Capítulo 7
Gabe
Soy, oficialmente, un acosador.
Lo soy, maldita sea. No pude evitarlo, ahora entiendo cuando un adicto me dice que no puede contenerse. Samanta no es una droga, pero vaya que me he vuelto un obseso con ella. Cada noche antes de dormir contemplo sus fotos por una hora o más, cada noche sueño con ella —y no siempre son sueños llenos de arco iris—, cada mañana pienso nuevamente en ella y tengo que ver esas malditas fotos de nuevo.
No aguanté mucho, y ayer tuve que pasar por su casa, sólo necesitaba comprobar que estuviera bien y que no hubiera otra situación con uno de sus vecinos. Me sorprendí mucho al ver como de su casa salía una señora vestida de enfermera con otra mujer en una silla de ruedas. Las observé por un momento mientras tiraban comida a las aves que se posaban cerca a ellas. La señora en la silla de ruedas obviamente sufre de alguna condición física que le inmovilizó la parte izquierda de su cuerpo y creo que su mente también se afectó, pues la vi actuando como una chiquilla.
No me contuve y me acerqué.
Ambas se asustaron al principio, pero cuando les enseñé mi placa —ya que estaba usando ropa de diario y no mi uniforme— se calmaron. Noté cierto parecido entre la mujer en la silla de ruedas y Samanta, a pesar de la condición en la que se encontraba, el color de sus ojos, la forma de sus labios y el color de cabello eran semejantes. Fue una sorpresa para mí cuando la enfermera, llamada Margot, me dijo que la señora en la silla era nada más y nada menos que Nubia Perea, la madre de Samanta.
Todo hico clic en ese momento, ahora entendía perfectamente por qué razón Samanta trabaja para Top Angels, ella lo hace por su madre. Comencé una conversación con ambas, la señora Nubia sólo hacia este tipo de sonidos que debes interpretar, sin embargo, logré entender la intención de algunos de sus sonidos, les compré un batido a cada una y escuché todas las cosas maravillosas que tenían por decir —afirmar en el caso de Nubia— sobre Samanta.
Es hija única, se ha hecho cargo de su madre ella sola, y trabaja duramente para poder proveer a su madre. Me pareció percibir que Margot sabía exactamente en qué trabaja Samanta, pero ella fue vaga al respecto, aunque continuó dándome esas miradas extrañas cuando tocábamos el tema y ella lo evadía fácilmente. Noté en el brillo de los ojos de Nubia como ama a su hija y admiré mucho más a Samanta por hacerse cargo tan joven de una situación como esta. Otras chicas de su edad en situaciones así probablemente abandonarían a su madre en un centro del gobierno.
Margot, quien estuvo muy dispuesta a darme la información, cosa que hablaré con Samanta en algún momento, me contó un poco sobre la historia de Samanta, lo que le gusta, casi que me dio sus horarios de trabajo y lo que hace los fines de semana. No sale mucho, a veces la visita su amigo Emilio, cuida del hijo de su vecina y el resto de su tiempo libre lo dedica exclusivamente a su mamá. No ha tenido novios formales desde hace un año, le gusta ver series en Netflix y debe tener el televisor encendido para quedarse dormida, no le gustan las rosas ni el chocolate, prefiere los osos de peluche y el helado de mora.
Creo que ahora conozco a todo sobre Samanta, lo que me hace obsesionarme más con ella, joder. Si hubiera sabido que obtendría tanta información sobre ella hablando con la enfermera de su mamá, hace rato habría acudido a ella y no me habría matado la cabeza imaginando miles de cosas sobre ella.
—Estoy empezando a realmente preocuparme por ti.
—¿Qué quieres, Julio? —gruño, irritado por su interrupción de mis pensamientos sobre Samanta.
—Te he llamado tres veces, cabrón, no me respondías. Estás pensando otra vez en la modelo ¿verdad?
—Si ya sabes la respuesta, no entiendo para qué preguntas.
—Ajá, sí. Bueno, deja de pensar en la chica Angels porque en este momento, en la puerta de nuestro apartamento, está Linda y se ve molesta.
—¿Linda?
—Ujum. Hoy no seré yo al que le aprieten la correa —canta Julio y lo golpeo. Guardo las fotos de Samanta y busco una camisa para ponerme.
Salgo de la habitación unos segundos después y me enfrento a, como dijo Julio, una cabreada Linda.
—¿Qué haces aquí? —pregunto y eso hace que se enoje mucho más.
Sacude su cabeza exasperada, los mechones sueltos de su cabello negro azotan su rostro. Se cruza de brazos y entra al apartamento, cerrando bruscamente la puerta tras ella.
—No me has llamado en varias semanas —chilla. Parpadeo, intentando entender qué demonios está pasando—. Te he escrito y te he llamado, pero no me respondes. Dejaste a mis padres plantados el domingo pasado.
—¿Tus padres?, ¿de qué mierda hablas? Yo jamás quedé contigo para ver a tus padres.
Hace un sonido ahogado y boquea como un pez. Extiende una de sus manos y me apunta con su dedo, estrechando sus ojos hacia mí.
—Bastardo, por supuesto que quedamos en ver a mis padres. Lo prometiste.
—¿Exactamente cuándo hice eso? —gruño, ahora soy yo el enojado y exasperado. ¿Cómo carajos se atreve a mentir así?
—Nos hemos visto por semanas, has dormido en mi casa y la última me preguntaste si quería ir más lejos contigo y te dije que sí.
Ahora es mi boca la que cae completamente abierta. No puedo creer que Linda pensara que ella y yo iríamos más lejos.
—Primero —digo, levantando un dedo para hacer énfasis—, fueron dos semanas en las que salimos cuatro días, dos cada una. Segundo, sólo dormí una vez en tu casa y fue porque no había servicio de taxi en ese momento ya que caía un terrible aguacero en la noche y mi carro se lo había prestado a Julio, y tercero, cuando me preguntaste si esto iría más lejos, creo que te tenía amarrada y doblada en la mesa de tu cocina, por lo que la pregunta se refería a si querías que fuera más allá contigo, como el sexo anal o si querías que fuera más brusco a la hora de embestir dentro de tu coño, ya que no dejabas de gritar que querías más.
El jadeo de Linda se mezcla con la carcajada que Julio. Me vuelvo hacia él, encontrándolo felizmente recostado en el sofá, siendo testigo de todo el drama.
—Eres un idiota —grita y patalea—. No vuelvas a jodidamente llamarme. Bestia. Pensé que querías algo serio, pero eres un idiota que sólo quiere mojar su polla.
Me quedo callado viendo como sale pitando de mi casa. Niego ante su descaro y me vuelvo hacia Julio, dándole una mirada de ¿Qué demonios?
—Ahh mi querido amigo, bienvenido al mundo de los idiotas. —Se levanta y me da unas palmadas en la espalda como si hubiera hecho algo impresionando y mereciera una felicitación—. Ahora eres oficialmente uno ya que has presenciado tu primer drama con una loca obsesa por el compromiso.
—No entiendo nada.
—Y no tienes que entender nada, las mujeres están todas locas, tú sólo sigue haciendo lo que hiciste, ser un idiota y ellas se irán solitas.
Sigo tratando de procesar todo en mi cabeza. Es la primera vez que me pasa algo como esto, y la verdad estoy sorprendido conmigo mismo por la forma en la que actué. Yo no soy así, suelo ser más delicado y caballeroso con las mujeres cuando no estamos en la cama, pero que Linda haya venido aquí con esas ínfulas simplemente sacó lo peor de mí.
—Ven hermano, te llevaré por unas cervezas, las necesitas después de sobrevivir a la primera medusa de tu vida.
No digo nada, me dejo arrastrar por Julio hasta la barra más cercana, porque realmente necesito una cerveza, eso fue intenso.
***
—Las mujeres son todo un enigma. Nunca están conformes, siempre quieren más y más y más. No están contentas y agradecidas con el hecho de que quieras hacerles el favorcito, no, ellas piden que les pongas un anillo en el dedo, las llenes de niños, las mantengas y aún así quieras follar sólo con ella.
—¿Entiendo que para ti el formar una familia está lejos de tus planes?
—Por supuesto —grita Julio, lo cual me indica su nivel de embriaguez en estos momentos. Una cerveza se ha convertido en seis para mí y diez para él—. Ni siquiera sé que haría yo con un sólo coño para toda la vida. —Se estremece y no puedo evitar reírme—. Además, sería un coño por el que saldrían mis hijos... eso es demasiado para mí. ¿De qué tamaño le quedará después de que un niño saque su enorme cabeza por ahí? —Alza sus manos y trata de formar un enorme circulo, vuelvo a reírme—. Imagina después de tres, prácticamente me devoraría vivo, me perdería dentro de su coño y jamás volvería a ver la luz.
No puedo evitar dejar caer mi cabeza hacia atrás y reírme. El alcohol en mi sistema probablemente sea una de las causas de que la mierda que sale de la boca de mi amigo me parezca divertida.
—¿Ir a la cama por años y tener que saborear el mismo coño? Eso es deprimente, los coños son demasiado deliciosos para conformarme sólo con uno, ¿cierto? —Me pregunta y me encojo de hombros ganadome un resoplido de su parte—. Que demonios vas a saber tú, has estado enamorado de un coño que jamás has probado ni probarás y ahora te obsesionas con uno que casi toda la ciudad ha tenido.
Eso mata toda la diversión que sentía y hace que la ira se apodere de mí, tenso mi cuerpo y tirando la silla me paro frente a Julio con los puños apenas contenidos.
—No te atrevas a llamar coño a Andy, ella no es como las demás. Y no hables así de Samanta, no tienes ni idea lo que ha vivido ni por qué ha llegado donde está. Y sí, puede que muchos hombres disfruten de su tesoro, pero eso no te da el derecho de hablar de ella como si fuera una puta. La respetas, no conoces su vida, no estás en sus zapatos, no tienes derecho a juzgarla, jamás.
Sus ojos se ensanchan, veo como el barman se acerca a nosotros para verificar que no esté pasando nada con nosotros. Julio levanta sus manos, ofreciéndome una mirada de disculpa a la vez que murmura:
—Lo siento, hombre. No pensé que te afectara tanto esa chica. No volveré a hablar de ella así. Mi error.
—Estás advertido. No hables de ella así.
—Vale, no tocaré más el tema de la modelo.
Gruño de nuevo. —Tampoco la llames así. Su nombre es Samanta. SA.MAN.TA.
—Caray, está bien, Samanta. ¿Feliz?
—No, pero es un comienzo.
Me lanza una mirada cautelosa antes de girarse hacia el barman y pedir más cervezas. Termino de un sólo sorbo la que tenía a medias y roto mis hombros para eliminar la tensión en ellos.
¿Desde cuándo estallo de esa manera?
Siempre me he caracterizado por ser más tranquilo y pacifico que cualquiera, al parecer Julio está probando que tengo ciertos limites para soportar la mierda de otros y también está claro que ahora no es Andy mi botón de encendido, si no que Samanta lo es.
Estiro mi mano hacia mi bolsillo cuando siento que mi teléfono vibra. Lo tomo y veo que es un numero desconocido, imaginando que es Linda, pulso ignorar, pero el condenado vuelve a sonar. Lo dejo ir al buzón unas cuantas veces, hasta que el tono de mensaje suena. Curioso por confirmar que es Linda, abro mi teléfono para confundirme un poco.
¿Este es el número de Gabriel o es de la estación de policía? Por que realmente necesito hablar con el oficial Gabriel Allen.
Es Gabriel, ¿Quién eres tú?
Samanta Ruiz.
Jodido cristo. Es ella.
Inmediatamente marco su número, sin dudarlo, sin pensarlo. Para ayer es tarde. Contesta al segundo timbre.
—¿Samanta?
—¿Estás acosándome?
Mierda. Sí. Lo estoy.
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