Capítulo 34: El amor
Mi realidad había sido mejor que mi sueño. Ahora la tenía a ella a mi lado, eso era lo mejor del mundo. Quedaba una cosa muy importante: planear el día de hoy.
Noté que seguíamos abrazados después de que desperté. Ella aún seguía dormida, por lo que me despegué de ella lentamente hasta que pude liberarme. Por suerte no la había despertado, así que seguí con un plan simple que tenía, que era traerle el desayuno a la cama.
Salí de la habitación y llegué hasta la cocina. No era demasiado temprano, pero tampoco demasiado tarde, así que será perfecto.
Hice algo bastante sencillo, lo coloqué en el lugar adecuado y me llevé la mesita rumbo a mi habitación. Cuando llegué ella aún seguía dormida, eso era tierno. Aunque se veía su cabello desarreglado y no en la mejor vestimenta, se veía demasiado hermosa. Era algo que asombrosamente admiraba.
—Buenos días dormilona —dije mientras tocaba la puerta.
Entré y poco a poco ella se fue despertando. Me vio e inmediatamente se sentó erguida, mientras bostezaba.
—En serio eres increíble, Andrew —dijo sonriente.
—Solo quiero hacerte sentirte mejor.
—Con la noche lo lograste. Perdón si te llegué a incomodar.
—¿Bromas? Me encantó verte así, fue demasiado increíble.
Ambos sonreímos y llegué hasta la cama. Ambos desayunamos allí. Esto era tan íntimo, tan especial y sereno, que no pensaría en cambiarlo.
—¿Qué haremos hoy? —preguntó curiosa.
—Estaba pensando en ir a comprar unas cosas.
Ella asintió y continuamos comiendo. Aquello era bastante genial. Pero por lo pronto, debía de concentrarme en una sola cosa: que hoy fuera un día inolvidable.
Terminamos de comer y continué por buscar mis cosas para poder salir. Era algo bastante necesario, mientras veía a Daphne arreglándose y tratando que lo que había sufrido ayer no se notara tanto.
—En serio que el maquillaje y un poco de crema pueden hacer maravillas —dijo asombrada.
Eso era bastante cierto. Por la forma en como lo había hecho no se mostraba resto de mis curaciones, lo cual era bastante genial.
Salimos de casa, tomamos el auto y conduje hasta el centro de la ciudad. Estacioné el auto y entramos a una tienda de ropa. Era una de bastante renombre, pero noté que las encargadas nos veían de forma extraña, nos observaban y murmuraban, pero no eran capaces de decirnos algo.
A los pocos minutos, yo estaba viendo los precios de unas prendas mientras que Daphne se acercó a una de las encargadas para preguntar algo.
—¿Me podría decir el coste de este vestido? —dijo la pelirroja.
—Lo lamento, no le damos servicio a chicas de tu clase —respondió la encargada.
—¿A qué se refiere con "mi clase"? —preguntó molesta.
—Mi hijo estudia contigo y me ha comentado que eres una chica fácil, zorra y puta. Y este establecimiento no es para personas como tú.
Al escuchar eso me enfurecí, no iba a permitir que nadie la trate de esa manera. Me acerqué rápidamente y me puse firme.
—¿Sucede algo aquí? —pregunté serio.
—¿Y tú quién eres? —dijo la encargada en el mismo tono.
—Su novio, ¿hay algún problema?
Daphne me miró más confundida que nunca. Sí, quizá había exagerado con lo que había dicho, pero eso le daría más dramatismo a la situación.
—De acuerdo, chicos, esto no es un lugar para jugar, es una tienda seria con clientes que son prestigiosos.
—Bien, ¿sabes lo que es esto? —respondí.
—Es una tarjeta negra platinum —dijo mientras veía que la traía en mi mano—, ¿de dónde la robaste, niño?
—¿Cree que la robé? Veamos, revise el titular de la tarjeta, aquí tiene mi identificación.
Ella tomó ambas tarjetas y continuó tecleando algo en su computadora. Ella se veía con una sonrisa incrédula, pero de pronto aquella sonrisa burlona desapareció para pasar por un rostro de preocupación.
—Lo lamento, señor Lestrange, no era mi intención ofenderlos, es solo qué...
—Hagamos un trato. Gastaremos una cantidad obscena de dinero en este lugar, así que necesitaré de dos de sus mejores lamebotas.
La señorita inmediatamente chasqueó los dedos y dos de sus empleadas se acercaron a Daphne mientras le preguntaban hasta la cosa más mínima y adulándola para poder borrar su vergonzosa actuación.
Eso lo saboreé como nunca. No iba a permitir que nadie le hiciera eso, y si estaba en mis manos evitarlo, lo haría a cualquier costo.
Después de un tiempo considerable en la tienda, salimos de ella con una cantidad considerable de bolsas, la mayoría era ropa, y no precisamente barata.
—Te llevaré a almorzar —dije alegre.
Ella al principio se rehusó, pero después de que no me desistí de mi decisión, al final terminó aceptando, solo con la condición que no fuera un restaurante tan exclusivo y costoso.
Llegamos al establecimiento y ordenamos algo sencillo y cómodo para ambos. Noté a Daphne un poco pensativa, por lo que mi curiosidad aumentó más.
—¿En qué piensas? —pregunté un poco preocupado.
—Lamento ocasionarte el problema en la tienda anterior.
—No lo lamentes, tú no tienes la culpa. Creo que será mejor no pensar en eso.
A los pocos segundos llegó nuestros pedidos. Me di cuenta que algo estaba mal, esto no era lo que había ordenado.
—Disculpe —dije al mesero—, esto no fue lo que ordené.
—Lo siento, no hay cambios.
—Mire, yo no ordené esto, quiero mi cambio.
—No se puede cambiar, políticas del restaurante.
No quería enojarme por segunda vez en el día, apreté fuertemente mis puños e intenté liberar tensión. Daphne vio mi notoria incomodidad y puso una expresión que no pude descifrar.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó Daphne curiosa.
—Jesús.
—De acuerdo, esto no fue lo que mi novio ordenó, así que le reitero que retire esto y traiga lo que pidió, sino me veré en la penosa necesidad de quejarme por su pésimo servicio al cliente, y supongo que eso le traería problemas con su gerente, ¿cierto? Así que será la última vez que se lo pido amablemente.
—Yo...
—Será mejor que haga lo que pide, no le gustará verla enojada, créame —finalicé.
El mesero acató la orden a regañadientes y retiró el plato que estaba en la mesa. Después de eso ella sonrió triunfante.
—Creo que no eres la única persona que salva a la otra en apuros —comenté divertido.
—Era mi momento de ayudarte —guiñó el ojo.
Ambos reímos un poco y después comimos, con, al fin, el platillo que había pedido. Debía agradecerle por lo linda que fue, en su forma pasiva-agresiva.
Después de pasar el tiempo recorriendo las calles de la ciudad, llegamos a casa, en donde solo nos esperaba recorrer la tarde juntos.
Ahora estábamos sentado en la sala comiendo palomitas y platicando sobre la vida y cosa extras que pudieran surgir.
—¿Por qué no me cuentas algo de tu vida? Quisiera saber más de ti.
—Bueno, creo que es momento que sepas más de mí —dije serena.
—Si te incomoda, no hay problema.
—Descuida, Andrew, quiero hacerlo. Con quien vivía era mi tío, hermano de mi padre y también tengo una hermana.
—No tenía idea, ¿Cómo se llama ella?
—Camila, y mi padre se llama Virgilio.
—Entonces Camila Fisher y Virgilio Fisher. No concuerda mucho el nombre de tu padre con su apellido —fruncí el ceño.
—Es un sobrenombre, no le gusta que lo llamen por su nombre real. No sé nada de mi madre desde hace año, y cuando nos abandonó, él cambió por completo.
Esa historia parecía demasiado triste, así que inmediatamente cambié de tema. No quería que se pusiera triste y mucho menos que llorara.
Después de hablar de cosas varias y random, llegó a mi celular un par de mensajes. Era Dahyun, que me mostraba fotos de lo que era su conferencia en Los Ángeles, y aunque eso era bueno, este no era el momento adecuado, y más cuando ella vio el mensaje que traía consigo.
—No entiendo por qué aún sigues con ella, es evidente que no te valora —dijo molesta.
—Estás... ¿celosa? ¿Por qué?
—Porque... porque estoy enamorada de ti. No sé qué me hiciste que no puedo dejar de pensar en ti y odio recordar que estás con ella...
—Espera, antes de que digas algo más, quiero decirte que también estoy enamorado de ti. Me has demostrado que eres más de esa chica mala, tienes un lado bondadoso y noble, un lado tierno y vulnerable, y amo ver que compartes esa parte tuya conmigo.
—Pero no podemos estar juntos. Si estás conmigo la gente nos juzgará y no puedes defenderme cada que lo necesite.
—No me importa quien eras, me importa quién eres ahora, lucharé contra todo el mundo si es necesario para estar contigo.
—¿En serio? —preguntó con lágrimas en los ojos.
—Por supuesto que sí. Si quieres, para que te sientas más cómoda, nos mudaremos a otra ciudad, lejos de todos, así podremos empezar de cero y hacer la vida como nosotros queremos.
—Es lo más lindo que alguien me ha dicho —finalizó.
En ese momento se me acercó y comenzamos a besarnos. El beso más apasionado y emotivo que había tenido en mi vida.
La cargué mientras ella enrollaba sus piernas en mi cintura, para posteriormente llevarla a la cama y recostarla lentamente. Sabía lo que quería y ella también, consumir de forma gloriosa este momento.
—Auch —dijo cuando presioné un poco su costado.
—Lo siento, no quiero lastimarte.
—Descuida, Andrew, sé que serás cuidadoso. No quiero ese sexo duro salvaje y rudo, quiero solo la parte tierna y amorosa, quiero que me hagas el amor.
Un tsunami de emociones llegó a mí en ese instante, sentía tantas cosas al mismo tiempo que simplemente las bloqueé de mi mente y me concentré en lo importante: estar con ella.
La noche parecía joven para nosotros. La ropa que cubría nuestros cuerpos se esfumó conformé nos tocábamos. Podría decirse que la luna fue nuestro confidente, la clara señal que ambos queríamos estar juntos y que no queríamos que eso cambiara. Le hice el amor como nunca se lo había hecho a nadie, hice lo que siempre quise hacer con la persona que creía que era la indicada, entregarle mi corazón.
Parecía que fuera la primera que amara, como si fuera mi primer amor.
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