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5. Pasión 🌹

Te veo mirándome
Los ojos en tu objetivo
Bebidas mezcladas y anillos de humo
Acaba de empezar
No pasará mucho tiempo antes de que
tú y yo
Hagamos lo que los amantes hacen
Ropa en el suelo, exploramos nuestros cuerpos
Atraparte es mi pasatiempo favorito
Así es como lo hacen los amantes
Oh, "amor" sólo es otra palabra de cuatro letras
Pero eso nunca detuvo a nadie
Oh, de todos modos perderemos
Justo como los amantes lo hacen.

Like Lovers Do, Hey Violet



🌹




Qué importaba si tan sólo se aparecía de repente, en la habitación de siempre. Si durante ese viernes, dejaba cerrado el puesto de flores durante todo el día. Para qué quería las ganancias, si KyungSoo le había dejado descaradamente ese fajo de billetes en su bolsillo.

Deseaba olvidar el rostro de la mujer en la camilla, deseaba nunca haber dejado aquellas rosas marchitarse en el cuarto del hospital. Sólo quería conocer si es que todo lo que KyungSoo le decía era cierto, si era realmente por su madre, por quien siempre estaba tan preocupado. Y es que en serio, JongIn también necesitaba saber que alguien más lo comprendía, que comprendía lo que era ese amor incondicional por el que él como hijo, también velaba sin descanso por ella, rezando porque su padre no se volviese loco mientras él no estaba en su casa, para protegerla.

Quería creer que entre las diferencias abismales que habían entre él y KyungSoo, tal vez coincidían en algo tan importante y natural, como una madre en apuros. Pero no. Nada había en común entre ellos. Aún cuando lo hubiese imaginado, cuando en su mente hubiese pintado decenas de escenarios, donde podían ser felices, donde la madre de KyungSoo despertaba, donde la propia se mudaba lejos de su padre, y no lo volvían a ver nunca más en la vida. Donde la paz existía, y sólo debían velar por ellos mismos, y ese sentimiento del cual se convencía cada día más, que no era unilateral.

No sabía de dónde provenía, pero desde lo hondo del mar de sus pensamientos, algo le decía que KyungSoo lo quería más allá que para tener un delirante y salvaje sexo noche tras noche. Algo o alguien, susurraba en su cabeza, instaurándole el presentimiento de que se lo merecía. De que merecía a alguien como KyungSoo, de que lo necesitaba. De que ese hombre de labios mosqueta y mejillas tersas como calas, le pertenecía y también le adoraba tanto como él lo hacía desde el primer momento en que lo había visto.

—JongIn, ¿qué haces aquí? —la voz era clara y denotaba sorpresa.

KyungSoo acababa de entrar en la habitación, mientras él, desnudo y recostado en la cama, con sus brazos extendidos hacia arriba, mecía sus caderas para demostrar cuan excitado estaba; quería volver a sentir la intromisión, y ser ultrajado aún si le dolía en el cuerpo y alma. Aún si sabía que saldría lastimado por un hombre que sólo se rendía ante él, para darle y recibir placer, mientras olvidaba a su esposa en coma y liberaba su frustración.

—Esperándote...

—¿Quién te dejó entrar? —preguntó tajante, desajustándose la corbata y haciendo más lentos sus pasos a medida que se iba a abriendo también la camisa, hasta quedar en la punta de la cama, y sacándose el cinturón.

—¿Quién te dejó a ti entrar en mi corazón? —interrogó con desesperanza, desafiante al bajar con su mano hasta su entrepierna para acariciarse bajo la atenta mirada del mayor.

—No me respondes.

—No me coges. ¿Ahora te acordaste de que el espíritu de tu esposa podría estar mirándote? —se sentó para avanzar de rodillas y tomarlo por la corbata floja.

—¿Qué estás diciendo? —susurró contra su boca.

—Que ya sé todo. Eres un mentiroso... —besó sus labios, sintiendo la amargura de aquel encuentro, la acidez del veneno que eran los roces de las manos subiendo y bajando por su espalda; estremeciéndole como si estuviese siendo contaminada su sangre, con cada chasquido que le devolvía la lengua, hasta su lenta separación.

—Y tú un entrometido, JongIn. No debes hurgar más allá de lo que no te compete.

—Quiero que seas sincero. Tal y como te veías cada noche al comprar flores... Quiero aspirar tu aroma, y sentir el dulzor embriagante de los jazmines, pero sólo huelo algo podrido, que me lastima en el alma... Me usaste como un sol barato que te quemó hasta marchitarte, pero en realidad yo siempre fui el girasol a tu alrededor, esperándote... Siguiéndote como un niño desesperado por algo de brillo, por algo que le haga sentir verdaderamente hermoso —suspiró al arrastrar la camisa por sus brazos y besar sus hombros.

—Has confundido las cosas. Nunca fingí ser alguien que no soy. En cambio tú... ¿Cuándo eres JongIn ese chico dulce como la miel que me recomienda flores? ¿Y cuándo eres ese joven atrevido y descarado que rechaza mi invitación después de haberme dicho lo apuesto que soy?

—Nunca hice algo así...

—Entonces ¿quién eres tú? ¿Y por qué vives tan confundido? Olvidando cuando te pido que vengas una tarde, cuando te reitero que saques a tu madre de tu casa y la traigas a una habitación, cuando te digo que dejes tu trabajo en la florería, que te conseguiré trabajo en otro hotel; cuando te insisto en que no cedas ante tu padre, y que estudies, ¿dónde estás cuando te digo esas cosas? ¿Por qué sólo sigues pidiéndome dinero? Quiero ayudarte, pero no puedo así JongIn. Ya no sé lo que quieres. Ni siquiera sé lo que necesitas, y ahora de repente, te has metido hasta el fondo, yendo a ver a quién no te he dado el derecho. Yo tampoco te pedí nunca que me contaras tu vida. Sólo me has introducido, y quiero salir del mismo modo en que llegué, en silencio. Pero no me dejas en paz.

—¿Yo te pedí dinero? —se apartó incrédulo ante lo que acababa de oír; KyungSoo se veía igual de derrotado que él, se notaba cansado, agotado, pero no podía descifrar de qué. ¿Por qué le decía todas esas cosas? ¿Por qué lo hacía ver a él como el problema? Si siempre era éste quien le hacía regalos bonitos, ropa, cenas, y sus libros de estudios que apenas y ocasionalmente le había mencionado—. Yo no lo hice. Sólo te pedí... Sólo quiero... Sólo te necesito a ti.

—Ya lo veo, pero no puedo más. No más de lo que ya te he dado.

—¿Por qué no puedes sólo... —presionó del cuello de la camisa conteniendo su impotencia y llorando, ¿qué era lo que le sucedía? ¿Qué eran esos espacios vacíos en su alma? Esas semillas esparcidas con el viento, que aún no encontraban maceta donde crecer.

—No te amo JongIn.

—Ya lo sé. Y desearía que estas raíces en mi cabeza, tampoco se aferrasen tanto a ti... Soy un mediocre. Y sí, tal vez sólo quiero tu dinero, y entonces así podría llenar de aromas dulces mi casa... —murmuró contemplándole con la vista borrosa, tratando de no dejarse llevar por las emociones arrebatadoras del momento—. Dime, KyungSoo por favor, ¿por qué cada vez que regreso a casa sólo siento el aroma de la putrefacción? ¿Por qué no puedes estar conmigo siempre y ayudarme a arrancar la mala hierba?

—JongIn, no puedo comprenderte si sigues hablándome en clave... —exhaló precipitadamente cuando lo jaló encima, haciéndolo caer sobre su cuerpo desnudo.

—Clave... Claveles, mamá tenía unos bonitos en sus manos... Tan rojos como la sangre que luego salía de sus heridas... —recordó, abriendo su boca para morder cuidadosamente los labios expectantes.

Logrando que KyungSoo jadease con notorio deseo ante su accionar, y motivo por el que se apresuró a llevar sus manos a la entrepierna y bajarle de un tirón brusco el pantalón.

—JongIn, espera no estás pensado con claridad... —intentó detenerlo, pero él sólo quería volver a sentirlo otra vez.

Quería ser penetrado con fuerza y sentir el dolor y el placer al mismo tiempo, quería volver a sangrar.

—Las espinas siempre la lastimaban. Eran traicioneras como tú... Como papá —se perdió en los ojos que le contemplaban atónitos.

—JongIn...

—Tómame KyungSoo, por favor... finge que me haces el amor al menos una vez. No me claves tus espinas como él lo hizo con ella. Déjame tener un buen recuerdo —suplicó por última vez—. Y luego desapareceré por siempre. No más flores. Nunca más.

Quizá era lo más falso, y al mismo tiempo verdadero que obtendría en su vida.

Pero las manos ardientes de KyungSoo, sus labios de impuras orquídeas balanceándose sobre su hombría, y extrayendo su última gota de orgasmo, el éxtasis del pequeño sismo sacudiendo sus huesos al ser violentamente embestido hasta el amanecer, hasta que sus extremidades cedieron ante el sueño; serían lo más real y lejano a una fantasía que tendría jamás.

🌹

—Buen día, ¿hablo con Do KyungSoo?

JongIn oyó temprano en la mañana el murmullo femenino a través del teléfono celular que KyungSoo acababa de atender somnoliento.

—Sí, buen día, ¿quién es?

—Llamamos desde el hospital... Su esposa ha despertado.

El agarre protector y tibio en su cintura, se soltó como una rama débil. Como cuando él mismo y sin consideración alguna, arrancaba las hebras del pasto en un fértil campo.

Desde la raíz KyungSoo se desprendía.

Y desde raíz, JongIn tenía que acabar con aquellos sentimientos.

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