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ⵌ 14 𔒅


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⸼۰ ۪۪۫۫ ﹍𝐀𝐋𝐋 𝐍𝐈𝐆𝐇𝐓﹎

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Kitty lanzó a la caja el borde de su pizza cuando terminó de comer la misma, pero Agust le dirigió una mirada sorprendida y asqueada al mismo tiempo.

—¿Te lo vas a dejar? —preguntó, aunque imaginaba la respuesta.

Kitty hizo una mueca de asco.

—Cómetelo tú —sugirió.

Ya que el rubio no podía apenas moverse, fue él quien recuperó el trozo de pan del cartón, con sólo dos trozos de pizza faltantes, y se lo tendió. Agust lo atrapó con su boca ya que estaba demasiado cómodo con sus brazos alrededor del pelirosa.

Este último volvió a ojear la página que había impreso unos minutos atrás. Al parecer era el único de los dos que se preocupaba por la organización en un plan; Agust era demasiado impulsivo y a él lo habían disciplinado de otra forma.

—¿Lo repasamos una vez más? —comentó.

El rubio sabía que, lejos de ser una pregunta, era una orden, así que con un suspiro tomó el papel de las manos de Kitty, para leerlo una vez más.

—Ya tengo lo necesario, sólo queda llevarlo e ir hasta el lugar —murmuró, cansado de repasar lo mismo una y otra vez.

—¡No! —Kitty soltó un bramido de frustración—. Antes de ir al punto de encuentro tienes que avisarme, no puedes olvidarlo.

Agust, que lo sabía pero lo había omitido a propósito, rodó los ojos.

—Tranquilo, lo tengo todo bajo control —susurró por enésima vez.

Kitty no terminaba de fiarse, pero pudo advertir el cansancio de Agust a través de sus gestos, así que decidió no volver a tocar el tema por el resto de la noche. Ya tenían prácticamente todo listo y se habían pasado todo el día hablando de ello.

—Mañana nos pondremos en marcha, podemos descansar ahora —musitó el pelirosa, estirándose para alcanzar un trozo de pizza.

Agust le dio un toque en el costado y él lo captó al instante, así que le tendió otra porción a él.

—¿Cuándo dejarás de usarme como almohada? —refunfuñó el rubio, comiendo a duras penas en esa posición.

El pelirosa se removió un poco, pero estaba cómodo con su espalda en el pecho de Agust y sus pies estirados en el resto del sofá. Pero aunque hubiese querido moverse, los fuertes brazos del otro sicario lo tenían acorralado.

—No soy yo quien me abraza como un peluche —balbuceó Kitty, con la boca llena de pizza.

Agust murmuró algo ininteligible, pero en seguida ambos se olvidaron de la discusión cuando en la televisión empezó una película, casualmente, sobre mafias.

—¿Por qué el sicario nunca es el protagonista? —masculló el rubio al cabo de unos minutos, mordisqueando su tercer trozo de cena.

Kitty rió entre dientes.

—Porque es una película de amor. —Hizo comillas con sus dedos en la última palabra—. Nosotros somos, en teoría, seres sin corazón, incapaces de enamorarnos de la dama en apuros —explicó, sabiéndose demasiado bien ese tipo de películas.

Agust esbozó una sonrisa algo forzada; se le vía incómodo.

—Seguimos siendo humanos, tenemos corazón —comentó malhumorado.

Kitty se giró para hacer espacio en sus cuerpos y así colocar su mano sobre la zona del pecho del contrario.

—¿En serio tienes? —bromeó.

Tras una risa, claramente fingida, de Agust, volvieron a observar la pantalla. Sin embargo, cuando la diestra de Kitty se posó en su rodilla y comenzó a acariciarle el muslo con lentitud, se desconcentró. Aún así no dijo nada.

El pelirosa, completamente distraído y sin reparar en sus acciones, masajeó la pierna del rubio, haciendo presión en la zona cercana a su entrepierna. Agust carraspeó, pero fue inútil, así que probó a darle de su propia medicina.
Kitty notó lo que hacía cuando sintió la mano acariciar su ingle. Ahí, en cuanto su miembro comenzó a despertar, guardó su diestra.

—No, sigue —ordenó Agust, que había acostumbrado a la sensación y le gustaba; le provocaba unas cosquillas peculiares.

Kitty no se negó, jamás se negaría a tocarlo. Volvió a sobar su muslo, esa vez pasando sin reparos por su entrepierna y percatándose de la erección, en la cual se detuvo. Echó un rápido vistazo de reojo a su expresión, pero como sólo encontró unos labios prensados y un ceño fruncido, hizo una suave presión en su entrepierna. Agust retuvo un gemido.

—¿Quieres follar? —preguntó Kitty.

Se humedeció el labio inferior y después lo mordió de pensar en el sabor del cuerpo del rubio. Pero este se giró hacia él con una mueca.

—¿Siempre eres tan... directo? —preguntó.

El pelirosa soltó una carcajada antes de darse cuenta de que iba completamente en serio el comentario.

—Bueno, ¿y qué quieres? —Se encogió de hombros.

No había tenido muchas previas, la mayoría de clientes o relaciones habían sido exclusivamente sexuales, a excepción de Lie. Pero con este último no sentía un cosquilleo en la palma de sus manos cada vez que lo tocaba, así que se vio en una situación compleja y desconocida.

Agust chasqueó la lengua y llevó sus manos a la estrecha cintura del menor para empujarlo hasta colocarlo en su regazo.

—Primero quiero jugar con la gatita —murmuró el rubio, serio.

Kitty alzó una de sus cejas. Sabía jugar y flirtear, pero nunca lo había hecho por voluntad propia. Y fue cuando pensó en sus deseos que cayó en la cuenta de algo.

—Pensé que sólo era sexo —susurró, inclinándose hasta dejar sus labios rozando y las manos sobre sus hombros.

Agust miró su boca unos instantes, pero cuando acunó su rostro clavó en sus ojos una de sus firmes miradas.

—No te estoy pidiendo matrimonio, ¿verdad? —replicó, recordando las palabras que le respondió el día anterior.

Automáticamente después de escucharlo Kitty rompió toda distancia para besarlo con fuerza. Amaba el sabor de sus labios, no podía ni quería negarlo.

Agust intercambió sus mejillas por su cintura para sujetarlo mejor, pegando sus cuerpos aún más si es que se podía. No podía ni quería negar que amaba la forma en que encajaban a la perfección.

Kitty, casi como un instinto, llevó su diestra al cierre del pantalón contrario, pero el rubio lo detuvo al tiempo que separaba sus labios.

—No vayas tan rápido —susurró con la respiración agitada—. Dime las cosas que te gustan.

El pelirosa sonrió ampliamente. No había tenido mucha libertad de expresión, pero sí oportunidades de experimentar aunque fuese en solitario.

—Me gustan los cumplidos y saber lo bien que te puedo llegar a hacer sentir —respondió, bajando su voz—. Y que me estímules en todos los sentidos, cada pedacito de mí.

Agust, satisfecho con la información, sonrió ladeadamente y lo cargó en sus brazos para llevarlo hasta la cama en donde ya tenía buenos recuerdos con él. Como siempre, la habitación estaba iluminada por luces neón y tonos azules o morados, así que el ambiente era perfecto para la ocasión.

Tras dejar a Kitty sobre el colchón, se sacó la camiseta con un sólo estirón hábil y la colocó sobre sus ojos.

—Levanta la cabeza.

Cuando el pelirosa acató con una sonrisa, ató la camiseta en su cabeza. Por suerte tenía el cojín a la altura de su cuello o habría sido incómodo. Pero Kitty no se preocupaba por eso precisamente.

—¿Qué vas a hacer conmigo? —cuestionó entremedio de una risita curiosa.

—Si te lo dijese no tendría gracia —musitó.

Kitty se mordió la lengua para no seguir preguntando, en su lugar sólo señaló el segundo cajón de su cómoda al adivinar sus intenciones.

Agust captó la indirecta y se separó un momento para inspeccionar el compartimento, descubriendo allí un gran número de juguetes sexuales, condones, lubricantes y látigos. Se relamió al recolectar todo lo que necesitaba para esa noche.

Kitty pudo escuchar el sonido de cajas y plástico, pero era imposible saber qué había escogido exactamente.

—Dame tus manos. —Escuchó.

Extendió sus brazos sin rechistar y al instante sintió una cuerda atar sus muñecas. Cuando Agust hizo un doble nudo, asegurándose de que no escaparía y subió sus brazos para dejarlos sobre la cabeza.

Lo siguiente que sintió Kitty fueron sus pantalones deslizándose hacia abajo con facilidad cuando levantó las caderas.

—¿Te gusta? —preguntó, refiriéndose al tanga que estaba usando—. Lo compré sólo para tí.

Hubo una pausa y después se escuchó la seca risa de Agust. Casi podía ver su mueca de satisfacción.

—Es un bonito regalo —musitó—. Este no lo romperé.

Kitty se mordió el labio inferior. Se sentía orgulloso de sí mismo por haber acertado en los gustos de Agust sobre la lencería.

Cuando tuvo la parte inferior de su cuerpo completamente desnuda, el rubio le quitó la camiseta y, finalmente, se alejó lo suficiente para que sus pasos dejasen de escucharse. Justo cuando el pelirosa llegó a pensar que le habría gastado una broma pesada y lo dejaría ahí tirado, volvió a escucharlo entrar.

Optó por callar, en lugar de seguir insistiendo solamente esperó al siguiente movimiento. Lo que no esperaba de parte del otro sicario es que rociara un líquido en partes explícitas de su cuerpo. Su primera reacción fue encogerse, pero Agust sujetó una de sus piernas para evitar que las cerrase y así seguir rociando su erección. No supo qué le estaba esparciendo hasta que notó la pegajosidad en su piel y el aroma dulzón.

—Delicioso —susurró para sí el rubio.

Kitty tragó saliva porque la boca se le había hecho agua al descubrir que lo estaba convirtiendo en su postre.

—Te voy a comer como a una jodida tarta —musitó Agust, con su voz levemente ronca.

Kitty no pudo evitar soltar un gemido ansioso ante la sola idea y la imagen que había creado esta en su mente.

—Hazlo, chúpame entero —rogó.

No pasó ni un sólo segundo cuando el pelirosa sintió la lengua del contrario dejándole pequeñas caricias en su estómago, succionando el sirope de chocolate en el proceso.
Pero no se detuvo allí si no que siguió el rastro hasta sus pezones, atacando cada uno sin prisa alguna sólo para sacarle esos suspiros y gemidos que le satisfacían.

Cuando Kitty dejó de sentir los dientes y lengua supo que su piel estaría enrojecida y su pecho subiría y bajaría rápidamente por su errónea respiración. Lo más sorprendente de todo era que, aunque era excitante, lo que conseguía erizar su piel era el hecho de que Agust estuviese complaciéndole de esa forma. No necesitaba tener su miembro dentro para gemir, aunque no se quejaría si era el caso.

Y como si le leyese la mente, el lubricante no tardó en ser abierto con un click. Segundos después tenía los dedos de Agust embadurnados para poder colarse en su entrada con facilidad. Dejó ir un largo gemido de gusto y se relajó sobre el colchón.

—Nada de cerrar las piernas. —Le recordó.

Kitty no tenía intención de hacerlo pero asintió solamente para darle la satisfacción de ser sumiso con él. Le gustaba estar a sus pies, para qué negarlo.

El rubio dejó ir una suave risa al tiempo que aceleraba su índice y corazón en su agujero, pero eso no fue todo. Unos segundos después el chocolate del miembro del pelirosa fue su objetivo, así que se dedicó a tragarlo.

Kitty se sentía en el paraíso de los pecados, si es que eso tenía sentido alguno. Estaba, probablemente, sucio, pegajoso y caliente, lo amaba. Pero amaba aún más la cálida lengua del otro sicario recorriendo cada centímetro de su piel, erizándola a su paso. O sus dientes haciendo la presión justa en los precisos momentos y sus dedos curvándose para buscar la próstata. En cuanto sintió que esta era golpeada, gritó.

Agust tomó un segundo para sacarse el miembro de su boca y así poder regocijarse en lo bien que lo hacía sentir. Pero en vez de presumir hizo algo mejor.

—Te ves hermoso desde aquí —murmuró al pensar en sus peticiones.

Kitty, sin aliento para hablar, gimió en respuesta.

Poco a poco los dedos del rubio salieron de él y en su lugar sintió la gran presión de uno de sus juguetes adentrándose en su lugar. Con cuidado colocó su pierna sobre uno de sus hombros para mayor comodidad y facilitarle la entrada.

La sensación de ser llenado y el aroma a dulce chocolate lo transportaban a las estrellas. Y fue mejor cuando los dedos aún manchados de lubricante de Agust se acercaron a su boca. Los chupó como si fuesen su propio miembro, descubriendo que había escogido el de sabor a fresa. Sin embargo, no esperaba que Agust también masturbase su pene como había hecho segundos atrás.

Tenía tantos estímulos al mismo tiempo que ni siquiera podía concentrarse en alguno, era un torbellino de placer y lujuria. Entre gemidos, casi gritos, y maldiciones Kitty se retorció sobre las oscuras sábanas y Agust no se detuvo hasta que notó el temblor en sus caderas.

El pelirosa pudo adivinar que no quería terminar tan pronto cuando sacó el juguete de su entrada y dio una última succión a su erección para dejarlo reposar. Al menos hasta que todo ese placer se concentró en su boca, porque Agust introdujo allí su miembro.

—Trágala toda —ordenó.

Kitty pudo advertir por la presión en el colchón a cada lado de su cabeza que se había prácticamente sentado sobre él mientras embestía su boca, lo justo para dejarlo respirar. Era cierto que no estaba siendo directamente masturbado pero sentía la misma cantidad de placer.

Agust gimió roncamente al sentir la estrechez y el calor de su boca y lengua, tan húmedo y acogedor que le daba escalofríos. Pero de nuevo no dejó que fuese el centro de atención; cuando estuvo lo suficientemente excitado y su erección palpitaba salió de su boca.

Y aunque Kitty pensó que volverían a jugar, por fin sus ojos fueron destapados. Agust le devolvió su mirada con unos ojos cafés ardientes de lujuria, tanto que pareció hacerse pequeño. Incluso desató sus manos, cosa que le sorprendió.

—También quiero sentirte —explicó el rubio ante su ceño fruncido.

El pelirosa no se opuso ni emitió queja, sólo llevó sus manos al cabello contrario y lo empujó hacia sí para poder volver a probar sus labios, esa vez con un ligero sabor a chocolate.

De un momento a otro Kitty volvía a sentirse lleno y satisfecho, con el miembro de considerable tamaño dentro de él. Agust, por otra parte, notaba su calor y estrechez recibirlo de manera increíble. De esa forma comenzó a embestirlo sin poder esperar más; ya habían jugado suficiente.

La cama no tardó en chirriar con el movimiento y golpear la pared del vaivén de sus cuerpos. Kitty era un manojo de nervios, lujuria y mariposas en el estómago, todo eso mostrado en forma de gemidos dulces. Sin duda alguna Agust sabía lo que hacía en la cama y se encontraba en un túnel de placer.

Este último sentía un cosquilleo por todas partes de su cuerpo, como si este ardiese en llamas. Le gustaba la imagen de Kitty gimiendo bajo él, sosteniendo su mirada a duras penas.

—Grita mi nombre —ordenó al sentir ese temblor en las caderas de Kitty, señal de que su clímax estaba cerca.

El pelirosa sabía que no aguantaría mucho más, llevaba rato siendo estimulado y su cuerpo tenía un límite. Además, Agust supo tocar su punto débil con una habilidad admirable. Entremedio de jadeos en busca de aire consiguió sacar voz.

—A-agust —gimoteó.

Pero el rubio negó y aumentó tanto la fuerza como la rapidez en sus estocadas, casi incrustando al menor en el colchón. Él también se sentía cerca, todo ese tiempo de sólo verlo disfrutar se había excitado y después su boca había sido la guinda del pastel.

—Grita —gruñó.

Kitty, que pensaba que podría desmayarse del placer acumulado, sintió su lengua volver a atacar uno de sus pezones con algún resto de chocolate. Eso añadió leña al fuego y no le quedó más remedio que acatar su orden con gusto.

—¡Agust! —chilló.

Pero el apelado ascendió en un camino de húmedos besos por su pecho y cuello hasta llegar a sus labios, mordiéndole con fuerza el inferior, como una especie de castigo.

—Grita mi nombre —jadeó—. Quiero escuchar "Yoongi" en tu voz.

Kitty ni siquiera tuvo tiempo de detenerse a pensar en lo que ello implicaba. Había desvelado parte de su identidad personal, algo revelador, pero parecía no tener la más mínima importancia para ninguno de los dos.

Después de dejarle un corto beso en los labios, gimió en alto.

—Yoongi, Yoongi —repitió cual mantra mientras notaba un hormigueo desde su entrepierna subir hasta su pecho.

—Más alto —imperó Agust.

—¡Yoongi, joder! —gritó al fin Kitty.

Acto seguido su pecho y parte del del rubio se mancharon de aquel espeso líquido blanco mientras cerraba sus ojos, exhausto.

—Jimin —balbuceó, dejando que lo siguiera penetrando hasta que llegase a su clímax—. Grita mi nombre.

Agust no tardó en hacerle caso conforme las estocadas se volvían erróneas y él fue quien tuvo que mover sus caderas para hacerlo correrse dentro de él.

—¡Jimin! Oh, que bien Jimin —gimió el rubio, con una voz grave.

Tras finalizar su orgasmo se dejó caer a su lado en la cama y los dos compartieron un cómodo silencio en tanto se calmaban.

—Bonito nombre —susurró el pelirosa.

Kitty sonrió irónicamente, no por el cumplido si no por su descuido mutuo. Pero Agust no parecía afectado.

—Buen polvo —replicó él—. Quizá después que todo acabe te llame —bromeó.

Sin embargo, Kitty se giró y escaló hasta dejar la cabeza sobre su pecho y así escuchar los latidos acompasados de su corazón.

—Hazlo —susurró—. No tenemos por qué olvidarnos de todo lo vivido, te dejaré mi contacto.

Agust rodeó su delgado cuerpo con los brazos, grandes a comparación.

—Bien —murmuró—. Buenas noches Jimin.

Tras dejarle un beso furtivo en los labios, se acomodó y cerró sus ojos. Kitty no tenía mucho sueño después de todo, así que limpió con su diestra su propia corrida en la piel de ambos y la lamió después.

Sólo entonces se permitió descansar a su lado, como si no fuesen dos sicarios buscados por las dos mafias más importantes de Corea del Sur.

Como si no hubiesen pactado dejar los sentimientos a un lado en esa clase de noches.

Como si no le importase tener que separarse de él una vez hubiesen llevado a cabo el plan.

Y como si su corazón no latiese más deprisa de sólo pensar en su rostro.

—Buenas noches, Yoongi —susurró, sabiendo que ya estaba dormido.

Después de eso también se durmió, con una presión extraña en su pecho.

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々 〆 〩 あ の を

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