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(6)

- RAPHAEL -

Está afuera de la mansión viendo como aquel vehículo donde va Isabelle se está marchando, le ha prohibido ir con ella a estas horas de la noche, teniendo que mandar a una de las chicas del nuevo personal solo para la formalidad de mostrar que Simón se preocupa por ella; su sonrisa fingida de despedida se está comenzando a desvanecerse mientras mira hacia arriba, donde está la ventana de la oficina del joven amo, viendo su silueta indicando que también ha estado observando a aquel vehículo alejándose. Tomando aire Raphael decide entrar para ir hacia donde está el joven y así hablar de lo sucedido, porque después de años tranquilos, y un año en esta sociedad con solo problemas pequeños, ahora van a tener el primer problema grave al que enfrentar, y bien severa si todos los Lightwood toman tal acción de Simón como humillación. Sube por las escaleras mirando la hora en su reloj presenciando que ya es tarde, y que tiene que ordenar todo lo que preparo.

— Malditos adolescentes— susurra en voz baja.

Al llegar a la puerta golpea dos veces y entra, encontrándose a Simón aun mirando por la ventana sosteniéndose de su bastón, pero al sentir su presencia va hacia su silla mostrando su seriedad de toda la situación, ambos saben que ahora tendrán un gran problema que enfrentar, pero Raphael quiere suponer y espera que ese chico piense igual a lo que está pensando, que es hora de ver que está sucediendo con esa familia, porque los Lightwood eran los más cercanos a los Lewis, y los más cercanos en este mundo no hay que confiar.

— ¿Quién la llevó?

— Isabelle eligió que Maia la llevara a casa— responde Raphael mientras se acerca por la ventana para mirar— Maia es de confianza, la protegerá hasta su casa.

— ¿Qué te pareció su comportamiento de hoy, Raphael?

Se da cuenta que están hablando de manera informal entre ellos, como si la jerarquías de poder no estuviera, no es la primera vez, cuando están solos se comportan de manera distinta, con cercanía por sus nombres de pilas, pero es cuando ese joven está de buen humor, cuando ambos lo están.

— Reservaré mi opinión. Pero... ¿Tú qué opinas?

— Quiero que investigues a los Lightwood, siento que el día de hoy Isabelle ha demostrado un hilo para investigar— murmura Simón con la mano bajo su mentón— hoy Isabelle tenía la misma mirada que Elizabeth de pequeña. Esa niña malcriada, quiero saber todo sobre Raphael, de los trabajos de Maryse y Robert, de la desaparición de Elizabeth y como fue la muerte de Alexander.

— Sí.

Raphael vuelve a su lugar frente al escritorio donde Simón está sentado, le está mirando en el silencio que los acompaña, a veces es difícil entender que pasa por su cabeza, pero posiblemente está pensando la situación, tratando de encontrar la manera de entender de qué se está perdiendo frente a sus ojos, pero siempre el que se encarga de todo para que pueda terminar de cerrar sus hilos es él. Como si se estuviera sintiendo atraído repentinamente, como si el ambiente se hubiera vuelto dulzón, da vuelta del escritorio para mover la silla de Simón y ponerse frente a frente, se arrodilla para sacarse los guantes y así llevar sus manos a su cara acariciando su entrecejo para que deje de estar fruncido, e ir acariciando su frente y la coronilla de su cabeza, viendo cómo el joven amo cierra los ojos y tira un suspiro. El interior de Raphael se altera, quiere devorarlo, quiere devorar su alma prontamente y no esperar más.

— Joven amo, quitaré ese parche por un momento.

Con la respuesta de un asentimiento mientras abre los ojos, mueve sus manos hacia la parte trasera de la cabeza del joven amo para desatar el nudo y sacar aquel parche de tela para dejarlo en el escritorio, en su ojo que perdió en su niñez brilla aquella marcha del pacto que tiene el en su mano. Simón lo mira directamente en silencio, así que Raphael toma eso como un pase para inclinarse y acerca su cara a la del joven mostrando su colmillos, entonces acerca su boca a la del Simón y mordisquea un poco lastimando aquella piel una vez más desde que están juntos, sacando su lengua comienza a pasar por aquellos labios lastimados juveniles sintiendo en su lengua aquel sabor tan delicioso. Comenzó a hacerlo cuando Simón y él estaban comenzar, a través de su evolución Raphael logró que se volviera costumbre, ya no fue un acto de vergüenza para este mundano juvenil, sino también se acostumbró, su sangre sustituía aquella necesidad de obtener su alma, aquella sangre le ofrecía poder físico y mental.

— Basta Raphael— dice Simón tratando de alejarlo.

Pero el demonio llevó su mano a la parte trasera de su cuello para que se quede quieto, mientras sigue besando y chupando aquel líquido del cuerpo que le pertenece, todo lo que sea de Simón lo tiene extasiado, sus deseos de devorarlo son muy altos. Pero no es que tenga sentimientos mundanos, solo es su alma envenenada de odio que lo tiene así, queriendo todo de él. Además Simón ahora está en su transición a convertirse en un joven adulto, dieciocho años pronto, y con ello su alma infantil también ha evolucionado siendo más delicioso que cuando era un infante. Al soltarlo ve cómo el joven está respirando agitadamente con sus mejillas sonrojadas.

— Te dije que basta— dice agitado— además hoy me has besado, no lo hagas, quedamos en que podrías chupar o lamer, pero no besar.

— ¿Por qué? — pregunta divertido Raphael sin moverse de la cercanía— un beso no es nada Simón, solo lo es si le das un significado. Además un joven como tú, a esta edad no ha dado nunca uno, jóvenes de tu edad ya tienen hijo, y yo soy tu sirviente mi señor, lo que tengo que hacer es enseñarle para que no quede en ridículo.

— No...

— Además, a pesar de que quieras vengarte, de que esté lleno de odio— interrumpe Raphael llevando la mano al mentón del menor— pero tu cuerpo mundano tienes necesidades, y los jóvenes de tu edad son mucho más alto.

— ¿Y satisfacerlo contigo? Ja.

— Tengo una muy buena reputación con respecto a ese tema, si estuvieras una noche conmigo Simón, de seguro que pedirías por más— sonríe con superioridad.

Entonces una patada en el pecho de manera sorpresiva lo tira hacia atrás, Simón está respirando agitadamente, su cara está roja y muestra molestias en la manera de respirar, de sus posiciones, y sus manos en puño, como si en cualquier momento quisiera lanzarse a golpearlo.

— ¡¿Con quién piensas que estás hablando?! ¡Deja de ser tan insolente Raphael!

— Eres mío Simón, a pesar de que llevemos un rol de amo y sirviente para la sociedad, yo sigo siendo el demonio con quien hiciste un trato, puedo hablarte y hacer lo que quiera cuando estamos a solas porque se me es permitido por el trato que hemos hecho, porque eres mío. ¿Lo entiendes?

— Si, lo entiendo— murmura Simón— solo se mas sutil al hablar o al hacer algún movimiento sorpresivo, sabes mi situación con ello, con el contacto físico... 

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