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♠️Welcome home, butterfly♠️

La cena transcurre de forma agradable y amena. Todos los compañeros de Seokjin charlan unos con otros, confundiéndose con las voces y risas de los comensales que acuden al concurrido lugar.



Al pelinegro le gusta el ambiente y la comida es realmente deliciosa, pero hay algo que no deja de incomodarle.



La profunda mirada de su maestro.



Al principio, el moreno parecía no recaer en su presencia y Seokjin comenzaba a acostumbrarse a aquello, muy a su pesar. Como si no existiera. Incluso el muchacho intentaba distraerse participando en alguna conversación cercana, para olvidarse de que su maestro estaba a escasa distancia suya, casi en frente, ignorándolo por completo, sentado en la misma mesa rectangular que compartía todo el grupo.



Quizás su maestro sigue enfadado al pensar que pudo haber tomado provecho de él estando en Las Vegas.



Quizás sigue sin creer que todo fue una desafortunada coincidencia... ¿Desafortunada o afortunada?



Sin embargo, entre bocado y bocado, copa y copa, la antes distraída mirada del peligris fue fijándose más y más en él. Al punto que podía incluso sentirla sobre sí, como si lo traspasara, intentado ver su interior o leer sus pensamientos.



Cada vez que notaba aquella sensación, ilusionado el aprendiz giraba sus brillantes ojos negros hacia su maestro y éste sólo rehuía su mirada, mientras continuaba hablando de algún tema, al parecer importante, con el heredero de la empresa Kim que era la alegría de la mesa.








Seokjin estaba a punto de volverse loco ¿Es que acaso se había imaginado todas aquellas miradas sobre él?



Son más de las nueve de la noche y el lugar se llena de alborotadas voces y coloridos uniformes de las distintas empresas cercanas, acudiendo todos a pasar un buen rato al terminar por fin la jornada laboral del viernes.



El aprendiz sonríe amablemente a un compañero que le sirve una copa y vuelve a percibir la fuerte mirada de su instructor, al punto que casi hace que se le caiga de las manos la bebida que le ofrecen.



Es el primer soju que bebe el pelinegro y piensa hacerlo durar lo que quede de reunión. Ha tomado cuidado en no ingerir otra cosa que no fuera agua o refrescos hasta el momento, para evitar hacer un espectáculo después por algún descuido con el alcohol.








En su mesa ya no queda comida, pero sí abundan las botellas de ron, vodka, vino y cerveza, muchas ya por terminarse. Sus compañeros siguen charlando y riendo, incluso ahora en voz muy alta.



Cruza la mirada por breves segundos con su instructor y le sorprende notar que esta vez no le rehúye. Mantiene su mirada constante y precisa sobre él, con un semblante algo rojizo y casi sin pestañear.



El aprendiz mira hacia los lados, para confirmar que es a él a quien observa.



Repentinamente uno de sus compañeros, un tanto ebrio, se acerca hacia el pelinegro y lo abraza en un gesto amistoso, balbuceando algo que él no entiende pero Seokjin ríe sólo por seguirle la corriente.



Su mirada vuelve a cruzarse con la del peligris, que esta vez se encuentra bebiendo lentamente un vaso de vodka, sin dejar de observarlo fijamente, entrecerrando uno de sus ojos, dejando ver solo la mitad de sus pupilas.



Una voluptuosa camarera interrumpe el contacto visual, sonriendo insinuante al mayor, dejando una botella de soju en la mesa y deslizando con precaución un pequeño papel doblado debajo de un nuevo vaso que pone enfrente del peligris. Éste aparta la botella para seguir observando al lindo pelinegro y sin despegar sus ojos de él, coge el papel sin abrirlo, sabiendo con anticipación que se trata del teléfono de aquella chica, como usualmente le sucede en los lugares que acude. Sostiene la nota con el dedo índice y medio, cual baraja de naipes, haciendo un pequeño gesto con las manos para que la mesera se agache a su altura y decirle algo al oído.



La muchacha vuelve su rostro abatido y regresa con la bandeja vacía hacia la barra del restaurante, haciendo trizas el papel entre sus manos, mientras el peligris continúa con la mirada fija en su alumno.



Es como si su instructor quisiera decirle algo en algún lenguaje que Seokjin es incapaz de comprender.



¿Por qué acaba de rechazar a aquella atractiva camarera?



El aprendiz no tiene tiempo de interpretar los gestos del peligris pues una ruidosa voz interrumpe sus pensamientos.



-Bien, bien. Creo que ya todos nos conocemos mejor y la noche acaba de empezar ¡Es hora de jugar!- exclama Taehyung entre vítores y gritos de todos los practicantes. -Aquí tengo dos monedas. Si al lanzarlas sale cara en ambos lados, les tocará beber un trago. Si sale cruz en ambos lados, mandarán a alguien beber. Si sale cara y cruz, el jugador establecerá una divertida norma o castigo que nadie podrá infringir ¿Están listos?



-¡Siiiiiiiiiiii!- se oye casi en coro.



Seokjin se queda estático en su asiento.



¿Juegos para beber?


¡Oh, no!



Aunque le encanten los juegos en general, sobre todo los de mesa, nunca suele tener suerte. Sin embargo, su memoria le recuerda que en ocasiones la suerte puede estar de su lado, como algunas noches atrás en Venezia donde utilizó unos curiosos dados que estuvieron siempre a su favor.



-¡Empiezo yo!- grita emocionado el heredero Kim, encantando con que todos secunden el juego.



CRUZ + CRUZ



-Señor Kim Seokjin, ¿nos hace el honor de estrenar el primer shot del juego?- pregunta Taehyung sirviendo un licor transparente en un pequeño vaso y dejándolo cerca del practicante. -Lo he estado observando y he visto que no ha bebido casi nada.



-Oh, señor. Lo siento mucho. No quería ser descortés- responde Seokjin haciendo una pequeña venia. -Es sólo que soy muy malo bebiendo y no quería incomodarlo con mi comportamiento.



-Estamos en confianza, Seokjin-ssi. Bebe cuanto gustes. Al terminar la reunión, puedo llamar después a mi chófer y...



Las palabras del heredero son cortadas automáticamente por el peligris que se pone de pie, rodea la mesa y acerca una silla libre al lado de Seokjin.



Con decisión toma el vaso servido por su amigo y se lo bebe sin contemplaciones.



-Castigo cumplido- pronuncia Namjoon al terminar y dejar el vaso nuevamente en la mesa.



-Le quitas lo divertido al juego, Nam- afirma Taehyung con una mueca.



-Soy responsable del grupo en general, Taehyungie.



-Tú y tu sentido del deber ¡Aish! Bueno, como sea-expresa Taehyung con fingido enfado y regresa a mirar al sorprendido practicante, entregándole las monedas. -Es su turno de lanzar Seokjin-ssi.



Incrédulo al haber sido testigo de cómo su instructor cumplió su castigo por él, Seokjin recoge las monedas de manos de su superior y las lanza, dejándolas caer sobre el mantel.



Todos los practicantes asoman sus rostros al centro de la mesa para contemplar el resultado.



CARA + CARA



Risas y aplausos resuenan en el lugar, animando todos la siguiente copa.



El peligris cierra los ojos y resopla, al saber que a Seokjin le toca beber de nuevo. No sabe cuanto más podrá beber por él, pues ha perdido ya la cuenta de las copas que se tomó durante la cena.



Los labios del pelinegro se juntan formando un pequeño puchero y vuelve a mirar a su maestro.



Él ya lo sabía.


Siempre tiene muy mala suerte para los juegos.






Cincuenta minutos después, Namjoon ya se había bebido siete shots más de ron y soju. Casi todos por cortesía de su hermoso y desafortunado pelinegro que perdía en cada jugada.



Taehyung volvió a lanzar las monedas y obtuvo CRUZ + CRUZ, ordenando sonriente que bebiera el moreno instructor, sólo por molestarlo.



Uno de los practicantes lanzó CARA + CRUZ y mandó que todos dijeran una frase usando sólo la vocal "i".



Todos reían enloquecidos y Seokjin fue uno de los tantos que erró en la pronunciación.



Un shot más terminó en la boca del peligris.



Otro compañero al lado de su aprendiz consiguió la misma jugada y ordenó de castigo que cada vez que él bebía, debían beber los que se encontraban a la izquierda y derecha de su asiento. Y sí, el lindo chico de cabello negro estaba a la derecha.



Cuatro shots más volvieron a tocarle al instructor.



Por último, Wonho lanzó las monedas y obtuvo también la misma combinación. Ordenó que bebieran todos los que aún no habían tenido novia.



Seokjin fue el único que temeroso alzó la mano mientras todos reían y se oía resoplar a su maestro al saber que tendría que volver a beber por él. El pelinegro era demasiado sincero en cualquier situación. Nunca había tenido novia pues tuvo claras sus preferencias desde la escuela. Además consideraba que aquel anterior compañero suyo del instituto de inglés ni si quiera le propuso tener algo formal, sólo se acostó con él un par de veces, por lo que realmente no podría considerarlo ni novio.



Namjoon bebe el último castigo y se levanta de su asiento con dificultad, dando un par de tumbos con dirección al baño.



El teléfono de Taehyung suena y tras colgar se pone de pie, disculpándose por tener que irse, alegando que su padre le había llamado pues olvidó que esa noche llegaban unos familiares desde Japón.



El resto de comensales y supervisores se ponen de pie igualmente y se despiden unos de otros, caminando todos entre ruido y risas hacia la salida del restaurante.



Seokjin recoge su pertenencias junto con las de su instructor para ir en su búsqueda, pero en el camino encuentra un par de compañeras de la universidad que también salían después de cenar en el concurrido lugar.



Ambas lo saludan y lo animan a irse junto con su grupo a algún karaoke del centro.



El pelinegro intenta rechazar la invitación, disculpándose en varias ocasiones pero ellas se muestran insistentes, quizás al haber bebido algunos tragos de más y entre risas terminan por tomarlo de los codos para llevarlo casi a rastras con ellas.



Repentinamente, un fuerte brazo por detrás sostiene a Seokjin de la cintura, haciendo que retroceda un paso, apegando su silueta junto a una compacta y fuerte figura a sus espaldas.



-Disculpen, señoritas- habla el peligris, intentando mantener un sereno y sobrio semblante. -El señor Kim Seokjin tiene que terminar un proyecto urgente en la oficina.



Las muchachas dibujan unas tristes caritas de desánimo en sus rostros y tras prometer quedar juntos en otra ocasión, se despiden para reunirse con un grupo de gente que las espera en la entrada.



Namjoon al ver que las chicas ya se han ido, expulsa todo el aire de sus pulmones y deja caer agotado su frente sobre el hombro de Seokjin, en busca de un punto de apoyo para dejar de notar que el suelo se mueve bajo sus pies.



-No puedo dejar de verte, de seguirte, de cuidar de ti. Me estás matando lentamente, mi hermosa mariposa.



Seokjin se queda quieto al oír esas palabras. Cierra los ojos para concentrar sus sentidos que explotan como fuegos artificiales con el simple contacto de su instructor. Su firme mano aún en su cadera, su fuerte cuerpo tras su espalda y su rostro sobre su hombro. Esta vez su cercanía no le hace ponerse nervioso. Es como si su ser hubiera estado ansiando aquella mano, aquel cuerpo, aquel rostro y todo encajara perfectamente junto a él.



-Por favor, déjeme ahora cuidar de usted... maestro.








Seokjin logra llevar a Namjoon sosteniéndolo de la cintura y apoyando uno de sus brazos sobre su cuello, camino hacia la parada de taxis a unas tres calles de distancia. El peligris no deja de repetir incoherencias durante todo el camino y cantar trozos de una canción en inglés de la que casi el pelinegro no entiende nada, sólo algo similar a "Is it true?... Untrue... Butterfly, like a butterfly...".



Al llegar a la parada, el practicante deja al moreno en uno de los bancos y se acomoda sentándose junto a él. Observa que su maestro ha dejado de cantar y mantiene la vista hacia el suelo, en silencio, como si mirara hacia la nada.



De repente, el instructor gira su rostro y se queda viéndolo fijamente. Sus profundos ojos se abren de par en par y una gran sonrisa asoma por el moreno rostro.



-¡Bonitoooo! ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste?



Antes le dijo "mariposa"...
Ahora, ¿le ha dicho "bonito"?

Debe ser porque ha bebido demasiado y no tiene control sobre lo que dice.



El tono que usa su maestro al hablar le hace mucha gracia a Seokjin. Le recuerda a Jimin cuando se sobrepasa con el alcohol y no se acuerda ni de su nombre. Seguramente debe andar él también de fiesta, pues no ha obtenido respuesta al llamarle por teléfono un par de veces para quedarse en su casa, ya que al ser casi las once de la noche no lo dejarán entrar en la residencia universitaria.



-Señor Kim, yo lo he traído hasta aquí. No se preocupe. Conseguiré pronto un taxi que lo lleve a casa.



-¿Me llevarás a tu casa?



-No, señor, no tengo casa en Seúl. Vivo en una residencia estudiantil y comparto habitación con otros compañeros.



-¿Por qué no quieres llevarme a tu casa?- pregunta el peligris con ojos de cachorro triste. -¿Ya no te gusto?



Los rojos colores suben por las mejillas de Seokjin al escuchar aquello.



¿Qué clase de pregunta es ésa?


¿Su maestro esta esperando una confesión?


¿Es que no se da cuenta de cuánto intenta destacar entre sus compañeros sólo para que su maestro se fije en él?


¿No es lo suficientemente obvio que él responda todas las preguntas que su instructor hace?


¿No se ha percatado que es el único que siempre se ofrece voluntario para traer algún material gráfico de aquel almacén de la séptima planta?



Incluso Seokjin se sorprende a sí mismo pensando en ello. Suele ser callado y tranquilo, pero algo le mueve siempre a intentar complacer al peligris, aunque eso le lleve a luchar contra su constante timidez.



-Usted... usted me agrada, Señor Kim. Es... un buen instructor.



-¿Por qué ya no me dices maestro?



Seokjin lo mira brevemente y se ruboriza de nuevo, volviendo a bajar la mirada mientras juega con la punta de sus zapatos. La palabra "maestro" ha adquirido un nuevo significado para él desde que regresó de Las Vegas y no ha vuelto a llamar así ni a sus profesores de la universidad.



-Espero que ya no esté molesto conmigo, maestro.



-¿Cómo podría enfadarme con alguien tan hermoso como tú? Eres tan inteligente... Tan brillante... Tan bonito...



-Se equivoca, maestro. Yo no soy tan brillante como el señor Taehyung ni tan bonito como la camarera del restaurante.



Namjoon observa el acongojado rostro de Seokjin y no puede evitar quedar prendado mucho más de él. Sus preciosas pestañas abatidas, sus coloreadas mejillas, quizás por el impacto del aire frío del invierno y sus rojos labios fruncidos.



Y no es por el alcohol. Él lo ve maravillosamente hermoso en cualquiera de sus expresiones.



-¿Estás celoso, Jin?- pregunta el peligris con una media sonrisa.



-No, no. Yo... sólo digo la verdad- afirma el aprendiz, casi en un susurro, bajando su rostro hacia el suelo.



-Taehyung es sólo un buen amigo y tú eres mil veces más hermoso que la mesera que rechacé.



-¿Realmente cree que soy hermoso, maestro?



Seokjin vuelve su mirada ilusionada al peligris y este le sonríe, asintiendo con dos preciosos hoyuelos en el rostro.



Su alumno es tan dulce y transparente, expresando todo siempre con tanta sinceridad, que Namjoon quisiera protegerlo, envolverlo en una cajita de cristal para que nadie pudiera encontrarlo y guardarlo como su más hermoso tesoro.



Su tesoro.



Solo suyo.



-La luna... esta hermosa esta noche, ¿no lo crees, Jin?



-¿La luna?- pregunta el aprendiz intrigado mirando hacia el cielo. -Pero... si la noche está nublada.



-Jin,- insiste de nuevo el peligris, dándose cuenta que su hermoso chico de cabellos negros no entiende la indirecta, como la frase típica japonesa que acaba de usar para reconocer los sentimientos que empiezan a crecer en su interior -¿Quieres venir a mi casa... a ver a mi gato?



-¡Me encantan los animales! ¿Cuántos gatos tiene, maestro?



Namjoon suelta una carcajada y se cubre el rostro con una de sus manos. Adora la inocencia de Seokjin al no saber que aquella pregunta es una clara invitación a pasar la noche con él.



-Te compraré todos los gatos que quieras, precioso, si me das un beso.



Seokjin se queda inmóvil ante aquel ofrecimiento. La fuerte mano de su maestro sostiene su mejilla y acerca lentamente su rostro hacia él. A pocos milímetros de colisionar sus labios, inmediatamente el pelinegro se pone de pie, rehuyendo su contacto, al pensar que el moreno no piensa realmente lo que hace y es sólo su estado de ebriedad lo que le lleva a comportarse de aquella manera.



-¡Oh vaya! Pensé haber visto un taxi- dice Seokjin intentando disimular.



Da un par de pasos, mirando hacia ambos lados de la vía, intentando verdaderamente encontrar un taxi libre.



Al volver a mirar a su instructor, este ya se encuentra acostado y dormido completamente sobre la banca, con un brazo sobre su rostro, como si de su cama se tratase.



El pelinegro menea un par de veces la cabeza, preocupándose en pensar cómo va a llevar a casa al alto y corpulento Señor Kim.



Se acerca a su lado e intenta acomodarlo sin resultado alguno. Repentinamente la cartera del moreno cae de uno de sus bolsillos y el pelinegro la recoge, para intentar rebuscar alguna identificación suya donde pudiera figurar su dirección.



Sin querer deja caer un par de documentos de la misma. Las recoge del suelo y se sorprende de ver que se trata de sus propias fotos carnet, las mismas de su ficha de inscripción en la empresa.



¿Su maestro lleva fotos suyas?


¿Qué significa eso?


¿Realmente su maestro está interesado en él?



Seokjin lleva toda la semana intentando pensar que el alejamiento de su instructor es porque aquel íntimo encuentro en Las Vegas no significó nada.



Y ahora ante tal descubrimiento, no sabe qué pensar.



Cada vez que observa al Señor Kim, chispas de electricidad recorren cada rincón de su cuerpo y tiene que hacer un gran esfuerzo por evitar la sonrisa boba que se le queda en el rostro sólo al verlo hablar. Como una colegiala al ver a su amor platónico. Pero el pelinegro no quiere ilusionarse y volver a fallar.



Finalmente, un taxi llega a la parada y tras hablar brevemente con el chófer, Seokjin intenta ahora despertar a su instructor.



-¿Señor Kim?


-¿Mhmm?


-Señor Kim, el taxi ya llegó. Ya le di su dirección al conductor.


-No hace falta. Dormiré aquí.


-Señor, no puede dormir usted aquí solo.


-¿Por qué no? ¿Quieres dormir aquí conmigo, precioso?


-¿Qué? Señor no bromee, el taxista está esperando por usted.


-No, no, no y no. No es una broma, bonito. Solo me iré si vienes conmigo y vuelves a llamarme maestro.



Seokjin intenta razonar en vano con un ebrio Señor Kim, que no entiende de razones y parece comportarse como un niño terco y caprichoso. Revisa nuevamente su teléfono celular y confirma que sigue sin obtener respuesta de Jimin. No le quedan muchas posibilidades de dónde pasar la noche. Piensa que quizás después de dejar a su instructor en casa, puede buscar algún hostal económico cerca y partir hacia su residencia a la mañana siguiente ¿O quizás a su instructor no le importe dejarlo dormir en el sofá?



Seokjin suspira rendido. Mañana es sábado, pero su partida Pokémon tendrá que esperar un día más.



-De acuerdo, maestro. Iré con usted.





Con mucha dificultad, Seokjin logra bajar del taxi con el peligris casi a cuestas.



Su instructor no ha querido separarse ni un centímetro de él, camino a su casa. Los fuertes brazos envolvían su cintura, su moreno rostro descansaba en su hombro y su respiración le hizo cosquillas en el cuello durante todo el trayecto.



De vez en cuando, el moreno se apegaba aun más, dejando pequeños besos cerca del oído ajeno y la piel del pelinegro se erizaba por completo. No podía evitar disfrutar la repentina cercanía de su maestro y su corazón danzaba feliz en su pecho.



Pero Seokjin intentaba detener su loco palpitar en todo momento, repitiéndose a sí mismo constantemente...



Es sólo el alcohol.


Mañana no recordará nada de esto.


Es sólo el alcohol.



Al entrar al portal de un elegante edificio, Namjoon parece haber recuperado un poco el conocimiento. Sus pasos parecen ser más firmes y camina por inercia siguiendo al pelinegro, con los ojos cerrados, sin dejar de abrazarlo por detrás de la cintura y dar pequeños mimos y arrumacos, sobando su mejilla y nariz sobre el negro cabello, como un niño encantado con su peluche favorito.



El pelinegro al principio se ponía nervioso con todas aquellas muestras de afecto, sobre todo en el camino del taxi donde el conductor no dejó de revisar por el espejo retrovisor la curiosa posición de su instructor sobre él. Seokjin, avergonzado, intentó deshacer el abrazo, pero su maestro ajustaba aún más el agarre en su cuerpo sin moverse de su sitio, quejándose adormilado con los ojos entrecerrados, acomodando aún más su rostro en el cuello ajeno. Y con cada mirada extraña del chófer, el aprendiz se limitaba a susurrar un "No se preocupe, sólo ha bebido demasiado"



Sin embargo, Seokjin esta vez simplemente lo deja hacer, porque no hay nadie en los pasillos a esas horas de la noche que pueda juzgarlos y porque sabe que es en vano intentar negociar con el ebrio señor Kim, cuya fuerza parece haber aumentado con el alcohol. Pero esa no es la única razón. Realmente le gusta sentir su cuerpo tras él y aunque parezca extraño, después de verlo siempre tan serio en la empresa, ahora está encantado con la faceta nueva que descubre del peligris, como si arrastrara tras su espalda un enorme y cariñoso koala.



Ambos entran al ascensor cubierto de paredes de espejos y Seokjin pulsa el botón del octavo piso. El instructor abre los ojos al sentir moverse el enorme armatoste bajo sus pies y observa el reflejo de ambos en el espejo, cruzando su nublada mirada con el pelinegro, haciendo que este baje el rostro avergonzado hacia el suelo. La fina figura de su aprendiz apresada entre sus brazos, su corpulento cuerpo tras su espalda y su rostro rojizo asomando por detrás del blanco cuello.



Una magnífica vista.



Un atisbo de su razón quiere despertar al peligris del que pareciera ser un hermoso sueño, sólo para recordarle que no es correcto, que aún no es el momento... Que quizás sólo tiene esperar tres semanas más hasta que terminen las prácticas y luego de los informes finales se revelen los nombres de lo que serán escogidos para formar parte de la empresa, de manera que nadie tendría por qué juzgar su decisión.



Pero tres semanas le parecen una eternidad.



Pudo hacerse el fuerte durante días frente a lindo chico de cabellos negros, imponiendo su enorme fuerza de voluntad antes que sus deseos. Pero ahora el alcohol sólo hace que su voluntad se vaya de paseo, haciendo que todo aquello que lleva reprimiendo por mostrar, salga por fin a la luz.



Nadie jamás había despertado en él la necesidad y urgencia que siente su ser en este preciso momento. Incluso el mismo Namjoon se sorprendió cuando al recibir en su teléfono celular numerosos mensajes durante la semana, uno a uno fue borrando todos ellos, desechando posibles encuentros y alumnos casuales sin si quiera dudarlo.



Como si intentara reservarse para alguien especial, alguien en particular, alguien que por fin lo complemente. Alguien no sólo para disfrutar el momento en contadas noches, sino alguien que por fin se quede. Porque aunque muchos han pasado por sus manos, su cuerpo ya no anhela ninguna otra persona más a su lado.



Y no es sólo su cuerpo.



Es su mente que no deja de pensarle. Sus sueños en los que no deja de imaginarle. Sus dedos que hormiguean ansiosos por tocarle.



Y ya no puede aguantarlo más.



Sólo por esta vez.


Sólo necesita poseerlo una vez más.


Solo una...



-Me gustas mucho, Jin- murmura el peligris cerca de la suave piel, deslizando su nariz sobre el cuello ajeno.



-Señor, usted... Usted ha bebido demasiado. No sabe lo que dice...



-Sé lo que digo y si te quedas conmigo esta noche, voy a repetírtelo mañana. Te lo repetiré pasado mañana y el día después de ese.



Seokjin se ruboriza al escuchar esas palabras de su instructor y vuelve a cruzar miradas sobre el espejo. Cierra nuevamente los ojos al sentir las fuertes manos del señor Kim colándose por su chaqueta entreabierta.



-Te necesito, Jin- vuelve a insistir el peligris susurrando sobre su oreja. -No sabes lo difícil que es tenerte tan cerca durante toda la semana sin poder tocarte, sin poder sentirte... Quédate sólo hoy, por favor. Prometo después no volver a molestarte.



¿Sólo hoy?



Seokjin duda por un momento. Adora la sensación que causa su maestro en su ser, pero no sabe qué busca el peligris realmente en él, si algo pasajero o duradero.



El nuevo Seokjin quedó encantado de que su maestro amara su cuerpo ¿Pero que hay del verdadero Seokjin?



¿Quiere que también amen su alma?


¿Debería dejarse llevar?


¿Debería vivir el momento?


¿Debería volver a confiar?



El nuevo y antiguo Seokjin tienen un conflicto en su interior, pero ambos parecen ahora haber llegado a una misma conclusión. Ambos ya no quieren ser usados. Ellos quieren ser amados.



-Usted... nunca sería una molestia, maestro- responde finalmente el aprendiz.



-¿Dejarás que tu maestro cuide de ti esta noche, Jin?



Seokjin vuelve a mirarlo a través del espejo intentado encontrar la respuesta en los profundos ojos ajenos.



Siendo él un simple cordero, ha llegado a la casa del lobo como una ofrenda, aún sabiendo que podría ser devorado sin remordimientos. Sabe que el señor Kim sigue siendo su superior en la empresa, sin embargo, la necesidad de la que habla el peligris, él también la siente en su ser desde aquella vez que coincidieron en el Hotel Venezia. Una extraña fuerza que le atrae como un imán y que lo hace volver a él, aunque no se lo pida. Una indescriptible necesidad que lo obliga siempre a querer obedecerle.



Someterse siempre a la voluntad de su maestro.



En silencio, sin dejar de observarlo, el pelinegro decide dejarse llevar por sus deseos y asiente un par de veces con timidez, mientras las puertas del ascensor terminan por abrirse.



La mano del peligris sostiene la suya y lo conduce a torpes pasos hacia la tercera puerta del pasillo. La abre con dificultad y arrastra la fina figura al interior, cerrando la puerta y aprisionando al pelinegro tras esta.



Ambas manos sostienen el blanco rostro y Namjoon lo contempla a escasos centímetros, admirándole a través de la tenue luz de la entrada.



La primera vez que lo tuvo así de cerca, esperó el consentimiento del pelinegro para cada acción que ejerció sobre él.



Pero esta vez ya no piensa pedirle permiso.



Ya no.



Los negros ojos del aprendiz no lucen asustados. Lucen preciosos, relucientes y ansiosos tras sus finos lentes. Es el destello de lujuria que el instructor necesita para saber que su alumno está deseando lo que él mismo desea desde que lo volvió a ver.



Namjoon le sonríe y acerca aún más su boca a la ajena, capturando los esponjosos labios de su aprendiz, degustando con voracidad cada espacio de ellos. Su aliento alcoholizado embriaga al pelinegro, llevándolo a perder incluso la noción del lugar y del tiempo. El maestro muerde con lascivia los labios ajenos y se complace al percibir la agitada respiración de su alumno, quien parece derretirse entre sus fuertes manos.



Aleja su rostro del contrario y observa a su aprendiz con ganas de más. Sus ojos inquietos sobre su boca. Su mirada brillante y necesitada sobre él, casi sin parpadear.



Y en sus pupilas ya sólo se refleja su maestro.


Sólo él.


Como siempre lo quiso.



-Bienvenido a casa, mi bella mariposa.


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