Capítulo 45
Sus músculos resentían el esfuerzo físico. Se encontraba sudando a raudales; las gotas serpenteaban a través de su cuerpo, formando ramificaciones abstractas y húmedas, para después dejarse llevar por una inevitable gravedad que las guiaba hasta impactar contra el suelo.
Su rutina de ejercicios se había vuelto muy estricta. Desde su primera terapia, le habían recomendado concentrarse en crear una que mantuviera ocupada su mente durante un notable lapso del día. Y había estado funcionando. Por lo menos, la mayoría de veces.
Jungkook ejercitaba su cuerpo hasta que ya no podía más, hasta que sus músculos perdían toda la fuerza que habían acumulado desde la última sesión. Sin embargo, su cuerpo, aún herido, le había servido para marcar un límite para no colapsar y evitar convertir su nuevo pasatiempo en una actividad destructiva.
Puras mierdas.
Jungkook quería entrenar hasta morir, si era posible.
A esas alturas, su lobo desesperado, que aullaba a la nada, había conseguido fastidiar su humor, el cual terminó por agriarse con el pasar de los días.
A pesar de todo, disfrutaba de percibir sus músculos calientes, palpitantes, tensos y al borde del dolor, porque solo así era capaz de sentir algo. Solo así podía recordar que aún seguía vivo.
Después del mediodía, entraba en su coche y conducía hasta la empresa, trabajaba como una máquina, y se marchaba hasta que la noche se encontraba en pleno auge.
Tenía la imperante necesidad de mantener sus pensamientos lo más lejos posible de sí mismo. Debía asegurarse de que su cabeza se mantuviera callada.
Lo único bueno de todo ello, era que su productividad laboral se había alzado hasta por encima de las nubes; sus primeras reuniones habían sido un tremendo éxito, y los empresarios, socios y potenciales clientes habían recibido una excelente impresión de él, la cual auguraba opacar la decadente reputación que había venido arrastrando desde hacía varios años.
De esta forma, el otoño fue extendiéndose hasta colocar su manto sobre todo el hemisferio, con climas que iban tornándose cada vez más fríos, y lluvias cada vez más ocasionales. Durante las noches, era totalmente imposible salir al exterior sin llevar un abrigo encima.
Así, durante una de todas esas noches de mediados de otoño, Jungkook se preparaba para marcharse de la oficina. Sentía las pesadas ojeras del cansancio pesando en sus párpados. Quería regresar pronto a su departamento, para poder caer inconsciente sobre su cama sin preocupaciones por el mañana.
Estaba colocándose su abrigo de cuadros, oscuro y afelpado, cuando Hoseok entró de imprevisto en su oficina. Sin avisar ni tocar, pero con un semblante tan tranquilo y fresco como si fuera una vigorizante mañana de primavera. Se sentó en uno de los sillones frente a su escritorio mientras estiraba su espalda y aflojaba su corbata.
Jungkook frunció el ceño, instintivamente revisó la hora en su reloj, comprobando lo que ya sospechaba. Era casi medianoche, más o menos una jornada más tarde de la hora de salida del hombre.
— Afuera hace un frío que te cagas. Creo que la primera nevada llegará mucho más pronto este año. — Comentó mientras frotaba sus manos y soplaba entre ellas con fervor.
— Por supuesto que vas a sentir frío, si no llevas ningún abrigo encima. — Señaló.
Hoseok se encogió de hombros, restándole importancia. Jungkook estaba de pie, pero se acercó unos pasos antes de preguntar lo que se le vino a la cabeza desde el primer momento en que lo vio llegar.
— ¿Qué haces aquí?
— Vengo a visitarte a tu nueva cueva. — Hizo un ademán señalando toda la habitación. — Y de paso, también vengo para sacarte de ella.
— ¿Mi qué?
— Cueva. — Repitió, sin inmutarse.
— ¿De dónde ha salido eso?
— De que te has convertido en un ermitaño que no sale de aquí, nunca. — Contestó, con una mirada inocente. Jungkook estuvo a punto de replicar, pero al ver sus intenciones, Hoseok se adelantó a sus reclamos. — Hemos preparado una noche de amigos, y tú serás nuestro invitado especial. Ya sabes, por eso de que nunca haces acto de presencia y siempre rechazas nuestras invitaciones. Solo seremos nosotros en la terraza de Soyeon, una cena y quizá alguna copa. Algo tranquilo.
— No puedo, estoy muy cansado. — Intentó escaquearse, sin mentir.
— Soyeon no tiene problema con que te quedes a dormir allí. Así que, si ya estás listo, nos vamos ahora. No acepto reclamos. — Se levantó, con la fuerza de quien ha tomado un nuevo objetivo de vida, y se las arregló para llevar al alfa hasta su auto, y después hasta el departamento de la mujer, a pesar de las quejas que, sin duda, se interpusieron en su camino.
Jungkook no había estado evadiendo a sus amigos, al menos no intencionalmente. Intentaba conversar con ellos de vez en cuando y ser útil cuando necesitaban algún apoyo. Pero en su afán por mantenerse ocupado, había terminado por descuidar sus relaciones sociales, y terminaba el día tan, pero tan cansado, que lo último que le apetecía era salir con alguien a disfrutar de la noche.
Lo peor de todo llegaba cuando cerraba los ojos. Parecía que detrás de sus párpados se habían grabado las imágenes de las llamas consumiendo la madera. Y entonces, su masoquista cerebro recreaba el sonido de las vigas crujiendo sobre él, derrumbándose, aplastándolo.
El dolor, los gritos, la desesperación, el miedo, la impotencia... Al final habían terminado por hacerse espacio en su vida y en sus sueños.
A veces, cuando las noches se hacían especialmente largas y las pesadillas más recurrentes, abría el cajón de la mesita de noche cercana a su cama, y sacaba un frasco con pastillas para dormir que había comenzado a guardar cuando sintió que ya no podía más.
Y era tan solo después de ingerirla que podía encontrar un poco de paz para su atormentada mente. Su psicóloga y él habían acordado una serie de pautas a tomar en cuenta para considerar cuándo era necesario el uso de estas y cuando no, para de esa forma, mantener una ingesta saludable.
Jungkook trataba de no consumirlas, pues detestaba la idea de depender de ellas para poder conciliar el sueño, pero realmente disfrutaba ese momento exacto en el que recostaba su espalda sobre el colchón y comenzaba a sentir el adormecimiento artificial que lo mecía como si se encontrara en una balsa sobre la superficie de un sosegado océano en un cálido día de primavera. Y él solo cerraba los ojos, dejándose llevar a un mundo silencioso, sin pensamientos intrusivos, sin preocupaciones por el futuro, y sin dolores por el pasado.
Pero esta no era una de esas noches. Por supuesto que no.
Hoseok lo llevó diligentemente hasta el apartamento de su prima, Soyeon. Era una suite que se ubicaba en el décimo piso de un complejo de apartamentos, que si bien era lujoso, no derrochaba la ostentación de los apartamentos de Gangnam. A Jungkook le gustaba, pues estaba cerca del centro, y tenía una vista envidiable desde la terraza. El amanecer solía ser mucho más majestuoso desde ahí.
Por el rabillo del ojo, observó su apariencia que se reflejaba en el espejo del ascensor. Había dejado su corbata en el auto y había desabrochado el primer botón de su camisa. No era vanidad, solo se trataba de comodidad.
Sus ojos se detuvieron por un instante el collar que colgaba de su cuello. El pequeño dije azul del que se negaba a separarse, pues no se sentía capaz de deshacerse de él, y mucho menos de guardarlo en un rincón oscuro de su departamento. Sentía que ese pequeño objeto se había ligado irremediablemente a su propia esencia, y la simple idea de apartarlo, le provocaba un malestar inexplicable, como si se estuviera despidiendo de un trozo importante de su propia alma.
Ingresó en el apartamento, detrás de Hoseok, e inmediatamente llegó a él el apetecible olor de la comida casera recién hecha. También detectó el aroma de la carne condimentada, con una ligera nota cítrica, además de la fragancia del arroz y un par de aderezos que consumaban la cena.
Yongsun y Soyeon ya se hallaban en el comedor, terminando de colocar los cubiertos sobre la mesa. Habían situado un arreglo floral en el centro, y a cada lado, recipientes de cristal con la cena humeante.
En cuanto notaron su presencia, ambas le regalaron una brillante sonrisa. Soyeon se acercó hasta apresarlo entre sus brazos, apretándole con todo el cariño que no sabía que la mujer era capaz de contener dentro de sí misma.
Jungkook de pronto se sintió extraño. Su cuerpo físico estaba ahí, dentro de ese apartamento, acompañado de las personas más importantes de su vida, recibiendo el amor y cariño que no sabía que necesitaba.
Pronto entendió el verdadero significado de una epifanía.
Porque descubrió que aquello, era justo lo que necesitaba. Su alma requería de cuidado y contención, de protección y cariño. Había sido derrotado en una dura y cruel batalla, y hasta ese momento, fue consciente de que finalmente había llegado a casa. Y las personas que lo estaban esperando ahí estaban listas para sanar sus heridas.
Por primera vez en semanas, una emoción rompió la superficie de la dura cresta que se había formado alrededor de su espíritu. Destrozó la muralla de hierro con la fuerza de una estrella hasta que la hizo polvo. Hasta que no quedó nada.
Jungkook estaba conmovido. Y aquella era una emoción tan fuerte y compleja, que de pronto Jungkook no supo qué hacer con ella.
Respondió el abrazo y enterró el rostro en el cuello de su prima. Y en cuanto lo hizo, las lágrimas brotaron desde sus párpados como si un manantial se hubiera asentado ahí.
Soyeon lo abrazó, como se abraza a un cachorro, y lo contuvo como solo un buen abrazo podía hacerlo.
La purificación de nuestras emociones es un suceso que debe darse regularmente, antes de que comiencen a lastimar nuestro interior y convertirnos en personas que realmente no somos.
Jungkook sollozó en su hombro, mientras la catarsis visitaba su cuerpo, purificando cada célula de su existencia. Dejó que las emociones que había estando apresando salieran a través de sus lágrimas, escapándose y perdiéndose en parajes lejanos y desconocidos.
Y solo cuando el proceso hubo terminado, la cena dio inicio.
Se aseguró de darles las gracias, a todos, en el transcurso de la noche. Necesitaba demostrar la enorme gratitud que sentía por ellos. Porque cada vez que lo necesitó, ellos estuvieron ahí para apoyarlo.
Observó vagamente el pedazo de papel con la información de aquella reunión ejecutiva.
Jungkook estaba aburrido. Llevaba poco menos de una hora ahí y los deseos de fugarse a cualquier otro lado de la ciudad lo embargaban como las gotas de lluvia en una furiosa noche de tormenta.
Contra todo pronóstico, la asociación con Dalbich seguía en pie, y había llegado el momento de dar comienzo con el proyecto de manera formal. Si todo marchaba bien, para inicios del próximo año estarían lanzando los nuevos paquetes promocionales en los menús de los restaurantes.
Pero primero debían de planificar cada detalle del proyecto, desde los presupuestos hasta las ediciones que serían distribuidas. Y Jungkook no tenía problema con atender las reuniones que estaban dirigidas a esta unión comercial. Era su propio proyecto, después de todo.
Sin embargo, el ambiente que se había instalado en la sala de reuniones comenzaba a asfixiarlo. Literalmente.
Aquella mañana, mientras ingresaba al edificio, estaba consciente de que quizás aquel día sería bastante duro. Había sido informado de que un representante vendría desde el viñedo para asistir presencialmente a la reunión.
Y ahora, tenía que soportar las duras miradas que Namjoon le dirigía cada cierto tiempo. Jungkook se dijo a sí mismo que podía soportarlo. Era evidente que él estaba molesto, pero era lo suficientemente profesional como para dejarlo de lado cada vez que era necesario hacer una acotación.
La reunión llegó al final veinte minutos después. Ambas partes habían acordado hacer un par de ajustes, y finalmente habían logrado establecer un presupuesto y un plazo de tiempo razonable.
Jungkook organizó los documentos que se hallaban sobre la superficie de la mesa antes de levantarse y salir. Estaba planeando acercarse al área creativa de la empresa, pues se le habían ocurrido un par de ideas que podrían incorporarse en la estrategia promocional.
— ¿Podemos hablar un momento? — Escuchó, tan solo un instante después de haber cruzado el umbral de la sala de reuniones.
Parecía que Namjoon había estado esperándolo. Jungkook lo analizó brevemente, buscando cualquier indicio de hostilidad o peligro. Lo último que deseaba aquel día era comenzar una pelea verbal, o física, con su potencial socio comercial.
Aunque, si bien Namjoon no se veía relajado y continuaba con aquella pesada energía que había mantenido desde el inicio de la reunión, al menos no parecía estar a punto de saltar sobre él para soltar un puñetazo.
Así que accedió. Y juntos caminaron hacia la oficina de Jeon.
— ¿Fuiste tú? — Indagó, un instante después de haber tomado asiento frente al escritorio del alfa. Extrajo un par de documentos del maletín que había llevado con él, y los colocó con tranquilidad sobre la mesa.
— Nam, yo no provoqué el incendio. — Se defendió de inmediato, completamente agotado de enfrentarse ante la misma pregunta casi todos los días.
— No me refería a ello. — Exclamó, sin expresión en el rostro.
Intrigado, Jungkook levantó una ceja. Entonces, orientó su atención a los documentos sobre la mesa. Los tomó, y comenzó a leerlos sin saber realmente qué se suponía que debía esperar.
Era un informe reciente, realizado por una organización privada, que pretendía investigar el origen de unas misteriosas marcas sobre la superficie de un paquete de botellas que había sido seleccionadas de forma concreta.
— ¿Qué es esto? — consultó mientras sus ojos seguían recorriendo cada uno de los renglones, sin encontrar la conexión consigo mismo.
— Antes de salir del viñedo, me encontré a Eunha esperándome en la salida. Ella me entregó esto. — Señaló fugazmente los papeles con un gesto de la mano. — Ella quería venir aquí, pero eso nos habría provocado problemas con su familia, así que me pidió que te los entregara. — Se detuvo por un instante, y recargó su peso en el respaldo de la aterciopelada silla. Jungkook le dirigió una mirada fugaz, parecía que Namjoon aún se encontraba procesando las palabras de la omega y buscaba la forma de expulsarlas por su boca.
— Sigo sin captarlo.
Namjoon suspiró un instante después, finalmente listo para hablar.
— Es sobre lo que sucedió en la Vendimia, lo de las botellas contaminadas, ¿Recuerdas?
— Por supuesto.
— Hubo solo un par de cajas con botellas que fueron relegadas en aquel tiempo. Eran un paquete que tenía un problema de fábrica y el licor no se estaba conservando correctamente, así que tomamos las botellas con el problema, desechamos el licor estropeado y guardamos algunos envases en la bodega. Resulta que las botellas que desechamos eran de la misma cosecha que el vino contaminado. Eunha las encontró algunas semanas y las envió a un laboratorio para que fueran analizadas. — Con una mano, Namjoon acarició sus sienes, dispersando una potencial migraña.
La claridad iluminó a Jungkook como el sol de verano. El tema se había desvanecido de su mente debido a todos los acontecimientos que le golpearon con anterioridad. De inmediato, se sintió terrible consciente de que había dejado sola a Eunha con un problema enorme sobre sus hombros.
— Dentro de las botellas aún quedaban rastros de Delirium, pero eso ya no es una sorpresa. — Se acomodó sobre la silla, incómodo. — Lo interesante es que las huellas de Irina Gardiner están impresas sobre la superficie de los envases.
— Pero eso no comprueba que ella haya filtrado el contaminante. — Señaló.
— No, pero si prueba que violó un tratado escrito con Taehyung, donde prometía no intervenir en la producción. — Namjoon rebuscó entre las hojas, hasta que dio con una donde, efectivamente, se señalaba un acuerdo entre ambos aludidos que pretendía encaminar una tregua que no terminó siendo tan duradera como se pretendía. — Son pocos los que tienen acceso a las cavas, y cada vez que lo hacemos, cuidamos tener las manos cubiertas. Y ella no siguió ningún protocolo, lo que en definitiva es evidencia que la incrimina.
— Pero ya no nos sirve ahora. Ella ya está muerta.
— Aún así podemos conseguir justicia.
— ¿Cómo? — Indagó. Inevitable era que la curiosidad hiciera mella en él.
— Irina tenía dinero, mucho. Dinero que le perteneció al viñedo antes que a ella. — Exclamó, con determinación. — Con esta evidencia, podemos tenerlo de vuelta con nosotros.
— Eso sería realmente estupendo, Nam. — A pesar de todo, aún podía experimentar un profundo alivio, orgullo y satisfacción debido a que al menos uno de los problemas que había encontrado a lo largo de su camino dentro de Dalbich pudiera ser resuelto al fin.
— Lo sé. — Exhaló profundamente. — Tu también eras parte de todo esto, y supongo que al final, era justo que lo supieras.
— Te lo agradezco. — Se levantaron, uno detrás del otro, y durante un momento, compartieron una significativa mirada. No reflejaba odio, rechazo o rencor. Era de ese tipo de miradas que compartían un par de cómplices después de cada aventura. Era un "Si lo necesitas, cuenta conmigo".
Namjoon se marchó poco después, y Jungkook se quedó ahí, en su oficina por un par de horas más, disfrutando de la curiosa y cálida sensación que se había instalado en su pecho.
Después de todo, para ser cómplices, era primordial e imperativo que existiese la confianza.
Y el confiar en alguien, después de haber visto sus peores facetas, era lo que generaba las más grandes amistades.
¿O no?
Era de esperarse que la policía coreana fuera precavida. También era de esperarse que se mantuvieran siguiendo las reglas al pie de la letra, les gustara o no.
El teniente Choi y la inspectora Ito habían tenido la delicadeza de visitarlo un jueves por la mañana en su oficina, siempre manteniendo un porte profesional y aparentemente sosegado.
La inspectora Ito le había saludado con unas cuantas preguntas protocolarias, para después continuar con los mismos cuestionamientos de siempre. "¿Qué hacía aquel día dentro del viñedo?, ¿Qué fue lo que en realidad sucedió con Irina Gardiner?, ¿Cuál fue su papel dentro del siniestro?"
Era claro que para Ito Himari, Jungkook era un completo mentiroso, pero hace tiempo que al alfa le había dejado de importar lo que ella o cualquier otra persona pensara. Sus creencias no podían valer más que las pruebas de los hechos.
Y según los más recientes informes, las cosas comenzaban, por fin, a inclinarse a su favor.
Su relación con el incendio, desde la perspectiva de las autoridades, había resultado ser una completa incongruencia en el asunto, pues si él era la única persona cercana a la escena aquella noche, entonces era sencillo deducir qué él había sido quien lo había provocado, ¿No?
Pero entonces, las quemaduras y los moretones que presentó durante el posterior examen médico, el minúsculo daño que habían recibido los equinos e incluso el estado en el que el alfa había sido encontrado al momento de dar la alerta a los bomberos del pueblo, eran las principales piezas del complicado rompecabezas que los agentes no lograron ensamblar.
Porque: "Si fuiste tú el que comenzó todo, tuviste por lo menos un cuarto de hora para alejarte tanto como fuera posible. Y por lo tanto, las posibilidades de que quedaras prensado debajo de una viga de madera eran muy, muy escasas..."
Pero entonces, cuando ya nada parecía tener sentido, el cuerpo policiaco encontró un cuerpo humano calcinado entre las cenizas. Y solo entonces la ecuación cambió, pues estaban intentando resolver el problema equivocado.
No solo una persona se encontraba en los alrededores.
Sino que hubieron dos personas.
Pero entonces, ¿Quién había sido la víctima, y quién el victimario?
Examinaron cada centímetro de la escena, cada pista y cada vestigio de lo que alguna vez fueron las caballerizas del viñedo. No obstante, encontraron las respuestas en el cuerpo del principal sospechoso: Jeon Jungkook.
Cada una de sus heridas había sido fotografiada y analizada por las autoridades, para posteriormente ser archivadas dentro del expediente del siniestro.
Después de análisis, muestras e inspecciones, se percataron de que el cuerpo del alfa presentaba una serie de rasguños que coincidían con las garras del cadáver, puesto que por el ángulo y profundidad, no era posible que el mismo Jeon las hubiera hecho a sí mismo.
Los testimonios coincidieron entonces. Y Jeon Jungkook, por fin absuelto de culpas, fue declarado como inocente ante las leyes coreanas.
Jungkook no lo diría en voz alta, pero de verdad disfrutó ver la mueca de disgusto en la inspectora cuando su compañero le dio la buena nueva. El deseo de gritar un "¡Te lo dije!" a todo el universo casi lo hizo saltar de su silla. Pero se contuvo, y con una enorme sonrisa, estrechó el brazo del teniente, esperando que fuera la última vez que tuviera que verlo en toda su vida.
Los cabos sueltos comenzaban a cerrarse, y cada uno de ellos estaba recibiendo lo que merecía.
Pero, antes de que Jungkook pudiera cantar "¡Victoria!", faltaba una cosa más por solucionar.
«Debería ser capaz de hacerlo» Se mentalizó. «Ya había pasado el tiempo suficiente.»
MiaGarrettA
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