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Capítulo 3: Sentimientos Ocultos

                A Toni Ugena siempre le había sorprendido lo asombrosamente humanos que parecían los VENCUS. A pesar de compartir ciertas características físicas que los destacaba y los hacía más peligrosos y letales, su apariencia exterior estaba diseñada para camuflarse entre la raza humana. Eran insectos palo entre ramas. Nadie podría decir que no eran humanos.

No obstante, Toni los había visto cazar, y morir. Si había algo humano en los VENCUS, solo podía apreciarse en su coraza exterior.

Cuando cazaban, su figura elegante y grácil se volvía grotesca. Curvaban la espalda y sus piernas y brazos se volvían tan flexibles y ágiles que podían llegar a correr incluso más deprisa que un guepardo. Al morir, sin embargo, cualquier similitud con un ser vivo desaparecía por completo. Los VENCUS no seguían el proceso de descomposición habitual. Su cuerpo estaba alimentado por la carne de los humanos, pero lo que los mantenía vivos era el alma de aquellos que mataba. Cuando los partía por la mitad, Toni podía ver las almas que había conservado en su interior escapar como polillas. Su cuerpo, no pudiendo ser alimentado por ellas, se consumía a sí mismo en cuestión de segundos, dejando a su paso una única mancha negruzca en el suelo.

Eso eran los VENCUS, sangre muerta.

Por esa razón Toni se sorprendía siempre al ver un VENCUS. Aparentemente tan humanos, tan inofensivos. Ocultando lo repugnantes y carroñeros que eran.

― Coral. Es él. ―No lo había preguntado. La expresión de su compañera lo confirmaba con creces. Estaba aterrada, y sintió su pulso acelerado y tembloroso sobre su brazo.

― Ha salido ―dijo ella con la voz más helada que le había oído emplear.

Toni se volvió de nuevo hacia el VENCUS, desviando la mirada de su compañera. En efecto, el tal Lord Collin-lo-que-sea acababa de salir al exterior, dedicándoles una mirada que bien podía ser una invitación a seguirle o una advertencia ante la misma intención.

― Vamos.

Toni pudo notar el debate interior que estaba teniendo su compañera. Por su expresión, no supo deducir si estaba luchando por caminar hacia donde el VENCUS había ido, o estaba a punto de salir corriendo. Pero Coral Ribot era fuerte, así que no le sorprendió que avanzara con decisión junto a él, de nuevo hacia los jardines.

Caminaron discretamente detrás del VENCUS sin decir nada. Coral mantenía el rostro fijo hacia delante, y Toni alternaba la atención de uno a otro. Le preocupaba que su compañera fuera a darle un ataque de pánico. Si había fracasado antes, era posible que sintiera terror ante la posibilidad de fallar de nuevo. Miedo escénico, se hacía llamar. Y Coral Ribot parecía estar sufriendo uno. Uno de muy potente.

― Tranquila, no dejaré que te coma ―apuntó Toni en susurros intentando relajar a su compañera en la medida de lo posible.

― No tengo miedo de él ―aseguró. Por raro que eso pareciera, a pesar de lo poco lógico que era, la creyó. Aunque... si no le temía a él, ¿a qué temía?

El VENCUS se detuvo de golpe y se dio la vuelta con un gesto tan delicado que apenas pudo estar seguro de en qué momento lo había hecho. Los ojos azules del ser que debía matar estaban atentos a los movimientos de su compañera. Por su expresión, Toni dedujo que la había reconocido. Sonrió, pero su gesto no era cruel ni divertido, como cabría esperar, era una sonrisa extraña. Tan extraña camuflada en la oscuridad de la noche que no supo descifrarla.

Sus manos se tensaron, dispuestas a sacar las dagas Katar en el momento indicado. Se puso en posición, y justo cuando creía que iba a comenzar la lucha, el ya acostumbrado duelo de ataques, el VENCUS suspiró y se relajó. Toni se detuvo. Ningún VENCUS había hecho algo parecido. Ninguno había bajado la guardia estando ellos delante.

― Vámonos ―dijo la voz clara de Coral Ribot. Toni abrió los ojos de par en par y se volvió hacia su compañera. La reacción del VENCUS lo había sorprendido, pero las palabras de Coral eran desconcertantes―. ¿No me has oído? No vamos ―repitió.

La señorita Ribot no esperó a que obedeciera, observó una vez más al VENCUS y se dio media vuelta. Su cuerpo no tuvo miedo de un ataque por la espalda, y el VENCUS tampoco hizo intención de hacer tal cosa. Toni no supo qué lo sorprendía más.

Tendrían que haberlo intentado. Él no parecía tener intención de luchar. Podrían haber aprovechado. Sin embargo, por alguna razón, la decisión de Coral Ribot no había sido del todo equivocada. El modo en que el VENCUS había reaccionado era extraña. Como si supiera que no podían hacerle daño. Tal vez era tan poderoso que sabía que no podrían matarlo. O tal vez...

O tal vez estaba totalmente convencido de que no querrían hacerlo.

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La misión no había terminado ni mucho menos, pero Nora Cooper los devolvió al presente sin hacer preguntas. Toni habría querido hacerlas, pero los ojos vacíos de su compañera no se lo permitieron. Dejó las armas encima de la mesa de la cocina de la empresa. Se trataba más bien de un recinto habilitado para poder tomar ciertos nutrientes que les ayudaba a aclimatarse al cambio de tiempo. Los agujeros de gusano podían llegar a consumir mucha energía, y el hecho de transportar materia debilitaba a la materia transportada. Pero esta vez, Coral Ribot presentaba un rostro más pálido, y más distante.

― No os saltéis ni una comida, está claro Toni ―lo regañó Lola, la dietista especializada que había contratado la CIES para seguir el estado físico de los viajeros del tiempo.

― No me salto comidas, solo resumo algunas.

― Conozco tus resúmenes. Una comida ostentosa, una merienda excesiva y una cena mediocre. Y no hablo de tus desayunos porque no existen ―aclaró. Toni suspiró y se terminó el batido de una mezcla que prefería no saber qué contenía de un solo trago.

― Lo he pillado, Lola. Desayuno de rey, comida de príncipe y cena de mendigo. La cena la hago bien al menos. ¿Puedo irme? ―Lola asintió resignada.

― ¡Pero desayúname bien al menos una vez a la semana! ―le gritó.

― Te prometo dos si dejas de decirme qué tengo que comer.

Lola negó con la cabeza mientras lo veía marcharse, olvidando encima de la mesa la pieza de fruta. Estaba a punto de cogerla cuando el señor Cooper entró en la habitación.

― ¿Te importa dejarnos un momento solos, Lola? ―la mujer asintió con la cabeza y se marchó trenzando su cabello castaño rojizo con un gesto nervioso.

― Claro.

Coral sujetó con fuerza su batido arrebujándose más en el asiento. La voz de su jefe se tornó cálida al hablar con la joven.

― No tenía claro que fueras a regresar.

Los labios de Coral formaron una línea recta. Intentó ocultar sus ojos violáceos en la cortina de cabellos tan rubios que parecían blancos.

― Estoy aquí ―dijo sin más. El señor Cooper se sentó en el taburete libre a su lado, el que antes había ocupado Toni, y cruzó los dedos de sus manos sobre la mesa.

― Ya lo veo. ―El hombre pareció pensar bien sus palabras antes de continuar―. ¿Cómo estás?

Era una pregunta estúpida, y lo sabía. Así que no se sorprendió cuando ella se rio amargamente.

― Bien. Supongo ―contestó―. Todo lo bien que pudo estar al volver a encontrarme de cara con mi antigua... misión.

― Coral. Lo que pasó no tiene por qué repetirse. Eres otra persona ahora. Eres más fuerte.

― Cinco años no son suficientes. No después de lo que pasó.

Cooper suspiró.

― Tal vez solo serán suficientes cuando él desaparezca. Cuando Toni...

― No. Él no debe saberlo. Me prometiste que terminaríamos esta misión sin que Toni supiera nada del error que cometí ―lo interrumpió. Cooper temió ver ira en esos ojos tristes. Estaba furiosa, y no la culpaba.

― ¿Crees que es justo que lleve a cabo esta tarea sin conocer la verdad? ―Coral no había querido hacerse esa pregunta. Sus errores habían traído consecuencias, y estas eran devastadoras.

No obstante, era preferible retener el error a que este siguiera creciendo. Y si Toni sabía la verdad, estaba segura que todo empeoraría.

― No, John. No es justo. Pero la justicia no tiene nada que ver con esto.

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