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Capítulo 42

Daegu Fatima Hospital

13 de septiembre

4:38 am

El olor a desinfectante siempre terminaba por irritar a su nariz.

El aura que inundaba a los hospitales a menudo se le asemejaba al silencio fúnebre que nacía de una desgraciada noticia; era tan frío e impersonal que le helaba los huesos. Aquellos pulcros edificios eran lugares de desgracia y desdicha. Una zona de despedida, de partidas sin retorno.

Ahora, mientras le extraían la jeringa que se había encargado de suministrarle nutrientes y medicamentos a lo largo de toda su estadía allí, Jungkook no podía dejar de pensar en la soledad que lo embargaba.

Yoongi le llamó insistentemente cuando se dio cuenta de que no había arribado en la hora en la que se suponía que debía de llegar a Seúl, pero Jungkook solo fue capaz de enviarle un mensaje inventando que la fuerte tormenta le impidió llegar a tiempo para abordar su vuelo.

No quería decirle que se había desmayado a tan solo pisar el aeropuerto, tampoco quería preocuparlo con la noticia de que había estado inconsciente durante varias horas en la camilla de un hospital y por ello había demorado tanto en responder a su llamado.

Hace unos minutos le habían dado el alta, por lo que hizo una nota mental para recordar hablar con él en cuanto regresara a su ciudad natal. El enfermero que lo atendía hizo una ligera presión en la zona donde se había encontrado la intravenosa con una bolita de algodón bañada en unas gotas de alcohol. Después, lo dejó solo para permitirle que se cambiara con algo de privacidad.

Según lo que le había explicado la doctora que le atendió, la situación fue la siguiente: sufrió lo que denominaron como "un fuerte ataque de ansiedad" que lo llevó a perder el conocimiento. Un guardia de seguridad reportó su estado, y cuando no pudieron reanimarlo con el equipo con el que contaba la base aérea, fue trasladado rápidamente al hospital más cercano.

Despertó cuando la noche ya llevaba horas en el auge de su esplendor. Y de eso debían de llevar, por lo menos, unas tres o cuatro horas. En ese instante, el cielo nocturno apenas comenzaba a iluminarse.

Rememoró el momento en el que, saliendo de su estupor inicial, cayó en cuenta de la seriedad de su condición, de las causas que lo habían provocado y de las posibles consecuencias que esto podría llegar a tener.

Marcó el número de Taehyung con trémulos dedos, varias veces, sin obtener ninguna respuesta. Cuando ya se encontraba hiperventilando y al borde de caer de nuevo al precipicio del que le habían rescatado, la doctora regresó y le suministró un medicamento que fue colocado en la bolsita de la que goteaba el líquido transparente que entraba en su torrente sanguíneo.

Solo bastaron unos minutos para volver a la calma. Mensajeó un poco con YongSun, y le pidió a Hoseok que se hiciera cargo de sus asuntos laborales el próximo día, pues lo más seguro era que no pudiera llegar hasta entrada la tarde.

Su lobo, quien había perdurado débil, aullaba en medio del desconsuelo cada que reunía las suficientes fuerzas para hacerlo. Desdichado, sus fuerzas habían menguado con el pasar de las horas.

Después de vestirse con la muda de ropa que había llevado, se decidió por marcar el número telefónico de Seokjin, sin grandes esperanzas de obtener una respuesta.

Había descartado la opción de llamar a Jimin hace varios minutos. Era un omega explosivo, y estaba seguro de que, en el hipotético caso de que respondiera, solo sería para aprovechar y maldecirlo con todas sus energías.

Seokjin, en cambio, era alguien más tranquilo y con los pies bien puestos en la tierra. Creía que podría conversar con un poco más de tranquilidad y racionalidad con él.

E incluso así, se sorprendió cuando la llamada fue respondida al cuarto tono.

— ¿Qué quieres, imbécil? — Respondió hostil.

Jungkook se recompuso rápidamente de su desconcierto.

— Hola, perdón por llamarte, pero quería saber si Taehyung ya llegó al viñedo. — La preocupación logró hallar la forma de colarse entre sus palabras.

— ¿Ahora te importa? — Evadió, resentido. — Ni siquiera debiste de haber llamado.

— Jin, por favor. Quiero saber si está bien.

— Obviamente no lo está. — Jungkook percibió como Seokjin se movía a través del lugar en el que se encontraba. También logró oír el sonido de las puertas ser recorridas y uno que otro murmullo que no pudo descifrar. — Jungkook, ¿Qué fue lo que pasó? Tae se niega a hablar de ello. Se cerró de todos nosotros. Todos estamos muy preocupados por él. — Si bien el tono se había mantenido cauteloso, el omega pareció entreabrir un poco de sus inquietudes con el fin de despejar algunas de sus dudas.

— Tuvimos una discusión. — Comentó sin ánimos. Se sentó sobre la camilla, mientras ordenaba sus ideas. — Y las cosas no terminaron bien.

— Ya, eso explica bastante. — Sin ánimos de inmiscuirse en detalles. — No debería de decirte esto, siento que estoy traicionando la confianza que Tae ha puesto en mí, pero creo que es necesario. — Suspiró. — Nam lo había acompañado a Daegu, a pedido de Tae, para que no viajara solo. Todos nos asustamos mucho cuando dijo que se había desmayado en el camino de regreso.

— ¿Qué?

— Namjoon tuvo que detenerse a medio camino para tratar de despertarlo. Me llamó alterado, sin saber que hacer, así que con algo de mi ayuda, Tae despertó, pero...

— ¿Pero? — Preguntó, a punto de comerse las uñas.

— No ha pronunciado ni una sola palabra, parece como si ni siquiera estuviera aquí. No responde a ninguno de nuestros llamados. — Exclamó, angustiado. — No llora, pero pareciera como si no sintiera nada. En cuanto llegó, se dirigió directo a su cuarto, y no ha permitido que nadie más que Jimin ingrese en la habitación. No sabemos qué hacer, tememos por Tae. — La preocupación, como una ventisca helada del invierno más crudo, golpeó hasta la última célula de su cuerpo.

Se sentía culpable, porque él se había ido y lo había dejado ahí, solo.

— Gracias, Jin. — Respondió agradecido, pero esforzándose por expulsar las palabras que el nudo en su garganta le impedía sacar. — Esto es mi culpa, te aseguro que trataré de enmendarlo.

— Jungkook, quiero que tengas claro lo siguiente. — Formuló, antes de que la llamada terminara. — Tae y tú son destinados, la lejanía y los problemas entre ustedes los afectará de una u otra forma. Es el momento para demostrar tu valía frente a tu compañero.

Jungkook salió del hospital con energías renovadas, después de terminar el trámite protocolario. Se subió en el auto alquilado y comenzó a conducir. Su lobo mostrándose atento y alerta a todo lo que sus sentidos podían percibir.

No conocía el camino, pero solo bastó configurar su GPS para saber la ruta que debía seguir. Le esperaba un camino de varias horas, para finalmente llegar al viñedo donde tanto experimentó.

La comunicación era esencial en cada pareja ¿No?, y cada una estaba destinada a pasar por fuertes discusiones, molestias y desdichas. Ahí era donde se ponía a prueba la estabilidad del lazo que hubiesen formado.

Si bien, aún no estaba listo para perdonar a Taehyung, y no creía estarlo pronto, tampoco podía permitir que sus lobos fuesen víctimas de sus discusiones e inconformidades. No podía comprometer la salud de ninguno de los dos. Y dado que su lejanía los enfermaba a tal grado de terminar en el hospital. Jungkook estaba dispuesto a regresar sobre sus pasos, tomar el auto alquilado y dirigirse a Dalbich para tratar de arreglar las cosas.

Y esta vez, sin el muro de negación que había impuesto a causa de su dolor.

Era el momento de poner en práctica su comunicación y su resolución de conflictos. 

13 de septiembre

Cerca de Dalbich

2:56 pm

La audiencia había terminado. Y la defensa de Taehyung había peleado con garras y dientes para preservar su hogar.

Desde un inicio, siempre tuvo en claro que no podía permitirse perder Dalbich. Aquellos terrenos, aunque descuidados, formaban una parte completamente esencial de su vida. Eran parte de él.

Tuvo que apretar los dientes durante horas, mientras escuchaba a Irina testificar ante la corte, siempre teniendo extremo cuidado en alterar los hechos a su total favor, haciéndose una patética víctima frente al jurado.

Molesto, no pudo hacer nada más que cruzarse de brazos y esperar a que la Diosa Luna estuviera de su lado para que los demás vieran las mentiras en aquellos horrorosos ojos.

Estuvo ansioso, nervioso, y el miedo a perderlo todo jamás se fue. Pero también estaba molesto, tanto que sentía que el humo salía expulsado por sus orejas. Había aguantado bastante, y ya se había cansado de llorar esperando un milagro. No tenía tiempo para estar con lamentos.

Cuando la alfa bajó del estrado, Taehyung tenía unos irremediables deseos de golpear a alguien, y si ese alguien tenía el cabello rubio y apestaba a alfa, sería incluso mejor.

Hasta ese momento, creyó que ese no era un buen día. Se sentía peligrosamente explosivo, como si sus emociones estuvieran hirviendo en una olla a punto de desbordar.

La situación no se encontraba a su favor, su abogado se lo había informado antes de entrar en la audiencia. Tenían muy pocas pruebas de la legitimidad de Taehyung, y las que poseían, no eran contundentes.

Si al final del día perdía, esperaba poder tener la oportunidad de estamparle su puño en la cara de Irina. Sí, eso era justo lo que necesitaba.

Sin embargo, su abogado le proporcionó una palmada amistosa en el omoplato izquierdo, para después levantarse y dar inicio al monólogo que intentaba defenderlo.

La diferencia fue que, esta vez, presentó evidencia que pareció dar un giro impactante en el transcurso del juicio.

Quizá era porque el sonido de su molestia había sido más fuerte, o porque ese día su cabeza había estado demasiado lejos de ese lugar, pero tardó varios minutos en darse cuenta de lo que significaba la carpeta que su abogado le había dado a la jueza.

— Hyung, ¿Qué es lo que hay ahí? — Preguntó discretamente a Namjoon, quien se mantenía detrás de él, ambos separados por un semi muro de madera barnizada.

— ¿No escuchaste? Lo acaba de decir. — Al ver los ojitos perdidos del omega, suspiró, pero procedió a explicarle. — Dijo que era evidencia que aseguraba que la relación entre Irina y HoonBae no era la que ella presumía. También mencionó algo sobre que Irina había falsificado la carta.

«¿Qué?, ¿De dónde habían aparecido todos esos documentos?» Fue lo que se le pasó por la cabeza, pero no tuvo oportunidad para externar sus preguntas.

La jueza dictó un receso de quince minutos mientras revisaba la información, y posteriormente poder dar el veredicto final.

Irina y él tenían prohibido de manera estricta acercarse, hablar estaba completamente fuera de discusión. Por lo que Taehyung solo tenía que soportar sus fulminantes miradas de vez en cuando.

Masajeó su cuello, sintiéndose demasiado tenso. Y bebió un poco de agua para distraerse. A pesar de que Namjoon le invitó a salir de la sala, Taehyung se negó, incapaz de levantarse sin sentirse profundamente incómodo. Quizás el nerviosismo comenzaba a asentarse en su cuerpo.

El tiempo transcurrió con impresionante lentitud, como si con cada paso que este diera, tuviera que arrastrar una montaña con cuerdas afianzadas a sus hombros.

La jueza regresó puntualmente, acomodó el montoncillo de hojas entre sus manos y comenzó el veredicto.

Taehyung se desconectó después de la primera palabra. Las ganas de escuchar lo que quería y el terror de oír aquello que temía se batían en una formidable contienda entre su cabeza y su cuerpo.

Cuando la jueza terminó de dar la introducción protocolaria, Taehyung comenzaba a escuchar una nota constante a través de sus oídos; un pitido molesto que opacaba, por mucho, al resto de los sonidos. Con la mirada perdida en la vetusta mesa de madera frente a él, sus sentidos se abandonaban a lugares lejanos y más felices que la insípida sala en donde se encontraba el cuerpo físico, y al mismo tiempo, se impulsaban de regreso para mantenerse alerta a los estímulos inmediatos.

Una, dos palmadas en su hombro rompió la burbuja de acero en la que se había encerrado. Y como si despertara de un profundo sueño, paseó sus ojos por la habitación con completa desorientación.

Observó a su abogado, su calva prominente y su cabello cada vez más blanco. Este le mostraba una enorme sonrisa, la cual mostraba todos y cada uno de sus dientes.

¿Por qué sonreía?

Volteó la cabeza, con la confusión pintando su rostro, con la intención de preguntarle a Namjoon o a Jimin qué era lo que había sucedido. Pero en ese preciso instante, ambos compartían un apretado abrazo; los hombros de Jimin se sacudían constantemente, como si estuviera sollozando.

¿Aquello que caía de sus ojos eran lágrimas?

Y como si hubiera quitado un tapón de sus orejas, cientos de sonidos estallaron en la sala. De alguna parte venía el ruido amortiguado de aplausos, una decena de zapatos chocando con la chirriante madera del suelo, el jaleo del movimiento humano, y sobre todos esos sonidos, las estridentes exclamaciones furiosas de una mujer desquiciada.

Taehyung la observó con el ceño fruncido y expresión perdida, viéndola vociferar hacia su abogado con los ojos inyectados en furia.

— ¡Ganamos, Taehyung! — Exclamó su abogado, interponiéndose en su campo visual. — ¡El viñedo está a salvo!

— ¿Qué? — Exclamó, segundos después. La información buscaba hacerse espacio en su cabeza, pero parecía no poder encajar. Ellos no tenían grandes sustentos en su defensa, lamentablemente, era casi un hecho que el veredicto no les favorecería, ¿Cómo fue que, de un momento a otro, la balanza se inclinó de su lado? — ¿Cómo fue que...?

— ¿Qué sucede, Kim? Has estado muy distraído desde la mañana. Te expliqué la táctica que íbamos a usar hoy antes de entrar en la sala. — Mencionó con el ceño fruncido, pero demasiado satisfecho con su propio trabajo como para sentirse enfadado. — ¿De verdad no lo recuerdas?

— Yo-

— ¡Tae!, ¡Hay que ir a festejar! — Interrumpió Jimin, eufórico. La sonrisa más grande que había visto estaba plasmada en su rostro, y parecía que nada en el Universo sería capaz de borrarla, ni siquiera el rastro de gotas que aún permanecía sobre sus mejillas.

Se sintió sutilmente contagiado por la felicidad que exudaba su hermano. Sonrió vacilante. De pronto, saber cómo habían ganado le pareció un tema irrelevante.

Namjoon apoyó la idea del omega, añadiendo también que les avisaría a los demás cuanto antes para que se unieran en su festejo de victoria. Sin embargo, Taehyung no se sentía con verdaderos ánimos de festejar. Lo único que deseaba, era acostarse entre el montón de prendas que había acomodado en su cama para poder dormir, por fin en paz. O al menos, en una relativa paz.

Deseaba disfrutar del alivio que el veredicto le había proporcionado.

Pero bien sabía que los demás no le permitirían marcharse, por lo que terminó cediendo, pensando en que aquello también podría servir para distraerlo de la tormenta eléctrica que existía en su cabeza.

Se dirigieron hacia el exterior de la sala después de haber recibido las últimas indicaciones por parte del abogado, para saber qué lo que iba a proceder a partir de ese momento. Finalmente, impacientes, se dispusieron a salir del lugar que tantas pesadillas les había causado.

— ¡Tú!, ¡Maldito imbécil! — Escuchó de pronto, seguido del característico sonido de unos tacones estrellándose con fuerza contra el suelo de madera. Un segundo después, alguien jalaba la parte trasera de su camisa, girándolo casi sin esfuerzo.

Frente a Taehyung, Irina se mostraba enfurecida, casi irreconocible. Sus ojos destellaban tonos rojos con una frecuencia alarmante, sus colmillos estaban a plena vista. Le sostenía con tanta fuerza, ahora, el cuello de su camisa que parecía que deseaba fervientemente ahorcarlo. Y estaba seguro de que así era.

Sin embargo, Taehyung no se doblegó, mantuvo la mirada de la mujer, sin apartar sus ojos ni un solo segundo. Y reuniendo toda la tranquilidad que pudo, (y en el fondo, temiendo que alguna reacción violenta de su parte afectara el veredicto), tomó con fuerza la muñeca que le sostenía, y con brusquedad logró zafarse del asfixiante agarre.

— No me toques. — Exclamó, con ira contenida. De pronto recordando los deseos de golpearla.

— Esto no se quedará así, maldita puta. — Bramó con inmensa molestia, pero a un volumen mucho más moderado. — Ni siquiera se te ocurra pensar que te has librado de mi. Te conozco más de lo que crees, sé bien dónde están tus puntos débiles. Te voy a joder hasta que me pidas perdón, jodida zorra.

— ¿Has terminado? Tengo cosas más importantes que hacer que estar escuchando tu mierda. — Con una mirada oscura, soltó la extremidad que había sostenido hasta ese momento, para asegurarse de que no regresara a él. Irina se mostraba impotente e iracunda.

¡Tú-!

— Señora Gardiner, temo que tendrá que calmarse si no quiere que los guardias tomen cartas en el asunto. — Exclamó un hombre detrás de ella, Taehyung pronto lo reconoció como el abogado de la alfa. Ella barrió la mirada rápidamente en la sala, detectando inmediatamente que al menos cuatro fornidos hombres prestaban especial atención a la escena, listos para intervenir si alguien llegaba a descontrolarse.

— Haré que recuerdes mis palabras. — Pronunció, decidida, después de haber recuperado una pizca de compostura.

— Ya te lo había dicho antes, pero parece que lo has olvidado. — La miró fijamente, como si observara un bicho desagradable cerca de sus pies, y asegurándose de que escuchara bien sus palabras, pronunció: — No te tengo miedo.

Se marchó, al fin. Con la seguridad de la victoria hormigueando en su piel.

Una ligera llovizna persistió durante las últimas horas del camino, provocando que el lodo se encontrara a la orden del día, colándose entre las grietas y los baches del asfalto. Sin embargo, Jungkook logró llegar ileso a su destino.

Dalbich se presentaba ante él tal cual y como le recordaba. Con aquella casa construida con arquitectura oriental, con sus techos altos y pilares de madera. El sendero adoquinado que se bifurcaba hacia el corazón del viñedo. Y el denso bosque expandiéndose más allá del horizonte.

Jungkook se estacionó frente a la casona, y tomando un paraguas de entre sus pertenencias, se atrevió a salir del vehículo.

«¡Qué raro!» pensó, al no detectar ninguna presencia, «Parece que no hay ni un alma por aquí»

El ocaso arribó mientras Jungkook curioseaba a los alrededores, al mismo tiempo que las gotas dejaban de caer del cielo. Pronto, ya no fue necesaria la sombrilla para protegerse del clima.

Intentó llamar a Tae, pero sin real sorpresa, el genérico mensaje grabado le respondió, alertando que había ido a parar al buzón de voz... de nuevo. Comenzó a cavilar, vagamente, que Taehyung había optado por vengarse por su falta de comunicación en días anteriores.

Lo intentó con el teléfono de Jin, solo para tener el mismo resultado. La puerta de la casa estaba cerrada, por lo que sospechó que quizá habían salido.

Se preguntaba si el juicio había salido bien...

Llegó a las caballerizas, que era el siguiente edificio a partir del portón de la entrada, solo para notar que el pórtico de acceso estaba levemente abierto. Frunció el ceño, extrañado por tal descuido.

Giró la cabeza, buscando a algún obrero que aún se encontrara cerca, pero no hubo nada más que una suave brisa fresca envolviendo su entorno y agitando la copa de los árboles. El Sol estaba mostrando sus últimos rayos de luz, ya oculto detrás del horizonte.

Volvió a contemplar el interior de las caballerizas, y al no detectar nada anormal, decidió que quizá solo fue un descuido. Él mismo podría cerrar la puerta sin problemas, solo bastaba con recorrerla hasta que se anclara en la columna del lado contrario.

Con ambas manos, se puso en la tarea de jalar la puerta, sabiendo bien lo pesada que podía ser cuando solo una persona intentaba moverla.

Tac, tac, tac.

Jungkook se detuvo, y agudizó su oído, ¿Qué era aquel sonido?

Soltó la puerta corrediza, que no se había movido ni un milímetro y volvió a mirar el interior. Cada puerta de cada cubículo estaba cerrada, a esa hora, los equinos ya se deberían de estar dormidos.

Tac, tac, tac.

Volvió a escuchar.

Pronto se dio cuenta de que era el sonido de los tacones estrellándose contra el suelo de piedra.

Un mal presentimiento recorrió cada parte de su cuerpo, y asegurándose nuevamente de que no hubiese nadie más fuera o merodeando en los terrenos circundantes, Jungkook se adentró en el edificio de madera.

Caminó lentamente, con cautela, observando con meticulosidad cada zona que quedaba en su campo de visión. Sus sentidos alertas, su cuerpo listo para atacar en cualquier segundo.

Tacones, recordó de pronto. En aquel viñedo solo había una persona que usaba tacones. Y ya había tenido la oportunidad de escucharlos dentro de las cavas...

Sus cuidadosos pasos apenas y generaban sonido alguno al chocar contra el húmedo suelo.

Las caballerizas poseían dos pasillos que se intersectaban justo al centro del edificio, formando una especie de cruz. Así que se detuvo en una de las esquinas, una vez que llegó a dicho centro.

Examinó los siguientes pasadizos, pegando su espalda a la madera y cuidando quedarse bien escondido entre las sombras. Pronto, se encontró con quien ya sospechaba.

La familiar figura de una alfa rubia se presentó ante sus ojos, al final del pasillo a su derecha. Ella estaba de espaldas, su cabello lucía enmarañado, como si hubiera pasado por el viento de un huracán. Vestía un holgado vestido ocre, que le llegaba hasta las rodillas, y sus tacones de aguja negros la dejaban en evidencia.

Jungkook no podía ver bien qué era lo que ella hacía. Parecía estar batallando con algo entre sus manos, pues eventualmente agitaba sus codos de forma espasmódica.

¿Dónde mierda se habían metido todos los demás?

La observó por escasos minutos, reprimiendo su olor tanto como era posible, aunque bien podría no hacer gran diferencia. Acababa de llover y el olor de las uvas permanecía eternamente en los terrenos.

— Agh, ¡Vamos! — La escuchó susurrar. Parecía hablar consigo misma.

Jungkook logró percibir el peculiar chasquido que se producía cuando una superficie rasposa se frotaba contra otra superficie. Agudizó sus oídos y buscó en su memoria.

Como el sonido de la madera. Como un trozo pequeño...

Como un fósforo.

Justo en el instante en el que cayó en cuenta de las oscuras intenciones de la alfa, fue que escuchó una exhalación que le heló los huesos. Un sonido similar al del inflar un globo, parecido al inhalar aire ruidosamente, o semejante al encender una llama de fuego.

El cuerpo de Jungkook, entonces, sin pensar y sin meditar, se abalanzó sobre la mujer, a quien tomó completamente desprevenida.

Ella jadeó sorprendida, y forcejeó con todas sus fuerzas para deshacerse de los molestos brazos que intentaban retener sus brazos. La flema naranja aún encendida en su mano, titilando ante cada movimiento.

— ¡Déjame, escoria! — Aulló. Pero Jungkook no cedía. Su primer impulso había sido retener el movimiento de sus brazos y evitar cualquier estupidez que planeara hacer, esperando que el movimiento del forcejeo apagara el fuego. — ¡Quítame las jodidas manos de encima, infeliz!

Irina lucía fuera de sí, retorciéndose como un animal salvaje al caer en una trampa. Furiosa y desesperada, carente de sentido común, y aún así lo suficientemente inteligente como para reaccionar con premura.

Harta, dejó caer el cerillo. Simplemente lo soltó. Su deseo de venganza siendo inmensamente más poderoso e importante que su amor propio.

Jungkook la arrojó contra el suelo cuando ella clavó uno de sus tacones en uno de sus pies. El alfa reprimió un jadeó por el dolor, pero el aire escapó de sus pulmones y su corazón se saltó un latido cuando se dio cuenta de la escena que se formaba frente a sus ojos.

Deseó golpearse a sí mismo por no haber detectado un detalle tan importante como ese. Por no haberlo olido a tiempo.

Debió de haber sido capaz de frenar el río naranja antes de que este siquiera naciera.

El suelo del establo estaba empapado... Pero no era agua lo que sus pies habían pisado.

Era gasolina.

MiaGarrettA

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