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16.César-sorpresa

-¿quién eres?- preguntó Alberto sin saber quien estaba enfrente de él de forma despectiva

-responde primero esta pregunta. ¿Que recuerdos te trae esta calle?- le preguntó César sin mostrar ninguna emoción en sus palabras

-antes estudiaba por aquí- le respondió Alberto

-muy bien. ¿En donde se conocieron por primera vez tu y tu mujer?- le volvió César a preguntarle a Alberto al mismo tiempo que este primero disfrutaba ver la desesperación de Alberto

-nos conocimos por primera vez en la secundaria. En la misma escuela que está a unas calles de aquí- le dijo Alberto ya bastante ansioso pero tratando de ocultarlo

-debieron de haber vivido una buena época durante la secundaria- le dijo César mientras le dedicaba una sonrisa burlona a Alberto -y estas seguro que, durante la secundaria, no conociste a alguien más

-¿a qué viene todo esto?- le preguntó Alberto y César seguía admirando y burlándose interiormente de Alberto, ya que este trataba de ocultar, inútilmente, la desesperación al pensar que esta cita estaba siendo una pérdida de tiempo y esos pensamientos provocó que César no aguantara el soltar una leve risita

-acaso no lo puedes recordar o estas igual de idiota como tu mujer- le decía César -ya no te acuerdas de un joven que tuvo la desdicha de conocerte y a quien tú, junto con tus amigos, le hicieron mucho daño- le respondió César, y esta vez, sus palabras sonaron con odio al mismo tiempo que plasmaba en su rostro una sonrisa que daba miedo

se hizo entonces un silencio el cual ni César se atrevía a romper ya que empezaba a disfrutar la expresión de duda y escepticismo que empezaba a mostrar Alberto, señal que indicaba que este ya sabia quien era la persona que estaba enfrente de él

-eres muy cobarde para decir quien soy verdad- le cuestiono César rompiendo al fin ese silencio incómodo

-no puedes ser él. Cualquier persona menos tú- exclamó Alberto mostrándose incrédulo

-lamento decirte que soy esa persona. Soy César Muñoz- confesó César sin quitar de su rostro su sonrisa burlona

Alberto seguía mostrándose incrédulo ante el hecho de que la persona que estaba enfrente de él se trataba de César y que por ende había secuestrado a Rosa, pero dudarlo ya no serviria  de nada y debía de aceptar que estaba en frente de César

-¿que es lo que buscas?- le cuestiono Alberto mientras la ira se iba apoderando de él

-esa misma pregunta me hizo tu mujer. Y te diré lo mismo; quiero venganza- le contestó César tranquilamente

-¿y de qué trata tu supuesta venganza?

-te mencionó tu mujer, por casualidad, acerca de una carta

-¿que carta?- le preguntó Alberto muy confundido

-antes de que me fuera de la escuela le deje una carta a tu mujer en donde le decía que volvería para vengarme- le decía César -esa carta se la deje después de que ella me rechazara

-me estas diciendo que solo la secuestraste porque te rechazó hijo de puta- le dijo Alberto bastante furioso -¡estas enfermo!- exclamó Alberto, en cambio, César soltó una leve risita

-no te confundas Alberto. Ese amor ya es para mi mierda que nunca debí de sentir- le respondió César

-entonces porque la secuestraste- le contestó Alberto, aún consumido por la ira, aunque eso no le molestaba a César, quien al contrario, disfrutaba ver aquello

-es increíble que aún no te des cuenta. Si quería atacarlos debía de hacerlo con el eslabón más débil, aquel que los sostenía y que los mantenía cuerdos- le decía César -Rosa los mantenía en paz, especialmente a tí, y al secuestrarla les provocaría un daño fuerte, pero menor, y ese daño lo estoy viendo ahora mismo en ti

-eres un hijo de puta César- le respondió Alberto

-antes de irme tengo algo que decirte- le dijo César y acto seguido, se acercó aún más hacia con Alberto y empezó a susurrarle algo al oído, para después separarse y ver la expresión de Alberto

César vio que la expresión de Alberto fue de sorpresa y de nerviosismo, pero también de ira, así que César decidió darle una ayuda para que expulsara aquella ira que le comía por dentro

-yo planeo muy bien mis movimientos y me pregunto como se pondrá cuando se lo diga- le dijo César y Alberto explotó

-¡maldito! ¡eres un desgraciado hijo de puta!- le respondió Alberto mientras intentaba golpear a César, pero este reaccionó de manera rápida por lo que le agarro su brazo izquierdo y empezó a lastimarlo

-tienes miedo verdad maldita mierda. Sientes ese miedo, ese miedo yo mismo lo sentía cuando tenía que soportarte a ti y a los pendejos de tus amigos- le decía César mientras Alberto intentaba reprimir el dolor que César le provocaba

-¡suéltame desgraciado!- exclamaba Alberto

-también te duele verdad. A mi también me dolían sus humillaciones y sus golpes y así me formaron ustedes- le decía en voz alta César a Alberto y después, César lo soltó y empujo a Alberto, quien, cayó al suelo

y como si se tratase de un impulso, César le dio una patada en el estómago a Alberto y alcanzó a escuchar los lamentos de Alberto

-vaya regalo que me das Alberto. No sabes cómo me encanta verte llorar y más a la puta de tu mujer, quien se pone a llorar pidiendo su libertad- le decía César burlonamente -no te golpeo más porque es innecesario y prefiero esperar para darte un golpe aún más fuerte que el físico

después de haberle dicho eso, César se empezó a retirar de allí, se subió a su carro y después se fue de allí sin importarle lo que le pasara a Alberto

mientras conducía para volver a la cabaña no podía dejar de pensar en las personas que estaban involucradas en este plan y aquello hizo que empezara a idear otro plan para divertirse aún más 

"antes de continuar debo de darle una visita a tres personas para que sepan de mi regreso". Pensó César mientras conducía entre los autos de la ciudad    

   







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