1.- Vendido
N/A: Porfin he recuperado toda la novela T^T Quería dar agradecimientos especiales a todos los que ayudaron, sobre todo a @Carlosfranceschi y Berezniki sin ustedes, esto no habría sido posible uwu
Unas cuantas lágrimas mojaban mis ruborizadas mejillas, lo único que me acompañaba en aquel viejo y lúgubre parque eran el viento y el rechinar de las cadenas del columpio en el cual me balanceaba.
No podía parar de pensar en lo que había escuchado aquella tarde, la voz de mi padre estaba ronca y tenía la cabeza gacha, mientras mi madre lloraba desconsoladamente.
-Debe haber otra forma querido, no podemos entregarlo así nada más- Mi madre estaba resignada a aceptar lo que había salido de la boca de mi padre.
-¡Es la única manera!- Gritó desesperado -No es que a mí me fascine la idea, pero es el mayor de cuatro hermanos pequeños y ya ha cumplido los quince años, ¡para algo servirá en aquella casa!- Finalizó.
-¡Aun puedes arrepentirte!, no entregare a mi pequeño Souta tan fácilmente, es nuestro hijo...
-Lo siento querida, ya no hay vuelta atrás, si no lo hacemos el invierno podrá con nosotros- Dijo con voz queda -Además al ser joven, han pagado una buena suma por él y no es como si fuera a sufrir allí.
-Sí, pero...
-¡Nada de peros!... si se va allí tendrá más oportunidades en la vida, además que no pasara por ninguna incomodidad más.
-Es nuestro hijo...- Dijo mi madre.
-No hagas esto más difícil de lo que ya es...- Término mi padre.
Mi madre se levanto de la vieja silla de madera que había construido mi padre junto conmigo cuando tenía seis años, y salió de la cocina indignada hacia el patio.
Baje las escaleras y vi a mi padre el cual se sorprendió al instante en que nuestras mirada chocaron.
-¿Has escuchado todo Suota?.
Comencé a caminar hacia la puerta de salida, la cual no estaba muy lejos, nuestra casa constaba con una sala de estar, una cocina y arriba dos habitaciones en las cuales dormían nuestros padres y en la otra mis tres hermanos pequeños y yo.
No es la mejor vida, a veces mis padres y yo no comemos, pero nos da igual, somos felices..., bueno éramos.
-Voy a dar una vuelta- Salí a las nevadas calles sin más que un abrigo y unos viejos guantes de mi padre hacia el único lugar en el cual me sentía tranquilo, aquel viejo parque que habían construido los habitantes del pueblo con materiales que según los de la ciudad eran "basura".
Esto no era nuevo en nuestro pueblo, siempre las familias eran numerosas y tenían varias bocas las cuales alimentar y poco dinero con el cual hacerlo, así que, los millonarios de la ciudad vienen todos los primeros de cada mes a comprar a las hijas mayores de las familias.
Así es, las hijas mayores de cada familia eran vendidas a los hombres de la ciudad, cada vez que una familia vendía a su hija, el hombre estaba comprometido a pagar una suma de dinero cada mes a la familia de la chica para que puedan sobrevivir.
Varias amigas mías habían sido vendidas y veía como eran arrebatadas de los brazos de sus madres y llevadas lejos del pueblo y de los seres que las queremos, pero hay algo que no entiendo ¿Por qué comprarían a un chico y no a una chica?
Me levante rápidamente del columpio y seque mis lagrimas, sin dudas cuando me observaran al día siguiente no me comprarían.
Comencé a caminar por las desoladas calles de tierra y por todas las casas viejas que estaban a punto de caerse, al otro lado del parque estaban las casa bonitas, las que estaban pintadas y tenían cerámicas, claramente no se parecían a las de la ciudad, pero aun así eran extremadamente hermosas.
Esas casas correspondían a las familias que habían vendido a una hija, ese aspecto era lo único que no las hacía parecer bellas, en cambio de este lado del parque, las casas arruinadas, eran las casas de las familias que estaban preparando a sus hijas para ser vendidas, las que no las habían vendido y las que no tenían chicas.
Mi familia era una de esas, no tenían ninguna hija, aun así mi padre habla esas estupideces de que hay una familia que quiere comprarme.
-Menuda estupidez- Dije para mi mismo mientras pateaba una piedra.
Ya vería como mañana seria todo un acontecimiento más del cual todos nos reiremos en la mesa cuando estemos comiendo la comida que nos darán los millonarios al no querer comprarme.
Cuando llegue a mi casa mi robusta madre me dio un cálido abrazo mientras mi padre y mis hermanos pequeños estaban sentados en la mesa, con los mejores platos y una rebanada de pan en ellos.
Mire a mi madre con felicidad.
-¡Has comprado pan!- Dije lloroso.
-Sí, es que hoy es una ocasión especial- Dijo mientras agachaba la cabeza rápidamente.
-¿Qué te sucede?- Dije.
Vi hacia el suelo, unas cuantas lágrimas hacían que la tierra se llenara de puntitos.
-¿Por qué lloras?- Pregunté.
-No es nada... mejor vamos a comer- Dijo mi madre secándose las lagrimas y empujándome hasta mi asiento.
Esa noche sin duda fue la mejor en meses, había pasado mucho tiempo des de que habíamos comido pan todos juntos, así que lo disfruté mucho, aquel sabor, aunque el pan estaba un poco viejo mi madre lo había puesto a calentar en nuestra parrilla de latón que nuestro padre había hecho hacia años.
De modo que me fui a dormir con el estómago lleno, me acosté en mi cama la cual rechinó como de costumbre y mi duro colchón no era tan duro aquella noche. Vi como mis hermanos se durmieron con una sonrisa en la cara, y de la misma manera, yo me fui perdiendo en el mundo de los sueños.
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Me levante con el sonido de un extraño rugido, mi madre entro rápidamente en mi habitación llorando y se sentó en mi cama, yo decidí hacerme el dormido.
-Llego la hora pequeño- Susurró -Lamento tener que hacerte esto hijo, no sabes cuento te amo- Me beso en la frente y pensando que seguía dormido me despertó -Souta... despierta.
-¿Qué sucede?- Dije sentándome.
-Alguien te quiere ver allí abajo- Apuntó hacia la ventana que estaba al lado de mi cama, me levanté y miré hacia abajo.
Allí se encontraba una limusina negra con un hombre de traje extravagante fuera de ella.
Me había olvidado por completo, hoy vendría el señor que quería comprarme, me negué olvidando todo lo del día anterior pues el hombre parecía decidido.
-¿Ya lo sabes cierto?- Dijo mi madre.
Asentí con miedo.
-Te lo pido yo Souta... no lo hagas más difícil para nosotros, será por tu bien y por el de tus hermanos- Apuntó a mis hermanos pequeños que estaban durmiendo en aquellos viejos sacos de dormir.
Tragué saliva dificultosamente y asentí sin saber que estaba haciendo mi cuerpo.
Me bañe con agua tibia que mi madre había calentado en una olla y me vestí con la mejor ropa que tenia, una camisa blanca vieja, unos pantalones cortos negros con tirantes y me cepillé el pelo y los dientes, moviéndome contra mi voluntad y pensando que era por el bien de todos, salí hacia donde estaba el señor y mi padre.
Mi padre me miro con agradecimiento y yo solo pude mirarlo con miedo, apenas miré al señor, él se acerco y comenzó a revisarme por completo, no me gustaba que la gente se acercara tanto a mí.
-¿Nos vas a presentar?- Dijo el señor con traje negro y lentes del mismo color a mi padre.
-Oh... lo siento señor- Mi padre hizo una pequeña reverencia -El es mi hijo mayor Souta, como vera es un chico sano, solo necesitara comer un poco más, es educado e inteligente- Terminó.
El hombre volvió a observarme detenidamente y yo solo pude observar a mi padre, estaba totalmente arrepentido, solo quería salir corriendo de ese lugar.
-Souta, él es el señor Kuro, el señor que quiere comprarte- Dijo mi padre.
-¿Quiere?- Dijo el señor Kuro -De hecho, creo que ya está listo el trato, aquí está el dinero del primer mes- Le entrego un sobre a rebosar de billetes a mi padre.
Inmediatamente negué con la cabeza.
-Oh no... ¡Padre, no me hagas esto!- Grité.
El solo miro con vergüenza hacia abajo.
Unos hombres de negro se bajaron de la limusina y me metieron dentro, me caían lágrimas de decepción por las mejillas, mi padre guardó el dinero y se dio la mano con el señor Kuro, cuando el señor se iba a subir a la limusina mi madre bajó escandalizada.
-¡No se lo lleven! ¡No hay trato!- Mi padre la afirmó fuertemente para que no se lanzara al vehículo -¡Es mi hijo, yo lo tuve!- Siguió gritando.
-¡Mamá!- Grité por la ventana -¡Te amo!- Mis lágrimas caían sin parar por mis mejillas.
-¡Yo igual!- Dijo ella -¡Cuídate pequeño Souta! ¡Yo estaré contigo!.
Las ventanas se cerraron y el auto se puso en marcha, por la ventana pude ver a toda mi familia y lo que alguna vez fue mi hogar desvanecerse.
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