Capítulo 14
Samanta
—¡Hola Oficial Gabe! —Hago una mueca ante la efusividad que acompaña mis palabras.
Dios, mi alegría por su llamada es más que evidente. Soné bastante patética. Incluso la chica frente a mí que está agregando las papas a su carrito de compra me mira curiosa.
—Samanta, ¿Cómo estás?
Jesús, José y María. Su voz es todo lo que necesito para vivir.
—Estoy bien, muy bien. Justo estaba pensando en usted.
Mierda. Por qué Samanta, por qué eres así.
—¿En serio? —Puedo notar la sonrisa en su voz—. ¿A qué se debe que tus pensamientos se dirijan hacia mí?
—La noche pasada, cuando me ayudaste a salir de... de la celda de detención, yo le debo ese favor. —Nerviosa, tomo la bolsa de vegetales y la tiro en mi propio carrito lleno de todos los víveres que necesito para mamá y la casa—. Como estoy en el supermercado, recordé que esa noche mientras comíamos en mi casa dijo que le gustaba mucho los picadillos de carne y verduras...
—Sí, me encantan. Era una de las recetas que mamá siempre me preparaba.
¿Era?
—Mmm, bueno, pues estaba pensando que, como agradecimiento por todo lo que hizo por mí y mi mamá. —Dilo, Samanta, invítalo. Sólo di las palabras—. Yo, este, umm ¿podría invitarlo a cenar?
Suelta una pequeña pero sexy sonrisa—. ¿Me estás preguntando si me puedes invitar o me estás invitando?
—¿Ambas? —Chillo, como una porrista en medio de su rutina. Cierro los ojos, avergonzada por sonar tan insegura. Estoy a punto de decirle que mejor lo olvide ya que debe estar muy ocupado, pero su risa y sus siguientes palabras me detienen.
—Me encantaría que me invitaras a cenar. ¿Esta noche está bien?
Guau, no me esperaba esto. Bueno sí, tenía pensado invitarlo hoy, pero después de avergonzarme a mí misma en esta llamada, iba a invitarlo tal vez mañana o pasado mañana, incluso este domingo.
—Me parece perfecto. Sin embargo, hoy tengo turno en la heladería y salgo a las seis. —Termino de seleccionar la carne y tomando en mi camino a la caja unos paquetes de finas hierbas, me dispongo a pagar por todo—. ¿Podríamos tener una cena a las ocho?
—¿Heladería? ¿Estás trabajando en una heladería?
—Oh, sí. Empecé a trabajar en una heladería como auxiliar contable y... —Sonrío orgullosa de misma—. Entré a la universidad. En un par de semanas seré oficialmente una estudiante de medicina.
—¡Dios mío, Samanta! ¡Eso es increíble! —Si antes pude notar su alegría por mis torpezas, ahora es más que evidente que está eufórico por mis noticias. Una calidez se asienta en mi corazón ante la respuesta del oficial Gabe—. Sé que no tengo derecho a decir esto, pero, me siento muy orgulloso y contento por estas noticias. Serás empleada y una médica excelente, lo sé. Felicitaciones y deseo lo mejor para ti desde el fondo de mi corazón.
Mis ojos se empañan un poco ante sus buenos deseos y calidad palabras.
—Gracias.
—Yo también tengo algunas noticias que me gustaría compartir contigo. ¿Te parece si llevo un poco de vino esta noche y algo de jugo para tu mamá? Así podremos celebrar todos las buenas nuevas.
—Por supuesto —respondo. La sonrisa de mi rostro no se tambalea, ni siquiera cuando la cajera me da una mirada de muerte por no poner rápidamente mis productos en la cinta—. Te veré a las ocho en mi casa.
—Es una cita.
¿Una cita?
¿Cita?
Oh Dios mío.
No es una cita, ¿o sí? Pero si mi mamá también va a estar, y Margot. ¿O sí lo es? Sólo estoy invitándolo a cenar y a compartir algunas cosas sobre nosotros. No creo que eso sea una cita. Ni siquiera sé lo que es una cita.
¿Esto es una cita?
—Nos vemos esta noche, oficial —murmuro rápidamente.
—Gabe, por favor, llámame Gabe o Gabriel.
—Está bien, Gabe.
—Eso es. Esta noche —susurra con esa deliciosa voz ronca suya y la lata de maíz que tenía en mis manos se desliza y cae de nuevo en el carrito, lo que hace que me gane otra mala mirada de la cajera. Cuelgo rápidamente y guardo mi teléfono.
—Lo siento —digo y tomo la lata de maíz y el resto de mis compras para pagar.
Al salir del supermercado, los nervios y el entusiasmo por esta noche pelean entre sí para ganar el control. Pero la sonrisa esperanzada en mi rostro no se va en todo el camino a casa.
***
El turno en la heladería se pasa rápido.
Cuando llegué hace cinco horas estaba super nerviosa por cómo me recibirían el resto de mis compañeros y por cómo sería mi desempeño.
Sin embargo, los nervios estuvieron de más, pues al entrar por la puerta, fue acogida por todos. En este punto tengo seis compañeros y a nuestro jefe, el gerente de punto. Él y yo estaremos en la oficina, y los demás se encargarán de atender al publico y mantener activo este lugar.
Todos fueron muy amables, las cuatro chicas, Lorena, Paola, Sandra y Mónica; y los dos chicos Oscar y Raúl me hicieron sentir como en casa y nuestro jefe, Héctor, ha sido una persona amable y comprensiva desde que empecé a desarrollar mis funciones.
No pensé que fuera a sentirme tan a gusto en mi primer día. Dios sabe que cuando entré por primera vez en la agencia, la actitud del resto de las chicas me hizo sentir como una gacela en media de leonas. La animosidad y los celos entre las mujeres de la agencia es más que evidente, ninguna trata de camuflar el hecho de querer hacerte menos o hacerte caer para poder ser la número uno.
Andrea y Camila hicieron de todo para poder obtener a los tres mejores clientes, pero ellos me elegían a mí. ¿Por qué? No lo sé, yo era sólo un cuerpo que tomar, mientras que ellas sí actuaban bien su papel, y hasta parecían disfrutarlo. Sin embargo, quien tenía los clientes grandes y especiales de la agencia era yo, a mí era a quien con más frecuencia reservaban.
—No tienes que correr con esas facturas, Samanta. —La voz de mi jefe me saca de mis pesados pensamientos—. Tenemos un mes entera para poder organizar todo esto y presentar los informes. No tienes que correr el primer día.
Sonrío y asiento. —Lo sé, gracias. Es sólo que me gusta clasificar todo en carpetas de colores y marcar cada cosa. Es más fácil para mi saber donde está todo y cómo encontrarlo.
—Me parece bien. Esta semana tendemos que organizar todos estos documentos y facturas para poder empezar a digitalizar lo importante, programar los compromisos, cuadrar las cajas, y los balances.
—Perfecto. Lo tendré terminado para el viernes.
—Te lo agradezco, pero hoy ya terminó tu turno. Puedes irte.
Miro el reloj en mi muñeca nuevamente, son las seis en punto. Contenta y satisfecha por un día productivo y por unos compañeros y un jefe agradables, guardo mi trabajo, apago el computador y tomo mis cosas para irme.
Me despido de mis compañeros y abro en mi teléfono la aplicación para Uber, pido un carro y me muerdo los dedos mientras espero ansiosa llegar a casa y preparar la cena. Voy a hacer la jodida cena más deliciosa del mundo.
Mientras divago sobre cómo preparar el picadillo y qué ingredientes agregarle para que sea una delicia, llega el Uber.
Todo el camino a casa me la paso viendo videos en YouTube sobre la receta, comparando cual creo que se ve y puede tener el mejor sabor.
***
—¡Mami! ¡Margot!
Escucho los pasos apresurados de Margot y la silla de mi mamá dirigirse hacia la entrada del apartamento.
Dejo las bolsas que traigo en el comedor y abrazo a mi mamá.
—¿Cómo estás mami? —Beso su frente, mientras ella agita su mano y trata de sonreírme—. ¿Te portaste bien hoy? —Asiente y mira a Margot.
—Hoy puo levantar un poco su mano izquierda, y estiró sus dedos ella sola, por unos segundos, pero lo hizo a pesar del dolor. También pidió a tiempo el baño, su pañal sigue limpio desde esta mañana.
Mis ojos se abren sorprendidos, miro a mi mamá que se ve orgullosa y complacida. Lloro. Abrazo nuevamente a mi madre y dejo que las lagrimas corran por mis mejillas.
Beso todo su rostro y noto que ella también está derramando unas cuantas lágrimas. Para muchos, lo que acaba de decir Margot es algo simple y sencillo, sin relevancia, pero para nosotros, para mi mamá, esto son noticias grandes, esto es un avance importante en su recuperación, en su camino a un poco más de independencia.
Miro a mi madre con orgullo y admiración, aunque no lo crean, las personas con la condición que tiene mi madre sufren mucho al tratar de mover las articulaciones que están afectadas. El hecho de que haya movido su brazo y separado sus deditos que estaban torcidos, tuvo que dolerle mucho, pero lo hizo, por ella, por mí, por nosotras. A pesar de que su mente ya no funciona de manera tan racional y compleja como la de un adulto, sino que es como un niño, aún así ella sigue luchando, sigue en pie, continúa atravesando obstáculos y haciendo progresos por sí misma.
Esto es un motivo más para celebrar hoy.
—Estoy muy orgullosa de ti mami, eres la mejor. —Agita sus dos brazos según lo permiten sus capacidades y chilla emocionada. Me limpio las lagrimas y las suyas y aplaudo—. Una razón más para tener una deliciosa cena esta noche y unas increíbles galletas de postre. El oficial Gabe llegará a las ocho así que... —Miro a Margot y a mi madre— Manos a la obra.
A pesar de que ya el turno de Margot acabó, le invité a también disfrutar de la cena y accedió. Además, como solo tengo hora y media para preparar la comida y arreglarme, Margot me ayudó preparando y cortando los ingredientes y alistando a mamá. Ya está bañada y limpia, sólo será poner unos quince minutos antes de la llegada de Gabe su vestido favorito y listo.
Le permito a mi madre que ayude con las galletas, usando el molde y cortándolas en sus formas favoritas, estrellas. Margot y yo nos encargamos del resto, ella de amasar y yo de revolver el picadillo. A las siete y media, saco las velas aromatizantes que compré camino a casa y las ubico en la mesa de la sala y la estantería junto al comedor. Tomo los individuales de mesa que también compré y las copas de vino. Sacó otros implementos de cocina que no tenía, como la refractaria pada poner el picadillo en la mesa y el set de cubiertos nuevo.
Dios sabe que el que en casa sólo tenemos cuatro cucharas y dos tenedores. Así que estoy equipando mi cocina de nuevo, para poder tener todo lo necesario en la cena. Quiero, ahora no sólo por el oficial Gabe, que esta noche sea especial y bonita.
—Ve a cambiarte —dice Margot, quitando las servilletas de mi mano y señalando el baño—. Tenemos poco tiempo antes de que llegue el oficial Gabe. Yo me encargo del resto.
—Gracias, Margot. —Le sonrío y le doy un beso en la mejilla. Voy hasta donde está mamá robando las chispas de chocolate de las galletas que aún no se han metido al horno, y empujo su silla hasta mi habitación para prepararnos.
Me doy la ducha más rápida y eficiente de la historia, me visto con unos jeans que sé que acentúan perfectamente el trasero y las piernas, y una blusa de un hombro descubierto color morado. Visto a mamá con su vestido de flores rojo y blanco, peino nuestros cabellos, y, cuando aplico un poco de maquillaje para resaltar mis ojos, pestañas, pómulos y labios, mamá me hace una seña para que también la maquille a ella. Me río y emocionada, resalto la belleza de mi mami.
Justo cuando estoy calzando mis sandalias, el timbre del apartamento suena.
El protagonista de mis últimos sueños y pensamientos ha llegado.
—Margot, ¿puedes recibirlo por favor? —pido mientras empujo a mamá hacia fuera de mi habitación.
—Por supuesto —responde y escucho como abre la puerta y saluda a Gabe—. Oficial, ¿cómo está usted hoy?
—Margot, que gusto verla de nuevo. Ye estoy muy bien. ¿Y usted? —La voz de Gabe, suave, profunda y rica hace que un poco de piel de gallina se esparza por mis brazos.
—Perfectamente —responde Margot cuando mamá y yo entramos en escena. Ambos nos miramos unos segundos y me quedo completamente perdida en sus bellos ojos ambarinos.
Dios, este hombre es hermoso. Muy hermoso.
—¡Ahhhh! ¡Ael! —chilla mi madre, rompiendo lo que sea que enlazó nuestros ojos.
Gabe le sonríe abiertamente a mi madre, y acelerando aún más mi corazón, se acerca a ella, se agacha a su misma altura y, de una bolsa que no me percaté traía, saca un batido de frutas y chocolate y se lo extiende a mamá.
—Para ti, Nubia. Sé que te encantan los batidos, podrás tomarlo después de que cenemos. Por cierto, se ve resplandeciente esta noche. —Le guiña un ojo y luego me mira a mí, con su suave y hermosa sonrisa—. Hola hermosa.
Jesús, este hombre me está derritiendo suavemente.
—Ofi... Gabe. Gracias, también te ves hermoso.
Mierda. No de nuevo.
Siento como mis ojos se abren y mis mejillas se calientan. Yo y mi bocota.
Gabe sonríe y se levanta, permitiendo verle en su ropa de civil. Unos jeans oscuros y un polo gris claro, que se le ajusta perfectamente.
—Gracias, es bueno que de vez en cuando alguien tan hermosa como tú me diga que yo también soy hermoso.
Me muerdo la mejilla de repente sintiéndome tímida y nerviosa. Gabe lo nota y cambia inmediatamente de tema.
—Huele delicioso, aquí. Creo que voy a disfrutar esta noche dice y me mira atentamente.
Si lo que quería era dejar de hacerme sentir nerviosa, no lo logró.
—El... el —Me aclaro la garganta—. El picadillo ya está listo. Si tienes mucha hambre podemos sentarnos a cenar, ya. Mamá ya debe estar más que hambrienta.
—Oh —murmura y ahora son sus mejillas las que se colorean—. lo siento por hacerla esperar —dice y me pateo mentalmente por lo que dije.
—No —me apresuro a aclarar—. No me refiero a eso. De todas maneras, fui yo quien dijo que a las ocho y por mi horario de hoy igual cenaríamos a esta hora. Yo... no sé por qué lo dije así, lo siento.
—No tienes porque disculparte. —Saca una botella de vino de la bolsa y me la entrega—. Espero que te guste este vino. No sé mucho de eso y no acostumbro a tomarlo, pero hoy es una ocasión especial y quería cumplir con la tradición de celebrarlo así.
—Yo tampoco soy muy amante del vino, pero sé que cualquier cosa que me des va a gustarme. —Apenas y termino la oración, puedo darme cuenta de que no sonó para nada inocente. Las mejillas de Gabe se colorean de nuevo, pero sonríe y se aclara la garganta. Yo, nuevamente mortificada, me apresuro a decir algo que aleje mis pensamientos y los suyos de lo que sea que dio a entender mi anterior afirmación—. Vamos a la mesa. Empezaré a servir todo.
Me doy la vuelta rápidamente para ir a la cocina, apretando fuertemente el vino y escuchando la suave risa de Gabe y la voz de Margot que le pregunta por su día. Dios la bendiga, sabe que estoy avergonzada y está tratando de dirigir la noche hacia algo seguro para mí que haga olvidar mi anterior metida de pata.
Tomo la refractaria con el picadillo y me vuelvo para llevarla a la mesa, pero me encuentro con Gabe.
—Ven, déjame ayudarte. —Asiento y muerdo mi labio para evitar decir que se ve mucho más delicioso él que la cena—. Esto huele muy, muy, muy tentador —susurra, aspirando profundamente sin dejar de verme a los ojos.
Jesús, José y María...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro