Tú dijiste que yo, era la flor más exótica
Me abrazaste fuerte en nuestra hora final
Y no sé cómo los convenciste ni cómo lo haces, es increíble
Y no sé cómo superas
A alguien tan peligroso, corrompido e imperfecto como tú
Uno por el dinero, y dos por el show
Te amo, cariño. Estoy listo para irme
¿Cómo fue que te volviste así? No lo sé
Estás arruinando, eres brillante
Y te ves como un hombre de un millón de dólares
Entonces, ¿por qué mi corazón está roto?

Million Dollar Man, Lana del Rey

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Ese sábado por la noche, no se suponía que fuese a trabajar en la florería. JongIn iba a dedicarse a descansar en su casa y ayudar a su madre con algunas plantas que cuidaban en el pequeño invernadero del patio. Ese fin de semana era ideal para aprovechar la ausencia de su padre quien trabajaba haciendo dinero extra en el campo; él extrañaba a su madre, y probablemente ella también estaría desesperada por saber qué le había sucedido en esas tres semanas.

Por lo que regresándose del hotel, tras KyungSoo haber salido de la habitación para iniciar su día laboral, él se retiró también silenciosamente. KyungSoo le había pedido que de momento, se manejase dentro de las instalaciones en los espacios comunes a los empleados. El pedido era algo curioso, y definitivamente le dejaba muchas dudas abiertas, ¿acaso no querían verlo con otro hombre? O KyungSoo ya estaría en una relación con alguien más, y él era sólo un amante de medio tiempo.

Fuese lo que fuese, quería saberlo pronto, porque el modo en que lo había conducido la primera noche tras bajar del taxi, por una puerta trasera, donde no deambulaban clientes, apenas esquivando algunas mucamas mientras KyungSoo lo empujaba como si fuesen un par de adolescentes escapando de una clase, y subiendo en el ascensor de servicio hasta el último piso; todo había sido demasiado emocionante para siquiera detenerse a cuestionarle a qué estaban jugando.

Todo lo que recordaba, era desde los besos escurridizos del par de labios gruesos dejando suaves marcas en su cuello, y devorando su boca con deleite y lenta humedad, hasta el cómo lo había hecho entrar y arrojado en la cama con desesperación, para desnudarlo sin detenciones por parte de ninguno de los dos.

Lo único que podía recordar de esa primera noche acostándose con un casi extraño, era la abrumadora excitación, y lo completamente diferente que se sentía. Como si una nueva persona hubiese nacido dentro de él, apoderándose de su alma, y haciéndole querer sumirse cientos de veces más en ese remolino de pétalos rojos y venenosos que nublaban su vista; que intoxicaban sus sentidos, confundiendo el aroma de un inexistente amor, con el del placer lujurioso del sexo a cambio de palabras bonitas y endulzantes de emociones amargas, como las que se apoderaban de su alma con el transcurso de muchas noches más.

—JongIn... —le había susurrado KyungSoo encima, al acabar de correrse dentro de él, quedándose unos segundos unidos, quietos y contemplándose como si fuesen el ser más hermoso del universo, el uno para el otro—. De todas las flores que compré jamás, tú eres la más exótica y preciosa... Y ni siquiera he tenido que comprarte, es como si hubiese encontrado una onza de oro entre los pétalos de una rosa —acarició su piel.

—Eres demasiado bueno, para ser real, KyungSoo. Quisiera que me dijeses la verdad —susurró contra sus labios y enroscó las piernas en las caderas pálidas, queriendo más aún cuando apenas habían acabado.

—¿Cuál verdad?

—¿Por qué eres tan amable y caballeroso conmigo? ¿Así eres con todo el mundo? No he podido verte fuera de estas paredes de hotel. No sé más de ti que el hecho de que ves a tu madre en el hospital... Y que tienes mucho dinero.

—No tengo tanto dinero —rió entre suspiros, dejando pequeños besos en sus hombros.

—¿Cuánto es "tanto" para ti?

—Suficiente para comprar un corazón como el tuyo.

—Eso no sería posible...

—Por eso, no tengo tanto.

—No necesitas comprarlo... Te lo entrego.

—¿Por qué lo harías si apenas me conoces?

—Porque me gustas mucho. Más de lo que jamás me había gustado alguien. Desde que compraste por primera vez en la florería, me dejaste hechizado... Eres como la flor de la pasionaria, increíblemente hermoso cuando extiendes tu sonrisa hacia mi, y aún si no llevas puesto ningún perfume, desprendes un aroma tan dulzón e hipnótico... Que me haces querer aspirarte una y otra vez, como veneno, KyungSoo. Tus labios son como el fruto, quiero probarlos todas las noches, aún en las que no te veo.

Tal vez había soltado demasiado rápido su confesión. Su corazón era muy joven, y así era como se sentía al respecto. Si KyungSoo era tan amable y atento, entonces qué había de malo en decirle la verdad. En expresar sus sentimientos, unos que a veces revoloteaban confusos, pero tremendamente intensos como el florecer ardiente de la primavera.

Sentimientos que parecían propios, y otras veces, cuando despertaba mareado por los aromas de las flores brotando en el invernadero de su casa, parecían lejanos, parecían los sentimientos de alguien más y desconocido. Los sentimientos de alguien que no era KyungSoo. Que no era ni siquiera él mismo.

—JongIn, me halagas. Pero tú sabes que ésto —murmuró robándole un lascivo beso y retomando con las suaves y lentas penetraciones—. Es todo lo que tenemos, dulce cariño.

—¿Lo es?

—Lo es.

—Rompes mi corazón... Ah —jadeó al ser sujetadas su muñecas por lo alto de su cabeza.

—Lo remendaré, tantas noches lo necesites. Tantas noches sean necesarias, seguiré comprándote flores, con tal de que me regales una especial a mi... —sintió el arrullo de la voz estremecedora en su oído.

—Eso es egoísta. No las compras para mí...

—¿Por qué una flor querría otra flor, cuando ya es una, y la más hermosa?

—Para sentirse especial en medio de la soledad del campo.

—Tú estás rodeado de flores —le observó atento.

—Ninguna eres tú. Tú te las llevas todas y me dejas solo. ¿Por qué presiento que hay algo más que tu madre en el hospital?

—Porque estás loco.

—Ninguna flor está tan loca, para no darse cuenta que tus intenciones son misteriosas —alzó las caderas, buscando más movimiento por parte del mayor.

—¿Mis intenciones son misteriosas? —KyungSoo se meció dentro de él, pero alejando su rostro para mirarle detalladamente y deslizar las manos por su torso.

—Desde la noche en que pregunté para quién eran las flores, has empezado a llevar diferentes especies que yo te recomiendo. Me sorprende el amor desesperado hacia tu madre, y tus inmensas ansias por querer que despierte de su coma...

—Eso suena cruel, ¿por qué no querría que despierte?

—No lo sé. De repente tu intensidad en que lo haga, se incrementó desde la misma noche en que accedí a esto.

—Estás loco, mi flor dorada —le acarició un pómulo, allí donde JongIn aprovechó para gesticular su disconformidad.

—O soy demasiado inocente, creyendo en tus palabras.

—Nunca te pedí que creyeras en mí.

—Pero lo hago, y sin motivos, lo hago desde que creí en que estaría a salvo subiéndome a ese taxi contigo. ¿Eso no es una invitación a creer en ti?

—No me hagas responsable de tus sentimientos.

—Ni a mí de lo que provoques al rechazarlos... Ah, más fuerte —exigió en un gemido, llevando sus manos a la espalda, apretando la piel pálida de jazmín.

Sintiendo como KyungSoo se hundía con tal violencia en su interior, como si la blanca miel, ya fuese suficiente veneno para sí mismo, para ensuciar su mente, y hacer hervir su sangre. Para traer a su cabeza, al demonio que no conocía, pero al que necesitaba para librarse de esos sentimientos ocultos y de la culpa; necesitaba ese lado oscuro que disfrazaba su día y noche en un arcoiris, y engañaba un poco más su realidad.

Eran las espinas de una rosa, creciendo hacia adentro, acribillando más que su piel, socavando en sus recuerdos.

Pero KyungSoo lograba hacerle olvidar y suavizaba los dolores con la savia de sus labios; lo mareaba con el perfume de su hombría desparramándose cada noche en su bronceado cuerpo.

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