Mientras el día amanecía casi nublado y templado, una alarma se hacía sonar indicando que eran las siete de la mañana y una de las casas de un vecindario poblano de clase media una mujer se dispuso a levantarse después de haber dormido de manera tranquila

Rosa era una joven mujer de treinta años, su complexión era delgada y su estatura era media alta, era de tez morena mientras que sus ojos eran de color café oscuro y su cabello era lacio también de color café oscuro y que le llegaba hasta sus hombros

Rosa estaba casada con Alberto, hombre treinta y un años de edad y primero se habían conocido en tercero de secundaria y cuando se graduaron de la preparatoria cada uno tomó caminos distintos y al final se reencontraron en un bar cuando estaban estudiando en la universidad y luego de una relación de dos años y tras terminar sus respectivas carreras, Alberto le propuso matrimonio a Rosa, quien aceptó y ambos se casaron cuando Rosa tenía veintiocho años y Alberto veintinueve

aquella mañana, Rosa se levantó primero y luego de haber hecho del baño se dirigió a la cocina donde se empezó a preparar un té de canela, y mientras este se calentaba en el microondas, Rosa sintió como unos brazos no tan fuertes empezaban a rodear su cuerpo y ella se dejó llevar por aquel gesto

-y ese milagro que te levantas temprano- le cuestiono Rosa a Alberto

-acaso no me puedo levantar temprano, aunque sea solo una vez en la vida- bromeo Alberto ante su mujer y esta se dio la vuelta para ver a su marido

Alberto era un hombre de tez más o menos clara, su estatura era alta, tenía los ojos y el pelo rizado de color café claro

-lo digo porque siempre me levanto temprano mientras que tu te levantas alrededor de las siete y media u ocho de la mañana- le contesto Rosa mientras pegaba el lado izquierdo de su rostro en el pecho de su marido

-creo que el sonido del microondas me despertó- le respondió y después soltó una leve risita por su comentario

en ese instante, el microondas detuvo su función por lo que Rosa se separó de Alberto para sacar su té y darles pequeños tragos a su bebida

-voy a salir con Angélica- le respondió Rosa y después dejó la taza sobre la barra de la cocina

-a qué hora se van a ver- preguntó Alberto para darle un trago a un vaso de agua que se había servido 

-entre las once u once y media- le contestó Rosa mientras le dedicaba una sonrisa a su marido

-en ese caso aprovechemos el poco tiempo antes de que me vaya al trabajo- le dijo Alberto y entonces Rosa se acercó hacía su marido y ambos se empezaron a besar apasionadamente

posteriormente se trasladaron a su cuarto y apenas llegaron, continuaron besándose mientras que Rosa le quitaba la playera a Alberto y este le quitaba delicadamente la blusa sin mangas a Rosa para después, ambos acostarse sobre la cama y mientras se acariciaban y se besaban, Alberto empezó a montar de manera cariñosa a su mujer

ambos perdieron la noción del tiempo y cuando dieron las 7:35 de la mañana aquel acto sexual terminó en medio de jadeos y de una excitación que empezaba a bajar

luego de unos cinco minutos, el primero en levantarse fue Alberto y se dirigió al baño para darse una ducha y prepararse para irse al trabajo mientras que Rosa se ponía su ropa interior para después encender el ventilador

cuando Alberto estuvo listo, los dos enamorados se dieron un breve y apasionado beso para después, Alberto se retirara de su casa, pero mientras este se retiraba, no se dio cuenta que, a través de la ventana y de manera discreta, Rosa veía como su marido se retiraba y cuando se retiró, Rosa se alejó de la ventana y se dirigió a su closet y después de abrirlo sacó de la parte alta una caja de color café y después sacó una caja de color púrpura y esta tenía ya una apariencia un poco antigua

fue entonces que Rosa se sentó en el suelo y puso la caja púrpura delante de ella sobre el suelo para después abrirla

dentro, había algunos objetos que pertenecieron a la adolescencia de Rosa, cosas personales como fotografías y un pequeño diario que usó cuando estaba en primero de secundaria, pero de entre los objetos destacaba una carta que se encontraba guardada en un sobre de color blanco, ahora de color crema debido al paso del tiempo, y este, ya se encontraba abierto por lo que Rosa la agarro y saco del sobre la carta para después leerla como hacía una vez a la semana

leer aquella carta le provocaba la misma emoción que sintió la primera vez y era una sensación de profunda tristeza y consternación que ella no podía explicar y recordó como ella había salido inmediatamente del salón de clases mientras su mejor amiga la seguía para saber qué le pasaba hasta que finalmente llegaron a los baños y fue allí donde Rosa le mostró la carta a su amiga de nombre Angélica

-y porque le haces caso a algo tan insignificante como esto- le dijo Angélica de un modo molesto luego de haber leído la carta, la cual, sostenía en sus manos

-que no comprendes. El me odia y en esa carta sonaba seguro de sí mismo- le dijo Rosa mientras se limpiaba con su mano las lágrimas que salían de sus ojos

-simplemente no le hagas caso. Él solo quiere atención y tu se la estás dando- le respondió Angélica mientras está ponía sus manos sobre los hombros de la joven

y ahora había pasado quince años, y a pesar de los años, Rosa continuaba con el miedo de que lo que había prometido su antiguo compañero se cumpliera, aunque eso nunca se lo comunicó a Alberto y la única persona que lo sabía era su amiga Angélica y cuando Rosa terminó de leer aquella carta, sintió ganas de llorar mientras trataba de explicar por qué la empezó a odiar y por su mente no pasaba ninguna explicación lógica

luego de varios minutos, Rosa logró tranquilizarse y empezó a guardar las cosas en la caja hasta que, finalmente, todo quedó ordenado y después de guardar la caja en el mismo lugar de siempre, bajo para desayunar y prepararse para cuando diera la hora de salir