Capítulo 8: Algo nuevo
Sinceramente prefería estar en la escuela, que, en un lugar no legal, como las carreras a la mitad de la noche, al menos aquí podría divertirme, mucho mejor de lo que algún día imaginé.
—Hola, guapo, ¿Cómo estás? —preguntó Dahyun abrazándome por la espalda.
Hice que se volteara para verme, y cuando lo hizo, tomé sus mejillas, las apreté un poco y sonreí divertido.
—Yo estoy bien, ¿y tú, preciosa?, ¿Cómo estás?
—Estoy bien, siempre pensando en ti —sonrió.
La miré fijamente, tenía un poco de maquillaje, un poco más de lo usual, eso me extrañó un poco, ya que ella no era de las chicas que se ponían maquillaje, a lo mucho labial y un poco rubor.
Después que la miré fijamente, estaba vestida de forma diferente, ya no usaba la falda o el short que tanto se le identificaba, y mucho menos los vestidos y blusas sencillas. Estaba vestida con una blusa blanca y un jean.
—¿Por qué estás vestida así? —pregunté curioso.
—Lo que sucede es que el profesor de teatro nos dije que, como calificación, tendremos que recrear escenas icónicas de películas, en este caso es la película “Ghost”.
—Ya recuerdo, esa película tiene como 30 años, es un film de culto, muy buena película.
Terminó de contarme todo lo que haría en su club, y después nos fuimos a la clase de literatura, que esperara que estuviera más calmada que la vez anterior.
Por fortuna todo fue tranquilo, solo hacer unas lecturas, escribir unas líneas y analizar unos párrafos, nada del otro. Pero a la hora de terminada la clase, la profesora nos detuvo.
—Deyanira y Andrew, esperen, necesito hablar con ustedes, los demás ya pueden retirarse —dijo la profesora.
Miré a Dahyun confundido y ella me respondió de la misma manera. No entendía porque la profesora quería que nosotros estuviéramos con ella después que todos se hayan ido, debía de ser algo importante.
Todos salieron, guardé mis cosas en mi mochila y después me acerqué al escritorio, al igual que Deyanira.
—Chicos, sé que lo que pasó entre ustedes fue un desacuerdo de opiniones, lo pensé bien y sí se hará el debate. Tendrán una semana para prepararlo, después expondrán sus argumentos y veremos qué lado gana, ¿les parece?
Inmediatamente Deyanira asintió, ya que no perdería la oportunidad de ganarme en un debate, se notaba con ansias que quería destrozarme de alguna manera, y esa fue la misma inspiración que me llegó para aceptar el compromiso. Quería que ella misma se callara sus palabras y que por fin, de una vez por todas, dejara de fastidiar.
Salí del salón, ya era hora de ir a la cafetería por el almuerzo, y por suerte estaba Dahyun esperándome.
—Andrew, tengo que hacer algo primero, te alcanzo en la cafetería después —dijo para después despedirse con un beso en la mejilla.
Eso fue bastante extraño, pero no dije nada, así que solo asentí y continué mi caminar rumbo a la cafetería. Por suerte Oliver ya estaba allí, por lo que no estaría solo.
Platicamos un rato, de cosas sin mayor relevancia. Aunque miraba de vez en cuando a Daphne, quien no dejaba de comerse a besos a su novio, o conquista, o ni idea de cómo le llamaba. Debía de averiguar cuál era la relación entre Dahyun y Daphne. Hay algo relevante ahí, y eso me ayudaría con todo, así acabaría de una vez con este tema.
—Hola, Andrew, … —dijo Dahyun a mi lado.
No había notado su llegada, pero cuando lo hizo, fue bastante diferente a de las otras veces. Ella estaba acompañada de otra chica.
—… ella es Chaeyoung, mi mejor amiga.
De acuerdo, eso había sido más que raro, ¿Cómo era posible que no supiera de alguien tan importante como ella? La chica era de la misma estatura que Dahyun, igual de tonalidad de piel, solo que tenía un cabello negro, que llegaba apenas a los hombros. Ambas tenían los mismos rasgos asiáticos. Apostaría lo que fuera de que ambas son coreanas.
—Un gusto, yo soy Andrew y el chico aquí a mi lado es Oliver —dije amablemente.
—Lamento no poder hablarles de ella antes, tuvimos un pequeño percance, pero ya todo está arreglado.
Hablamos un poco más sobre nosotros y presentándonos más profundamente ante la chica nueva. Ahora la pandilla estaba creciendo más y más, eso era genial, conocía a más personas y no me preocupaba, todo estaría bien.
Terminamos de comer, salimos de la cafetería y todos regresamos a nuestras clases, como debía de ser.
Las horas pasaron, las clases concluyeron y ya era hora de salir del colegio, de regreso a casa. Esperaba poder hablar un poco con Dahyun, pero entendía que ella estuviera con su amiga recuperando el tiempo perdido.
—Dahyun, ¿estarás bien? —pregunté curioso.
—Tranquilo, Andrew, estaré bien, nuestros padres trabajan en la misma empresa, así que la conozco desde que éramos niñas, pasaré el tiempo con ella, así regresamos a lo que era antes.
Asentí a eso. Me alegraba ver su sonrisa, algo que no cambiaría por nada. Ella se despidió de mí con un beso en la mejilla y se fue con Chaeyoung, quien, por cierto, tenía la voz un poco más delicada.
Regresé a casa junto con Gideon, quien estuvo todo el tiempo con sus amigos en el autobús. Yo solo me puse los auriculares y escuché música todo el camino de regreso.
Llegando a casa noté que mi tía estaba dentro, algo que no era usual, ya que casi siempre llegaba en la noche, me preguntaba cuál era la razón.
Después de la hora de comida, regresé a la sala, tenía tiempo para leer un libro de medicina, por lo que empecé, pero no fue tan calmo como creí.
—Andrew, ¿vas a hacer algo esta noche? —preguntó mi tía.
—No, tengo la noche libre, ¿por qué? —respondí curioso.
—Porque esta noche tengo una cena de negocios, pero a una de mis accionistas, su niñera le canceló de último momento, así que me preguntaba si podrías encargarte de ello.
—¿Por qué yo?
—Porque te pagará, así ganas dinero.
—Tía, el dinero a mí no me falta, y eso lo sabes bien.
—Lo sé, pero aprenderás a ganarte el dinero y no solo heredarlo.
Curvé el labio, pensé por unos segundos y después acepté. ¿Qué era lo peor que podía pasar?, solo era cuidar de un pequeño por un par de horas, además no tenía nada que hacer en la noche, así que podría aprovechar el tiempo.
Las horas pasaron hasta que llegó la hora de convertirme en una niñera. Me fui con mi tía a la casa asignada. Era una casa un poco grande, hecha de madera totalmente, embarnecida en sus interiores, al parecer un hogar delicado.
Entramos a la casa después de que la mujer nos había abierto la puerta. Era justo como había descrito, con madera de un tono naranja o rojizo, muebles del mismo material y una chimenea de ladrillos rojos.
Di un panorama visual y, juro por mi vida, que la noche iba a ser muy larga. Daphne estaba parada, recargada en una columna viendo su celular, me quedé boquiabierto con aquella imagen. Ella notó las visitas y cuando me vio sus ojos rodaron, tanto ella como yo no nos sentíamos cómodos del todo.
—Creí que yo cuidaría a su hijo esta noche —dije confundido a la mujer.
En ese momento se dio cuenta del malentendido que había ocasionado, llevó su mano a su rostro en tono de frustración y respiró profundamente.
—Lo siento —empezó a disculparse—, ya había contratado a Daphne y se me olvidó decirle a Sarah que ya tenía niñera, en serio lo lamento.
—Tranquilo, Andrew, no será una noche tan mala —dijo Daphne.
—¿Se conocen? —preguntó la mujer.
—Desafortunadamente sí —dije en voz baja.
—¿Qué?
—Sí, señora, nos conocemos, compartimos unas clases —respondió Daphne.
Intenté calmar mis nervios lo máximo que pude, realmente no quería estar en este lugar ahora, ¿Por qué Daphne?, de todas las personas posibles, ¿Por qué ella?
—Eso es bueno, ya se conocen, no son unos extraños —miró su reloj—, ya se está haciendo tarde, les pago el doble, pero por favor quédense.
No quería estar en este lugar con ella, pero tampoco quería no darle la ayuda que necesitaba la señora, así que acepté.
—De acuerdo, regresaré en dos horas, a las 9 tiene que estar en la cama, les llamo en una hora para saber cómo están, cualquier cosa me avisan.
La señora, al igual que su esposo y mi tía se despidieron de nosotros, para después subirse a un auto, dejando con Daphne y el pequeño Albert, de 9 años, cabello oscuro y con pecas, parecía demasiado tierno.
Justo ahora estaba en la sala, jugando videojuegos, en unos 15 minutos tendría que ir a cenar y después iría a la cama, parecía un trabajo sencillo.
—¿No querías que estuviera aquí? —preguntó curiosa.
—No es eso, es solo que tu compañía no es la más tranquila que digamos.
Después de eso, pasé lo más que pude ignorándola o fingiendo que no existía, eso sería lo mejor, ella por su lado y yo por el mío.
Todo estuvo bien hasta la hora de cena, en donde no sabía que el niño era remilgoso, y tampoco debía de comer azúcar, ya que eso ocasionaría que no pudiera dormir.
El niño, por estar jugando con sus galletas, tiró la leche caliente que estaba en la mesa, y que justamente en la silla en donde Daphne se iba a sentar, ella no se dio cuenta y cuando lo hizo ya era demasiado tarde. Su pantalón se mojó a la hora de sentarse y no pude aguantar las ganas de reírme.
—Mira, se hizo pipí —dijo el niño riendo.
Yo exploté de risa y solo me cubría la cara con una mano para evitar que se escuchara una carcajada. Daphne estaba furiosa y avergonzada, así que se fue a paso veloz al baño, y yo me quedé con el niño en el comedor.
La verdad, y no era por tener empatía con ella, creo que estuvo feo aquello que sucedió, por lo que la seguí hasta el baño y toqué la puerta.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Sí, solo largo —respondió.
—¿Puedo hacer algo por ti?
—Ammm… —hubo un momento de silencio—, solo trae mi maleta.
¿Maleta?, ¿quién trae una maleta para cuidar un niño?, no dije nada y solo fui por ella, que estaba en la sala; la tomé y regresé a donde estaba ella.
—¿Por qué alguien traería una maleta para cuidar un niño?
—Porque soy niñera y sé que puede haber accidentes. Ahora dámela —respondió del otro lado.
Simplemente abrí la puerta, sin ver más allá de ella, tomó la maleta y se encerró con ella. Regresé con el niño, quien seguía comiendo su galleta.
—¿Te pareció divertido lo que pasó? —pregunté al niño.
El pequeño solo asintió con la cabeza mientras tomaba el ultimo sorbo de su vaso con leche. Me acerqué a él y me incliné.
—¿Te cuento un secreto?
—Sí —respondió con emoción.
—También me divertí —sonreí.
Ambos reímos un poco hasta que Daphne regresó del baño, estábamos tenía un jean diferente, al parecer traía un cambio de ropa.
Todo estuvo normal y tranquilo hasta que llegó la hora del que el pequeño se fuera a acostar. Como es normal en un niño, estaba brincando, saltando y corriendo por toda su habitación. Al parecer era un niño muy hiperactivo, y Daphne estaba persiguiéndolo por todo el cuarto para llevarlo a la cama.
—Podrías ayudarme un poco —dijo Daphne molesta.
—No, al parecer tienes todo bajo control —respondí riéndome un poco.
A los pocos segundos sonó el teléfono de casa, fui por el que estaba en el pasillo y contesté; supuse que era la madre.
—¿Está bien Albert?, ¿Está todo bien por allá?
—Sí, claro, todo está bien, solo que el pequeño está muy hiperactivo y no quiere irse a acostar.
—Entiendo. Solo cuéntale un cuento, el libro está en la primera repisa sobre su cama, eso siempre lo pone a dormir.
Pasé hablando con ella sobre lo que había pasado hasta que se terminó la conversación y colgué el teléfono.
—Espera, quítate, al parecer no sabes cuidar niños —dije a Daphne.
Ella se hizo a un lado molesta, realmente eso no me importaba. Llegué hasta el pequeño y me puse en cuclillas para estar a su nivel.
—¿Quieres que te cuente un cuento?
—¡Sí! —respondió emocionado.
Albert subió hasta su cama después de poner el pijama y cuando se recostó, busqué el libro indicado.
No sé si era parte del destino o porque la vida me odia, pero era el mismo libro favorito de Nathaniel: “Panda, Pardo y Polar”. Algo golpeó mi pecho, fue dolor lo que me invadió. Respiré profundo y continué.
—“Había una vez tres osos que vivían juntos en una cabaña. Panda, Pardo y Polar eran sus nombres…”
Mientras le contaba el cuento al pequeño, recordé como era contárselo a mi hermanito. Como era su rostro y como él me lo contaba a mí, ya que se lo sabía de memoria.
Juró que quería llorar. Me imaginé que le estaba contado el cuento a él y se sintió un gran vacío en mí, que cuando terminé, y el pequeño estaba dormido, noté que mis mejillas estaban húmedas.
—¿Estás bien? —preguntó Daphne confundida.
La ignoré por completo, puse una mano en mi rostro para evitar que pudiera verla y fui directamente al baño, necesitaba refrescarme.
Cerré la puerta detrás de mí, para después reposarme en el lavabo y ver mi rostro en el espejo. En serio esto no podía estar pasando, necesitaba ser más fuerte, a pesar que me dolía mucho por dentro. Enjuagué mi rostro, eso ayudaría a mi imagen.
Salí del tocador y encontré a Daphne, quien estaba esperando a lado de la puerta. Era el peor momento posible.
—¿Sucedió algo? —preguntó curiosa.
—¿Desde cuándo te preocupas por mí?
—¿Por qué tus ojos están rojos?
—Porque me entró jabón en ellos —dije molesto.
—Idiota —respondió divertida.
Rodeé mis ojos. No estaba de humor para soportarla, así que mejor llegué hasta la sala, ese lugar podía ser la paz que tanto necesitaba.
Daphne llegó hasta mí y justo cuando me senté en el sofá, ella hizo lo mismo, haciéndolo a mi lado. Me preguntaba por qué.
—Tenemos tiempo para nosotros dos, ¿qué te gustaría hacer? —preguntó con una sonrisa.
—Daphne, no podemos tener sexo aquí, es una casa ajena —respondí con sátira.
—Eres un aguafiestas, ¿lo sabías?
—Lo sé. Además, estamos aquí solo para cuidar a un niño.
—¿Estás seguro? Apuesto lo que sea a que investigaste que haría esta noche solo para pasar un tiempo conmigo —dijo triunfante.
--¿Podrías hablar de algo que no sea solo tú?
—De acuerdo, hablemos de ti. ¿Por qué saliste corriendo después de contarle el cuento a Albert?, ¿qué sentiste?, ¿a quién recordaste?
—No es algo que te incumba, Daphne.
Realmente no quería hablar de eso, y mucho menos con ella, sería la última persona a quien le contaría algo así.
Esperamos a que la madre del pequeño llegara, y todo estuvo mucho mejor. La señora nos pagó el doble de lo que habíamos acordado, lo cual me alegraba bastante.
Salimos de esa casa. Me iría con mi tía y por fin podría dejar atrás a Daphne, que eso sería muy bueno.
—Querida, ¿quieres que te lleve a casa? —preguntó mi tía a la pelirroja.
—No, señora, estoy bien —respondió con una sonrisa.
—¿Estás segura?
—Sí, mi casa está a un par de calles, así que puedo ir caminando.
Ambos asentimos y subimos al auto, no era cuestión de obligarla a hacer algo que no quisiera. Aunque hubo algo que me llamó mucho la atención. Cuando nos alejábamos, pude notar por el retrovisor como paraba a un taxi y se subía en él.
No entiendo, si dijo que su casa estaba a un par de calles, ¿Por qué tomaría un taxi?, ¿Por qué mentiría? Sinceramente desaparecí ese pensamiento de mi mente.
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