Me gusta invertir no solo en lo que pueda generar buen dinero, sino en lo que me gusta.
He vivido mucho tiempo reprimiendo mis más oscuros deseos y fantasías, comportándome como una mujer culta, recta, aburrida y amargada a su lado, pero dentro de mí, aun siento esas ansias y ganas de sentirme mujer por primera vez en la vida. Algo que nunca he sentido al lado de ese vejestorio. Aún soy joven, tengo treinta y cuatro años y todavía mi encanto está bien acomodado en su sitio, a diferencia de él, con sus sesenta y pico de años y los testículos por el suelo.
Había vivido insatisfecha por mucho tiempo, resignada a conformarme con lo poco o nada que podía ofrecerme. Desde que nos casamos, los momentos de intimidad fueron disminuyendo. Criar a un hijo no es tarea fácil, aun así, soporté todo con tal de no convertirme en un mal ejemplo para mi hijo, algo que a él no le importó en lo más mínimo.
Hace cuatro meses descubrí la razón detrás de su ausencia e indiferencia. Resulta que cuando creí que su razón para dejarme plantada en las noches también era debido al exceso de trabajo e impotencia, resultó ser que hay una mujer más en su vida. Todavía hoy me cuestiono si realmente le funciona para atender a esa jovencita con la que sale. A su edad se mantiene físicamente en forma, pero todo con el tiempo cae. Estoy segura de que esa jovencita está detrás de su dinero, ¿por qué otra razón soportaría a alguien como él?
Mi mayor defecto es lo rencorosa que puedo llegar a ser, aun sin quererlo. Mientras he renunciado a todo por mi hijo y me he dedicado exclusivamente a ellos, a pesar de sentirme tan infeliz e insatisfecha, él hace y deshace por ahí con otra. No es justo, tampoco lo merezco.
Mi despacho es como el paraíso en la tierra; por la colección que llevo de juguetes y lencería exclusiva. Más que un trabajo, para mí es como un tipo de terapia.
He estado en busca del hombre ideal con el que probar cosas nuevas, solo que ninguno cumple con mis expectativas. Leandro es el único con el que he estado teniendo uno que otro encuentro, aunque todavía no llegamos a otros extremos, pues nos divertimos más con el juego de roles sin llegar a la penetración. Es socio de la empresa de mi marido, fue en una reunión que lo conocí y me atrajo ese porte elegante y seductor que posee. Desde que dejó a su novia, los dos nos refugiamos el uno del otro. Él conoce la situación que he estado viviendo con Octavio, por eso establecimos una extraña conexión. Lo único que me lleva a descartarlo como el hombre ideal, es que existen algunas fantasías a las que no está dispuesto a ceder, y estoy en busca de alguien que no tenga miedo a experimentar y tenga la mente lo suficientemente abierta para no ilusionarse.
Quedé en la noche en encontrarme con un hombre que conocí a través de una aplicación de citas. Ninguno de los dos nos hemos visto la cara, pero coincidimos en gustos, para mí es más que suficiente. Le comenté sobre mi trabajo, pero no quise invitarlo a encontrarnos aquí, pues no conozco el tipo de persona que es y quiero analizarlo primero.
No hay nada mejor que esa potente vibración en mi interior. Ahogaba mis gemidos en la mano, queriendo evitar que mis empleadas me escucharan. El ligero toque en la puerta me desconcentró y maldije mil veces internamente.
—Adelante… — reduje la vibración en el control solo para atenderla.
—Disculpe por interrumpirla, señora.
—¿Qué sucede?
—Hay un Oficial ahí fuera en busca del dueño del vehículo que está estacionado frente a la tienda. Les pregunté a los clientes, pero al parecer ninguno de ellos sabe de quién es.
—Maldita gente. Parece que no saben leer que los estacionamientos están reservados exclusivamente para personas que vengan a comprar aquí. Deberé poner otro letrero en letras mayúsculas, a ver si así pueden verlo.
Alcancé a ver detrás de Danna al Oficial y me puse un poco nerviosa. He visto a muchos hombres vestidos de policía, pero no es lo mismo tener que lidiar con uno de verdad.
—Buenas tardes. ¿Tiene un momento, señora? — su voz varonil me produjo escalofríos.
Pude apreciar sus ojos cafés, nariz perfilada, esa barba alineada y bien cuidada. Sus labios se veían carnosos y lo más que me provocó fue su perfecta dentadura. Ese uniforme lo hacía ver bastante atractivo y caliente. Especialmente por encajar en sus grandes brazos y sus curvas. No era tan delgado, al contrario, tenía sus proporciones bien esparcidas. En su antebrazo, en dirección a su hombro, tenía un tatuaje de lo que aparentaba desde esta distancia ser una serpiente. Mi vista se centró en su pantalón, pues se veía bien ajustado en ese paquete que traía entre sus piernas. Mentiría si digo que no lo recorrí completamente en una fracción de segundos. Nunca había encontrado atractivo a un hombre con curvas, pero este me resultó muy atractivo.
—Por supuesto, Sr. Oficial — me levanté de la silla de mi escritorio y el control se me cayó de las manos, activando al instante esa fuerte vibración que, al presionar mis piernas, casi dejo escapar un gemido.
Traté de disimularlo delante de ellos. Miré el control y estaba muy apartado como para alcanzarlo con la pierna.
—He oído por su empleada que usted es la dueña del establecimiento. Es un gusto conocerla.
—Igualmente, Sr. Oficial— mi voz se oía fatigada, y es que no podía casi controlarlo—. Danna, déjanos a solas, por favor.
Ella nos dejó a solas y le señalé la silla frente al escritorio.
—Tome asiento, por favor. ¿Qué puedo hacer por usted?
Tomó asiento y no podía ni concentrarme en todo lo que me estaba diciendo. Su exquisito perfume se regó en la oficina y no me ayudaba en lo absoluto. La potencia de las vibraciones me tenían a punto de perder la poca cordura que me quedaba.
—¿Se siente bien, señora?
—Claro, Sr. Oficial.
Debía cruzar bien las piernas para que no se escuchara el sonido, pero eso lo hacía más difícil porque se adentraba a donde mejor se sentía. Agarré el bolígrafo entre mis manos y jugué con el, tratando de desconectarme de esa vibración y seguir disimulando.
—Me dijo que hay un vehículo estacionado frente a mi negocio…
Mi sentido auditivo se agudizó, es como si pudiera alcanzar a oír el sonido, y por eso como una demente le di varios golpes a la mesa con el bolígrafo. Él se me quedó viendo curiosamente y eso solo me puso más nerviosa. Qué maldita vergüenza.
—Tiene una oficina muy peculiar. Es la primera vez que veo un lugar tan... bien decorado.
—Sí. Aquí somos personas decentes y organizadas — no sé ni qué demonios estaba diciendo, los nervios me estaban haciendo decir puras tonterías.
Lo peor de todo es que me estaba sintiendo muy caliente.
—¿Solo las colecciona? — su pregunta me pareció curiosa.
—¿Le gusta? — ¿Qué demonios estoy preguntando?
Ya mis manos me estaban doliendo de tanto golpear el escritorio con el bolígrafo. Quiero que se vaya.
—Se ve interesante.
Mis espasmos se estaban agudizando, obligándome a presionar y frotar mis piernas. Me encontraba en un punto donde hasta la cabeza la sentía caliente y dando vueltas. Mis ojos querían virarse por ese calentón. Él seguía hablando y buscándome conversación, sin perder contacto visual y eso me tenía la piel erizada. No pude soportarlo más, y es que ese potente orgasmo me nubló la mente.
Tumbé mi cabeza sobre la mesa tras perder la fuerza y mis piernas no dejaban de temblar. El chillido de los tacones resonó, a la par de mi voz y agitación.
Acabo de tener un orgasmo frente a un completo extraño y, para colmo de males, un Oficial. Mi ropa interior se percibía bien húmeda. No era para menos.
—¿Se sintió bien? — su pregunta fue como un balde de agua fría, pero no más que su tonta y burlesca sonrisa.
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