EL GRAN VIAJE
—Oye chico ¿Todo listo? —Escuche decir a Maxiimo.
—Bajo en un segundo.
Con el Crepúsculo asomándose por mi ventana y un anochecer que en cuestión de horas se pronunciaría en el cielo. Terminaba de prepararme. Después de todo solo tenía que ponerme mi colgante y tomar mi única maleta. La cual, tras empacar todo, me di cuenta de las pocas pertenencias que tenía, fuera de suficiente ropa para tres atuendos y claro, mi colgante y mis ropas para entrenar. Pero no me voy a quejar, Papá siempre decía que tenemos que viajar ligeros.
Tome la maleta al hombro y tras cerrar la puerta de mi habitación a mis espaldas, me puse mi colgante y baje por las escaleras, y mirando por encima del barandal, donde se encontraba Maxiimo, sentado es su silla con ruedas, ya esperándome.
Una vez en el primer piso, me fije en la entrada a la cabaña, la cual se encontraba abierta. Y de ella emergió un hombre, de tupida barba y escaso cabello en su cabeza, apenas más bajo que yo. Se acerco y estrecho la mano de Maxiimo en un apretón firme.
—Oye chico, te presento a Tom Anderson. Un viejo amigo de nuestros despliegues en Soldado.
—Kaelos Dalton ¿Verdad? —Dijo a la vez que buscaba mi mano en un saludo—. Lamento lo de tu padre.
"Lamento lo de tu padre" ¿A qué se refiere con eso? ¿Que esa noche, no lucho con suficiente fiereza? ¿Qué se dio por vencido? El no estuvo allí, no puede saber lo que sucedió aquella noche- De haber estado, talvez todo sería diferente, no quiero su lastima ni su pésame. Tal vez si hubiera actuado esa noche, no tendría razones ahora para burlarse. Para subestimarme.
—Oye chico, ya puedes soltar su mano.
Para entonces no me había fijado en que estaba respondiendo a su saludo, solo de pronto supe que su mano y la mía estaban estrelladas. Apretadas.
—Si, lo siento... Y soy Malakai. No Dalton.
—¿Malakai? ¿Cómo Alexa Malakai? —Respondió Anderson.
—No te preocupes camarada, te lo explico en el camino. Por ahora, ayúdame a subir a tu Peregrino. Kaelos, trae a Alexa, dile que saldremos en veinte.
Juntos, abandonaron el interior de la cabaña, uno tratando de seguir el ritmo con sus ruedas al andar del otro. Pero en ello pude notar como Anderson sostenía su muñeca tras responder a su apretón cuando me saludo. ¿Abre sido yo? Que importa, tenía que buscar a Madre.
Reacomodé las correas de la maleta sobre mi hombro y tras atravesar la sala de estar y la cocina, salí por la puerta trasera de la cabaña, hacia el hibernadero. Con cada paso a través del patio, recordé el duelo con mi madre hace unas semanas, uno que, a decir verdad, esperaba fuera más difícil que lo que fue, a pesar de haberme contenido. Seguramente ella también se contuvo de algún modo que no note, o se dio cuenta de mi desventaja y bajo el ritmo desde un inicio y no lo vi. No lo sé, solo sé que hay mucho de ella que aun debo aprender. Y que fuera de ese único golpe de poder con su rodilla, no tengo mayor dolor o malestar.
Cuando por fin pude encontrarla, parecía estar regando los cultivos. Después de todo, no quedara nadie que los cuide cuando nosotros hayamos partido y lo más probable es que mueran cuando llegue el invierno.
—Madre, Maxiimo dice que ya es hora de irnos.
—Déjame terminar aquí mi Campeón, y ya nos vamos ¿Ya terminaste de empacar?
—Si madre.
—¿Y cómo te sientes? Después de todo es la primera vez que viajas en mucho tiempo.
—No tengo ningún pensamiento fuera de llegar a la ciudad, conocer los alrededores y luego ir al Coliseo.
—¿Eso es lo único que te emociona?
—Es lo único en lo que he estado pensando.
—Bien, si a ti eso te hace feliz... Ten por seguro que tendrás todo mi apoyo mi amor.
—Gracias Madre.
Soltó la regadera, tirada a un lado de la cerca que delimitaba el hibernadero, para después agacharse y tomar sus maletas. Una al hombro y la más grande a la mano.
—Bien mi campeón, no hagamos esperar a la tortuga de Maxiimo.
La esperé un poco para ayudarle con la maleta más pesada. Entonces avanzamos al par, evitando la cabaña, no tener que atravesar una vez más su interior. Y para cuando la rodeamos, lo vi, resaltando entre el horizonte con los árboles. Una bestia acorazada de metal, que no pude ver desde mi ventana ni desde la parte trasera de la cabaña. Con seis piernas y una gigantesca altura, con un chasis idéntico al que hace tanto tiempo, Alexa y Maxiimo se sacaron "¿Qué importa? ¿Cierto?" Solo es una última vez dentro de una de esas cosas.
Aborde, pero con una sensación de ser observado, presionado. Como si alguien me estuviera buscando.
Los motores se hicieron resonar por todo el interior del Peregrino, y en cuestión de minutos ya podía escuchar los chillidos de los pistones, los engranajes de la maquinaria en funcionamiento. Sentir ese pequeño tambaleo con cada paso que daba este Peregrino. Como sea, no preste atención a muchos detalles de camino a mi cuarto compartido, talvez podría recordar los rostros de dos o tres personas más de camino hasta aquí arriba, uno de los guardias o talvez dos, no lo se. Pero después de todo era imposible que fuéramos los únicos pasajeros de Tom Anderson. Pues, así como lo fue mi padre, él es una especie de busca refugiados, aunque en realidad no creo entender bien eso, y ahora mismo no tenga cabeza para hacerlo.
La noche llego más lento de lo que esperaba, pero llego, pues esa mirada seguía allí, estoy seguro de que alguien me está buscando. Me acosté en la hamaca entre medio de la Maxiimo y Madre. Y aun lado estaba Anderson, en un rincón de la habitación en una pequeña cama, que más que eso, parecía una silla bien acomodada. Había dos o tres personas más dentro de la habitación, pero no les di mayor importancia.
Tan pronto pude, decidí intentar dormir, olvidar donde me encuentro, pero pronto con mis ojos ya cerrados escuche una voz, una voz que no debería resonar ahora, una que era imposible escuchar.
—Hijo corre.
—¿Papá?
Las luces del alrededor se volvieron rojas conforme salía de la habitación, con un único pasillo delante de mí. Los fríos barrotes de hierro a cada lado, que de pronto mis manos sostenían con fuerza.
—¡Corre hijo!
—¿Papá? Papá ayuda ¡Papá!
Mire como se acercaba desde lo lejos, corriendo en medio de aquella pasarela metálica. Sus ojos tan abiertos que sus pupilas eran totalmente distinguibles de sus iris, corriendo tan rápido que más que querer llegar a mí, pareciese querer escapar.
—¡Papá ayúdame!
No solo veía como se acercaba a mi padre, sino que tras de sí, algo también le seguía, se aproximaba a mi cada a cada segundo, una sombra, tan oscura que las luces eran consumidas por su paso, a su camino. Tan densa que todo lo podía atravesar, tan rápida que podría alcanzar a mi padre en cualquier momento.
Mi pecho no dejaba de saltar y el aire le faltaba más y más a mis pulmones. Sentí frio en mi espalda, en mis manos y pies conforme sentía la vibración el estruendo de cada paso más cercano de mí. Y entonces estuvieron tan cerca que creí poder abrazarlo, pero él, solo se detuvo.
—Fuiste débil, hijo.
La sangre empezó a brotar de su boca y sus ojos se volvieron blancos. Su cabeza cayo como si se hubiera rendido y esa sombra lo levanto en el aire a la vez que lo empalaba en su pecho, en sus piernas y brazos, su estómago y cabeza. La sangre brotaba de cada una de sus heridas, y en un parpadeo fue desmembrado. Decenas de partes, de piel, gotas y charcos de sangre que volaron por el aire frente a mis ojos, mientras mi ropa era salpicada en el líquido carmesí.
De pronto sentí un vacío bajo mis pies, como si cayera por un precipicio. Solo entonces pude abrir los ojos. Y sorprendentemente, aun me encuentro en la hamaca, bañado en un frio sudor por toda mi piel, uno que me trajo escalofríos.
—Carajo, necesito aire.
Sali del cuarto sin molestarme por dejar la puerta cerrada, no quería molestar a nadie con el ruido que causaría ajustar la puerta, mucho menos que Madre se enterara que tuve otra pesadilla, ella casi no duerme gracias a mí y mis malos sueños, así que, por una vez no quiero preocuparla.
Después de caminar un rato, termine por ascender hasta el dorso del Peregrino, en un balcón de observación al aire libre, apenas un par pisos arriba de donde se encuentra mi habitación correspondiente. Me recosté sobre el barandal y miré hacia arriba. "Creo que ahí, hay algo", Recordé mientras buscaba aquella constelación. Aquella que ella tanto hablaba esa noche.
—¿Te gusta ver el cielo muchacho?
Entre el constante tambaleo del Peregrino, miré hacia atrás, guiado por un fuerte hedor, uno que no conocía y me encontré con la sorpresa de que Anderson estaba a mi lado.
—En realidad, no.
—Entonces supongo que fue un mal sueño. Si, yo y muchos otros también los tenemos... Pero a diferencia de ti, yo bebo para ahogar las pesadillas. Y claro, por los caídos.
Tenía una botella en mano, con la mitad de contenido por delante. Supongo que es el alcohol que bebe, lo que provoca ese olor. Avanzo hacia una de las esquinas a la derecha del balcón y allí se apoyó antes de tomar un largo sorbo de la botella.
—Servi con tu padre, era un gran hombre, fuerte, rápido, sin temor alguno. Era capaz de hacerle frente a cualquier criatura o enemigo que se le interpusiese. De entre todos nosotros, él fue el mejor.
—No necesito tu pésame, gracias.
—Vamos muchacho, solo quiero ser amable contigo, platicar un poco. Y talvez invitarte un trago, así como a tu padre.
—Habla con Maxiimo si quieres conocerme. Y si no es mucha molestia te pediré que no bebas cerca de mí.
—Ya me quedo claro... No eres como él.
Me acerque hacia Anderson tan rápido, que no le dio tiempo ni de un sorbo más a su botella. Tomándolo de la chaqueta lo arroje por la escotilla regresándolo al interior del Peregrino, su botella se quebró al golpear con el suelo, esparciendo cada gota de su preciada bebida sobre si o sobre los alrededores.
Ingrese lo más rápido que me fue posible y pise con fuerza la mano que hace un segundo sostenía la botella.
—Te lo diré una sola vez...
Tomé la bufanda que rodeaba su cuello, despegando su espalda del suelo a la vez que cerraba un puño con mi mano libre.
—Que ni se te ocurra, volver a desestimar. El nombre de...
—¡Aaaah!
Mire los ojos de incertidumbre de Anderson entonces, ambos parecíamos tener la misma pregunta, ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Quién había lanzado tan particular grito? Lo solté entonces y bajé las siguientes escaleras, en un intento por encontrar la fuente de los gritos.
—¡Aaaah!
Registre con la mirada, cada puerta, como decenas de personas dejaban el interior de sus habitaciones en busca de lo mismo que yo, su fuente. Pero entre todas ellas, había una en especial que permanecía entre abierta, luces encendidas desde adentro, pero nadie que se asomara desde ella, así que me acerque y tan pronto como patee la puerta para poder entrar, una silueta masculina abarco toda mi atención.
Apenas se dignó en voltear en verme y en su mano sostenía un palo de madera sobre su cabeza. Creando una pequeña brecha, una ventana que me permitió ver y darle sentido a toda esa escena. Su mujer y a su hijo, quienes tenían moretones en toda su piel visible, en sus rostros y estaban acurrucados, exhaustos, adoloridos en una de las esquinas de la habitación.
Una vez más mire al hombre. Y repentinamente yo había cobrado relevancia para él, y ahora se acercaba, dispuesto a golpearme como a su familia. Inhale con calma, permitiéndome ese segundo para relajarme, en lo que a él le tardaría acercarse lo suficiente para atacarme.
De pronto solo todo fue oscuro y cuando el color regreso a mis retinas, cuando pude ver todo a mi alrededor. Por alguna razón, me encontraba sosteniendo el roto brazo de aquel hombre, quien ahora yacía tirado en el suelo, gritando, inquieto, adolorido. Y así mismo, yo estaba controlando su torso y con ello, su brazo derecho, roto en la zona del codo.
—¡¿Qué HAZ HECHO?! —Grito la mujer—. ¿Qué has hecho?
—¡No... ¡No lo sé!
Trate de levantarme sin afectar aún más su extremidad, pero vaya sorpresa de aquella mujer. Golpeando mi rostro, procurando que fueran sus anillos los que más protagonismo se llevara. Aun así, me levanté sin más problemas fuera problemas más allá de una pequeña comezón impregnada por el golpe de aquella mujer, aunque presentí una mirada a mis espaldas. Gire para corroborar mis sospechas y no era solo una mirada, decenas de pares de ojos, todos asomados por el marco de la puerta, perdidos en cada mínimo detalle de lo que fuera que acabara de ocurrir.
De todos modos, solo una mirada tomo relevancia, mi madre, quien resaltaba entre todas esas miradas perdidas, acercándose, tomándome del brazo para después sacarme a través del tumulto de gente lo más rápido que le fuera posible en ese momento. Me llevo al interior de nuestra habitación asignada, asegurando la puerta tras de sí.
—Bien muchacho, no solo eres un derrocha alcohol... Parece que también tienes complejo de "Superhombre".
—Podemos continuar donde lo dejamos si eso deseas.
—¡Tranquilízate chico! —Dijo Maxiimo, quien también parecía estar en la habitación, ahora sentado en su silla de ruedas y no en la hamaca.
Tal vez todo esto haya sido meramente una prueba, después de todo es una gran coincidencia, Anderson fue Soldado, al igual que Madre, y no pareció querer defenderse. Pero mi mayor pregunta es ¿Qué paso con el hombre al que le rompí el brazo? No lo recuerdo.
—¿Fue una prueba?
—Créeme chico, eso quisiera.
—Mi amor ¿Por qué lo hiciste?
Caminé por la habitación hasta la hamaca que me correspondía, y me senté sobre ella. Sujete mi colgante mientras miraba a Maxiimo, a Anderson y finalmente a Madre.
—Hice lo que creí correcto. Tal y como una vez dijiste madre "Aquellos con poder y fuerza, deben velar por aquellos que carezcan de esta".
—Nadie dice lo contrario muchacho. Pero pudiste dejar el trabajo a mis hombres, para eso les pago.
—Tal vez hubiera sido adecuado camarada. Pero el chico estuvo a tiempo y probablemente evito daños a mayores.
—No te equivocas en eso camarada. Alexa ¿Tu muchacho te venció en un combate, tal y como dice Maxiimo?
—Confiar en la palabra de tu "Camarada" Tom. Puedes decirme oxidada o desfazada, pero Kaelos, es ahora el mejor usuario del estilo Kirey con vida.
Termine por recostarme mientras seguían debatiendo. "Promételo Kaelos" Resonaba en mi cabeza. Y eso estoy haciendo ¿No? Defendí a una familia del injustificado castigo que estaban recibiendo por parte de quien debería protegerlos. Me propuse defenderlos, bajo el mismo criterio de justicia del que Madre me hablo, y cumplí. Está bien eso, creo.
—¿Qué dices muchacho?
—¿Qué?... Recapitulen por mí.
—Estas distraído mi amor... Tom quiere ver tu potencial, así que preparara un combate con otro prospecto cercano a tu edad.
—Si, supongo que tengo la cabeza en otro sitio. ¿Pero que hace especial este combate?
—La princesa Kate De Jong ¿Te suena?
Me quede en silencio esperando que Anderson continuara, después de todo ¿Qué importancia tiene esta "princesa" para mí?
—Supongo que no... El punto es que ella es la selectora de nuevos prospectos a Gladiadores para las diversas escuelas del Coliseo. Y para suerte tuya, la chica tiene los ojos puestos en el hijo de un viejo colega como próximo prospecto ¿Entiendes lo que quiero decir?
—¿Si lo derroto, estoy dentro?
—Je, je je. Termina vencedor, impresiona a la princesa y te aseguro que conseguirás algo más que solo tu entrada al gran coliseo chicho. Je je je.
—No solo eso camarada. Ja, ja, ja. De antemano puedo decir que la princesa es bastante hermosa. Ja, ja, ja. Es un premio doble Kaelos. Si sabes jugar tus cartas desde luego.
—¡Par de niños! Por lo menos dejen que Kaelos, seleccione a su pareja —Dijo mi madre.
—En nuestra defensa Alexa. Solo le estamos dando opciones.
Tras mas risas chistes e insinuaciones por que busque algo más solo una "Oportunidad" con esta tal princesa De Jong, terminaron por querer abandonar la habitación, a mitad de la noche, dejándome a solas con Madre. Y cuando abrieron la puerta, entendí que la conmoción por lo sucedido, por mi incidente con aquel hombre, seguramente, ya había cesado, ya era noticia antigua, o eso quiero. Lo mejor sería que ya nadie recordara lo sucedido siquiera mi rostro. Así que también trate de olvidarlo, devolver mi cabeza a su lugar. Tal y como decía Maxiimo en los entrenamientos "Concentra tus sentidos en el momento actual. Vista, oído, gusto y olfato"
Madre se acercó a mí en busca de un abrazo, el cual solo pude corresponder con la misma intensidad que lo sentía.
—¿Cuál es tu razón mi amor? ¿Por qué deseas con tantas ansias las peleas y la fuerza? —Dijo Madre en un dulce susurro que toco en mi oído.
—Solo quiero ser el más fuerte Madre... Y para demostrarlo, siento que tengo, que debo poder ganarles a todos... Quiero ganar, llegar y ganar. Así un día, no habrá nadie a quien no pueda vencer y así mismo sabre que los puedo proteger ante cualquier peligro.
Que ese día nunca vuelva a suceder.
—¿Entonces serás feliz?
—No lo sé, supongo que esta es una de esas cosas de las que me hablaste, "Disfrutas del viaje y no del destino".
Al final rompimos con nuestro abrazo y cada uno se recostó en su amacha.
Había causado un escándalo peor de lo que en algún otro momento en mi vida. Esta vez no solo desperté a Madre, sino también a Maxiimo y todos los demás dentro de este Peregrino, aunque pensándolo bien no fue por una mala acción, fue consecuencia de los gritos de aquella mujer. Hice lo que debía hacer, no debería de arrepentirme por mis actos. Pero entonces ¿Por qué no se siente así?
Mire a mi madre entre el balanceo de nuestras hamacas hasta que eventualmente se quedó dormida, e intente hacer lo mismo, después de todo, es seguro que Maxiimo me tenga una nueva modalidad de entrenamiento a primera hora. Así que no puedo esperar a ver la sorpresa que me tiene preparada.
Entonces mis ojos se abrieron por si solos, entre esa pequeña pesades que siempre me quiere retener a la cama, al sueño, pero en este caso, a la hamaca. Tal y como había programado mis ojos, mi mente, desde el día de esa frase "Mañana en las afueras de la huerta a las 0,500 horas". Despierto una hora antes desde entonces, para así calentar y prepararme. Además, esta vez podría intentar averiguar de que tratara el entrenamiento, ahora que, ya estoy listo, al menos eso dijo Maxiimo.
Busque y busque, guiado por mi curiosidad. Cada piso y cada compartimiento que pudiera abrir en el interior del Peregrino, que no estuviera fuertemente asegurado, pero no encontré nada más que personas durmiendo y a varios de los guardias de Anderson haciendo su trabajo, pareciese como si no hubiera a haber nada el día de hoy. Pero no es nada que no tenga solución. Así que, con el tiempo encima, decidí solo volver a subir al balcón en el dorso del Peregrino y entrenar por mi cuenta.
"Sombra", creo que así le había llamado Maxiimo a esta forma de entrenamiento, lanzar golpes al aire imaginando a un rival mucho mejor yo, más grande, fuerte y veloz. Forzándote a desempeñar mejores combinaciones, golpes y estrategias. Pero, a decir verdad, es un tanto difícil, ya que apenas he contado con oponentes, se me hace un tanto difícil imaginarme un rival superior en todo sentido. Pero, siendo realista conmigo mismo, Madre me puso problemas en nuestro combate, se vio más ventajosa en velocidad y defensa que yo, además de que ese último golpe con su rodilla realmente me daño. Estuve escupiendo sangre durante al menos dos días posteriores a la pelea, pero eso no se lo diré, no deseo verla así de preocupada otra vez. Lo tomare como una razón para perfeccionar mi aplicación de "Obelisco" en mis defensas.
¿Habrá más estilos de combate fuera del Kirey? Y respecto a mi rival ¿Cuántos combates llevara? ¿Es bueno? ¿Qué tan rápido y fuerte puede golpear? ¿Si utiliza otro estilo de combate, me poder adaptar suficientemente rápido? ¿Sus técnicas serán posible de aprender a mitad de nuestra confrontación? ¿Conocerá el estilo Kirey?
—Así que una vez más te adelantaste ¿No chico?
—Entre más pueda entrenar, más preparado estaré para enfrentar a mi siguiente rival.
—Je, je. Si sabes que aún no es seguro que se de tu combate ¿Verdad?
—Por esa misma razón debo estar el doble de preparado.
—Entonces de eso se trata... Te diré algo chico. Eres rápido y tienes buena pegada, pero si estas tan enfocado en dar un buen espectáculo. Je, je. Necesitas mejorar tu resistencia.
—¿Ya pensaste en algo para eso?
—Le diré a Anderson que tenemos prisa en llegar a la ciudad.
—¿La tenemos?
—Yo, no. Tú por otro lado, estoy seguro que echaras de menos la comodidad de la hamaca.
Oficialmente estoy con madre en esto. Maxiimo perdió la cabeza junto con su pierna. Pero no puedo mentir, me gusta la creatividad dentro de su alterada percepción de la realidad.
Corriendo tras este Peregrino, no. El termino alcanzar le queda mucho mejor a esta actividad. Pues, según los cuentos de Maxiimo, esta era su forma preferida de entrenar, que la llevaba a cabo junto a mi padre de regreso al cuartel, cuando formaban parte de Soldado. Una forma de "Mantener el ritmo" según él. Que cada día salían a correr, tratando se seguirle el paso al constante paso de los vehículos de escuadrón. Que corrían durante al menos tres horas seguidas, cuatro por querer alardear y cuando más, solamente esperaban a cualquiera de los dos desfalleciera. Entonces daban por concluido el entrenamiento.
Y así continue corriendo, admirando el paisaje, las huellas dejadas por el peregrino, a través del largo sendero. El camino forjado por las fuerzas de Soldado, hace decenas de años.
Madre y Maxiimo me hablaron de eso. Que las fuerzas Soldado, no eran más que los unificadores del reino de Izon Aquellos que crearían los caminos que unirían su reino con la capital, con la ciudad de Athenas, hacia donde ahora nos dirigimos, nuestro destino.
Observando las bestias de bosques y praderas en os alrededores, que observaban tan inmensa estructura metálica desde la distancia, asustados por sus estruendos y su inmensidad, repelidos por el peligro que significa una especie de tal magnitud. O al menos eso supongo, que pensaran al ver el Peregrino, sus primitivos cerebros, que no son capaces de distinguir, de discriminar los detalles que lo convierten en un sistema de transporte y carga, de una bestia de verdadero instinto asesino.
—¡Oye muchacho! Maxiimo dice que ya deberías estar cansado ¡Vamos!
¿Cansado? ¿Cuánto tiempo se supone que llevo corriendo para que diga eso? Aunque, ahora que me percato, el sol cambio su posición desde la última vez que me fije ¿Me abre desmayado? No lo creo, ya estaría muerto o dentro del peregrino de ser así.
Como sea eventualmente el gracioso de Anderson me arrojo una escalera de cuerdas para que volviera a subir a su Peregrino, pues como él nos hizo saber a Maxiimo y a mí, no detendría su avance por nada, ni, aunque desfalleciera en este entrenamiento. Así que, si caía, seria comida de cuervos. Pero lo que realmente importa es el hecho de que Anderson pareciese esconder más asuntos en la ciudad de los que aparenta. Fuera de solo querer retirarse de estos viajes de rescate.
Tras abordar y descansar un rato, sentí la necesidad de ir al comedor. Ubicado en los niveles inferiores del Peregrino, talvez allí pueda encontrar a madre y hablar acerca del extraño comportamiento de Anderson.
Así que, tras bajar al comedor, me di a la tarea de encontrarla a ella o a Maxiimo, entre todas esas miradas, los susurros de todos esos rostros que la noche anterior habían presenciado mis acciones. Mujeres, hombres y niños que, a diferencia de mí, comprenden a la perfección, el cómo me interpuse en esa familia, posiblemente esa fuera su normalidad, sus costumbres, y yo no hice más que meterme, que llamar la atención en mi intento por hacer algo bien.
Al cabo de unos minutos recorriendo el comedor, bajo su tenue y desgastada iluminación, los divisé, a Madre y la inconfundible silla de Maxiimo, ubicados en un rincón alejado, hasta atrás del todo el resto del comedor. En una pasarela alejada de cualquier otra mesa. Más pequeño, reducido, privado.
—Madre, Maxiimo.
—Ya estábamos preguntando por ti chico. Dime ¿Te gusto el entrenamiento?
—Fue disfrutable, a decir verdad. Pero ahora tengo una duda... Tom Anderson ¿Quién es?
—Parece que estas más paranoico desde que subimos al Peregrino chico ¿Estas bien?
—Debes de tener hambre. Iré a traerte algo de comer cielo, no tardo. No lo vayas a poner más loco Maxiimo, ¿Quieres?
—¡Culpa mía mujer!
Madre se levantó de la mesa, en dirección del buffet, alejándose sin apenas discriminar en mis palabras o mis actuales intereses. Lo mas seguro es que tengan razón, estoy mas en mi cabeza de lo normal, al menos desde que subí a este Peregrino, desde que tengo esa sensación de ser perseguido, observado. Pero de todos modos deseo respuestas a mis dudas.
—Maxiimo...
—Chico, no quiero ser yo quien te lo diga, pero ya que insistes... Creo que estar en un Peregrino, un lugar idéntico al que murió James, reaviva el trauma que viviste. Su perdida.
—¡¿Estas suponiendo que me estoy volviendo loco?!
—¡NO! Lo que digo es que, a como yo te vi esa noche. No has sanado nada chico, Alexa y yo vimos en ti la forma de soltar la culpa de perder a James. A mi amigo ¡CARAJO!
Termine por levantarme de aquella mesa, no se como y de pronto solo estaba sosteniéndola de los costados con fuerza, apoyado en el redondeado borde de la mesa en mis manos, mientras solo podría ver a Maxiimo, quien no se inmutaba, solo me miraba con la misma firmeza con la que yo lo miraba. Pero en su cabeza parecía estar pensando, seleccionando palabras ¿Su siguiente frase? No tenía forma de saberlo.
—Pensé que, al entrenarte, tendrías una forma de dejar atrás todo lo que reprimías, esa soledad, esas pesadillas por las que Alexa tanto teme... Pero lejos de mi propósito, solo logre alimentar tu odio, tu ira.
—¡Debo ser capaz de vencerlos!
—¡¿Por qué o a Quien?! Ni yo ni Alexa lo sabemos... Solo tú eres capaz de contestarte esa pregunta Kaelos... Entiende que no le debes nada a nadie y aun así estas tan cegado por combatir que no sé qué quieres conseguir ¿Qué quieres demostrar exactamente chico?
Mis ojos cayeron con mi cabeza, sin poder ver nada frente de mí, pero captando una presencia a mi derecha, una que reconocía muy bien. Voltee y confirme lo que percibí. Madre, caminando en mi dirección, mirando con toda la atención a la discusión que estábamos teniendo con Maxiimo. Se le sumaron los demás rostros de las demás personas en el comedor, quienes empezaban a tomar relevancia en mi campo visual, solo entonces entendí que nada de lo que dijimos previamente había sido secreto, o como mínimo disimulado, habíamos estado gritando, captando la atención de todos en el alrededor.
Por segunda vez había causado un escándalo. Dos veces en menos de veinte y cuatro horas, eso de seguro me pone como el tipo más extravagante aquí dentro. Solo puedo preguntarme cuando llegaremos a nuestro destino, ya estoy harto de estar aquí encerrado.
Quise retirarme de aquel lugar al instante. Pero al levantarme, mis manos se mantuvieron aferradas a la mesa con acabados de madera, y no hice mas que romperla. Ahora no era mas que una bandeja y una pequeña decoración de piso en lo que se convirtió dicho comedor. La solté, arrojándola al suelo y me fui caminando, no es como si correr me fuera a ayudar mucho en ese momento.
Pronto llegué a la habitación en la que estaba pasando las noches, oscura, deprimente y carente de si quiera una entrada de aire fuera de la puerta. No hice más que recostarme en la hamaca, aunque pude extenderla un poco mas que antes. Después de anoche, las dos personas extra que también pasaban aquí la noche decidieron "Mudarse", supongo que ahora soy un peligro para los demás aquí adentro. Como sea, tenía mi colgante entre mis manos, mirándolo jugueteando y en mi cabeza, solo rondaba una pregunta en mi cabeza "¿Qué espero conseguir?", pero así mismo llegaba a la misma conclusión, ese sueño, esa pesadilla que nunca acaba, esa frase que siempre me hace despertar, que nunca me permite apreciar la noche por ninguna razón.
— Fuiste débil, hijo.
Mas tarde solo la puerta sonó desde el exterior, alguien pareciera estar tocando, así que me levante, quite los seguros y abrí la puerta. Era madre, en sus manos traía lo que creo era un bajo intento por una comida, una especie de pure, mientras que su rostro cargaba con una mirada nostálgica. Algo que no me gustaba ver en ella.
—¿Podemos hablar hijo?
Asentí con la cabeza, pues, no me consideró como alguien merecedor de ser escuchado por ahora, mucho menos por mi madre.
—¿Qué fue lo que paso afuera?
—No lo sé madre, solo quería un par de respuestas y termine señalando a Maxiimo por un tema que debería haber enterrado hace tiempo.
—Si sabes que Anderson solo esta roto por dentro ¿No?... Lamenta tanto, sus errores. Pero es algo que ya no puede cambiar, así como lo de James, como lo de tu padre.
Me lance en abrazarla entonces, sin saber la razón. Solo necesitaba sentir ese apoyo de mi madre más que solo escucharlo. Un abrazo que, aunque tardo, me respondió sin decirme nada, sin recriminarme por mis acciones hasta ahora. Un abrazo que era cálido, reconfortante, que era diferente a todo lo que estar dentro de este Peregrino significaba.
—¿Te sientes mejor?
—Un poco...
Me separo con suavidad de ella y quedamos mirándonos mutuamente durante unos breves segundos, segundos en los que entendí cuanto había crecido, algo que nunca me detuve a profundizar, solo hasta ahora. Ahora que no tenia que subir mi cabeza para mirarla a los ojos, solo mi cabeza derecha al horizonte y ahí estaba ella. Ojos color miel y cabello abundante de hermosos crespos y una piel clara blanca que a pesar de cientos de cosas por las que había pasado y de otras que yo desconocía.
—Ahora debes comer, porque si no te nutres tu rendimiento decaerá.
—¿Aun me apoyas en esto de combatir?
—Hoy y siempre lo hare mi vida —Al mismo tiempo su mano acariciaba mi mejilla.
—Gracias madre... Gracias por todo a pesar de que el camino que estoy escogiendo no sea el mas sensato, a pesar de no saber a dónde me llevara.
—¿Quieres comer de una vez?
Casi obligado a envenenarme con esta especie de pure de maíz y otros cientos de granos que lo componen en un sabor algo dulce y de toques ácidos, que me hace extrañar aun mas la comida que madre me preparaba cada día. Pero eventualmente termine ese plato de pure o lo que sea. Y con ello, madre se dispuso a retirarse de la habitación. Supuse que volvería mas tarde, pero no quería esperar para entonces, talvez yo ya este dormido para decirlo.
—Madre espera... Buscare el perdón de Maxiimo, solo déjame encontrar las palabras adecuadas para hacerlo.
—Ese es mi hijo —Dijo con una sonrisa en sus ojos que casi le llega de oreja a oreja.
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