ⵌ 17 𔒅
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⸼۰ ۪۪۫۫ ﹍𝐆𝐄𝐓𝐀𝐖𝐀𝐘 𝐂𝐀𝐑﹎
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Agust se despertó por el sonido de unos llantos ensordecedores. A alguien le estaban desgarrando el alma por dentro, pero cuando abrió los ojos no vio a nadie más que unos vigilantes callados. Estaba en una especie de sótano, atado a la pared con cadenas de hierro y silenciado por un pañuelo. Al sentir las lágrimas secas en su cara supo que él había sido el causante de esos llantos, pero no recordaba haber tenido ninguna pesadilla.
—Avisa al jefe —murmuró uno de los hombres que lo vigilaban.
El mandado asintió y desapareció escaleras arriba.
En aquella clase de situación Agust habría pensado en cómo escapar aún con el dolor de los golpes, pero solamente podía pensar en una cosa: Kitty.
Se sentía traicionado, estúpido e ingenuo. Debería haberlo visto venir, debería haber leído entre líneas, captado cualquier pista... Pero fue débil.
Y aún así se preguntó si él estaría bien.
—La princesa ha despertado —se burló Lie mientras bajaba las escaleras a paso lento, casi cojo.
A Agust le entraron náuseas, pero mantuvo la compostura por simple orgullo.
—Bien, hablemos de negocios. Ponte cómodo.
Lie tomó una silla la mitad de su tamaño corporal y se sentó frente a él. Agust no tenía más opción que recostarse contra la pared a la que estaba atado, pero prefirió quedarse tumbado y mirarlo de lado.
—Te daré dos opciones: puedes morir o quedar libre con un pequeño trueque.
Las comisuras del hombre se curvaron en una sonrisa malvada y Agust dedujo que ninguna de las opciones era buena pero debía negociar, así que indicó con un gesto del mentón las escaleras, deseando ser libre. Lie chasqueó los dedos y dos de sus hombres se movilizaron; uno desapareciendo en el piso de arriba y el otro yendo a quitarle el pañuelo de la boca al sicario.
—No pienso conseguir nada para tí si es lo que quieres a cambio —masculló, acto seguido escupiendo en el suelo.
El capo se rio, pero esperó antes de añadir nada más. Cuando su recadero volvió con un Kitty inconsciente en sus brazos, Agust retuvo el aliento. Tenía un rastro de sangre seca en su nariz y ceja, además de parte de su ropa rota o manchada del mismo líquido. De pensar en lo que le podrían haber hecho el rubio cerró sus manos en puños tras su espalda.
—Si no aceptas esta hermosura tendrá que quedarse conmigo —murmuró Lie, divertido por la reacción del esposado—. Le había concedido la libertad con la condición de que tú ocupases su lugar, y soy un hombre de palabra.
El hombre de negro dejó a Kitty en el regazo de Lie antes de volver a su posición. Este acomodó el cuerpo inconsciente de modo que la cabeza quedó sobre su hombro y la espalda en su brazo. Con la mano libre no tardó en acariciar sus piernas desnudas como si fuesen suyas, incluso levantó la pequeña falda para poder explorar más allá.
—Suéltalo —espetó Agust entre dientes.
Lie soltó una carcajada. Aquella reacción era justo lo que había esperado, ver al sicario enfermo por Kitty era una gran noticia.
—Creo que no lo has entendido, te lo repetiré: hasta que no trabajes para mí, él es mío.
Agust quería gritar. Pero quería gritarle a él, a su veneno personal y la razón por la que se planteaba la oferta.
En realidad entendía a Kitty. Él habría hecho lo mismo semanas atrás, cuando solamente pensaba en librarse de su jefe Shadow. También lo habría traicionado por libertad, podía imaginarse la de atrocidades que había sufrido estando bajo las órdenes de Lie; no tenía opción.
Pero solamente le surgió una pregunta: ¿había sido todo una trampa para atraparlo y llevarlo ante Lie?
—Suéltalo —repitió, esa vez con la mirada en el suelo.
El capo accedió de forma literal, lanzando a Kitty a sus pies como si no fuese nada más que una molestia. Probablemente lo fuera para él, pero para el rubio era la causa de haberse enjaulado en una vida que había prometido no volver a tener.
—Bien. Ha sido más sencillo de lo que esperaba. —Celebró el hombre—. Pensé que sería más divertido.
En seguida sus hombres se encargaron de liberar a Agust y deshacerse del cuerpo aún inerte de Kitty, pero la forma en que agarraron sus extremidades enojó al rubio.
—Basta, yo me encargaré de él —masculló casi en un gruñido.
Nadie tuvo la intención de hacerle caso, pero Lie movió su mano con desgana y soltaron al pelirosa. Agust sintió la presión del hierro desaparecer y en seguida se acarició las muñecas mientras se acercaba a él, arrastrando sus rodillas por el suelo frío y húmedo.
—¿En dónde nos has metido? —susurró al tiempo que lo alzaba sujetando sus rodillas y espalda.
—Llévalo fuera, déjalo en un taxi si hace falta pero lo quiero lejos de aquí —murmuró Lie.
Tras decir aquello subió las escaleras escoltado por cuatro de los hombres más robustos, dejándolos solos.
En ese momento Kitty pareció acelerar tanto su respiración como pulso, no tardaría en despertarse y Agust debía darse prisa. Porque aún no quería hablar con él. Ni siquiera quería ver sus ojos mirándole como si no le hubiese prácticamente vendido su alma a Lie desde el principio. Sabía que en cuanto despertase sus pupilas tendrían un brillo triste y melancólico, y él no estaba dispuesto a perdonarle nada. Por el momento.
Pero deseaba liberarlo de todos esos años de abuso innecesario, así que se apresuró a la entrada de la finca, que parecía estar en un callejón en la zona baja de la ciudad, disimulada con un falso rótulo que anunciaba un mecánico.
Allí afuera paró un taxi y le dio la dirección del apartamento de Kitty, por supuesto con claras instrucciones de no despertarlo antes de llegar a su destino. Pero el pelirosa parecía tener un sexto sentido en cuanto a las situaciones menos oportunas. En cuanto fue sentado en la parte trasera del vehículo abrió sus ojos y buscó a su alrededor confundido y, probablemente, adolorido.
—¿Qué...?
Antes que pudiese entender la situación, Agust cerró la puerta y dio un pequeño golpe en el techo para que saliera de allí. Se quedó observando el taxi alejarse y rezó a un Dios en el que no creía para que girase la esquina. Pero no lo hizo. El coche se detuvo y Kitty salió de allí tambaleándose en su dirección, con los ojos empañados y su nariz roja.
—¡Déjame hablar con Lie! —gritó de forma que parecía que sus pulmones iban a desgarrarse.
Agust no sólo apartó la mirada, también comenzó a caminar hacia el interior del local como si no le conociese. Eso le dolió a Kitty.
—¡Agust!
Como pudo apretó el paso y cojeó hasta alcanzarlo, pero lejos de poder siquiera detenerlo, se vio golpeado por el propio sicario.
—¿Cómo te atreves a volver ahora que eres libre? —masculló con la mandíbula tensa—. ¿Es que nunca te cansas de hacer las cosas mal, Kitty?
Este se llevó una mano a donde su mejilla había sido abofeteada, sorprendido. En los ojos de Agust no vio el destello del veneno que había observado esos días atrás. Sólo vio rabia y decepción.
—Yo intenté salvarte, no quería-
Otro golpe.
—Tienes la opción de subir consciente al taxi esta vez, vete ya —ordenó el rubio.
Kitty tenía muchas cosas que decirle. Necesitaba contarle la verdad y que lo entendiera, pero en realidad no tenía nada más que añadir. Sí, todo había sido una mentira para atraparlo, para hacerle creer que podía llegar a amarlo y así ganarse su confianza. Para entregarlo a cambio de su libertad.
Kitty no era nada más que una rata traidora.
—Lo siento —concluyó—, y sé que no cambia nada, pero necesito que sepas que de haberlo sabido... todo habría sido distinto.
De haberlo sabido.
Esas palabras significaban mucho más de lo que podía parecer. Significaba lo que habrían podido llegar a ser de no haberlo traicionado, lo equivocado que había estado al pensar que sería fácil hacerlo, lo estúpido que había sido al seguir adelante con el plan y lo débil que había sido al enamorarse de su objetivo.
—Lo sé —susurró Agust, visiblemente agotado—. Pero como tú has dicho: eso no cambia nada.
No cambiaba el hecho de que él también se había enamorado de su enemigo y que le había mostrado su parte más vulnerable sólo para que él lo usase en su contra. No cambiaba el hecho de que, a pesar de todo el desastre que habían creado, él se había intercambiado con Kitty por su propia voluntad, porque su corazón ya estaba envenenado y no podía hacer nada para evitar la condena de la ponzoña.
—Sí —dijo Kitty de pronto. Sus ojos vagaron por todo el rostro de Agust; gritaban lo mucho que lo extrañaría y el dolor que sentiría al no tenerlo cerca—. Sí que me canso de hacer las cosas mal —añadió, dando por terminada la conversación con la respuesta a su pregunta.
Aquella vez Agust no rezó para que el coche desapareciera tras la esquina, porque lo haría. Simplemente dio media vuelta y se adentró en lo que sería su nueva vida a partir de ese momento. Ambos fueron conscientes de que esa era su despedida definitiva. Sin embargo, ninguno de los dos fue capaz de decir "adiós".
Pero Kitty no hizo arrancar el taxi, si no que esperó. Minutos después, una mujer de apenas unos cuantos años mayor que él se subió en el lado contrario del coche.
—Me has esperado —comentó tan ilusionada que su voz se quebró a media frase.
Kitty se giró con una sonrisa agridulce y asintió. Sabía que el precio por tenerla con él había sido alto, pero en el fondo no se arrepentía.
—Po supuesto, te esperaría toda la vida —murmuró en lo que se abalanzaba sobre ella para abrazarla—. Te quiero tanto.
—Y yo a tí Jiminie, no puedo creer que lo hayas conseguido. —Las lágrimas de sus ojos cayeron silenciosamente—. Por fin somos libres...
El pelirosa dejó múltiples besos por toda su cara.
—Haría lo que fuera por tí.
Entonces el taxi arrancó.
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々 〆 〩 あ の を
Nueva actualización después de meses perdón por tanto 🫶, espero que haya valido la pena, es un poco triste el capítulo pero bueno, al menos Jimin consiguió su objetivo 🖤
Hasta la próxima ~
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