(27)
- RAPHAEL -
Ha pasado aproximadamente una hora desde que han estado hablando en la sala sobre los asuntos del ataque de Camille, todo para convencer a Merliot unir a los Seelie salvajes, quienes siempre se dedican a estar fuera de todo y por sus cuentas. Pero ha llegado el fin de todo porque Simón necesita dormir un poco, y Raphael no puede permitir verlo cansado cuando tiene una estructura de sueño que cumplir, así que cuando todos comienzan a levantarse le indica que la habitación al lado de la habitación de Magnus como apta para quedarse, así se puedan ir juntos mientras él acompaña a Simón a su habitación.
Mientras suben la escalera ve que el joven no está diciendo nada, pero va refregando sus ojos ya adormilado, lo cual Raphael apoya una de su mano en la espalda de Simón para equilibrarlo y ayudarlo a caminar más rápido, cuando llegan a la parte de arriba de la escalera ve como Fran va saliendo de la habitación de Ragnor limpiando sus labios, ni siquiera quiere pensar que ha sucedido pero lleva una sonrisa traviesa de las Seelie salvajes, solo sigue caminando con Simón para entrar a la habitación y cerrando la puerta detrás de él.
— ¿Qué hacía esa Seelie en la habitación de Ragnor? — pregunta adormilado Simón.
— La verdad, no es mejor saberlo— susurra Raphael.
Mientras lleva a Simón a sentarse en la cama, le quita el bastón para dejarlo apoyado en el suelo, se dedica a quitar los zapatos y los anillos colocándolos todos en la mesa de noche, comienza a desabrochar la camisa y le quita el pantalón viendo como Simón cabecea a punto de dormirse, le coloca la pijama para enderezarse mientras sigue arrodillado y así poder sacar el parche y dejarlo junto a los anillos, y mientras acomoda a Simón bajo la sábana no puede dejar de mirar su cara, una vez cobijado bien acaricia su cabello para dejar un casto beso en su frente, lo cual hace que Simón abra los ojos de nuevo a pesar de que se ve semidormido, la marca en su ojo junto a su mano están volviendo a mostrar ese color púrpura brillante, que el joven no nota porque está más cerca del sueño que otra cosa.
— Raphael—susurra Simón— moriré en quince días sin haberme enamorado como un joven duque, ni haber tenido relaciones íntimas, ni le he dicho te amo a alguien ¿Puedes reírte de mí? Mi prometida consiguió todo antes que yo.
— ¿Por qué te preocupas de eso tan mundano ahora?— pregunta Raphael.
Escucha cómo comienza a reír, lo cual Raphael siente más un dolor posicionándose en su pecho, sabe que Simón es un mundano y que aunque quiera fingir que no siente nada y que su motivación para moverse es la venganza, tiene emociones que le hacen vulnerable de todas formas por situaciones básicas que tiene cada mundano, y le entiende, claro que le entiende a pesar de que es medio dificil hacerlo a tal nivel como lo sienten ellos.
— Tú no lo entiendes...
— Si lo hago Simón, si me lo pides cumpliré tus últimos deseos— dice Raphael.
— Eres loco— dice Simón riendo— muy loco.
Entonces escucha como la respiración del menor comienza a ser más pausada y suave, al mirarlo ve que ya se durmió, acaricia por última vez su cabello alejando los mechones que tapan su cara, apaga la luces, y se sienta en una silla que está al lado de la cama para vigilar su seguridad mientras este duerme, entonces agarra el libro dentro de la mesa de noche que dejó hace unos días anteriores comenzando a leer en medio de la oscuridad, un hábito que tiene desde hace tiempo pero que dejará de hacerlo en quince días, mientras piensa eso aprieta sus labios con fuerza porque no es un tema que quiere tocar en estos momentos.
Entonces un flash aparece frente a sus ojos cuando se está por concentrar en la lectura, es la imagen de ese abrazo afectivo que vio al entrar a la sala cuando iba a servir a los invitados, Isabelle y Simón estaban abrazados, un abrazo íntimo, y no pudo dejar de estar tenso en ningún momento mientras servía, a pesar de que cada uno se había separado y había vuelto a su lugar; estaba más que molesto, podía hasta sentir toda su ira recorrer su cuerpo, y mientras se trataba de mantener la calma pensaba en cómo llevarse a Simón de manera más rápida de ahí, pero solo se tuvo que quedar con el sentimiento de molestia viendo como intercambiaban palabras de vez en cuando.
Cerrando el libro y dejándolo en la mesa de noche suspira mientras contempla al menor durmiendo, sabe que no podrá leer por hoy porque algo le está molestando y está interrumpiendo su concentración, es que no sabe porque esa repentina aparición de sentimientos nuevos por ese joven al saber que todo terminará tan pronto, esa necesidad de obtener más que un alma con tanta energía pura y malvada, es muy distinto a todo lo que ha aprendido en el submundo o en su corta vida mundana que pasó hace tantos años.
Muchas veces pudo escuchar de otras personas del submundo que habían salido por un pacto, personas que su persona se morían de inmediato y significaba que todo había fracasado, o personas que se habían tenido que encargar de matar a sus clientes porque se arrepentían de morir o dar lo que habían ofrecido, y otros, no en muchos casos, que terminaron teniendo relaciones sexuales con su persona, es que no es tan importante para el submundo porque no es algo extraño el sexo, pero sigue siendo nuevo para Raphael en todo sentido, en pensar a Simón como alguien que quiere llevarse a la cama antes de que finalice todo, o más que eso, realmente está confundido que es lo que quiere con ese chico, porque su objetivo por tantos años de convivir era cumplir para obtener su alma.
— Raphael.
Mira como Simón está hablando entremedio sueños, está pronunciando su nombre, lo cual Raphael se arrima un poco más cerca de la cama, y con su dedo índice comienza a tocar su cara, primero su mentón para pasarlo por los labios e ir a sus pómulos, casi tan suave que pareciera que no lo está haciendo, y se da cuenta cada vez más que Simón podría haber sido un Nephilim mundano con mucho potencial en la sociedad si no fuera por el destino que le tocó al tener el apellido Lewis y ser un perro guardián del submundo.
— Cumpliré nuestros últimos deseos, a pesar de que me cueste realizarlo—promete en un susurro.
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