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Capítulo 9

El atardecer llegó tranquilo, la niebla había desaparecido hace ya unas horas, y nuevamente el calor comenzaba a hacerse presente en la finca.

Jungkook se había mantenido recluido en su habitación, con un humor de perros el cual había tardado demasiado en irse. Tuvo el potente deseo de golpear las cosas que estaban a su alrededor hasta que se hicieran trizas, hasta que cayeran de sus manos hechas polvo, pero su cabeza le recordó que se encontraba en casa ajena, y su problema no era con ninguno de los que vivían allí, excepto el dueño mismo, como para que tuvieran que soportar limpiar las consecuencias de su grosería.

No obstante, fue en su almohada la que tuvo que soportar ser golpeada sin compasión. Jeon parecía un niño pequeño que hacía un berrinche mientras clavaba sus nudillos en la suave superficie una y otra, sin detenerse, mientras soltaba un par de gruñidos en el trayecto.

Le recriminó por todas las desgracias que le ocurrían en esos momentos, desde el simple hecho de estar ahí, hasta el saber que las palabras de Taehyung tenían razón.

Se detuvo dos horas después, cuando sus brazos le reclamaron por el esfuerzo, su respiración se encontraba errática y una capa de sudor cubría su cuerpo. Arrojó la almohada a un rincón de la habitación y se sentó en el suelo. Dobló sus rodillas y apoyó sus codos en sus ellas, escondió su cabeza entre sus manos, finalmente rendido.

Tenía que encontrar una forma útil en que pudiera coexistir con las demás personas ahí, sin provocar problemas. Justo ahora no necesitaba más, estar en Dalbich era suficiente por el momento.

Levantó su rostro mientras soltaba un suspiró cansado. Observó el techo blanco, como si él le fuera a dar las respuestas que necesitaba. Aunque ni siquiera sabía las preguntas.

Dejó que el tiempo transcurriera mientras se mantenía en esa posición, sin ganas de moverse. Pensó en su lobo, casi no lo había sentido desde que llegó ahí, con algunas excepciones, como la noche anterior, cosa que era muy extraña, pues su parte animal gustaba de darle constantes dolores de cabeza, y a pesar de que usualmente lo ignoraba, ahora comenzaba a pensar que le hacía un poco de falta, pero solo un poco.

—Mierda—maldijo. Cerró los ojos, e intentó conectarse con su desaparecido lobo, al fin y al cabo, no podía ignorar que le preocupaba su ausencia.

Entró en su consciente, buscando. No lo consiguió. Parecía que su lobo estaba en un profundo sueño, del cual se negaba a despertar.

Después de pensarlo unos minutos, llegó a la conclusión de que quizá estar entre árboles y naturaleza funcionaría más que estar recluido entre cuatro paredes.

Frunció los labios al sentirse pegajoso, producto del sudor. Estuvo a punto de preferir quedarse y tomar una reconfortante ducha que necesitaba con desespero, pero por una vez, puso a su lado animal en la cima de su lista de prioridades.

Salió en total silencio, el crepúsculo estaba cerca de aparecer, y el sol daba sus últimos rayos de luz, mientras el cielo se tornaba de acogedores tonos cálidos.

Tuvo suerte de no toparse con nadie en su camino, eso tan sólo habría servido para fastidiar sus planes. Observó a los lejos a uno cuantos obreros cargando pesados costales, sudando la gota gorda, llenos de suciedad y mal olor. Esperaba no tener que encontrarse con algunos de esas personas en tan deplorable estado. Consideraba que eran seres inferiores a él, quien se mantenía pulcro y limpio siempre.

Los árboles le otorgaron de su sombra poco después, y Jungkook siguió el angosto sendero empedrado que atravesaba el lugar. Caminó durante varios minutos, sin encontrarse ni a una sola alma. La soledad era un poco inquietante, pero alejó de su cabeza el pensamiento tan rápido como llegó. No eran muchos los trabajadores que ahí laboraban, y las tierras de cultivo se encontraban lejos de ahí.

Se detuvo poco después, al estar seguro que nadie le vería con esa distancia. Comenzó a desvestirse con calma, observando de vez en vez el anochecer sin real interés. Dobló su camisa y sus pantalones y los dejó a un costado del grueso tronco de un árbol, colocando su bóxer entre ambos y dejando a un lado también su calzado, quedando completamente desnudo, justo como la Diosa le había traído al mundo.

Nuevamente cerró los ojos y respiró profundo, buscando tranquilidad suficiente para realizar un cambio. Hace años que no lo hacía, no tenía tiempo, espacio ni permiso, y justo en esos momentos la falta de práctica hacia presencia.

Buscó a su lobo, y se sorprendió al encontrarlo con mayor facilidad. Era como un aura dentro de su persona, una conciencia que compartía cuerpo con él. En algunos casos, llegaba a ser un compañero y amigo, pero por des fortuna Jungkook y su lobo no mantenían una relación así.

El clima comenzó a descender conforme el sol desaparecía, y las sombras cada vez se hacían más grandes, más fuertes. La suave brisa fresca golpeaba con dulzura el cuerpo del alfa, casi haciendo una caricia. El sonido de las hojas de los árboles a su alrededor marcaban el compás de su respiración, y aunque no lo notara, la naturaleza le cobijaba como una manta protectora, apoyándole en su cometido.

No había mejor lugar para conectarse con su otro yo, con su lobo, que en medio de su hábitat natural.

Jungkook no se movió ni un solo milímetro durante cinco minutos, llevando toda la concentración que tenía a una sola cosa.

Y finalmente, después de intentarlo, después de esforzarse por conseguirlo, lo obtuvo.

Sintió su cuerpo cambiar, escuchó incluso algunos huesos tronar y reacomodarse, sintió cómo su cuerpo se adaptaba al cambio. La ya olvidada sensación que experimentó en esos segundos, en los que pasaba de ser un humano a un lobo, le llenaron de una alegría infinita. Una que era inspirada por su lobo, quien después de haber sido amarrado con cadenas, siendo olvidado en una oscura cueva, salía a respirar aire puro. Por fin podía sentir la libertad que tanto reclamó.

Su pelaje castaño en el lomo, y rubio tanto en el pecho como en las patas se mecía al ritmo de la fresca brisa. Se estiró sin inhibiciones, disfrutando sentir el pasto y tierra bajo sus patas.

Rodó en el suelo cual cachorro pequeño, jugando un poco con el pasto y disfrutando estar en esa forma de nuevo. Justo ahora se daba cuenta de lo mucho que extrañaba aquello, mientras se restregaba con entusiasmo contra el suelo. Era como si sus manos hubiesen sido apresadas por dolorosas sogas durante demasiado tiempo, y solo entonces hubiese podido tomar una navaja con la cual romperlas.

El oler a madreselva y la elegante esencia de la uva, el oír el vuelo de las aves a su alrededor, el ver de una forma más nítida una distancia realmente larga era fabuloso, fantástico. No pudiendo aguantar más sus ganas, salió corriendo de ahí, tan solo dejándose llevar, dándole un poco de independencia a su lobo.

Corrió sin cansarse, con entusiasmo, sediento de esa sensación. Se perdió con gusto en el bosque, pero en esta ocasión, sin temor a no saber regresar.

Era un mundo distinto, pues sus sentidos lo captaban de una forma sin igual.

Perdió el sentido del tiempo, realmente le tenía sin cuidado saber qué hora era o cuánto tiempo había transcurrido, lo único que sabía era que la noche se cernía sobre su cabeza, y la luna creciente aparecía entre las nubes.

Pronto, escuchó el correr del agua, su chocar con las rocas. Sin pensarlo, se dirigió a ahí, oliendo después la tierra mojada, el ambiente húmedo, y un suave ápice a vainilla.

Sus patas se detuvieron al encontrarse frente a un río, y entró en él completamente despreocupado, solo hundiendo sus patas y nada más. Jugó un poco con el agua, feliz, alegre, vigoroso.

Y poco después, volvió a detectar el olor a vainilla, con la diferencia de que fue con mayor potencia.

Lleno de curiosidad, buscó el origen del olor, caminando unos cuantos metros. Había una suave colina que le impedía ver más allá, pero al subir en ella, descubrió lo que buscaba.

Justo en la orilla, se encontraba el hermoso omega que le quitaba el sueño, sentado en posición india, mientras observaba con detenimiento su reflejo en el líquido cristalino. Parecía perdido en sus pensamientos, y hasta cierto punto, melancólico y decaído. Las yemas de sus delgados dedos tocaban el agua distraídas, haciendo que se formaran algunas ondas que distorsionaban su reflejo.

Con cautela, y procurando no hacer ruido, se acercó. Sus ojos detallaron a Taehyung, notando entonces su pelo mojado, y sus labios que castañeaban por el frío que la noche había traído consigo. Se detuvo a un par de metros a su derecha, no queriendo alterarle. El olor de la vainilla era suave, no mostraba ninguna emoción, por lo que el lobo no tuvo ninguna pista sobre cómo sería su proseguir más acertado.

No obstante, el omega le advirtió segundos después con un sobresalto. Le miró con miedo entonces, pues encontrarse con un lobo de repente no era algo que sucediera todo los días, o por lo menos no de esa forma.

Taehyung se mantuvo totalmente paralizado, mientras observaba cómo el desconocido lobo daba un paso más cerca hacia él. Pero el mismo se detuvo, al ver cómo se tensaba y detenía su respiración, pronto el olor a miedo llegó a su nariz, y en busca de hacerle saber que no tenía ni la menor intención de hacerle daño, bajó la cabeza, dirigiendo su mirada al suelo en una clara señal de sumisión. Además, el alfa quería dar una disculpa por su comportamiento aquella misma mañana, aunque Jungkook no estuviera totalmente de acuerdo con la decisión.

El omega captó el mensaje, y sintió cierto alivio. Regresó a la posición india, sólo que en esta ocasión, con dirección al lobo, y aunque tenía desconfianza, un gesto como aquel no lo hacía cualquier ser.

— ¿Quién eres? —preguntó confundido. El alfa se irguió y se acercó, echándose a su lado para darle un poco de su calor mientras dejaba salir su olor, dándole así la respuesta.

Taehyung inhaló la fragancia que se había grabado a fuego en su memoria, reconociéndolo al instante. Su omega gruñó anhelante, mientras reconocía al lobo alfa. La aceptación fue inevitable. Observó nuevamente a lobo, esta vez, con mayor confianza.

—Jungkook—susurró con voz suave, deleitándose con esa palabra, como si fuera un bocado del más exquisito platillo, y se detuviera a sentir el sabor explotar en sus papilas gustativas. Levantó su mano, y tocó suavemente el pelaje detrás de sus orejas. El alfa se regocijó con el toque, y se dejó mimar dejando de lado su orgullo.

Tae acarició detrás de sus orejas, viendo como dejaba caer sus párpados. Jungkook había encontrado el antídoto perfecto para el veneno que le recorría hace tan sólo unas horas, y no quiso pensar en que el ingrediente secreto tuviera que ver con la aceptación y deseo que profesaba su lobo a aquel escultural omega el cual estuviera implicado con algo más allá que la empatía.

— ¿Qué haces aquí, Kook? —rompió el silencio. Jungkook se removió un poco, y abrió los ojos de nuevo. Tae pudo notar entonces, el maravilloso color de sus orbes, parecían oro líquido, reluciente, elegante y tranquilo. "¿Qué haces con mi cabeza?"

Taehyung había pasado del enojo a la tristeza a lo largo de la tarde, caminando a la orilla del río mientras se perdía en sus pensamientos con libertad. Incluso llegó un instante en el que después de haber estado demasiado tiempo en aquello y no haber llegado a ninguna conclusión, se hundió en el helada agua, buscando que su cabeza fuera víctima del frío y que así le impidiera pensar. Porque eso es lo último que quería hacer.

Justo ahora, su cabello aún goteaba una que otra pequeña gota sobre su cuerpo y su piel se erizaba a la mínima brisa. El frío le había golpeado de lleno, y ahora se moría de frío.

Jungkook acercó su hocico a Taehyung, pues había detectado una esencia más en él, y no podía ni quería contener el enorme deseo por empaparse de su dulce perfume. Durazno, el mejor acompañante de la vainilla. Poco a poco, el ambiente comenzó a tornarse más y más cálido, más íntimo. Taehyung frunció el ceño en un inicio, pero después se dejó hacer al entender sus intenciones.

Ladeó su cabeza y cerró los ojos, dejando que fuese olido con libertad. Sintió la nariz húmeda del lobo, y sonrió un poco al sentir unas suaves cosquillas. El alfa dio un paso más y Taehyung dejó caer su espalda contra el abundante pasto. El frío comenzaba a desaparecer de a poco.

Su omega se regocijo al sentirse apreciado de esa manera, de ser tratado con tal delicadeza, pues el alfa no había intentado de ninguna forma obligarle a algo, casi parecía pedirle permiso para todo, preocupado por no ser brusco o mal bienvenido.

Su olor, su condenadamente exquisito olor le inundaba magníficamente. No podía dar ninguna explicación por la que justo unas horas atrás se encontrara lanzando maldiciones en su nombre, y justo ahora se mostrara con tanta confianza. No la había. No cuando estaba seguro de que podía otorgar su confianza, quizá no a Jeon como tal, pues su carácter y su personalidad seguían desquiciándole, pero el lobo que tenía sobre él era otra historia.

—Kook—jadeó desprevenido, cuando el lobo pasó su lengua justo en la unión de su hombro con su cuello. Un suave gruñido le acompañó, esta vez del contrario. Tae se sonrojó completamente, sintiendo su sangre arder en sus mejillas, y su respiración comenzó a alterarse. Dirigió sus manos nuevamente detrás de las orejas y mimó al alfa con dulces caricias.

Nuevamente sintió la lengua pasar por su suave piel e intentó ladear aún más su cabeza, buscando inconscientemente más de ello. De repente, dejó de sentir el espeso pelaje entre sus manos, cambiando ahora a un sedoso pelo humano. Abrió los ojos desconcertado, encontrándose con el desnudo cuerpo humano del alfa. Pero lo único que podía observar en esos momentos, es cómo los ojos dorados permanecían en su rostro, dándole pinceladas mágicas a su piel. Sus orbes parecían refulgir entre la oscuridad, más que las estrellas, más que la luna misma. Y la mirada que le dirigía era encantadora, pues la ternura y la adoración que reflejaban eran transmitidas a sí mismo, no había segundas intenciones.

Sus rostros estaban tan cerca que podían respirar el mismo aire. Una abismal distancia de un par de centímetros separaban a sus labios. Y un deseo comenzaba a formarse en ambos.

Estaban solos en medio del bosque, disfrutando de la cercanía sin siquiera planearlo. Jungkook dirigió su vista a los hermosos labios en forma de corazón del omega. Del tamaño exacto, del color perfecto y del dueño indicado.

Quería probarlos. Necesitaba probarlos.

Tan solo un par de centímetros.

Conectó sus pupilas con las de él de nuevo, implorando con ellos el permiso. Taehyung entendió el mensaje. No eran necesarias las palabras, ni los sonidos, ni los gestos. Tan solo un mirada. Esa mirada.

El omega llevó su mano hasta la nuca del alfa, sintiendo los sedosos cabellos azabaches contra su piel. Se detuvo un momento más para contemplarle, para analizarle, para confirmar sus sospechas.

Y lo besó.

Sus labios impactaron entre sí, y una lluvia de fuegos artificiales explotó en su interior. Comenzó como un suave toque, una delicada caricia, mientras ambos tanteaban el terreno minado a ciegas. Los antebrazos de Jungkook descansaban a ambos costados del rostro de Taehyung, cuidando de no aplastarle, aunque retiró una de ellas del suelo, para llevarla a su estrecha cintura.

El beso subió de nivel. Jungkook delineó con su lengua el labio inferior de Tae, pidiendo permiso para entrar, el cual fue concedido de inmediato. Ambos se fundieron en una danza de lenguas prodigiosa, mientras sentían el ambiente calentarse cada vez más, sin detenerse, elevándose sin parar.

Jungkook se acercó aún más, pecho contra pecho, buscando una total cercanía que no les parecía suficiente.

Parecía que habían recién descubierto un hambre interminable dentro de sí mismos, y por más que se alimentaran, no llegaban a saciarse. Sentían hambre por el otro. Y lo que comenzó como un fino beso se transformó en uno desesperado, rápido e infinitamente hambriento. Casi aparentaban temer del tiempo, de que se acabara sin poder disfrutarse como era debido.

El alfa se acomodó entre las piernas del omega, y Tae las enrolló en la cintura del alfa haciendo presión, buscando que el espacio entre ambos se volviera inexistente. Un excitado gruñido salió desde sus gargantas cuando ambas piernas hinchadas hicieron contacto, enviando placenteras descargas a sus cuerpos.

Jungkook dirigió sus labios hacia su mandíbula, dando algunos besos, algunas mordidas. Taehyung acariciaba su espalda desnuda, sintiendo sus músculos contraerse y estirarse bajo sus manos. Su respiración era un desastre y su rostro estaba totalmente sonrojado.

— ¡Ah!—gimió cuando Jungkook mordió su cuello, casi detrás de su oreja. Aquello se sentía bien, jodidamente bien, y su entrepierna comenzaba a doler.

Estaban perdiendo el control, si es que alguna vez hubo uno. Simplemente no tenían deseos de detenerse. Pero no tuvieron opción, cuando llegó a sus oídos un lejano grito.

— ¡Kim Taehyung!—el corazón del nombrado casi explotaba por tan rápidos latidos, desafortunadamente, en esta ocasión la causa no era bienvenida.

Taehyung se reincorporó de inmediato, mientras los ojos del alfa abandonaban el dorado color, para regresar a su habitual castaño. El grito volvió a escucharse, peligrosamente cerca. Taehyung corrió hacia un árbol cercano y tomó el abrigo que esa mañana había portada, se lo tendió al alfa, evitando ver más allá de su rostro. Jungkook inmediatamente lo aceptó y se lo colocó con premura, siendo consciente de lo que había hecho y de las consecuencias que podría acarrear.

— ¡Tae!—ahora podían escuchar los pasos del propietario de aquella masculina voz acercarse.

Ambos compartieron una última mirada cómplice, comunicándose sin pronunciar ni una sola palabra.

—Jimin ¿Qué sucede?—preguntó Taehyung con voz aparentemente tranquila.

— ¿Qué sucede? Qué la líder del pueblo llegó hace una hora y tú no te has dignado a aparecerte en todo el día—exclamó el chico molesto. Jungkook le dio una mirada de soslayo, detallando al rubio recién e inoportuno llegado.

"¡Por una vez estoy totalmente de acuerdo con mi lobo, y tenían que arruinar todo de esta forma!" exclamó para sí mismo, casi queriendo cruzar sus brazos frente a él y formar un puchero en sus labios, justo como cuando era un niño. Sin embargo, se obligó a contenerse.

— ¿Ya ha llegado? —preguntó alarmado, dándose cuenta de que la noche había caído hace rato, no había tocado el suelo de la mansión en todo el día.

—Sí, y no parece estar muy contenta—Jimin, como se hacía llamar el chico, tomó la mano de Taehyung y estuvo a punto de emprender la marcha a su lado. Pero se detuvo de improvisto al caer en la presencia de otra persona.

—Jimin, él es Jungkook—presentó—Es el chico del que te conté ayer. —Jimin le miró detenidamente, alzando la ceja al ver la pobre vestimenta que portaba, pero decidiendo cerrar la boca y no expresar su primera impresión.

—Un placer conocerle—mencionó el rubio, tendiéndole la mano, la cual fue estrechada educadamente.

—Igualmente—Completó el alfa.

Justo después emprendieron la marcha.

—Tae, Namjoon quería hablar contigo por la tarde. —mencionó Jimin, quien se encontraba a la derecha del aludido. Jungkook, quien caminaba al lado opuesto, esbozaba una mueca de profunda molestia al verse obligado caminar descalzo sobre la tierra, tocando algunas partes que aún se encontraban húmedas por la tormenta de la noche anterior.

No obstante, de alguna forma ya había sido "perdonado" por el desplante de esa mañana, y se encontraba demasiado cansado como para formar otro numerito por culpa a su especial desagrado a sentirse sucio. Además de que aquello que se encontraba entre sus piernas parecía no querer bajar, era molesto, dolía, pero por lo menos, el abrigo le llegaba casi a las rodillas, por lo que era ocultado exitosamente.

— ¿Sabes para qué me buscaba?

—Supongo que ha de ser por la cosecha. La vendimia será en menos de un mes, tendremos mucho trabajo para entonces. Quizá quería tratar contigo los asuntos sobre los preparativos. —contestó el chico de mejillas regordetas.

Jungkook detalló el olor del chico cuando una brisa llevó el olor del mismo hacia su propia nariz: fresa y chocolate. Un omega. Frunció la nariz de inmediato, era demasiado empalagoso para su gusto. Nada que ver con el glorioso perfume de Taehyung, pues a su humilde criterio, era perfecto. Una combinación exacta de ambos olores.

Sintió a su lobo apoyar el pensamiento, y no pudo evitar sonreír satisfecho.

Al menos algo había salido bien aquel día: había recuperado a su lobo.

Taehyung y Jimin continuaron hablando a lo largo del camino, mientras Jungkook se limitaba a observar a su alrededor, con algo de curiosidad. No le tomó importancia a ninguna palabra que salía desde los labios de los omegas, aunque logró rescatar que parecía haber un importante evento próximo. Realmente no le veía caso a prestarle atención, después de todo no estaría ahí dentro de un para cuando se llevara a cabo.

¡Hola! ¿Están disfrutando de la lectura?

¿Les gustó el beso? Soy un fracaso narrando este tipo de cosas.

No olviden votar, la estrellita no muerde... creo.



-MiaGarrettA

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