Capítulo 32: Perdición o salvación
Ahora un gran día esperado se acercaba. No podía esperar para tener a Nat de vuelta. Tenía que hacer todos los preparativos necesarios, ya que en menos de dos meses por fin estaría aquí. Algo era seguro, tendría que preocuparme aún más.
Justo en este instante me encontraba en el colegio. Empezaba a aburrirme la rutina de esperar a mi novia en el pasillo. Sé que es lindo que cuando vayas a un lugar, la persona que ames esté allí, siempre, sin decepcionarte ni un momento, pero se sentía cansado hacer lo mismo todos los días; y no es porque no me agrade, aclaro, pero es que la monotonía va matando lo especial del momento.
Y hablando de la reina de Roma, Dahyun acaba de entrar y se encontraba en el pasillo. Me di cuenta que llevaba una vestimenta demasiado particular, me recordaba mucho a una película, de hace como 20 años, pero que era un clásico, solo que ahora no me acordaba de su nombre.
—Te ves encantadora —comencé—, ¿Cuál película es?
—Es León: the professional.
—Adoro esa película, y más por que actúa Natalie Portman.
—Lo sé, cariño. Esta será la última vez que interprete una película.
—¿Por qué? Me estaba encantando verte vestida en referencia a largometrajes.
—Ya falta poco para que nos graduemos y necesito enfocarme todo lo que se pueda en la película que estoy haciendo.
Eso me había puesto un poco triste. Me encantaba verla así, pero ya nada podía hacer yo, solo la debía de apoyar en todo lo que pudiera. Era su novio y eso debía de hacer.
Pasó el tiempo de la clase de literatura. Esto ya me estaba empezando a preocupar. Los profesores poco a poco estaban empezando a cerrar calificaciones y hacer lo preparativos para el baile de graduación.
Mientras iba a la cafetería, me encontré a Oliver. Llegó hasta mí y lo noté ligeramente preocupado como emocionado, extraña mezcla.
—Ya sé que quiero hacer cuando termine el colegio. Robarme a Maggie.
—Es una broma, ¿verdad? —pregunté asustado.
—No, es en serio, quiero que viva conmigo, nos amamos y queremos estar juntos.
—¿Y al menos ya lo saben tus padres? ¿O los suyos?
—Pues no...
—¿Y qué vas a hacer si se oponen? Puedes ir a la cárcel.
—Suenas como si no quisieras apoyarme en esto —me miró serio.
—No es eso, solo quiero que hagas las cosas bien.
Eso era cierto, cualquier demanda que le pusieran no solo lo afectaría a él, sino también a su familia y su reputación estaría en riesgo. Él lo sabía, así que no dijo una palabra.
—Hagamos algo, intenta hablarlo con tus padres y con los suyos, y ya si no funciona, yo mismo les compraré una casa en las Bahamas —sentencié.
Es mi amigo y debo de apoyarlo, solo quiero que vaya por el camino del bien. Aunque suene un poco extraño, no me importaba mucho lo que sucedería con Maggie, solo me importaba que no le hiciera daño a Oliver.
La hora de la cafetería transcurrió de manera normal. No había nada digno de contar, fuera que solo hablamos sobre cosas vagas y sin sentido, y me admiraba por el hecho de que no se comentó nada sobre la noche de graduación, pero he de admitir que miraba a Maggie con otros ojos, solo que no sabía con cuales.
El momento del club de ciencias había llegado, ella estaba sentada a mi lado. Ya extrañaba este tipo de lecciones, suponía que me ayudaría con mi futuro, y con Daphne a mi lado todo se sentía extraño, y no de la forma en la que podría tener una incomodidad, sino de la forma que sentía una tranquilidad con ella que no sentía antes.
Después de mezclar unos compuestos y una lección rápida de química orgánica, entregamos nuestro proyecto, que consistía en las funciones del carbono como componente fundamental de la vida, nos quedó un tiempo libre.
—Oye —comenzó la pelirroja viendo su celular—, ¿te acuerdas que cuidamos a un niño llamado Albert? Pues su madre nos quiere en su casa hoy a las 8 PM.
—Espera, ¿aceptaste por ambos?
—Sí, nos pagará la mitad por adelantado.
—De acuerdo —di un bufido—, estaré allí a la hora.
Realmente me molestaba un poco que haya tomado la decisión por los dos sin consultarme, pero no podía decir que no, sería de mal gusto, además ya extrañaba ver al pequeño, de seguro habrá crecido mucho en este tiempo.
Todas las clases habían terminado, ahora estaba en casa preparando las cosas para ir a casa del pequeño. ¿Quién diría que volvería a ser niñero junto con Daphne? En mi habitación me encontraba terminando la última tarea de literatura. Mi celular sonó y noté a Dahyun en el teléfono.
—Hola, corazón, ¿Cómo estás? —pregunté alegre.
—Bien, cariño, te hablé porque te extrañaba.
—¿Estás segura? —dije intrigado.
—La verdad es que quiero invitarte a cenar a casa.
Eso sonaba bastante bien, una cena allá sería toda una delicia en ese instante, pero primero debía de revisar el reloj, cuando lo hice me di cuenta que ya era tarde, escupí el jugo que estaba bebiendo por la impresión y busqué mi chaqueta rápidamente.
—Lo siento, corazón, hoy no puedo acompañarte, tengo un compromiso al cual debo de asistir —dije disculpándome.
—¿Vas a ver a tu amante? —preguntó seria.
—Dahyun, no tengo tiempo para pelear contigo y aguantar tus celos irracionales, si no quieres creerme, está bien, me tengo que ir.
En ese momento le colgué, la verdad no estaba como para aguantar eso de ella. Juro que la ama, pero a veces me desespera, y como ahora se me hacía tarde, tenía que salir de mi inmediato.
Tomé todo lo necesario y salí de casa, tomé el auto de mi tía y conduje hasta el sitio asignado. Me encantaba este auto, tenía todas las comodidades que necesitaría, pero claro, no puedo depender de ella para siempre, así que necesito comprarme uno lo más rápido posible, quizá un Alfa Romero.
Llegué a la casa y toqué el timbre, esperando a que alguien me abriera. No esperé más de unos segundos hasta que la puerta se abrió y justo la madre del chico era la persona.
Ella se estaba arreglando sus aretes en forma de aros dorados, parecía demasiado apurada, como si tuviera que ir a un lugar muy importante y no pudiera atrasarse.
Yo pasé sin decir nada, debido a que ya conocía el protocolo y no quería interrumpir lo que estaba haciendo.
—Regreso en 3 horas, cualquier cosa me llaman, cuídense —dijo la señora cerrando la puerta detrás de ella casi corriendo.
No me dio tiempo a decir nada, solo asentí y redirigí mi atención a la sala, en donde estaba Daphne observando a Albert, quien jugaba videojuegos, mientras que ella estaba recargada en una torre de metal, a pocos metros de él. Lo único que hice fue acercarme a ella.
—Está así desde que llegué, ¿crees que debemos quitárselo? —dijo.
—Solo está jugando Zelda, irá a cenar en unos 15 minutos.
Eso era cierto, tenía que esperar unos minutos, ya que podría ser malo quitarle algo de lo que está extremadamente concentrado.
—Creí que no vendrías —comentó.
—Lamento llegar un poco tarde, no hice bien mi horario.
Eso solo dio una risa ligeramente con un bufido y se alejó de mí. Solo sonreí de lado y la seguí discretamente.
Los minutos se concretaron el chico tuvo que apagar su consola si quería cenar. Era evidente como en este tiempo que no lo había visto, él había cambiado, claramente había crecido, pero su actitud se hizo más rebelde.
—No quiero cereal, quiero hot cakes para cenar —dijo en berrinche.
—De acuerdo —di un bufido—, tendrás lo que quieres. Daphne, acompáñame a la cocina.
Me levanté de mi asiento y me fui del comedor, al igual que la pelirroja. Yo comencé a sacar todo lo necesario de la alacena y el refrigerador.
—¿Sabes hacerlo? —preguntó Daphne curiosa.
—Claro que sí, cuando Nat vivía conmigo se los hacía muy seguido.
Yo preparaba la mezcla mientras ella me daba un poco de apoyo y servía todo lo que le indicaba. Tenía la sensación de que me miraba de forma discreta, pero prefería no interferir en aquello, solo sería una pérdida de tiempo, al menos así lo veía yo.
Cuando terminé de prepararlos, Daphne se los sirvió al pequeño, mientras él se veía en sus ojos una gran alegría y emoción.
—¿Quieres miel o mermelada? —preguntó la pelirroja.
—¡Miel! —contestó emocionado.
Daphne le dio el frasco y él se sirvió como Dios le dio a entender. Estaba platicando con ella en voz baja, algo que realmente el chico no debía de saber.
—¿Los dos son novios? —preguntó el niño curioso.
—Ehhh... no, ¿por qué? —fruncí el ceño.
—Porque los dos se ven muy felices juntos, harían una bonita pareja, deberían ser novios y besarse como en las películas.
—Lo que sucede es que Andrew me debe un helado —comentó Daphne bromista.
La miré de forma extrañada, pero no dije nada, incluso sonreí ligeramente. Aunque no entendía cómo es que un niño puede decir eso, era evidente que la trataba como una... ¿amiga?, puede ser.
El tiempo transcurrió y llegó el momento de que se fuera a dormir, pero como era de esperarse, su habitación estaba tapizado de videojuegos, por lo que ahora estaba jugando al Wii.
—Niño, ya tienes que irte a dormir —dijo la pelirroja.
—Ya no soy un niño, tengo 10 años —contestó.
—De acuerdo, señorito, tiene que ir a la cama a descansar —argumenté.
—No quiero.
Bien, esto sería un poco difícil, debía de encontrar una forma de hacerme caso y a la vez cansarlo tanto para que tuviera que irse a dormir, y la mejor manera sería usando lo que al él más le gusta.
—¿Qué te parece si hacemos una apuesta? Ya que estás en el Wii, lo utilizaremos.
—Sí, ¿de qué trata? —preguntó alegre.
—Si tú ganas, te duermes a la hora que quieras, pero si yo gano, te duermes inmediatamente acabando el juego.
El chico evidentemente aceptó, no desperdiciaría alguna oportunidad de continuar jugando videojuegos. Lo que elegí fue jugar tenis en su Wii, eso sería una buena forma de mantenerlo ocupado, que me haga caso y cansarlo para que le dé sueño. Lo sé, soy muy inteligente y astuto.
Daphne se sentó en la cama mientras nos observaba y le echaba porras al pequeño. Con lo que no contaba era que el niño era demasiado bueno, por lo tanto, se alargó como media hora.
Por suerte, el chico estaba tan cansado debido a la exigencia física que aquello demandaba, que en los últimos instantes prefirió abandonar el juego e irse a dormir, no sin antes pasarme factura a mí también.
El niño se puso su pijama y se metió a la cama, estaba tan cansado que a los pocos segundos cayó en un profundo sueño.
—Descansa, Albert —escuché decir a Daphne mientras abandonábamos la habitación.
Caminé hasta la sala, me senté en unos de los sillones y me recargué para descansar un rato, lo necesitaba.
—¿Quieres una aspirina? —preguntó llegando hasta mí.
—Claro.
En ese momento me entregó una pastilla al igual que un vaso de vidrio con agua. No dudé en tomármela.
—No recordaba que jugar con un niño sería tan demandante —comenté.
—Así son los niños, juegan tanto hasta que se cansan.
Eso era cierto. Esto era como una buena prueba para saber qué tan bueno sería cuidando a Nat, el tema que aún seguía pendiente. El silencio incomodo inundó la sala y no sabía que decir.
—Andrew, nunca te lo dije, pero creo que es momento de hacerlo. Te pido una disculpa por lo que dije sobre tus padres.
Todo se congeló para mí. Había sido un cambio de tema tan brusco que no supe cómo reaccionar, solo esperé.
—No estuvo bien lo que dije, me sentía tan asustada que fue lo más cruel que pude encontrar. Fuiste el único chico que me decía "no". Perdón por ser tan maldita.
—Aunque en ese momento sí quería ahorcarte, en el fondo agradecí por decir lo que yo no podía. No debo de avergonzarme de dónde vengo, ni ocultarlo, ellos dieron lo mejor para mí y tengo que corresponderles. Aunque no entiendo que, de todas las formas en las que me pudiste hacer daño, ¿Por qué justamente esa?
—Estaba asustada, cuando eso pasa es lo único que sé hacer. Como ya viste, las cosas no están bien en casa, y ser una maldita me da el poder de hacerlo como quiero y evitar que me hagan daño.
—¿Hacerte daño? —ladeé la cabeza—, eres la persona más fuerte que conozco.
—Eso es solo una coraza, y aunque me veas una chica fuerte y poderosa, por el interior soy una chica sensible y con inseguridades.
—Daphne, no tienes que sentirte así. Eres linda, guapa, inteligente, buena cuidando niños y eres muy fuerte. Si dejaras a un lado tu lado malo, todos los hombres se morirían por ti, más de lo que hacen ahora.
—¿En serio lo crees? No creo que sea tan fuerte como lo dices.
—¿Bromeas? Eres la única chica que conozco que, a pesar de las dificultades que le sucede en la vida, sabe salir adelante y no mostrar signos de debilidad.
—Es lindo que me veas de esa forma.
Ambos sonreímos y suavemente le acaricié la mejilla. Era como un acto reflejo, podía notar como en sus ojos se dibujaban unas pequeñas lágrimas, y como no quería que eso sucediera, tomé su mano levemente y una descarga de electricidad recorrió mi cuerpo, como si hiciera cortocircuito y no pensara en nada más que fuera ella.
Nos acercamos lentamente, como si lo segundos fueran horas, y al poco tiempo nuestros labios se encontraron. Era una sensación totalmente indescriptible, esos labios fueron un hecho, algo que sucedió delicadamente, como si fuera a degustar cada sensación del momento. Mi corazón latió con rapidez y la felicidad inundó mi cuerpo.
A los pocos segundos nos separamos, viéndonos fijamente, pero sin decir palabra alguna, era momento de disfrutar.
Y antes de que pudiéramos hacer algo más, el auto de la mujer de la casa arribó. Ambos salimos de nuestro trance y nos repusimos para recibirla.
Como ya sabíamos, preguntó todo lo necesario y después de la paga, salimos de su casa en total silencio.
—¿Te llevo a casa? —pregunté.
—Descuida, Andrew, iré caminado, cuídate —comenzó a alejarse.
—Espera —la tomé del brazo—, ¿qué significó ese beso?
—No lo sé —sonrió de lado.
En ese momento ella se fue a la dirección contrario a donde yo me dirigía. Yo entré al auto y dije para mí mismo.
—Daphne, tengo la extraña sensación que serás mí...
No pude completar la oración porque no sabía la respuesta, entre mi perdición y mi salvación.
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