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♠️Welcome to Seoul♠️


-¡Por fin te encuentro, Jin! ¡Te perdiste la fiesta de máscaras! ¿Dónde rayos estabas?

Seokjin despierta de golpe, sentándose abruptamente entre las negras sábanas de seda ante el escandaloso saludo de su amigo Jimin.

Seguidamente siente su cuerpo desfallecer al punto que tiene que volver a acostarse en el acto, dejando reposar de nuevo su cabeza sobre los cojines dorados. Como si un tren lo hubiera arrollado y milagrosamente estuviera vivo para contarlo.

Y no era para menos.

Mientras intenta volver a cubrir su desnudez, acurrucándose en el suave lecho, adormecido cierra de nuevo los ojos, recordando cada momento acontecido hace pocas horas.

Su anfitrión lo desató y sin dejar de besarlo lo condujo hacia la cama en sus brazos, donde volvió a fundirse en él hasta saciarse. Todavía le parece sentir su fuerte cuerpo sobre el suyo, ondulante y preciso en cada movimiento, llenándolo por completo. Ambas manos sujetas por las muñecas, sometiéndolo de tan exquisita forma que el pelinegro no fue consciente del momento en que sus largas piernas apresaron las afiladas caderas del moreno, en un intento de profundizar cada embestida.

Seokjin se sintió en el paraíso, olvidando por completo el miedo y el pudor.

Esas extrañas cosquillas de las que todo el mundo le hablaba estuvieron allí presentes y pudo sentirlas por fin en su ser tantas veces que hasta perdió la cuenta.

Minutos después, su maestro lo levantó de la cama y volvió a sostenerlo de los suaves muslos para guiarlo hacia una de las paredes donde volvió a atarlo sin reparo. Seokjin simplemente se dejó hacer, mientras dejaba su cuello llenarse de lascivos besos y su oído endulzarse de frases con la profunda y grave voz del peligris, recordándole lo bello que era y asegurándole que no le haría daño, que confiara él. Las ágiles manos ajustaron su cintura en fuertes hebillas, dejándolo colgar esta vez de algunas cuerdas aseguradas fijamente desde el techo. Sus manos y piernas flotaban sostenidas de muñecas y tobillos, mientras el ardiente moreno de pie sujetaba con fervor sus caderas y volvía a introducirse en él una y mil veces más.

Y sumido en tan placenteras sensaciones, tras largas horas entre bruma de jadeos y gemidos, el agotado Seokjin perdió la consciencia.

Recuerda vagamente su cuerpo siendo desatado y recogido con cuidado. Las fuertes manos volviendo a colocarlo sobre las sábanas, deshaciendo el antifaz de su rostro y siendo limpiado con suma delicadeza.

Aún le parece percibir el suave hormigueo sobre sus labios al recibir un último beso de despedida.

"-Espero no haber sido muy rudo, mi hermosa mariposa. Vuela alto y sé feliz."

El pelinegro abre los ojos y encuentra la curiosa mirada de su amigo que lo observa a pocos centímetros de su rostro. Jimin le sonríe y ondea un papel casi sobre su nariz, una especie de hoja impresa con el email de la confirmación del viaje entre sus manos.

-No quiero molestarte bella durmiente, pero ya son casi la una de la tarde y nuestro vuelo sale a las seis.

Seokjin lo mira brevemente y esboza una agotada sonrisa, cubriéndose nuevamente con la sábanas esta vez hasta la cabeza.

Jimin lo observa divertido, creyendo que su amigo fue demasiado tímido para el Pack Sensaciones o para la Fiesta de máscaras y decidió simplemente quedarse a dormir en aquel lugar. Un poco aburrido y mojigato por su parte, pero tampoco piensa juzgarlo. Él adora a su amigo tal como es.

-Por cierto,- vuelve Jimin a retomar la palabra -¿quién es N. Kim? La sesión de la habitación aparece pagada por él pero la recepcionista me asegura que no se te dio ningún servicio y me devolvió el dinero. Además ese tal Kim dejó tres mil dólares en la mesa de la entrada junto a una nota que dice "To my butterfly boy"... y ¡Ah! Toma- habla Jimin acercándole una prenda a su amigo. -Me dieron en recepción esta carísima chaqueta negra de Versace, que supuestamente es tuya ya que tiene tu número de habitación en una nota en ella.

Seokjin se sienta con dificultad sosteniendo incrédulo la chaqueta del traje en sus manos. Su amigo se acomoda en uno de los bordes de la gran cama redonda, haciendo rebotar su peso reiteradas veces para probar su suavidad.

-¡Hey! ¿Es una cama de agua? ¡Esto es súper cómodo! Ahora entiendo porque decidiste quedarte a dormir aquí. Deberían poner unas camas iguales en las habitaciones de las suites. Aunque si incluyen todas esas cuerdas y los implementos de las vitrinas, quizá asusten a más de uno ¡Esto es como Disneylandia para los pervertidos! Jajaja.

Pero Seokjin no se ríe con él. Su mente intenta asimilar la información que le ha dado su amigo minutos antes.

¿Tres mil dólares?
¿N.Kim?
¿Alguien que también se apellida Kim como él?

El empleado del hotel no podría haberle dejado tal generosa propina ni haber pagado su propia sesión. Era él quien tendría que haber pagado la suya. Mucho menos podría tener un sueldo tan cuantioso como para comprar una chaqueta como esa. Si lo fuera, no le sería necesario trabajar en aquel lugar.

Y si el hotel no le dio ningún servicio, eso solo podría significar una cosa.

-Jimin, no sé con quién me acosté ayer.


El somnoliento peligris bosteza a primera hora del lunes, esperando un taxi a las afueras del aeropuerto de Incheon.

Ha viajado sin su alegre acompañante pues Taehyung convenció a su padre de quedarse un par de días más en Las Vegas, alegando fines turísticos. Pero Namjoon sabía de antemano que era para seguir disfrutando de los eventos del Hotel Venezia, ya que era la semana del aniversario de la inauguración. Las festividades no sólo incluían fiestas de máscaras, sino también packs especiales, noches de striptease, bailes exóticos, demostraciones de sadomasoquismo y demás curiosos eventos.

Pero Namjoon era un simple trabajador. Con un buen puesto y sueldo, pero un empleado más al fin y al cabo. Un empleado que sólo quiere descansar después tan ajetreada jornada en Estados Unidos.

Por fin se acabaron los días fuera de su hogar y un gran cartel parece recibirle cerca de la parada de taxis.

"Welcome to Seoul"

Inevitablemente su mente viaja días atrás, donde un cartel similar de 'Welcome to Las Vegas' le saludaba al llegar al aeropuerto. Aquella ciudad del pecado que sin quererlo le dejaría a modo de despedida un regalo que jamás hubiera pensado recibir.

El recuerdo inolvidable de su hermoso chico mariposa.

Jamás había conectado tanto con alguno de sus alumnos, incluso al punto que le había sido difícil separarse de él. Arroparlo en la soledad de aquellas sábanas y dejar una cuantiosa propina fue lo único que pudo hacer por el hermoso joven. Le hubiera gustado saber un poco más de él y quizás preguntarle sobre su vida o por los problemas económicos que pudiera estar pasando para terminar trabajando en un lugar como ese. Pero tuvo que irse antes que perdiera la cordura y su enloquecida mente lo llevase a idear algún plan para alargar su estadía en aquel país.

Namjoon había quedado fascinado con la presencia de aquel joven desde que lo vio. Su singular belleza lo dejó deslumbrado. Su naturaleza sumisa le había vuelto loco. Todavía podía sentir su suave piel bajo sus dedos y en su boca aquellos dulces labios del que sólo quería arrancar gemidos una y otra y otra y otra vez...

-¡Oh shit!- exclama Namjoon, enfadado al ver pasar frente a sus narices el tercer taxi de la mañana y por andar con la mente en la luna ni siquiera pudo detenerlo a tiempo.

Rebusca en el bolsillo de su mochila intentando encontrar su teléfono celular o su reloj para revisar la hora, pero sin quererlo sus dedos rozan la pequeñas piedrecitas de una fina máscara. Namjoon sostiene el antifaz de mariposa en sus manos y suspira con tristeza.

No pudo evitar traerse aquel delicado objeto de su último aprendiz.

Sin embargo, sabe que lo mejor será dejar los recuerdos allí, guardados en su memoria y concentrarse nuevamente en su trabajo.

Dentro de poco llegarían a la empresa los nuevos practicantes y él, como siempre, sería el encargado de recibirlos en su equipo y enseñarles todo el proceso de trabajo en los próximos proyectos de Kim Builders & Design.

Su trabajo de profesor debía continuar, aunque esta vez se aseguraría que sólo fuera en el ámbito laboral.

Más adelante intentaría solucionar sus problemas existenciales y su vida personal. Está seguro que al no mostrar sus extraños gustos y fetiches, debe ser mucho más fácil encontrar su media naranja, alguien que busque también una relación sólida y duradera.

Atrás deben quedar los remembranzas del encantador muchacho de bellos ojos negros.

Finalmente, ya lo dice el conocido refrán.

"Lo que pasa en Las Vegas,
se queda en Las Vegas"


Las temblorosas manos repasan una vez más los mechones rebeldes de la negra cabellera. Seokjin, nervioso, se mira en el gran espejo del baño por décima vez en el día, no conforme con el peinado tan simple que lleva en su primer día de prácticas en la famosa empresa constructora a la que todos sus amigos mueren por entrar. Solo pudieron acceder los diez mejores puntajes y aún así no es seguro que pueda ser seleccionado al final del proceso. Suelen ser muy estrictos en la clasificación del personal y ha escuchado que en ocasiones sólo queda uno o incluso ninguno.

Seokjin se coloca sus lentes de finos bordes plateados, los que suele usar sólo cuando lee de cerca, pues quiere dar una buena impresión y piensa que al menos pueden darle un toque más interesante e intelectual.

El pelinegro mira nuevamente su atuendo en el espejo, respira profundamente intentando alejar un poco el nerviosismo y asiente al verse estupendamente perfecto. No tuvo otra mejor idea que usar la chaqueta Versace que parecía haberle caído del cielo. Con el ajetreo del viaje a Las Vegas olvidó comprar un traje en condiciones para este dia tan importante.

Apenas había llegado ayer del viaje pues su vuelo se retrasó y aterrizó de madrugada. Ya en Seúl, no tuvo mucho tiempo para pensar en los sucesos extraños ocurridos en el Hotel Venezia ya que además había repetido como un disco rayado, una y mil veces, todo lo sucedido aquella noche al entusiasta Jimin que no hacía más que felicitarlo mientras el avergonzado Seokjin enrojecía cada vez más con cada palabra que salía de su boca.

Al llegar a su apartamento, el agotado pelinegro aún acumulaba horas de sueño y un jet lag del que intentó deshacerse tomándose tres tazas de café.

Pero igualmente se quedó dormido.

Al despertar era tan tarde que los centros comerciales cercanos ya estaban cerrados. Casi al borde de la desesperación al saber que tendría que estar listo a primera hora de la mañana siguiente, repentinamente le vino a la mente la carísima prenda que aún reposaba en su maleta y fue realmente su mejor elección entre todos sus trajes antiguos o desgastados.

Decidió traerla consigo pues sería una pena dejar algo tan costoso en el hotel y dudaba pudieran devolverla alguna vez a su legítimo dueño del que ni siquiera sabía su nombre.

Aquella chaqueta hacía que incluso sus simples pantalones de vestir tuvieran glamour al lucir en conjunto.

Seokjin se voltea y gira levemente el rostro hacia el espejo para mirarse por detrás. Sin embargo, hace una ligera mueca de dolor con aquel rápido movimiento de columna y lleva sus manos a la cintura con rapidez. Su cuerpo aún se resiente un poco con los leves meneos. Esta vez no es como si un tren le hubiera arrollado, pero mantiene algunas agujetas en brazos, espalda y piernas, como si hubiera corrido una maratón.

Rebusca en el cajón del lavabo y encuentra una pastilla para el dolor que se la toma rápidamente con el agua del grifo.

Vuelve a mirarse en el espejo y carraspea, aclarando un poco su voz.

-Buenos días, señor. Soy Kim Seokjin.
-Gusto de conocerlo, señor. Soy Kim Seokjin.
-Gracias por la oportunidad, señor. Soy Kim Seokjin.
-Espero aprender mucho de usted, señor. Soy Kim Seokjin.

El delgado muchacho practica su saludo en varios tonos de voz con una ensayada sonrisa, que no parezca ni demasiado seria ni demasiado entusiasta.
Un gesto exacto para ser respetuoso con quien sea su instructor de grupo durante el tiempo de prácticas.

Finalmente decide que la última frase es la mejor para usar, pues es cordial y demuestra sus ganas de asimilar todos los conocimientos que pudiera adquirir para mejorar en su carrera profesional.

El teléfono celular vibra en su escritorio y sabe que es un mensaje de Jimin anunciando que llegó al complejo de habitaciones de la residencia universitaria, listo en su Porche para recogerlo y llevarlo a su primer día en la prestigiosa empresa. Seokjin le dijo infinitas veces que él podría tomar el bus, pero Jimin como buen amigo suyo insistió que al menos lo dejase acompañarle el primer dia para darle ánimos y sus mejores vibras.

Seokjin se acomoda nuevamente la corbata en el espejo y le sonríe a su propio reflejo, murmurando para sí mismo.

"Hoy es el gran día, lo harás genial. Quedarán tan impresionados con tu talento innato que no tendrán más remedio que elegirte. Vamos, Jin. Tú puedes"

Seokjin llega una hora antes de la cita acordada en el lugar. El sonriente Jimin se despide desde el estacionamiento y gesticula con los labios un ligero 'Suerte', alzando los pulgares antes de emprender su marcha.

El pelinegro se queda de pie, maravillado con la fachada tan deslumbrante llena de espejos en lo alto y la parte baja adornada de cristales en color marrón mate, con unas largas columnas en el centro de una tonalidad tierra. Era casi como ver los surcos del tronco de un gran árbol cuyas hojas eran cada ventana de espejos que florecían en lo alto.

Seokjin había pasado tantas veces enfrente de ese edificio al ir en bus y aún así le era imposible no voltear en cada recorrido. Su rostro giraba por inercia hacia la ventana y sus brillantes ojos no perdían de vista la imponente estructura hasta que se hacía pequeñita en el camino y se perdía de su campo de visión.

"Kim Builders & Design" reza en grandes letras doradas, arriba de la puerta principal. Estar allí es el sueño de todos los graduados en Arquitectura. Sus construcciones son las más famosas y su delicados diseños los más alabados en todo el país.

La sede central se había trasladado a ese nuevo edificio construido por la misma empresa hace unos dos años atrás y Seokjin no hacía más que alucinar cada vez que pasaba frente al gran árbol de espejos.

¿A quién se le podría haber ocurrido un edificio con esa magnífica forma? Sólo a una mente brillante de Kim Builders & Design, definitivamente.

Y el daría todo por pertenecer a ese gran equipo.

Al pasar por el hall principal, da su nombre casi tartamudeando y un atento recepcionista le indica que espere un momento en la amplia sala de la entrada ya que en breve un trabajador de la empresa lo atendería.

Seokjin está tan nervioso que muy tarde se da cuenta que aún faltan cuarenta y cinco minutos para la hora en la que todos los practicantes habían sido citados. Sentado en un impoluto y blanco sofá, sus manos empiezan a sudar pensando en que el llegar tan temprano sería tomado como un signo de desesperación o ansiedad.

Repentinamente, un hombre alto y corpulento, de sonrisa jovial y varios años mayor que él, llega a su lado y le tiende la mano cortésmente a modo de saludo.

-¿Señor Kim Seokjin?, soy Lee Wonho. Llega usted muy temprano, pero el señor Kim, encargado de ser el instructor de su grupo, se encuentra ya disponible en la sala de reuniones de la cuarta planta. Sígame por aquí, por favor.

El pelinegro se pone de pie rápidamente y se limpia las sudorosas manos antes de estrechar la gentil mano del hombre. Asiente con una tímida sonrisa y se dispone a seguirlo hacia los ascensores del lugar.

Mientras siente moverse el enorme armatoste bajo sus pies, Seokjin no deja de jugar con su corbata mientras repite en su mente el saludo que quiere ofrecer a su nuevo instructor. Reza para no bloquearse en el intento ni causar una mala impresión.

-Espero aprender mucho de usted, señor Kim. Soy Kim Seokjin.
-Espero aprender mucho de usted, señor Kim. Soy Kim Seokjin.
-Espero aprender mucho de usted, señor Kim. Soy Kim Seokjin.

Las puertas del ascensor se abren y Seokjin sigue los pasos de aquel hombre por un largo pasillo, como un borrego asustado. Sólo puede ver su amplia espalda y aunque casi no ve nada más, aquello le da una leve sensación de seguridad, como si fuera un escudo temporal que lo protege del mundo.

Wonho detiene su andar y gira la manija de una de las puertas casi a mitad del pasillo. Se abre paso en un gran salón de amplios ventanales, caminando hacia un apuesto peligris que luce relajado, casi de pie, enfundado en un elegante traje que realza su trabajada silueta. Su firme cadera se apoya sobre la gran mesa de reuniones mientras sus manos sostienen algunos documentos, ojeando un par de apuntes.

Seokjin sigue caminando tras la fuerte espalda y casi choca con ésta cuando el corpulento hombre vuelve a detenerse.

-Hola Nam, éste es Kim Seokjin, uno de los nuevos practicantes. Ha llegado temprano, pero pensé que podrías adelantarle un poco de información sobre la empresa y sus labores de apoyo en los próximos proyectos.

Wonho da un paso hacia el costado para presentar al nuevo practicante que temeroso sólo atina a mirar el suelo alfombrado a sus pies. Sin embargo, el fuerte hombre se queda intrigado al ver cómo la cara despreocupada de su colega Namjoon se vuelve una de total estupefacción, boquiabierto, como si hubiera visto la mismísima aparición de un fantasma.

Anonadado, el peligris no pierde detalle del hermoso joven frente a él.

La chaqueta de Versace le queda un poco grande al delgado muchacho, pero luce perfectamente a juego con sus preciosos ojos negros como el ébano, realzando el tono tan claro de su piel. Sus finas facciones se acentúan aún más tras sus gafas y aunque el chico tenga la corbata desarreglada, Namjoon sólo puede verlo magnífico ante sus ojos.

-Espero aprender mucho de usted, señor Kim. Soy...

-¿Jin?

El pelinegro levanta el rostro en el acto al reconocer la profunda voz de quien hasta hace poco le había hecho descubrir el paraíso del placer.

-¿Maestro?

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