Capítulo 3
Gabe
Mi mirada se alterna entre mi teléfono y el expediente que tengo frente a mí, sobre el escritorio de mi habitación.
Uno contiene un mensaje de la mujer que atormenta mis sueños desde hace mucho tiempo, y el otro contiene información sobre la chica que se está colando en mis pensamientos.
Con la primera estoy seriamente jodido. Su mensaje sólo es una puñalada más a mi corazón. Una imagen que em deja sin aliento y a la vez produce una picazón en mi pecho. Es Andy y sus hijos. Este dolor es culpa mía, me dijo que estaba horneando el pastel para más tarde y yo quise una foto de ella y Santi intentado cocinarlo. Belén se ha colado en la foto, los brazos de Luke son visibles mientras acerca a la niña a su madre y su hermano mayor.
¿Por qué demonios sigo torturándome de esta manera?
Andy no es y nunca será mía, punto.
Mis ojos se desvían al expediente y suspiro. No he podido sacar de mi cabeza a esa chica. Ella es tan joven, se ve tan inocente como para dedicarse a lo que hace. Samanta Ruiz Alzate. Veinte años, no veintitrés, y acaba de cumplirlos el mes pasado. La licencia era falsa, lo que supone que su dirección de residencia también es mentira. No hay registros anteriores por ningún tipo de delito, ni siquiera por una multa de transito ya que ni licencia original tiene. La ultima dirección que reporta en su expediente es de una casa que ya no existe ya que hace unos años el gobierno tomó los predios para hacer el edificio de la fiscalía.
En otra instancia, si no estuviera involucrado un político de pacotilla, la chica ya estaría siendo investigada por falsificación de documentos y el tipo estaría siendo atendido en la cárcel, pero no es así. Se ha ordenado no procesar a ninguno de los dos, olvidar lo sucedido y hacernos los que nunca pasó nada.
Yo no he podido cerrar mis ojos y olvidarlo. Esa chica. No puedo dejar de preguntarme qué hace una mujer como ella trabajando en eso. Es demasiado joven, tiene toda su vida por delante y sé que no disfruta su trabajo. Se avergüenza. Lo noté cuando hablé con ella, vi su mirada, el desprecio por sí misma, la recriminación, el odio, el asco y la humillación.
He tratado con muchas prostitutas a lo largo de mi carrera, y ellas alegan que sus servicios prestados son un trabajo honrado, no se avergüenzan, al contrario, se jactan de ser a quienes los hombres buscan cuando quieren placer. Siempre están a la defensiva, existen aquellas que atienden a cualquier hombre en la calle o en las "casas de citas" y están las otras, las que son contratadas por medio de agencias que se dedican a esto y atienden sólo a personas con billeteras lo suficientemente amplias para pagar sus caros servicios. Esas son las peores, se creen las queridas de los ricos y sienten que pueden exigir lo que quieran. He tenido ya algunas situaciones donde se han visto involucradas, y siempre el cliente termina pagando por el silencio de ellas y del resto de nosotros.
Samanta. Mi sangre hierve al recordar el estado en el que la encontré, sangrando y aterrorizada. Me encantaría tomar las pelotas del tal Bermúdez y arrancárselas por hijo de puta. Odio que se haya salido con la suya, odio que haya tenido que guardar silencio y ver como una victima de abuso tenga que mirar hacia otro lado por el poder que tiene su victimario.
¿Volverá a hacerlo?
Por supuesto que lo hará, es su trabajo. No sé por qué razón escogió ser lo que es, ni qué la llevó a ello, y aunque me gustaría entenderlo, dudo que pueda hacer algo por ella. Una vez que conocen esa forma de hacer dinero, es difícil que dejen de ejercerlo. Ya lo hemos intentado con algunas mujeres que trabajan en las calles, ha sido una lucha infructuosa.
Pero ella es sólo una chiquilla. Cualquier otro imbécil puede aprovecharse de ella.
Mi puño se cierra de solo pensar en otro hijo de puta lastimándola. Ruedo mis hombros y vuelvo a suspirar, tratando de calmar mi mal humor. No puedo hacer nada por ella, si en algún momento necesita ayuda, espero que me llame. Darle mi número es lo mínimo que pude hacer.
El teléfono vuelve a sonar con otro mensaje. Es Andy y pregunta si ya estoy en camino. Respondo que llegaré pronto y, guardando el expediente de Samanta, me voy a la ducha para alistarme para otra tortura.
***
Mi cuerpo está tan tenso que empieza a dolerme todo. No quería venir a esta reunión, evitar ver a Andy en persona ha facilitado un poco las cosas para mí. Verla nuevamente agitará todo y volveré a ese espiral de anhelo y lamento por ella.
Saludo a Erika y Tony, sonrío a los padres de la primera y me dejo abrazar por Santiago.
—¡Gabe! —grita emocionado cuando le entrego un regalo a él también—, eres el mejor.
Sonrío y saco pecho cuando veo el ceño fruncido de Luke Jodido Marshall. Ha escuchado a Santi decirme que soy el mejor. Nos miramos unos segundos antes de que él me sonría y se vuelva hacia la mujer a su lado y la bese. Mi sangre se calienta.
Estúpido infeliz.
Nuevamente me pone en mi jodido lugar y me deja claro que Andy es suya y no mía. Respiro profundo, y aceptando mi derrota, asiento y me acerco.
—¡Oficial Allen! —chilla Andy y se lanza a mis brazos. Me gustaría reírme en la cara de Luke, pero ya estamos claros, ella le pertenece. Punto—. Te dije que no más regalos —gruñe y golpea mi brazo.
Dejo que una pequeña sonrisa se dibuje en mis labios y correspondo su abrazo deleitándome con la mala cara de Luke, esto se ha vuelto un juego entre los dos, él se incomoda cuando Andy o Santi muestran afecto por mí y luego el se jacta cuando me restriega en la cara que, aunque ellos puedan quererme, son suyos, no míos.
—¿Viniste solo?
—Sí, te dije que vendría solo.
—Gabriel —gruñe y sonrío ante su tono y su postura enojada—. Quedamos en que traerías a la chica con la que estás saliendo.
—No, no quedamos en eso —replico, ganándome un codazo de su parte. Luke escucha lo que dice Andy, sonríe y me da una mirada de simpatía mientras se aleja—. Además, no estoy saliendo con ninguna chica.
Andy resopla y pone sus manos en sus caderas. Suspiro, ahí vamos.
—¿Y qué son las mujeres con las que te han visto? ¿Muñecas inflables? ¿Robots que se ven muy humanos?
—Son sólo eso, Andrea¸ mujeres.
—Uhhh... acaba de llamarte "Andrea" —canta Owen, haciendo comillas en el aire y siendo el dramático de siempre.
Andy suspira y me mira con un poco de vergüenza. —Gabe...
—Andy, sé que te preocupas por mí, pero estoy bien. El hecho de que no estoy saliendo formalmente con una mujer en estos momentos no quiere decir que estoy mal. —Froto su hombro y trato de ignorar las terribles ganas de besar el labio que muerde en estos momentos—. De hecho, creo que estar solo es lo mejor, mi trabajo es demasiado para algunas mujeres y no quiero hacer infeliz a ninguna, todo lo contrario.
—Y por el maldito desfile de mujeres con el que últimamente se te ha visto, debes hacerlas muy feliz —murmura Luke, regresando junto a Andy.
—Un caballero jamás confiesa que flor ha besado. —Estrecho mis ojos hacia Luke cuando resopla una risa—. A diferencias de otros, jamás he tenido que jactarme de a quien llevo a mi cama.
—¿Estás insinuando algo? —gruñe. Me encojo de hombros y eso hace que se moleste un poco más. Andy apacigua a la bestia al poner una mano sobre su pecho y murmurarle que vaya por Belén.
Luke se va dándome una mirada de muerte, Andy me golpea de nuevo y me pide que me comporte. Owen me da un pulgar arriba y me ofrece una bebida. Acepto y dejo que la madre de Luke, que por alguna extraña razón me adora, y Deborah me traguen entero con sus chismes y comentarios.
Estoy tratando de entender algo sobre una de sus vecinas y un profesor de spinning, cuando Andy se acerca con la bebé más hermosa en sus brazos.
No voy a negar que el idiota de Luke tiene buenos genes, pero todo el reconocimiento se lo merece Andy, la cachetona que me presenta es la cosita más dulce y bella. Tiene el cabello y los ojos oscuros como su padre, pero de resto ella es todo Andy.
—Es hermosa —digo. Andy me pide que la cargue como siempre lo hace y me niego, como siempre lo hago—. ¿Y si la dejo caer?
—Tiene mas de un mes, Gabe —resopla Andy—. Puedes cargarla.
—Es demasiado pequeña.
—Puedes ir practicando para cuando tengas tus propios bebés.
—¿Bebés? —chillo mirando con pánico a Deborah—. ¿En plural?... cristo. —Empiezo a sudar y eso que aún no tengo en mis brazos a la criatura.
—No entres en pánico, Gabe. Deby sólo bromea. —Emery decide tomar a su nieta en sus brazos y librarme de ese tortuoso momento—. Sin embargo, debes cargarla en algún momento. Eres el padrino después de todo.
—¿Qué?
—Aún no le habíamos dicho —gruñe Andy, haciendo reír a su suegra. Suspira y mirándome con esos ojitos de cachorro que su hijo le copia a la perfección, se dirige a mí—. Luke y yo hemos llegado a la conclusión de que tú seas el padrino.
—¿Realmente Luke estuvo de acuerdo? —Lo dudo, puedo apostar a que el tipo está teniendo un ataque de ira al pensar en que yo seré el padrino de su hija—. ¿Qué pasa con Owen?
—Él es el padrino de nuestra boda. Así que tú serás el padrino de Belén, si aceptas, claro.
Y ahí va otra puñalada a mi corazón. Andy se casa. Dios, realmente soy masoquista y me gusta el dolor.
—Yo..., por supuesto que sí. Gracias Andy.
Soy un idiota, un jodido idiota.
Pego una sonrisa en mi cara y dejo que Andy me abrace de nuevo. Cada uno de sus abrazos, besos o cualquier contacto con ella es como agua fría para mi ardiente piel. Es un fresco aire en un desierto abrazador. Pero, así como es un bien para mí, también es un mal. Una vez que se aleja o que recuerdo que no hay nada más que amistad en sus gestos, mi corazón se desinfla y vuelvo a mendigar por ella.
La tarde pasa lenta para mí, me quedo hasta donde más puedo. No voy a negar que hubo ciertos momentos en los que me divertí, pero tanto rosa y cosas de mujeres y niñas me abrumó un poco. Luke trató —aunque sé que le costó y que tuvo que hacerlo por Andy— de integrarme en sus conversaciones con los pocos hombres que asistimos a la fiesta, pero era obvio que ambos estábamos más que incomodos, así que después de un rato simplemente dejó de intentarlo y yo me alejé.
Cuando el sol está a punto de ponerse, aprovecho que Andy y Luke van a abrir los regalos de los invitados y trato de escaparme sin ser detectado, llego al auto y le envío un mensaje a Andy despidiéndome y agradeciéndole por todo.
Y no es hasta que llego a casa que mi cuerpo se relaja y puedo respirar mejor. Tomo una ducha caliente, me pongo un pantalón de pijama y me acerco a mi escritorio, donde un folder llama mi atención.
Samanta Ruiz.
Mi mente inmediatamente vuelve a memorizar a la chiquilla que atendimos hace unos días, tomo el expediente y subiendo a mi cama, me permito preguntarme qué estará haciendo en estos momentos, y si ha vuelto a trabajar en... eso.
Espero que no vuelva a meterse en problemas, y si eso pasa, realmente espero que me llame. La ayudaré, ella no es una chica que deba estar en ese mundo y si puedo hacer algo por ella, lo haré.
***
El turno de hoy ha sido jodido.
No comprendo su se debe al concierto de la noche pasada, la visita de cierto personaje político indeseado a la cuidad o simplemente la gente decidió que hoy era el lunes del caos y quiso salir a la calle y simplemente molestar a todos.
Hemos tenido que atender desde borrachos en las vías jugando a quien puede esquivar más autos, mujeres golpeando a la amante de su esposo en el supermercado, madres discutiendo por que uno de sus hijos golpeo al otro con la lonchera, dos intentos de robo que terminaron en dos posibles ladrones casi linchados y una comunidad enfurecida con las autoridades por no permitirles tomar la justicia en mano; hasta exhibicionistas que decidieron tener sexo en un puente peatonal.
—¿Todavía quedan dos horas de mierda? —pregunta Julio. Asiento y tomo un sorbo de la botella de agua que me ofrece—. Necesito dormir veinticuatro horas, que jodido día de mierda. Y después se preguntan por qué odiamos los lunes.
—Tú odias trabajar cualquier día.
—Cierto, pero odio principalmente los lunes. Se supone que debe ser tranquilo y es todo lo contrario. La gente es loca.
Asiento de nuevo, demasiado cansado por todo el puto día de mierda.
—Ya ha pasado una hora sin incidentes, ¿Vamos a comer algo? —Realmente muero de hambre. Tuve que saltarme el almuerzo y sólo he podido consumir unas papas fritas y agua.
—Con lo suertudos que somos, sucederá algo antes de que pueda morder un sándwich.
—No llames las desgracias, Julio. Vamos, confiemos en que la vida será justa con nosotros y nos permitirá comer algo antes de morir de hambre.
Se echa la bendición y caminamos hasta el puesto de comida más cercano. No hay sándwiches, pero al menos tiene panes y arepas rellenas. Julio pide una arepa rellena de jamón y queso y yo una con sólo queso. Devoramos todo en pocos minutos temiendo que nuestra radio suene. Julio termina de tomar la ultima gota de su coca cola y mi radio suena.
—A todas las unidades cercanas, se presenta un disturbio en una unidad residencial de la calle sucre. Se reportan dos heridos y niños en medio de la pelea.
—Bueno, al menos nos dejaron terminar de comer —murmura Julio mientras respondo al llamado. Estamos a unas cuantas calles del llamado.
—Vamos, tenemos trabajo que hacer.
—Vivan los jodidos lunes.
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