25.
( CHAPTER TWENTY FIVE! )
" una historia desgarradora. "
—No hay un día en que no los haya maldecido, y que no agradeciera que hoy están aquí —murmuró Jimin, vestido de negro, con una rosa en la mano, frente a dos nichos polvorientos y en mal estado—. Pero ahora me doy cuenta de que al odiarlos todo este tiempo, solo logré mantener su recuerdo vivo, atormentándome y causando problemas con la persona que amo.
En el silencio sepulcral del cementerio, solo el viento soplando contra las hojas secas de los árboles y las flores marchitas de las lápidas rompían la afonía. Jimin estaba solo, mirando los epitafios de sus padres por segunda vez en cinco años. Un tornado de emociones sacudía su mente: odio, resentimiento y dolor. Pero sabía que el estar allí significaba el final de la etapa más dolorosa de su vida.
—No estoy aquí buscando una reconciliación, porque no volveré a pararme aquí nunca más— afirmó, mirando fijamente el mármol y los nombres grabados allí—. Solo estoy aquí para decirles que... los perdono.
Las palabras se atascaron en su garganta, y un nudo se formó en su pecho.
—Nunca fueron verdaderos padres para mí, jamás me amaron, me maltrataron y crearon tantos traumas en mi como pudieron, pero... los perdono porque —su voz se cortó, y las lágrimas llenaron sus ojos— tengo una vida feliz ahora y no quiero arruinarla manteniéndolos conmigo. Ustedes representan lo peor de mi vida y hoy suelto todo eso.
Entre lágrimas, Jimin colocó la rosa entre las dos lápidas y sonrió débilmente—. Ojalá ustedes puedan perdonarse por lo que me hicieron y descansen en paz. Adiós, papá, adiós, mamá, para siempre.
Se giró, cerró los ojos y exhaló profundamente, sintiendo cómo las cadenas que lo habían atado durante tanto tiempo se rompían y caían al suelo. Cuando abrió los ojos y miró el atardecer frente a él, se sintió liberado, con una inesperada emoción de felicidad creciendo en su pecho.
Hasta ese momento, no se había dado cuenta que soltar... se sentía tan liberador.
—¡Jimin! ¡Amor, estoy en casa! —anunció Jungkook cambiándose los zapatos, para luego caminar hacia la sala de estar y encontrarla completa desolada, sin ningún rastro de su chico—. ¿Estará cocinando? —en busca de la repuesta fue a la cocina pero también estaba vacía—. ¿Todavía no habrá...? —de pronto, escuchó música proveniente del piso superior y enseguida supo dónde estaba su novio.
Estaba bailando, y presenciarlo fue maravilloso. Jungkook amaba ver a Jimin bailando, amaba ver con cuanta pasión y amor hacía cada paso, no sabía si con aquel baile acompañado con una canción tan triste como lo es "What was i made for?" Estaba contando una historia, pero el sentimiento con el que era ejecutado el baile llegó a él, de pronto sintió una presión en el pecho. Y Jimin no se había dado cuenta ya que estaba absorto en la música y tenía los ojos cerrados, pero si sintió una presencia que al abrir los ojos y mirar hacia la puerta que estaba entreabierta, ya no estaba, sin embargo sabía que había sido Jungkook.
—Llegaste —musitó. Tenía la respiración y el corazón agitados, pero esta presión aumentó vertiginosamente casi logrando dejarlo sin aliento.
Jimin tenía nuevamente miedo. La hora de contar todo sobre su vida había llegado, y aunque se había preparado para ello, primero meditándolo con Jin y luego haciéndoles una última visita a su padres en el cementerio, y aún con todo eso, todavía no se sentía preparado para contarle la desgarradora y miserable historia de su vida. Tal vez Jungkook tampoco esté listo para escucharlo, tal vez le dolería mucho saberlo, y eso es a lo que Jimin tanto le tiene miedo: crear una herida o hasta incluso rencor en el buen corazón de su amado.
Pero debía hacerlo. Así que, continuó con su pieza de baile, la cual estaba ayudándolo a mantenerse firme y calmado dentro de lo que cabía.
Y mientras tanto, Jungkook luego de escapar de ese triste sentimiento que su chico le había trasmitido, entró a la ducha para poder calmar aquellos pensamientos de preocupación que había logrado agotarlo. Tenía que decirle a Jimin que vería a Heejin solo para protegerlo de un pasado del que no sabe, y del que no tiene ninguna intención inquirir si es que Jimin no quiere hablarle, porque con tan solo ver el rostro de su chico cuando él o alguien menciona algo referido a eso, sabe que es muy doloroso para él.
Y como le había prometido, esperaría hasta que él se sintiera listo para contarle.
Salió de la ducha, aún Jimin no había terminado de bailar, así que simplemente se cambió a su pijama y se recostó en la cama para esperarlo, pero el sueño lo atacó y sus ojos se fueron cerrando poco a poco hasta que se quedó dormido.
[...]
—Jungkook ¿estás dormido? Jungkook —entre sus sueños, el ya mencionado escucho la voz de su novio llamándolo, entonces abrió los ojos de a pocos y se encontró con su chico de cabello rosado de rodillas sobre la cama a sus pies.
—Jimin, lindo ¿qué pasa? —se recompuso sentándose—. Te vi bailando tan concentrado que no quise interrumpirte, tomé una ducha pero aún no terminabas así que te esperé pero me quedé dormido.
—Lo sé, cuando termine vine, pero te vi dormido así que tome una ducha también, pensé que me habías escuchado y habías despertado pero al parecer no, lo siento. —dijo avergonzado.
—No te preocupes ¿estás bien? ¿Te gustó bailar ahí? ¿Hay algo que haga falta? —le preguntó acomodándose sobre la cabecera.
Jimin negó con la cabeza con una sonrisa.
—No, todo esta muy bien. Pero creo que no te he agradecido lo suficiente por darme ese maravilloso espacio —jugó con sus dedos.
—Jimin —soltó con advertencia—. ¿Qué fue lo que te dije? No tienes que agradecerme, lo hice porque te amo y...
—Lo sé pero... —el pelirosa gateó sobre la cama acercándose a su novio—. Yo quiero agradecerte, así que gracias, te amo.
Jungkook sonrió enternecido.
—Ven —sentó a Jimin en su regazo, con cada piernas de cada lado, lo tomó de cintura y lo miró con brillo en sus pupilas, sintiéndose el hombre más afortunado—. Eres la luz que ilumina mi día, la melodía que llena mi corazón. Te amo más que ayer, pero menos que mañana. Eres mi todo, mi razón de ser. Mi amor por ti es como una canción que no tiene fin, como una danza que no cesa. Te amo, mi amor.
Jimin le devolvió la sonrisa, conmovido por sus tiernas palabras. Con movimientos lentos y deliberados, pasó sus dedos detrás del cuello de Jungkook y acercó su rostro al suyo, su aliento cálido mezclándose con el de su amado.
Ambos cerraron los ojos, esperando el contacto, con el corazón latiéndoles con suave anticipación.
Los labios de Jimin rozaron suavemente los de Jungkook, en un beso dulce y tranquilo que parecía suspender el tiempo. La presión fue leve, casi imperceptible, pero suficiente para hacer que Jimin se derritiera en sus brazos.
La lengua de Jungkook trazó un camino suave por los carnosos labios de su chico, explorando cada curva y contorno con una intimidad profunda. Jimin respondió con un susurro, su lengua entrelazándose con la de su hombre en un baile lento y sensual.
El beso se profundizó, sin prisa, como si ambos estuvieran saboreando cada momento. Jungkook deslizó sus manos desde la cintura hasta la espalda de Jimin, e hizo presión, colisionando sus pechos.
Juntos, se dejaron caer sobre la cama sin separar sus labios. La luz de la luna parecía bailar con ellos, proyectando sombras que se movían en armonía con su amor.
En ese instante, nada más existía. Solo ellos dos, perdidos en el abismo de su amor, donde el tiempo y el espacio se desvanecían. Mientras se quitaban la ropa, dejándola esparcida por el suelo y la cama, su pasión crecía. Finalmente desnudos y sin aliento, sus ojos se encontraron en la oscuridad, brillando con una luz que solo ellos podían ver.
—¿Terminamos con lo que empezamos esta mañana? —preguntó el mayor, con una sonrisa.
—Es mi turno de decir, please me baby —Jimin soltó una risita.
Jungkook se movió sobre Jimin, su cuerpo pesado y cálido, cubriéndolo completamente. Sus labios se encontraron de nuevo, en un beso apasionado y profundo.
Jimin se arqueó hacia él, buscando más contacto, y el cuerpo de Jungkook respondió a la urgencia de su novio. Alineo la punta de su miembro con su entrada, que volvió a estar tan húmeda como hace unas horas atrás. Entró lentamente con facilidad, y gimió al sentir como las cálidas paredes de su chico lo apretaron.
Jimin también gimió al sentirlo hundirse lenta y profundamente en su interior. Sus manos se entrelazaron, dedos entrelazados, mientras se comenzaron a mover en perfecta armonía.
Jungkook pegó su frente con la de su amado y jadeo—. Haaa, Jimin... —su voz ronca y agitada, mientras lo embestía.
—Más rápido, hazlo más duro —gimió, su voz apenas audible.
Los movimientos pélvicos se hicieron más vehementes, la cama se movía y la habitación era inundada con sus jadeos y gemidos.
—Haaah así, amor te quiero más cerca, abrázame —pidió Jimin y entonces su cuerpo se unió con el de su amado en un abrazo apasionado y profundo—. Jungkook... Jungkook...
Él ya mencionado sintió las uñas de su chico encajarse en su espalda, mientras murmuraba su nombre en su pecho, pensó que esto era una señal de que estaba apunto de llevarlo al orgasmo, pero entonces, de pronto escuchó un sollozo y se detuvo confundido.
—¿Jimin?
—No te detengas, sigue, sigue —lo abrazó con más fuerza, su voz débil.
Jungkook supo casi de inmediato que algo no andaba bien, así que terminó todo y se separo para miró a su novio, quien rápidamente se cubrió los ojos con sus brazos, pero aún así pudo notar que estaba llorando.
—Jimin, dime qué te pasa ¿hice algo mal? ¿Te lastime? —preguntó realmente preocupado—. Dime algo, me estás preocupando.
—¡Tengo miedo! —exclamó entre lágrimas—. No quiero perderte, no quiero hacerte daño, maldición porque tiene que ser tan difícil.
—Mi amor, Jimin —enseguida Jungkook volvió a abrazarlo, lo pegó a su cuerpo y sintió sus lágrimas humedecer la piel de su pecho. Lo sostuvo con una de sus manos y con la otra acarició su cabello, no entendía que pasa, pero lo abrazó con fuerza—. Calma, tranquilo, no hay nada en este mundo que pueda separarnos, siempre estaré contigo sin importar que.
Luego de unos minutos donde Jimin estuvo llorando en los brazos de su amado, finalmente se calmó y se metieron bajo las sábanas, manteniéndose abrazados. Jungkook le acariciaba el cabello y Jimin se mantenía aferrado a su cuerpo.
—¿Ya estás más tranquilo? —le preguntó Jeon al ya no escuchar sollozos y sentir su respiración un poco más tranquila.
—Lo estoy —respondió—. Lo siento, arruine el sexo.
—No arruinaste nada, no tienes que disculparte por algo así, me importas más tú que el sexo que podemos tener en cualquier otro momento. —replicó, tomó de la barbilla al chico y lo hizo mirarlo—. Ya me dirás porque tan de pronto comenzaste a llorar y a decir todo lo que dijiste.
—Hay algo que tengo que decirte, Jungkook —dijo y tras un suspiro continuó—. Es sobre mi pasado, sobre cómo fue mi vida antes de que llegara al club y cómo fue que terminé allí.
—Si aún no te sientes preparado para hablar sobre eso no tienes que hacerlo, te dije que podía esperar hasta que tú te sintieras listo, así que...
—No, está bien. Debo hacerlo, es decir, quiero hacerlo, mereces saberlo. —contestó—. Cuando estamos así, desnudos en la cama después de hacer el amor es tan fácil para mí hablar sinceramente, además... confío en ti, ya no eres alguien que apenas conocía, ahora eres mi novio, el hombre que me hace feliz y con quien quiero estar el resto de mi vida.
—Está bien amor. Entonces voy a escucharte.
⚠️ ADVERTENCIA ⚠️
EN ESTA PARTE DE LA HISTORIA SE NARRARÁN SUCESOS FICTICIOS REFERENTES CON TEMAS COMO: ABUSO SEXUAL, ABUSO DE SUSTANCIAS ILÍCITAS, TRATA DE PERSONAS, VIOLENCIA PSICOLÓGICA Y FÍSICA.
SI TE CONSIDERAS UNA PERSONA SENSIBLE A ESTOS TEMAS PUDES SALTARTE EL EPISODIO, DE LO CONTRARIO SE PIDE DISCRECIÓN.
EN NINGÚN MOMENTO SE TRATA DE NORMALIZAR ESTAS PRÁCTICAS, AL CONTRARIO SE PIDE HACER CONCIENCIA.
El hogar del los Park, si es que a esa pequeña casa en mal estado y mugrienta, se puede llamar hogar, ubicada en uno de lo peores barrios de Seúl, donde se había localizado la mayor taza de pobreza y violencia, es donde Jimin había crecido, donde desde muy pequeño había conocido la dura realidad de la pobreza y la violencia familiar, rodeado de gritos, golpes y la constante presencia de botellas vacías y sustancias adictivas.
Su madre, era una mujer desesperada y atrapada en un ciclo de adicción a sustancias como el crack y el fentanilio, que trabajaba dos empleos para mantener su adicción y a la familia. Su padre, era un hombre violento, alcohólico y sin trabajo, que descargaba su ira en su madre y en él.
Los gritos y los golpes eran el pan de cada día en su "hogar", Jimin recordaba las noches en que se escondía en el armario, tapándose los oídos para no escuchar, guardado silencio para no ser encontrado, su corazón latía con miedo, él solo era un pequeño que no entendía por qué sus padres no podían dejar de lado sus demonios.
Las condiciones en las que vivía eran las peores. Nunca había suficiente dinero para comer todos los días, sus padres lo gastaban en drogas y en alcohol. Jimin recordaba las noches en que se acostaba con el estómago vacío, esperando que el día siguiente fuera mejor.
El pequeño Jimin, de solo seis años, huía de su casa cuando sus padres no estaban, caminaba solo por la ciudad, mirando todo con gran asombro, veía a los niños con sus padres saliendo de esas tiendas departamentales con juguetes y se preguntaba «¿qué se sentirá tener un juguete? O ¿qué se sentirá que tus padres te amen?». Miraba a la gente comiendo comida deliciosa que él no podía comprar, veía las flores con deliciosos aromas que en su casa no había, y en una de ellas encontró su color favorito «el amarillo de los girasoles es tan alegre» pensó, una alegría que tampoco había en su casa pero que esa flor le trasmitió con tan solo su color.
En una de sus muchas caminatas, se cruzó con algo llamado "Escuela de Danza" un local de paredes de cristal que le permitieron ver algo que lo dejó maravillado, eran personas y niños bailando con diferentes tipos de música. Allí fue donde se originó su más grande sueño. Jimin volvió cada tarde para ver a esas personas bailar y desde afuera él también lo intentaba, practicaba con ellos fuera de esas paredes de cristal ya que no podía pagar la clase. Eso también fue su escape para esa vida tan cruel en la vivía en su casa.
Pasó el tiempo y Jimin cumplió quince años. Estaba en la adolescencia, su vida hasta ese momento había transcurrido como siempre, rodeado de la misma pobreza, violencia y con los mismos padres adictos que lo golpeaban y ahora que era mayor lo utilizaban para enviarlo por alcohol.
Se había acostumbrado a vivir con esto, los tiempos siempre era difíciles, pero un día todo se puso peor, después de aquel día, su vida se convirtió en un infierno.
—Con ese rostro y ese cuerpo pareces una jodida mujer —su padre, lo miró desde ese sofá donde veía la televisión y bebía, con ojos despectivos—. ¡Maldita mujer inservible! —le lanzó la botella de ron vacía que tenía en la mano a su esposa, logrando golpearle fuerte la espalda, tirándola al suelo—. Ni siquiera pudiste engendrar un buen hijo, tenías que tener un jodido maricon como este.
Jimin se mantuvo en silencio, no quería recibir una golpiza por entrometerse.
—¡Como querías tener un hijo normal si todo el tiempo te la pasas borracho! —gritó la mujer levantándose.
—¿Como te atreves a juzgarme cuando tú te la pasas drogada? Mírate, das tanto asco, llena de moretones en los brazos por la mierda que te inyectas, y toda esquelética, eres una porquería de mujer. —respondió.
Jimin había desarrollado una habilidad para meterse en sus pensamientos y dejar de escuchar lo del fondo. Ahora en vez de escuchar a sus padres pelear, repetía las cuentas de pasos de baile.
Y por estar tan absorto en sus pensamientos no se dio cuenta cuando su padre se levantó y se acercó a él.
—De algo debe servir que tengas este sucio aspecto —lo sujetó del brazo y lo atrajo a él, olió su cuello y apretó su cintura—. Mmm, hasta yo podría olvidar que eres mi hijo —deslizó su mano hasta llegar a sus glúteos los cuales apretó. Jimin sentía tanto asco, su padre desprendía un asqueroso olor a alcohol y las partes donde lo estaba tocando lo ponían incómodo y lo asustaban.
—Papá, de-detente, me estás haciendo daño —rogó, él lo ignoró y no lo dejó de tocar, trató de removerse para soltarse de su agarre, pero fue inútil, aún ebrio era más fuerte que él.
—Porque no lo usamos para obtener dinero —sugirió su madre llamando la atención del hombre—. Este niño ha sido inservible toda su vida, deberíamos utilizar ese aspecto que tiene a nuestro favor.
—¿Cómo en qué? —su padre lo soltó y lo aventó al suelo bruscamente.
—¿Eres idiota? Podríamos venderlo a tus amigos o a otros hombres para que pasen un buen rato con él y cobrar por eso. —acotó.
—Mmm no es una mala idea.
—¿Qué? Mamá ¡no por favor! ¡No lo hagan! ¡Seré un buen niño, me portaré bien! ¡No daré problemas, por favor no...!
Su padre le dio un puñetazo en el rostro haciendo callar.
—¡Cállate! ¡Tu maldita voz me enfurece!. —gruñó y se limpió los nudillos manchados con la sangre de su hijo—. Lo haremos, vamos a vender a este marica.
—¿Escuchaste eso Jimin? Te convertiremos en un lindo Vendedor de Caricias que nos hará ganar mucho dinero. —ambos adultos rieron, mientras su hijo sollozaba en el suelo con las manos llenas de sangre.
Después de ese día, su padre trajo uno de sus amigos a su casa, un hombre de entre los treinta años, adicto al alcohol también y que había llegado allí en busca del placer que su amigo le había prometido. El hombre arrastró a Jimin a la habitación entre gritos y súplicas, le arrancó la ropa y mientras saboreaba su piel lo escuchaba rogar y llorar desgarradoramente, pero no paró en ningún momento, se bajó los pantalones y le abrió las piernas al joven quien como último recurso comenzó a golpearlo.
—¡Oye! ¡Quédate quieto! ¡Maldición que te calmes! —lo golpeó, una fuerte bofetada que le abrió el labio inferior y le dejó una marca roja en la mejilla. Finalmente así logró que se quedara quieto—. Exactamente, así tranquilo. ¡Agh!.
Jimin de pronto sintió un dolor aberrante en su zona íntima, gritó y apretó las sábanas de la cama, el hombre sobre él comenzó a moverse con dureza lastimándolo más, gracias al dolor, Jimin se desmayó y cuando despertó, estaba solo en la habitación, cuando trató de levantarse sintió un fuerte ardor entre las piernas, se tiró al suelo adolorido y de pronto sintió algo chorrearse entre sus piernas, era sangre mezclado con un líquido blanco. No pudo hacer más que llorar abrazándose así mismo en posición fetal.
Pero lamentablemente, esa no fue la última vez.
Muchas veces Jimin trató de esconderse, pero su padre siempre lo encontraba y lo entregaba a esos hombres que venía a su casa para abusar de él diariamente. Todas esas veces, con aquella habilidad que había desarrollado para dejar de escuchar lo que sucedía a su alrededor, Jimin se concentraba el la canción que siempre se reproducía en la radio que su madre encendía para no escuchar sus lamentos "The end of the world" era lo único que podía escuchar mientras miraba al techo con las lágrimas escurriendo por su rostro, mientras un hombre se movía arriba suyo.
Y así pasaron tres años, donde Jimin dejó de dormir, dejó de comer, dejó de vivir, ahora solo era usado como un trapo por diferentes hombres, y eso a sus padres no les importaba, solo les importaba seguir obteniendo dinero para financiar sus adicciones.
Ahora tenía dieciocho años, no había bailado desde hace mucho tiempo, no tenía fuerza para hacerlo, se sentía tan fuera de sí, era como si su alma hubiera abandonado su cuerpo, solo era un cuerpo que respiraba y no pensaba.
Un día, cuando tuvo las suficientes fuerzas para levantarse, lo primero que vio fue a su madre en el sofá, con un jeringa en el brazo y las venas moradas, no respiraba, no hacía ruido. Había muerto de una sobredosis. Y ¿acaso Jimin sintió algo cuando vio el cuerpo sin vida de su madre?.
Por supuesto que no. La miró estoico, sin ningún sentimiento, solo sintiendo vergüenza por cómo había muerto, como una drogadicta. Su padre se encargó de sepultarla, y él ni siquiera se molestó en ir al entierro.
Los días continuaron, Jimin seguía siendo violado y su padre continuaba disfrutada de las ganancias de eso. Todos los días se preguntaba ¿cuándo parar esa tortura? ¿Cuando dejaran de venir hombres que lo golpean y abusan de él?.
Pero un día se dio cuenta que esa tortura jamás se iba detener por sí sola, él debía hacer algo. Así que, sin pensarlo ni por un momento, un Jimin traumado y fuera de sus cabales decidió que la única forma de terminar con ese infierno sería matando a quien lo puso en esa situación.
Jimin no había estado consciente desde hace mucho, y lo único que pensaba cuando puso todas esas pastillas para dormir en el ron de su padre era "Quiero ser libre". Así que esa noche, se fue a la cama y se levantó al día siguiente con el hombre que había estado usándolo y que también había abusado de él durante todos esos años, muerto de un infarto fulminante. Nadie hizo preguntas, solo fue tomado como un borracho más.
No, tampoco sintió nada. Solo alivio porque... la tortura había llegado a su fin.
Lo sepultó junto a su madre, no lloró, no les dedicó unas últimas palabras, ni siquiera dejó flores, nada, solo miró los epitafios con una débil sonrisa y simplemente se fue.
Tomó sus cosas y se marchó para siempre de la casa que había sido su tormento e infierno. Sus padres había dejado un poco de dinero, pero no lo tomó, en cambio lo quemó, ya que todo ese dinero había sido ganado a base de todos los abusos por lo que tuvo que pasar.
Estuvo deambulando por las calles de Seúl, durmiendo en parques y pidiendo dinero para sobrevivir. Su vida no tenía sentido ahora, incluso algunas veces pensó en quitarse la vida, pero lo único que lo salvó fue regresar a aquella escuela de danza y volver a bailar. Su alma regresó a su cuerpo, tenía espíritu y sueños otras vez, aunque... ¿cómo iba a cumplirlos?.
—Te he visto venir aquí todos los días ¿vienes a la escuela de danza? —un chico alto y de cabello castaño se acercó a él, Jimin se alejó asustado—. Oye cálmate, no voy a hacerte daño. —el aspecto del jovencito de cabello negro, que el castaño veía le parecía deplorable todo sucio y además olía mal.
—¿Quien eres y qué quieres de mí? —Jimin lo miró con el ceño fruncido, a la defensiva.
—Quiero ayudarte —respondió brindándole una cálida sonrisa—. Mi nombre es Kim Seokjin ¿cuál es el tuyo?.
—Soy... Jimin, Park Jimin. —respondió en un murmuró, tímido—. ¿Por qué quieres ayudarme?.
—Porqué puedo notar en tu mirada que haz tenido una vida difícil, y eso es algo que compartimos Park Jimin, además, a mí me hubiera gustado que hicieran esto por mí. —le tendió su mano—. ¿Quieres venir conmigo? Tengo un apartamento y me sobra una habitación, además preparé un estofado que no sé si pueda terminarme yo solo.
Jimin miró a Seokjin con desconfianza, no sabía si ir con él, había perdido la fe en la humanidad desde hace mucho, estaba siempre alerta y cuidándose de todas las personas, ya no sabía cómo confiar, pero finalmente aceptó el ofrecimiento del chico, dándose la oportunidad de volver a confiar una última vez.
—¿Cuántos años tienes? —le preguntó Jin.
—Dieciocho.
—Oh eres menor que yo, tengo veintitrés, puedes llamarme Seokjin hyung.
—Mucho gusto Seokjin hyung.
—Mucho gusto Jimin.
Finalmente Jin lo acogió en su hogar, le dio comida caliente, ropa nueva, una habitación donde dormir cómodamente, y lo que tanto le hacía falta a ese pobre jovencito que había sufrido tanto, amor y atención. En poco tiempo ambos se volvieron cercanos, se tenían un gran aprecio, se protegían entre sí y cuando ambos tenían pesadillas sobre sus terribles pasados se apoyaban.
Pronto Jimin continuó con su vida, gracias a su hyung su salud mental y confianza había mejorado bastante en casi un año. Un día decidió cambiar el color de su cabello a un lindo rosado que le quedaba de maravilla, su hyung también había pintado el suyo de un púrpura muy bonito, y entonces le pidió a Jin llevarlo a trabajar al club donde él trabajaba.
—No claro que no, no te dejaré trabajar en ese lugar. ¿Cómo puedes considerarlo luego de haber pasado por todo lo que pasaste? —Seokjin se negó en primera estancia—. En ese lugar harás casi las mismas cosas que tus padres te obligaban a hacer ¿aún así quieres hacerlo?.
—Dices que solo bailan y que los clientes no pueden tocar a los bailarines ¿cierto? —Jin asintió—. Entonces no es igual, bailar es mi pasión y quiero hacerlo aún en esas condiciones, solo olvidaré que me miran y ya.
—¿Seguro que quieres hacerlo? ¿Realmente te sientes mentalmente preparado? —le preguntó, preocupado.
—Si, quiero ayudarte con la renta y los gastos de la casa. Me adaptaré, sé que puedo hacerlo. —afirmó con seguridad.
Jin lo pensó por unos segundos y finalmente decidió.
—Está bien, mañana te llevaré con el jefe.
Y así pasó. El señor Lee, el dueño del club, vio en Jimin un gran potencial, así que enseguida lo contrató, Jimin comenzó bailar en los escenarios bajo el seudónimo de Baby J que pronto se hizo muy famoso entre los clientes, y gracias a la gran demanda que había por ver al bailarín en las suites, Jimin empezó a tener privados, las primeras veces se sentía incómodo y sin poder evitarlo surgían flashbacks de los abusos por los que una vez tuvo que pasar, pero con el tiempo fue olvidando todo eso y se concentró en ejecutar bien su trabajo.
Los meses pasaron y de pronto su hyung había conocido a un hombre del que no podía dejar de hablar todo el tiempo, y por el que de la nada dejó de tener privados. Y los meses siguieron pasando, y ahora tenía que compartir su habitación con un chico de quince años llamado Hoseok.
—Hola mi nombre es Jung Hoseok, pero me gusta que me llamen Hobi. ¿Cuál es el tuyo? —le preguntó el chico de cabello rojo.
—Umm, yo soy Park Jimin.
—¿Puedo llamarte Minie?.
Con Hoseok también desarrolló una hermosa relación, lo veía como un hermano menor y a Jin lo veía como su hermano mayor, los tres tenían historias desgarradoras que los unía, y entonces de pronto ya tenía la familia que nunca tuvo y el amor que nadie nunca le dio. La vida para Jimin volvió a ser buena luego de tanto tanto tiempo. Volvió a reír con todas las aventuras que tuvo con sus hermanos, volvió a amar, volvió a tener una razón de vida.
Y así pasaron dos años, veía múltiples importantes clientes en el club y gracia a eso cobraba muy bien. Ahora tenía dinero para llevar comida a casa, pagar la renta, comprar ropa y pagar los estudios de su hermano menor. Todo iba muy bien, hasta que conocido a ese cliente...
—Mi nombre es Kim Taehyung, pero tú puedes llamarme como desees ángel —el rubio le sonrió—. Debo confesarte que jamás había visto a un chico tan hermoso como tú, más haz flechado Baby J.
—Oh Kim Taehyung, me halagas —Jimin le regresó la sonrisa mirándolo a los ojos. Se había vuelto tan fácil para él luego de obtener experiencia, el saber cómo controlar a los hombres—. ¿Vendrás a verme a diario?.
—Claro que si ángel, vendré todos los días sin falta.
Eso lo había dicho solo para recibir su treinta por ciento de comisión, sin saber que tiempo después se iba arrepentir de eso.
Cuatro años pasaron rápidamente, ahora Jimin tenía veintidós años, llevaba una vida feliz con su pequeña familia, había estado trabajando en sí mismo todo ese tiempo y había logrado recuperar su confianza, pero aún arrastraba ese pasado que se sentía como cadenas pesadas, pero que cada día se esforzaban por hacerlas más ligeras.
—¡Es Namjoon! Vino a darme un obsequio, creo que es la pulsera de Tiffanys que vimos en el aparador la otra vez. —exclamó Jin emocionado.
—Bien por ti hyung, yo tengo que salir en quince al escenario deséame suerte. —respondió Jimin poniéndose más brillo en los labios.
—No la necesitas, eres genial. —le guiñó el ojo con una sonrisa antes de salir del camerino para reunirse con su amante.
Después de la segunda llamada, Jimin completamente listo para hacer su presentación de la noche se subió a la plataforma en forma de nube en la que entraría al escenario, y entonces, después de la tercera llamada, la canción que había escogido para aquella noche se reprodujo, las luces cambiaron a rosa y entonces arriba de su nube comenzó a descender hacia el escenario, y dejándose llevar por el ritmo de "Lipstick" bailó como nunca antes.
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