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Capítulo 16

Samanta

La noche pasada fue una de las pocas noches especiales que he tenido en mi vida.

La cena salió mejor de lo que esperaba, y a pesar de mis meteduras de pata. Todo fue bien. Mamá se rindió a las diez de la noche y se fue a dormir, mientras la arropaba. Margot ayudo a recoger el resto de la mesa y Gabe ayudó con los platos. Una vez todo estuvo limpio y ordenado, Margot se despidió y me dejo a solas con Gabe.

Al principio me sentí un poco incomoda y nerviosa, pero una vez que Gabe empezó a contarme las cosas locas que como oficial se encontraba en cada caso que atendía, mis nervios fueron menguando. Hablamos de nuestras vidas, gustos y experiencias de vida hasta pasadas las doce de la noche. Me contrarié un poco cuando cupe que él tenía que presentarse a trabajar a las seis de la mañana. Le restó importancia y me dijo que no cambiaría por nada el poder compartir tiempo conmigo. Me dio un beso en la mejilla, muy cerca a la comisura de mis labios que me debilitó un poco las piernas, y se marchó dejándome pensando en él toda la bendita noche.

Sentirme eufórica es poco para resumir cómo me hizo sentir. Y esos sentimientos continuaron durante toda la mañana. Hice el aseo de casa cantando y tarareando, jugué con mamá mientras la bañaba y casi no pude terminar un capítulo de mi serie favorita porque me distraía pensando en Gabe.

Sin embargo, todo lo bonito que sentí esta mañana se ve empañado justo ahora por el lugar en el que estoy y por lo que tengo que hacer a continuación.

Hoy tengo una transmisión de dos horas en el estudio de la agencia. Hace quince minutos que llegué y la animosidad, la animadversión y la enemistad son palpables en el aire. Las chicas se ven a cada una como competencia y sienten la necesidad de ser y verse mejor que las otras con el fin de acaparar más visitantes y más dinero.

Soraya me saluda mientras estoy en el camerino alistando todo lo necesario para la próxima sesión.

—Hoy te toca la sala rosa, querida —me dice Soraya con una mueca de disgusto al observar mi atuendo.

Sí, me veo como indignante a sus estándares con una sudadera enorme, unos leggins negros y zapatillas de deporte. Si por ella fuera, me vendría vestida con un bikini y tacones desde casa.

Sin embargo, pese a su odiosa expresión y desaprobación hacia mí, sus palabras me reconfortan.

Me toca en la sala rosa.

Suspiro, agradecida con quien sea que permitió esto. —Gracias Soraya, me preparo en quince y estoy ahí.

—Quince minutos —dice y se aleja sin darme otra mirada.

La sala rosa es una de las salas más "inocentes" en este lugar. Ahí sólo tienes que sonreír, cantar, hablar de lo que tus clientes quieran, hasta contarles historias o leerles un libro. Son los fetiches más simples y "castos". No tengo que tocarme, no tengo que desnudarme, no tengo que fingir absolutamente nada sexual.

Tomo un vestido de verano blanco, una peluca de cabello negro y ondulado, unos lentes sin aumento, color fucsia, algunas pulseras y anillos; pendientes en forma de estrellitas, lentes de contacto azules y me pinto un pequeño lunar al final de mi ojo derecho. Rubor, pestañas de tamaño medio, labial rosa mate y listo.

Entro a la sala y ya mi monitora está activando todo. me siento frente a las luces y cámara, esperando que esta sea una buena y productiva sesión. Soraya me mira y levanto el dedo para indicar que ya estoy lista.

Es un cliente VIP.

Un cliente que apenas e inicia la transmisión me entrega 500 tokens y me pide que le lea, con vos de niña, el cuento de Alicia en el país de las maravillas.

Tomando una respiración profunda, encubro mi incomodidad y mis pensamientos sobre este pervertido y tomo el libro del estante. Me pide que me siente en la cama, con mis piernas cruzadas y el vestido levantado dejando ver mis bragas blancas. Mientras leo el cuento, me da indicaciones sobre como debo tocar mi cabello, mis piernas y sobre cómo "chupar" un dulce que mágicamente apareció en el escritorio.

El enfermo ya había pedido todo.

Sigo leyendo y sigo cumpliendo con sus caprichos. Tocarme el cuello, enrollar mi cabello (el de la peluca) en mis dedos. Morder el marco de los lentes, reírme como colegiala, batir mis pestañas, recostarme en la cama mostrando mi trasero, abrirme de piernas, estirarme sobre la cama, suspirar dramáticamente y llorar. Sí, llorar.

Al principio me cuesta un poco complacerlo, por lo que los tokens se detienen en 9000, podría negarme o cortar la transmisión, pues ya cumplí con mi cuota, pero es un cliente VIP, así que no puedo negarme. Por ello, empiezo a pensar en tosas las cosas malas que me han pasado, en mi ultimo servicio en el hotel, en cómo era mi vida antes del ACV de mamá, cuando papá estaba con nosotras y todo era más fácil...

Poco a poco las lágrimas van llegando

Y se rompe la cascada. Lloro y lloro y el cliente me pide que grite, que me retuerza en la cama. Puedo escuchar su respiración agitada, el movimiento de su mano sobre su eje acariciándose más fuerte, sus gruñidos, sus gemidos, está a punto de correrse completamente excitado por mi llanto. Grito más fuerte, lloro de dolor y vergüenza por lo que tengo que hacer para poder sacar a mamá adelante y poner comida en la mesa. Lloro por la familia que perdí, por mi inocencia, por esos sueños de adolescente y de joven que se hicieron pedazos por una situación que no pedí y que prevé.

Lloro por todos los pervertidos que se deleitan con mi sufrimiento, por los que se aprovechan de mis necesidades, por los que me han maltratado, herido y abusado. Lloro también por permitirlo. Por tener que aceptar mi actual situación por necesidad y falta de oportunidades.

Finalmente, el cliente grita su liberación y me detengo abruptamente. Termino la transmisión justo cuando los últimos tokens son enviados. Me quito la peluca y la arrojo con rabia en la cama, limpio el rostro y retiro rápidamente mi maquillaje. Regreso al camerino, me cambio apurada y voy hacia mi monitora para recibir mi pago.

20.000 tokens. Lo que equivale, después de que la agencia deduzca su porcentaje, a 1500 dólares en dos jodidas horas de humillarme frente a un hombre que probablemente sea un pedófilo y pervertido.

Si no me pagaran cada sesión, no creo que me sintiera capaz de hacerlo. Pero cada vez que veo el sobre que me entrega Soraya, pienso en todo lo que puedo darle a mi mamá y la vergüenza, humillación y derrota se sumergen profundo en mi corazón.

Esto es por ella, por mí, por nosotras.

Es temporal, sólo es temporal.

Con ese mantra en mi cabeza, salgo del estudio y me dirijo a casa.

***

Mi estado de animo no mejora para la noche a pesar de que he repetido una y otra vez que no soy una basura y que lo que estoy haciendo es por hacer lo mejor para mi familia.

Margot trató de animarme, pero no logró, por lo que decidió irse a casa y dejarme a mí y mi estado de mierda lidiando en casa. Mamá está en su habitación viendo una película animada en Netflix. Yo, yo estoy en la sala de mi apartamento mirando hacia el techo y reflexionando sobre mi vida.

Justo cuando estoy a punto de volver a llorar, mi teléfono suena.

Es un mensaje de Gabe.

Gabe: Hola, hermosa. ¿Cómo va tu día?

Sé que su mensaje es porque realmente quiere saber de mí, es sincero y respetuoso y no me ve de la forma en la que sí lo hacen mis clientes. Pero, debido a mi estado de animo actual y a todos los sentimientos que afloraron hoy en la sesión, su mensaje es como una piedra que se instala en mi estómago.

Ignoro su mensaje y lloro de nuevo.

Me invade una sensación de soledad terrible. Me gusta Gabe, es más que obvio, pero él es un hombre bueno y correcto y yo, yo soy el juguete de hombres enfermos y pervertidos. Él puede ofrecerle todo a una mujer, yo no tengo nada más que ofrecer que vergüenza.

Soy una vergüenza para cualquier hombre que quiera interesarse en mí. No soy digna de él, no lo merezco.

Me revuelco en mi propio charco de autocompasión y el timbre suena.

Asustada porque sea Gabe revisándome por ignorar su mensaje. Camino con temor hasta mi puerta.

—¿Quién es? —pregunto, a pesar de que puedo usar la mirilla de la puerta y saberlo.

—Sami, soy yo —dice Laura desde el otro lado. Suspirando, aliviada y decepcionada porque no sea Gabe, abro la puerta—. Guau, te ves terrible.

—Lo sé —gruño. Le doy la espalda y me dejo caer sobre el sofá—. ¿Necesitas algo?

La veo mirarme de pies a cabeza, con una sonrisa comprensiva. —¿Día difícil? —Sus ojos se suavizan cuando mi labio tiembla. Laura es una de las pocas personas que puede entender perfectamente mi situación, ella vive una muy parecida.

—Uno de los peores.

—Ya veo. Te entiendo. —Suspira y se sienta a mi lado—. Olly está hoy con su abuela. Tuve un buen ingreso en mi trabajo hoy y quería saber si te gustaría acompañarme a ver una película al cine.

La miro, tratando de comprender que acaba de invitarme a cine. Laura, mi vecina con un esposo abusivo, un trabajo igual de humillante que el mío y una situación mucho más compleja que la mía.

—¿Al cine?

—Sí. —Sonríe y me empuja con su hombro—. Hoy se estrena esa película de acción con el actor que me gusta y quiero ir a verla, pero no quiero ir sola. —Suspira y se recuesta en el espaldar de mi sofá—. ¿Sueno muy patética por invitarte? Porque a mí parecer sería más patético que vaya sola al cine.

Le doy una mirada sorprendida y sonrío. —No sabía que te gustaran las películas de acción, ni que te agradara mi compañía.

—Me encantan todas las películas donde esté Gerard Buttler. —Suspira como colegiala—. Y con respecto a lo otro, después de la noche que pasamos en la cárcel, y de ver que nuestras situaciones son algo parecidas, te veo lo más cercano a una amiga. No tengo amigas, sólo a ti.

Se encoje de hombros, aparentando despreocupación, pero puedo leer la misma soledad, desolación, vergüenza y tristeza que siento yo en sus ojos.

Tomo su mano y la aprieto. —Me encantaría ir con mi potencial a miga a cine.

Su sonrisa es enorme y la hace ver mucho más joven, fresca e inocente de lo que es.

—Dejame me cambio y vamos.

—Está bien, voy a cambiarme igual. Nos vemos en veinte minutos en el parqueadero.

—Hecho.

La veo salir y sonrío. Llamo a Margot mientas voy hacia el baño, le cuento mis planes y acepta encantada de venir a quedarse con mamá. Me siento un poco mal por hacerla regresar, pero, por algún motivo, ella se siente mucho más a gusto aquí que en su propia casa. Hay días en los que puedo ver su renuencia a irse, incluso, a veces he pensado en adecuar el cuarto de mamá para que ella tenga ahí su propio lugar y pueda quedarse cuando quiera. O tal vez debería buscar un apartamento con tres habitaciones.

Sacudiendo esos pensamientos, me concentro en prepararme para salir con mi potencial y futura amiga. 

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