(11)
- RAPHAEL -
Raphael tiene sentado en sus piernas a un tenso y alto Simón, dándose cuenta que por primera vez está sentado en ese sillón del escritorio que ha estado usando ese joven y nunca le permitió sentarse o tocar, ahora por aquel juego en el cual Simón no quiere detenerse y dar marcha atrás solo porque tiene su orgullo, porque se trata de un cambio para obtener información. Tiene el privilegio de estar sentado y tener ese adolescente cuerpo, su cuerpo, sentado en sus piernas, mientras pasa sus manos por la espalda a través de esa tela de ropa sintiendo el cuerpo del joven reaccionar, y está lo bastante curioso ver su rostro en ese momento.
— Entonces ¿Si hay demonios más poderosos que ustedes o no mundanos?
— Si, nosotros somos podría decirse "subterráneos", porque tenemos una parte mundano pero en nuestra transformación se volvió tan leve que puede darse como una parte perdida— dice Raphael— los demonios puros, la mayoría han caído por ambición, se han vuelto oscuros, son demonios puros oscuros, son dificil de encontrarlos, pero asesinan todo lo que ven si quieren.
Siente como Simón se mueve un poco, pero de inmediato lo ve quedarse quieto dejando escapar un quejido lo cual Raphael coloca su mano en el abdomen del menor para que no se salga ni se mueva, su cuerpo de todas formas no reacciona por un toque tan minúsculo como ese, pero tratando de ese chiquillo al que desea no puede estar tan seguro.
— ¿Los Nephilim saben de esto? Mi familia protegía al submundo ¿Pero de quien realmente?
— En la antigüedad los primeros Nephilim capturaron y encerraron a todos aquellos que eran diferentes, los subterráneos y demonios encerrados en lugares diferentes, pero prohibidos salir al mundo porque ambos estaban categorizados de la misma manera "demonios" — sigue Raphael— ustedes son perros guardianes del submundo, pero de los demonios y de los mundanos que logran usar como carnada, y barreras, arman guerras mientras ellos consiguen lo que quieren sin hacer mucho.
— Pero ambos matan...
— Solo que los subterráneos no necesitamos nada, solo lo hacemos para obtener algo a cambio ¿Por qué hacer un trabajo por nada? Tenemos que ser invocados, nos dan esperanza de libertad y de paso debemos servir, merecemos algo de ganancias.
Raphael comienza a subir una mano hasta el cuello del Simón, aferrando dos dedos a cada lado de ello, el dedo pulgar como el dedo de medio realizando un collar, comienza a mover la cabeza hacia él como si tuviera el control de sus acciones, ver ese perfil mirando los labios entreabiertos y la respiración agitada saliendo de ello, se siente alucinado sin poder dejar de verlo, comienza a mover el dedo índice hacia la boca del joven pasándolo de un lado a otro, mientras Raphael aprieta los dientes para no hacer más, su cuerpo llenándose de deseo a realizar.
— Entonces no consumes alma ¿Qué eres y qué quieres? ¿Y qué haces con las almas? — balbucea Simón.
— Soy un vampiro, no hace falta explicar qué es lo que quiero— susurra Raphael al oído del menor— y también devoro almas, consumirlas es la gloria, no nos hace falta pero si lo obtenemos pues está bien para nosotros, un postre exótico que consumimos de vez en cuando. Y tu alma es de las mejores que he encontrado.
— Entonces has bien tu trabajo y aprovecha bien de ella cuando te lo de.
Algo hizo que el demonio se sintiera extrañado, todo estaba yendo tan rápido en su manera de hablar, como si todo estuviera por acabar rápidamente y el joven adolescente frente a su vista fuera a desaparecer en cualquier momento, pero ellos llevan conociéndose hace tiempo, de alguna manera u otra hay un vínculo de cercanía que le hace sentir medio incomodo en pensar que su figura corporal desaparecerá tarde o temprano, y que solo quedara aquella forma de humo o algo parecido que consumirá, lo único existente de que en algún momento un joven existió y que con su odio, y deseo de venganza, logró crear ese bocadillo apetitoso para un demonio como él. Pero ya no le encuentra el mismo sentido que antes, claro que desea devorarlo, claro que siente que es suyo, pero ya no es tan fuerte como antes.
— ¿No tienes miedo de la muerte?
— Cumplo con mis tratos Raphael, si yo acepto voy a tener mentalizado eso mismo ¿Por qué tener miedo? No huiré de algo que di mi palabra. Por lo menos sé que mi muerte esta vez estará en las manos de un demonio que aprecio.
Un dolor dulzón entra por sus fosas nasales, entrando hasta en lo más profundo.
— Eso es halagador, joven amo— dice Raphael pasando la lengua por el oído del menor— me hace sentir deseado.
— ¿Deseado? Pff... solo te estoy dando una cumplido.
— ¿Entonces no me deseas?
Raphael besa la parte detrás de la estructura del oído del menor viendo como se encorva un poco y sus manos van arriba del escritorio y aprieta en puño, el demonio está sorprendido que últimamente no puede dejar de tocarlo tanto de esa manera, cuando antes había una distancia prudente, pero no quiere ponerse a pensar que ha sucedido, solo sigue besando esa parte mientras una de su mano sigue en el cuello y la otra mano acaricia sus muslos a través de la tela del pantalón, dejando que Simón deje escapar quejidos, lo cual son como música para el oído que hace que el ambiente entre ambos tome otra temperatura, junto a aquel aroma tan dulce.
— ¿Crees que lo que estoy haciendo está mal?
— Si...— deja escapar otro quejido Simón.
— Pero eres un joven adolescente y yo no tengo una apariencia tan mala ¿Por qué está mal desear?
— No... Pero si, — Balbucea Simón— pero nosotros... tu eres un demonio, estás jugando y yo...
Pero Raphael no quiso dejarlo que terminara, movió la cabeza del menor para donde está su cara y así besarlo, llevando su otra mano a la entrepierna del menor. Siente todo su pecho calentar, no sabe que está sucediendo, nunca había sentido tantos deseos de manera tan intensa de querer tocar cada parte del cuerpo de ese joven, usurpar hasta lo más mínimo de él, siente como Simón jadea entre medio del beso, pero algo lo alarma así que se separa, deja de tocarlo y mira hacia todos lados, el incienso que es consciente que ha colocado en diferentes parte de la mansión por ser regalo de los Lightwood es el causante de todo, el olor dulzón se ha vuelto tan sofocante que ha comenzado a repugnar.
— Esos inciensos están haciéndome sobrepasar contigo, está haciendo que mis deseos no puedan mantenerse en su lugar — dice Raphael tosiendo mientras se levanta y deja a Simón en la silla— los quitaré en este momento, lo siento.
— Maldita sea Raphael ¡Quita todo ya y no regreses hasta que termines con todos tus trabajos!
Agarrando aquel objeto sale de la habitación mientras lo hace desaparecer, su mente está dando vuelta de tantas cosas que están pensando, con la presencia de Isabelle todos sus deseos fueron más fuerte, sus impulsos no pudieron ser controladas, de seguro que el incienso causaba efecto una vez que los sentimientos se los permitía, ahora se está dando cuenta que por algo se debía también toda la presencia de Isabelle, para llevar a cabo todo lo malo, hacer que el único cercano a Simón tratara de aprovecharse para que este se sintiera solo y así atacarlo, acusar a Maia de ataque para poner ojos prejuiciosos en el asunto y en los Lewis, y comenzar la enemistad, y Raphael si no se daba cuenta antes podría haberle hecho algo malo a Simón, de lo que podría arrepentirse.
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