(1)
-SIMÓN-
Simón mira por la ventana de la oficina, como todos los días está a solas con Raphael en aquel lugar que se encarga de esta en silencio cuando no tiene nada que hacer, solo observando esperando por recibir órdenes, aunque el joven se aburre de verlo todos los días y decirle que preparé té o haga otras actividades, nunca desaparece; en ese momento solo está esperando de pie cerca de una pared mientras él se dedica a leer las cartas llegada. Desde hace tres años que ha vuelto, y las cartas no dejan de llegar a la casa Lewis, personas que se han dedicado a mostrar sus hipocresías de lamentos, gente falsas que quieren visitarlo porque no se ha presentado a la sociedad después de tantos años desaparecido, arrebatando lo que muchos robaron de su familia y ahora tomo de vuelta sin reclamos.
Pero Raphael es quien se encarga de todo, de haber puesto de pies la mansión Lewis, que las responsabilidades de la familia hayan vuelto completamente y de manera rápida, que las compañías fundadas estuvieran creciendo tanto como otras empresas, y por esas razones todas las personas están luchando para asociarse.
Simón sabe que solo tiene diecisiete años por cumplir dieciocho después de haber tenido un viaje de aprendizaje mutuo por cinco años junto a Raphael, pero con eso todos los integrantes de la sociedad de Nephilim creen que pueden sobrepasar por ser un joven recién llegado, pero Simón está ansioso para demostrar que todos están equivocados, porque ha aprendido lo bastante para saber en quien confiar y quien no, identificar con facilidad lo podrido de las personas que le rodea, de cómo acabarlos con lentitud mientras disfruta verlos sufrir. Se queja tirando la quinta carta, no hay más que contenidos ridículos que ni quiere terminar de leer, lo que hará es que Raphael responda por él, y recalque que por ser un recién llegado no quita que sea un conde y que todo lo que quito es justificable porque es suyo, de su familia.
Ve como Raphael se marcha por un momento para volver con una bandeja con un juego de té, lo deja en la orilla del escritorio mientras con delicadeza comienza a prepararlo, mientras el joven de los dos cruza sus piernas esperando que termine observándolo. Desde que se conocieron ese demonio cambió tanto físicamente, ahora lleva un traje negro con un chalequillo y no aquel traje raro de color vino cuando se conocieron, lleva guantes en sus manos para tapar su marca, y su pelo está bien recortado cuando antes era largo y desordenado en rizos demoniacos, sus ojos son de un tinte casi amarillo y una sonrisa diminuta esta posicionado en sus labios, como si siempre estuviera pensando en algo divertido.
Pero Simón ya se ha olvidado de que es sonreír, ya no sabe cómo se siente llenarse de alegría, es cuando era un niño y jugaba en el patio jamás le faltaba una, le gustaba mostrar su sonrisa, se sentía alegre, todo era feliz, a todos le gustaban verle sonreír, Isabelle era feliz cuando se veían, pero después de los incidentes todo cambio, no ha vuelto a sonreír, no ha vuelto a sentir alegría, se siente vacío, no en forma literal o este demonio no estaría aquí con él, cumpliendo órdenes y esperando para devorar su alma.
— Simón, hoy estás muy distraído ¿Está preocupado por algo?
Vuelve en sí, mientras toma la taza que el demonio le está tendiendo y ve como deja un pastel que ha sido cortado de forma triangular frente suyo, mientras vuelve a acomodar todo y da pasos hacia atrás para darle privacidad, mira el reloj de su muñeca como hace con habitualidad, a pesar de que lleva uno de bolsillo en la parte derecha de su uniforme, el mismo que Simón le ha ordenado usar ya que donde viven no existe energía para aparatos tan modernos, aunque él se maneja con energía demoníaca. Se lleva la taza a sus labios, tiene un olor exquisito, le da un trago sintiendo como el agua caliente va quemando las paredes de su garganta, lo siente exquisito ¿Quién iba a pensar que un demonio aprendiera tan rápido después de haber sido un desastre? Esos fueron malos tiempos para los recuerdos de Simón.
— ¿Qué hay para el día de hoy, Raphael?
Puede ver en el demonio una mirada inexpresiva para después sacar una pequeña libreta del bolsillo interno, dejándolo con rapidez, aunque eso molesta a Simón, a pesar de que ese hombre sea un demonio y quiera hacer su tarea de sirviente a la perfección, su lentitud lo retrasa, no lo hace perfecto, solo es un simple demonio. Cansado de estar esperando hace una mueca de molestia, quiere gritarle inútil, pero cuando Raphael se enoja a veces se vuelve intimidante.
— ¿Y?
— Hoy los compromisos se han cancelado, la señorita Isabelle Lightwood viene de visita.
Otra vez más, en el años de su aparición esa joven, antigua amiga y prometida, ha venido a la casa Lewis dos veces por mes para reunirse, pero Simón no se siente agradable de verla porque está lo bastante ocupado en otras cosas para jugar a ser normales, ni entiende porque sigue siendo su prometido si sabe conscientemente que no estará por mucho tiempo vivo, no puede hacer una vida normal como su padre, y ha tratado de explicarle a aquella joven que debe buscar otra relación, sin tener éxito, porque parece estar bastante enamorada o eso le ha observado en cada encuentro, pero Isabelle Lightwood ni siquiera sabe la otra mitad del mundo macabro que tuvo que enfrentar. Suspirando Simón le hace una seña a Raphael con la mano de que puede irse, y este sin decir nada, hace una reverencia y se va, puede seguir molestando por otro lado.
Cuando llega el atardecer, Simón resignado toma su bastón y camina hacia sala abajo para buscar a aquel demonio, bajando por las escaleras a pasos cortos, con lentitud por su pierna herida, observa como el personal está parado en la sala baja, junto a Raphael y Ragnor, quien es un sirviente antiguo de la familia y que fue salvado por el mismísimo demonio, las otras personas con vestimenta del personal. Tres personas que fueron seleccionadas minuciosamente por el demonio para trabajar, una joven de cabello anaranjado con facciones infantiles, a su lado un rubio con una cicatriz atravesando su cara y un uniforme de cocinero que tiene una mirada distante, también hay una chica de piel morena, de rulos afroamericano cortos, muy cortos, con el uniforme de jardinería, Raphael se ha encargado de todo, pero le ha faltado detalles que Simón está notando mientras baja y queda dos pasos de ellos, Ragnor parece muy distraído, una taza de té lleva en sus manos mientras sonríe.
— Este es el conde Simón Lewis, su señor amo desde este momento, hagan el favor de presentarse como corresponde— dice Raphael.
Cada uno comienza a presentarse, cuentan su historia antes de venir a la mansión, son simples sirvientes bajo las manos de Simón que harán tareas en la mansión mientras ayudan en cierto sentido a Raphael a cuidarlo de las personas que quieren matarlo, de sacarlo de su mansión. Sonríe al saber que desde este momento ellos son sus nuevas piezas de juego, harán todo lo que se le ordene, aprenderán como lo ha hecho Raphael para servir fielmente. Se van a sus lugares de inmediato, ordenando que se queden en la cocina hasta que se les vaya a hablar, la mansión ha sido tan silenciosa por años, es hora de que abra sus puertas y deje ver lo que hay dentro, la nueva cabeza de la familia Lewis, sus peores pesadillas.
— ¡Simón!
Isabelle Lightwood ha llegado más temprano de lo acordado.
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