♠️Master of sensations♠️
Los dados muestran el castigo sobre la mesa y una insinuante sonrisa asoma por el rostro de Namjoon.
Seokjin se queda boquiabierto. Se muerde los labios anticipando lo que se viene, aunque por alguna extraña razón ya no se siente tan nervioso como antes.
-¿Me dejas hacerlo, bonito?
Un ligero asentimiento de cabeza es su respuesta. Namjoon deja caer la chaqueta que aún el lindo chico tiene sobre sus hombros, la misma que le dio en reemplazo de la suya aquel empleado del hotel. Sus marrones ojos quedan fascinados con la forma en que se delinea su largo cuello y las suaves clavículas en su piel.
Sin dejar de verlo a los ojos, se acerca lentamente a su pecho con intención de cumplir su castigo. Abre la boca y a escasos centímetros de capturar el ansiado botón del cuerpo ajeno, de repente, es detenido por las nerviosos dedos del chico que lo separan abruptamente.
-Lo-Lo siento- dice apenado. -Es un acto reflejo, no puedo evitarlo. Realmente yo quiero aprender. Si tan solo pudiera detener mis torpes manos...
¿Detener?
¿Paralizar?
¿Inmovilizar?
¡Bingo!
Namjoon sube lentamente su rostro situándolo enfrente del enmascarado, a poca distancia de los hermosos orbes que lucen ligeramente desilusionados al pensar que puede haber decepcionado a su atractivo instructor. El moreno pestañea un par de veces y regresa a mirarlo comprensivo. Vuelve a mostrarle una sonrisa, esta vez con un brillo pícaro en sus pupilas.
-Voy a ayudarte, cielo- dice el peligris, a la vez que con uno de sus dedos deja un par de toques cariñosos sobre la nariz ajena. -Cierra los ojos y confía en mí.
Seokjin se ruboriza por el dulce apodo y deja caer sus pestañas en el acto, siendo totalmente obediente con su profesor.
El moreno se levanta de su sitio, sin ser consciente de la forma tan natural en que acaba de llamar al frágil muchacho. Mira de soslayo las esposas de neopreno al lado del vino Chardonnay, pero declina de usarlas pues su mente ya ha ideado una nueva lección para su novato alumno.
Se acerca nuevamente hacia la misma estantería y rebusca en los cajones, encontrando fácilmente variados tipos de lubricantes y preservativos. Elige un lubricante al azar y un preservativo talla XL. Prefiere ser precavido antes de usar su "monumental herramienta de aprendizaje". A su vez decide también recoger un par de cuerdas rojas de los colgadores.
Las mismas que imaginó hace unos momentos en el cuerpo de su hermoso chico mariposa.
Un momento.
Había dicho... ¿SU chico mariposa?
¿En que momento dejó de ser sólo un alumno más?
Namjoon se toma su tiempo en decidir el largo y la textura de las cuerdas. Se decide finalmente por unas de algodón, cuya textura es ideal para atar con fuerza pero sin causar roces ni incomodidad.
Las puntas de sus dedos hormiguean ansiosas al imaginar la soga suave y flexible sobre la clara piel de su aprendiz. Una explosión de oxitocina se expande por cada rincón de su mente de tan solo pensar que ese precioso chico será suyo... Aunque fuera por sólo una noche.
Al regresar a la mesa, ve a Seokjin morderse los labios, aún con los ojos cerrados, siguiendo la última orden de su maestro.
Seokjin es tan sumiso y obediente, que no le importaría a Namjoon tomarlo en ese mismo instante. Hacerlo suyo de la manera más salvaje posible. Haciendo de él un mar de gemidos y jadeos. Verlo deshacerse en sollozos de placer mientras su virilidad lo invade al punto de olvidar incluso su nombre y sólo recuerde el suyo, el nombre de su maestro.
Sin embargo, aún no le ha dicho cómo se llama. Quizás es mejor así. Mañana volverá a su país y volverán a ser dos desconocidos con una experiencia más en su historial.
Por alguna extraña razón se siente triste al pensar brevemente en ello.
Namjoon revuelve un par de veces el cabello de su propia nuca y deja algunos implementos en la mesita donde quedan algunas fresas.
No es momento para estar melancólico pues debe concentrarse en su labor.
Es momento de ser el profesor.
El verdadero maestro de la sensaciones.
Namjoon rodea la mesa donde el chico continúa sentado y se coloca detrás de él, portando las cuerdas en sus manos.
Mira hacia el techo de la habitación y no se sorprende de encontrar diversas poleas de las que cuelgan cuerdas aseguradas con ganchos y hebillas, cerca de la zona de la pared donde se encuentran las sujeciones de pies y manos.
Cierra sus ojos cafés y fantasea con el esbelto cuerpo del muchacho colgando de aquellas cuerdas, como una bella sirena atrapada en la red de algún marinero de altamar. Definitivamente sería una hermosa obra de arte digna de ver, como las esculturas de los museos que adora visitar.
Sin ser consciente, con la imaginación a flor de piel, Namjoon desenrolla una de las cuerdas en sus dedos y la estira reiteradas veces, extendiéndola entre ambas manos. Se la lleva a los labios y termina por morder con fuerza uno de los cordones, para desfogar la frustración de tener que retener las intensas ganas de probar mil y un cosas con el cuerpo de aquel chico.
Finalmente, termina por soltar la cuerda y la mantiene sujeta de una de sus manos. Abre los ojos y menea ligeramente la cabeza para sí mismo al pensar que probar aquello sería un nivel demasiado alto para su aprendiz.
De momento prefiere empezar por algo sencillo, algo que no lo asuste demasiado.
-¿Me dejas tocarte, Jin?
El nombrado asiente con los ojos cerrados.
-Necesito que recuerdes las plumas y que vuelvas a imaginar mis manos sobre ti- dice el moreno, acercándose a la espalda contraria. -Sólo concéntrate en mi voz- susurra por detrás, cerca del oído de su pupilo.
La ronca voz de Namjoon logra erizar cada milímetro del cuerpo del enmascarado. Sin ser consciente, Seokjin ladea la cabeza al sentir su caliente respiración, en un intento de que aquella bruma se propague por su piel, la misma que siente ya extenderse por cada terminación nerviosa de su ser.
Seokjin está excitado.
Nunca había experimentado tal sensación, pues su anterior compañero sólo buscó saciar su propio instinto sin importarle si Seokjin lo estaba disfrutando también.
No sabe porque su cuerpo responde de aquella manera a cada movimiento del peligris, pero es una emoción nueva y tan placentera que le gustaría retenerla todo el tiempo posible sobre si.
Namjoon observa de cerca la clara piel expuesta del cuello ajeno y la boca se le hace agua al retener las ganas inmensas de mordisquear y marcar a gusto cada parte de ese blanco lienzo que parece llamarle para ser devorado por él.
Aún no es el momento.
Sabe que Seokjin asimila mejor la experiencia al mantener los ojos cerrados. Sabe que ha logrado relajarse al punto que es consciente de lo que vendrá después y lejos de alterarse, su cuerpo responde de la manera perfecta para continuar con la siguiente lección.
Namjoon deja las cuerdas sobre la mesa y acerca con delicadeza su firme mano hacia el cuello del chico, delineando un suave camino con uno de sus dedos, dejando que se pasee libremente por sobre su hombro y bajando por su delgado brazo.
-Eres tan hermoso, Jin.
El pelinegro esta vez no se sonroja, sino que ladea la cabeza hacia el lado contrario, pidiendo tácitamente que el peligris continúe tocándolo.
Namjoon utiliza esta vez toda la palma de su mano para presionar y dar un ligero masaje con el pulgar en el cuello del joven, para luego bajar suavemente por la curvatura de su amplio hombro.
La fuerte mano sube por el fino brazo y vuelve a retomar con suavidad el mismo camino hasta llegar al cuello ajeno. Esta vez sostiene con gentileza la tersa mejilla y hace girar el rostro de Seokjin hacia él, de costado. Namjoon mantiene su mano sobre el perfilado mentón del chico y con suavidad acaricia los mullidos y rojos labios, entreabriéndolos, provocándolos, jugando con ellos. El moreno se inclina hacia el bello pelinegro, rozando adrede su tonificado pecho junto con la amplia espalda del muchacho y se queda a escasos milímetros de aquella tentativa boca.
Su intensión no es besarlo aún. Quiere que Seokjin sienta su presencia, su aliento, el roce de su piel. Quiere que por fin su mente se libere, que se deje llevar y se abandone a la sensaciones. Quiere que logre desearlo tanto como él lo desea desde el primer momento en que lo vio.
Una nube de placer envuelve a Seokjin.
Y se siente tan bien.
Sus manos sobre él.
Su aliento sobre él.
Su piel sobre él.
Y de repente se ve a sí mismo deseando más de aquel contacto. Sus manos ya no son suficientes.
Necesita más.
Mucho más.
Namjoon se aleja de los dulces belfos y se separa con suavidad, recogiendo nuevamente las cuerdas que dejó sobre la mesa.
-Siéntate sobre tus rodillas. Las manos hacia atrás, bonito.
Seokjin obedece servilmente manteniendo los ojos cerrados y al acomodar sus rodillas sobre la mesa, las últimas hojas que cubrían su virilidad logran caerse, quedándose totalmente expuesto.
Sin embargo, no entra en pánico cómo podría haberlo hecho si ocurría aquello una hora antes. En este preciso instante está tan sumido en la profunda y grave voz de Namjoon y de las reacciones que causa en su ser, que su completa desnudez ha quedado en segundo plano.
Tras breves segundos siente el roce suave de unas cuerdas anudando sus muñecas. El ajuste es firme, más no le causa dolor. La misma fricción vuelve a sentirla esta vez en la mitad del antebrazo y luego sobre sus codos, donde el cordón va trenzándose intercalando ambas extremidades, dejándolas inmovilizadas tras su espalda.
Namjoon observa la mitad de su tarea realizada. La forma impecable en que quedan sus manos amarradas, justo donde empieza la deliciosa y perfecta curva de sus glúteos.
El maestro acaricia las manos contrarias y sonríe al ver la atadura realizada en las blancas muñecas.
Ha elegido un nudo mariposa en vez del clásico nudo espiral, para honrar a su hermoso enmascarado. Es su primera elección porque sabe que es un nudo que no aprieta demasiado y así evita que su alumno se asuste al sentirse prisionero.
El de tez morena vuelve a acercarse por detrás del joven y le habla cerca del oído.
-Esta vez, tus manos no podrán detener lo que tu cuerpo ansía. No tengas miedo, Jin.- Aprovechando la cercanía, el moreno aspira la suave fragancia del gel de ducha en el cabello de Seokjin y el pelinegro se estremece bajo el roce de la nariz ajena en su cuello. -Si quieres que me detenga, pídemelo.- Pero el mayor sabe que la reacción del chico no es de miedo o nerviosismo. Sabe que su alumno está deseando desde hace unos minutos lo mismo que él anhela desde que lo vio acostado en aquella mesa. -Solo llámame Maestro.
Las fuertes manos de Namjoon se deslizan con maestría esta vez por el pecho de Seokjin, uniendo las cuerdas desde sus manos atadas a la espalda, hacia el fino pecho del muchacho que continúa con los ojos cerrados, tejiendo sobre su piel un patrón de bellas figuras geométricas unidas entre sí.
Finalmente anuda los últimos cabos de la soga y retrocede un par de centímetros para observar su obra maestra.
Es precioso.
La forma en que su clara dermis es trazada con aquellas líneas rojas que envuelven su delicado cuerpo, haciendo notar más aún las suaves curvas de su ser.
Tan dócil.
Tan obediente.
Tan sumiso.
Seokjin destila sensualidad sin quererlo, sin ser consciente de lo lascivo de su cuerpo en contraste con su inocente mirada.
El moreno termina por desvestirse, arrojando su ropa interior con el pie en algún lugar del suelo. Deja caer su peso de forma despreocupada sobre la silla cerca de la mesa y abre ligeramente sus fuertes piernas para acicalar con suavidad su propio miembro que se encuentra firme, altivo y palpitante, rogando un poco de atención.
Su mano recorre ansiosa toda su longitud. De arriba a abajo, de abajo hacia arriba, una y otra vez, sintiendo que el grosor aumenta en cada toque que se da a sí mismo.
Ver al precioso chico atado enfrente suyo lo está encendiendo de sobre manera.
Tras unos minutos vuelve a incorporarse sobre la silla y sonríe de medio lado al pensar que se encuentra en el mismo lugar donde al llegar tomó asiento para disfrutar de su banquete sorpresa, sin pensar que minutos después estaría por degustar el postre.
La lengua del peligris humedece su labio inferior al ver la notable erección de Seokjin que empieza a despertar.
Aún no deja que el muchacho abra los ojos pues se ha dado cuenta que es uno de los detonantes de sus inseguridades. Hubiera sido más fácil optar por algún antifaz completo de los que seguro habría en aquella vitrina, pero prefiere poner a prueba su obediencia y no perder de vista sus hermosas pestañas y lo bien que queda la preciosa máscara de mariposa sobre sus ojos.
Ahora que no puede ver, el lindo chico puede concentrarse sólo en percibir las sensaciones que su instructor le ofrece.
Namjoon acerca aún más su silla a la mesa, encontrándose ahora a pocos centímetros del cuerpo del joven, que continúa sentado de rodillas y atado ante él, como una exquisita ofrenda de los dioses.
-Lo haces muy bien, Jin. Abre los ojos. Ahora serás un buen alumno y dejarás que tu maestro cumpla en ti su castigo.
Al estar sentado, el rostro de Namjoon queda casi a la misma altura del torso del pelinegro. Apoya sus fuertes manos sobre la mesa. Sin dejar de mirar a su aprendiz, lentamente acerca los carnosos labios al pecho ajeno para capturar con su lengua de una vez por todas aquel botón rosado de la deliciosa piel. Observa que su precioso enmascarado ya no rehúye a su cercanía ni intenta deshacer sus ataduras. Sus negros ojos brillan mucho más que antes al ver el apolíneo cuerpo completamente desnudo del moreno. Sus tímidas pupilas se encuentran ahora totalmente dilatadas y sin quererlo la esponjosa boca entreabierta suelta un suave suspiro, ansiando recibir lo que su maestro quiera darle, sea lo que fuese.
-Sí, maestro.
Seokjin está preparado para su última lección.
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