4. Decepción 🌹
"Si Dios quiere", es lo que dices
Crees que perdí mi fe
No quieres pronunciar mi nombre
Prohibido, no te veré otra vez
Elegí una vida de pecado
Desearía que pudieses perdonarme
Tengo bordes afilados, me pongo a la defensiva
Demasiado perdido como para importarme
Con el dedo medio hacia el cielo
Perdón por asustarte
Sé mi protector mientras cruzo el Sahara
Llévame allí y ámame como a una rosa del desierto
Abrázame como si no pudieses dejarme ir
Manténme a salvo cuando regrese a casa
Ámame como a una rosa del desierto.
Desert Rose, Lolo Zouaï
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Estaba tan mal, al aceptar que había caído irremediablemente enamorado de aquel hombre majestuoso y deslumbrante. Entregarse al cuerpo de KyungSoo, a sus toques sensuales y experimentados, a su voz hechizante; era como beber de la gota diamantina de agua en medio del desierto; una mordida de la fruta del placer, que lo arrancaba de sus raíces, de la vida soporífera, terrosa y seca que llevaba en el puesto de flores y a la que se veía condenado por el resto de sus días.
Saberse no amado, marchitaba una parte de su corazón que ni siquiera imaginaba que podría haber cobrado vida tras conocer a KyungSoo. Saberse deseado, avivaba aún más los propios deseos, los más profundos y prohibidos por querer seguir siendo aprovechado; si KyungSoo quería ser agua, él estaba dispuesto a ser su flor, la que más le gustase, una rosa, un clavel, o una margarita. La que fuese con tal de que lo arrancase sin pudor y consentimiento de la tristeza y el estancamiento.
Si KyungSoo era la gota húmeda resbalándose cada noche por sus muslos, quería que siguiese siéndolo por siempre, quería seguir sintiendo la tibieza de su pasión desenfrenada, pero también quería el calor de su corazón, quería ir más profundo, quería ser sólo suyo; quería develar todos los misterios que había en la oscuridad de su mirada, y en las palabras que nunca le decía al callar y sólo besarlo.
KyungSoo parecía tener mucho por contar, y JongIn estaba dispuesto a oír cuanto fuese necesario con tal de sentir que éste se abría ante él, con la misma sinceridad que le había expuesto sus sentimientos. Tal vez era mucho pedir, tal vez estaba siendo demasiado exigente. Pero KyungSoo ocultaba secretos en sus ojos, en cada flor que llevaba al hospital.
—¿Qué flor le darías hoy, a una mujer que se ha sacrificado tanto por ti, con tal de hacer feliz a tu corazón por el resto de sus días? —le fue preguntado ese miércoles, al detenerse frente a su puesto.
—Eso es demasiado intenso... ¿Así de fuerte es el amor por tu madre? —cuestionó intrigado, porque claro que él también amaba a su madre; pero la forma en que KyungSoo se expresaba, le hacía creer de a ratos, que habían sentimientos mucho más intrínsecos que una simple relación maternal.
—Así es... Ahora más que nunca, después de perder al ser que más amaba sobre el universo.
—Yo... Si mi madre estuviese allí... No lo sé, le llevaría entonces una verde planta y con hojas grandes y gruesas, para que le haga compañía; entonces tal vez ella vea lo fuerte que es la naturaleza, podrá ver que ambas envejecen a la par, y quizá quiera despertar para regarla con sus propias manos. Las flores se marchitan después de unos días. No la conduzcas a lo mismo.
—Eres muy inteligente, JongIn. Dame una planta entonces, la que tú creas más conveniente —sonrió removiéndole con delicadeza unos mechones de su flequillo.
—El palo de agua... Tiene hojas muy largas y bellas. No requiere grandes cuidados, ni ser regado tan seguido.
—Bien, esa será —asintió, llevando una mano dentro del bolsillo de su saco.
—No —espetó—. No quiero que me pagues.
—¿Cómo?
—Déjame conocerla —pidió fugazmente—. Esa será mi paga.
—No, no puedes. Ya hablamos de esto, JongIn. No voy a involucrarte en estas cosas —aseveró sacando ya un par de billetes.
—Ya lo has hecho y bastante, pidiéndome siempre recomendaciones. Ese es un trabajo extra que no has pagado —le acusó en un intento por incomodarle, pero sus planes no parecían ser lo suficientemente fuertes para romper con la determinación de KyungSoo.
—Entonces de eso se trata —murmuró mirándole fijamente, y sacando un pequeño fajo de un bolsillo interno—. Bien, estás en lo correcto. Te daré más dinero. Pagaré por todo lo que hice, ¿eso te alcanza para detenerte con esta tontería? Creí que eras un joven maduro, sabiendo en qué se metía —le extendió con el pulgar y el índice, el dinero delante de su rostro.
—¡No, no lo entiendes! ¡No quiero tú dinero! —soltó exasperado, decepcionado, porque a cada segundo se daba cuenta, que nada era como lo había imaginado.
—Pero lo necesitas. No sé cuáles sean tus problemas JongIn. Te ofrecí una vez que trajeses a tu madre al hotel, y jamás se apareció, ¿quieres dinero? ¿Qué tanto quieres? Pídelo.
—No quiero tu dinero... Tampoco quiero que me tengas lástima, nunca te pedí que cuidases de mi madre —susurró entre lágrimas, sin comprender porqué se comportaba así de prepotente—. Realmente quiero conocerte KyungSoo... Sólo quiero importarte un poco más... Yo —soltó quebrado avanzando hacia él, para reposar su frente en el hombro, esperando recibir un cálido abrazo.
—Adiós JongIn —sintió los labios besar su mejilla, despegándose rápido. La mano ágil deslizándose por el bolsillo de su jean, depositando probablemente el dinero que le pagaba por algo que ni siquiera se estaba llevando en manos, como la planta.
Sino algo que se llevaba inconscientemente en su interior. Le acababa de pagar por un corazón roto que no tenía forma de recomponerse; ni de renacer como una planta con raíces fértiles. Su corazón ya era arena dispersándose en el torrente sanguíneo de un hombre cruel y sin consideraciones, de una ilusión en forma de inocente rosa blanca, llena de espinas, clavándose en su dorada piel, y haciéndole sangrar dorado veneno por los ojos.
—No me dejes KyungSoo... Por favor, vuelve —alzó la voz, entrecortada por el ahogo de sus silenciosas lágrimas.
La humedad ya no era tan placentera, no era como gotas refrescantes y paradisíacas, no era una sensación extasiante de placer, no era como ver el oasis blanco de las primeras noches, apareciéndose a comprar pequeños y perfumados jazmines para alguien que desconocía.
Ahora JongIn conocía tanto a KyungSoo, como a la persona para quien iban también dirigidos aquellos racimos.
Cuando KyungSoo ya se fuese a su casa, y notase que su puesto estaba cerrado, entonces él se inmiscuiría buscando a esa mujer internada, llevándole un encargo especial de rosas rojas. Porque nada representaba tan intensamente, los sentimientos de un amor cruel como el que él sentía por KyungSoo.
Como la infiel y pasional traición de KyungSoo al apoderarse de su cuerpo, cuando en coma, esa joven señorita Do, verdaderamente inocente como los ángeles, y la cual reposaba dormida eternamente delante de sus ojos, le decía con su vibrante juventud, que definitivamente no era la madre.
—Es su esposa...
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