Capítulo 12
Samanta
Estoy demasiado ansiosa, cansada, preocupada, sucia y hambrienta.
También estoy avergonzada, muy avergonzada. Es la segunda vez que sufro de un encontrón con la policía y Gabe me salva. ¿Qué debe pensar ahora de mí?
Bueno, es obvio que ya debe de pensar mal, conoce mi historial, mi profesión, y ha visto lo que es mi vida. No hay nada que pueda hacer ahora para darle una buena imagen de mí a él y a sus compañeros. Todos aquí ya me han juzgado y etiquetado, especialmente el oficial que nos arrestó.
Oficial Suarez.
Por más que le explicamos lo que sucedió y, a pesar de ver mi vestimenta, la de Laura y el estado del idiota borracho, nos acusó de prostituirnos, de alterar el orden público, de ser delincuentes cuando ambas hemos sido víctimas; y en vez de protegernos, nos encerró en una fría celda sin permitirme siquiera llamar a Margot para que pueda ir con mamá. Si no conociera a Gabe, le tendría odio y rencor a la policía.
Necesito salir pronto e ir con mamá.
Necesito que Margot vaya a casa, mamá está sola, posiblemente asustada al ver que no regresé de botar la basura. Y si está sola podría lastimarse, la puerta no estaba asegurada y cualquiera podría entrar.
El temor y la preocupación por mamá hacen que empiece a llorar de nuevo. Justo cuando estoy a punto de gritar por Gabe, para pedirle ayuda para mi mamá, un policía rubio y de ojos verdes, que se me hace familiar, entra a la celda con una taza de café y un pan.
Se acerca un poco y extiende ambas cosas hacía mí.
—Toma, come algo.
Ignoro lo que me ofrece y le miro con ojos suplicantes. —Necesito hacer una llamada. Por favor.
—Estamos solucionando todo. Bueno, Gabe lo está intentando. Come algo primero. —Vuelve a ofrecerme las cosas, pero no las tomo.
—No puedo —lloro. El policía suspira y le entrega el café y el pan a uno de sus compañeros que pasa a su lado—. Mamá está sola en casa. Necesito llamar a su enfermera para que vaya y se asegure que está bien.
—¿Tu mamá está enferma? —Los ojos del policía se llenan de preguntas.
—Sí, está sola. Ella no puede caminar, la dejé en la cama esperándome mientras llevaba la basura fuera. —Un profundo sollozo se me escapa—. Estará asustada de ver que no vuelvo y tratará de buscarme, pero su silla está lejos de la cama, si se cae puede lastimarse, su lado izquierdo está paralizado —La ansiedad empieza a ganarme y mi llanto se profundiza, haciéndome gritar—. Ella... ella me necesita. Tengo que ir. ¡Tengo que ir!
—Tranquila, tranquila. ¡Carajo! —murmura por lo bajo—. Dame el número de la enfermera, yo la llamo.
Le dicto el número de Margot y lo veo alejarse con el teléfono en mano.
Unos minutos después que el policía se ha ido, pero que parecen una eternidad para mí, veo a Gabe caminar con determinación hacía mí y a su lado otro hombre que, aunque no usa el uniforme de los demás, se nota que también es uno de ellos.
—Lo siento Samanta. Olvidé decirte que ya había llamado a Margot para que fuera con tu mamá. Julio acaba de llamarla y ya está en tu casa. Tu mamá está bien.
—Dios, gracias.
—Te presento a mi comandante López, ya se han presentado los informes y, ni tú ni la señora Correa han cometido delito o infracción alguna, por lo que serán puestas en libertad inmediatamente.
—Sin embargo —interrumpe el comandante. Su mirada es intensa, pero no me siento ni juzgada ni rechazada como sí me sentí con el oficial Suarez—. No podrá irse todavía, puesto que debemos pedirle, por favor, que declare contra el señor Romero por el ataque e intento de violación de la señora correa.
Miro a Gabe y pregunto—: ¿Me juras que mi mamá está bien?
—Sí —Asiente, extiende la mano a su comandante quien le entrega las llaves de la celda—. Déjame sacarte de aquí para que puedas hablar con ella.
—Gracias, gracias, gracias.
Cerca de las tres de la mañana por fin me dejan salir de la estación de policía. Laura todavía permanecerá dentro, por lo que me pidió que comprobara a Olly una vez llegara a casa.
—Te llevo a casa —dice Gabe a mi lado—. Vamos, mi auto está allí. —Señala un auto gris aparcado entre dos patrullas de policía.
—No tienes que hacerlo, Gabe. De verdad. Ya me has ayudado mucho hoy.
Mis mejillas están calientes y rojos. Muero de pena y de vergüenza por toda esta situación. Él otra vez ha tenido que venir a mi rescate, como un caballero de brillante armadura, y no he sido la única que lo atestiguó.
A pesar de que el oficial Julio Restrepo y el comandante López se mostraron amables y atentos, la mayoría de los policías nos dieron miradas que me avergonzaron mucho más. Algunas eran burlonas, otras curiosas y otras acusadoras y despectivas como la de ese odioso oficial Suarez.
Alguien no obtendrá donas de mi parte.
—Voy a llevarte a casa, Samanta. —Se detiene y me enfrenta, dándome una mirada determinada—. Es de madrugada, no te dejaré sola.
Cansada, hambrienta y avergonzada, suspiro y asiento. Siguiéndolo hasta su auto. Como el caballero que está demostrando ser, Gabe me abre la puerta y espera a que me acomode para cerrarla y se dirige a su propia puerta. Sintiéndome cohibida y nerviosa, le doy una tímida sonrisa a la que responde con un guiño.
Muero lentamente...
Sonrojándome hasta la coronilla, me vuelvo hacia la ventana y trato de concentrarme en el mundo fuera de este auto.
—¿Tienes hambre? —pregunta inmediatamente se pone en marcha—. Sé que no recibiste lo que Julio te llevó.
—Yo... umm —Muero de hambre—. La verdad no podía pensar en comer sin saber si mamá estaba bien.
—Tienes hambre. Vale. Hay un restaurante veinticuatro horas al doblar la esquina. Compraremos algo para todos. También muero de hambre.
—¿Para todos? —chillo.
—Sí, les prometí a Margot y a tu mamá que llevaría algo para ellas. El estrés de esta noche también les abrió el apetito. —Le doy una mirada de ciervo y de confusión, ganándome una risa suave de su parte—. Tranquila, Samanta, esta no es una cita... todavía —susurra lo suficientemente fuerte para que lo oiga.
Me estremezco, muerdo mis labios y vuelvo a mirar por la ventana. Efectivamente al doblar la esquina hay un restaurante 24/7. Gabe detiene el auto y me pregunta si deseo bajar con él o esperarlo en el carro. Decido esperar, se ofrece a traerme el menú para que escoja algo de comer.
—Tienes asados, hamburguesas, perros calientes, desgranados, pizza, pollo, salchipapas, sándwiches, pasta y arroces. —Recibo el menú que Gabe me extiende por la ventana y lo leo para ver que se me antoja.
—A mamá le encantaría un desgranado con pollo y queso. Margot un sándwich de carne desmechada y yo me antojo de una picada mixta. —Sonríe y asiente. Devuelvo el menú y antes de que se vaya lo llamo—. ¿Podrías, por favor, pedir una pizza cuatro quesos para Olly?
—Por supuesto.
Treinta minutos después, nos dirigimos a casa.
Apenas y el auto se detiene me bajo, dejando a Gabe con las cajas de comida, y corro hacia mi casa.
Encuentro a mamá, Margot y a Olly sentados en la sala viendo la televisión.
—Mamá —suspiro al verla tranquila en su silla.
—Ahhh, ahhh —balbucea. Extiende su brazo bueno y corro a abrazarla.
—Estoy bien mamá. Sólo fue un malentendido. —Le doy un beso en la frente. Gabe ingresa a la casa, saluda a Margot, luego a mi madre mientras yo abrazo también a Olly—. ¿Tienes hambre, cariño? Por ahí se me enredó una pizza de cuatro quesos.
—Síiii... Tengo mucha hambre.
Gabe va hacia la cocina, detengo un momento a Margot para preguntarle cómo encontró a mamá.
—Cuando llegué aquí ya Olly estaba con ella. También Alex estaba aquí. Se dieron cuenta de lo que pasó y de que te había llevado así que, él y Mónica trajeron al niño aquí y esperaron a que yo llegara.
—¿Olly sabe lo que pasó? —No creo que así sea, está muy tranquilo. O tal vez está despierto a estas horas porque sí lo sabe.
—No —sacude su cabeza y mira a Olly con cariño—. El chiquillo piensa que su mamá salió a trabajar turno nocturno. Y que tu estabas comprando algunas cosas para Nubia, por eso no llegabas todavía.
Miro el reloj de la sala, son las 3:45 am. —Debo llamar al colegio temprano. No creo que deba enviarlo a estudiar si no ha dormido bien.
—Yo lo haré, ve y siéntate con tu madre mientras ayudo a Gabe a servir la comida.
—Gracias Margot, por venir y cuidar de mamá. Juro te lo compensaré.
—No te preocupes mi niña. Ustedes son familia para mí, la familia está en buenas y malas. Ve.
Le sonrío y voy a acurrucarme en el sofá junto a la silla de mamá. Olly viene y se ubica a mi lado, lo abrazo y beso su frente también. Gabe entra a la sala con el desgranado de mamá y la pizza de Olly.
—Espero que tengan hambre —dice, colocando con cuidado el desgranado en el regazo de mamá y poniendo el tenedor cerca de su mano buena—. Toma pequeño, el queso sigue caliente.
—Gracias, señor.
Margot me entrega mi picada y toma su sándwich mientras Gabe regresa a la cocina por las bebidas. No se me escapa la forma en la que Margot comprueba el trasero de Gabe en sus jeans oscuros. Le doy una mirada y sólo sonríe y se encoje hombros.
Vaya con la Margot.
Ahora entiendo cómo es que Gabe obtiene tan fácil información sobre mí de ella.
Gabe toma su hamburguesa y papas y se deja caer justo al otro lado de Olly, me mira por encima de la cabeza del niño y me sonríe. Sonrojándome, me concentro en comer mi cena tardía sin parecer una muerta de hambre.
Creo que esa sonrisa podría también influir en Margot... y en mí.
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