EL INFANTE
No sé qué esperaba encontrar exactamente en aquel risco, solo sé que tan pronto puede observar el horizonte, algo en mi se revitalizo, como un segundo aire a mitad de una carrera.
—Pareciera que se están alejando —Pronuncio Alexa, quien aparentemente me siguió hasta aquí arriba.
—Solo debemos continuar —Respondí.
Con la compañía de los pocos sorbos de agua que le quedaban a nuestra cantimplora, observamos el basto horizonte, que crecía con cada segundo que permanecíamos en busca de más detalles en sus matices, escasos arboles a 5 klicks, edificios en ruinas a 2 klicks, más allá un pequeño lago que se secaba cada día más rápido. Y aún más allá de incontables kilómetros se encontraba nuestro destino, el bastión de Kädia, al pie de las montañas. Nuestro destino.
—Los muchachos te necesitan. Creo que casi terminan las reparaciones del Peregrino —Pronunció Alexa.
—Bien, pronto retomaremos nuestro camino. ¿Qué hay del polluelo?
—Recuperándose, volviéndose fuerte. No le tomara más de 3 meses emprender vuelo.
—Por supuesto, es un Tyto Alba, una lechuza y la más impresionante de todas las aves —Voltee en dirección a Alexa—. Tal vez sea el último ejemplar de su especie, eso la hace fuerte.
—Hay que reunirnos con los demás.
Con un gesto señale el sendero por el cual avanzamos colina abajo, hasta llegar a nuestro campamento. Docenas de individuos en aquel valle. Hijos y abuelos, jóvenes y ancianos, familias y amigos, todos ellos acampando al calor de la arena, refugiándose bajo las sombras que inmensas rocas formaban alrededor del inmenso Peregrino.
Nuestras raciones estaban próximas a terminarse, apenas nos alimentábamos y dormíamos pues usábamos las noches para cazar y recolectar cualquier cosa que pudiéramos llamar alimento, mientras que en el día no descansábamos a menos que Peregrino fallara o alguno terminara por caer desmayado. Para cuando llegamos a la enorme máquina, basto escuchar los inconfundibles gritos de frustración de James Dalton como para saber que no tendría las mejores noticias. Por otro lado, Kaelos, su hijo se encontraba justo afuera de aquel compartimiento, observando, aprendiendo de su padre.
—¡Puta madre! —Dijo Dalton a medida que abandonaba un compartimiento del Peregrino.
—Háblame Dalton.
—Hasta aquí llego nuestra pequeña expedición Maxiimo. Ya se acabó, estamos jodidos.
—¿Con eso dices que no lo puedes reparar?
—¡SI! Lo repare. Pero te aseguro que no llegaremos muy lejos.
—¿Cuanto?
—Dos o tres días cuanto mucho
Mas que suficiente pensé dentro de mí, lo que no sabía era el costo que mi decisión conllevaría.
Al cabo de unas horas proseguimos con nuestro rumbo, pasase lo que tuviera que pasar. Pensaba que, al subir nuestro ritmo de avance, nos haría rendir al máximo el tiempo de vida del Peregrino, y en un inicio, así fue. Recorrimos más de 50 kilómetros en menos de un día, aunque el cansancio nos estuviera matando a cada segundo y la deshidratación me mostrará los verdes bosques que alguna vez existieron en este árido paramo.
Era extraño creer que alguna vez pudiese florecer la armoniosa vida en tan hostiles regiones. La suavidad de la lluvia que, en mi caía, la brisa que acariciaba mi piel. Conforme caminase me dejaba impresionar cada vez más por la flora que allí florecía, los gigantescos y robustos árboles. Refugio de cientos de extrañas criaturas, pero entre todas ellas, una captó mi atención. Un ave, tan ágil que danzaba en entre las ramas de los árboles, rápida y elegante, pero que se disfrazaba entre los frondosos árboles, alejándose.
Empecé a correr, tras ella, quería alcanzarla a como diera lugar, pero el ave era cada vez más rápida y termino por desaparecer de mi vista, oculta entre la copa de los árboles. Más yo aún no me daba por vencido, y puse todas mis fuerzas en continuar el rumbo que el ave había estado siguiendo. Sus elegantes plumas, su vuelo coreografiado y su espectacular color blanco, radiante como el sol habían desaparecido. Y en mi afán por encontrarla tropecé. Torpemente me precipite al suelo cuál gorrión sin plumas de un árbol, siendo mi cabeza quien pagaría por los daños. Me voltee e intenté continuar con mi cometido, pero de pronto una luz me encandeció al instante, allí tirado en el suelo no había más que pudiera hacer salvo intentar no mirar, cubrir mis ojos, aunque la luz los cegara, aunque fuera tan intensa que pronto ya no distinguía nada fuera de la luz.
Desperté con un escalofrío recorriendo mi cuerpo, pero tras un pequeño suspiro pude observarlo en mi pecho, aquel pequeño polluelo que Alexa y yo habíamos acogido.
—¡Despertaste! —Escuche.
Me levanté como pude, cubierto del frío y húmedo sudor, que me pegaba a mis ropas como si de grasa se tratase.
—¿Cuánto ha pasado? —Respondí mientras acariciaba al polluelo.
—No mucho, apenas han pasado unas horas desde que te empezaste a delirar —Recién entonces reconocí la voz como de Alexa—. Fue gracioso al principio.
—¿Te reíste?
—Lo dudas jajaja... Bueno, al menos hasta que te abriste la cabeza, fue cuando me preocupe.
—¿Tú? Preocupada ¿Por mí? —Dije al tiempo que sentía con el tacto de mi mano, la venda que cubría mi frente.
—En primera, aquí todos te respetan a ti más que a nadie. Y, en segundo lugar, no puedo perder a mi amigo, al menos no por ahora.
—Aja.
Reímos y charlamos un rato, sobre nuestro polluelo, o asuntos más importantes como nuestro destino y los recursos con los que contábamos para llegar a él, incluso me puso al tanto de su idea, la cual justo ahora ya era llevada a cabo.
Bendición o desgracia, fue puesta en votación y elegida como la mejor opción y plan a seguir a partir de entonces. Pero entre todos esos divagantes temas de importancia o tonterías, hubo uno al que regresábamos cada tanto solo para reír, Alexa me dijo que parecía una bailarina borracha cuando entre en delirio, así que muchos de los niños y abuelos, abandonaron la seguridad del Peregrino solo para verme revolotear. Hasta me imagino y pienso que yo también me hubiera reído al verme.
—Hay algo más Maxiimo. Hasta que tú no estés en óptimas condiciones, yo estaré al mando.
—De acuerdo.
—Y, casi lo olvidó. Encontramos nuestro destino, bueno un campamento temporal. Los exploradores han encontrado los vestigios de un pequeño pueblo, habrá que cavar un poco, pero... Será más seguro que arriesgarnos a morir en el camino.
No vacile ni refute, después de todo, era mejor idea establecer un campamento más longevo a morir por no administrarnos bien. Y bajo mis errores, sería cuestión de eventualidad. Morir olvidados en el desierto, sentí un escalofrió de solo pensarlo.
La mañana siguiente arribamos a nuestro nuevo destino y por supuesto Alexa no mentía, aquel pueblo yacía no solo en ruinas, sino también devorado, tomando por las áridas fauces desierto. Apenas pude distinguir algunos tejados y edificaciones que sobresalían entre la arena, así que los secretos que podría albergar su interior, estaban a solo unos días de excavación. De exploración.
Busque a Alexa con mis ojos tan pronto toque el suelo, y ella encontraba descendiendo a través de la rampa izquierda del Peregrino y llevaba una capucha improvisada con un largo trozo de tela color verde.
—¡Piensa rápido! —A la vez que me arrojaba lo que parecía ser una tela doblada varias veces por la mitad.
Atrapé y extendí la tela antes de preguntar.
—¿Es necesario?
—A menos que desees entretener a los niños, te recomiendo usarlo. Pero sepas que no te ayudaré esta vez —Dijo Lisa a mis espaldas.
Lisa era nuestra Sanadora en jefe. Y al parecer por sus palabras, fue quien se encargó de mi tan pronto caí desmayado, así que no tenia de otra más que callarme a su consejo.
—¡Ummm, como digas Doc! —Respondí.
Lo siguiente fue desempacar, tiendas y campamentos, herramientas y vehículos. Había que bajar todo del Peregrino antes de ponernos a la tarea principal. Y si, finalmente hice caso a nuestra Sanadora Lisa, después de todo, no quería volver a delirar con aquella ave de luz. A pesar de lo mucho que pensaba en ese delirio desde que llegamos. El no saber si sería un sueño profético o una mera ilusión. Y si lo fuera que significaría, prosperidad, angustia o una tragedia que se aproximaba, no lo sé.
—¡Taladro listo Maxiimo! —Anuncio Dalton más tarde ese día desde la cabina.
Habían pasado un par de horas y se acercaba el medio día, para entonces el campamento base estaba establecido, los más jóvenes colaboraban con la excavación, los ancianos atendían las tareas más rutinarias y a los niños, pues son niños no harían más que jugar y talvez ayudar a mover un par de rocas por ratos.
Con el Peregrino postrado en tierra, el taladro, las palas y demás herramientas integradas, funcionaban a toda su capacidad. Por supuesto, solo contaríamos con ellas durante las primeras etapas de excavación, pero serviría para expandir nuestro campamento y según Alexa, podríamos montar un hibernadero en cuestión de horas. Con ello al fin encontraríamos el propósito de las semillas del abuelo.
Aquellas dos horas de trabajo, pronto se convirtieron en dos días, en los cuales terminamos por abandonar el ruido de nuestra maquinaria pesada y recurrimos a los callos, la fuerza bruta y el sudor, "Trabajo duro" hubiera dicho el padre de Alexa en un pasado. Pero con el hambre, el cansancio y el árido ambiente, no sería tan sencillo.
Cavar, minar, repetir. Cavar, minar, repetir. Cavar, minar, repetir. Decidí no descansar al contrario de Dalton o Alexa. Imprudente, pero es que estábamos tan cerca, que detenerme sería retrasarlo todo. Había tenido suficiente con cederle el mando a Alexa, de no lograr el cometido por el cual todos estábamos aquí ahora.
Continúe trabajando, aún bajo el ardiente sol que se cernía tras el medio día. Tratando de aportar cuanto pudiera, antes que las alucinaciones me hicieran caer rendido ante el esfuerzo físico una vez más.
—¿Agua? —Escuché a mis espaldas.
—Gracias, Lisa —Extendí mi brazo y tomé la cantimplora que me ofrecía.
—Quedan menos de 200 litros en el Peregrino, así que aprovecha.
—Qué me dices de los abuelos, ¿Ya se han hidratado?
—Eras el último en mi lista de hecho. Pero ahora te dejo continuar
Lisa pronto se apartó de mi lado y tras un par de sorbos, continue con el trabajo. Estaba decidido a llevarlo a cabo, ya sea por obstinación, por terquedad o el simple sentimiento de remordimiento, el saber que días atrás podríamos haber muerto por mi desmedida ambición, por un estúpido sueño de llegar a una ciudad que a decir verdad ni siquiera yo sé, si existe. Me había dejado guiar por rumores todo este tiempo, por especulaciones, la promesa de una mejor vida para mí y mis allegados.
Y en medio de tanto debate mental clave la pala en la arena como había estado haciendo hasta ahora. Pero al siguiente movimiento, la tierra bajo mis pies se sacudió, tragándome en el proceso. Me deslicé o caí sin apenas resistencia durante todo el trayecto, hasta que mis piernas se contrajeron de golpe y entendí que había tocado fondo.
—¿Qué paso?
—¿Estará bien?
—¡Dalton, ven a ver!
—¡CON UN DEMONIO!
Decenas de voces retumbaban en mis oídos, mientras yo me reincorporaba de aquella caída. De seguro exagero y no era tan profunda como creí, más el calor del desierto pudo haber influido en ello y mi cabeza no respondía como hace unos minutos.
—..... ¿Me escuchas? —Dijo Alexa entre ecos.
Observe a través del agujero por el que acaba de a travesar, segado por la luz proveniente del exterior, que contrastaba en una oscuridad perpetua en la que me encontraba.
—Sigo vivo, pero necesito luz y un arma.
—Entendido. ¡Dalton! Cuerdas, lámparas de enfoque y algunas de tus chicas.
Mientras esperaba. anduve escuchando, contemplando en la oscuridad, intentando captar algo fuera del oscuro silencio y apaciguar esa inseguridad que desvelaba mi piel, despertando cada cabello en una inquietud, por el cabio tan drástico de temperatura a mi alrededor, pues a diferencia del exterior, todo era fresco aquí abajo, como si una corriente de aire fuera constantemente soplada hacia mí.
—¡Oye Maxiimo! Ahí te va —Pronuncio Alexa desde la apertura.
Inmediatamente extendí mis manos y en ello atrape un fusil, que rápidamente me dispuse a inspeccionar, comprobé la munición, quite el seguro con el botón junto al pulgar en la empuñadura y prepare la mirilla. Entable la culata del arma entre mi hombro izquierdo y mi pecho, apuntando con el fusil a lo que consideraba como el camino a seguir, justo delante de mí, seguidamente encendí la lampara del arma y busque en cada mínimo detalle del perímetro, más solo encontré escombros y más arena a mi alrededor, excepto por mi flanco izquierdo. A unos diez metros bajando por un pasillo inclinado, yacía una caverna, un camino a seguir, pero con un interior aún más oscuro que la habitación en la que me encontraba.
Tras escuchar un ruido a mi espalda, voltee para encontrarme con Alexa, sosteniendo y apuntando sus pistolas en mi dirección.
—¡Estoy abajo, todos calmados! —Pronunció desviando su atención al exterior—. Cuerdas listas. ¿Situación? —Me dijo.
—Tendremos que explorar, una aventura.
Inmediatamente Dalton toco el suelo junto a Alexa, ya armado parecía listo para disparar en cualquier instante conforme avanzaba y terminaba por adelantarnos.
—Una aventura ¿Cómo en los viejos tiempos? —Dijo Dalton.
—Como en los viejo tiempos —Respondió Alexa entre susurros.
Tras escucharme responder con la misma frase, Dalton se puso en frente y encendió la lampara en su arma junto a Alexa, él nos guiaría "Como en los viejos tiempos". No objetamos y lo seguimos a través de aquel pasillo inclinado, despacio y silencioso. Para cuando atravesé la puerta encontré la misma cara de impresión pintada en los rostros de James y Alexa. Vaya sorpresa al encontrarnos con la inmensidad del complejo en el que ahora nos encontrábamos.
—¡Vaya! —Intentaba comprender las imágenes que llegaban con mis ojos a medida que iluminaba con la lampara—. Había hablado de estas estructuras con los eruditos. Pero jamás creí llegar a ver una.
—¡Impresionante! —Dijo Alexa con sus ojos casi saltando de su lugar mientras observaba a todas partes, cada detalle, al igual que yo.
—Asombroso o no, aun debemos de asegurarnos que sea factible para nuestras necesidades, así que dejemos la arqueología para después —Dijo James y prosiguió con una pausa para ver a Alexa fijamente—. ¿Qué tan profundo debemos llegar Alexa?
—Lo sabremos cuando la tierra sea húmeda.
Sin más espera, continuamos nuestro camino a través de las profundidades, de las ruinas. Perdidizas y desorientadoras, decenas de pasillos sin salida y muchos otros demasiado pequeños como para que una persona los cruzara, algunos otros asemejados a madrigueras y muchos otros tan grandes como para albergar a gigantes. Cada pasillo, cada agujero, consumido por telarañas, polvo y un desorden tan "familiar", si pudiera decirlo de alguna manera, pues entre los escombros, algo me daba la sensación de haberlo visto antes, fuera de las pinturas y los cuentos de los eruditos, fuera de lo convencional, había algo de esta tierra perdida que reconocía. Después de todo, crecimos con cuentos de lo ocurrido, cada uno con una visión más retorcida de lo que alguna vez se le llamo humanidad, una humanidad ahora purgada.
—El destello —Dijo James—. El abuelo de mi abuelo, de mi abuelo, dejo un manuscrito.
"En su sagrada mano reposa el pergamino, sellado por siete sellos a la espera de la ruptura de su Cordero. Cuando cuatro de los siete sellos de se hayan roto, cuatro jinetes serán convocados. Vi cómo el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro animales, que decía, con voz como el trueno: Ven, y verás. Yo mire: y he ahí un caballo blanco, el que le montaba tenía un arco, y diosele una corona, y salió victorioso para continuar las victorias.
Y como hubiese abierto el segundo sello, oí al segundo animal, que decía: Ven y veras. Y salió otro caballo bermejo: y al que montaba, se le concedió el poder de desterrar la paz de la tierra, y de hacer que los hombres se matasen unos a otros, y así se le dio una gran espada.
Abierto que hubo el sello tercero, oí al tercer animal, que decía: Ven, y veras. Y vi un caballo negro: y el que le montaba, tenía una balanza en su mano. Y oí cierta voz en medio de los cuatro animales, que decía: Dos libras de trigo valdrán un denario, y seis libras de cebada a un denario también, más al vino y al aceite no hagas daño.
Después abrió el sello cuarto, oí la voz del cuarto animal, que decía: Ven y veras. Y he ahí un caballo pálido y macilento: cuyo jinete tenía por nombre Muerte, y el infierno le iba siguiendo, y diosele poder sobre las cuatro partes de la tierra, para matar a los hombres a cuchillo, con hambre, con mortandad, y por medio de las fieras de la tierra.
Conquista, Guerra, Hambre y Muerte..."
—¡JAMES! Cállate quieres —Mire hacia Alexa tan pronto como se dio a resaltar—. Me causas escalofríos.
—A mi hijo le encanta esa historia, perdón.
De pronto un estruendo arraso con la calma que conservábamos hasta ese momento. No éramos lo únicos exploradores entre las tinieblas, algo nos asechaba, arrastrándose bajo nuestros pies y entre paredes. Nos bloqueamos en un frio silencio, centrados en apuntar, preparados al disparo, en busca de la fuente de aquellos ruidos. De pronto golpeaba en las paredes y al instante siguiente, un gruñido en el fragmentado techo, rasguños en las paredes o pasos en el suelo cercano, lo que fuera que se escondiera de nuestras lámparas, quería jugar con nosotros y eso me inquietaba.
Ajuste mi agarre al fusil, sosteniéndolo con aun más firmeza, intentando relajarme, a pesar de la incertidumbre, así que observe los rostros de mis amigos, tan determinados, tan focalizados, ¿Acaso era yo el único asustado? Lo cierto es que, tan pronto los ruidos se detuvieron. Con el repentino silencio, mis nervios se apagaron.
—Se está alejando —Pronuncio Dalton con rabia entre dientes—. Debemos rastrearlo y eliminarlo.
—¿Exactamente por cual de todos los pasadizos a nuestro alrededor? —Objete—. Volvamos a la superficie y traigamos a más hombres para barrer con la zona.
Inmediatamente buscamos a Alexa con la mirada, si tomaríamos una decisión, querríamos su opinión.
Para cuando pudimos divisarla, estaba en el suelo, agachada, acariciando el suelo levantando la escasa tierra con sus dedos. Se había estado deteniendo consecutivamente durante el camino cada cierto tiempo para hacer eso mismo, dejándonos a Dalton y a mi perplejos ahora que paramos a verla con más detenimiento.
—Nos estamos acercando —Susurro.
—¿Qué tan... —El gruñido tan desgarrador, tan errático como el mismo desierto cayo las palabras en mi boca.
En respuesta todos soltamos una serie de disparos en dirección de los gruñidos, desesperados por acertar a cualquier cosa que no fueran los muros en frente nuestro. Nos detuvimos simultáneamente y en ellos, los gruñidos prosiguieron, seguido de los estruendos que retumbaban a mis pies, tan fuertes que me hicieron titubear.
Rogaba porque aquella criatura que se refugiaba en las sombras apareciese y en ese momento, James pareció levitar sobre el suelo. Lanzándose hacia un costado como si de un fuerte empujón lo hubiera golpeado. No tuvo tiempo de tocar el suelo cuando Alexa levito un segundo hasta el techo, para que solo después cayera con el doble de fuerza al suelo.
Intente apretar el gatillo tan pronto Alexa salió de mi rango de tiro y en ello un golpe me sorprendió. Sin saber cómo ni cuándo, mi espalda se vio golpeada contra las vigas de techo sobre nosotros. Entonces mis pulmones rogaban por aire y caí al suelo, sintiéndome como un cadáver.
—¡¿QUE DEOMONIOS ES ESO?! —La lejana voz de quien parecía ser James.
Sentía como si algo en mi interior se hubiera roto cuando toque el suelo. Pues mi columna ahora era tan rígida como el mármol, tiesa cual piedra caliza. Aun así, me forcé a abrir los ojos, y entre la escasa luz una silueta se levantaba del suelo, mientras que la otra, un tanto más delgado, permanecía en el suelo, así como yo. Luchando por apenas lograr levantar nuestros rostros del suelo.
Un segundo rugido resonó como un interminable eco justo en frente mí, presentándose, revelándose en una amorfa masa, cambiante e inquieta. Maleable como pan antes de su cocción y a su vez tan resistente y densa como el acero al contacto con cualquier cosa que no fuese su mismo cuerpo. Sin boca, sin rostro, sin fauces ni garras.
Termino por volver a desaparecer a mi vista tras ser alcanzado por una ráfaga proyectiles. El sonido de sus pisadas pronto se hizo distantes y con ello la silueta de un hombre recortaba distancias conmigo.
—¡CARAJO! —El grito entre silencios—. ¡Arriba Maxiimo aún tenemos trabajo!
De pronto me encontré sentado. Percibiendo aquella silueta como una ayuda entre tanta confusión entre el agobio que mi cuerpo sentía.
Entonces todo desapareció, en sentimiento de divagar en un sueño, de estar a punto de caer dormido, desapareció. Dolores y espasmos, la falta de aire en mis pulmones, todo se desvaneció repentinamente, como si el despertar de un sueño se tratase y en su lugar un golpe de energía avivara desde mi interior e instintivamente tuve la necesidad de comprobar mi verdadero estado de salud.
Costillas de la dos a la cinco, rotas, pulmón izquierdo perforado, corte profundo en mi pierna derecha, además de múltiples cortes en mis brazos y torso que escalaban dende meros desgarres en mi ropa, hasta heridas tan profundas que podrían ser producto de una daga, de una puñalada. Y a pesar de todo eso, estaba poniéndome de pie, sin la más mínima molestia o sensación de agonía, sin siquiera sangrar. A diferencia de Alexa, quien aún se encontraba tirada sobre un escalofriante charco que deslumbraba en rojo bajo la escasa luz que nos rodeaba.
—Oye Maxiimo toma —Puso en mi mano, una clase jeringa que jamás había visto—. Se llama Asura ¿La recuerdas? adminístrale dos cincuenta a Alexa —Se dispuso a volver por el camino que habíamos llegado.
—¿Y tú que harás? —Dije a la vez Dalton se detenía frente a mí, dándome las espaldas.
—Aún no olvido como cazar Maxiimo.
Sin más tomo su arma y desapareció entre la oscuridad de la habitación previa a la que me encontraba. Gire y busque a Alexa con la mirada, poniéndome de rodillas a su lado. La vi, la sentí, junto a su decadente respiración.
Mientras buscaba cual sería el mejor punto para administrar la droga. Postre mi mano en su espalda, húmeda y cálida por la sangre que debía estar perdiendo, solo podía pensar en que tantas heridas no la mataran. Tan pronto ubique la raíz de su cuello, postre la jeringa en su piel y presione el botón que tenía al respaldo, bajo mi pulgar.
Alexa se sacudió cual repentino escalofrió tan pronto la aguja se inyecto en su cuerpo, pero tras unos segundos, se estabilizo. Retire la jeringa arrojándola a un lado, entonces, solo podía esperar.
—¡Ahhh!
Tomo conciencia en un aliento y le ayude a reincorporarse. Pues, al igual que yo, parecía estar llena de energía, pupilas dilatadas y tanto sus manos como demás extremidades, inquietas.
Cruzamos un par de palabras y con ello, no tardamos en ponernos de acuerdo, había que ayudar a James. Tomamos nuestras armas, nos equipamos y corrimos en dirección de la salida, avanzando a gran velocidad por cada segmento del complejo en dirección al agujero, "Paso tranquilo" habría dicho Dalton de tal carrera, al menos antes de terminar por adelantarnos, él era quien marcaba el ritmo en nuestros entrenamientos después de todo. Y claro que funciono, aquel ritmo nos permitió llegar al mismo agujero por el que resbale hace unas horas, el mismo hoyo por el cual ahora escuchábamos resonar los gritos de nuestros amigos, acompañados de decenas de disparos.
Trepamos a través de las cuerdas hasta la superficie. Ya en la cima y sin dar descanso, en Medio del Crepúsculo, el caos reinaba en nuestro campamento, Robert, Camila, personal combatiente, los jóvenes, abuelos, niños, contados por pilas de cuerpos y no como personas. Aquellos dispersos en el camino, yacían mutilados, partidos en dos o más partes, desangrándose o arrestándose por reunir sus entrañas. Todo bajo el velo del miedo del terror que recorría mi cuerpo al mantener la mirada sobre aquel escenario. Cambie mi enfoque, tratando de nublar cualquier mínimo vestigio de empatía hacia mis moribundos amigos y así buscar entre todo ese caos al responsable de tal masacre.
Entre el hedor de la sangre, ese indistinguible olor que con solo entrar a tu nariz te eriza la piel de golpe.
—¡AHÍ! —Grito Alexa a su vez que señalaba en dirección del Peregrino.
Enfoque mis ojos, y allí estaba esa criatura, compuesta de amorfos tentáculos y de un oscuro color purpura metálico. Golpeaba y desgarraba las placas del Peregrino a su paso, en su camino por atacar a James.
Ni Alexa ni yo pensamos nuestro siguiente movimiento, solo avanzamos tan rápido como pudimos a través del árido campo de muerte. Unos cincuenta metros nos separaban entre nosotros y ese, ese monstro, Alexa disparo y yo le seguí. Los impactos terminaron captar la atención del monstruo, pero este permanecía inmutable ante nuestro ataque. Adopto una especie de forma cuadrúpeda y se lanzó a por nosotros.
Alexa se apartó de mi lado, obligando a la criatura a escoger mientras yo intensificaba el fuego sobre esta, aun sin efecto aparente. Busco atacarme, así que retrocedí, esquivando sus afilados tentáculos y proseguí con mis disparos hacia esa cosa. Una vez más, la criatura se deformo, dando un par de piruetas sobre sí misma, deformándose, convirtiendo sus tentáculos en una especie de lanzas que apunto en dirección de Alexa, dando apenas un segundo parar posteriormente cargar en su dirección, insertándose en el arenoso suelo, pero regresando a ser acribillado por nuestros disparos.
Un puñado de nuestros compañeros se aproximaban, dando soporte en nuestra ofensiva. Cerrándonos y formando un círculo alrededor de la criatura, dando paso a una ofensiva total y contundente.
Lo retuvimos a tiros, a lo bruto. Y cuando llegaba la hora de alguno recargara, dos más de nosotros debíamos suprimir el punto ciego que se abría. Nos coordinamos bien, y lo estábamos reteniendo de forma excelente. Sin embargo, algo no terminaba de encajar. Teníamos la ofensiva, si, el valor también. Pero algo era inconsistente, nuestros disparos no le hacían el más mínimo daño aparente, fuera de hacerlo contraerse cada vez más.
—¡Que no se mueva! —Lo vi tan pronto lo escuché.
James se asomó por el rabillo de mi ojo derecho y en sus manos, cargaba el escupe llamas. Ansioso por volver a usarlo.
—¡TODO EL MUNDO AL SUELO! —Dije y en ese mismo instante, el rugido del escupe llamas estallo con un fuerte calor que ni el desierto me había hecho experimentar.
Ya en el suelo, la criatura volvió a rugir por el abrazo del escupe llamas, y no como lo había hecho antes, más se asemejaba al llanto de un infante, ese del que sientes la necesidad proteger, de cuidar porque sabes que ellos mismos no lo harán. Era incomodo, despertaba un pequeño vestigio de preocupación por lo que fuera esa cosa. A la vez que las llamas encendían un calor por todo el alrededor.
—¡Quema esa porquería! —Escuche decir a Alexa entre los gritos de la criatura.
Por fin estaba seguro de que algo la dañaba, así que me levante, con la esperanza de que toda esta matanza acabara, con la idea de que nos esperaba una larga noche atendiendo a los pocos sobrevivientes del ataque Aun así me acerque, un par de pasos y apunte hacia la enorme fogata. Fuese lo que fuera ese monstro, vaya que ardía bien.
—Jon, Gina... Callen esa cosa a plomo.
Comenzaron los disparos y se detuvieron los gritos, mire hacia Alexa y ambos lo supusimos, esa cosa estaba muerta. Los gritos cesaron y entre las llamas sus tentáculos yacían inertes cual roca. "Ya era hora" pensé dentro de mí y de poco mi fui acercando a Dalton quien parecía haber descargado la última gota de ira junto al combustible del escupe llamas. Jon y Gina también se retiraban para atender a los heridos. Entonces surgió otro grito.
Inicio como un desgarrador llanto y escalo tan rápido, tan potente a un verdadero rugido, que resonó en mis oídos, aturdiéndome. Cubrí mis oídos hasta que este por fin se detuvo, pero aquella imagen que recibieron mis ojos, inmediatamente me hicieron disparar, una y otra, y otra, y otra vez, hasta que mi cargador se vacío.
Acababa de matar a Gina y a Jon, los desmembró, los descuartizo en cuestión de segundos y parecía estar más fuerte que antes. James también lo hostigo a disparos y Alexa no se quedó atrás, pero "¿Sería suficiente?". Fuera cual fuera la respuesta, ninguno de nosotros la tenía. El monstro pareció ceder ante nuestro constante fuego y se replegó hacia nuestro Peregrino a toda velocidad.
—No, no, no... ¡HIJO! —Grito James a su vez que perseguía aquel monstruo como si fuera una presa que cazar.
Tanto Alexa como yo, intentamos seguirle el paso, pero pronto nos quedamos rezagados ante la velocidad de nuestro amigo y la criatura.
No nos faltaba mucho para llegar a la rampa y abordar el Peregrino, pero James ya estaba adentro junto a la criatura, en una lucha que desemboco en que esta última destrozara todo a su paso, principalmente el acceso al interior del Peregrino.
Con la rampa destrozada, debíamos tomar la escalera externa hasta el dorso del Peregrino, lo que nos tomaría más tiempo, pero que otra opción teníamos, James Dalton era el único haciendo frente a esa cosa de manera efectiva y su hijo ahora estaba en peligro.
Una vez más ascendimos en una escalada vertical. Nos llevó minutos, minutos en los que escuchábamos como el interior era fracturado, quebrado y no dejábamos de imaginarnos lo peor "¿Y si llegábamos demasiado tarde? ¿Y si para cuando lleguemos nos tiende una emboscada?". Negaba cualquier idea que saliera de la boca de Alexa o la mía, no deseaba conocer esa parte del cuento, "La duda es un agujero en la cabeza que nubla el juicio". Subí al lomo del Peregrino, entre chillidos, entre tambaleos, el metal crujiéndose y colapsando sobre sí mismo. Abrí una de las compuertas dorsales e ingresé tras Alexa.
Hay un viejo dicho que me compartieron los Eruditos "No necesito una lupa para ver aquello frente a mis ojos". Así mismo, yo no necesite más que mis ojos para ver, cómo Dalton era empalado contra el techo sobre nosotros por esa criatura, para ver como Kaelos, su hijo se paralizo frente aquel suceso, como lo miraba sin siquiera un grito, sin siquiera un atisbo de miedo, solo ahí, observando, grabando cada detalle en su pequeña cabeza, cada gota de sangre que deslizaba por la ropa, por la piel de su padre cayendo tan cerca de él que seguramente pudiera marcharle.
Alexa se me anticipo y mientras yo la cubría, ella se lanzó por el pequeño. Lo alzo tomándolo en brazos y corrió de vuelta mi dirección, hacia la salida. En ese instante, el décimo tercer y último proyectil salía despedido por el cañón de mi arma. Con Alexa a mis espaldas cubriendo los ojos del pequeño, el monstruo retiro sus tentáculos del cuerpo de mi amigo, dividiéndolo en aun más partes en el proceso. Arrojé mi arma y corrí detrás de Alexa, así y tras un par de pasos, solo escuchábamos como sus gruñidos y rugidos se alejaban. Y para cuando fue mi turno de escalar por la escalera, volteé para mirarlo, lo vi. Se acercaba rápido y con ello comprimía cada parte de, cada sección y segmento del Peregrino a su paso.
Tan pronto estuvimos afuera, tome al pequeño en brazos, percatándome de la sangre que tenía en el rostro, escurriendo más allá de sus labios. Me acerque a la escalera y me deslice a través de ella. Entre sacudidas cada vez más fuertes, me detuve a mitad del trayecto para asegurarme que Alexa siguiera tras de nosotros. Pero en eso, otra sacudida del Peregrino que, acompañado del crujiente metal al tambaleo, se vino abajo, resbale con Kaelos entre mis brazos.
Me forcé a mí mismo a no soltar al pequeño Kaelos de camino al suelo, y para cuando choqué contra este, apenas perdí una fracción del aire en mis pulmones. Al contrario, Alexa pudo caer de buena forma y rodar para anular el daño del golpe, puse al pequeño en sus brazos y una vez más, miré hacia el decadente Peregrino, que se venía abajo, sobre sus propias bases. Entre todo ese ruido, entre toda esa destrucción buscaba más allá del ahora oscuro cielo nocturno. Sabía que esa cosa saldría en cualquier momento, que solo sería cuestión de esperar. Y yo aquí, el único lo suficientemente tonto como para quedarse a esperar a esa cosa, a ese monstruo.
"¿Distraer? Talvez, ¿Ganar tiempo? Prioridad". Sus tentáculos emergieron a través del chasis. De lo que quedara del antiguo peregrino, escalo hasta la cima de aquella montaña de metal, de escombros y por un instante, pareció mirarme, disponiéndose a saltar a la vez que yo me preparaba para correr, tan lejos del campamento como me fuera posible.
Mi pecho se agitaba y mis pulmones rogaban por aire, cuando en el cielo algo se ilumino, rompiendo en la serenidad de las nubes. Una deslumbrante y cálida luz, cada vez más intensa, que era acompañado de un rugido tan estremecedor, que hizo temblar mis huesos.
Emergiendo de entre las nubes como las estrellas fugaces, rápidos y veloces, rugiendo como el trueno, retumbantes entre el cielo. Golpearon los restos, la chatarra que alguna vez llame "El Peregrino" con una fuerza que sacudió los alrededores, y retorcieron aún más el acero. No hubo ningún ruido entonces, al menos hasta que salieron.
Uno de ellos armado y el otro con aquella bestia aferrado a su brazo derecho como una garrapata, pero ambos brillantes como el sol, con alas de fuego y cuerpos humanoides.
Descendieron al suelo con rapidez a unos diez metros de mí, quizás menos, siendo el primero de ellos quien tenía la bestia aferrada en su brazo. Cargo contra el suelo, desprendiéndose de esa cosa con el impacto, para después arrojarla por los aires en dirección de su igual. Su compañero, quien abrió sus flameantes alas y lo atrapo con su pierna, para nuevamente azotarla contra la arena, despidiéndole cuatro impactos del cañón de su arma. La criatura pareció estabilizarse, reducir su tamaño a causa de la presión ejercida por tal pisada, sobre sí. El otro humanoide empuño la espada que yacía enfundada en su en su cintura todo este tiempo. Y de un solo movimiento sincronizado, su compañero retiro su pierna de la criatura a la vez que este inserto su espada tan profundo en la criatura, que la mitad del acero de su arma yacía bajo la arena.
Aquella bestia había perecido, su forma se fortifico cual roca, inerte en un manojo de lianas ascendentes, como la mala imitación de un arbusto silvestre, hecho de metal en su totalidad. Las dos figuras humanoides, terminaron por reequipar sus armas y marcharon en mi dirección.
Su altura era impensable, cercano a los tres metros sin siquiera estar completamente erguidos, su metálica piel era cubierta por decenas de gigantescas escamas gruesas, lisas y puntiagudas. Pero lo más sorprendente era sus rostros de ambos, uno con cabeza de León y el otro con cabeza de Lobo, acompañadas de en semblante adornado con cuernos, grandes y brillantes en un dorado a la luz, cual corona de un rey.
Terminaron por abrir sus fauces y en su interior albergaban la cabeza de un hombre, o bueno al menos su rostro y por supuesto, hablan la lengua mi lengua. Conversaron entre ellos sin discriminar o prestar atención a más que las palabras que entre ellos cruzaban, dejando en claro que volverían con más miembros de su especie. Extendieron sus flameantes alas una vez más y emprendieron vuelo entre rugidos de trueno. No es como si estuviera en los medios para impedírselos o si quiera objetar ante sus acciones. Pero en un pasado, con menos sabiduría y más entusiasmo, habría hecho de todo por batallar con una de estas criaturas, de estas "Quimeras", eso eran. El Nexo entre las capacidades de cientos de otras especies existentes o extintas.
Como sea deje mi razonamiento a un lado y corrí a encontrarme con Alexa, quien desde lo lejos pude distinguir que aun cargaba con Kaelos en sus brazos, descubriendo el porqué, tan pronto me acerque. "Papi". Sin importar lo que hiciéramos Kaelos no paraba de decir lo mismo una y otra vez en una hipotónica calma, aunque sus latidos dijeran lo contrario y fueran a mil por hora, aunque el pálido todo en su 'piel indicara lo asustado que se encontraba, él no paraba de decirlo una y otra vez "Papi".
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