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⸼۰ ۪۪۫۫ ﹍𝐒𝐄𝐗𝐘 𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐋𝐎𝐕𝐄﹎
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La gatita volvía a sacar sus uñas después de mucho tiempo sin mostrarlas y el tigre sólo sucumbió.
Kitty dejó gran parte de la humedad de su boca en el miembro de considerable tamaño, dejándolo perfectamente erecto, rosado y palpitante. Quería que le deseara, que su único afán esa noche fuese follarle, pero no pretendía terminar rápido, por eso se alzó en cuanto Agust parecía preparado.
Este luchaba por respirar con normalidad. La boca de Kitty era como un pedacito de cielo, tan cálida y estrecha que casi podía imaginarse estar dentro de él. Nunca había sentido tanta lujuria que con el pelirosa.
—No estarás cansado ya, ¿eh? —murmuró al verlo levantarse.
Kitty en cambio esbozó una sonrisa ladeada y se humedeció los labios para limpiar los restos de líquido preseminal.
—Si apenas hemos empezado. —Rió, dejando espacio entre ambos para quitarse el vestido por encima de su cabeza y lanzarlo a alguna parte—. Ahora dime mi pequeño Clyde, ¿tienes algún límite?
Agust admiró sus labios mientras hablaba, incapaz de no pensar en otra cosa que el recuerdo de su boca recibiendo su erección entera.
—No —murmuró, acercándose hasta rozar sus carmines—. ¿Y ahora vas a seguir haciendo preguntas toda la noche o puedo follarte en paz?
Kitty, satisfecho y algo sorprendido, no dijo nada más. Aquello fue el detonante para que Agust, sin siquiera molestarse en quitarle su tanga, lo tomase de la cintura y lo voltease contra la encimera.
El pelirosa, con su pecho en el mármol, se dejó inmovilizar con sus brazos sujetos tras la espalda y los pies separados para él.
Agust no dudó en ser él quien se pusiera de rodillas esa vez. Mientras sostenía las manos de Kitty en su espalda, la diestra apartó el tanga de encaje para hacerle espacio hasta su entrada. La forma en la que su lengua acarició y estimuló el pequeño y ridículo agujero hizo temblar las piernas de Kitty.
—Joder...
El murmullo provocó un sonido de protesta del rubio, que mordió el interior de su cachete.
—Silencio —ordenó, cansado de la charlatanería del pelirosa.
Se había resistido demasiado tiempo a sus encantos, a la forma coqueta de andar, a sus afiladas miradas y a las sonrisas de doble sentido, por no hablar de sus comentarios picantes. Kitty era el prototipo ideal de Agust y esa noche el ron le había ayudado a romper la barrera laboral y profesional con tal de probarlo un poco.
Y más que probar, degustó todo a su paso, lamiendo, succionando y escupiendo en su entrada hasta que el primer dedo entró con demasiada facilidad. Kitty quiso gemir, pero tenía a ser reprendido, le gustaba demasiado ser sumiso así que calló a base de morder su labio inferior.
Llegó un punto que la calor en la estancia fue insoportable para Agust y su entrepierna, así que se encargó de dejarlo bien dilatado antes de enderezarse y quitar del todo su camiseta y pantalón.
Kitty esperó y al poco de nuevo esas rudas manos le giraron justo antes de que le sujetase el rostro.
—Quiero escuchar como gimes, gatita —aclaró el rubio, sabiendo que se había contenido.
Él asintió. Podía ser muy dominante o muy sumiso, quizá ambas, podía ser cualquier cosa dependiendo de su acompañante, pero para Agust era completa y absolutamente una puta deseosa de ser follada. Y no le daba miedo admitirlo.
El rubio sonrió con satisfacción y tardó segundos en tomar la única prenda que quedaba en su cuerpo y desgarrarla en dos para quitársela.
—Ya te compraré otro, gatita —susurró, tomándole de su trasero para colocarle sobre la encimera—. Uno que sólo haya visto y vea yo.
Kitty notó su piel erizarse ante la insinuación. Sabía que ambos habían concordado a mantener aquello como sólo sexo, pero la implicación de una segunda vez le puso los pelos de punta.
—Bien. —Asintió, apoyando las rodillas en sus hombros para dejarle completamente libre su entrada.
Agust tomó su miembro para colocarlo correctamente y entonces se deslizó con mucha paciencia en el pequeño agujero, expandiéndolo conforme avanzaba, hasta que estuvo completamente dentro. Kitty alargó un gemido melódico por ello, recostando su espalda en el frío mármol y cerrando los ojos ante la sensación.
Las estocadas comenzaron, lentas y pausadas en primer lugar para que ambos se acostumbrasen. Agust sentía la estrechez y calidez alrededor de su miembro como el paraíso y Kitty tocó las estrellas cuando la erección le llenó completamente.
El rubio, mientras poco a poco aumentaba el vaivén de sus caderas, escupió contra el pecho ajeno y dirigió sus dedos a los pezones del pelirosa para estimularlos con la saliva, haciéndole retorcer y gemir como una zorra necesitada.
—Te gusta, ¿eh? —Le picó.
Kitty, lejos de avergonzarse, asintió con un quejido frágil.
—Se siente demasiado bien, no pares —farfulló.
Agust en cambio sonrió cuando una firme y ruda estocada le cortó el aliento.
—Las órdenes las doy yo —aclaró.
De nuevo reinó el silencio a excepción del lascivo sonido de sus pieles chocando y algún que otro gemido, pero Agust se sentía inconforme aunque tuviese una de las mejores vistas frente a él.
Con un gruñido comenzó a penetrarlo de forma brusca, arrancándole algún que otro quejido y jadeo delicado. Kitty sintió que podía desmayarse allí mismo cuando tocó su próstata con una destreza que pocas personas le habían demostrado a lo largo de su trayectoria. Sin duda alguna Agust sabía lo que hacía y, solo quizá, le había subestimado por su aparente formalidad.
Cuando la entrepierna del rubio comenzó a hormiguear supo que debía ir más despacio o la diversión terminaría pronto, pero en vez de eso se detuvo completamente. El otro sicario ni siquiera podía pensar o verse confundido de todo el placer acumulado en su cuerpo, así que solamente se dejó cargar en sus brazos hasta la habitación que habían dejado atrás. En parte lo agradeció porque aún llevaba puestos sus tacones y las piernas le temblaban.
Agust le dejó contra la cama sin delicadeza, demasiado desesperado por dejarlo boca abajo. Kitty señaló sin aliento la mesita de noche y el rubio lo captó enseguida. Bajo la escasa luz de tonos morados y azules encontró algunas cosas útiles y al volver a colocarse tras él no dudó en usarlas.
—¿Quieres una palabra de seguridad? —preguntó Agust, con la respiración agitada también.
Kitty dejó que esposase sus manos a la altura de su espalda baja mientras lo sopesaba. Ciertamente estaba sorprendido de que el rubio conociese aquel tema, puede que la imagen de padre de familia se le estuviese quedando atrás. Quién diría que el gruñón sería tan salvaje.
—Veneno —respondió, a pesar de que sabía que no la necesitaría.
Agust se le asemejaba al veneno; impredecible, sutil y silencioso, incluso atractivo si sabías usarlo adecuadamente. A Kitty no le importaba tomar de él en ese momento.
El rubio asintió para sí y dio por finalizada la pequeña pausa para pasar una fina cinta negra por la boca de Kitty y así silenciarlo, pero no del todo por si necesitaba pronunciar su palabra de seguridad. De igual modo ató otra a la altura de sus ojos para privarle de uno de sus cinco sentidos y estimular el resto.
Agust entonces tomó sus caderas y las alzó, obligándole a apoyarse de sus rodillas y pecho en la cama. Tras eso volvió a penetrarlo, esa vez directamente con una fuerte estocada que le arrancó un quejido doloroso.
—Silencio —repitió.
Cuando no lo escuchó, salió de él para volver a penetrarlo bruscamente. Esa vez notó el menudo cuerpo temblar, pero no hubo quejas, así que siguió con el proceso una y otra vez hasta que sintió las piernas de Kitty demasiado débiles para aguantar su peso.
Agust, pensando en él, le arrastró un poco hasta dejar sus piernas colgando del final de la cama para mayor comodidad. Allí comenzó a follarlo de nuevo, tomando con su diestra el rosado cabello con fuerza y con la zurda azotando sus nalgas sin piedad.
Su piel fue adquiriendo un tono rosado, imperceptible bajo esa leve luz, pero Kitty sentía el escozor de igual forma. Aún así, era una de las mejores noches de su vida, por no decir la mejor. Agust le daba justo lo que quería y necesitaba en ese momento, y aunque no pudiese gemir o gritar, dentro era un torbellino de placer.
El rubio cambió la dinámica y dejó descansar su trasero solo para arañar la piel de su espalda. En ese instante Kitty no pudo contener el gemido directo de su garganta, tan alto que erizó la piel de Agust.
Sin embargo, lejos de regañarle solamente le dio la vuelta con facilidad. El pelirosa tuvo que arquear su espalda para no clavarse las esposas, pero esa postura sólo acrecentaba el placer.
Agust sostuvo sus piernas en el aire con ambas manos, observando su cara contraída del placer bajo las vendas.
—Si pudieses verte... —murmuró con la voz ronca—. Eres una gatita hermosa, tan necesitada de mi polla...
Kitty no pudo reprimir otro gemido, pero esa vez hubo consecuencias. Agust dejó sus piernas flexionadas contra su pecho para tener las manos libres y así rodear su cuello con una.
—Que rebelde eres, aunque no me sorprende —balbuceó, notando un cosquilleo crecer en su erección conforme aumentaba las estocadas—. Eres tan patético.
Su mano se aferró al contorno de su garganta, aunque no asfixiándolo del todo. Kitty notó su piel erizada y sus pezones duros ante el insulto, casi más placentero que el cumplido.
—Eres ridículo —siguió Agust, dándole lo que quería—. Tan pequeño e inútil —gruñó.
Su otra mano alcanzó su erección, que era un poco más pequeña en tamaño, y le propinó un golpe, sacándole otro gemido en alto.
—Maldita zorra —murmuró al darse cuenta de sus gustos—. Eres patético.
Tras otro manotazo en su miembro Kitty finalmente se corrió, disfrutando del cosquilleo eléctrico en todo su cuerpo, dejando que el líquido saltase contra su propio pecho y gimiendo cada vez más rápido.
Agust, al ver esa erótica escena, soltó gemido profundo y se dejó llevar por el éxtasis, corriéndose dentro de él hasta quedar vacío. Después de eso luchó por respirar y soltar las vendas del rostro de Kitty.
—Wow. —Suspiró este, jadeando al aire—. Eres mejor de lo que creía.
Con una risa Agust salió de su interior y se dejó caer a su lado en la cama, mirado el techo como si le pudiese calmar.
A Kitty le temblaban las piernas mientras las dejaba sobre el colchón, en realidad todo su cuerpo temblaba. Había sentido como si fuesen dos orgasmos en uno, demasiado vívido, quizá por el efecto lejano de la pastilla.
—Y tú más sumiso de lo que pensaba —contraatacó el rubio en cuanto reunió aliento suficiente.
Fue el turno de reír para el pelirosa, que escaló en la cama hasta descansar la cabeza en el mullido cojín. Allí se propuso quitarse los tacones de una maldita vez, molesto.
—Puedo ser muy dominante, pero dudo que te guste ese papel —murmuró, algo más calmado.
Lanzó los zapatos al suelo y entonces se acomodó bajo las sábanas, completamente exhausto.
Agust no tardó en copiarlo, sin importarle mucho a esas alturas dormir en la misma cama, desnudos.
—Eso no lo sabes —contraatacó, cerrando sus ojos con cansancio.
Kitty ahogó un bostezo ya habiendo recuperado el ritmo normal de su pulso.
—Me gustaría verlo —balbuceó adormilado.
—A mi también —respondió Agust, de la misma forma.
Ambos dejaron que el sueño ganase la batalla esa vez, sin importarles la situación, el lugar o la cercanía de sus rostros y cuerpos. Si se movían casi podían rozar sus labios, pero ninguno se inmutó. En su lugar solamente se quedaron dormidos en cuestión de segundos.
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々 〆 〩 あ の を
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